domingo, 24 de marzo de 2024

Malditos bastardos, digo petardos

 


Esta entrada solo, o mayoritariamente, la comprenderá los que tienen animales de compañía —en mi caso, un perro— que se aterrorizan con las detonaciones, estruendo y zambombazos de los petardos.

Llamadme rarito, pero a mí nunca me han gustado los petardos, ni siquiera de niño, y diría que incluso les tenía pavor, sobre todo desde que a mi hermana menor casi la dejan ciega mientras paseábamos observando las hogueras que se montaban en las calles de mi ciudad natal en las noches de San Juan.

Si bien reconozco la belleza de los fuegos de artificio, no entiendo ni entenderé la atracción, por no decir pasión, por los petardos lanzados tanto por niños como por sus mayores. Cuando se aproxima la verbena de San Juan, veo deambular por las calles gente cargada con bolsas repletas de todo tipo de artilugios explosivos, que antes, durante y después de la típica celebración sanjuanera, dejan los jardines, parques y calles de toda mi población hechos un vertedero al aire libre, hasta que a los barrenderos municipales les llega el turno de limpiar lo que los incívicos ciudadanos han ensuciado.

Pero intentando ser tolerante, asumo que, en momentos puntuales, durante un evento tradicional, se lancen cohetes y todo tipo de petardos, pero una vez terminado aquel debería volverse a la normalidad. Pues no, como decía anteriormente, esas manifestaciones explosivas tienen lugar en cualquier momento y lugar, empezando muchos días antes de la celebración —ya sea la fiesta mayor, la fiesta de la juventud, la de la rosa o cualquier otro festejo inventado o recuperado del pasado— y terminando muchos días después de la misma, hasta que el arsenal pirotécnico adquirido por los apasionados celebrantes se agota, quienes, hasta que no les llega ese triste momento, se pasean a todas horas del día y de la noche, por las calles lanzando a diestro y siniestro esos odiosos explosivos, con gran algarabía por su parte.

Me gustaría saber qué les produce tanto placer a los aficionados a hacer explosionar estos malditos petardos. ¿Qué gozo oculto entrañan? ¿Será una forma de desahogo? ¿De sentirse importante? Porque, a pesar de la peligrosidad intrínseca de los artilugios pirotécnicos, que producen graves accidentes tanto en los usuarios como —en mucha menor proporción— en los puntos de venta y de almacenamiento, es innegable que nadie es capaz de renunciar a su empleo donde les da la gana, sin pensar si molestan a otros ciudadanos que no son amantes de esa “emotiva” actividad.

Pero volviendo al efecto de los petardos en los perros —y supongo que en otras especies animales—, no solo son los pobres animales indefensos los que sufren ansiedad ante tales explosiones jubilosas, sino también sus contrariados dueños, que tenemos que soportar y sobrellevar como podemos la angustia y desazón de nuestras mascotas sin hallar un modo de aliviarlas. Si solo se tratara de unos minutos —el tiempo de duración de los fuegos de artificio—, no tendríamos más remedio que aguantarnos, pero el caso es que tales estruendos se prolongan horas y días sin que podamos hacer nada por evitarlo. ¿Quién se atreve a ir en contra de una tradición tan arraigada entre la población? Sería como ir en contra de las corridas de toros y otras actividades taurinas en las calles de muchos pueblos. Como mínimo se nos tacharía de aguafiestas.

Así pues, como en muchas otras actividades molestas, no tenemos otra opción que soportar con airada resignación a esos fastidiosos activistas, quienes, eso sí, se llevan, por mi parte, un aluvión de insultos e improperios varios. Contra ellos no hay nada que hacer —y eso es lo que más me indigna—, pues incluso las asociaciones protectoras de los animales no son capaces de evitar, ni siquiera mitigar, el sufrimiento producido por esa tortura psicológica animal.

Como decía al principio de esta entrada, solo aquellos que tienen y aman a sus mascotas —que son mucho más que eso, pues son miembros de nuestra familia y los queremos y cuidamos como a tales— entenderán y compartirán mi animadversión hacia esos malditos petardos. Y si no, pues qué le vamos a hacer.


20 comentarios:

  1. Los perros sufren mucho a causa del ruido de los petardos, lo pasan realmente mal.
    Tengo unos amigos que encierran el perro en el lugar más aislado de la casa y le ponen música, para distraerlo de esa algarabía callejera.
    Un abrazo.

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    1. Nosotros intentamos hacer lo mismo, pero como todas las habitaciones de nuestro piso, incluidos los baños, son exteriores, el ruido se oye igualmente. Lo que no he probado es poner música, pero dada la excitación que sufre nuestro perro, dudo mucho que sirva de algo. Pero por probar...
      Muchas gracias por el consejo, Alfred.
      Un abrazo.

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  2. Estoy totalmente de acuerdo, sobre todo en como les puede gustar tanto a la gente los petardos, será porque ellos mismos lo son, jajaja.
    Pues los trabucazos de las fiestas de Moros y Cristianos en las que estuve solo una vez, pensé que se me explotaba el pecho, horrible, no lo aguantaba y eso que era joven. No quiero pensar que harán los perrillos en esos lugares. Yo no he tenido oportunidad de comprobarlo con mi perro, pero recuerdo cuando iba de pequeña al pueblo, en las fiestas cuando echaban los cohetes el perro de mis abuelos empezaba a correr con el rabo entre las patas y no paraba hasta la casa. Es que como tienen el oído tan fino les molestas todos los ruidos fuertes.
    Pues nada habrá que aguantar, :))).
    Un abrazo Josep y que tengas una buena semana.

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    1. A mí me molestan todos los ruidos que sobrepasan unos determinados decibelios. Incluso me molesta el ruido de algunas motocicletas y coches, cuyos conductores (generalmnete muy jóvenes) parece que deseen hacerse notar de tanto acelerar e incluso trucar el tubo de escape de sus vehículos para que así suenen más potentes y ruidosos. Es una forma como otra cualquiera de llamar la atención, digo yo. Pues no puedes imaginarte lo insoportable que me resulta el ruido de los petardos. Cuando oigo las explosiones, sean cercanas o lejanas, me sale la vena asesina. No digo lo que pienso en esos casos porque es muy fuerte y, además, se trata solo de un arrebato pasajero, je, je.
      Un abrazo.

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  3. Yo tampoco entiendo la ilusión por divertirse haciendo ruido, si bien reconozco que tampoco sabía que ocasionaban tanto trastorno en los animales.
    Un abrazo.

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    1. Los veterinarios alertan de los efectos del ruido de los petardos en los animales de compañía, pero pocos consejos pueden dar y los que dan no resultan muy efectivos. Lo único que funcionaría sería sedarlos, pero nunca me he atrevido a ponerlo en práctica porque tiene sus riesgos y quizá sería peor el remedio que la enfermedad.
      Un abrazo.

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  4. El ruido ensordecedor a mí me descoloca, y no soy mascota alguna. No creo que sea necesario para disfrutar, ni de lejos.

    Un abrazo, y que las mascotas no tengan que soportar esa invasión en sus oídos.

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    1. Si el ruido de las aglomeraciones y festivales ya me incomoda, imagínate tener que soportar el de los petardos durante horas sin poder hacer nada para impedirlo. En cuanto a mi perro, cuando era más joven (ahora ya es muy mayor y tiene reducida la movilidad), tan pronto como oía el sonido de los petardos corría a mi encuentro, mirádome como si me pidiera ayuda, y acababa saltando a mi regazo, y eso que pesa unos 25 Kg. Pero ni así lograba consolar al pobre animal. Y acabo sufriendo como él.
      Un abrazo.

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  5. No tengo ninguna mascota, así que no puedo opinar en esta ocasión con un mínimo de criterio. He visto a perros ponerse muy nerviosos con el ruido de petardos y tal. Yo no soy mascota (aún, ja-ja), pero te diré que estando en Toledo (trabajé en esa ciudad durante siete años) una primavera por hermanamiento entre Toledo y Valencia o alguna cosa por el estilo se personaron en la ciudad imperial una comparsa de las que van asociadas a una pirotécnica. Estas comparsas de habitual, como si nada, tiran petardos por doquier, eso sin hacer nada, vamos, sentados en una terraza tomándose una caña; luego, según van entrando en materia el ruido de los petardos, bombas y demás va en aumento hasta eclosionar en una mascletá estupenda, contundente, impresionante.
    Si lo anterior dura sólo un día, bueno. Pero mi recuerdo toledano me lleva a toda una semana con ruido infernal por doquier a todas horas con culminación pirotécnica variada. Acabé harto, jamás he ido a ver las Fallas por esta razón (el mucho gentío también me echa para atrás). O sea, que sí, querido amigo, te entiendo y te comprendo.
    Un abrazo

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    1. Si no todos, muchos humanos y la gran mayoría de perros no soportan los ruidos escandalosos, y entre ellos se encuentran los producidos por los petardos, trabucos, mascletá y orgías similares. Pero, a diferencia de los perros, los humanos podemos tomar las de Villadiego y cambiar de ambiente, cosa que los pobres chuchos no pueden hacer porque están supeditados a nosotros y van, y están, donde nosotros vamos y estamos.
      Mi perro vive a cuerpo de rei, pero estas experiencias traumáticas no se las quita nadie, al pobre.
      Te agradezco tu empatía a este respecto, je, je.
      Un abrazo, Juan Carlos.

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  6. Hola, Josep Maria.
    Te entiendo, los míos lo pasan fatal, y no solo el momento, luego están un par de días incómodos y atemorizados, sobre todo la monstruo (la llamo así porque es gigante, pero como el león en el mago de oz le falta valor) :) Una bonachona.
    Poco podemos hacer. A parte, de no dejarlos solos cuando son días clave.
    Un beso.

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    1. Hola Irene.
      Muchos son los consejos que me han dado para evitar el sufrimiento psicológico de mi perro, pero ninguno ha dado resultado. Lo único que puedo hacer, como apuntas, es intentar traquilizarlo y acompañarlo mientras dura el festival sonoro.
      Un beso.

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  7. Yo este año estaba en la finca con la perrita y yo no sabía que habían adelantado las fiestas por las elecciones de julio. Pues un día lanzaron petardos voladores y la pobre se llevó un susto horrible. Yo le estaba poniendo la comida en el comedero, con ella sentada a mi lado. Pues al oír el ruido me giré y ya no la vi. Menudo susto. Tardó una hora en aparecer. De la finca es casi imposible escapar, pero yo llegué a pensar que había algún sitio, al fondo, entre los matorrales.
    Al final, estuve cantando una canción que uso para calmarla y la encontré escondida y temblando. Pasé una pena.
    Cada vez que sé que va a haber cualquier pirotecnia la llevo a pasar el día a a finca, y si es por allí ues la tengo cerca de casa.
    Y ya no te digo los pájaros y otros animales, qué pánico pasan.

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    1. Los amantes de los animales lo pasamos casi tan mal como ellos cuando se produce algo que los perturba y los asusta, ya no digo cuando están enfermos o sienten dolor. Ahora mismo, mi perro, con 11 años a sus espaldas, está bastante fastidiado de las articulaciones y le cuesta andar, y ya le resulta imposible saltar a su asiento en el coche, así que le tenemos que ayudar como ayudaríamos a un anciano con movilidad reducida. Y cuando le veo así, me da una pena...
      Un abrazo.

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  8. De hecho, todas las acitvidades peligrosas deberían, si no prohibirse, sí al menos controlarse para que nadie salga dañado. Y si además son actividades que, como bien dices, perjudican al medio ambiente, con más motivo. La idea de los drones y juegos de luces me parece magnífica y espero que algún día sustituyan a la actual pirotecnia.
    Muchas gracias por tu visita e interés.
    Un saludo.

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  9. Yo he estado tentado, en más de una ocasión, de huir de mi población, que es muy fiestera y lanza petardos con cualquier excusa, e instalarme en el campo, lejos del mundanal ruido, pero no encuentro el lugar adecuado. Lo máximo que he podido hacer es pasar la verbena de San Juan al apartamento de la playa, pero es precisamente en la playa que tenemos enfrente donde montan los "petarderos" su orgía de luz y sonido. Lo único que le salva a mi perro de morir de un infarto es que lo encerramos en un baño interior y trasero en donde los ruidos están más amortiguados.
    Un beso.

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  10. Yo no tengo mascotas, pero odio con toda mi alma esa afición por los petardos. Al igual que tú, no veo qué tiene de atractivo hacer tanto ruido, es insoportable. En mi ciudad, y por lo que tú cuentas, no son tan aficionados porque es cierto que salvo en Navidad (en Nochebuena y Nochevieja) y cuando alguno de los equipos de fútbol de la capital gana un trofeo, no suele haber tanto "voluntario" del petardo como por donde tú transitas, aun así, me molestan muchísimo.
    Creo que debería haber una reglamentación más rigurosa.
    Un beso.

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    1. No sé si existe alguna reglamentación sobre el empleo de petardos (festividades, horarios, zonas, decibelios, etc,) pero no creo, y de haberla doy por hecho que los practicantes petardianos se la pasan por el forro, o bien la desconocen, aunque se diga que el desconocimento de la ley no exime de su cumplimiento. Pero lo cierto es que jamás he visto a un municipal rondando por las zonas en las que se montan estas juergas pirotécnicas para prevenir desmanes y que los lanzapetardos se pasen de la raya. Quizá es que a ellos también les disgustan y prefieren largarse a otra parte o ponerse tapones en los oídos.
      Está visto y comprobado que hay cosas que, aunque nos revienten, tenemos que tragárnoslas.
      Un beso.

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  11. No sabes cómo te entiendo. Primero que a mí eso de los petardos, el fuego... nada de eso me gusta. Pero vale que yo me aguante, lo que llevo fatal es que no tengan en cuenta a los niños autistas, a los mayores con degeneración... a tantas personas que les hace un daño brutal porque les altera, les aterroriza. En cuanto a los animales yo tenía a mi Thor, ya se me murió, que se ponía a temblar hasta el punto que nos daba miedo porque el corazoncito parecía que se le salía, por mucho que le cogiéramos. En una ocasión hicimos caso a la veterinaria y le dimos una pastilla antes de que echaran fuegos artificiales, pero también nos daba miedo que no se despertara. Qué le vamos a hacer, tener un animal en casa es quererle y nosotros le queríamos. Pero hay gente que no tienen sentimientos, está visto.
    SAludos.

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    1. Por desgracia, la gente va a lo suyo y le importa un comino si su diversión molesta o no a los demás. Si les llamaras la atención, te dirían que estás loco o, en el mejor de los casos, que eres un rarito por no compartir sus mismos gustos. Y aquí no solo podemos hablar de petardos sino también de la música a tope, como en esas raves que se montan en el campo y que tienen a los vecinos de los pueblos colindantes hartos y desesperados porque ponen la música a tope hasta la madrugada. Y así podríamos ir añadirendo a la lista otras situaciones, como el ruido de las terrazas de los bares a altas horas de la noches, etc.
      La verdad es que no había reparado en el efecto del ruido de los petardos en los niños autistas ni en los ancianos con problemas mentales o degenerativos. Lo que sí he podido comprobar es lo mal que lo pasan nuestras mascotas, pues los pobres animales no entienden lo que ocurre y llegan a sentir verdadero pánico.
      Un saludo.

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