Esta entrada no va de literatura ni de cine, va de una realidad espantosa que afecta a niños indefensos.
Estamos
viendo casi a diario actitudes de un calado tan infrahumano que da escalofríos.
Los asesinatos machistas continúan, ya casi parece que forman parte del paisaje
social, por no hablar de la violencia vicaria. ¿Quién en su sano juicio puede
asesinar a sus hijos con la única intención de dañar a la madre? Ataques a
escuelas y hospitales, asesinando a niños y a enfermos indefensos para minar la
moral del enemigo; trata de mujeres, engañadas y esclavizadas para satisfacer
los deseos sexuales de unos degenerados; pederastas que, bajo el “uniforme” de
tutor, entrenador o sacerdote, abusa de aquellos niños y niñas a quienes se
supone que deben formar y proteger; asesinos en serie y monstruos que bajo la
bata blanca de médico abusa de cientos de niños y niñas cuando están sedados.
Este
es un panorama que nos pone los pelos de punta y que no podemos naturalizar por
mucho que acaben siendo habituales.
Pero
quiero creer que toda esa gente tiene un desequilibro psíquico y que obran de
tal modo porque no pueden evitar los impulsos enfermizos. Son psicópatas o
sociópatas que saben que han actuado mal, pero que no muestran arrepentimiento
alguno.
Pero
hoy quiero tratar aquí un hecho del que me quedaría corto si lo adjetivara de
inmoral. En este caso los agresores no ejercen una violencia física sobre los
niños, son desaprensivos que se aprovechan de su corta edad para robarlos a sus
legítimos padres.
Si
nos remontamos a nuestra guerra civil, según la información consultada, más de
30.000 niños fueron evacuados de España, de los cuales unos 3.000 fueron a
parar a la Unión Soviética (“niños de Rusia”, los llamaron). Eran niños del
bando republicano cuyos padres quisieron protegerlos de la guerra que asolaba
el país y de las posibles represalias una vez terminada esta. Esos niños, una
vez establecidos en la URSS, tuvieron que esperar la muerte de Stalin para
poder regresar. Aun así, la mayor parte de ellos no regresaron jamás, y los que
lo hicieron ya eran adultos.
Este
triste episodio —muchos de esos niños fueron internados en los campos del
Gulag, murieron en la guerra o de hambre, y otros se dieron por desaparecidos—
parece algo del pasado, pero no es así. Actualmente, en tres años de guerra en
Ucrania, los soldados rusos han secuestrado a multitud de niños ucranianos —se
calcula unos 20.000—, que han sido llevados a Rusia para ser adoptados por
familias rusas y convertidos en seguidores de Putin, quien los presenta públicamente
como “salvados de los nazis”.
Pues
bien, hace unos pocos días, vi por televisión a una mujer rusa, de nombre Olga
Dorójina, que, ante Putin, se mostraba tremendamente emocionada y agradecida
por haberle permitido quedarse con una niña de cuatro años secuestrada por los
soldados rusos ante la cara de complacencia y satisfacción del dictador ruso.
Esa mujer justificaba esta tremenda injusticia e inmoralidad por el hecho de haber
perdido a su único hijo en el campo de batalla (gracias a Putin). Obvio
reproducir las palabras de esa mujer porque me resultan indignantes, pero
concluía que la pequeña le ha traído algo de felicidad a su hogar.
Este
caso es, para mí, la peor forma de egoísmo, pues busca la felicidad propia a
cambio del sufrimiento ajeno. La Dorójina será feliz sosteniendo en brazos a
una niña que no es suya y que se la han arrebatado a su verdadera familia. ¿No
piensa en el dolor ajeno que ha producido su acto “de amor”? No estamos
hablando de un objeto expoliado durante una invasión, estamos hablando de seres
humanos y, más concretamente, de niños indefensos.
Pero
este no es un acto aislado, pues lo mismo ha sucedido con los restantes niños
arrancados de su país y de sus hogares. Estas personas que obran así, solo
merecen el calificativo de miserables.
Son simples mercancías, con ellos se pagan favores o se obtienen fidelidades. Encima hace propaganda, diciendo que son reeducados, para salvarles del mal.
ResponderEliminarAbrazo.
Forman parte del botín de guerra, un botín infame. Los roban y los reeducan a su conveniencia.
EliminarSon ladrones de cuerpos y almas.
Un abrazo.
No sabía de este suceso y la verdad es que pone los pelos de punta. Aquel ejercito que es capaz de cometer el robo de niños por supuesto estará dispuesto a torturar, violar a las mujeres, matar por diversión etc. Las guerras convierten a los hombres en miserables como bien titulas en tu entrada.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
Yo sabía de estos secuestros, pero ver la imagen de esa mujer rusa agradeciendo al "zar de las rusias" el haber podido quedarse con un botín de guerra en forma de una niña de cuatro años, a la que sostenía en brazos, me sulfuró todavía más. Una miserable indecencia.
EliminarUn abrazo, Miguel.
Lo que está sucediendo pone de manifiesto la catadura moral de algunos seres que habitan entre nosotros. Es terrorífico lo que está sucediendo y se está provocando mucho dolor que no va a poder ser subsanado jamás, en todas las partes. De verdad merece la pena? La mujer rusa que acogió a la niña ucraniana entiende perfectamente el sufrimiento y desgarro por el que estará pasando la madre biológica de esa niña, y me pregunto, le compensa solo por dejar de sentir la ausencia de su hijo fallecido en una guerra absurda?
ResponderEliminarLas guerras siempre dejan un poso de resentimiento contra el enemigo que acaba ganándola, pero en este caso creo que más que resentimiento lo que sienten y sentirán los invadidos es odio, por todos los desmanes inhumanos que están sufiendo. Y nadie, en su entorno, puede hacer nada para remediarlo. Esa mujer rusa que se alegra por tener una niña robada, ¿acaso no se pone en el lugar de la madre biológica? Pues no, lo único que le importa es llenar el vacío que dejó su hijo muerto, como si de una transacción mercantil se tratara.
EliminarUn saludo.
Desconocía la anécdota, Josep. Desde luego me parece terrible el hecho y la difusión por televisión del agradecimiento de la mujer al dictador Putin por haberle permitido quedarse con esta niña de cuatro años secuestrada a los ucranianos es de una inmoralidad monstruosa. Puedo entender a la mujer que perdió a su hijo en el campo de batalla, pero me imagino la cara de los padres de la niña secuestrada, si es que existen (me da que no) o de cualquier familiar suyo. Esta historia que hoy traes, Josep, me ha conmovido por su enorme crueldad, me parece muy fuerte. ¿Acabará esto algún día?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Forma aparte de la propaganda rusa y no puedo comprender como alguien con un mínimo sentido común y una mínima sensibilidad puede ver con buenos ojos tal injusticia. Todo por la patria, deben pensar. Esos niños y niñas serán adoctrinados, como lo está la población rusa que acepta esos desmanes.
EliminarOjalá toda esta horribe historia acabe pronto, pero me temo que no, pues se está viendo que la intención de Putin no es acabar con esa guerra injusta a corto plazo.
Un abrazo, Juan Carlos.
Los calificativos se quedan siempre cortos para definir a esa gentuza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, agotaríamos la lista de sinónimos y aun así seguiríamos quedándonos cortos. Lo resumiría como malditos bastardos, como el título de la película de Tarantino.
EliminarUn abrazo.
Miserables, malnacidos, mala gente que camina... Cuesta encontrar calificativos para según qué tipejos, y hay tantos en el mundo... Como decía Tarantino, a quien veo que mencionas más arriba, en Los malditos ocho, «Solo hay que colgar a los cabrones infames, pero a los cabrones infames hay que colgarlos». Pues eso.
ResponderEliminarUn beso.
Esa gentuza no merece ser considerados humanos, pues se alimentan de la desgracia ajena. Por desgracia, me da la impresión de que cada vez son más. Siguendo el símil cinematográfico, me gustaria decir que no habrá paz para los malvados.
EliminarUn beso.