lunes, 3 de noviembre de 2025

Impuestos, benditos impuestos

 


A todos nos fastidia tener que “aflojar la pasta”, pero a unos más que a otros, según sus circunstancias personales. Pero lo que, en general, más disgusta al ciudadano es pagar impuestos. Hay quien, en un ejercicio de ignorancia, piensa que ello es extremadamente injusto y lo ven como un expolio contra natura. Deben pensar que los gastos generales del Estado ─que en 2024 ascendieron a unos 725.000 millones de euros, y cuyo presupuesto ha quedado congelado por no haber llegado a un consenso político para su renovación anual─ se cubren con el maná caído del cielo. No sé si alguna vez se han preguntado lo que cuesta hacer frente a las muchísimas inversiones que un país como el nuestro necesita.

Otra cosa a tener en cuenta es dónde van a parar nuestros impuestos, si se invierten acertadamente o hay una fuga hacia manos o intereses oscuros. Pero para ello, hay un control presupuestario que, en teoría, fiscaliza al Estado. ¿Algo o alguien se escapa a ese control? Buena pregunta para la que no tengo respuesta. Así que dejémoslo aquí.

Sea como sea, es cierto que no siempre se utiliza nuestro dinero para los fines más imprescindibles, especialmente en algunas CCAA. De lo contrario, no habría problemas de falta de inversión ─o peor aún, de desinversión─ en la sanidad, la educación o la vivienda, entre otras necesidades básicas. Alguien hace mal los deberes o no los hace y se desvían fondos hacia otras partidas menos prioritarias pero políticamente más interesantes para el gobernante de turno.

Cuando trabajaba, de mi salario se me retenía alrededor de un 30% en concepto de IRPF. Y no me molestaba, pues era consciente de lo necesario que era contribuir al gasto público y para conseguir lo que en Suecia se dio en llamar el estado del bienestar. Por aquella época, mis colegas suecos (de la Empresa multinacional en la que trabajaba) me comentaban que, según el nivel salarial, a algunos les correspondía pagar hasta un 50% de sus ingresos brutos, pero que, a cambio, muchos de los servicios públicos eran gratuitos (incluida la enseñanza) y funcionaban perfectamente. Así da gusto pagar impuestos si luego benefician al ciudadano. Lo contrario se asemeja a un fraude o robo a mano armada.

Hay una frase de Karl Marx que siempre he hecho mía y que dice “De cada uno según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades”. Esa sí que es una verdadera solidaridad. Quien más tiene, más debe aportar al erario público, y quien menos tiene y más necesita, tiene que recibir la ayuda necesaria para vivir dignamente. Por eso me indigna que las grandes Empresas, que tienen unos beneficios millonarios, paguen una miseria en concepto de impuestos en comparación con un trabajador cualquiera.

Pero para más injusticia y desigualdad, hay impuestos que se aplican en algunas CCAA y en otras no, como el de sucesiones y donaciones. En primer lugar, ¿Por qué tienen que quedarse las autoridades competentes en asuntos económicos con un porcentaje de una herencia o donación, generalmente de padres a hijos? ¿Acaso el dinero y bienes adquiridos por los progenitores no han tributado reglamentariamente mientras vivían? Entre IVA e IRPF, creo que ya cumplimos de sobra con nuestras obligaciones con el fisco. Si hace falta más dinero para financiar una Comunidad Autónoma, no creo que sea imprescindible ahogar al contribuyente en impuestos, sino utilizarlos como es debido, ahorrando en gastos innecesarios.

Más irregularidades que demuestran un desequilibrio entre CCAA: ¿por qué en unas se subvenciona lo que en otras no por falta de dinero? Y resulta que ─no mencionaré cuáles, pero es fácil de descubrir─ entre las que precisamente bajan impuestos y dan servicios gratuitos a su población están las más deficitarias, mientras que otras más ricas no se lo pueden permitir. No es ni más ni menos que un agravio comparativo. Y ¡ay de quién proteste!, porque se le tacha de insolidario.

Y por último, una irregularidad elemental que parece ser que nadie tiene en cuenta o bien lo tiene pero como algo anecdótico: no siendo el IPC igual en todas las Comunidades, quien tiene la suerte de vivir en una con un IPC más bajo, pero su salario es exactamente igual que el de otro trabajador que vive en otra con un IPC superior (trabajadores de una misma Empresa con sucursales por todo el territorio nacional), vivirá más desahogadamente. De ahí que algunos jubilados que han vivido y trabajado en ciudades caras, vuelvan a su terruño, donde pueden vivir más holgadamente.

España no solo es un país plurinacional (mal que les pese a algunos) sino también pluri económico, con diferencias, a veces abismales y, por lo tanto, injustas. ¿Y qué hacen los impuestos autonómicos? Pues agravar estas diferencias y crear lo que yo llamaría una distopía social y/o económica.

Y duele saber que mientras muchos pagamos religiosamente lo que nos corresponde, otros ─curiosamente políticos, que deberían dar ejemplo─ se dedican a desviar fondos de la Comunidad hacia otros derroteros, llenarse los bolsillos y, para colmo, tienen la prebenda de poder disfrutar de una jubilación de lujo. Por no hablar de la famosa amnistía fiscal que tuvo a bien aplicar al gobierno de Mariano Rajoy y dirigida por el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que benefició a empresarios y grandes fortunas, a contribuyentes con activos no declarados en el extranjero ─muy patriotas ellos─. políticos y personalidades públicas, miembros de la nobleza, etc. Sin palabras. Al parecer, lo de que “Hacienda somos todos” lo interpretaron a su manera.

Pero como no tengo ninguna potestad para solventar ni minimizar estas anomalías, pues me tengo que aguantar y desahogarme por aquí.


2 comentarios:

  1. Tema complejo donde los haya. Porque, a ver, está claro que los impuestos son necesarios para que un país funcione. El problema está cuando no te fías de quien se encarga de administrar ese dinero y tampoco estás de acuerdo con la distribución que se hace de ese dinero. Con el sistema de autonomías se multiplicaron las administraciones (en algunos casos hasta se triplicaron), y por ende se multiplicaron los impuestos hasta el infinito y más allá (hoy pagas hasta después de muerto).
    Hay gastos que yo eliminaría de cuajo, como la financiación de las televisiones autonómicas, y revertiría ese dinero en sanidad, educación y servicios sociales. ¿Y el Senado? ¿Para qué puñetas sirve el Senado? Y así, suma y sigue.
    Impuestos sí, pero con una mejor fiscalización, transparencia, y distribución donde realmente se necesita.
    Un abrazo, Josep.

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  2. ¡Qué razón tienes al recordar que los 725.000 millones no caen del cielo! Y lo de Suecia... ¡uf! Qué envidia sana. Pagar un 50 % a cambio de sanidad, educación y servicios que funcionan como un reloj suizo... eso sí que es un pacto social que merece la pena. Aquí, en cambio, a veces da la sensación de que pagamos por un billete de lotería y nos toca el número premiado... pero para otro.
    Los impuestos, nos gusten más o menos, son la esencia de una sociedad justa siempre que esos impuestos sean justos y acordes a las rentas percibidas.
    Un abrazo, Josep.

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