viernes, 15 de febrero de 2019

Ni acoso ni abusos



El acoso escolar, conocido también como bullying, y los abusos sexuales perpetrados por docentes y religiosos, están a la orden del día. Si bien algunos de los casos de acoso sexual a menores que ahora se denuncian con creciente frecuencia acaecieron hace diez, veinte y hasta treinta años, otros muchos siguen produciéndose y el hostigamiento en la escuela por parte de los propios condiscípulos parece que es una lacra que ha aparecido o recrudecido en estos últimos años.

Debo ser un privilegiado o, más bien debería decir que fui un niño afortunado, pues en mi época escolar no sufrí ni lo uno ni lo otro. Pasé once años de mi vida, de los seis hasta los diecisiete, en un colegio religioso. El número de estudiantes por clase rondaba los cuarenta y en algún curso hubo hasta tres grupos de alumnos, así que un total de ciento veinte muchachos por curso parecería un número suficiente para que hubiera entre ellos más de un matón o abusón. En cuanto a los sacerdotes, aunque la mayoría de la comunidad escolapia ─que no era, por cierto, muy numerosa─ se dedicaba a tareas administrativas, una cuarta parte, aproximadamente, ejercía la enseñanza, la tutoría o bien la confesión y la dirección de los ejercicios espirituales tan en boga en aquella época en instituciones religiosas y, por lo tanto, tenía contacto directo con niños y adolescentes.

Yo podría haber sido una presa fácil, tanto para el típico bravucón amedrentador como para el pederasta, pues era un niño tímido, apocado, reservado, introvertido, nada revoltoso ni respondón, y mucho menos pendenciero, de esos que siempre están buscando problemas y que no saben mantener el pico cerrado, por mucho que se sienta amenazado. Y, aun así, nunca nadie abusó de mí, ni física ni psicológicamente. Por eso, visto lo que ocurre a nuestro alrededor, repito que puedo sentirme afortunado.

Mi candidez, o prefiero llamarla inocencia, en cambio, hizo que, a eso de los nueve o diez años de edad, no entendiera el significado de una supuesta broma de la que fui objeto por parte de un adulto (no sabría decir su edad). Recuerdo todavía con claridad su sonrisa irónica cuando, en los lavabos del cine del colegio, un domingo por la tarde, durante el descanso (echaban dos películas y era un cine abierto al público, aunque generalmente solo asistían los alumnos y sus familiares), me preguntó qué tenía en la mano. Solo al cabo de unos años, al recordar ese “extraño suceso”, adiviné su malintencionada pregunta, a la que entonces no supe responder.

Hace unos días, ante tantas denuncias de abusos sexuales y de acoso escolar, me pregunté si lo mío fue una excepción y me salvé de ambos abusos por suerte o es que en los años sesenta no ocurrían con tanta frecuencia como ahora, así que le pregunté a un buen amigo y antiguo alumno del colegio si él había sido objeto de algún tipo de abuso o sabía de algún compañero que sí los había sufrido. Una rotunda negativa fue su respuesta. El único hecho “escandaloso” del que tuvimos conocimiento al cabo de unos años de haber abandonado el colegio fue que tres sacerdotes colgaron los hábitos por una mujer, algo muchísimo más razonable que inclinarse por los tocamientos a niños para combatir los estragos psicológicos del voto de castidad.

La pederastia ha existido siempre, solo que ahora salen a la luz muchos casos que se mantuvieron ocultos por miedo o vergüenza de quien sufrió esa experiencia. En cuanto al llamado bullying ya no lo tengo tan claro. A lo largo de la historia ha habido bastantes casos en los que niños y niñas han sufrido burlas, vejaciones e incluso maltrato físico, pero me da la impresión de que últimamente ─y por últimamente me refiero a lo que llevamos de siglo─ se ha disparado el número de casos, llegando a situaciones verdaderamente crueles y dramáticas. Las nuevas tecnologías han empeorado, si cabe, la situación, pues juegan un papel importante y coadyuvante al clásico maltrato psicológico, al hacer posible su divulgación por las redes sociales. En mi época, al margen de los insultos del tipo “cuatro ojos”, “enano”, “jirafa” o “vaca lechera”, destinados a burlarse del que llevaba gafas, era el más bajito, el más alto o más gordo de la clase, o bien de las típicas peleas de niños, nunca supe de casos de persecución y mucho menos de agresión física a un compañero para dañar su autoestima de forma consciente y voluntaria.

¿Qué está pasando en nuestra sociedad? No solo se multiplican los casos de abusos a niños y niñas por parte de quienes deberían protegerlos (profesores ─tanto religiosos como laicos─, entrenadores, monitores, etc.) y se desvelan a diario casos antiguos de pederastia repetida, sino que la violación a niñas y mujeres de cualquier edad, en solitario o en grupo, ha alcanzado la categoría de alarma social. ¿Dónde está el fallo? ¿Es culpa de los padres, de los educadores, de esa sociedad que divulga por internet situaciones aberrantes que pasan por normales? Se ha dicho que los jóvenes de hoy empiezan a consumir pornografía ¡a los once años!, en la que, además, la mujer es tratada como un objeto sexual.

Para combatir todos estos abusos habrá que lidiar desde distintos frentes. Solo un sistema que conciencie a todos los actores que intervienen en cada ámbito social y que sea intransigente y ejemplarizante ante cualquier abuso, pondrá la primera piedra a la verdadera solución del problema.

El lema “ni acoso ni abusos de ninguna clase” debería formar parte del ideario educativo y político en defensa del ciudadano en general y del menor en particular. No sé si veré cumplido ese objetivo, pero sí espero que lo vean las siguientes generaciones.

Lo dicho: debo considerarme un afortunado por no haber sido objeto de ninguna clase de abusos. Ni siquiera en la “mili” tuve que soportar ninguna broma pesada. ¡Qué suerte la mía!



21 comentarios:

  1. Comparto opinión contigo en todo, Josep. Yo también estudié en un colegio de monjas, las Siervas de San José, desde el preescolar hasta el C.O.U y jamás fui víctima de abusos de ningún tipo ni oí rumores de que ninguna otra niña lo hubiera sido (en aquellos tiempos el colegio no era mixto). Allí las monjas sí impartían clases de muchas materias, no sabría decir en qué porcentaje frente a los profesores laicos, y el único "escándalo" del que tuve noticia, años después de haberme graduado, es el de una monja, profesora de física y más estricta de lo que a todas nos hubiera gustado, que dejó los hábitos. A ninguna nos extrañó, siempre pensamos que era brillante intelectualmente pero que no tenía ninguna vocación religiosa. Aún así jamás le puso la mano encima a ninguna niña, solo que era muy seria, muy áspera hablando y que te cateaba como no apretaras al máximo.

    Respecto al acoso escolar por parte de mis compañeras, yo también hubiera sido una presa fácil. No es que fuera tímida y apocada, todo lo contrario, pero estaba gordita. Pues tampoco tuve jamás ningún problema: tenía montones de amigas, me elegían con frecuencia para representar a la clase y participaba con papeles destacados en todos los "saraos" que organizábamos. Fíjate que con la distancia que dan los años creo que yo era una empollona bastante repelente y que un poco de asco sí bebía dar. Pues ni por esas jajajaja. Seguro que hoy otro gallo me hubiera cantado, a la vista del panorama.

    Yo no sé cuál es la solución, pero no parece que las políticas educacioneales en los colegios y la concienciación mediática estén dando mucho resultado. Realmente me preocupa el tema.

    Una reflexión estupenda, Josep. Como siempre haces gala de una sensatez y una mesura notables.

    ¡Un abrazo de viernes!

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    1. Yo también tuve de profesor de filosofía a un sacerdote "progre", probablemente comunista (nos trañia a gente de CCOO para que nos dieran una charla sobre política), que en aquella época ni siquiera llevaba alzacuellos, vestía de oscuro pero con ropa "normal". Mira si sería moderno que nos habló de los métodos anticonceptivos, jeje. Nadie le veía como un sacerdote vocacional (por lo menos reivindicaba ser un trabajador social y no vivir en comunidad sino en una vivienda normal), pero, aun así, para con nosotros fue un verdadero pedagogo, cuya misión era enseñarnos a pensar.

      En aquella época, para que tus compañeros te respetaran tenías que ser una persona totalmente invisible, o muy buena persona (aquí me incluyo, jejeje) o alguien carismático que cayera bien a todo/as (ahí estarías tu, jeje). De todos modos, sigo pensando que el acoso escolar, de haberlo, era algo esporádico.
      La solución a estos problemas no es fácil, esto está claro, pues de lo contrario, con la información que se da, ya debería haberse cortado de raíz.
      Un abrazo.

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  2. Creo que el problema comienza por la destructuración familiar, niños que no son atendidos correctamente por las diferentes situaciones, y después claro está, las nuevas tecnologías puesta a mano en edades tan tempranas cuando el carácter de la persona todavía no está desarrollada, con lo cual todo lo que ven va a misa. Demasiada libertad mientras están creciendo.
    En mis tiempos... opino lo mismo que tú. Yo fui a un colegio de monjas y jamás me enteré en el momento ni después, de que ninguna niña sufriera mal trato por las compañeras, ni cualquier otro acoso. Evidentemente los tiempos han cambiado, y desde luego no para mejor en muchas cosas.
    Muy interesante esta reflexión, un tema para dar y tomar...
    Un abrazo Josep.

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    1. Me sabe mal decirlo, pero el exceso de libertad es contraproducente a esas edades, y el llamado "buenismo", o manga ancha, por parte de los padres, lleva a que los jóvenes no sean disciplinados. La disciplina se confunde con intolerancia paterna. Hay padres que no se implican lo suficiente en la educación de sus hijos. Ahora ya hay voces que alertan de los peligros de que los niños pequeños tengan tan fácil acceso a móviles y tabletas. Pero para ciertos padres es una solución muy cómoda para que no les importunen. Si en casa no hay disciplina, los educadores poco pueden hacer para corregirlo. Y si ese niño o niña vive en un ambiente agresivo o desestructurado, su desarrollo como persona se verá seriamente afectado.
      Como le decía a Julia, la solución a esos comportamientos asociales y agresivos es más difícil de hallar de lo que parece a simple vista. Pero, aun pareciendo un anticuado, siempre he creído que cuando la vía pacífica no funciona hay que dejar paso a la mano dura. Quizá en casos como estos podemos hacer una excepción a la regla que dice que el fin no justifica los medios.
      Un abrazo, Elda.

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  3. Yo creo que también fui afortunada en el colegio porque nunca me sentí acosada y eso que pertenecía a un grupo susceptible de burla: era una empollona y llevaba gafas. No recuerdo ninguna matona en mi clase (fui a un colegio donde los niños estaban separados de las niñas y el bachillerato lo cursé en un instituo "femenino"). Tan solo me acuerdo de dos chicas que eran algo tontas y que hoy en día se las llamaría "las populares" (no porque fueran del PP sino porque eran las que dirigían el cotarro en cuanto a fiestas y cosas así).
    Estoy contigo en que hoy, la difusión que da internet agrava el problema y hace que el daño sea mucho mayor si da el acoso.
    En cuanto a las violaciones y los abusos no sé si es que los medios de comunicación han encontrado un filón en este tipo de noticias o es que ahora se dan mucho más que hace años, no sé. Yo he llegado a pensar que dar noticias de esta clase ejercían un efecto llamada en algunos enfermos mentales, la verdad.
    Interesante reflexión la tuya, como ya estamos acostumbrados.
    Un beso y buen fin de semana.

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    1. Vamos, que eras como el repelente niño Vicente, jajaja. El ser un empollón puede tener una faceta positiva: todo el mundo quiere congraciarse con él para que les deje copiar e examen, jeje.
      Desde luego, internet es un medio de difusión brutal tanto para lo bueno como para lo malo, y para evitar esto último hay lo que se conoce como control parental, pero está visto que o no funciona o no se aplica.
      Lo que más me sorprende y horroriza es ver cómo, con la gran difusión y censura social que se da a través de los medios de comunicación a esos actos de violencia de glenero y violaciones, sigan produciéndose. Los violentos y violadores no se sienten aludidos ni se amedrentan, sino que incluso parece que esos casos van aumentando, aunque quizá sea lo que dices y ahora se les de mucha más difusión que antes. El maltrato a la mujer es algo habitual en las sociedades machistas (o sea, todas). Seguro que durante la etapa conocida como transición, con el advenimiento de la democracia se producían tantas agresiones como ahora, pero entonces las mujeres no estaban tan protegidas y no se atrevían a denunciar. Y no es que ahora sea una panacea, pues la ley es todavía muy blanda para los agresores y sigue existiendo el miedo a denunciar a la pareja.
      Los violadores son, para mí, desequilibrados mentales y, aunque vean la repercusión social que tienen sus actos, parece como si todavía eso les incitara a seguir con esa conducta, de ahí que cada día se concozcan más casos. Y encima se les trata con una exquisitez que me subleva. Se habla de tolerancia cero pero, en realidad, hay jueces muy escrupulosos a la hora de dictar sentencia, mientras que a un ladrón que roba para comer le cae una condena ejemplar.
      Un beso y un buen y pacífico fin de semana.

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  4. Yo lo he pensado muchas veces, qué pasa con tanta atrocidad. Sin embargo me da por pensar que el bullying, la pederastia, el maltrato a los niños, yo creo que lo ha habido siempre pero antes en unos casos como el maltrato por parte paterna, era visto como normal y parte de la educación del niño. Igual que en los colegios, se pegaba con el beneplácito de los padres. Afortunadamente la mentalidad ha cambiado y el derecho del niño está por encima, y su protección. Los casos de gente de edad mediana que denuncian los abusos que han sufrido de niños, se puede hacer ahora pero hace 30 años quienes habían sido abusados cuando niños no podían decir nada, la Iglesia era intocable. Ahora tenemos más información y más conciencia del bien y del mal.
    SAludos.

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    1. Efectivamente, Manuela, Tal como expuse en una entrada antigua que titulé "La letra, con sangre entra", muchos años atrás se usaba el castigo físico para "reconducir" al niño rebelde, y los padres añadían su dosis de cachetes y sopapos. Hoy sería motivo de deniuncia por maltrato. Pero lo más grave es, y era, el maltrato psicológico y/o físico por parte de los propios compañeros y, ya no digamos, el abuso sexual por parte de algún educador. Coincido contigo, y así lo insinúo en esta entrada, que, de algún modo, ahora todo ello es más patente, no sé si por ser más frecuente o más visible, pues ya no existe el miedo a denunciar. De ahí que ahora aparezcan tantos casos de abusos cometidos muchos años atrás.
      Un abrazo, y gracias por dejar tu punto de vista.

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  5. A lo mejor es que soy muy bruto, pero para mí es más importante no poner en riesgo a un inocente que precipitar la salida a la calle de alguien cuando todavía está muy poco clara su posibilidad de reinserción. Y creo que es lo que está sucediendo.
    Me has puesto en canción para hacer una entrada al respecto. Me vendrá muy bien, porque estoy un poco vago últimamente tirando de reediciones.
    Un abrazo.

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    1. Pues sí, ese es otro grave problema social: dejar libre al maltratador, al agresor, muchas veces reincidente y, en el caso de un violador, probablemente irrecuperable. La cárcel no siempre consigue la reinserción, por desgracia, por ello debe haber un control estricto de quién merece una segunda oportunidad o quien muy probablemente lo primero que hará es acabar con la vida de su ex o violar a la primara niña que encuentre a su paso.
      Me alegro que esta entrada te haya inspirado.
      Un abrazo.

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  6. Es un tema que hoy en día está en los medios. Yo creo que siempre ha habido abusos tanto por los curas y por hombres que perseguían a las niñas. Yo en el colegio público donde estudié no recuerdo abusos por parte de las compañeras. Siempre he sido muy querida (bueno había unas niñas que no llevaban merienda y a las que sí las llevábamos nos daban unos mordiscos al bocadillo). Pero eso no lo consideraba abuso por que lo consideraba compartir, ellas tambien compartian lo suyo cuando lo tenían. En el caso del abuso de poder de la profesora no recuerdo que nos pegara, si que a veces nos castigaba en la pared. Pero es que nosotras tampoco éramos santas. En la calle los abusos por parte de los chicos recuerdo una vez una persecución hasta casi mi piso un chico intentando meterme mano que no lo consiguió, porque correr tuve que correr y mucho grité y se fue. En cuanto a los curas enfrente de casa tenemos una iglesia y solíamos acudir al cine los domingos y a un centro de recreo donde jugábamos al parchís y a las carta a juegos etc... Por entonces había un cura que era mucho y ese si que a modo de juego intentaba tocarnos pero nosotras le esquivábamos. Nunca lo dijimos en casa. Mi hermana si puso ser presa de un hombre que la perseguía si saberlo, porque ese hombre fue detenido y declaró que andaba tras de mi hermana, vino la policía a preguntar a mis padres si mi hermana había notado que la perseguían. Menos mal que nunca la toco.

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    1. Corrección: un cura que era Mudo y puse mucho

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    2. Las disputas y regañinas en el colegio era y sigue siento algo absolutamente normal. Los niños se pelean y luego hacen las paces como si nada hubiera ocurrido. En cuanto al profesorado, en mi época sí que nos ponían la mano encima, pero no me refiero a tocamientos morbosos, sino a bofetones, a golpes en la mano con una regla, o tirar del pelo de una patilla hacia arriba hasta hacerte poner de puntillas. Eso era un trato cruel, o sea un maltrato, perfectamente aceptado e incluso fomentado como forma de educación. En la mili se fomentaba la disciplina a base de gritos e insultos, y se consideraba normal.
      Ahora, afortunadamente, ese comportamiento ha desaparecido, pero emergen casos de agresiones sexuales que en su día se callaron. Incluso casos en los que los padres, alertados por sus hijos, hacían la vista gorda, no le daban importancia, o bien callaban para no armar un escándalo.
      Entiendo, pues, que ahora se alcen las voces que callaron entonces, aunque también debo decir que hay casos en los que el abusador hace años que murió y que puede resultar imposible demostrarlo. Supongo que cuando uno levanta la mano acusadora, estimula a muchos otros a seguir su ejemplo. Es algo parecido a las denuncias por acoso sexual de algunas actrices que, en su día, cuando se produjo el suceso, callaron y ahora salen todos los casos a la luz como setas después de la lluvia.
      Y bueno, ese cura que mencionas sería mudo pero el sentido del tacto lo tenía muy desarrollado, jeje (perdona la frivolidad, pero no he podido evitarlo).
      Un abrazo.

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  7. Son temas importantes, porque las víctimas del bullying tardan tiempo en recuperar su autoestima, y los de abuso quedan muy "tocados". Por suerte ahora se están poniendo medidas. De abusos por parte de docentes religiosos seguirán saliendo a la luz, por supuesto, porque fue muy común, no eran casos excepcionales. Un tema que la iglesia ha de resolver dejando que sea la justicia quien actúe y no ella cambiando a los actores de lugar.

    Temas duros, sin duda. Un abrazo y por un sábado de serenidad y buenos ratos

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    1. Son temas importantes y a veces muy graves: solo hay que pensar en los casos de suicidio que han porvocado en las víctimas de esos acosos.
      Parece que ahora (después de tantos escándalos y forzada por los medios) la Iglesia empieza a reaccionar en serio, aunque con mucha prudencia. Si hasta ahora se limitaba a apartar a un sacerdote de su puesto, ya ha habido algun caso de espulsión. Pero eso no debería quedar en el ámbito religioso, sino también penal.
      Un abrazo y que pases un feliz domingo.

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  8. Estuve también once años en un colegio de monjas y, aunque llevaba gafas, no era precisamente una empollona. Leía tanto que no tenía tiempo para estudiar. Hasta cuarto o quinto de bachillerato no empecé a tomarme en serio los estudios, pero de manera normal, aprobaba, algún notable y punto.
    Las redes sociales tienen cierta culpa, pero no demasiada. Evidentemente el poder subir tu "hazaña" a una red donde todo el mundo va a ver lo guay (gilipollas) que eres es un aliciente añadido para tarados y sociópatas, pero yo creo, desde mi puesto de profesora y lo que ello conlleva, que mucha culpa está en las familias. A ver que no se me malinterprete, la mayoría de los chicos y la mayoría de las familias son encantadores y normales, pero hay un pequeño porcentaje que deja mucho que desear. Si supierais los correos que recibimos de algunos padres porque se ha sancionado a su hijo o se le ha amonestado, no os lo creeríais. Os pongo un ejemplo: alumno expulsado un par de días por varias faltas; padre que protesta a la tutora porque dice que solo sabemos castigar y expulsar (una expulsión supone que el alumno ha tenido varios partes de disciplina); tutora que le cuenta al padre todas las fechorías de su hijo, por las que solo se le ha reñido y cuyo cúmulo ha llevado a la expulsión, entre otras el dibujar penes en pupitres y paredes (y no es por el pene, es que no se puede manchar ni deteriorar el mobiliario); entre otras lindezas que no recuerdo el padre termina su respuesta diciendo "igual lo que pasa es que mi hijo dibuja lo que usted necesita". Y no es más que un ejemplo. Padres que agreden al árbitro del partido del niño o insultan al jugador del equipo rival por ser negro o gitano, o magrebí o jugar mejor que su hijo, y todo ello con lenguaje inadmisible y delante del niño.
    Eso por una parte, luego están los padres que no son energúmenos, que se preguntan qué han hecho ellos para que el hijo les salga así y lo que han hecho ha sido reírle las gracias hasta los doce años o enchufarle a la pantalla de turno, y no se han dado cuenta de que había que educarle hasta que no ha empezado a dar problemas serios, cuando ya no había nada que hacer.
    Y luego, claro, están los padres que lo han hecho todo bien, pero han tenido mala suerte ,aunque estos son tan escasos, que igual ni existen.
    Ufff, vaya rollo os he metido...
    Un beso.

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    2. Ah, que entre tanto rollo, me olvidé. Respecto a los abusos, en mi colegio jamás supimos de ninguno, aunque creo que en los colegios de monjas la cosa era muy distinta a los de curas. Me imagino que la represión sexual femenina hacía que en la mayoría de los casos ni se les pasara por la imaginación que algo así se podía hacer. O se arreglarían entre ellas, lo que me parece sano, magnífico y mucho más razonable.
      He anulado el comentario anterior porque este ordenador no puso ni una mayúscula. Me tiene contenta...

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    3. Así que lo de tu pasión lectora ya te viene de muy lejos, jeje.
      Yo sí creo que las redes sociales tienen un efecto muy pernicioso. Se graba a una chica en el vestuario, en ropa interior o desnuda, e inmediatamente se difunde su foto por WhatsApp o facebook o yo qué sé por qué otro medio. Ya no digamos los casos (jóvenes inconscientes) en que en un video-chat se han quitado la ropa porque se lo ha pedido quien está al otro lado, y este no tiene luego ningún reparo en chantajerale a cambio de no distribuir ese vídeo. Esas son formas que agravan y hacen más público un delito, causando mucho más daño moral a quien lo ha sufrido, hasta el punto de empujarlo a una crisis de ansiedad, una depresión o incluso al suicidio. Serán, por supuesto, hechos puntuales, pero son lo suficientemente graves como para tomar medidas disuasorias y punitivas.
      La actitud chulesca e incluso agresiva de algunos padres es otro aspecto que antes no se producía. No sé cómo puede atajarse, quizá debería haber un pacto nacional (como hacen los políticos para con las pensiones) que dejaran bien claro cuáles son los derechos de los profesores y las obligaciones de los alumnos y tutores legales, y que no solo se castigara al alumno infractor sino también a quienes los defienden atacando al profesorado.
      En cuanto a los abusos sexuales por parte de un educador, también hay que ser intolerante y no limitarse a trasladarlo de centro, tanto si es religioso como laico. Desde luego, está visto que la testosterona está reñida con el celibato, pero los curas podrían aliviar sus cuitas hormonales y fisiológicas por otros medios, como insinúas en el caso de las religiosas.
      Gracias por compartir tu experiencia docente con nosostros.
      Un beso.

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  9. Un tópico difícil de manejar escribir pensar
    .Pero vos lo has hecho perfecto

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    1. Un tema muy polémico, preocupante y universal.
      Gracias por tu comentario, Recomenzar.
      Saludos.

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