Ayer, haciendo zapping, vi
como en una misma franja horaria dos cadenas de televisión trataron, qué casualidad,
de un mismo asunto que me dio que pensar y que ha motivado esta entrada.
La conclusión a la que llegué
—aunque no es la primera vez que tomo conciencia de ello— es que ya no nos
podemos creer nada, o casi nada, pues estamos viviendo en una época en la que
nada ni nadie es lo que parece o dice ser.
En uno de los programas trataron lo que se conoce como Auto-tune y en el otro del Deepface.
Auto-tune
es un procesador de audio, que ya existe desde hace años para vocales e
instrumentales —la cantante Cher ya lo utilizó en su famoso tema Believe,
de 1998— que sirve para enmascarar inexactitudes y errores y que, por lo tanto,
permite a muchos cantantes producir grabaciones con una afinación mucho más
precisa. Pero lo que en el caso de Cher pudiera ser un aditamento para dar más
originalidad al tema mencionado, para muchos cantantes actuales es un método
indispensable para no desvelar su ineptitud musical y cada vez son más los
adeptos a este sistema de engaño. En el programa televisivo se mostraron varios
ejemplos de cómo sonaban unos artistas sin y con el auto-tune. El caso más
risible es el de Kiko Rivera, “Paquirrín”, cuyos incontables gallos y
desafinamientos quedaban perfectamente ocultos tras la aplicación de ese filtro
milagroso. Pero no creáis que solo utilizan este recurso cantantes del tres
al cuarto. Resulta que uno de los cantantes de reggaeton y trap más escuchados
del mundo mundial, Bad Bunny, también se sirve de este truco, pudiendo
comprobar que entre el antes y el después hay un abismo. Está claro, pues, que
el éxito musical está muchas veces manipulado.
Deepface es un sistema de
reconocimiento facial que últimamente se utiliza de modo pernicioso para
suplantar imágenes reales por ficticias. A cualquiera se le puede cambiar la
cara y la voz para engañar al público y hacerles creer que quien hace y dice lo
que publican es un personaje real cuando en realidad es virtual. Hace un par de
días se publicaron imágenes falsas de Donald Trump (ver ilustración) siendo
arrestado y arrastrado por policías para afrontar la imputación de haber
sobornado a una actriz porno para que no develara sus relaciones sexuales. Las
imágenes son de tal calidad que nadie, o casi nadie, habría sospechado de su
veracidad. Así pues, la cara de cualquier ciudadano puede ser utilizada para
“fabricar” una entidad falsa o incluso un vídeo sexual con la intención de
desacreditarlo o chantajearlo para evitar que se divulguen esas imágenes, aunque
el afectado sepa que son falsas. Así pues, la tecnología más moderna hace
posible elaborar fakes y montajes visuales tan elaborados que resulta
prácticamente imposible saber si lo que vemos y oímos es cierto.
Pero las nuevas tecnologías no
solo se utilizan para falsear la voz, la imagen y la identidad de las personas,
sino también para provocar comportamientos del todo irracionales. En uno de los
programas de televisión que he mencionado también se trataron algunas prácticas
que, aunque la aplicación utilizada no es la culpable directa sí empuja a
algunos jóvenes descerebrados a aceptar lo que llaman retos, que graban y
difunden a través de tiktok, la famosa aplicación china para crear y
difundir vídeos cortos. El nuevo y peligroso reto, nacido en Francia pero que
ha ganado muchos adeptos en Italia, es la llamada cicatriz francesa, que
consiste en pellizcarse fuertemente los pómulos hasta provocar la aparición de
un moretón que puede dejar marcas permanentes. Este reto, que puede parecer una
chifladura adolescente, no es el único que pone en peligro la integridad física
de quien lo practica, pues ha habido, y sigue habiendo, casos mucho más graves
en los que se ha llegado a poner en riego la vida e incluso incitar al
suicidio.
Esta y otras barbaridades
sitúan, a mi entender, el umbral de la perversión, en unos casos, y de
inteligencia en otros, muy bajo. ¿Qué despropósito será el siguiente? ¿Qué nos
aportará de bueno la tan manida Inteligencia Artificial?
Todo lo que he referido aquí me lleva a pensar que la notoriedad, el éxito, la fama y hasta el mundo entero está en manos de los manipuladores. Me pregunto dónde estará ese mundo mejor al que todos aspiramos.