viernes, 16 de julio de 2021

Volvemos en ...

 


Esta vez no va de las engorrosas e insoportables interrupciones publicitarias de las que traté en mi entrada anterior, sino de un descanso personal e intransferible. Me voy temporalmente para volver tras un reposo, físico y psíquico, de duración indeterminada, pero seguramente no muy larga. Mis dos blogs quedan, pues, en stand by.

Mi descanso no sé si es merecido —calificativo que suele usarse en estos casos— pero sí necesario. Este año ha sido bastante movidito emocionalmente por motivos de salud, como seguramente sabréis los que me seguís y leísteis, el pasado mes de febrero, mi “Diario de un paciente atribulado”, y aunque estoy en una clara etapa de curación, todavía no me han abandonado los efectos negativos propios de la terapia oncológica. Debo, pues, cuidarme, y dicen que el dolce far niente contribuye a la sanación física y mental.

Espero, pues, que los baños de mar y los paseos por la playa y alrededores sean un bálsamo para tanta incertidumbre que me ha acompañado durante los últimos siete meses.

Los controles rutinarios y el tratamiento seguirán según el calendario programado, pero como el estado de ánimo depende mucho del ambiente que nos rodea, espero que lejos del gran pueblo o pequeña ciudad en donde vivo el resto del año, todo sea más natural y relajante.

La única actividad intelectual que no pienso abandonar es la lectura, por supuesto. ¿Qué haría sin un libro a mano? Me esperan largas horas de descanso frente al mar, con la brisa marina haciéndome compañía, junto a mi mujer, mi mayor apoyo, algunos amigos con los que salir a cenar y recordar lo que siempre recordamos, hablar de lo que siempre hablamos año tras año, pero que parece nuevo, y con mi fiel Pelut, mi querido perro mestizo que ejerce un enorme efecto anti estresante y que me hace sentir todavía más humano. Mis caricias y sus lametones ejercen un increíble efecto ansiolítico.

El verano pasado dije que mi mente no haría vacaciones, pues seguramente iría pergeñando nuevas historias para convertirlas luego en relatos, y no fue así. Ignoro la causa, pero mi imaginación no fue capaz de crear nada nuevo, ni siquiera llegué a intentarlo, tan absorto como estaba en aprovechar el paréntesis de libertad de la que pudimos disfrutar después de tantas semanas de confinamiento forzado.

No sé qué ocurrirá este año, pero no auguro nada nuevo. Como digo, mi cuerpo y mi mente descansarán para dejar atrás los malos momentos y pensar en el futuro a corto plazo y en la suerte que he tenido de no sucumbir, como tantos otros enfermos, en el desánimo, la depresión y el abandono. Como en todo comportamiento humano, ha habido en ello una parte innata y una adquirida gracias al ambiente que me rodea. La energía positiva genera, a su vez, energía positiva. Y yo, cual coche eléctrico, he estado constantemente enchufado a un enorme cargador energético que me ha mantenido firme y esperanzado.

Así pues, hasta la vuelta, que tendrá lugar seguramente a mediados de septiembre, pero que podría verse retrasada por culpa de ese síndrome posvacacional que aqueja a muchos y del que a veces cuesta sobreponerse, hasta volver a la normalidad propia de la rutina.

 

martes, 6 de julio de 2021

A continuación...

 


Apelo a vuestra paciencia, pues hay tantos comportamientos por criticar que no acabaría nunca de relatarlos. Menos mal que este espacio me da la libertad de desahogarme y, lo que es mejor, sin límites de espacio ni de tiempo.

Hoy voy a referirme de nuevo a los programas de televisión —de cualquier cadena—, pero en esta ocasión voy a centrarme en los que utilizan como señuelo, para que sigamos atentos a la pantalla, la “promesa” de que “a continuación” van a tratar un tema u ofrecer una entrevista de gran interés, pero que no llega a producirse, en realidad, hasta al cabo de más de una hora de programación, intercalando incluso la insoportable publicidad. Y cada vez que vuelven a conectar, insisten en lo mismo una y otra vez, y el sufrido espectador esperando como un imbécil a que llegue el esperado momento. Seguro que es esta una práctica generalizada, aunque habrá cadenas que la utilizan con mucha más frecuencia que otras, especialmente las que pugnan por alcanzar unas audiencias, o cuotas de pantalla, lo más altas posible.

La última ocasión que recuerdo en que ello tuvo lugar de forma notable fue en un programa de La Sexta en el que afirmaron que “a continuación” tratarían de la crítica que hizo Miguel Bosé a Jordi Évole a raíz de la entrevista que este le hizo sobre la pandemia y su negacionismo.

El momento llegó, pero tuve que tragarme dos largos cortes publicitarios y otros muchos temas intrascendentes de por medio.

Por no hablar de esa maldita costumbre de interrumpir un programa para ir a publicidad durante seis o siete minutos para luego, al volver, despedir el programa al cabo de un minuto. Esta es una práctica habitual en el programa El intermedio, también de La Sexta. Para ser exacto diré que a las 22:20 hay un corte publicitario de unos diez minutos, es decir hasta las 22:30, y a las 22:35 otra interrupción de tan solo un minuto para “regalarnos” dos o tres anuncios. A la vuelta, tras otro minuto escaso de intervención de su presentador, El Gran Wyoming, este se despide de todos nosotros hasta el día siguiente.

También es muy frecuente que, tras unos pocos minutos da haber iniciado un programa, sin haber mediado ninguna interrupción respecto al anterior, ya se produzca un corte publicitario. Ello solo tiene por objeto haber captado la atención del espectador y este ya no opte por cambiar de canal, cosa que quizá haría si la publicidad se intercalara entre los dos programas contiguos.

Así pues, nos siguen tratando como a ese niño al que se le promete un caramelo si se porta bien y está calladito. ¿Cuándo empezarán los medios a tratarnos como adultos inteligentes? Quizá nos lo tengamos merecido, porque si realmente fuéramos inteligentes no volveríamos a tropezar, una y otra vez, con la misma piedra. Creo que es una especie de pugna entre inteligencia y pasividad. Pero ¿por qué casi siempre gana esta última?