jueves, 12 de junio de 2014

Después de la tempestad viene la calma



Todos hemos oído este famoso refrán anónimo y en más de una ocasión hemos sido testigos de su veracidad. Tras un episodio doloroso, ya sea físico o anímico, saboreamos la tregua que nos da el cuerpo o el alma antes de reanudar su tormento con un placer muchísimo mayor que cuando estamos acostumbrados a su ausencia. Ello se debe al poco tiempo que dista entre ambas etapas, entre el dolor y el bienestar, entre el desasosiego y la calma, entre el bien y el mal.

Cuán protectora es, a veces, nuestra mente que al poco de dejar atrás una etapa, una mala racha, una mala experiencia, se olvida de ella, quizá para borrar, de este modo, todo rastro negativo que pueda impedirnos ser felices.

A diferencia de una, diría yo, mayoría resentida, yo no he guardado jamás rencor ni he abrigado deseos de venganza contra nadie, aunque parafraseando a uno de mis grupos musicales preferidos, The Corrs, hago mía la frase de la canción Forgiven not forgotten (perdonado, no olvidado).

Quien tiene memoria será un ser agradecido o prudente, según sea el hecho a recordar, pero nunca insensible o necio. Del mismo modo que se dice que es de bien nacido ser agradecido, añadiría que es de prudente ser clemente, pues el odio sólo crea insatisfacción y angustia.

En mi vida, he vivido muchas malas experiencias y casi todas vinculadas con el trabajo, y las más lamentables tuvieron lugar en mi último año de vida laboral, etapa tan breve como intensa, que podría calificarla como la de la gran tempestad que me hizo zozobrar hasta límites insanos para el cuerpo y para el alma.

Dos años de calma más tarde, ya jubilado, cuando ya había parado de llover golpes y penas, inicié mi aventura escritora en un blog que mis hijas, las principales artífices de mi andanza literaria, crearon y bautizaron con el nombre de Retales de una vida para que pudiera plasmar en él mis más íntimas vivencias y reflexiones, a lo que he  dedicado mucho tiempo e ilusión. Pero el tiempo, los consejos de mi mujer y mi imaginación, me llevaron a virar hacia un rumbo algo más osado y novedoso para mí, el de los relatos de ficción que ahora ocupan gran parte de mi todavía escasa producción literaria.

He aquí una recopilación de mis narraciones íntimas y personales, reales y ficticias y que he dividido en historias vitales, imaginativas y fantásticas.
 
 
 
Este es el prefacio de la obra recopilatoria a la que puse como título Ahora que ha parado de llover y que, por las causas que comento en la entrada anterior de este mismo blog, he acabado auto-editando buscando, con ello, satisfacer mis deseos más básicos de ver materializado el fruto de mi ilusión escritora.

Esta edición, financiada por mi bolsillo y por esa ilusión cuasi infantil, tan limitada en número de ejemplares como, posiblemente, en calidad literaria (a fin de cuentas solo soy un escritor amateur sin formación en el mundo de las letras), solo va destinada a mis propias manos y a las de aquellas personas de mi entorno familiar y círculo de amistades que han sido especialmente complacientes con lo que escribo.

Otra versión, que yo mismo he editado en la web de Amazon (
www.amazon.es), está disponible en formato para ebook a un precio de compra tan modesto como mis aspiraciones literarias. Al fin y al cabo, no inicié esta andadura con ánimo de lucro, una andadura que en los próximos días cumplirá un año y que aunque tenga que hacerla en solitario, no le he puesto fecha de caducidad. Por ahora.
 
 
 

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