jueves, 27 de julio de 2023

Un breve descanso

 


No es que esté cansado, pero sí un poco bajo de calorías escritoras, no sé si por culpa del calor, de un bajón inspirador o ambas cosas. El caso es que me voy de vacaciones y dejo los bártulos de escribir en casa y no los retomaré hasta septiembre o quien sabe cuándo.

Esta entrada es común para mis dos blogs: Retales de una vida y Cuaderno de bitácora, y repasando su historial a fecha de hoy, resulta que el primero ha sufrido un descenso en la productividad, pues si por estas fechas, en 2022, había publicado 13 relatos, ahora el cómputo es de 9; y en cuanto al segundo, en cambio, ha habido un ligero aumento, ya que de 13 posts publicados en julio de 2022 he pasado a 16 a día de hoy sin contar este, por supuesto. Esto debe ser como en las elecciones, que hay aumentos y descensos en los resultados muchas veces inexplicables.

Sea como sea, mi intención es seguir adelante, siempre en función de cómo evolucione mi inspiración y mis intereses sociales.

Así pues, es esta una despedida breve y espero que nos volvamos a encontrar una vez superado este periodo canicular que estamos sufriendo.

¡Un abrazo!


viernes, 14 de julio de 2023

Lentitud y demora institucional

 


Debe ser porque soy una persona que no deja para mañana lo que pueda hacer hoy o porque soy tremendamente impaciente, pero no puedo entender cómo en este país decisiones que requieren ser tomadas lo antes posible, se demoran semanas, meses e incluso años.

Sentencias que, una vez concluido el juicio con un veredicto de culpabilidad, requieren semanas para ser redactadas, cuando, en mi humilde opinión, solo requerirían unos pocos días para elaborar un texto lo más legalmente correcto y exhaustivo posible.

Para la aplicación de una normativa, como el levantamiento del uso obligatorio de las mascarillas, la regulación de determinados actos públicos, la restricción del uso de agua para el riego, la reducción del IVA de ciertos artículos de consumo, y así un largo etcétera, se suelen fijar plazos de ejecución muy largos. ¿Por qué, si se trata de algo importante o incluso esencial, no se inicia su aplicación en el plazo más breve posible? Hay actos de ámbito nacional que requieren de su aprobación por el Consejo de Ministros y de su posterior publicación en el BOE y esto, lógicamente, no se hace en dos días, pero muchas veces, una vez aprobado y publicado el Decreto, la Orden Ministerial o la norma de cualquier otro rango, se establece un plazo de semanas para su entrada en vigor, lo cual solo sería justificable si su aplicación requiriera de una larga o compleja adaptación del funcionamiento de las instituciones y del personal afectados.

Y volviendo al terrero de la Justicia, qué decir de la celebración de un juicio años después de haberse cometido el delito, causando con ello una tremenda injusticia en aquellos casos en los que el acusado entra en la cárcel y luego se le declara inocente. La Justicia lenta no es justicia y si esa demora está causada por falta de medios, no hay excusa para no solventar esa grave deficiencia. La salud y la justicia no merecen demoras injustificadas en la implantación de medidas destinadas a la mejora de su funcionamiento. En ambos casos está en juego la vida de una persona y la defensa de su bienestar.  

Si en la empresa privada la diligencia es obligatoria, pues de lo contrario uno puede verse en la calle por incumplimiento de sus obligaciones, en la vida pública no deja de ser prioritaria y esencial para el bien común.

Quizá es que esa demora en la toma de decisiones se debe a la lentitud en la que sus máximos responsables se ponen las pilas.