domingo, 28 de noviembre de 2021

Unabomber

 


Theodore John Kaczynski, nacido en Chicago el 22 de mayo de 1942, sigue en la actualidad en una prisión de máxima seguridad del Estado de Colorado cumpliendo cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, por enviar, entre 1978 y 1995, dieciséis bombas a diversos objetivos, incluyendo universidades y aerolíneas, matando a tres personas e hiriendo a veintitrés más. Recibió, por tal motivo, el apodo de Unabomber (de University and Airline Bomber), siendo el objetivo de una de las investigaciones más largas y costosas de la historia del FBI.

Este es un personaje del que oí hablar hace años, pero al que nunca llegué a prestar demasiada atención. Hasta hace unos días, cuando leí en el blog de Mamen, Las crónicas de una cinéfila (http://cronicaseowin.blogspot.com/), su entrada titulada La lingüística forense, en la que hacía una reseña sobre la serie televisiva emitida por Netflix que lleva por título “MANHUNT: UNABOMBER”, dedicada a ese funesto personaje.

Ni que decir que la serie es muy recomendable para quienes deseen conocer la vida y las vicisitudes de este personaje tristemente histórico a lo largo de ocho episodios que, dicho sea de paso, podrían haberse reducido, en mi opinión, a seis.

Tras visionar esta serie norteamericana, me ha llamado la atención dos cosas: la primera e inmediata, la figura de Theodore J. Kaczynski, y la segunda, y que menos esperaba, la sintonía que he sentido con su ideología —en absoluto con su puesta en práctica, por supuesto—, la que le llevó a cometer esos crímenes.

En el primer apartado, señalar que tenía una mente privilegiada, con un CI de 167, lo que le valió, por desgracia, ser víctima, sin saberlo, de un grupo de científicos de la Universidad de Harvard que trabajaban para la CIA y que le utilizaron como conejillo de indias en un programa de lavado de cerebro como sistema para convertir a los enemigos de la patria —comunistas, espías y traidores a la causa americana— en fieles aliados. Este experimento, al que le sometieron durante casi dos años, según se desprende de este biopic, parece que acabó afectándole mentalmente.

Tras doctorarse en matemáticas, ejerció como profesor asistente en la Universidad de Berkeley (California) a la edad de 25 años, hasta que dimitió dos años más tarde, trasladándose a vivir a una cabaña en medio de un bosque de Montana.

Kaczynski escribió su ideario en el llamado “Manifiesto de Unabomber”, pero que él había titulado como “La sociedad industrial y su futuro”. Dicho manifiesto fue publicado en el Washington Post, por exigencia suya, a cambio de desistir de sus actos terroristas, como una forma de dar a conocer al mundo su filosofía. Y es su contenido —grosso modo, pues no lo he leído y solo puedo hablar por lo visto y oído en la serie— lo segundo que me ha llamado poderosamente la atención, la coincidencia de mis ideas con su tesis anticapitalista y anti tecnológica.

Unabomber, el terrorista, argumentaba que la alta tecnología —ya la de aquellos años— originaba una erosión de la libertad humana. Y es que la industrialización en exceso nos ha llevado a una modernización a favor de las máquinas y de la precariedad laboral, a una sociedad de consumo a la que todos, en mayor o menor medida, hemos acabado sometidos sin posibilidad de liberarnos.

Solo tenemos que hacer una breve reflexión sobre nuestro modo de vida, al que nos ha abocado una mal llamada modernidad. Los adelantos tecnológicos, muy útiles en ciertos casos, han llevado aparejada una brutal dependencia. Todos hemos acabado pasando por el tubo, como se dice vulgarmente, creándonos necesidades que antes no teníamos y obligándonos a seguir unos patrones de conducta que son mucho más beneficiosos para los que los han creado que para nosotros mismos.

Nadie puede escaparse al control al que nos somete esa modernidad en la que vivimos. Somos esclavos de una sociedad de consumo a la que estamos atados sin querer y de la que no podemos escapar. Necesitamos forzosamente una cuenta bancaria y una tarjeta de crédito para poder vivir. Pagamos a crédito, pedimos préstamos y nos atamos a hipotecas a largo plazo. Cedemos involuntariamente a terceros nuestro estilo de vida: qué gastamos, dónde y en qué lo gastamos, el rastro que dejamos de nuestros hábitos económicos y lúdicos, y datos supuestamente personales e intransferibles —nuestro número de teléfono está al alcance de cualquier empresa de telemarketing— y todo un abanico de situaciones a las que hemos inconscientemente accedido a someternos. Internet irrumpió en nuestra vida para hacérnosla más cómoda, pero a la vez es una fuente de engaño, fraude y perversión.

Todo a nuestro alrededor está debidamente controlado por “el sistema”. El poder no reside en el pueblo sino en las grandes multinacionales, la banca y otros poderes fácticos, que son realmente quienes “cortan el bacalao”. Los más afortunados vivimos en una democracia, pero controlada por esos poderes, convirtiéndonos en marionetas que creen moverse con entera libertad cuando en realidad nos manejan unos hilos invisibles gobernados por unas manos que no llegamos a ver, pero que, a lo sumo, intuimos.

Parece mentira que me haga estas reflexiones a mi edad, cuando ya he sido objeto de esa manipulación desde la niñez y después de haber aceptado formar parte de esta sociedad tan alienada. ¿Será el conformismo, la impotencia o el temor lo que nos hace aceptar vivir en un mundo así? ¿Cómo deberíamos haber actuado para evitar ser los conejillos de indias de una sociedad tecnológicamente tan avanzada que utiliza a sus integrantes como títeres para su beneficio? ¿Deberíamos habernos aislado en una cabaña de un bosque remoto y sobrevivir gracias a nuestras propias manos y a los recursos naturales como hizo Kaczynski?

Salvo el hecho de enviar bombas a diestro y siniestro —aquí cabría decir que el fin no justifica los medios—, creo que no se le puede reprochar nada a ese personaje en su oposición al sistema establecido. Quizá sufriera, como intentaron alegar sus abogados, una esquizofrenia paranoide, pero ¿acaso no se dice que los locos y los niños dicen las verdades? ¿Era un loco, un iluminado o un utópico radical? ¿Qué había de cuerdo y de loco en la mente de ese individuo que atemorizó durante casi dos décadas a la sociedad norteamericana?

A ver si ahora resultará que yo también tengo algo de loco y llevo un terrorista dormido en mi interior. En todo caso, como ya he vivido muchos años inmerso en esta comedia que es la vida moderna que me ha tocado vivir, mi resignación hace tiempo que llegó a una cota imposible de revertir, a un conformismo que se confunde con el “pasotismo”, el que me hace decir aquello de que “por lo que me queda en el convento…”


* Imagen de archivo obtenida de la Wikipedia


18 comentarios:

  1. Hola Josep, pues no sé muy bien qué decirte, buena entrada de Black Friday jajajaja Realmente es como cuentas, estamos dentro de una bola capitalista de la que resulta muy difícil escapar. Seguramente nadie necesita tanto, ni acumular tantas cosas, pero todo a nuestro alrededor nos empuja a ello. No sé si vamos a peor, pero yo casi prefiero no pensar jajaja
    El documental parece interesante, lo buscaré.
    Un besito!!!

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    1. Hola, María. Dejar de pensar en algo que nos desborda y para lo que no tenemos solución suele ser la única forma de dejar de preocuparse, je,je.
      Por cierto, no se trata de un documental sino de una serie. Si la ves, espero que la disfrutes, pero no te agobies, ja,ja,ja.
      Un beso.

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  2. Hola, Josep.

    Ya tenía fichado esa serie desde que la reseñó Mamen por lo que ahora confirmo que no la voy a dejar escapar. En cualquier caso y sin haberla visto las series contra más cortas mucho mejor. Eso de irse a 20 o 30 episodios, cuando no más, es otro síntimo de ese capitalismo del que hablas.

    ¿Deberíamos habernos aislado en una cabaña de un bosque remoto y sobrevivir gracias a nuestras propias manos y a los recursos naturales como hizo Kaczynski?

    _Sí, ese es mi sueño ja,ja,ja.

    Un fuerte abrazo, Josep.

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    1. Hola, Miguel.
      Esta es, en realidad, una miniserie de 8 capítulos, pero, desde mi punto de vista, todavía es demasiado larga. El proceso de investigación e identificación del supuesto terrorista a partir del análisis de su lenguaje escrito se me hizo demadiado tedioso. En mi opinión, hubieran podido reducir el número de episodios o bien su duración.
      ¿Quién no añora esa etapa infantil en la que nos divertíamos construyendo cabañas y jugando a la supervivencia? En mi etapa de Boy Scout me lo pasé pipa, ja,ja,ja. Otra cosa es trasladarlo a la edad adulta y ser considerado un bicho raro y un inadaptado. Para eso hay que ser muy diestro y valiente, je,je.
      Un abrazo.

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  3. Hace no mucho, he leído en una novela acerca de esos experimentos de la CIA en Harvard y me suena (estoy casi segura) que se mencionaba a Unabomber. Lo malo es que no consigo recordar en qué novela ha sido.
    Desde luego, su ideario también coincide bastante con el mío. No sé si a estas alturas el grado de conformismo y/o alienación que me posee me haría grato vivir en una cabaña perdida en el bosque, pero coincido en deplorar el capitalismo y la dictadura de los mercados y la banca. Respecto a lo de tirar bombas, estoy de acuerdo contigo. No es un método con el que me sienta a gusto, aunque... ja, ja.
    Buscaré la serie.
    Un beso.

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    1. A nuestra edad, mejor vivir en una cabaña cerca de la "civilización" y con todas las comodidades, je,je. Una vez uno se ha habituado a la vida cómoda, ya no hay vuelta atrás. Los únicos que pueden ir contracorriente son los que apenas tienen nada para subsistir, y seguro que si lo tuvieran, no se atreverían a luchar contra el sistema de una forma tan radical. Uno puede ser antisistema hasta cierto punto. Por lo menos nos quedan las ideas, je,je.
      Un beso.

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  4. ¡Hola, Josep!
    Lo primero, muchas gracias por nombrarme. Y lo segundo, has hecho un magnifico análisis de la serie, con reflexión includía. Cierto es que estamos es una socidad cada vez más absorvida por la tecnología. Llevar una vída aislado del mundo, no sé hasta que punto seríamos capaces de hacer.

    Me leí un libro estupendo libro titulado "Hacia rutas salvajes", autor Jon Krakauer. Christopher McCandless, un joven proveniente de una acomodada familia, en 1990 y luego de haberse graduado de la Universidad Emory de Atlanta, decidió emprender un viaje sin decirle a nadie su lugar de destino ni cuales eran sus intenciones. Dos años más tarde sería encontrado muerto en el interior de Alaska.
    La adpatición al cine fue llevado de manos de Sean Penn. Te lo comento por si no conocías esta historia basada en hechos reales.

    Un brazo y buena semana.

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    1. De nada, Mamen, gracias ti por haber recomendado esta serie. De otro modo, seguramente me habría pasado desapercibida y no habría podido darle al coco como lo he hecho, ja,ja,ja.
      Del libro que mencionas he visto la versión cinematográfica. También me dio mucho en qué pensar, sobre todo sabiendo cómo acabó la historia de ese joven.
      Un fuerte abrazo.

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  5. Creo que estamos viviendo en unos momentos de la Historia en los que es imposible no preguntarse con frecuencia qué estamos haciendo y hacia dónde vamos. Los todopoderosos humanos llevamos dos años bailando al compás que nos marca un bicho que se ha instalado entre nosotros, que nos está haciendo ver lo poco que valemos y lo tontos que somos.
    A todos se nos ha pasado por la cabeza alguna vez lo de dejarlo todo y vivir una vida sencilla en medio de la naturaleza, pero sabemos que no vamos a tener nunca pelotas para hacerlo.
    Bendita tu sensata locura.
    Un abrazo.

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    1. Sí, amigo, a veces a uno le entran ganas de enviarlo todo a la mierda (con perdón de la mierda), pero nos contentamos con una pataleta y a otra cosa mariposa. Nos quejamos y ni a las manifestaciones vamos (mira, hasta me ha salido un pareado). Así que a veces más vale cerrar la boca, los oídos y los ojos.
      Me gusta esto de ser un loco sensato. Al menos nadie vendrá a por mí, je,je.
      Un abrazo.

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  6. Hola.
    Qué interesante reflexión, y acertada.
    La serie la tengo apuntada desde que leí la reseña de Mamen, pero me falta tiempo.
    Feliz día.

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    1. Hola, Gemma,
      Si acabas viendo esta serie, seguro que te hará reflexionar, aunque, lógicamente, no compartas con el protagonista sus métodos tan expeditivos, je,je.
      Un abrazo.

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  7. Hola, Josep.
    La verdad es que a día de hoy pasan unas cosas tan sospechosas que no me extraña la gran cantidad de conspiranoicos y teorías. Pero es que los de arriba tan poco se ponen de acuerdo, como si con su brega continua solo quisieran confundir más a sus súbditos. No sé, el capitalismo dicen que va a colapsar, pero el que lo pagará no será el que lo colapse, sino el que, como remarcas, no puede más que pasar por el aro. Aunque claro, tampoco es necesario a liarse a bombas..., Sin embargo, si en vez de una bomba fuera un buen susto bien dado de vez en cuanto pues no iría mal, pero solo eso, un sustito, 😂.
    Un abrazo, Josep!

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    1. Hola, Pepe.
      Si fuera un fanático religioso, diría que vamos hacia el Apocalipsis. Aparentemente, todo va a peor y a pasos agigantados, y nosotros esperando acontecimientos, que alguien intente frenar la grave crisis climática y la financiera, provocadas por esa malentendida "modernidad". No sé si Nostradamus ya lo vaticinó y cuándo será el día final, que espero tarde muchísimos años en llegar.
      Lo de sustituir un bombazo por un buen susto no es mala idea, ja,ja,ja.
      Un abrazo.

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  8. Muy interesante Josep. Supongo que lo veré porque has alimentado mi curiosidad.
    Desde hace años me llama la atención cuando se alega que es la sociedad la que nos obliga a hacer cosas. Es claro que hay cosas que debemos hacer para transitar este acelerado mundo pero hay muchas otras que dependen enteramente de nosotros, como querer vestir a la moda o sentir la necesidad de tener un celular más novedoso.
    Y bueno, se pone uno a pensar y yo no sé hacia dónde vaya a parar el mundo.
    Te dejo un abrazo.

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    1. Hola, amigo.
      Ciertamente podríamos, en teoría, oponernos a ciertos usos y costumbres, incluso a ciertas necesidades, pero no por ello esta sociedad de consumo nos ha empujado hacia un tobogán sin fin, y no sabemos cuándo pararemos de caer ni adónde iremos a parar. Vivir aislados del mundo "moderno" es prácticamente imposible. Tenemos que pagar las facturas de la luz, del gas, del agua, etc.,etc, etc. Tenemos que pagar el alquiler de la vivienda, aunque el propietario aumente la cuota a un nivel intolerable. En definitiva, no podemos remar totalmente a contracorriente a menos que nos vayamos a vivir a una isla desierta en plan Robinon Crusoe, y aun así, seguro que tendríamso que abonar un impuesto, ja,ja,ja.
      Un abrazo.

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  9. Que a tu edad no caigas en el pasotismo dice mucho de ti, y todo muy bueno. Es cierto que las revoluciones y las rebeldías parecen más propias de los jóvenes, pero algunas cosas no se deben tolerar por muchos años que se tengan, Revolverse contra la injusticia y contra la manipulación, y contra el abuso, y contra... tantas cosas que hay mal, es de tener simplemente sentido común.
    En cuanto a las servidumbres a las que nos hemos atado nosotros solitos es algo que a mí también me hace reflexionar. A veces me cuesta recordar cómo era mi vida cuando no había teléfono móvil, ni internet, ni correo electrónico, porque esa inmediatez en querer saber lo que pasa en el instante en el que pasa, es casi enfermiza y nos hace agobiarnos cuando, por el motivo que sea, nos quedamos sin cobertura o sin servicio, como si se fuera a acabar el mundo.
    Me apunto la serie, me parece muy atractiva.
    Un besote y buen finde.

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    1. Es muy cierto que la sensibilidad no debería menguar con la edad, del mismo modo que los médicos no deberían insensibilizarse por muchos dramas de los que son testigo. La juventud, sin embargo, tiene (o debería tener) más arrestos y motivos para rebelarse, pues su futuro es cada vez más turbio. Pero, por desgracia, la alienación ha alcanzado a gran parte de la sociedad moderna y unos por ignorancia o indecisión y otros por indolencia, el caso es que todo sigue igual y nos vamos al carajo si alguien no lo impide en el último momento.
      Estamos tan atados a las nuevas tecnologías que sin ellas no somos nada, o casi nada.
      Un beso.

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