Como casi todas mis entradas
en este blog, esta tampoco podía estar exenta de una cierta polémica y espero
que nadie me tome por un misógino o un vulgar machista. El tema que hoy me
ocupa me ha llamado poderosamente la atención desde que era un chaval, pero
entonces callaba por prudencia. Pero es que, además, son muchas las mujeres con
las que he compartido mi opinión que han coincidido con mi punto de vista, lo cual, en cierto modo, me tranquiliza.
En más de una ocasión, y de
dos, y de tres, durante una reunión familiar o con unos amigos, ha salido el tema de que las mujeres de los
jugadores de futbol famosos son, por lo general muy guapas (la expresión
realmente utilizada es que están buenísimas), a lo que, invariablemente, todas las
representantes femeninas presentes han coincidido, antes de que nadie tuviera
tiempo a insinuarlo, en la misma afirmación. “Pues claro ¿no veis que están
forrados?”, o algo parecido, acompañando estas palabras con el típico gesto de
frotarse las yemas del dedo pulgar e índice de la mano derecha (o la izquierda
si son zurdas). Money, money. Y así
es. Si no fuera por la pasta, de qué iban a ligar esos tíos con unos pibones
como los que vemos en los programas o en las revistas del corazón.
La primera vez que saqué este
tema a colación, en plan de broma, ante unas compañeras de trabajo, me
sorprendió la naturalidad con que todas ellas, mujeres jóvenes y modernas, justificaron
esta situación. Todas, sin excepción, la achacaban a Don Dinero. No la
defendieron, todo lo contrario, simplemente la aceptaron como algo habitual. Es
decir, que hoy día todavía hay mujeres que por dinero son capaces de entregar
su cuerpo (ya sé que suena a una proclama puritana contra un comportamiento
pecaminoso, pero es lo que hay) a un hombre a quien no se habrían acercado ni a
cien metros de distancia de haber sido un don nadie. Y con el término “don
nadie” me refiero a alguien ni rico ni famoso. Pero es que, además, en esta historia, el “don
rico” no tiene que ser únicamente futbolista, que conste. Los hay que son
actores, cantantes, escritores, hasta chefs. Todos ricos y famosos, eso sí.
Recuerdo que en una de las
ocasiones en las que salió este tema a relucir, compararé el comportamiento de
esas mujeres a la prostitución de lujo, lo cual causó un cierto alboroto por lo
que, a juicio de la mayoría de las féminas, era una exageración.
En el enunciado de esta
entrada he utilizado el término “cortesana” como la mujer que ejerce la
prostitución “de manera elegante o distinguida” (RAE). Que quede claro que
utilizo aquí el concepto de prostitución en un sentido más amplio y laxo del
que se usa habitualmente, a una forma de entregarse a alguien o a una causa por
dinero. Aun atenuando ese calificativo, las mujeres a las que me refiero son
personas que se venden, por así decirlo, o hacen algo que habitualmente no
harían, solo por dinero. ¿Acaso no se prostituye quien acepta hacer algo que va
en contra de sus principios a cambio de un precio? Las “cortesanas” a las que aludo
simplemente se arriman al árbol cuya sombra mejor las cobija y cuyas hojas son
cheques en blanco o con muchos ceros.
Cuántos casos no conoceremos de
hombres físicamente, e incluso personalmente, desagradables (feos o cabrones,
sin andar con tantas finuras) pero millonarios, cuya esposa podía haber sido
perfectamente Miss Mundo. Y no hace falta que sean muy feos, con feos y
vulgares es más que suficiente si su fortuna asciende a unos cuantos cientos de
millones de euros, o de dólares, que para el caso es lo mismo.
Si nos remontamos a los años
sesenta del siglo pasado, ¿realmente creéis que Jaqueline Kennedy, de soltera
Bouvier, viuda de John F. Kennedy, se enamoró perdidamente de Aristóteles
Onassis, el magnate griego más rico y famoso de la época, un hombre no
precisamente agraciado y veintitrés años mayor que ella? Quizá sean prejuicios
míos y sí que hubo un flechazo, pero más bien creo que la flecha del amor olía
a pasta gansa. Pero como yo no estuve en el meollo y no me gustan las
habladurías (solo escribir sobre ellas), le concederé a Mrs. Onassis el
beneficio de la duda.
Si oteamos el horizonte
de los ricos y famosos, podemos hallar muchas relaciones amorosas dudosas en
cuanto al verdadero germen que las propició. Y como no puedo citar, por motivos
obvios, nombres y apellidos de personas vivas (aunque me gustaría preguntárselo
a Melania Trump), dejo que cada cual haga su propia elección de las parejas,
porque estas relaciones interesadas siguen y seguirán existiendo hasta el fin
de los días, o del dinero. Y ojo, que no niego que en algunos casos bien
pudiera ser que la atracción monetaria inicial se transmutara lenta y
progresivamente en amor, aunque yo preferiría llamarle cariño. Porque ya se
sabe que el roce hace precisamente eso.
Pero es que yo me digo que, si
con mi jeta, se me acercara una mujer despampanante, una top model, una Irina Shayk, por poner solo un ejemplo, todo
sonrisas y todo simpatía, con caída de ojos y morritos incluidos, me diría
“esta viene por mi dinero o se ha equivocado”. Lo segundo sería lo más
probable, porque de lo primero no puedo precisamente alardear. Pero supongamos que estuviera forrado y ello
fuera público y notorio. A nadie amarga un dulce y bien podría dejarme querer,
caramba, que total solo son dos días y uno ya está a punto de acabar. Pero ello
no quita que supiera o adivinara sus intenciones, que no serían otras que estar
conmigo por interés y ello le quitaría todo el encanto a esa relación. Perdonad
que insista en el símil, pero ¿acaso porque una prostituta de lujo use sus
mejores y más refinadas artes amatorias para llevarme hasta el éxtasis llegaré
a sentir por ella algo más que no sea atracción sexual? Para un hombre solo,
una chica de compañía, una escort o call girl puede llenarle una velada, un
vacío momentáneo, hacerle pasar un rato agradable, pero otra cosa es casarse
con ella. Pero, claro, cada hombre es un mundo.
Yo sigo pensando, sin embargo, ¿cómo
puede haber hombres que, conociendo el percal, caigan en las redes de unas vividoras?
En una fiesta con sexo, drogas y rock & roll puedo entender que haya quien
caiga en brazos de una chica escultural que solo busca atrapar a un rico y
famoso, pero en la vida real no es lo mismo. Cada uno es muy libre de elegir la
vida que quiere llevar y con quién quiere llevarla. Al igual que el
sadomasoquismo es un juego en el que los dos jugadores están de acuerdo con las
reglas y disfrutan con su papel, en el juego de “el rico y la cortesana” que
cada uno haga lo que le apetezca si con ello no hace daño a nadie. Pero, qué
queréis que os diga, ambos juegos me resultan inauditos.
Viva la vida, viva el dinero y
viva el amor. Y la salud que no falte.
Feliz Año Nuevo.