Parece como si últimamente solo se me
ocurrieran temas relacionados con el respeto, la educación y la empatía. ¿Acaso
será que estoy obsesionado con ello o bien porque esos tres elementos están en
la base de todas las relaciones humanas?
Estos días de forzada reclusión he intentado
evadirme de la sobreinformación sobre el Covid-19 y sus efectos colaterales
(predicciones catastrofistas, teorías conspiratorias, bulos y curaciones
milagrosas, etc.) dedicando mi tiempo libre a lo que más me gusta y que ya
venía practicando, pero ahora con más intensidad: la lectura, la escritura, la
música y, cómo no, el cine. De este modo me he lanzado a una maratón de series
televisivas del género policíaco, las que más me gustan, para pasar un rato
agradable y olvidarme, aunque solo sea durante unas pocas horas, de lo que se
está viviendo en la calle y en todo el país sin distinción de razas, sexos, ideologías
y —según ahora parece— de edad. Así pues, durante estas últimas semanas he
visto unas cuantas series, tanto nórdicas como británicas, que para mí son las
mejores en ese género.
Pues bien, el detonante que ha motivado esta
entrada ha sido la serie titulada “Los asesinatos del Valhalla”, de producción
islandesa y que, aunque Filmaffinity la puntúa con un 6,0, a mí me ha gustado, si
bien reconozco que le falta agilidad. Pero no pretendo ocupar el puesto de
Miguel Pina y su blog “Cine y crónicas marcianas” (https://www.cineycriticasmarcianas.com/), pues sería misión
imposible, sino que, como decía, me he inspirado en ella —como podría haber sido
cualquier otra—, para tratar el abuso de poder por parte del superior
jerárquico. Y al decir abuso de poder me refiero a ejercer sobre un subordinado
su autoridad de un modo exagerado e injusto.
No voy a descubrir nada nuevo bajo el sol. De
hecho, ninguna de mis entradas lo han pretendido jamás, porque, entre otras
cosas, es imposible descubrir algo verdaderamente nuevo en nuestra sociedad. Solo
intento poner sobre la mesa una injusticia más de las que corren por nuestras
vidas, porque ¿quién no ha tenido que soportar alguna vez a un jefe despótico?
¿Y por qué precisamente esa serie televisiva me
ha impulsado a escribir sobre ello? Pues porque uno de los personajes, el jefe
del departamento de policía de Reikiavik, ante un complicado caso de asesinatos
en serie, no deja de arengar a sus colaboradores —un par de diligentes inspectores
dedicados en cuerpo y alma a resolver el misterio y un grupo de agentes de policía
asignados al caso— para que muevan el culo, descubran de una vez al maldito asesino
y se pueda cerrar el caso cuanto antes mejor y quedar así fetén con el señor
alcalde y los medios de comunicación que no dejan de tocarle las pelotas.
¿Lógico no? Todo el mundo quiere quedar bien con sus superiores y evitar a toda
costa que le pongan de patitas en la calle por incompetente.
Pues no y rotundamente no. Situaciones como
esta —pero sin asesinatos ni policía de por medio— las he vivido en vivo y en
directo demasiadas veces como para conformarme a que eso sea normal. ¡Pero si
es película, argumentaréis! Cierto. Pero creo que, en el fondo, las películas
actuales y con un mínimo de seriedad, suelen reflejar bastante bien la maldita realidad.
El personaje despótico al que hago mención y en
el que me inspirado me ha traído malos recuerdos. Ese superior jerárquico no
solo es un jefe autoritario —cosa normal tanto en un policía como en un
militar—, que exige disciplina y resultados rápidos y sin tropiezos, sino un
verdadero cafre, que insulta a sus colaboradores por no avanzar, como él
desearía, en la resolución del problema. Pero además de ser un hueso, un
cabronazo maleducado, su actitud de “ordeno y mando” está plagada de
imposibles.
Ahora trasladémonos a la vida cotidiana y a las
relaciones humanas en una empresa:
Qué fácil resulta decir “esto lo quiero para
mañana a primera hora”, cuando son las seis de la tarde. Qué fácil resulta
exigir un informe “para ya”, cuando, aun dedicándole doce horas diarias, dejando
de atender otras actividades tanto o más urgentes, lo más rápido que se puede conseguir
es en dos o tres días. Y como, lógicamente, no se puede cumplir el mandato que
ha marcado el superior jerárquico, entonces llegan los reproches y las
recriminaciones.
Si la imposibilidad del objetivo se debiera a
un desconocimiento de la dificultad que entraña por parte de quien lo ha
impuesto, ello tendría su justificación. Pero, aunque así fuera, ese jefe ignorante
no admite ser corregido, no atiende a explicaciones, que para él son simples
excusas de inepto. Pero si sabe que lo que pide es imposible de cumplir y lo hace
únicamente por el gusto de dominar, de exprimir al personal, para dejar claro
quién manda, no estamos ante un jefe duro, ni ante un ejecutivo agresivo, sino
ante un depredador. Y si, además, lo hace para quedar bien con su superior, entonces
hay que añadir la coletilla de egoísta malnacido.
Ser un buen jefe no es tarea fácil, os lo puedo asegurar, como no lo
es ser ecuánime ante situaciones complejas y donde las diferencias personales
están al orden del día. Siempre habrá algún descontento. Ejercer de Rey Salomón
es prácticamente imposible. Pero hay que saber ponerse en la piel del
subordinado. Un jefe no puede exigir a un empleado algo que él no podría lograr
ni habría logrado cuando ostentaba el cargo que ahora ocupa ese subordinado,
por mucho que se lo exija a él el mismísimo presidente de la Compañía.
Hace años leí un libro de Pilar Jericó titulado
“No miedo, en la empresa y en la vida” y que me resultó bastante útil en los
peores momentos de mi vida laboral. De este libro anoté unas sentencias que todavía hoy me resultan de un gran valor:
“Los
líderes que son tolerantes ante los fallos derriban las barreras que les
separan de los demás y se comprometen con las personas de manera personal”.
Richard Farson y Ralph Keyes (The Paradox of Innovation)
“Un directivo
se ha de poner de parapeto para no trasladar las amenazas hacia abajo. Cuando
lo hace, aumenta considerablemente la productividad de su equipo”. Tomás Pereda, director
de RRHH de Hertz
Comparar la actividad empresarial con las leyes
de la naturaleza no es algo demasiado exagerado. Muchas empresas se comportan
como en el reino animal. ¿Acaso el pez grande no se come al chico? ¿Acaso no se
lucha por la supervivencia? ¿Acaso no se combate para ser el dominante en un
determinado territorio?
¿Pero somos personas o animales? En algunos
casos resulta difícil poner una línea divisoria. “El ordeno y mando” era normal
y habitual en épocas pretéritas. Los reyes y emperadores hacían con sus
súbditos lo que les placía y no les temblaba la mano para ordenar decapitar a
quien se atrevía a contradecir una orden Real. Podían pedir imposibles y nadie
se atrevía a rechistar, aun sabiendo lo que les esperaba a la vuelta de la
misión sin haber logrado el objetivo marcado por ese déspota inútil, si es que
no habían perecido antes en el intento.
Pues yo he conocido jefes de departamento y
directores generales que se comportaban como reyezuelos todopoderosos, que
mantenían en todo momento su espada de Damocles alzada sobre el cuello de
cualquier empleado que, a sus ojos, se mostrara díscolo ante sus inexcusables órdenes.
El “porque lo digo yo” debería pasar a los
anales de la historia de España de los años cincuenta y sesenta del siglo
pasado y en el seno de la familia tradicional, en la que el cabeza de familia mandaba
en casa y los hijos no teníamos derecho a rechistar. Pero en una soceidad moderna y democrática el "ordeno y mando" debería estar desterrado.
Muy sensato, como siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por alabar mi sensatez.
EliminarUn abrazo.
Uf, con los jefes hemos topado. ¡Si yo te contara...! ; )
ResponderEliminarPor cierto, totalmente de acuerdo con Macondo: tu análisis y exposición demuestran, una vez más, tu extraordinaria sensatez.
Un abrazo.
Los jefes cabrones son como las meigas en Galicia.
EliminarMe alegra saber que me consideráis un hombre sensato, pues ya empezaba a tener mis dudas.
Un abrazo.
Caramba, qué buena reflexión y lucidez en estas letras.
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegro que así te lo haya parecido.
EliminarUn abrazo.
Coincido totalmente con tu opinión. Además me has traído a la memoria un jefe que tuve hace tiempo, como no he tenido ningún otro. Muy lejos del "ordeno y mando", se ponía a la altura del subordinado, pidiendo siempre las cosas por favor y con un gran respeto, y no contento con eso, intentaba sacar todo lo bueno que había en cada uno de nosotros, estimulándonos siempre con palabras acerca de nuestra gran valía y lo importantes que éramos para que la cosa funcionara. Hacía resaltar siempre la importancia de todos y cada uno, no se le escapaba nadie y a todos nos tenía en cuenta escuchando siempre nuestras aportaciones.
ResponderEliminar¡Ni te imaginas los resultados que tuvo aquello! Todo el mundo estaba contento, todos volaban a cumplir con lo que se les requería, el ambiente era genial y trabajábamos todos a una, como en una gran piña.¡Ah, y si alguien se desviaba y no cumplía con sus obligaciones( que de todo hay) se lo hacía saber de manera educada, pero con firmeza.
Aprendí muchísimo de aquello. Nos dio un gran lección sobre como se debe tratar a cualquier ser humano, sea jefe o subordinado, en el trabajo, en casa, con los hijos, con los amigos...con cualquiera. Nunca lo olvidaré, pues con esta persona pasé los mejores años de mi vida profesional.
Se encuentran pocos jefes así, pero alguno hay, y yo tuve la suerte de encontrarlo.
Un abrazo, Josep
Pues sí, Rita, esa es una de las pocas excepciones que existen y, sin ánimo de ponerme medallas, yo siemrpe intenté ser ese jefe ideal que sabe ejercer su autoridad con respeto, ganándose el aprecio y la confianza del personal. Un líder tiene que saber atraer a su equipo y hacerle partícipe de los logros comunes y no solo de los fracasos.
EliminarSin embargo, debo decir, con cierta tristeza, que al principo funcionaba muy bien, pero que, en ocasiones, ese estilo de mando era confundido por el personal con un paternalismo que no existía. Es como los padres que quieren ser colegas de sus hijos y estos acaban devolviéndoles el trato del mismo modo, sin saber distinguir entre padre-amigo y padre-autoridad. Seguramete no llegué a dominar el tipo de liderazgo que se requiere para ser un buen jefe de verdad. Es cierto que me gané la estima de mis equipos y que me echaron de menos cada vez que cambié de empresa. Creo que, del mismo modo que a mí me entrenaron para ser buen jefe, a muchos empleados los deberían instruir para ser buenos subordinados y no confundir churras con merinas.
Un abrazo.
Hola, Josep!
ResponderEliminarEn primer lugar, me alegro de volver a tu bitácora y ver que sigues haciendo reflexionar.
Un tema sin duda muy interesante y que además trae mucho sobre lo que pensar, más ahora que el mundo empresarial está viendo sus bases amenazadas.
Al leer tu artículo me acordé de una novela de Rosa Montero, "Amado amo", en la que se habla precisamente de esa devoción al jefe capullo y explotador. Ahora que hay tiempo de cuarentena, te la recomiendo.
En lo particular, llevo unos años en una empresa pequeña y no tengo queja con mi jefa. Sin embargo, tengo amigos que viven de cerca ese despotismo empresarial que me parece tan denunciable. Lo jodido es que rechistar puede causarte un despido, y por esa misma razón es tan complicado hacer frente a dicha situación.
Quizá los tiempos venideros te den la razón y en el mundo hacia el que estamos caminando haya más justicia, consideración y empatía de los jefes a sus empleados.
Un fuerte abrazo.
¡Hola, Sofia!
EliminarCuánto tiempo sin saber nada de tí, y tú de mí, je,je. Creo recordar que dejé de visitar tu blog por ausencia de contenido durante largo tiempo, llegando a pensar que te habías desvanecido por la blogosfera, ja,ja,ja.
Quizá sea cierto que en las pequeñas empresan domina un ambiente de mayor compañerismo, incluyendo a los mandos. De hecho, en la primera empresa en la que trabajé estuve magníficamente bien (claro que era un centro oficial del CSIC y el ambiente era muy relajado). Incluso me enamoré, ja,ja,ja. Luego, al pasarme a la empresa privada, la cosa cambió, pero no empeoró de verdad hasta que el tamaño de las empreeas por las que pasaba crecía y crecía. Las multinacionales no tienen corazón y si un jefe sí lo tiene, tratando a sus empleados con consideración, lo acaba pagando de un modo u otro. Recuerdo haber sido amonestado en más de una ocasion por ir a almorzar con mi equipo. Como llegué a pensar que quizá mis suborndinados estarían más cómodos sin mi presencia, decidí separarme de ellos y me vi obligado a compartir mesa con los gerifaltes. Ese fue mi estreno como mando. Desde entonces aprendí a mantener las distancias: una cosa era el trato en la oficina y otra muy distinta fuera de ella. Y lo acepté como algo lógico y natural. Pero si lo piensas con detenimiento, ¿por qué un jefe no puede confraternizar con sus subordinados? Si todos tienen claras sus funciones y responsabilidades, a qué viene esa discriminación? Pues viene a que, por desgracia, hay quien no sabe distinguir la autoridad del mando y la buena relación, y algunos empleados se exceden faltando el debido respeto (suena a militar, je,je) y tomándose una "orden" como una "recomendación". ¿Quizá sea por el hecho de pedir las cosas por favor? Una pena.
Pero ahora he hablado desde la perspectiva del buen jefe. Pero, tal como discurre mi entrada, es mucho peor el hecho de que para ejercer la autoridad propia de quien manda en un equipo se tenga que recurrir a medios despóticos e incluso crueles y dañinos para la autoestima del trabajador.
Un abrazo.
Es muy fácil ordenar desde un sillón. Yo que veo muchas series policíacas y leo mucho del género, siempre alucino cuando veo al jefe de turno pidiendo resultados rápidos porque le presionan desde arriba. Y digo yo ¿por qué no os ponéis tú y los de arriba a investigar en lugar de andar todo el día con los teléfonos y en los despachos?
ResponderEliminarAfortunadamente, en mi trabajo no he tenido que sufrir nada de eso. Tomo nota de la serie, además de lo interesante de tu reflexión, me voy con otra serie para estos días.
Un beso.
Pues esa imagen tan habitual en el cine (y en la vida real) es la que me ha soliviantado, obligándome a escribir estas líneas. Pero películas aparte, ciertamente es muy fácil mandar desde un sillón, sin pretender saber a qué compromete ni qué implica esa orden dada muchas veces sin apenas pensar.
EliminarY lo peor de todo es que, como en el ejército, la orden va descendiendo por toda la escala de mando hasta llegar al pringao de turno. En el mejor de los casos, ese pringao es un tipo competente y sabe lo que hay que hacer, pero no cómo; y si también sabe cómo hay que hacerlo, le ha caído un marrón de tal calibre que el pobre sudará tinta china para cumplir con ese objetivo marcado de forma totalmnete arbitraria e irrealista. Si lo consigue, echándole horas en la oficina y robándole horas de sueño, nadie le dará si siquiera una palmadita en la espalda. La medalla se la llevará el de más arriba, el que no ha dado golpe. Pero, hay del pobre si no lo logra, o lo logra demasiado tarde para el gusto del mandamás; le caerá un chorreo tal que ya no levantará cabeza en su puta vida. Porca miseria, je,je.
Un beso.
Hola, Josep:
ResponderEliminarDe acuerdo en todo contigo. Tu reflexión es clara y contundente. Hay mucho jefe que esconde su incompetencia en el "ordeno y mando", hay mucho energúmeno suelto. Pero también hay jefes comprensivos, sin duda. Yo, por mi profesión, la enseñanza, no he sufrido mucho la dictadura del Jefe, pues el profesor ejerce sobre todo en el aula y ahí va de jefe...cillo. Vamos, que el/la jefe de departamento, el/la Jefe de estudios, el/la director/a los he sufrido en pequeñas dosis y ahí ha habido de todo con predominio de los comprensivos.
De series, ahora estoy viendo la que han hecho sobre "La amiga estupenda" de Elena Ferrante, que la pasan por el canal Paramount Network. Si conoces la historia ya sabrás de qué va; si no, la serie es bastante fiel.
Un fuerte abrazo
Hola, Juan Carlos,
EliminarPues has tenido suerte de no encontrarte en la tesitura de decidir si sigues soportando los excesos de un jefe insoportable o largarte en busca de un nuevo empleo, a sabiendas de que lo tienes muy crudo, bien por la situación laboral del país, bien por tu edad.
Cierto es que de todo hay en la viña del Señor, y que aunque en todas partes cuecen habas, hay trabajos más tranquilos que otros, y empresas mejores que otras, en las uno puede vivir en paz haciendo su trabajo del mejor modo posible.
Yo debo haber tenido mala suerte, porque, aunque he vivido momentos de calma, han predominado los malos. En todas las empresas en las que he trabajado, ha aparecido, tarde o temprano, el ejecutivo agresivo y cabrón con malos modales. Algunos de ellos han recibido al final su merecido, pero en otras ocasiones he tenido que sufrir durante años y años sus efectos. Y yo también he podido comprobar que esa agresividad, en la mayoría de los casos, no era otra cosa que la expresión de una gran inseguridad e incluso complejo.
No me perderé esta serie. Hoy mismo la voy a buscar. Tiene una muy biena crítica y el argumento es muy interesante. Muchas gracias por dármela a conocer. Estoy ñavido de buenas series, je,je.
Un fuerte abrazo.
Hola.
ResponderEliminarHay jefes estupendos pero muchos, por desgracia,dirigen y mandan desde la comodidad, y sin ponerse jamás en lugar del otro piden las cosas para ayer.
Muy feliz día.
Hola, Gemma,
EliminarYo he visto cómo un empleado, sipñatico, jocoso y ben gente, a medida que iba subiendo escalones en el organigrama de la empresa, iba mutando hasta llegar a ser un cabrito (con perdón). Se le subió el poder (no sé qué poder) a la cabeza. Si ahora se lo echara en cara, seguramente no lo recordaría.
Un abrazo.
¡Hola, Josep!
ResponderEliminarSe ha escrito mucho sobre la erótica del poder en el mundo de la política y podría trasladarse muy bien el tejido empresarial. Si bien la disciplina en la cadena de mando es importante, lo que parece intolerable es el abuso de poder combinado además con la mala educación. Creo que el empleado siempre será más productivo con incentivos que con castigos.
Te agradezco especialmente la mención al blog marciano :-). Respecto a “Los asesinatos del Valhalla” no podría dar mi opinión pues no la he visto y tampoco he realizado nunca una crítica sobre una serie. Pero está claro que las series o el cine si que reflejan una realidad social.
Por otro lado, veremos como acaban los estados de emergencia a nivel mundial. Cuando al poder se le otorgan poderes especiales suelen verse reducidos los derechos democráticos y la libertad de prensa.
Un fuerte abrazo marciano.
¡Hola, Miguel!
EliminarDesde luego, el poder debe contener un gran erotismo. Muchos son los que se batirían en duelo a muerte por ocupar una cargo elevado. Eso también lo he vivido. Han sido muchos años trabajando en medianas y grandes empresas y en casi en todas allas el poder se ha ostentado desde la arrogancia, la prepotencia, salvando a unas pocas honrosas excepciones. Pero son excepciones que confirman la regla.
Al intentar hacer una crítica (por breve que fuera) de una serie televisiva, me dio la impresión de estar metiédome en camisa de once varas, pisando terreno ajeno, Y ya sabes: zapatero a tus zapatos, ja,ja,ja. De ahí que me viera obligado a mencionarte, pues nadie como tú sabe hacer una crítica de calidad.
Hay que ser muy cuidadoso con el uso del poder, sobre todo cuando se excede de su cometido fundamental y toma las riendas que debería ceder a quienes saben conducir ese carro que puede desbocarse en cualquier momento.
Un fuerte abrazo.
Yo creo que los jefes que se comportan así en el fondo no son más que unos acomplejados que tienen que demostrar que están por encima de sus colaboradores por el cargo, ya que no pueden estarlo por otras cuestiones como inteligencia, creatividad, capacidad de resolución de problemas, capacidad de trabajo. Son como los "matones" del cole pero en versión adulta, y es que no hay mejor forma de sentirse superior que tratar de empequeñecer a los demás. Es terrible cuando te toca un jefe así, porque puede llegar a convertir un trabajo que te gusta en un verdadero calvario :((
ResponderEliminarEstupenda reflexión, como siempre.
¡Un abrazo!
Yo llegué a ocupar un cargo directivo durante unos veinte años, por lo que, con lo que voy a decir, me puedo estar echando piedras en mi propio tejado. Hay una teoría (no recuerdo ni su nombre ni quien la formuló) que afirma que todos los puestos de alto rango están ocupados por incapaces. Esta presunción se basa en el hecho de que cuando un empleado es eficiente, se ve promocionado a un rango inmediatamente superior; si en ese nuevo puesto sigue siendo eficiente, se le vuelve a promocionar, y así va subiendo escalones. Hasta que, llegado a un puesto determinado, ya no da más de sí, no sirve para el cargo que ocupa. Y en lugar de degradarlo, ahí se queda para siempre, je,je. Entonces, conscientes de su inoperancia, usan mano dura para mantener a sus "súbditos" en su lugar.
EliminarYo, después de casi cuarenta años de vida laboral, aguantando a más de un inútil pendenciero, llegó un momento en que no pude soportar por mas tiempo la mala educación y abuso por parte de un director general recién aterrizado en la empresa y osé reprocharle en público (ante el resto de miembros del comité de dirección) su conducta. Al cabo de unos meses estaba en la calle. Yo, por supuesto, no él. Me vi en el paro con 61 años. Pero en ese caso, acabó haciéndose justicia, porque al cabo de poco tiempo lo echaron a él por las abundantes quejas que en la Central recibieron de sobre su conducta. Fíjate como sería. Pero yo ya estaba fuera.
Un abrazo.
Creo que la mayoría de los jefes despóticos se comportan así para encubrir sus propias inseguridades, cuando no saben exponer una orden, o justificarla, entonces se agarran a ese "porque lo digo yo". También es cierto que algunos empleados no saben ponerse las pilas si no es con presiones, y se toman sus deberes con bastante laxitud, y con esto no quiero hacer de abogado del diablo.
ResponderEliminarDe todas formas, creo que eso está cambiando, creo que poco a poco cala la idea de que el jefe tiene un equipo a su cargo y que él es parte de ese equipo donde ladrar órdenes no funciona bien. Eso es lo que estoy viendo yo personalmente y a mi alrededor.
Por cierto, yo también estoy enganchada a las series y a las películas. Precisamente antes de ayer vi una peli islandesa sobre asesinatos y policías, y aparte de que me hice un lío con los nombres porque no sabía si hablaban de hombres o de mujeres (esto me pasa también con las novelas nórdicas), me di cuenta que ese país debe de ser muy triste, al menos las imágenes que salían eran como de un lugar desolado y con mucho frío. Luego me vi otra peli también de asesinatos pero esta vez en Galicia, y eso ya fue otra cosa porque puede que el tiempo no acompañe tampoco mucho pero tienen alvariño y marisco para compensar, ja, ja, ja.
Un besote.
Ojalá sea cierto que el estilo de mando despótico esté desaparenciendo de las empresas. Sin embargo, yo distinguiría dos grandes grupos de empresas: las públicas y las privadas, y entre estas últimas las pequeñas y medianas, y las grandes. Yo empecé a trabajar, como creo haber dicho en más de una ocasión, en el Instituto de Investigaciones Pesqueras de Barcelona (ahora Instituto de Ciencias del Mar), dependiente del CSIC, como ayudante de investigación en el departamento de bacteriología marina. Esos fueron los dos mejores años de mi vida, tanto laboral como personalmente, y no solo porque disfrutaba con lo que hacía, sino por el estupendo ambiente de trabajo, sin que nadie te machacara ni te impusiera objetivos absurdos. Todo se consensuaba bajo las órdenes del jefe del departamneto (en mi caso jefa, Josefina Castellví, la primera mujer española que pisó la Antártida, sea dicho de paso). En cuanto salté a la empresa privada me metí en la boca del lobo. Ganaba mucho más pero vivía mucho menos.
EliminarToda empresa privada se mueve, lógicamente, por los beneficios al final del año contable y se marcan objetivos muy estrictos y cada vez más inalcanzables, por lo que la presión a la que los empleados con poder de mando se ven sometidos puede llegar a ser intolerable. Y ahí es cuando se nota, o debería hacerse notar, la catadura moral y profesional de un jefe, de un líder de verdad. Yo asistí a más de un curso sobre liderazgo (tanto en España como en el extranjero), tremendamente útiles si: 1) la gente saliera habiéndose aprendido la lección y 2) si luego les dejaran aplicar lo aprendido sobre el terreno. Pura hipocresía. La mayoría de las grandes multinacionales tienen un plan de carrera y de formación para sus empleados, pero muchas veces parece que ello solo existe de cara a la galería, para cumplir con el expediente y decir lo buenos que son. Pero en cuanto asoma un director general cabrón, que es quien debe marcar o dirigir la política de la empresa, todo se va al carajo. También debo decir que suele haber una gran diferencia entre el ambiente laboral en la Central, cuando esta está en el extanjero, y su filial española. Todo lo que digo está basado en mi experiencia personal y por lo tanto mi opinión es totalmnete subjetiva. De todas las mutinaconales en las que he trabajado, una farmacéutica sueca fue la mejor con diferencia. Pero se la comió una inglesa y la cosa se torció.
En cuanto a las películas nórdicas, a veces no me explico como no pillo una pulmonía con solo ver esos paisajes helados. Y los tíos y tías tan campantes, con un anorak y un jersey debajo, como cuando yo voy al pirineo, je,je.
Un beso.
Totalmente de acuerdo contigo Josep Mª,... desterremos el "porque lo digo yo", en mi caso he tenido y tengo de todo, como en la viña del señor..., afortunadamente solo recuerdo aquellos superiores que he admirado,... y los otros solo son el recurso jocoso en alguna reunión de amigos.
EliminarUn abrazo!
A decir verdad, en general suelo quedarme con lo positivo de las cosas, excepto cuando estas cosas te han dolido mucho o te lo ha hecho pasar canutas. Hay quien incluso habla bien de la mili, je,je.
EliminarUn abrazo.
Completamente de acuerdo contigo. Ser jefe no es fácil. Hay que saber mantener la disciplina, por supuesto, pero sin pasar por la tiranía, además no es de inteligentes tal comportamiento. Se obtiene más "con miel que con hiel".
ResponderEliminarSAludos.
Por desgracia, hay quien a un jefe "bueno" lo toma por "blando". Si eres comprensivo o tolerante con un subordinado es que no sabes "mandar". Parece como si se nos hubiera inoculado el espíritu militar, donde sí que impera el "ordeno y mando".
EliminarUn abrazo.
Hola Josep Mª!!! Ando poniéndome al día con tus post. Este creí que lo había leído. Pues bien, me quedo con tus últimas frases. El ordeno y mando desterrado. No hay justificación a no ser que haya una alarma general de pandemia, y claro esto no va a ocurrir (te imaginas, este sería una contestación sin tener conciencia de la realidad, solo presa de la ingenuidad hace unos meses). Te leo con cierta carga de no haber superado frustraciones futuras, la confianza hace que te lo exprese así. Pero te comprendo muy bien, esa furia puede quedar escondida en los resquicios de nuestro ser. Es complicado ser "jefe" ,jefa en mi caso. Yo lo he sido. Como gerente y como monitora-capataz. La línea de la confianza, de lo que debes de hacer y decir, y el cómo es muy complicado. También te digo que va con la autoestima, con la seguridad que tengamos en nosotros mismos. La debilidad de un jefe se convierte en la fortaleza de un trabajador que está a tu cargo, porque sabe sus puntos débiles, y el chantaje emocional es una herramienta de presión por parte del trabajador y claro, viceversa, como abuso de autoridad. Estoy contigo que no puedes exigir a un trabajador lo que tú no sabes hacer o eres un inútil en lo que ordenas que hagan. Ser sincero es también difícil. Por otro lado, ¿qué cuentas de tus superiores y cuando lo cuentas? por lo que dices, cuando recibes presión. A veces todo se te vuelve en contra. No quiero abusar de tu espacio, pero tengo para contar mucho sobre el tema, siempre bajo una modesta experiencia de jefa, pero lo suficiente. He estado a cargo de gente muy diferente, por periodos cortos de meses a un año, no más. Y también decirte que cada persona es un mundo y si los juntamos, son infinitud y ruedan, ruedan. Voy al otro post. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Eme.
EliminarSí, claro, hay circustancias en las que no queda más remedio que ordenar sin dejar opción a la queja, como cuando de ello depende la seguridad ciudadana. En el ejército, otro tanto. ¿Te imaginas a un soldado poniendo en entredicho la orden de su superior?, je,je.
Mi vida profesional estuvo llena de altibajos, como suele ser normal, como en la vida misma, pero, por desgracia, siempre he sido una persona a la que le han afectado mucho más los fracasos que los éxitos, anque estos superen a los anteriores. ¿Falta de seguridad, de autoestima? Muy probablemente. Pero también sensibilidad y amor propio, diría yo. Por lo tanto, es muy cierto que esta entrada encierra una gran dosis de resentimiento. El sentido del deber y de la justicia reprimidos durante años, hace que uno necesite desahogarse como si de una catarsis se tratara.
Sin embargo, puedo decir y digo que hubieron motivos para sentirse frustrado en bastantes ocasiones. Han sido 36 años trabajando en la empresa privada, ocupando distintos cargos, de "machaca", en los inicios, de mando intermedio luego, y de directivo los últimos 20 años. Así que puedo hablar desde todas las perspectivas, como subordinado y como superior. Espero no haber dado la impresión de que solo he querido quejarme desde "abajo". Ocupes el lugar que ocupes en el organigrama, simepre hay alguien por encima que puede hacerte la vida un poco más difícil de lo que ya es. Como jefe, creo haber sido lo más ecuánime posible y más bien he pecado de "blando" (tolerante) en alguna ocasión en la que habría tenido que mostrarme con un talante más duro (inflexible), al procurar aplicar el lema de no querer para los demás lo que no quieras para ti mismo.
Un abrazo.