Esta vez no va de las
engorrosas e insoportables interrupciones publicitarias de las que traté en mi
entrada anterior, sino de un descanso personal e intransferible. Me voy
temporalmente para volver tras un reposo, físico y psíquico, de duración
indeterminada, pero seguramente no muy larga. Mis dos blogs quedan, pues, en stand
by.
Mi descanso no sé si es
merecido —calificativo que suele usarse en estos casos— pero sí necesario. Este
año ha sido bastante movidito emocionalmente por motivos de salud, como
seguramente sabréis los que me seguís y leísteis, el pasado mes de febrero, mi
“Diario de un paciente atribulado”, y aunque estoy en una clara etapa de
curación, todavía no me han abandonado los efectos negativos propios de la
terapia oncológica. Debo, pues, cuidarme, y dicen que el dolce far niente
contribuye a la sanación física y mental.
Espero, pues, que los baños de
mar y los paseos por la playa y alrededores sean un bálsamo para tanta
incertidumbre que me ha acompañado durante los últimos siete meses.
Los controles rutinarios y el
tratamiento seguirán según el calendario programado, pero como el estado de
ánimo depende mucho del ambiente que nos rodea, espero que lejos del gran
pueblo o pequeña ciudad en donde vivo el resto del año, todo sea más natural y
relajante.
La única actividad intelectual
que no pienso abandonar es la lectura, por supuesto. ¿Qué haría sin un libro a
mano? Me esperan largas horas de descanso frente al mar, con la brisa marina
haciéndome compañía, junto a mi mujer, mi mayor apoyo, algunos amigos con los
que salir a cenar y recordar lo que siempre recordamos, hablar de lo que
siempre hablamos año tras año, pero que parece nuevo, y con mi fiel Pelut, mi
querido perro mestizo que ejerce un enorme efecto anti estresante y que me hace
sentir todavía más humano. Mis caricias y sus lametones ejercen un increíble efecto
ansiolítico.
El verano pasado dije que mi
mente no haría vacaciones, pues seguramente iría pergeñando nuevas historias
para convertirlas luego en relatos, y no fue así. Ignoro la causa, pero mi
imaginación no fue capaz de crear nada nuevo, ni siquiera llegué a intentarlo,
tan absorto como estaba en aprovechar el paréntesis de libertad de la que pudimos
disfrutar después de tantas semanas de confinamiento forzado.
No sé qué ocurrirá este año,
pero no auguro nada nuevo. Como digo, mi cuerpo y mi mente descansarán para
dejar atrás los malos momentos y pensar en el futuro a corto plazo y en la
suerte que he tenido de no sucumbir, como tantos otros enfermos, en el
desánimo, la depresión y el abandono. Como en todo comportamiento humano, ha
habido en ello una parte innata y una adquirida gracias al ambiente que me
rodea. La energía positiva genera, a su vez, energía positiva. Y yo, cual coche
eléctrico, he estado constantemente enchufado a un enorme cargador energético que
me ha mantenido firme y esperanzado.
Así pues, hasta la vuelta, que
tendrá lugar seguramente a mediados de septiembre, pero que podría verse
retrasada por culpa de ese síndrome posvacacional que aqueja a muchos y del que
a veces cuesta sobreponerse, hasta volver a la normalidad propia de la rutina.