miércoles, 21 de diciembre de 2022

El ser inhumano

 


Hace años que me pregunto en qué momento de la evolución se torció la cosa, pues en lugar de llevar a la consecución de una especie perfecta, o casi perfecta (dicen que la perfección no existe, al menos en este mundo), ha conducido a la obtención de un ser defectuoso en muchos sentidos que, aunque afortunadamente goza de algunas excepciones racionales, domina la tierra sin escrúpulos ni compasión.

Así como en la larga cadena evolutiva han sobrevivido los mejores, los mejor dotados, en el caso del hombre solo ha sobrevivido o, por lo menos, abundado, siguiendo el principio de la selección natural, el ser más perverso, el que todo lo quiere y todo lo puede, a expensas de sus congéneres más dóciles.

Y lo peor de todo es que el proceso ya no se puede revertir, el daño ya está hecho y es irreparable desde hace miles de años.

Hacer un repaso de todos los desmanes que el hombre ha hecho a lo largo de su historia daría para una enciclopedia, pero no es necesario ponerlo por escrito con letras de imprenta. Todos sabemos de qué se trata y tenemos ejemplos de sobra desde que tenemos uso de razón.

Son muchas las veces que me he preguntado —y os habréis preguntado— cómo un ser llamado humano puede ser tan cruel y cometer tantas barbaridades, y no me refiero a psicópatas asesinos, no, me refiero a personas cultas —al menos en apariencia— que perpetran aberraciones contra gente inocente abusando de su poder y todo por unas ideas que esas mentes enfermizas consideran legítimas.

¿Estará el ser humano en vías de una degradación (moral) de igual o mayor intensidad que la que está sufriendo nuestro planeta? Muchas veces he llegado a pensar que el hombre no merece habitar este planeta y que lo mejor que podría hacer sería extinguirse, como está sucediendo con las especies animales a las que persigue y aniquila con su comportamiento antinatural.

Son, por desgracia, muchos los frentes en los que se manifiesta el ser inhumano, desde las guerras fratricidas, persecuciones, genocidios, torturas y penas de muerte por motivos religiosos y políticos hasta la extinción de gran parte de la flora y fauna del planeta con fines puramente lucrativos.

Ante esta terrible realidad, a uno le entran ganas de encerrarse en un caparazón impermeable a todos los males, aislarse del mundo que nos rodea o bien pasar por alto el comportamiento ilícito e injusto de políticos y dirigentes de las grandes Corporaciones, pero esta sería una actitud más bien cobarde y egoísta. Pero ¿qué podemos hacer ante tanta injusticia y tropelías? Si una multitud enfervorizada saliera a las calles como lo han hecho millones de argentinos para celebrar que su equipo ha ganado el mundial de futbol, quizá algo iría cambiando en nuestra sociedad. Pero el silencio, la desidia, el miedo a represalias o la resignación dan pie a que todo siga igual e incluso que vaya empeorando.

Estamos a las puertas de las fiestas navideñas, momento en que parece que es obligada la alegría y el buenismo. Todo el mundo tiene que ser bueno, pero las desigualdades y las injusticias permanecen inalterables. Mientras que unos celebrarán estas navidades en concordia y buena compañía, otros las pasarán con penalidades.

Pero estamos en Navidad y toca desear paz, salud y prosperidad. Ojalá existieran los Magos de Oriente, Santa Claus o quienquiera que tuviera poderes mágicos y nos obsequiara con el mejor de los regalos: que el hombre sea cada vez más humano.

Sea como sea, ¡felices fiestas y feliz año nuevo!