Cada vez los aparatos que
compramos son más sofisticados, más perfectos y eficientes, y esto que, a
primera vista, puede parecer muy ventajoso, que lo es, también tiene un grave inconveniente:
que para su montaje y funcionamiento necesitamos, más que nunca, unas
indicaciones que nos guíen hacia la consecución de este objetivo fundamental,
porque si un aparato no funciona no sirve para nada, aunque sea una afirmación
de Perogrullo. El documento informativo que debe acompañar siempre al susodicho
aparato es lo que se conoce como Libro o Manual de Instrucciones.
Hasta aquí, todo correcto,
pero pobre del que se encuentre —algo que sucede últimamente con bastante
frecuencia— con unas instrucciones cuyo texto (si lo hay) está en un castellano
mal traducido de quién sabe qué idioma original, muy probablemente del chino, pues
es el fabricante más habitual de muchos artículos que compramos, sobre todo,
por internet.
Al margen del texto escuálido
y deficientemente traducido, las imágenes que lo acompañan y que deberían ser
aclaratorias para llevar a cabo el montaje y funcionamiento del aparato en
cuestión, en realidad son bastante confusas. Aparecen muchas flechas y números
para indicar el camino a seguir, cómo hay que pasar de un paso al siguiente,
pero el dibujo adjunto deja mucho que desear, tanto que finalmente no queda más
remedio que guiarse por la intuición.
Y para muestra un botón:
Recientemente tuve que cambiar
mi impresora —que, por cierto, y contra todo pronóstico, ha tenido una larga
vida— por una nueva y, aparentemente, más moderna. No diré marcas para evitar
problemas. Solo diré que ambas son japonesas. Pues bien, con la instalación del
programa en el ordenador, mediante un CD, no hubo ningún problema. Este
apareció, sin embargo, cuando tuve que montar los inyectores de tinta —la marca
y el modelo que adquirí ya no usa cartuchos de distintos colores sino dos
inyectores, uno para el color negro y el otro para toda la gama de colores
habidos y por haber—, pues siguiendo las instrucciones, cuyo texto era muy
escaso y difícil de interpretar, junto con unas imágenes que pretendían
describir las distintas partes de la impresora, no había forma de identificar
cómo y dónde debían instalarse dichos inyectores. A punto estuve de cargarme
alguna pieza del aparato intentando acceder a su supuesta ubicación según la orientación
de las flechas. Busqué por internet algún manual de instrucciones de la misma
marca y modelo y siempre me aparecía el mismo documento que tenía en mis manos.
No había, pues, ninguna alternativa válida. Solo con la ayuda de mi yerno —joven
y acostumbrado a estos tinglados, pues son muchos los juguetes y aparatos que ha
tenido que montar. que también adolecían de unas instrucciones comprensibles—, y
de su intuición —la mía ya debe estar de capa caída— pudimos hallar la solución
al problema. Pero una vez resuelto este escollo, cuando intenté, al cabo de
unos días, escanear un documento —algo que con la anterior impresora era pan
comido— me encontré que no sabía cómo hacerlo. Solo gracias a un tutorial que
encontré en internet, pude averiguar cómo llevar a cabo esa tarea, pero como estos
tutoriales no se basaban exactamente en el modelo de mi impresora,
algunas de las indicaciones y consejos del Youtuber no me ayudaron en demasía, sobre
todo en lo referente al sistema de archivo de los documentos escaneados. Otra
vez la intuición —esta vez sí funcionó— y el consabido sistema de prueba-error,
logró salvar ese nuevo escollo.
En definitiva, los avances
tecnológicos en el campo de los artículos de uso doméstico no van acompañados
de las necesarias y detalladas instrucciones de empleo para el usuario. Parece
como si, una vez vendido el aparato de marras, allá te las apañes. Es curioso
que muchas veces un vídeo tutorial obtenido de internet te aclare muchísimo más
las dudas que el propio manual de instrucciones que acompaña al aparato.
Siempre he creído, y sigo
creyendo, que es tanto o más importante que el servicio de venta —la
información y asesoramiento del vendedor a la hora de comprar—, el de posventa,
la atención al cliente tras la compra, algo de lo que se olvidan algunas
empresas, del tipo que sean.
La información que se obtiene
antes de adquirir un objeto, ya sea a través de internet o de una tienda, es
fundamental para que alguien se decida por un producto u otro, por un modelo u
otro, o por una opción u otra, pero la información una vez que el producto está
en nuestras manos es esencial. Normalmente el vendedor se desentiende de todo
lo relacionado con su funcionamiento una vez has salido por la puerta con el
paquete en la mano o este ha llegado a su destino.
En el caso de mi nueva
impresora, como ya intuía que tendría algún problema durante la instalación,
pregunté a la tienda que me la vendió si serían tan amables de asesorarme en
caso de encontrarme con algún problema. Por toda respuesta me facilitaron un
número de teléfono del fabricante. Desestimé de inmediato esa posibilidad, pues
¿cómo iba a pedir ayuda telefónica sobre los pasos a seguir si mi interlocutor
no estaba junto a mí viendo lo que yo veía? Eso si conseguía ser atendido por
un técnico. Ya se sabe: si quiere eso, marque el uno, si quiere lo otro marque
el 2, etcétera, y si no, espere y será atendido por uno de nuestros comerciales.
Ay no, que nuestras líneas están ocupadas. Esto, por desgracia, me lo sé de
memoria.
Así pues, en casos así, no nos
queda más remedio que liarnos la manta a la cabeza, probar y probar, a ver si
por fin suena la flauta por casualidad, o bien echar mano de un buen samaritano
que tenga más luces tecnológicas que nosotros. Porque de información, la justa
y, aun así, insuficiente.
Para terminar, no excluyo que
quizá el problema que expongo radique en el hecho de que me he quedado
desfasado ante los adelantos técnicos o que mi cerebro ya no funcione con la
misma agilidad que antes y entiendo que resultaría muy costoso producir dos
tipos de manuales: uno para listos y otro para idiotas. Pero yo quiero creer
que, aunque sea mayor, no soy idiota, como reivindicó Carlos San Juan ante el
avance de la digitalización del sector de la banca.