He estado dudando entre titular
esta entrada como “punto y aparte” o “punto y seguido”. Finalmente me he
inclinado por la primera opción. Porque hacer un receso o tomarse un tiempo de
unas semanas de descanso implica cortar en dos partes lo que hasta ahora era
algo continuo. Así que de “seguido” nada, pero espero que este punto y aparte
solo sea para retomar la historia en breve.
Dicho de otra forma, más llana
y normal —que tiendo a andarme por las ramas—, esta entrada es la última de
este curso que, al igual que el académico, empezó en septiembre y acaba ahora,
y tras el cual se suele hacer un balance, en este caso sin una puntuación final
pero sí con algunas notas orientativas.
Es como cuando, tras un largo
camino, uno se sienta a descansar y vuelve la vista para observar lo que ha
dejado atrás.
Si contamos desde septiembre
de 2019 a julio de 2020, este blog ha sido okupado por treinta y dos entradas
de carácter crítico, siempre quejándome de eso y de aquello, aunque algo
positivo habré destacado, que de todo hay en esta sociedad. Cuaderno de
bitácora nació en noviembre de 2013 y en esos casi siete años ha acumulado
algo más de 64.000 visitas, aunque solo tiene 75 seguidores.
Mi otro blog, el primero en
nacer, en junio de 2013, Retales de una vida, ha llenado su espacio con
treinta y cuatro relatos durante el mismo periodo, y desde que vio la luz, hace
ya siete años y un mes, ha acumulado más de 86.000 visitas y tiene 110
seguidores.
Si sumamos las publicaciones
de uno y otro durante este año “académico”, el resultado es de sesenta y seis
entradas, seis por mes, tres cada quince días. Y ya no sigo porque podría hacer
el cálculo por días, minutos y segundos, y los decimales no me gustan.
No sé —ha dejado de preocuparme—
si eso es mucho o poco. Para mí ha representado un desahogo emocional, tanto a
la hora de escribir un relato de ficción como lo que me gusta calificar —aunque
sé que resulta pomposo y desproporcionado— un artículo de opinión o una crítica
social. La gran diferencia entre ambos géneros es su dificultad. Si en el caso
de una crítica, la he parido y pulido en unas horas, los relatos me han llevado
varios días antes de atreverme a publicarlos. Y lo curioso es que, todavía hoy,
después de tantos años, me sigue asaltando una cierta inquietud, por no hablar
de desasosiego, al esperar la reacción de los lectores. Gustará o no gustará,
incomodará o no incomodará lo que he escrito, sigue siento el motivo de esa
inquietud.
Hasta ahora, debo decir que
todo ha sido miel sobre hojuelas, salvo la inevitable irrupción de algún lector
que me atrevería a calificar de intransigente o incluso surrealista, pero que
nunca ha llegado a importunarme más de lo justo y necesario. Todas las
opiniones son respetables si se exponen con el debido respeto.
No me extiendo más. Este blog —y
en su nombre, un servidor— se despide de todos vosotros hasta septiembre. Lo
que haga Retales de una vida es incierto, porque la fantasía no siempre
hace vacaciones. Pero no puedo prometer nada.
Así pues, que paséis unas
felices vacaciones veraniegas y un merecido descanso físico y psíquico.
Esperemos que la situación sanitaria no empeore y nos deje disfrutar de ese
tiempo libre para respirar aires nuevos, ya sea junto al mar, en la playa, o en
la montaña. Y si ninguna de estas opciones es viable por cuestiones o gustos
personales, que la estancia en casa os sea grata.
¡Hasta la vuelta!