miércoles, 22 de octubre de 2025

Reivindicaciones perturbadoras


 

Esta entrada puede resultar controvertida y hacer que los lectores me califiquen de reaccionario. Nada más lejos de la verdad. En todo caso, seré quisquilloso, impaciente y poco empático cuando un evento del tipo que sea perturba o limita mi libertad.

Me considero progresista y reivindico a ultranza el derecho a la libertad de expresión y de manifestación, siempre y cuando no se cruce una línea roja; en el primer caso, la mentira, la calumnia y el insulto; y en el segundo, la extrema violencia y el vandalismo. También defiendo los derechos de la clase trabajadora y su lucha por unos derechos amparados por el estatuto de los trabajadores.

Tanto el derecho a manifestarse como el de hacer huelga están protegidos por ley, como no podía ser de otro modo en una sociedad democrática.

Pero ¿qué pretende un huelguista? Pues reivindicar mejoras en su puesto de trabajo (ya sean salariales, de horario o condiciones laborales diversas, entre otros derechos). ¿Y a quién va dirigida esta protesta? Pues al empresario o Empresa para la que trabajan.

¿Y qué se pretende con una manifestación? Pues expresar públicamente el descontento por cualquier tipo de injusticia social y reivindicar que lo que se exige sea tenido en cuenta. Así pues, son las autoridades, ya sean locales, autonómicas o centrales, las que tienen la potestad de tomar partido y actuar directamente o intermediar en beneficio de los manifestantes ante quienes va dirigida esta protesta.

Pero la realidad suele ser distinta y los perjudicados de ambas acciones, perfectamente legítimas (la huelga y la manifestación, que generalmente suelen ir de la mano), no son, en primera instancia, los empresarios ni las autoridades, sino los ciudadanos de a pie que no participan en esos actos por las causas que sean, a pesar de dar soporte a esas quejas.

Cortes en la circulación y en la movilidad general: cortes de carreteras y de las principales vías de acceso y de circulación en la ciudad, líneas de tren cortadas, carreteras y autopistas cortadas por agricultores o ganaderos en protesta por sus condiciones laborales u otras afectaciones económicas, vuelos anulados, aeropuertos tomados por una multitud de manifestantes o bloqueados por taxistas en huelga, autobuses y metros fuera de servicio (salvo durante los obligados servicios mínimos), y servicios públicos suspendidos temporalmente, etc..

En tales casos, ¿qué puede hacer el ciudadano que tiene que ir a trabajar, tomar un avión, asistir a un examen o a una visita médica, por no hablar de una intervención quirúrgica u otras actividades ineludibles? ¿No resulta injusto perjudicar a inocentes que, como he dicho, muy probablemente empatizan con los manifestantes? ¿No sería más justo que las manifestaciones, tanto por motivos laborales, sociales o políticos, se hicieran ante la empresa u organismo responsable? A una Empresa se la perjudica haciendo huelga de brazos caídos, pues ello afectará la productividad y supondrá una pérdida económica que puede ser millonaria. Pero ¿qué culpa tiene el resto de la población porque dicha Empresa, ya sea pública o privada, no acceda a las peticiones de los manifestantes? 

Un caso aparte y reciente es el execrable genocidio que ha sufrido el pueblo palestino en Gaza, un hecho tan inmoral que ha merecido ser objeto de multitudinarias manifestaciones, tanto a nivel nacional como internacional, protestas para alzar la voz ante tal barbarie. Pero aun así, ¿qué culpa tenemos de sufrir colapsos de movilidad durante horas y días, si todos estamos en contra de esa masacre vergonzante y apoyamos la causa palestina? En este último caso, un caso ciertamente extremo, es imperioso presionar a las autoridades nacionales de cada país para que, a su vez, presionen a quienes tienen el deber de detener o hacer detener el genocidio, pero con manifestaciones pacíficas que eviten el tumulto y el caos y ofrezcan alternativas de movilidad a los ciudadanos afectados. 

Lo antedicho, puede parecer egoísta, pero creo que es perfectamente compatible una protesta multitudinaria con el bienestar de quienes no participan físicamente en ella.

Supongo que no es fácil ejercer una presión viable y eficaz ante cualquier entidad nacional o supranacional sin perjudicar mínimamente a terceros, así como evitar que una manifestación acabe en una batalla campal por culpa de unos cuantos ultras vándalos. Pero algo habría que hacer, ya que no me parece de recibo tener que resignarnos a sufrir las consecuencias de unos actos que nos pueden afectar grave e irremediablemente, aunque sea de forma temporal, por el hecho de ser justos y necesarios.

No sé si llevo una pizca de razón en todo lo aquí expuesto o es la edad lo que me hace pensar así y me he vuelto un viejo cascarrabias.


12 comentarios:

  1. Me gusta cómo defiendes la libertad y el derecho a protestar, pero con ese giro tan tuyo, señalando con el dedo (y un guiño) a esas manifestaciones que, sin querer, acaban fastidiando al vecino que solo quiere llegar a su cita médica o no perder el vuelo. ¡Y qué razón tienes! Uno puede estar a tope con la causa, pero cuando te quedas atrapado en un atasco por una carretera cortada, se te escapa un suspiro de "¡ay, mi empatía se está poniendo a prueba!". Paciencia, no queda otra. Un abrazo, Josep.

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    1. Hay que ser muy resistente ante las adversidades que a uno le afectan si tras ellas hay una causa justa, por mucho que nos fastidie en la práctica. De todos modos, sería bueno y conveniente que quienes organizan una movilización de alto alcance, pensaran en el daño que le pueden estar haciendo a terceros ajenos a la causa o que no participan presencialmente en ella.
      Un abrazo, Miguel.

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  2. Aunque resulte un tópico, es bien cierto eso de que nuestra libertad termina dónde empieza la de los demás.
    Un abrazo.

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    1. Pues sí, cada uno lucha y defiende sus intereses, pero debe respetar los de los demás.
      Un abrazo.

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  3. Yo no tengo nada que decir porque estoy de acuerdo contigo, y además tú lo explicas muy bien con tu buena retórica, lo que no hago yo, que me enredo, :))).
    Desgraciadamente como dirían los políticos que les importa todo un pito... son daños colaterales.
    Y aparte, la verdad es que cuando nos hacemos mayores, todo nos molesta, jajaja.
    Buena reflexión Josep. Un cálido abrazo.

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    1. Efectivamente, son daños colaterales que tenemos que asumir, nos guste o no. Y también llevas razón en que cuanto más viejo más gruñón, je, je.
      Un abrazo, Elda.

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  4. Ante el derecho de todo manifestante, a mostrarse de acuerdo o en desacuerdo, con lo que se tercie, está el individual, de poder vivir y transitar libremente.

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  5. Estoy de acuerdo contigo. Lo malo es que hay casos en que si no se causa alguna incomodidad, al no haber perjuicio, la protesta queda en agua de borrajas y nadie hace caso. Pongo como ejemplo una huelga de profesores. ¿Cómo se puede hacer sin perjudicar el derecho de los alumnos a tener clase? Si no se hace un poco de daño a alguien, la protesta se la toman por el pito del sereno. Aunque desde luego, hay que medir las molestias y evitar que sean excesivas y, por supuesto, violentas.
    Un beso.

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    1. Cierto es que a veces hay que actuar de forma contundente, aun perjudicando a terceros, si es el único modo de que la protesta sea tenida en cuenta. Por desgracia, muchas veces, una manifestación pacífica no es suficiente. Lo difícil es encontrar un modo suficientemente persuasivo, y aun así... ¿Cuántas movilizaciones llevamos para que Mazón dimita?
      Un beso.

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  6. Vivo en la capital de España, lugar muy codiciado para cualquier protesta por la repercusión mediática que supone una actividad así, por lo que estoy más que acostumbrada a que mis trayectos o planes se vean afectados por cortes de tráfico, alteración de los servicios públicas, etc. Aún recuerdo la que se organizó con la marcha de los tractores (pasaron a unos cientos de metros de mi casa y el follón fue de órdago).
    También tengo sentimientos encontrados al respecto. Respeto el derecho de huelga y el de manifestación, pero suelen pagar justos por pecadores. Los demás trabajadores también tenemos que ir a nuestros puestos de trabajo y cumplir con nuestras obligaciones, si se ven perturbadas no podemos escudarnos en que "otros" estaban protestando.
    Lo ideal es que este tipo de protestas se hagan en días festivos para que las molestias sean menores, pero entonces parece que tiene menos repercusión.
    Yo también he ido a manifestaciones contra el genocidio de Gaza, sin armar altercados, claro. También te digo que dudo que eso haya hecho mella en Israel y sus secuaces.
    Un beso.

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    1. Si estas manifestaciones multitudinarias ya son de por sí una distorsión para muchos, lo peor es que no sirvan para nada. Desde luego, es importante su efecto simbólico para concienciar las mentes de los ciudadanos y de los políticos, pero los que realmente son y deberían ser los perjudicados, o afectados de algún modo, no mueven ni un dedo para atajar el problema. El caso que mencionas es el más clamoroso.
      Un beso.

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