La
salud es un derecho fundamental reconocido por la Declaración Universal de Derechos
Humanos y quienes tenemos la gran fortuna de vivir en un país desarrollado y
gozar de un nivel de vida adecuado, tenemos acceso tanto a medicamentos como a
una alimentación sana. Como usuarios, además, tenemos el derecho inapelable de
recibir una información fidedigna tanto de los efectos beneficiosos como de los
potencialmente nocivos de lo que consumimos.
En
nuestro país, los medicamentos que se dispensan sin receta médica y que no
están financiados por el Sistema Nacional de Salud (SNS) pueden ser publicitados
al público a través de los medios de comunicación habituales. Estos
medicamentos se incluyen en el grupo de productos denominados “para el
autocuidado de la salud”, pues su uso y elección queda en manos del consumidor,
que decide adquirirlo y utilizarlo para paliar un problema de salud leve o bien
para prevenir su aparición.
El
autocuidado de la salud ha ido adquiriendo cada vez una mayor importancia y espacio
en nuestra sociedad moderna. Los propios laboratorios farmacéuticos han visto
en ello una gran oportunidad de negocio y el modo de contrarrestar la reducción
de beneficios al ver cómo sus productos estrella han sido desbancados por los
genéricos o bien desfinanciados del SNS. Y el modo de lograrlo ha sido la
diversificación, dirigiendo su atención hacia el área del gran consumo, como es
la de los productos dietéticos, también llamados complementos alimenticios, los
productos sanitarios y los de dermofarmacia, todos ellos de precio libre y para
los que el consumidor no tiene tantos reparos a la hora de rascarse el bolsillo.
No puede negarse que a muchos compradores les parece más justificado pagar un
elevado precio por un producto antiarrugas, anticelulítico, o adelgazante, que
por un antihipertensivo, un antiarrítmico o un hipoglucemiante.
Otro
cambio espectacular, y preocupante, en el área de la salud es la cada vez mayor
presencia de publicaciones online y webs que se dedican a dar consejos
saludables, y no solo para el tratamiento y prevención de dolencias menores (las
propias de la gripe, de un resfriado, de las piernas cansadas, de la acidez de
estómago, y un largo etcétera), sino también sobre dietas alimenticias.
No me
pronunciaré aquí (entre otras cosas porque ya lo he hecho en alguna otra
ocasión) sobre la veracidad de algunas afirmaciones y recomendaciones de
pretendidos profesionales de la salud, sino sobre la aparición de nuevos vehículos
informativos, como YouTube, que se escapan del control sanitario, para hacer
llegar al gran público sus recomendaciones. Si puedo poner en entredicho la
veracidad de muchas de estas fuentes pseudocientíficas, me parece además inaudito
que personal totalmente profano en la materia se dedique a dar consejos sobre
alimentación y, encima, se enriquezca con sus consejos falsos o faltos de rigor.
¿Cómo
puede ser que los llamados Influencers y
Youtubers puedan dedicarse a dar
consejos sobre alimentación sin ser un nutricionista ni tener la mínima
formación para ello?
Una
prueba de tal desvarío la obtuve el pasado viernes por la noche en el
transcurso de “Equipo de investigación”, programa de La Sexta, y que llevaba
por título “El fenómeno sin gluten”. En dicho programa, una arquitecta Youtuber (un profesional de la
arquitectura sabrá de dietética lo que cualquier ciudadano de a pie) aconsejaba
eliminar de la dieta el gluten, sin importar si se era o no intolerante al
mismo (enfermedad celíaca o celiaquismo). Que quede claro que el propósito de
dicho programa no era otro que el de hacerse eco de los inconvenientes de esta
“moda” que, al parecer, ha calado hondo en muchos consumidores, sin conocer sus
inconvenientes.
El
gluten es una proteína que está presente en muchos cereales (trigo, cebada,
centeno y en algunas variedades de avena, básicamente) y en muchos productos
alimenticios que consumimos habitualmente, incluso como aditivo.
Tampoco
voy a cuestionar aquí la presencia de gluten en tantos alimentos como los que
lo contienen, sino el hecho de presentarlo como el enemigo número uno de
nuestra salud. No estamos hablando de un aditivo que puede producir efectos
dañinos al consumirlo con regularidad. Estamos hablando de un componente natural
de un producto alimenticio, como lo es la lactosa, presente en la leche, o la
fructosa, en la fruta.
Aunque
el gluten sea una proteína con un bajo valor nutritivo, por su deficiencia en algunos
aminoácidos esenciales, es rica en otros nutrientes como la fibra, vitaminas y
minerales, que son esenciales para el organismo. Así pues, una persona sin
problemas de intolerancia al gluten, no tiene porqué eliminarlo de su dieta.
Vemos
cada vez con más frecuencia como en muchos envases de productos alimenticios que
adquirimos en el supermercado aparecen textos del tipo “sin cafeína”, “sin
lactosa”, “sin azúcares añadidos”, o “sin gluten”, que solo afecta a las
personas que tienen una intolerancia o alergia alimentaria a esas sustancias o
bien no deben tomarlas por razones de salud, pero que se han convertido en un
reclamo comercial y que el consumidor profano lo asocia a alimento más sano. También
están proliferando restaurantes en los que el gluten está ausente de su menú.
Este reclamo no solo atrae a clientes celíacos, que no tienen que preocuparse
por si un plato contiene o no ese producto, sino por personal sin ningún
problema al respecto, porque cree que así se alimentará de una forma mucho más
saludable. ¿Moda? ¿Esnobismo? ¿Ignorancia?
Pero
volviendo a la arquitecta Youtuber al
principio mencionada (cuya identidad no he logrado descubrir y de la que solo
conozco su profesión por boca de la presentadora del programa, Gloria Serra),
su recomendación a favor de una dieta libre de gluten está simplemente basada en
su propia experiencia y la de muchas celebrities
del mundo del deporte, de la música, del cine y del mundo de la moda y del
glamour, como Novak Djokovich, Miley Cyrus, Gwyneth Paltrow, Kim Kardashian y
Victoria Beckham, entre otras “estrellas”, que han logrado, en su opinión, una
vida mucho más saludable y, sobre todo, perder peso. En el mismo programa de La
Sexta también se entrevistaba a personas que, sin ser celíacas, habían optado
por una dieta sin gluten y que afirmaban haber notado una mejoría física y una
pérdida de peso espectacular (en un caso hasta 25 Kg en dos meses). Expertos
endocrinos y gastroenterólogos consideran, respecto a este último efecto
“beneficioso”, que la pérdida de peso puede deberse simplemente al cambio de
dieta, pero que a largo plazo puede tener el efecto contrario. Ello me recordó
a la famosa y nefasta dieta Dukan.
Aunque incluso entre profesionales de la salud hay discrepancias sobre los efectos
saludables o negativos de la presencia o ausencia del gluten (el estudio de la
enfermedad celíaca todavía no ha llegado a conclusiones irrefutables sobre su
presencia y prevalencia real, a pesar de conocer el mecanismo que la produce),
son más las voces acreditadas en contra de su eliminación sistemática de la
dieta. Así, la Dra. Sara Martínez, profesora de Nutrición y Tecnología de los
alimentos de la Universidad Europea, indica que, además de sus beneficios por
contener los nutrientes básicos anteriormente señalados, su eliminación permanente
de la dieta puede acabar provocando una intolerancia a esta proteína. Por si
eso fuera poco, se ha comprobado que, en la mayoría de los casos, quienes han
decidido no tomar alimentos con gluten, aumentan el consumo de grasas y
azúcares. Como el gluten, por sus propiedades organolépticas beneficiosas (gran
elasticidad y buen sabor), se utiliza también como aditivo en muchos alimentos
procesados, normalmente se opta por sustituirlo por grasas y azúcares u otros
productos que pueden ser, a la larga, mucho más nocivos. Esa sustitución, por
parte del consumidor, del gluten por productos procesados con mayor valor
calórico y bajo valor nutritivo puede ser la causa del aumento de peso a largo
plazo del que algunos especialistas alertan. Dicho de otro modo: es peor el
remedio que la enfermedad.
El
autocuidado de la salud, siguiendo esta moda del “sin” puede tener efectos
perniciosos si previamente no se ha consultado a un especialista entendido en
la materia. Por lo tanto, lo verdaderamente peligroso, en mi opinión, es seguir
los consejos de un personal no cualificado y que pone de moda ciertas tendencias
y dietas para adelgazar o para estar en forma, promoviendo el consumo de
productos “naturales” y, por lo tanto, necesariamente saludables. Como
resultado de esa promoción exagerada del empleo de ciertas sustancias, presentándolas
como la panacea para mantener una salud de hierro y lograr una longevidad en
condiciones envidiables, vemos cómo multitud de productos en el mercado, de uso
múltiple y muy variado, se formulan a base de ellas. Ahora encontramos
extractos de Aloe Vera hasta en la sopa y los antioxidantes más exóticos están
presentes en todo tipo de preparados, ya sean cosméticos o dietéticos.
No hay
mejor “tratamiento” saludable que comer sin exceso y variado, pues en una dieta
saludable, como es la mediterránea, encontraremos todos los ingredientes
naturales necesarios e imprescindibles para mantenernos sanos. Y si ello lo
complementamos con un ejercicio regular, mucho mejor. Solo debemos evitar tomar
aquello que realmente, de forma contrastada, sea perjudicial para nuestra
salud.
Mi
formación en Ciencias de la Salud, no es lo suficientemente especializada como
para postularme como un experto en nutrición, pero creo tener los conocimientos
y el sentido común necesarios para recomendar huir de esos falsos profetas que,
sin ninguna preparación, se dedican a sermonear desde un púlpito virtual a un
público necesitado de fórmulas milagrosas para estar en plena forma física y
mental. Soy de la opinión de que se debería prohibir e incluso sancionar esa práctica
que campa a sus anchas por las redes sociales, suplantando a quienes se han
formado y adquirido los conocimientos necesarios para asesorar al consumidor.
Una cosa es dar consejos sobre decoración, moda, pastelería o bricolaje, y otra
muy distinta es ejercer un claro intrusismo profesional. Ya lo dice el refrán:
zapatero a tus zapatos.