jueves, 2 de noviembre de 2023

La violencia que no cesa

 


Desde el principio de los tiempos, la violencia ha sido una característica constante del ser humano. A las guerras tribales en las sociedades primitivas les sucedieron otras más cruentas y sofisticadas, llegándose a perpetuar, a lo largo de los siglos, tanto en el ámbito civil, militar e incluso eclesiástico.

Actualmente seguimos viviendo rodeados de violencia, hasta tal punto que ya parecemos inmunes a ella. Cuando nos percatamos, casi a diario, que hay quienes no respetan la vida ajena y atentan contra sus semejantes por cualquier motivo, ya sea político, religioso, racista o por obra de un perturbado, esas imágenes tan crueles nos causan un gran impacto mientras dura la información recibida, pero acabamos viéndola como algo irremediable en un mundo loco que parece que no puede funcionar sin la violencia.

Mientras que hay actos violentos que nos quedan lejos, como la guerra entre Rusia y Ucrania o las recientes atrocidades cometidas en Palestina, otros nos resultan muy cercanos, con los que también convivimos a diario y que no cesan —e incluso diría que aumentan— por mucho que se intente ponerles coto por distintos medios, ya sean policiales o educativos. Me refiero a la violencia de género, la violencia machista.

Quizá sea cierto lo que algunos alegan sobre que en la época de la dictadura también tenían lugar, pero la censura del régimen de entonces nos mantenía en la inopia con objeto de aparentar un bienestar social que no existía. Pero, aunque así fuera, mi impresión es que, contradiciendo la creencia de que vivimos en una sociedad mucho más culta y preparada que la de los años 50 y 60 del siglo pasado, este tipo de violencia a la que me refiero ha llegado a unos límites no solo intolerables sino también altamente alarmantes.

Ignoro desde cuándo existen estadísticas al respecto, pero con solo echar un vistazo a los datos publicados desde el año 2012 hasta hoy, se han producido en nuestro país más de seiscientas muertes de mujeres a mano de sus maridos, parejas o exparejas, con un promedio de 53 muertes al año. Un dato escalofriante que no parece que vaya a disminuir por lo menos en los próximos años si no hallamos una fórmula que corte de raíz tal brutalidad.

Con la información y actividad social que se despliega constantemente sobre este grave problema social, parece mentira que siga habiendo maltratadores y asesinos que no dudan en acabar con la vida de sus exparejas incluso existiendo una orden de alejamiento.

El tema es duro y complejo, pues implica la existencia de varios factores, desde el temor de muchas mujeres a denunciar a su maltratador a algo que para mí es mucho peor: que todavía hay muchas jóvenes que no reconocen que el trato que reciben de sus parejas es una agresión en toda regla. Todavía hoy en día se dan casos de chicas que reconocen que no se daban cuenta de que el comportamiento de su pareja era más propio de un abusador que de un amante. «Me controlaba lo que hacía, me miraba el móvil para ver con quién hablaba y qué decía, no me dejaba ponerme una falda corta, me prohibía salir con algunas amigas, no soportaba que hablara con chicos, pero yo interpretaba que lo hacía porque me quería. Sí, últimamente nos peleábamos con frecuencia. En más de una ocasión llegó a pegarme. Al principio algún bofetón, luego alguna patada. Y me insultaba. Pero todo lo arreglaba con un polvo». Esto es, a grandes rasgos, pero con bastante fidelidad, lo que confesó hace unas semanas ante las cámaras de la televisión catalana (sin mostrar el rostro y con la voz distorsionada) una joven de unos veinte años, que además afirmó haber perdido la virginidad a los quince con ese novio que tanto la quería sin que a ella le viniera en gana. Vamos, que tuvo que acceder a sus pretensiones para que no se pusiera agresivo.

Aun siendo muy consciente de la existencia de estos casos, oír de primera mano y de alguien tan joven esa retahíla de maltratos, me puso los pelos de punta. ¿Y esa educación sexual que se dice que se imparte en las escuelas, de qué sirve?

Hace también unas pocas semanas se hizo público el resultado de una encuesta sobre este tema, que concluía que más de un diez por ciento de los jóvenes varones no veían como un acto de maltrato darle un bofetón a su chica en el transcurso de una discusión o el hecho de mirarle el móvil. ¿Qué pasa por la cabeza de esos jóvenes maltratadores? ¿Acaso toman ejemplo de lo que ven en casa? ¿Es cierto que ser un maltratador es algo que se hereda en el seno de la familia? Si es así, el problema es más difícil de resolver, porque ya no es una cuestión de educación juvenil sino también paterna.

Y si incluimos en la violencia de género, las violaciones, los datos son tanto o más alarmantes si cabe, por lo escalofriantes que resultan.

Pensar que solo en el año 2020, según el Ministerio del Interior, hubo 12.769 víctimas de violencia sexual, de las que 10.798 fueron mujeres, es algo impensable en una sociedad educada. Y del total de delitos de violencia sexual contra las mujeres, el 12% fueron agresiones sexuales con penetración. De ese mismo informe se desprende que se producen 4 violaciones de mujeres al día en España. Y para acabar de retorcer más la situación, según una macroencuesta del año 2019, se estima que solo un 21,7% de las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia por parte de sus parejas lo denuncia, y más de la mitad de las que sí lo denunciaron afirman que la policía mostró escaso interés o hizo poco por resolver su caso. Parece, o quiero creer, que esto último está en vías de solución.

Según datos más recientes, del 31 de mayo de 2023, el número de mujeres víctimas de violencia de género aumentó un 8,3% en el año 2022. Desde luego no nos podemos sentir orgullosos de vivir en un país en el que la violencia de género no solo no cesa, sino que aumenta. 

Posiblemente no podamos afirmar, a pesar de estos datos, que España sea un país mayoritariamente machista, pero sí es cierto que el machismo esta todavía muy extendido y arraigado, y no solo me refiero al que origina estos tipos de maltrato, sino al que se da todavía en otros muchos ámbitos de nuestra sociedad. Pero esta es otra historia. ¿Algún día podremos cambiarla?


16 comentarios:

  1. El asunto está tan arraigado en la sociedad como una garrapata en la oreja de un perro. Y ya hace bastante tiempo que lo tratamos como el problema que es ←lo que podría pensarse que iba a ser importante en su erradicación— sin que, sin embargo, se estén consiguiendo resultados positivos. Y resulta preocupante que siga existiendo entre los más jóvenes, lo que hace pensar que no está siendo eficaz en ellos la educación y los ejemplos que reciben.
    Un abrazo.

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    1. Yo me niego a creer que eso es algo que se lleva en el ADN, sino algo adquirido por una mala influencia del medio que rodea al maltratador, ya sea la familia, los amigos o la sociedad que no sabe atajar ese machismo endémico. Ojalá existiera una vacuna contra él. Y encima hay quien niega su existencia, los negacionistas de siempre.
      Un abrazo.

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  2. Es un problema que no veo cómo se pueda solucionar. Las chicas actuales parecen confundir que las cuiden con que las controlen. No puedo entenderlo. La cifras de muertas por sus parejas o exparejas sigue con un goteo incesante, una por semana cae muerta, pero eso ni siquiera es la punta del iceberg.

    Lamentablemente no se sabe la solución. Un abrazo

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    1. La única solución, que por cierto no está resultando muy efectiva, es la concienciación de los jóvenes y la de sus mayores. Los jóvenes tienen que saber lo que está bien y lo que no en una relación de pareja, y las chicas, en concreto, deben saber cuándo su pareja cruza la línea roja en el trato que recibe. Resulta increíble que con tanta información y denuncias que salen en los medios casi a diario, todavía haya quien no sabe cómo actuar.
      Un abrazo.

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  3. Es un tema horroroso, duro y de muy difícil solución porque hay que cambiar muchas mentalidades, muchas leyes y muchos castigos.Y hay que centrarse en los jóvenes, que hemos retrocedido.
    Muy feliz día

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    1. Yo también creo que se ha retrocedido mucho en este tema, pues creo que ha ido en aumento y sigue así por mucho que se trabaje en los centros educativos. No sé el motivo de ello y ese es el meollo de la cuestión: descubrir el por qué. Y encima las redes sociales todavía empeoran más la situación, pues muchos maltratadores y violadores se jactan de su delito compartiéndolo en esas malditas redes sociales. Y además, si el agresor es un menor, no se le puede imputar. Hay que cambiar las leyes a este respecto.
      Un abrazo.

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  4. En el Sistema educativo se rata el tema, pero lo que impera, contra lo que se podía pensar, es lo que los chicos viven día a día en sus casas, lo que oyen comentar a sus padres y a sus amigos y, sobre todo, la influencia del grupo, que no le tomen por blando. Es terrible y creo que hay muy poco que hacer más allá de educación, educación, educación. De poco sirven las órdenes de alejamiento, cuando el agresor en muchos casos se suicida después de cometer el crimen. ¿Qué coacción se puede ejercer sobre alguien que ha perdido el miedo a la muerte? Y son necesarias, por supuesto, las medidas que se toman, pero ya vemos que son poco efectivas.
    De todas formas, da la impresión de que vuelve a haber un repunte y es que si una parte de la clase política (pequeña, por fortuna) le da al asunto carta de legalidad diciendo que es algo que no existe, eso hace que el asunto se vea con ojos benevolentes por el maltratador en potencia. Es un tema que, como dices, pone los pelos de punta.
    Un beso.

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    1. Es una verdadera lástima que los esfuerzos de los educadores caigan en saco roto por culpa de la influencia de agentes externos que, al parecer, tienen mucho más poder. Ser el más macho de la manada sigue siendo lo que espolea a esos agresores a cometer actos tan execrables.
      Y aunque la sociedad en su conjunto censura sin paliativos esas conductas delictivas, creo que los medios legales para combatirlas no son suficientes. Y si, además, hay quienes en voz alta desmienten su existencia, a pesar de los datos escalofriantes, vamos apañados.
      Un beso.

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  5. El asunto es difícil de resolver. Los poderes públicos encargados de que la cosa no siga por estos derroteros todo lo cifran a que la escuela enseñe cómo debe de ser el sexo entre iguales o se contentan con decir que han dedicado no sé cuantos millones a resolver el problema. A lo primero diré que el comportamiento hombre-mujer es visto en la escuela de manera transversal a través de los contenidos de todas las materias y exposiciones de todo el profesorado; en mi opinión la educación en esta materia se recibe todos los días en casa, es ahí donde el alumnado ve comportamientos que luego ellos reproducen en situaciones semejantes. En cuanto al dinero dado por las administraciones sin resultado alguno, pues el número de víctimas no varía sustancialmente, siempre me pregunto: ¿Quién o quiénes se lo están embolsando?
    En fin esperemos que la violencia disminuya y colaboremos todos en la medida de nuestras posibilidades a a que tal cosa sea así.
    Un abrazo, Josep

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    1. Desde luego, este es un problema cuya solución que podríamos calficar de multidisciplinar, pues no puede recaer exclusivamente en los educadores. Y tampoco podemos creer que el dinero lo puede resolver por sí solo. Padres, educadores, políticos realmente comprometidos, asociaciones, medios sociales, etc. Todos deben trabajar al unísono para erradicar esta lacra social que parece mentira que en pleno siglo XXI todavía campe a sus anchas.
      Un abrazo, Juan Carlos.

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  6. Los datos que nos ofreces son desoladores. Parece claro que la violencia machista es estructural y tengo la impresión de que ha ido en aumento según la mujer encontraba el mismo rol que el hombre en cuánto a vida laboral, social o universitaria. Quizás lo más llamativo es lo que comentas entre los jóvenes pues nos índica un problema atemporal, apolítico y con los que desde los hogares y centros escolares se está haciendo muy poco. No se me ocurre mejor pacto político que uno a gran escala entre todos los partidos políticos, pero eso si que es una utopía con todas las letras.
    Un fuerte abrazo, Josep.

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    1. Pues esa puede ser, si no la causa única, sí un motivo adicional que ha espoleado a los machistas a cometer esos abusos a mujeres. Cuando las mujeres han ocupado puestos antes exclusivos a los hombres, cuando han alcanzado cotas de libertad antes impensables, el ego del macho dominante ha explotado violentamente y se ha visto en la necesidad de demostrar que el hombre todavía está por encima de la mujer y que puede hacer con ella lo que le plazca. Desde luego, son mentes desequilibradas que no han querido comprender de hombre y mujer son iguales y que tienen los mismos derechos. Por desgracia, se ha visto las acciones tomadas en su contra no son suficientemente efectivas para atajar el problema. Tanto el poder legislativo como el judicial tendrían que tomar cartas en el asunto con más dureza. Quizá tengas razón en que no es más que una bonita utopía.
      Un fuerte abrazo, Miguel.

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  7. Muy difícl erradicar la violencia en el mundo, mientras que haya guerras. Y en cuanto a la violencia machista parece que en vez de ir a menos, va a más y cada vez ese patrón machista se ve en personas muy jóvenes. Se dice que se educan en casa y en los colegios, pero parece que no sirve de nada. Pero el tema es que todo depende de educar a los niños desde pequeños, pero no lo veo todavia. Tendrá que ver lo que nos muestran en los juegos, videojuegos, películas violentas? no lo sé pero, esto no pinta nada bien. Un abrazo.

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    1. Otro dato escaloriante es el que indica que los niños de corta edad, de unos 10 años, ya ven pornografía, cuyas imágenes les hacen creer que lo que ven es normal y que se puede aplicar en la vida real, con el sometimiento de la mujer, a veces con actitudes de cierta violencia. Es un drama del que se habla mucho, pero para el que todavía no se ha hallado una solución. Se habla del control parental, pero muchos padres no se preocupan por lo que ven sus hijos en el ordenador o en su móvil (porque ya tienen móvil a tan corta edad) y a otros les resulta muy difícil controlar las actividades de sus hijos.
      Un abrazo.

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  8. Lo de hacernos inmunes a la violencia generalizada puede que sea un mecanismo de defensa porque si no cada vez que veo las noticias me llevaría un berrinche (aun así, alguno me llevo por mucho que intente controlarme).
    En cuanto a la violencia machista, yo también asisto a las cifras y a las encuestas con los pelos de punta. No sé si cada vez que se informa de un asesinato hace un efecto llamada para algunos porque ven que es relativamente fácil cargarse a la pareja a pesar de las supuestas medidas de vigilancia.
    Que entre parte de la juventud se den estos casos es mucho más preocupante, que normalicen el control a la pareja y que, encima, lo vean como una señal de amor es para echarse a temblar. Cada vez tengo más claro que el género humano está involucionando y estas cosas lo hacen bien patente.
    Ahora se baraja la teoría de que las violaciones en grupo nacen de la visualización de películas porno, a lo que algunos ya están pidiendo que se prohíban ese tipo de escenas. Entonces también habría que prohibir escenas de violencia de todo tipo. No es cuestión de prohibir sino de educar. Yo, aunque vea una decapitación en una peli sé perfectamente que no debo ir por ahí cortando la cabeza al personal.
    Es cierto que España tiene unos números deprimentes en este tema, pero en países supuestamente muy civilizados como Suecia el machismo y la violencia de género son elevadísimos.
    No sé qué nos está pasando, pero sigo en mis trece: estamos en plena involución.
    Un besote.

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    1. Me da la impresión que las escenas de violencia solo producen un efecto de imitación a individuos con un cerebro poco desarrollado o que ya tienen un problema mental, del tipo que sea. Una persona cuerda, sabe distinguir entre una escena de ficción y la realidad.
      Supongo que la violencia de género no es una problema exclusivo de nuestro país y me resulta sorpredente que también se dé en países supuestamete más evolucionados socialmente. Creo que la solución a este problema pasa por comprender qué induce a esos agresores a cometer esos actos tan repugnantes.
      Si observamos la conducta humana en cualquier ámbito social, realmente da la impresión de que, como dices, estamos involucionando.
      Un beso.

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