jueves, 23 de marzo de 2023

Verdad o mentira

 


Ayer, haciendo zapping, vi como en una misma franja horaria dos cadenas de televisión trataron, qué casualidad, de un mismo asunto que me dio que pensar y que ha motivado esta entrada.

La conclusión a la que llegué —aunque no es la primera vez que tomo conciencia de ello— es que ya no nos podemos creer nada, o casi nada, pues estamos viviendo en una época en la que nada ni nadie es lo que parece o dice ser.

En uno de los programas trataron lo que se conoce como Auto-tune y en el otro del Deepface. 

Auto-tune es un procesador de audio, que ya existe desde hace años para vocales e instrumentales —la cantante Cher ya lo utilizó en su famoso tema Believe, de 1998— que sirve para enmascarar inexactitudes y errores y que, por lo tanto, permite a muchos cantantes producir grabaciones con una afinación mucho más precisa. Pero lo que en el caso de Cher pudiera ser un aditamento para dar más originalidad al tema mencionado, para muchos cantantes actuales es un método indispensable para no desvelar su ineptitud musical y cada vez son más los adeptos a este sistema de engaño. En el programa televisivo se mostraron varios ejemplos de cómo sonaban unos artistas sin y con el auto-tune. El caso más risible es el de Kiko Rivera, “Paquirrín”, cuyos incontables gallos y desafinamientos quedaban perfectamente ocultos tras la aplicación de ese filtro milagroso. Pero no creáis que solo utilizan este recurso cantantes del tres al cuarto. Resulta que uno de los cantantes de reggaeton y trap más escuchados del mundo mundial, Bad Bunny, también se sirve de este truco, pudiendo comprobar que entre el antes y el después hay un abismo. Está claro, pues, que el éxito musical está muchas veces manipulado.

Deepface es un sistema de reconocimiento facial que últimamente se utiliza de modo pernicioso para suplantar imágenes reales por ficticias. A cualquiera se le puede cambiar la cara y la voz para engañar al público y hacerles creer que quien hace y dice lo que publican es un personaje real cuando en realidad es virtual. Hace un par de días se publicaron imágenes falsas de Donald Trump (ver ilustración) siendo arrestado y arrastrado por policías para afrontar la imputación de haber sobornado a una actriz porno para que no develara sus relaciones sexuales. Las imágenes son de tal calidad que nadie, o casi nadie, habría sospechado de su veracidad. Así pues, la cara de cualquier ciudadano puede ser utilizada para “fabricar” una entidad falsa o incluso un vídeo sexual con la intención de desacreditarlo o chantajearlo para evitar que se divulguen esas imágenes, aunque el afectado sepa que son falsas. Así pues, la tecnología más moderna hace posible elaborar fakes y montajes visuales tan elaborados que resulta prácticamente imposible saber si lo que vemos y oímos es cierto.

Pero las nuevas tecnologías no solo se utilizan para falsear la voz, la imagen y la identidad de las personas, sino también para provocar comportamientos del todo irracionales. En uno de los programas de televisión que he mencionado también se trataron algunas prácticas que, aunque la aplicación utilizada no es la culpable directa sí empuja a algunos jóvenes descerebrados a aceptar lo que llaman retos, que graban y difunden a través de tiktok, la famosa aplicación china para crear y difundir vídeos cortos. El nuevo y peligroso reto, nacido en Francia pero que ha ganado muchos adeptos en Italia, es la llamada cicatriz francesa, que consiste en pellizcarse fuertemente los pómulos hasta provocar la aparición de un moretón que puede dejar marcas permanentes. Este reto, que puede parecer una chifladura adolescente, no es el único que pone en peligro la integridad física de quien lo practica, pues ha habido, y sigue habiendo, casos mucho más graves en los que se ha llegado a poner en riego la vida e incluso incitar al suicidio.

Esta y otras barbaridades sitúan, a mi entender, el umbral de la perversión, en unos casos, y de inteligencia en otros, muy bajo. ¿Qué despropósito será el siguiente? ¿Qué nos aportará de bueno la tan manida Inteligencia Artificial?

Todo lo que he referido aquí me lleva a pensar que la notoriedad, el éxito, la fama y hasta el mundo entero está en manos de los manipuladores. Me pregunto dónde estará ese mundo mejor al que todos aspiramos.


martes, 7 de marzo de 2023

2035

 


2035 no es la fecha del fin de mundo, pero sí la del final de una época y el comienzo de otra para muchos ciudadanos conductores de vehículos a motor.

2035 es la fecha a partir de la cual se prohibirá en la UE la venta de coches de tracción a gasolina y gasoil. Los ya existentes podrán seguir utilizándose, aunque seguramente se fijará un plazo máximo para ello y probablemente se les impida circular por según qué zonas de la cuidad, las que ahora se denominan de baja contaminación.

Antes de seguir, debo aclarar que una vez escrita esta entrada, he tenido conocimiento de la oposición de varios países a esta medida propuesta por la Comisión Europea. De este modo, Alemania, Italia, Portugal, Eslovaquia, Bulgaria y Rumanía, proponen extender este período hasta 2024. Veremos quién ganará, si esos seis países o la propuesta de Bruselas, respaldada por la comunidad científica, que apunta a un cambio climático desastroso si no se cumple la meta respecto a las emisiones de dióxido de carbono.

Entretanto, cada vez se publicitan más los coches eléctricos, presentándolos como la panacea del automovilismo a corto-medio plazo. Y como ante cualquier mensaje publicitario machacón, sospecho que aquí también se esconden intereses económicos por encima de los puramente ecológicos.

Ya traté en una ocasión el tema de los coches eléctricos, la gran escasez de puntos de recarga y el elevado tiempo de carga, un enorme hándicap para el usuario de este tipo de vehículos. También creo recordar que apunté que la campaña para impulsar el cambio del motor de combustión por el eléctrico obedece a intereses más comerciales que medioambientales, como pretenden hacernos creer. Como el coche eléctrico es bastante más caro, mayores serán los beneficios de las empresas fabricantes. También apunté al hecho de que las baterías de estos vehículos, de gran tamaño, no dejan de ser un elemento contaminante, tanto durante su fabricación como al término de su vida funcional. Por no hablar del precio de la electricidad de la que se alimentan.

Estoy totalmente a favor de eliminar los combustibles fósiles y optar por las energías renovables, pero lo que quiero recalcar aquí es que en este país siempre empezamos la casa por el tejado. Parece que nadie ha reparado en que hay que construir primero los cimientos, la base que sustentará un edificio, antes de hacerlo crecer.

Este símil, aplicado a los vehículos a motor, significa que, en lugar de instalar el máximo número de tomas de corriente para dar servicio a todo el esperado y deseado parque de vehículos eléctricos, se prioriza el estímulo insistente de su adquisición, lo que conllevará —si no se toman medidas urgentes— un grave problema de abastecimiento. Como siempre, vamos por detrás de las necesidades del usuario. Un dato muy relevante es que en España debían existir 45.000 puntos de recarga para coches eléctricos a finales de 2022 y solo se ha llegado a los 15.500.

Ignoro cuántos vehículos eléctricos circularán por nuestras calles y carreteras en el año 2035. Según un informe de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC) del 24 de enero de este año, se estima que durante el periodo comprendido entre 2023 y 2025 se venderán 1,3 millones de vehículos eléctricos y que ello irá en aumento, puesto que el parque nacional de automóviles es muy viejo, con un 44% de vehículos de más de 15 años de antigüedad y que se estima que un total de 10 millones de coches ya no podrán circular por el centro de las ciudades de más de 50.000 habitantes. Según la ANFAC, para cubrir las necesidades futuras de los coches eléctricos, se necesitarán 613.000 puntos de recarga. ¿Creéis que llegaremos a verlo? No soy pesimista por naturaleza, pero me jugaría mi pensión a que el número será muy inferior al necesario. Y entonces el problema será mayúsculo.

Como cuando traté el tema del transporte público, indicando que, si se quiere incentivar su uso, las autoridades competentes tienen que empezar incrementando el servicio con más trenes y autobuses, evitando así las colas en la calle y en los andenes, así como el abarrotamiento en horas punta, del mismo modo considero que para incentivar la compra de coches eléctricos hay que empezar instalando un gran número de puntos de recarga. Y digo gran número para evitar las inevitables colas que se producirán en esos puntos debido al —de momento— elevado tiempo de espera que implica el proceso de carga.

Y el problema no solo será técnico sino también económico para los conductores. La renovación del parque móvil implica que los propietarios de un vehículo lo sustituyan por uno nuevo, muchísimo más caro. Si tenemos en cuenta que el precio de los coches eléctricos es bastante más elevado y que en el 2023 los coches de primera mano, de cualquier motorización, se han encarecido una media del 40% —algunas marcas más del 60%—, respecto al 2022, ¿cuánto habrán aumentado los precios en el 2035? Se trata, pues, de una renovación obligada que acarrea un dispendio que pocos pueden y podrán hacer frente. Ahí tenemos otro modo de aprovecharse del personal. Si se quiere que la gente se cambie de coche, que se establezcan ayudas económicas o descuentos importantes. Otra vez vemos cómo prima el objetivo impuesto —y el interés de los fabricantes— por encima de los medios para conseguirlo.

No sé qué fue primero, si el huevo o la gallina, pero sí sé que primero hay que poner los medios y luego estimular el cambio de hábitos.

 

martes, 28 de febrero de 2023

Había una vez un circo

 


Como todos los niños, de pequeño me encantaba ir al circo, cosa que, por desgracia, no sucedía frecuentemente, de modo que cuando llegaba la ocasión la disfrutaba enormemente. Si bien me gustaban todos los números circenses, el que más era el de los payasos. Aun de mayor y con nietos, me siguen haciendo reír con sus divertidas y estrafalarias ocurrencias.

El circo siempre ha sido un espectáculo ambulante, a excepción de unos pocos que tenían, y siguen teniendo, una ubicación fija, como por ejemplo el circo Price. Los famosos “payasos de la tele”, los que cantaban esa cancioncita que he utilizado para el título de esta entrada, tuvieron un espacio fijo en un programa de televisión durante casi diez años y que entretenía a pequeños y mayores.

Muchos son los que afirman que el circo nunca desaparecerá. Así lo espero. Y no van errados. El circo sigue atrayendo a las nuevas generaciones, aunque ha tenido que modernizarse y adaptarse a los nuevos tiempos.

Tanta ha sido su adaptación, que ahora también se ha instalado en una ubicación sorprendente: el hemiciclo del Congreso de los Diputados. Y cada vez con mayor frecuencia nos regala actuaciones emocionantes y, a veces, hilarantes. Lo malo es que no es un espectáculo apto para menores, pues las payasadas de algunos de los actores se intercalan frecuentemente con insultos de gran calibre.

Recientemente he tenido conocimiento de la última bufonada, en esta ocasión protagonizada por un partido político de extrema derecha. Lo que faltaba.

Todos hemos sabido de la existencia de los llamados tránsfugas, los que cambian de chaqueta si la ocasión lo requiere, buscando siempre el beneficio propio. No resulta muy sorprendente ver cómo un diputado cambia de su partido de toda la vida al partido vecino, al más próximo y compatible con sus creencias o intereses políticos. Que alguien se pase, por ejemplo, de Podemos al PSOE o viceversa, podrá parecernos extraño por improbable, pero no imposible; si el salto es de C’s al PP, o al contrario, menos extraño; y si el traspaso es del PP a VOX o de VOX al PP, pues tampoco nos resultaría extraordinario. Pero la noticia más inesperada para mí, por estrafalaria, por no decir grotesca, es el anuncio de VOX de presentar una moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez utilizando a Ramón Tamames como candidato a ocupar la presidencia en caso —claramente improbable— de ganarla.

Ay, Tamames, quién te ha visto y quien te ve. Es cierto que, con el transcurso de los años, este famoso político y economista ha ido derivando hacia posiciones cada vez más conservadoras, incluso en materia económica. De militar, en 1950, en el PCE, pasó a fundar IU en 1981, pero el salto más chocante tuvo lugar en 1989, cuando ingresó en el CDS, al partido de Adolfo Suárez, que acabó abandonando poco después para dedicarse a los negocios. Una deriva política de un extremo al opuesto solo la había visto en el caso de Federico Giménez Losantos, que en sus años mozos militó en el PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya), un partido de ideología comunista, y que ha acabado simpatizando —y votando, según sus propias declaraciones— a los partidos de derecha (C’s, PP y VOX). Lo que nunca me habría imaginado es que un excomunista como Tamames, acabara accediendo a representar a VOX para expulsar de la Presidencia del Gobierno a un socialista, acabando así con la coalición entre PSOE y Podemos.

¿Acaso el problema reside en la avanzada edad de Tamames, pudiendo inferir de su aceptación a la invitación de Santiago Abascal que este venerable anciano ya empieza a chochear? ¿Puede alguien pasar de ser un declarado antifranquista a simpatizar con un partido de extrema derecha? Pues parece que sí; y para muestra, un botón.

Desde luego, los designios de algunos partidos son inescrutables. Que el resultado de esa moción de censura presentada por VOX será, a todas luces, adverso a sus pretensiones nadie lo duda. ¿Para qué presentarla, pues? Y ¿por qué fichar, para encabezarla, a un anciano y antiguo excomunista que había quedado relegado al olvido políticamente? Pues para liarla parda, para hacer un numerito, un espectáculo que todos seguiremos con atención aun conociendo el final. Las trifulcas circenses de los payasos siempre acaban igual, y aun así nos divierte contemplarlas.

¿Cuánto tiempo seguiremos viendo espectáculos de risa en el Congreso? Creo que va para largo. De todos modos, prefiero la comedia al drama, aunque, si no hay elección, me conformo con la tragicomedia. Al menos, por el momento, nunca hemos visto el hemiciclo convertido en un cuadrilátero en el que los contendientes se parten la cara, como ocurre en algún Parlamento extranjero. Prefiero llorar de risa que de miedo.

Visto lo visto, yo le propondría a la actual presidenta del Congreso de Diputados que iniciara la sesión parlamentaria preguntado a todos los presentes: ¿Cómo están ustedeees? A ver si así se atenúa la tensión.

 

jueves, 23 de febrero de 2023

¿Quién tiene más?

 

Hoy debía publicar una entrada distinta, pero la actualidad y tremenda trascendencia del tema que ha ocupado las portadas de periódicos y las noticias más destacadas en televisión, me ha obligado a postergarla para dar paso a la presente y que he titulado ¿Quién tiene más?, aunque he estado tentado por un título menos política y socialmente correcto, como sería “Quién la tiene más larga”



El todopoderoso Putin, en su discurso durante el llamado Concierto de Moscú que tuvo lugar ayer para celebrar la invasión de Ucrania, y en el que recibió un baño de masas, declaró públicamente que se apeaba del carro del Tratado New Star sobre desarme nuclear, dejando la puerta abierta, su puerta, a un incremento de su arsenal nuclear.

Siempre me ha parecido ridículo, y diría infantil si no fuera por la gravedad de los hechos, que dos de las grandes potencias mundiales en armamento nuclear, se sienten para discutir quién puede o no puede disponer de armas nucleares, marcando de este modo una línea roja entre buenos y malos, amigos y enemigos. En cualquier caso, son un buen puñado de países los que disponen de un arsenal nuclear: Rusia, EEUU, China, Francia, Reino Unido, Israel, la India, Paquistán y Corea del Norte. Si hay alguno más, lo debe mantener en secreto, aunque hoy día este es un secreto muy difícil de guardar.

Como es sabido, el mencionado tratado, fijaba, en un principio, un límite de armas nucleares desplegadas para, más tarde, establecer una reducción de las mismas. ¿Qué significa, pues, que Rusia abandone el tratado? Pues que, teóricamente, puede incrementar sus ojivas nucleares hasta el infinito.

¿No resulta absurdo? Si con una mínima parte del actual arsenal se podría, en cuestión de minutos, sino de segundos, arrasar completamente el planeta, ¿qué más da si aquel se aumenta en un 10, un 20 o un 50 por ciento? Por muchas amenazas por parte del reyezuelo Putin y de sus seguidores lameculos, ¿alguien puede creer realmente que Rusia se atreverá a lanzar misiles con ojivas nucleares sobre Washington, y varias capitales europeas, tal como apuntaban unos descerebrados y probablemente borrachos tertulianos rusos ante las cámaras de televisión de su país, sin esperar una respuesta inmediata en sentido contrario? ¿Realmente están tan locos —ellos y todos aquellos que se jactan de estar armados hasta los dientes, como Corea del Norte e Irán— como para provocar un cataclismo mundial de tales dimensiones que haría retroceder a nuestro planeta hasta una era anterior a la aparición de los organismos vivos? ¿Son tan ignorantes que creen que ellos saldrían indemnes?

Mientras que lo razonable e inteligente sería negociar la destrucción e inexistencia de cualquier tipo de arma nuclear, esos niños megalómanos solo saben chulear, discutiendo quién tiene más y lo que pueden llegar a hacer con ellas si les da un arrebato de cólera o se les cruzan los cables, sin medir el alcance de sus palabras y de sus provocaciones.

Cuánta razón tenía Einstein en su célebre frase sobre la inteligencia y el Universo: «Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el Universo, y no estoy realmente seguro de lo segundo»

Dios mío, ¿qué hemos hecho para merecer esto?

 

martes, 14 de febrero de 2023

Resistencia o rendición

 


En los próximos días se cumplirá un año de la invasión rusa de Ucrania, aunque el conflicto bélico se inició en realidad en 2014, tras la anexión de Crimea a Rusia. El objetivo del ejército invasor es anexionarse la región del Donbás, de la que reclama su propiedad y en la que la población rusa y rusófila es muy elevada.

Hasta el momento, el número de víctimas en ambos bandos es muy alta, contándose en decenas de miles, de las cuales unas siete mil son civiles, y ha ocasionado la mayor crisis de refugiados en el continente desde la Segunda Guerra Mundial.

Me atrevo a decir que todos hemos alabado la resistencia ucraniana, con su presidente, Volodimir Zelenski, a la cabeza. Pero, si dejamos de lado las filias y las fobias, los sentimientos y el sentido de la justicia, podríamos preguntarnos si una resistencia titánica como la de los ucranianos y su deseo de liberarse del yugo ruso, justifica sacrificar tantas vidas humanas. ¿Qué hay que hacer —me pregunto— cuando compruebas o intuyes que la suerte no estará de tu parte, porque estás en inferioridad de condiciones y prevés una derrota a medio o largo plazo? ¿Rendirte o resistir hasta el final, sean cuales sean las consecuencias?

En la historia universal hay muchos ejemplos de actos de resistencia de este tipo, convertidos en mitos o ejemplos de heroicidad. Y España ha sido escenario de algunos de ellos.

Por ejemplo, en el contexto de la Guerra de sucesión española, el 11 de septiembre de 1714 se puso punto y final al sitio de Barcelona por las tropas de Felipe V, tras catorce meses de asedio, durante los cuales se hizo evidente la enorme diferencia de fuerzas entre ambos bandos. En el asalto final, las tropas borbónicas estaban compuestas por 39.000 soldados, mientras que los resistentes eran 5.400. Desde el mes de abril de ese año hasta la capitulación de Barcelona, cayeron sobre ella cerca de 40.000 proyectiles, que destruyeron la tercera parte de los edificios. Se calcula que durante los catorce meses de sitio, se produjeron unas 7.000 bajas en el bando catalán y más de 10.000 en el asaltante.

Llegado a este punto, que solo utilizo con fines reflexivos, siempre me he preguntado por qué el bando minoritario, en personal y recursos, decide resistir los embates del mayoritario y más poderoso, cuando la diferencia de medios humanos y materiales es tan grande que la derrota está asegurada. ¿Heroicidad, tenacidad, orgullo patrio, honor, idealismo, ingenuidad, inconsciencia...?

Si Catalunya hubiera claudicado en junio de 1713, momento en que el resto de las fuerzas austracistas, encabezadas por Inglaterra, abandonaron la contienda en toda Europa, se habrían salvado muchas vidas, aunque habría representado una humillación para los perdedores, partidarios de Carlos de Austria. Y, además, Barcelona, y Cataluña en su conjunto, se habría ahorrado la tremenda venganza que Felipe V llevó a cabo por ese intolerable desafío.

Esta resistencia, que no deploro, pero sí cuestiono, por mucho que me duela, se ha dado y se sigue dando en otras guerras mucho más cercanas en el tiempo. Ya no estamos hablando del siglo XVIII, sino del XXI: Siria y Ucrania son dos ejemplos palmarios. En el primer caso, son los rebeldes quienes están en franca minoría, pero aun así perseveran en su lucha contra el régimen de Baixar al-Àssad, y en el segundo caso es Volodimir Zelenski quien no quiere arrojar la toalla frente al monstruo ruso, encabezado por el tirano Vladimir Putin.

Todo indica que este conflicto bélico entre Rusia y Ucrania va para largo, así que el número de muertos seguirá creciendo día a día. Aquí también podemos plantearnos el dilema de si no habría sido mejor claudicar, aceptando, por ejemplo, un referéndum controlado por las Naciones Unidas, para constatar cuántos ciudadanos del Donbás prefieren pertenecer a Rusia. ¿No habría sido mejor ceder esa zona de forma pacífica que sacrificar tantas vidas en una defensa que puede acarrear consecuencias impredecibles?

Desde luego, este es un planteamiento únicamente materialista, no moral, y, por supuesto no exento de polémica. Todos recordamos la famosa frase, atribuida a distintos líderes revolucionarios, que dice: «Más vale morir de pie que vivir de rodillas». Pero ¿estaríamos todos dispuestos a ello?

Ante un conflicto bélico de grandes proporciones, donde una de las fuerzas combatientes está en franca minoría, ¿qué pensáis que sería mejor: la resistencia o la rendición?

 

lunes, 6 de febrero de 2023

Un globo, dos globos, tres globos

 


Todos sabemos que hay globos de distinto tipo y utilidad. Los niños se pirran por uno de esos globos que venden los vendedores ambulantes en las ferias y que a más de uno se le escapa de las manos dejándolo libre como un pajarillo, volando empujado por el viento hasta que el gas que le faculta a alzar el vuelo llega a su fin, dejándolo caer vaya usted a saber dónde. Esos mismos globos también se utilizan en las celebraciones familiares y eventos sociales, adornando el escenario o simbolizando alegría y liberación.

Hay quien prefiere otro tipo de globo: el aerostático, que transporta a sus pasajeros a más de 500 metros de altura y con el que se puede contemplar desde el aire magníficos paisajes.

Los meteorólogos y científicos varios prefieren los globos meteorológicos o globos sonda, unos globos aerostáticos que se elevan a gran altitud y que portan instrumentos de medición de diversos parámetros atmosféricos.

Pero también hay un cuarto tipo de globo: el globo espía, como el que supuestamente se les ha “escapado” a los chinos y que ha ido deambulando durante varios días por los cielos de Canadá y del este de los Estados Unidos de América (véase ilustración). Y no uno, sino dos, pues poco después apareció otro globo idéntico sobrevolando el norte de Sudamérica.

La decisión de los EEUU de abatirlo me parece acertada; ningún objeto no identificado puede sobrevolar el espacio aéreo de otro país sin su conocimiento y consentimiento. Si se trata de un globo espía o no, se sabrá en cuanto los militares norteamericanos hayan analizado su contenido, algo que seguramente ya se haya dilucidado cuando leáis estas líneas.

Lo que me subleva es la reacción del gobierno chino —que no se distingue precisamente por su transparencia—, mostrando su repulsa e indignación por dicho abatimiento y prometiendo una dura represalia ante la desfachatez americana.

Porque yo me pregunto: ¿Cómo habría reaccionado el gobierno chino si hubiera sido un globo norteamericano, de la naturaleza que fuere, el que hubiera sobrevolado una región de su país en la que hubiera bases militares? 

Podemos criticar y criticamos a los políticos por su comportamiento interesado, partidista y en algunas ocasiones poco ético, pero no me cabe en la cabeza que alguien acuse enérgicamente a su oponente, sea un partido político o un gobierno extranjero —como es el caso que aquí se trata— de hacer algo que él ha hecho con anterioridad o haría en las mismas circunstancias. Muchas veces me da la impresión de que las disputas políticas son como las peleas de niños en el patio de la escuela, que cuando el profesor les recrimina su comportamiento siempre alegan que la culpa es del otro porque empezó primero.

Estar gobernados por niños maleducados es lo peor que nos puede ocurrir. 


Un globo, dos globos, tres globos

La luna es un globo que se me escapó

Un globo, dos globos, tres globos

La tierra es el globo donde vivo yo


Ojalá podamos seguir viviendo en nuestro globo terráqueo por mucho tiempo sin temor a que sea destruido por unos idiotas con una materia gris en descomposición.


domingo, 22 de enero de 2023

Dale al like

 

Desde que existe Facebook, el símbolo o botón de “me gusta”, o like, en forma de dedo pulgar hacia arriba, se ha convertido en uno de los iconos más utilizados en esa red social. Todas las publicaciones en Facebook dan al lector esa opción para expresar su agrado con lo compartido con los usuarios. Y yo soy uno de los que a menudo usa ese botón. Solo me entran dudas razonables cuando se dice que cuantos más “me gusta” reciba una publicación, más se va a recaudar para la obra social de que trata esa comunicación, al igual que se dice que cuantas más reproducciones se haga de un video más dinero se recogerá para una causa humanitaria. Simplemente me cuesta creer que sea tan fácil recaudar fondos y me asaltan las dudas de que ese dinero, en caso de ser cierto, llegue realmente al supuesto destinatario.

Al parecer, hay quien vive de los likes. Nunca habría imaginado que un acto tan elemental como otorgarle un “me gusta” a una publicación pudiera transformarse en un medio de vida para el publicador. Ya no es imprescindible contactar con el público en vivo y en directo. Algunas redes sociales y aplicaciones han allanado el camino hacia la popularidad, cuando no a la fama, en muchos casos con ingresos millonarios.

Estamos viviendo muchos cambios y el mundo laboral no es una excepción. No solo ha aparecido el teletrabajo, algo excepcional antes de la pandemia y cada vez más frecuente después de ella, sino que han emergido nuevas profesiones que no requieren de ningún título académico. Solo con arrojo —y a veces cara dura— es más que suficiente para tener miles o incluso millones de seguidores, personas que siguen casi con devoción lo que esos y esas voces les dictan. Instagramers, tiktokers e influencers dirigen los gustos y el modo de vida de sus seguidores. Pero una cosa es la diversión, ver cómo alguien se ha hecho un selfie o se ha grabado haciendo piruetas u otras majaderías ante la cámara, o seguir las recomendaciones de una pretendida estilista moderna o de un friqui, y otra muy distinta es dar consejos sobre el estilo de vida y de alimentación que, según esos falsos entendidos, es la más adecuada y saludable para todos. Realmente me sorprende ver cómo esos personajes pueden llegar a tener tantos seguidores y forrarse a costa de ellos.

La aparición de las redes sociales ha revolucionado la comunicación. WhatsApp, videollamadas por el teléfono móvil, Zoom, Skype, etc., han sustituido las formas convencionales —y ahora prácticamente obsoletas— de comunicación entre personas. Y las aplicaciones que, al principio, tenían un uso esporádico, ahora son la base de un gran negocio. YouTube, sin ir más lejos, se ha convertido en una plataforma para darse a conocer en calidad de narrador, cantante, actor, humorista y demás actividades que con cada visualización genera, al parecer, un ingreso a quien lo protagoniza. José Mota, sin ir más lejos, ya no necesita hacer monólogos en un teatro, en una sala de espectáculos, o en una cadena de televisión. Ahora, con sus gags inunda YouTube y parece que se ha convertido para él y muchos como él en una forma de vida más que respetable y, por si fuera poco, sus actuaciones, al estar grabadas, están exentas del riesgo del directo.

Ahora apenas se compran discos. Los jóvenes —y no tan jóvenes— se descargan música de Spotify y otras plataformas, previo pago o subscripción.

Todo ha dado un vuelco. Muchos de los cambios han sido para bien, como esas aplicaciones que nos facilitan ciertos trámites sin desplazamientos. Hay aplicaciones, o apps, como se suelen llaman, que es más guay, para todos los gustos. Cada vez hay más gente que liga a través de una de ellas, desde luego una forma más rápida y directa. Pero ¿más fiable? Los perfiles se pueden falsear y hacerse pasar por quien no es. Los ciberfraudes están a la orden del día y hasta en la policía existe una Brigada especial dedicada a perseguirlos.

Pero todavía veremos muchos más cambios en nuestra forma de vida o en la de nuestros semejantes. Si ya se puede estudiar on-line y trabajar desde casa en un gran abanico de actividades profesionales, y dedicar el tiempo libre a actividades de entretenimiento mediante cualquiera de esas nuevas aplicaciones y redes sociales habilitadas para ello, no me extrañaría que muy pronto nos comunicáramos los unos con los otros exclusivamente mediante aplicaciones informáticas y ya no tengamos que salir de casa para nada. Cada vez se compra más por internet. Al cine cada vez van menos espectadores, pues Netflix, Prime video, Movistar plus, Filmin, HBO, Rakuten y otras plataformas de streaming (un nuevo palabro) tienen una gran oferta de películas y series y a un precio mucho más asequible al cabo del año. Y la telemedicina se está abriendo paso. Pronto le sacaremos la lengua al médico desde nuestro ordenador y nos auscultará por control remoto.

Quizá mis nietos no tarden mucho en viajar de forma virtual, como un servicio más del Metaverso. Adiós cines y adiós agencias de viaje. Y adiós a toda clase de actividades presenciales. La vivienda será mucho más cara porque estará en ella todo nuestro universo, sin el que no podremos vivir.

La verdad es que a este modo de vida no le daría ningún like.


lunes, 9 de enero de 2023

Eutanasia

Aunque parezca mentira, en días festivos a uno le pueden asaltar pensamientos un tanto lúgubres, sobre todo cuando uno piensa en sus seres queridos que ya no están. Lamento pues. que después de tanta alegría durante estas fiestas navideñas, reanude este espacio con un tema que está en las antípodas de cualquier tema jubiloso: la muerte. Así pues, si no deseáis seguir leyendo, no lo hagáis, aunque os advierto que esta entrada va de la mejor muerte que uno puede desear, una muerte dulce y piadosa, la que muchos de nosotros desearíamos tener, ya que no somos inmortales.


El término eutanasia deriva de los vocablos griegos eu, que significa “bueno” y thanatos, que significa “muerte”. Por consiguiente, su significado etimológico es “buena muerte”.

La eutanasia es legal en España desde el 25 de junio de 2021, tres meses después de la publicación en el BOE de la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia. Desde entonces, nuestro país se ha convertido en el sexto Estado del mundo en reconocer el derecho a una muerte digna.

Esta Ley española se aprobó con los votos favorables de PSOE, UP, BNG, ERC, Junts x Cat, Más País, Bildu, PNV, Nueva Canarias, Coalición Canaria, CUP y Ciudadanos, con 198 votos a favor. En contra votaron PP, Vox y UPN, con 138 votos. Se produjeron 2 abstenciones. Así pues, el 58,6% estuvieron a favor y el 40,8% en contra. Una diferencia de 60 diputados de 338, me parece más pequeña de lo que, en mi opinión, debería haber sido.

Todavía me pregunto por qué no existe una ley igual en todos los países democráticos, donde se supone que impera la libertad individual, y qué tienen en contra los que no la apoyan, pues los controles para evitar una decisión arbitraria e injustificada están suficientemente asegurados y basados en la opinión y deseo del afectado gozando de plenas facultades mentales. No querer evitar el sufrimiento de alguien que padece una enfermedad incurable, dolorosa o totalmente incapacitante es un acto cruel. Recordemos el triste caso de Ramón Sampedro (ver la imagen de la cabecera), aquejado de tetraplejia desde los 25 años y al que se le denegó en los tribunales el derecho a un suicidio asistido, algo que finalmente tuvo lugar con la ayuda de una amiga, cuya identidad se mantuvo en secreto durante años, hasta que ese “delito” hubo prescrito. Sampedro falleció a los 55 años, tras 30 de suplicio, algo, para mí, inhumano.

¿Quién puede desear alargar el sufrimiento de un ser humano que no desea vivir? ¿Acaso aceptar la eutanasia equivale a abrir la puerta al asesinato impune? ¿Quién tiene derecho a decidir sobre mi vida y mi muerte? Nadie.

Esta no es la única ley de calado social que ha recibido críticas y opiniones en contra. Recordemos la Ley del divorcio, de 1981, y la del aborto, de 2010. En ambos casos, los contrarios a estas nuevas regulaciones se mostraron particularmente combativos, y en ambos casos subyacía un sentimiento religioso. Hasta que la muerte nos separe, parecía un dogma imposible de eliminar. La oposición se comportó como si la ley obligara a divorciarse, cuando iba, en todo caso, contra la ley de la Iglesia católica.

En el caso del aborto voluntario, lo mismo, aunque en este caso entiendo los recelos por motivos éticos. ¿Es el aborto equivalente a un asesinato? Así lo entienden los miembros de las asociaciones provida. Pero al igual que con el divorcio, nadie está obligado a abortar y abortar no es una decisión que se toma a la ligera sino algo traumático, sea el que sea el motivo de esa decisión. A este respecto, los supuestos que contempla la ley están muy bien definidos. Así pues, en este caso también, la oposición se movilizó por motivos estrictamente religiosos.

Pero volviendo a la eutanasia, no veo ningún motivo ético para oponerse al fin de una vida que no es vida. Yo les preguntaría a los contrarios a esa práctica si, llegado el caso, desearían seguir conectados a una máquina sin esperanzas de recuperación o sufriendo una enfermedad dolorosa sin posibilidades de curación y que les mantiene postrados en una cama hasta el fin de sus días. Para mí se erigen en dioses que determinan el destino de la vida de los demás.

Si alguien no desea seguir viviendo, nadie le puede prohibir acabar con una existencia que no desea. Así, pues, creo que hemos dado un paso importante a favor de una muerte digna. Si el hombre es libre para elegir su modo de vida, también lo tiene que ser para elegir cuándo y cómo desea morir.

Durante algunos años, Suiza se convirtió en un destino para lo que se ha dado en llamar el turismo de la muerte, por ser el único país europeo que permitía el denominado suicidio asistido. Entre los casos que se han publicado de personas que han viajado hasta ese país con esa finalidad, me han llamado especialmente la atención dos:

En 2018, David Goodall, un científico australiano de 104 años, viajó más de 10.000 km, hasta Suiza, para someterse a un suicidio asistido. «Lamento mucho haber alcanzado esta edad. No soy feliz. Quiero morir. No es particularmente triste. Lo triste es que me lo impidan», fueron sus palabras.

Este año que acabamos de dejar atrás, a un periodista italiano de 82 años, de nombre Romano (no he sabido averiguar su apellido), enfermo de Parkinson, también se sometió a un suicidio asistido en Suiza, ante la imposibilidad de recibir la muerte asistida en su país. Su hija comentó que a él le hubiese gustado morir en casa acompañado de sus seres queridos, y su esposa, que calificó de consciente y responsable la decisión de su marido, afirmó que «elegir el final de la vida es un derecho fundamental».

Solo espero que, si el nuevo Gobierno que salga de las urnas en las próximas elecciones generales pertenece a uno de los partidos que se opusieron a la Ley de eutanasia, no cumpla con lo prometido y la derogue. Si yo fuera Dios (que los creyentes me perdonen la blasfemia), les condenaría a sufrir una muerte larga y dolorosa. Así sabrían lo que significa padecer una vida insufrible.