Nunca he sido un puntilloso en eso del fumar. Aunque soy un ex fumador, jamás he sido intolerante para con los fumadores, una actitud harto frecuente en quienes han dejado de fumar, como si esa repentina animadversión hacia el tabaquismo encerrara, en realidad, una frustración, por no poder hacer lo que tanto les gusta, o un odio hacia quienes gozan del fruto prohibido.
No voy a entrar a discutir los perjuicios del tabaco sobre la salud del fumador activo y del pasivo ni la cualidad adictiva del mismo, hechos ambos sobradamente reconocidos.
Lo que hace mucho tiempo me inquieta y me sorprende es que, con tantas prohibiciones que nos rodean, todavía nadie haya reparado en los inconvenientes y peligros de fumar al volante.
Se multa a quien habla por el móvil mientras conduce, por el riego que entraña tanto para el conductor como para el peatón una distracción de este tipo. Aún así, son muchos los que hacen oídos sordos a esta advertencia, dicho sea de paso.
También se advierte de lo peligroso que puede resultar distraerse con el GPS, especialmente cuando se intenta manipularlo durante la conducción, recomendándose que cualquier ajuste se haga con el coche parado.
Y es que una distracción de tan solo unos segundos puede resultar fatal.
Se penaliza a quien no se ajusta el cinturón de seguridad a pesar de que con esta infracción el único perjudicado puede ser el propio conductor o sus acompañantes que tampoco lleven el cinturón puesto. Es decir, que el posible lesionado será quien haya infringido la norma. Quien más quien menos se ha hecho alguna vez la misma pregunta (con variantes): ¿Qué les importa lo que a mí me pueda pasar?, a fin de cuentas no hago daño a nadie más que a mí.
No voy a entrar aquí en consideraciones sobre el gasto público en atención sanitaria por accidentes de tráfico, que sería una de las posibles respuestas a la pregunta anterior, pues me apartaría del tema en el que me quiero centrarme.
Vamos al grano, pues. Si se multa a los conductores por comportamientos peligrosos para su integridad física y la de los demás, ¿por qué no se prohíbe (y conste que no me agradan las prohibiciones arbitrarias ni simplemente recaudatorias) fumar en el coche?
Veamos qué hay de malo de ser fumador al volante:
No sabría decir en qué proporción ni por qué, pero la gran mayoría de hombres sostienen el cigarrillo con la mano izquierda mientras que en el sexo femenino es justo lo contrario. Si tenemos en cuenta que el cenicero del coche (ahora ya hay vehículos que este objeto es opcional) está en la zona central del habitáculo, entre el asiento del conductor y el del copiloto, resulta que la mayoría de hombres fumadores tienen que cambiarse el cigarrillo (o el puro) de mano para verter la ceniza en el cenicero. Si intentamos visualizar la situación, sería así: el conductor, entre calada y calada, sostiene el cigarrillo entre los dedos índice y medio de su mano izquierda mientras sujeta el volante. Cuando la ceniza ya ha alcanzado una longitud determinada, cambia el cigarrillo a su mano derecha, tras lo cual es ésta la que sacude la ceniza en el cenicero. En el momento del intercambio manual, el volante queda a merced del aire o de un ligero contacto digital que no permite sujetarlo con la firmeza necesaria.
Peor situación es la que se deriva del acto de encender el cigarrillo. Mientras que con una mano se sujeta el encendedor y con la otra el volante, la vista del conductor va desde al parabrisas al extremo del cigarrillo que se pretende encender y viceversa. ¿Qué ocurriría si el conductor tuviera que dar un volantazo para esquivar cualquier objeto, persona, vehículo que se le interpone? ¿Qué pasaría con ese cigarrillo que luce una pequeña brasa en su extremo anterior?
Hace años, un compañero (entonces mi jefe) y yo, estuvimos a punto de empotrarnos en la famosa fuente de la Cibeles, en Madrid. Acabábamos de comer y volvíamos en coche a Barcelona tras haber terminado las gestiones que nos habían llevado hasta la capital de España. Él, fumador de puros habanos, lucía uno en la boca mientras conducía por el Paseo del Prado. La ceniza pendía peligrosamente de su extremo pero, al parecer, no hallaba el momento propicio para echarla en el cenicero porque la circulación era, en esos momentos, muy densa y debía concentrarse en los vehículos que nos rodeaban y sorteaban (ya se sabe cómo se conduce en Madrid, digan lo que digan los que puedan leer esto). El caso es que la ley de la gravedad decidió por él, y ceniza con brasa cayó sobre su regazo, y él, temiendo quemarse sus partes íntimas, empezó a palmotear vigorosamente la zona colindante a la bragueta perdiendo de vista lo que teníamos por delante. Lo siguiente fueron juramentos, pitidos, insultos y un susto en el cuerpo al pensar, por un instante, que coche y ocupantes acabaríamos empotrados en el carro de la diosa frigia.
También hay quien conduce y fuma con la ventanilla bajada, para 1) airear el habitáculo, y/o 2) echar la ceniza fuera. Lo del habitáculo se entiende pues el pestazo que deja el humo del tabaco en la tapicería per secula seculorum es de armas tomar. Para no mencionar las quemaduras en la tapicería, que quedan ahí como recuerdo de los que allí habitaron. En cuanto a lo de echar la ceniza fuera del coche, eso ya es otro cantar o, mejor dicho, otro arder. ¿Cuántos incendios no habrá provocado esa mala costumbre? Por no hablar de quienes limpian el cenicero vaciándolo en cualquier cuneta o bordillo. Aquí ya estamos hablando de respeto al medio ambiente.
Pero ¿y el respeto a los demás? En un coche no puede zona de fumadores y de no fumadores. De momento, solo está prohibido fumar si se viaja con niños, algo es algo, pero ¿qué ocurre con los acompañantes no fumadores que comparten un espacio tan reducido? O se tragan el fumo, o la ceniza voladora o el aire que entra raudales. Pero eso ya es otro cantar pues es un problema de convivencia y respeto al prójimo.
Y a pesar de los pesares, hay quien lo primero que hace al subir al coche, antes de ponerse el cinturón, es encender un cigarrillo.
Aunque no comparto esta terrible adicción (aún en mis años de fumador, podía contenerme de fumar si el momento o el lugar no eran adecuados), respeto al fumador empedernido. Allá él con las consecuencias de tal conducta. Pero lo que no acepto es que no se prohíba fumar al volante cuando sí se sancionan otros actos de similar peligrosidad.
¿De verdad que a nadie se le ha ocurrido lo que acabo de referir? ¿Seré un intransigente toca-pelotas que no tiene nada mejor en lo qué pensar?