miércoles, 12 de junio de 2019

El filtro cerebral



Es bien sabido que el cerebro ─o la mente─ nos puede jugar malas pasadas.  Cerebro y mente, dos entidades todavía muy desconocidas, son la causa de reacciones cuando menos singulares. ¿Por qué reaccionamos de un modo en determinadas circunstancias y de forma totalmente opuesta en otras ante un mismo detonante?

¿No resulta curioso ver a ese padre o a esa madre (más habitualmente) durmiendo a pierna suelta, a pesar del ambiente ruidoso de la calle, pero que se despierta, en estado de alerta, ante el más leve sonido emitido por su bebé?

¿Qué es lo que hace que el cerebro “filtre” los sonidos ambientales habituales y, en cambio, “deje pasar” los que nos interesa percibir? Supongo que la respuesta está en que nos acostumbramos a los ruidos de fondo rutinarios, que el cerebro acaba asimilando como normales e irrelevantes, mientras que el resto se hacen conscientes. Así pues, debe de existir una especie de filtro que discrimina ambas sensaciones sonoras.

Pues del mismo modo, en nuestro cerebro actúa otro tipo de filtro, un mecanismo mental, más que fisiológico, que anula algo tan trascendente como es la objetividad, y que nos hace percibir ciertos hechos de un modo muy distinto al de otras personas que también disponen de ese mismo tamiz y que, me atrevería a decir, somos la mayoría de mortales.

Es evidente que hay temas que, por su complejidad, resultan muy difíciles de enjuiciar. Somos humanos y tenemos nuestras limitaciones para poder opinar sobre un acto censurable a simple vista, ya que posiblemente no tengamos ni los conocimientos ni la información adecuada para ser absolutamente certeros en nuestro juicio. Por el contrario, hay casos en que la información es diáfana, pública, elocuente y exhaustiva, y todos hemos tenido el mismo acceso a ella.  En tales circunstancias, las diferencias de opinión entre distintos observadores no deberían ser abismales, sino más bien sutiles. Lo mismo ocurre cuando, en lugar de emitir un juicio, se trata de dar con una solución a un contratiempo. Diferiremos en el cómo, en la forma, pero no en el resultado a obtener. Todo el mundo está de acuerdo en que el paro es un inconveniente acuciante que hay que mitigar, pero hay discrepancias en cómo lograrlo. Todos los jubilados coinciden en que hay que incrementar las pensiones, pero no está claro de dónde debe salir el dinero. 

Pero hay muchos casos en que la cuestión no está tanto en discrepar sobre el modo de solucionar un problema, sino en calificar ese problema. Y ahí es cuando se pone de manifiesto, a mi juicio, el “filtro cerebral”.

Un ejemplo muy simple y hasta cierto punto banal lo encontramos en el futbol. Mientras que hay jugadas de dudosa legalidad, por la falta de visión del árbitro y lo enmarañado u opaco del lance, en cuyo caso es comprensible que exista un desacuerdo entre el colegiado, los jugadores y la afición y deba recurrirse al VAR (sistema de video-arbitraje), hay otras en las que no cabe confusión alguna, pues la imagen ha sido suficientemente nítida y fuera de toda duda. Pues, aun así, las partes afectadas no suelen aceptar de buen grado la decisión arbitral, mientras que las beneficiadas lo consideran un acto de justicia palmaria.

Y aquí me pregunto si cuando existen esas discrepancias tan irreconciliables ─y normalmente broncas─, las voces discordantes son realmente sinceras, creen a pies juntillas lo que defienden, o estamos ante una representación teatral, en pleno acto de hipocresía dramática.

Idéntico planteamiento, pues, me hago en otros ámbitos de mucho mayor calado social. ¿Qué es lo que hace que un mismo hecho sea juzgado por unos como un acto execrable y por otros como justo y perfectamente defendible? Pero si tal dislate conceptual solo se diera en un patio de vecinos, en una tertulia de un bar o, a lo sumo, en las redes sociales, no alcanzaría más notoriedad que la de una notable anécdota. Pero lo que resulta grave y alarmante es que ello tenga lugar entre supuestos expertos sociólogos, economistas, analistas políticos de gran predicamento, en el Congreso de los Diputados, en el seno de un Tribunal Superior de Justicia o incluso del mismísimo Tribunal Constitucional.

¿Qué hace posible que una falta sea vista por unos como gravísima y por otros como muy leve e incluso merecedora de exculpación? ¿Por qué lo que para unos es un latrocinio ignominioso, para otros es una nadería, lo que para según quién es un acto de prevaricación, para otros es un simple error humano perfectamente disculpable? ¿Cómo pueden dos jueces calificar de forma diametralmente opuesta un mismo delito? ¿Qué hay en esos cerebros humanos que permiten ver las cosas de forma tan antagónica? Si analizáramos post morten los cerebros de unos y otros no advertiríamos ninguna diferencia, ni siquiera microscópica. Porque no es en ese órgano donde reside el motivo de tales discrepancias ─algunas aberrantes─, sino en algo tan insondable, una entidad tan desconocida e incomprensible como es la mente humana.

Si un individuo identificara como verde un objeto y otro como azul-turquesa, esa distinta apreciación no se consideraría grave, sino dentro de la normalidad. Si la confusión fuera entre el verde y el rojo, diríamos que estamos ante un problema de daltonismo, perfectamente explicable. Pero si lo que uno ve como blanco nuclear otro lo considera negro azabache, eso sí que es motivo de alarma. Uno de los dos observadores probablemente tendría serios problemas de visión. O los dos. En cambio, en los ejemplos sobre la distinta percepción de culpabilidad o de la gravedad de un delito no hay problemas fisiológicos ni psiquiátricos detrás de esas discrepancias, muchas veces abismales. El problema reside en una percepción distorsionada por la ideología. No es, por lo tanto, una diferencia de opinión basada en una evaluación subjetiva del hecho a enjuiciar, sino en una interpretación interesada, a veces en un sentido, a veces en el sentido opuesto, sin atender a un mínimo principio de objetividad, equidad y racionalidad. No hay razón en la sinrazón. Al parecer, cuando dichos intereses son ideológicos, hay que defender a toda costa la postura opuesta de la de nuestros adversarios y no hay mejor modo de ganarles la partida que recurriendo a la exageración o al negacionismo más absoluto.

Una sociedad dirigida por individuos que faltan a la verdad, distorsionándola o retorciéndola, que tienen implantado un filtro cerebral selectivo, es una sociedad enferma y condenada a la división irreconciliable. En un país dominado por tal anomalía, la justicia no solo es ciega, sino también sorda.


26 comentarios:

  1. Es en verdad un enigma mi amigo. Fíjate que yo también pienso a veces si en verdad el otro ve algo completamente diferente a lo que yo veo o si sólo es un mentiroso que habla por pura conveniencia. Pero lo que más me hace pensar es lo que dices al inicio de tu escrito, qué pasa para que nosotros mismos actuemos de modo distinto ante situaciones que parecen iguales.
    Un gran abrazo amigo.

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    1. A veces la mente se escapa a toda lógica (a menos que nos sometamos a un psicoanálisis), pero en otras ocasiones somos nosostros los que no queremos admitir la verdad y nos convertimos en unos farsantes. Y que conste que no me incluyo en ese grupo, jajaja.
      Un abrazo.

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  2. Es ser humano de la sociedad actual se ha convertido en un desvergonzado, que funciona con la ley del embudo. Muchas veces lo sabe, pero se ha acostumbrado a actuar así sin que le dé ningún pudor. Ante un hecho, en vez de juzgarlo en sí mismo tratando de ser lo más objetivo posible, primero busca la sentencia que le conviene y luego los argumentos en que apoyarla.
    Un abrazo.

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    1. Desde pequeños aprendemos, por imitación, a mentir. Lo malo es cuando ese hábito se perpetúa en la edad adulta. Muchos acaban creyéndose sus propias mentiras.
      Un abrazo.

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  3. Es muy complicado este tema. Es cierto que un mismo hecho puede tener diferentes interpretaciones, y algunas veces, diametralmente opuestas. Cosa que no se explica.Quizá es que no somos sinceros al dar nuestra opinión o quizá es que somos demasiado subjetivos y barremos siempre para casa.Es difícil interpretar los hechos con objetividad absoluta, pero hay que intentar ser imparciales y dejar a un lado nuestros intereses propios.
    Un abrazo, Josep

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    1. El ser humano es, de por sí, muy complicado. Y como la vida también lo es, el resultado no puede ser muy halagüeño. Todo el mundo apela a la sinceridad como la cualidad o virtud más encomiable pero, a la hora de la verdad, quien más quien menos echa mano de la hipocresía. Nuestras ideas están por encima de las de los demás. Una pena.
      Un abrazo.

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  4. Hola.
    Opino un poco como Macondo, primero buscamos la sentencia que nos interesa y luego ya vamos buscando argumentos que la sostengan.

    Yo intento no juzgar, hace mcuhos años qu eme lo he propuesto, aunque entendámonos. Si me dicen qu euna persona ha matado a otra u otras de manera cruel, abusando de su superioridad y sin motivi(que para eso no lo hay nunca, pero bueno, sin motivo) pues sé que eso está mal, no lo juzgo, lo sé.

    Pero de las vidas ajenas prefiero no juzgar, si alguien hace algo sus razones tendrá, seguro qu eyo para muchos hago mcuhas cosas fatal.

    Tema interesante para reflexionar.

    Feliz tarde.

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    1. Hola, Gemma,
      Cuando algunos se montan una historia para justificar su (mala) conducta, ya no pueden volverse atrás y tienen que insistir en su postura buscando cualquierv excusa. Lo de "rectificar es de sabios" no va con la mayoría de la gente, y mucho menos con los políticos.
      Por otra parte, nunca deberíamos basarnos en lo que se dice por ahí para emitir nuestro propio juicio. Si muchas veces, aun obteniendo la información de primera mano, podemos equivocarnos al desconocer detalles importantes que pueden explicar ciertos comportamientos, cuando esa información está viciada por terceros, podemos llegar a ser muy injustos.
      Un abrazo.

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  5. Dice Joan Manuel Serrat que "Dios echó al hombre del edén por confundir lo que está bien con lo que le conviene". Creo que con eso está todo dicho. Sustituye "lo que le conviene" por lo que su ideología considera conveniente y ya está el cóctel.
    Como se dice más arriba, no analizamos para saber lo que está bien o mal, sino que decidimos lo que queremos que esté bien y luego creamos todo un cuerpo de sentencias que lo demuestran.
    Es cierto que rectificar es de sabios, pero es que hay pocos sabios en nuestra especie y están a la sombra, precisamente porque son sabios y no necesitan mostrar ni demostrar nada.
    Un beso.

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    1. No conocía esa frase del gran Serrat pero es muy acertada. Solemos ir a "piñón fijo" sin atender a razones. Tengo la razón y punto, y los demás están totalmente equivocados. Ese es un mal endémico que yo creía que se curaba con una buena educación, pero me equivoqué.
      Si alguno de estos sabios que viven a la sombra se atreviera a abrir la boca para decir lo que piensa, se lo comerían a insultos, o lo tomarían por chiflado. Mira lo que le sucedió a Sócrates por pensar en voz alta.
      Un beso.

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  6. Un gran tema sin duda.
    En cuanto al tema del ruido, es curioso, cuando nació mi hijo, mi máxima preocupación era, si por las noches cuando llorara lo iba a escuchar, porque al ser sorda era mi preocupación y el padre, preocuparse, lo que se dice preocuparse mas bien poco por no decir nada, de modo que esa era mi máxima preocupación, y si me puse un aparato de esos comunicadores, pero chico aún así seguia preocupada, pues cosas de la mente, aún siendo sorda, oía siempre a mi hijo cuando lloraba por las noches, debe ser algo de instinto maternal y que la mente no entiende, esa es la única conclusión a la que pude llegar.
    En cuando a los juicios, yo como Gemma no me gusta juzgar a nadie ni me gusta que lo hagan conmigo, pero ya sabemos como es esta sociedad que tiende a juzgar a todo el mundo, ya sea por envidia, por cotilleo puro y duro o yo no se porque, pero me da rabia, y según me voy haciendo mayor cada vez me gusta menos.
    En cuanto a las sentencias y acuerdos políticos varios en los que asistimos, mejor no opino, porque podrían decir muchas cosas, y mejor me abstengo de opinar, porque si no, estallo, y sinceramente encenderme no me apetece.
    Un abrazo y como siempre gran reflexión.

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    1. Hay quien niega la existencia del llamado instinto maternal, pero yo creo fervientemente en él. Además, las mujeres soléis ser mucho más sufridoras y estáis mucho más pendientes de los bebés. En todo el Reino animal es así. Cuando mi mujer y yo tuvimos a nuestra primera hija, en más de una ocasión, me desperté a media noche y la sorprendí prácticamente volcada sobre la cuna (la niña durmió en nuestro dormitorio durante los primeros meses) pendiente de si la criatura respiraba, pues le había parecido que no. Y eso es universal, pues recuerdo una película muy buena, cuyo título no recuerdo, en la que una madre, preocupada porque no nota la respiración de su bebé, le da un "meneo" para ver qué pasa. Cuando el crío rompe a llorar del susto, se queda tranquila, jajaja.

      Hay una máxima que dice que medio mundo critica al otro medio, y es muy cierta. Todos queremos meter baza y opinar aunque no sepamos muy bien de qué va la cosa. Pero lo realmente grave de este asunto, y que es el motivo de esta entrada, es cuando una opinión, que puede ser esencial para el buen desarrollo de la sociedad en general o de un colectivo en particular, no está basada en algo demostrable, no es ecuánime, y no atiende a la opinión de una gran parte de esa sociedad o colectivo. Y ya no digamos lo que estamos viendo estos días: los políticos cambiando de opinión constantemente atendiendo a los intereses del momento.
      La justicia no puede ser hipócrita, porque deja de ser justicia.
      Un abrazo.

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  7. Supongo que la subjetividad es algo que siempre va a existir. Cada uno percibe un hecho según le conviene o cree que es lo correcto. Imagino que nadie piensa que está equivocado cuando da su punto de vista.
    Lo de los jueces que comentas pues imagino que lo que para uno es más grave, para otro quizás no tanto.
    Luego están los intereses, esto también te puede hacer decantarte hacia un lado u otro. O la ideología que tengas o los valores.
    La prueba de las percepciones está por ejemplo en una simple conversación, que una de las personas cree que la otra ha dado a entender algo que en realidad no es así.
    Lo que dices del fútbol no creo que sea percepción, esto es echarle morro y ya está. Creo que ellos saben en su interior si tienen razón o no, pero lo que quieren es gana el partido, sea decentemente o no. Si saben que no es falta pero la pitan así al contrario, pues mira. Creo que es el modo de pensar que se tiene en el fútbol (o sea, trampa total).
    También creo que está el factor empatía a la hora de percibir un hecho. Quizás alguien es más estricto para juzgar un determinado comportamiento, pero quizás otra persona piensa en otros factores externos que han podido condicionar.
    Bueno, creo que estoy escribiendo las idas d una forma bastante desordenada. Es que voy reflexionando mientras escribo jajaja
    Un besito!!

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    1. Es muy cierto, María, que hay casos en los que resulta muy difícil decir quién tiene la razón. ¿Qué hace que a uno le guste mucho algo y otro lo aborrezca? Es la naturaleza humana, que nos hace distintos en casi todo. Pero si metemos el dedo en la llaga, que era lo que pretendía con esta entrada, ¿cómo puede ser que alguien piense que no existe la violencia de género, que una violación debería calificarse, a lo sumo, como un abuso sexual, que la defensa de la memoria histórica no tiene sentido e incluso es una provocación, que en Cataluña hay que partirse la cara para hablar castellano (Rivera dixit) y un sinfín de sinsentidos? De ahí mi pregunta: ¿realmente lo creen así quienes defienden esas tesis o son unos mentirosos compulsivos o, peor aun, unos provocadores beligerantes? En el caso de que así lo crean, ¿qué tienen en su cerebro que los distinga de la gran mayoría de ciudadanos de bien?
      Un beso.

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  8. Cuando te cuestionas si esas discrepancias o broncas en muchos casos, si se trata de sinceridad o de representación teatral, lamentablemente me inclino a pensar esto último, puesto que la naturaleza humana se deja influir por el qué dirán, los prejuicios, creencias y otros lastres mentales, que transforman o pervierten su capacidad de reflexión y opinión.
    Supongo, Josep que ya habrás observado la manipulación mental que se da en los medios de comunicación y de qué forma se van introduciendo mensajes subliminales para consumir, para crear un tipo determinado de opinión mayoritaria, para vestir de una manera y no de otra, etc. El colmo de esta manipulación, es cuando se crea artificialmente un cierto tipo de conducta para un fin determinado, como cuando «se puso de moda» el juego del «cubo helado» y con ello se provocaron infinidad de suicidios inconscientes. ¿Lo recuerdas?
    Me ha resultado muy interesante tu propuesta para debate, además de estar bien planteada y documentada. Gracias y nos seguimos leyendo.
    Un abrazo.

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    1. Si, Estrella, parece como si la gente ya no tuviera opinión propia y siguiera la tendencia que le marca la manada. Nos manipulan y nos dictan (o por lo menos lo intentan) lo que debemos pensar (y votar).
      Ese "seguidismo" se hace tristemente patente en esas conductas idiotas de cara a la galería, por simple postureo y para no ser menos que los demás.
      Muchas gracias, amiga, por dejar tu huella.
      Un abrazo.

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  9. Me parece que tiene que ver con la escala de valores y la experiencia que cada persona tiene, y de la que la personalidad se va nutriendo a través de los años. Pero a mí lo que me fascina de cada nuevo post es la facilidad con que todo lo ilustra con el futbol. ¡Fascinante! supongo que Dios es el VAR de la humanidad imperfecta. Todo lo ve y todo lo sabe, quizá por eso insiste en que hagamos propios sus pensamientos.

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    1. Es evidente, Fany, que la conducta humana viene dada por la personalidad o carácter que uno desarrolla de niño, al que se le va sumando la influencia del ambiente y de las experiencias personales. Lo malo es que en demasiadas ocasiones, en mi opinión, nos dejamos llevar más por el ambiente que nos rodea, la influencia externa, que por los principios que la educación nos ha inculcado. Deberíamos escuchar más a nuestro corazón y menos a aquellos que pretenden manipularnos.
      Un abrazo.

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  10. Creo sinceramente que la subjetividad de nuestras opiniones es algo inherente al ser humano. De todos modos creo que la sociedad, en términos generales, sí ha avanzado y es un poco más justa, y eso a pesar de lo complejas y sutiles de las relaciones de hoy en día.

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    1. Me alegro que todavía haya quien cree en las bondades de esta sociedad. Yo, es que soy un hombre de poca fe, jeje.
      Un abrazo, compañero.

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  11. Muy interesante Josep Ma
    Hay tanta manipulación de esa verdad, de hecho para manipularla aún más hasta se habla de la postverdad. A mi me da la sensación que con frecuencia buscamos el argumento que más se nos ajusta y lo vamos llenando de significado que vaya en la dirección que hemos decidido, descartando todo aquello que lo comprometa y acabamos creyendo lo que queremos creer.
    Enseñar a pensar por eso cada vez resulta más fundamental.
    Besos

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    1. Muy cierto, Conxita, eso es como empezar la casa por el tejado. En lugar de intentar llegar a la verdad por medio de los hechos que vemos y tenemos a nuestro alcance, intentando no viciarnos por las opiniones interesadas, vamos directamente a formular nuestra opinión, la que queremos que sea la verdadera, y luego la sustentamos con argumentos que vayan encajando como las piezas de un puzzle. Y si algunas de esas piezas no encajan, ya que no están donde les corresponde, pues se las fuerza para que encajen sí o sí, aunque se deformen.
      Ojalá hubieran maestros que enseñaran a los jóvenes a pensar por sí mismos.
      Un beso.

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  12. Se entiende que el cerebro funciona de la misma manera en todos los seres humanos pero la percecpción es distinta porque en ella influyen los conocimientos adquiridos, las costumbres, la ideología de cada uno, la experiencia personal... y por supuesto los intereses y la personalidad. Cada persona somos un mundo.
    SAludos.

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    1. Sí, el cerebro es una máquina que sale de fábrica según las especificaciones técnicas del fabricante (la genética tiene mucho que decir sobre ello, jeje), pero a lo largo de su vida útil, no solo se va desgastando por la edad sino que también funciona mejor o peor según el buen o mal uso que le da su propietario, a lo que se le añade el estado de la carretera por la que circula, es decir el ambiente que le rodea. Así que cada cerebro-máquina acaba funcionando de un modo u otro. Algunos pierden algún tornillo, se les cruza algún cable o incluso se cortocircuitan, jajaja.
      Perdona el símil automovilístico pero me ha salido así, jeje. A fin de cuentas, somos máquinas imperfectas (de momento).
      Un abrazo.

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    2. Vaya compañero qué disertación tan buena, me quedé con boca de pez, ni se me ocurre decir nada creo que todo está dicho. Se me ocurren algunas frases al hilo "no es lo que creo sino lo que yo quiero que creas" esto se da mucho en la justicia, en la política para salir victoriosos, también en los grupos religiosos, la gente funciona en manada a veces como una ceguedad obsesiva hacia una "verdad" "luz" ¿Tan en la oscuridad vivimos para dejarnos arrastrar de esta forma" bueno yo soy más rebelde. Es un planteamiento un poco negativo de la realidad, me gustaría aportar algo positivo: la libertad de pensamiento y de expresión, aquí por ejemplo, en nuestros blogs; nuestra actuación diaria, aquí, allá; la elección y la convicción, estuvo y está. Creo que andas de vacaciones, pues a disfrutarlas donde estés. Un abrazo compañero

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    3. Pues no, no ando de vacaciones. En todo caso algún puentecito que otro. Debe ser por eso por lo que veo todo bastante negativo, jeje. Y si no, mira la nueva entrada que acabo de publicar aquí mismo, jajaja.
      Parece que el hombre no ha perdido del todo el sentido gregario del borrego y tiende a seguir al de delante sin pensar adónde le lleva.
      Bromas y símiles aparte, lo que está meridianamente claro, en mi opinión, es que la ideología está por encima de cualquier otra consideración, y si hay que condenar o defender algo en nombre de esa ideología pues se condena o se defiende y santas pascuas.
      Un abrazo, compañera.

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