En esta ocasión, traigo una
reflexión que podría calificarse de funesta, pues hablar de la muerte no es
plato de buen gusto, de modo que quien sea aprensivo hará bien en no leerla, no
quiero ser el responsable de una depresión.
En mi caso, la primera vez que
me enfrenté a la muerte fue al fallecer mi abuela paterna, que ya vivía en casa
de mis padres cuando yo nací. Su muerte se produjo cuando yo acababa de cumplir
los catorce años y nunca antes había pensado que algún día mi querida abuela
faltaría, aun siendo —eso lo entendí enseguida— ley de vida, o ley de muerte.
Desde entonces, no fueron
pocas las veces en que pensé en la muerte y que esta podía volver a arremeter,
en cualquier momento, contra alguno de mis seres queridos o incluso contra mí.
No es que viviera obsesionado por este hecho, pero sí sentía un profundo
respeto por la muerte.
Como es lógico, a medida que
iban pasando los años, más fallecimientos de familiares tuve que presenciar y
oír ese típico mantra de que “no somos nadie”.
Pero mientras fui un joven
creyente, por lo menos no sentía la tremenda congoja y desamparo al pensar que
después de la vida no había nada. La Nada. Eso sí que siempre me ha
impresionado. Convertirte de repente en eso, en un vacío, en un recuerdo me
resulta doloroso, pues estando acostumbrado a vivir, a pensar, a hacer y querer
hacer cosas, esa Nada se me ha antojado siempre algo terrorífico. Aunque, pensándolo
bien, si no sientes nada no tienes porqué agobiarte. Es como dormirte y no
volver a despertarte nunca más. Todas esas horas que han transcurrido sin que
tengas conciencia de ello es como un agujero en el que uno cae y no siente
absolutamente nada. Pero mientras estás vivo, la percepción es muy distinta.
Es normal que a medida que uno
va contando años y se acerca a esa edad que representa la esperanza de vida —82
años en los hombres y 87 en las mujeres de este país—, va pensando cada vez con
más frecuencia en la muerte propia, en cómo y cuándo nos llegará. Porque lo que
está claro es que llegará sí o sí.
Siempre me ha llamado la
atención con qué entereza afrontan algunos este hecho. Me resulta envidiable
ver cómo personas a las que se les ha pronosticado poco tiempo de vida, lo
asumen con una fortaleza que a mí se me antoja increíble.
Son muchos —me viene a la
memoria el caso de Pau Donés, líder de Jarabe de Palo—, que han hecho público
su cercano fallecimiento a causa de una enfermedad incurable y en un estadio terminal
con una serenidad envidiable. Yo no sé si, dado el caso, sería capaz de algo
así, a pesar de que no hace mucho padecí un cáncer del que afortunadamente salí
airoso y de lo que no tuve reparo en comentar en una entrada de este blog. Ignoro
si mi actitud positiva, aunque intranquila, fue debida a que nunca me vi a un
paso de la muerte o bien porque mi mente no quiso plantearse esa posibilidad.
Algunos dicen que cuando uno experimenta una situación crítica saca fuerzas de flaqueza
para afrontarla con la mayor entereza posible. Debe ser eso, aunque supongo que
también hay casos en que un diagnóstico fatal sume al enfermo en una gran
depresión.
Abundando en este hecho, hace
pocos días rememoraron por televisión la vida y figura del golfista español
Severiano Ballesteros, que falleció a la edad de 54 años a causa de un tumor
cerebral. Según refería el citado reportaje, viendo muy cercana su muerte,
dirigió unas palabras a sus seguidores y público en general, pidiéndoles que no
lloraran su muerte, pues había sido muy feliz y se sentía muy satisfecho por
cómo había sido su vida, tanto profesional como familiar. Verdaderamente
encomiable.
Otro caso, este mucho más
cercano a mí, fue el de un allegado que, siendo médico y habiéndose
diagnosticado él mismo su dolencia —también un tumor cerebral— se despidió cara
a cara de todos sus colegas, amigos y parientes cercanos, llegado incluso a
redactar su propia esquela y epitafio. Un ejemplo de aplomo muy poco frecuente.
Yo quizá me sentiría capaz de
hacer algo así ahora que estoy vivito y coleando y que mi muerte – quiero
pensar— todavía está muy lejana. Pero si me quedaran días o semanas de vida no
creo que estuviera en disposición de adoptar una actitud tan serena.
Espero que sea cierto lo que
algunos afirman: que al llegar a una edad muy avanzada, la mente se va
paulatinamente haciendo a la idea de que le queda muy poco tiempo de vida y
acaba asumiendo que la muerte es algo natural, perdiendo el miedo a ella. Y si
su estado físico es deplorable, incluso acaban deseándola, aunque no crean en
el más allá.
La vida y la muerte son como
la cara y la cruz de una misma moneda, que al lanzarla al aire mientras somos
jóvenes, siempre sale cara, hasta que un mal día la fortuna se tuerce y cae del
otro lado.
¿Vosotros
sentís miedo a la muerte o la tenéis asumida como algo totalmente normal y
esperable?
Yo no tengo miedo a la muerte, lo que si tengo pánico es a la enfermedad para después morir. Eso lo tengo siempre en mente, porque si uno se muriera sin darse cuenta, (durmiendo por ejemplo, o en un accidente mortal desde el primer segundo) sería lo ideal, jajaja, ya que la muerte es algo que hay que pasas sí o sí. Lo que pase después de la muerte no me preocupa porque ya no habrá dolor, seguro será algo bueno según la creencia de cada cual.
ResponderEliminarUn abrazo Josep, y viva la vida estando uno bien 😀😀.
Sí, Elda, yo también creo que lo peor es padecer una enfermedad que sabes que es incurable y, peor aun, si va acompañada de dolor, aunque hoy día los cuidados paliativos procuran eliminarlo.
EliminarCreo que todos preferiríamos morir mientras dormimos, así no nos enteraríamos del mal trance.
Un abrazo y a vivir que son dos días, je, je.
Lo que da miedo, es el proceso degenerativo hasta llegar a la muerte, el sufrimiento que puede ir asociado, la pérdida de autonomía personal y el coñazo que podamos representar para los hijos. El hecho de dormirse y no despertar, no tanto. Tenemos claro que somos finitos y antes o después ocurrirá, lo del polvo reverteris.
ResponderEliminarUn abrazo. Recuerdo tu post sobre la enfermedad y la alegría que produjo su superación, entre todos los que te apreciamos.
El envejecimiento es inevitable, la naturaleza hace su trabajo, nos guste o no, pero lo importante es mantener una razonable calidad de vida. Ser viejo y depediente es muy lamentable y creo que a nadie le gusta ser una carga para los hijos. Así que lo mejor sería, en estos caso, irse a dormir y no despertar.
EliminarUn abrazo.
Yo tuve mi primera depresión a causa de la muerte a los veintidós años. No hubo una causa inmediata, pero estuve dos meses fatal. Pensaba que si eso me pasaba en la veintena, cuando tuviera cincuenta años sería horrible, pero mira, aunque el tema me preocupa, sobre todo por la noche, no he vuelto a caer en depresión como aquella vez. Creo que me pilló débil anímicamente por ser el año en que acabé la carrera y había pasado mucho tiempo en casa estudiando. La muerte nos afecta a todos, pero en este caso mal de muchos no consuela ni a los tontos ni a los listos.
ResponderEliminarUn beso.
Cada uno reacciona ante la muerte ajena según su estado anímico y, por supuesto, según la relación que nos unía al difunto. La pérdida de un ser querido es mucho más dramática que la de un conocido y cuando esto ocurre es cuando nos planteamos nuestra finitud.
EliminarMientras se es joven, se ve la muerte, no solo como algo muy lejano sino, además, como algo ajeno a nosotros. Pero a medida que vamos haciéndonos mayores, ya la percibimos como algo que se va aproximando irremediabemente y emoieza a inspirarnos mucho respeto.
Un beso.
Hola, Josep, pues de momento, no tengo temor, aunque a juzgar por los datos que traes estoy a medio camino, así que hay que empezar a cuidarse, jeje. Creo que la muerte da sentido a la vida, y creo que esa frase se la estamparía en la boca y con la mano abierta a aquel que me viniera con ella estando yo a las puertas de la misma, pero creo que tiene mucha razón. Estamos de paso, o no, pero sea lo qu sea, estamos aquí por ella, y lo que hacemos lo hacemos para tratar de evitarla desde que abrimos los ojos al salir a la vida. De tal modo, la muerte es una verdad que nadie quiere aceptar, mientras que la vida se compone de mentiras piadosas, ilusiones que todos queremos oír, puede que en el fondo no nos guste la verdad, o puede que hasta que no tenemos cierta edad no estamos listos para aceptarla.
ResponderEliminarNo sé, mientras tanto, disfrutemos de lo que tengamos.
Un abrazo, Josep!
Una vida sana y tranquila prolonga la esperanza de vida, aunque, por desgracia, a veces la Parca se salta esta norma. La muerte de una persona joven siempre nos parece injusta, no así cuando el fallecido ya tenía una edad muy avanzada, y es cuando se suele decir que ha tenido una larga vida, como queriendo decir que ya le tocaba, je, je.
EliminarNadie quiere morirse, aun sabiendo que es algo natural e inevitable, por lo que no sirven esas palabras de consuelo que solo salen de la boca de quienes todavía tienen una larga vida por delante. Solo quien, por desgracia, ha tenido una vida muy mala puede ver a la muerte como una liberación.
Y sí, no debemos perder de vista que tenemos que disfrutar de la vida mientras podamos.
Un abrazo, Pepe.
Creo que mis pensamientos son muy parecidos a los tuyos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues si estamos de acuerdo, no hay nada más de qué hablar, je, je.
EliminarUn abrazo.
Yo soy de la opinión que dice que hay que preocuparse de aquello que está en tu mano solucionar. La muerte no tiene remedio, así que para qué dedicarle tiempo del poco que tenemos. Un hermano mío dijo tras salir de una intervención quirúrgica que esa sería la última vez que se sometía a ello; pasaron los años y ya lo han operado en dos ocasiones más de otras dolencias. ¿Para qué formular frases aparentemente tan contundentes? La vida, querido Josep, hay que tomarla como viene. Mientras se tenga salud disfrutarla y cuando esta nos abandone poner todas las fuerzas en reponerla y si no, si no, pues nada, aceptar lo que desde que tenemos uso de razón sabemos y hemos repetido hasta la saciedad: 'La vida es muy corta', 'Cuando llegue el momento', 'Yo, cuando me muera...', 'Todos sabemos que vamos a morir',... Pues eso, que si decimos que lo tenemos asumido y lo sabemos desde siempre, pues para qué -vuelvo al principio de mi comentario- preocuparnos. preocupémonos por lo que está en nuestras manos, no por lo que nos sobrepasa y no tiene remedio.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Josep
Hola, Juan Carlos. Creo recordar que hay una frase con tintes religiosos que dice algo así como "Señor, dame fuerzas para aceptar lo que no puedo cambiar y valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar". Pues bien, como no podemos cambiar nuestro sino, pues todos acabaremos del mismo modo, por lo menos deberíamos esforzarnos en aceptarlo, pero es algo que suena muy bien, pero que no es nada facil de poner en práctica. Todos tememos a la muerte y, si pudiéramos, la retrasaríamos constantemente, a menos que, como decía en un comentario anterior, nuestra vida se haya convertido en un infierno.
EliminarEn este sentido, yo también tengo una anécdota de un pariente muy cercano quien, cuando era joven, decía que al llegar a los 60 años nos tendrian que poner una inyección y morirnos sin tener que llegar a una vejez innecesaria. Cuando llegó a esa edad y le recordé su propuesta, se puso a reír y fue alargando la edad en la que nos deberían practicar la eutanasia. Ahora ya cuenta son 83 años y no le hables de morir, que se pone malo, ja, ja, ja.
Un fuetre abrazo.
Muy buena reflexión, Josep, en torno a un tema tabú. Creo que más que miedo a la muerte todos tenemos algo o mucho de incertidumbre ante ese vacío o ante esa incógnita. En cualquier caso, el miedo, en mi caso al menos sería hacia el dolor, el sufrimiento propio y el de nuestros seres queridos.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep, y buen fin de semana.
Pues sí, Miguel, la muerte suele ser un tema tabú del que muy pocos quieren hablar, a pesar de que es algo real y tangible y que está presente a nuestro alrededor a lo largo de nuestra vida. De ahí que me resulte digno de elogio que hayan personas que no duden en divulgar su estado terminal. Quizá el mutismo por parte de la población "sana" se debe a que temen que hablar de la muerte de mal fario, je, je.
EliminarYo también creo que lo que más preocupa y asusta es el dolor propio y el sufrimiento que la muerte inminente produce a nuestros seres queridos.
Un abrazo.
Hola Josep,
ResponderEliminarBuena reflexión. Alguna veces tengo miedo y otras veces pánico a morir o a una enfermedad. Pero por otra parte, hay que aceptar de lo que no podemos escapar. ☠️
Un abrazo y buen fin de semana.
Hola, Mamen.
EliminarSuele suceder que, según el momento, uno se enfrenta a idea de la muerte de distintas formas, sintiendo miedo o bien aceptándola, ya que es algo inevitable.
Un abrazo.
Comenzamos a morir el día que nacemos, aunque nos hagamos los tontos o tratemos de olvidar lo.
ResponderEliminarMuchas gracias, interesante reflexión.
Ciertamente, la muerte es el final de un trayecto, largo para unos, corto para otros, llamado vida, y al que nos dirigimos desde el mismo dia de nuestro nacimiento. Lo que ocurre es que, por suerte o por desgracia, no nos concienciamos de ello hasta rebasada una cierta edad.
EliminarUn abrazo.