martes, 22 de mayo de 2018

La letra con sangre entra

Este post se publicó ayer en "Tertulia de Escritores" respondiendo a la invitación de su administradora, Lola O. Rubio. Como no veo ningún inconveniente en compartirlo también en este blog, siendo yo el autor del texto, aquí os dejo mi análisis sobre un estilo educativo que los que ya peinamos canas hemos tenido la oportunidad de conocer y sufrir.





Este famoso aforismo se le adjudica a Domingo Faustino Sarmiento, presidente de Argentina entre 1868 y1874, pedagogo, filósofo y docente, y que, al parecer, nació a raíz de un artículo que escribió sobre el efecto a largo plazo resultante de azotar a los niños en su cociente intelectual.

Esta creencia en la dureza en el trato a los estudiantes para favorecer su rendimiento escolar, tuvo uno de sus más entusiastas seguidores en el sistema de enseñanza inglés, sobre todo hacia finales de la época victoriana, en la que la rigidez disciplinaria era la base en la que se sustentaba su sistema educativo eminentemente tradicionalista. Colegios y residencias privadas hacían gala de dicha severidad y, a la par, del alto nivel de preparación con la que se graduaban sus alumnos. Internados y escuelas de élite prodigaban el castigo y un rigor casi militar para formar a sus alumnos, con el beneplácito de los padres y de la sociedad en general.

En nuestro país, en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, era práctica habitual que en los colegios, sobre todo religiosos, se aplicara mano dura con los alumnos, no solo para formarlos como buenos cristianos y ciudadanos sino también para mejorar su actitud en el estudio y aprendizaje. Golpear con una regla o tablilla de madera la palma de la mano o las yemas de los dedos, método este más doloroso, lanzar el borrador e incluso una vara a modo de proyectil (mi profesor de latín, practicante de este ejercicio, la apodaba “la milagrosa” por sus dones persuasivos), tirar de las patillas hasta obligar al alumno a levantarse y ponerse de puntillas, propinar un cogotazo a traición por pillarte hablando durante la hora de estudio (así entendí el significado de “ver las estrellas”), y otras pequeñas salvajadas, son unos pocos pero representativos ejemplos del trato que se dispensaba a los alumnos “díscolos” en mi colegio privado y religioso, del que, a pesar de todo, guardo un buen recuerdo. No vayáis a pensar que un servidor era uno de esos colegiales díscolos. En absoluto. Podría decirse que era un alumno ejemplar. Pero hasta el mejor de los mejores tiene alguna vez un desliz en forma de unos ejercicios no resueltos, un borrón en la lámina de dibujo, una lección no bien aprendida o ser un charlatán en clase o en Misa (que hasta cierta edad era diaria).

Hoy día serían inconcebibles tales comportamientos. En aquella época, ir a tu padre con el cuento de que el profesor te ha puesto la mano encima era motivo suficiente para que tu progenitor hiciera lo propio ─dos tortazos al precio de uno─, respaldando al docente con el argumento de que “algo habrás hecho”. Hoy, en cambio, por mucho menos, el maestro o maestra podría ser objeto de insultos y amenazas por parte de los padres del chico o chica ofendido/a, la apertura de un expediente disciplinario o quizá incluso la expulsión del centro docente. Antes, los niños más disciplinados, como yo, podían ser sometidos a escarnio y al castigo por parte de algún profesor que se excedía en sus atribuciones y autoridad. Hoy esa autoridad ha menguado sustancialmente y hasta el alumno más gamberro goza de una protección inmerecida. Como ha ocurrido con otras muchas cosas en este país, hemos pasado de un extremo al opuesto en cuestión de unas pocas décadas.

En aquel entonces, las amenazas y el temor al castigo, en cualquiera de sus manifestaciones, eran motivos más que suficientes para que un alumno mínimamente disciplinado se esforzara en cumplir con las tareas encomendadas, a hacer los deberes hasta la hora de cenar, de lunes a viernes, y durante una buena parte del fin de semana (hasta mediados de los años 60 el sábado por la mañana era lectivo), aprendiéndose la lección de memoria sin importar su comprensión ni utilidad. Porque esta era otra cuestión: la inteligibilidad de lo enseñado, tanto por vía oral como escrita, era lo de menos. Muchos profesores se limitaban a recitar la lección tal como lo habían venido haciendo durante toda su vida laboral, a veces con tal entusiasmo que tenía verdaderos efectos somníferos. Por su parte, los libros de texto, especialmente los de ciencias, estaban redactados con un vocabulario demasiado enrevesado para un chaval de 10 e incluso de 14 años.

¿Qué es un logaritmo y para qué sirve? O una derivada. O una integral. O… Qué más da, se aprende de memoria y punto. Hay que aprobar el examen y eso es lo realmente importante.

Cuando ya siendo padre de familia, veía los libros de texto de mis hijas, quedaba agradablemente sorprendido. Dibujos explicativos ilustrando un texto teórico mucho más “amigable”. Todo mucho más gráfico y comprensible. Me dieron ganas de matricularme en primero de ESO para empezar de nuevo. Luego volvieron a cambiar los planes de estudio, y con ellos supongo que también los libros de texto, supuestamente para mejor.

Siendo así, era de suponer que el nivel de conocimientos de la juventud actual, instruida siguiendo esos sistemas de enseñanza tan didácticos, sería mucho más elevado que el de mi generación, que aprendimos a palos, metafóricamente hablando. Craso error. El fracaso escolar en España es actualmente uno de los más altos de la UE, y el nivel de conocimientos de nuestros estudiantes está por debajo de la media europea. No cito cifras porque las distintas fuentes consultadas arrojan datos no coincidentes más que en la unanimidad de que nuestros jóvenes no están lo suficientemente “ilustrados”, y ni siquiera tienen un nivel de comprensión lectora adecuado. ¿Qué decir ante ello? ¿Cómo se explica?

Procedo de una época en que el nivel de analfabetismo en España estaba en torno al 17% y la tasa de niños escolarizados, a pesar de la ley, solo alcanzaba el 35%. Por lo tanto, que haya personas de mi edad cuyo nivel cultural sea bajo o muy bajo es comprensible. Pero lo que no entiendo es que jóvenes que han cursado la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) hasta los 16 años, no sepan apenas nada de la Revolución Francesa, de la Segunda Guerra Mundial, de quién fue Stalin o Mao, ni mencionar una sola obra de Lope de Vega, ni, horror, saber situar en el mapa alguna de las ciudades y ríos más importantes de la Península Ibérica.

No quisiera generalizar. Hay alumnos y jóvenes muy cultos, por supuesto, pero me da la sensación de que no son mayoría. También es verdad que siempre ha habido malos estudiantes y estudiantes zoquetes. Yo no fui precisamente un estudiante brillante pero sí trabajador, a pesar de no saber para qué servían algunas de las cosas que me enseñaban. Quizá si hubiera gozado de los métodos actuales sí habría sido un alumno sobresaliente. Esto nunca lo sabré. Pero lo que no puedo aceptar es que, existiendo una enseñanza obligatoria que todo alumno debe seguir y superar, haya jóvenes (y no pocos) que tengan una cultura general muy por debajo de lo esperado y deseable. ¿Cómo puede haber licenciados que cometan faltas de ortografía? ¿Cómo puede haber jóvenes con estudios superiores que no han leído un libro en su vida de forma voluntaria?

¿En qué han fallado los sucesivos sistemas educativos que han visitado nuestras aulas durante los últimos treinta años? ¿Acaso era mejor el sistema educativo de los años 50 y 60? Si nos atenemos a los resultados ¿será cierto que la única forma de que un alumno estudie y aprenda es a base de correctivos? La idea me asusta.

Hasta ahora había creído fervientemente en los refranes y en las frases grandilocuentes convertidas en máximas populares. Pero ahora tengo serias dudas sobre la que encabeza esta entrada. ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene la disciplina y mano dura en la enseñanza? ¿En dónde reside el éxito de una buena educación? ¿En el alumno, en el profesor o en el sistema? ¿En todos ellos a la vez? ¿Cómo puede ser que, con unos profesores incompetentes y un sistema arcaico, los alumnos de mi generación, tan listos o tan tontos como los de ahora, tengamos ─al menos esta es mi percepción─ unos mayores conocimientos tanto en materias de ciencias como de letras?

Hace mucho tiempo que me propuse no convertirme en uno de esos viejos que añoran el pasado y reniegan de la juventud actual. Pero viendo cómo está el país, no puedo evitar temer que lo dirijan en un futuro quienes ahora no saben ubicar Australia en el mapamundi.


Ilustración: Escuela de pueblo, de Albert Anker (1831-1910)


24 comentarios:

  1. Esta misma reflexión que tú tan bien expresas hoy, Josep, la he hecho yo en charlas con amigos y familiares. En mi época, yo nací en el 69, las faltas de respeto al profesorado eran impensables y ciertas conductas provocativas, ni te cuento. Yo también estudié en un colegio religioso y, aunque jamás me pusieron la mano encima ni a mí ni a ninguna de mis hermanas o compañeras, sabíamos que tonterías, las justas. Claro que había alumnas díscolas, y malas estudiantes, pero el ambiente era otro muy diferente al de hoy en día y la calidad de la enseñanza, mucho mejor (tengo sobrados elementos de comparación con mis sobrinos y los hijos de amigos).

    Hace unos años me dio por hacer un módulo formativo en un instituto público donde vivo. Eramos muchos los que teníamos ya unos años y formación previa, aunque el módulo, a nivel académico, era apto para alumnos con el bachillerato terminado. ¡Qué diferencia de conocimientos entre "los viejos" y los chicos más jóvenes!. Yo me acordaba de lo que había estudiado hacía más de 30 años y algunos de mis compañeros no tenían ni idea de lo que habían estudiado el curso anterior, por no hablar de la actitud. Vamos, que terminé horrorizada jajajajaja.

    En fin, espero no estar aquí cuando los "profesionales" sean los chicos más jóvenes de hoy :P Tanta psicológía y pedagogía, tantas tecnologías punteras en las aulas, tanto texto molón lleno de dibujitos para no traumatizar a los niños, tanto pasar la mano porque aunque el niño lo ha suspendido casi todo "ya está maduro emocionalmente" para pasar de curso (fue el caso del hijo de una vecina mía), etc, no parece que estén dando muy buenos resultados.

    Un interesante placer leerte siempre, compañero.

    ¡Un abrazo!

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    1. Hola, Julia. Siempre que publico una entrada en este blog temo que mi reflexión sea fruto de una manía o de un prejuicio, y casi siempre temo que pueda generar una respuesta, si no airada, sí rotundamente contraria a mi tesis. Hasta ahora he visto que no es así, lo cual me hace sentir "normal", jeje. Ya sé que debería expresar mis puntos de vista (a fin y al cabo es mi espacio) con total tranquilidad, pero no puedo evitar sentirme un tanto inquieto a la espera de las reacciones.
      Dicho esto, tus comentarios me reafirman en que algo mal se ha estado haciendo (y se está haciendo) con nuestros jóvenes. Aunque estoy totalmente en contra del uso del castigo por sistema, sí creo que la disciplina es algo no solo necesario sino imprescindible. El nivel de educación (y no me refiero a conocimientos sino al comportamiento social) es muy deficiente en nuestros jóvenes. Yo tuve una asignatura llamada "higiene y urbanidad", en la que nos enseñaban a comportarnos con educación: ceder el asiento a una persona mayor, abrirle la puerta a alguien que va cargado, dejar salir antes de entrar, pedir las cosas por favor y dar las gracias, etc, etc.
      Este tema ya lo he sacado a colación en alguna otra ocasión cuando me he referido a que los buenos modales no solo se aprenden en la escuela sino en casa, pues los padres tenemos un papel preponderante en este tema.
      En fin, parece como si la autoridad y el control hacia el alumnado por parte de sus educadores se haya convertido en algo peligroso e indeseable. No es necesario volver al estilo educativo de antaño, pero sí hacer valer el respeto al profesorado del mismo modo que este no puede excederse en sus atribuciones. Hay que educar desde el respeto y exigiendo respeto a cambio. Hay que hallar un equilibrio, que es, al parecer, lo más difícil.
      Un abrazo, Julia.

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  2. No creo que sea cuestión de mano dura, aunqeu como tú bien afirmas, con letra parecia que todo entraba mejor, pero creo que no es el camino. Bajo mi punto de vista, los profesores han pasado no solo a cubrir las espaldas de los alumnos d equienes se saltan la autoridad ante ellos, si no que además, son sus amigos, en fin así no vamos.
    Además creo que al alumno solo hay que hacer que aprenda, que siempre es enriquecedor, si no estimularlo de alguna forma para que lo haga, enseñarle que no esta aprendiéndose algo por que si, si no porque el día de mañana tenga una cultura ante el mundo. Aquí ahora mismo , en mi Comunidad, tenemos una controversia con la enseñanza del Valenciano, que este gobierno nuestro nos quiere imponer a toda cosa, sabiendo perfectamente que restando horas al inglés y dando mas valenciano no van a conseguir si no que nuestros hijos tenga un nivel muy bajo de un idioma que les va abrir al mundo, de modo que creo que de una vez por todas la enseñanza no se ha de regir por comunidades autonómas si no buscar una ley de educación que beneficie a profesores y alumnos, tanto para los maestros que dan clase como los alumnos que encuentren las clases enriquecedoras y sean verdaderamente caldo de cultivo para el día de mañana, y es algo muy necesario, si no lo hacemos, veremos como nuestros hijos, verán mermada su cultura y su camino por la vida.
    Yo te puedo decir que mi hermana tenía un novio que en tercero de derecho le suspendieron un examen por las muchas faltas de ortografía que tenía en fin, así va a este país .
    Un abrazo y muy buena reflexión, ah y a mi tía sufrió también esa mano dura, ya que era zurda y lo es, y el profesor le pegaba con la regla, pensaba que así se corregiría, y me parece excesivo por supuesto.

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    1. Lo del "amiguismo" es otro tema interesante. Muchos padres, si no la mayoría, creen que siendo "colegas" de sus hijos, conseguirán que les respeten más. No hay que confundir el amor y el cariño con querer ser un amiguete más, pensando que así nos confiarán sus problemas, sus secretos, se sincerarán con nosotros y, en definitiva, nos querrán más. Yo creo que es una fórmula equivocada. Somos ante todo sus padres, no sus amigos. Me refiero que tienen que vernos como una figura paterna con autoridad a quien deben respeto, aunque ello no vaya en detrimento de que hablemos con ellos como iguales, intentando entenderlos y invitándolos a que se abran a nosotros sin temor. Es famosa la frase de que un niño no viene al mundo con un libro de instrucciones. No es fácil educar y, muchas veces, creyendo que lo hacemos bien, nos equivocamos y el resultado no es el esperado. Del mismo modo, la labor de los educadores y enseñantes es difícil y muy meritoria. Pero por eso son profesionales y deben saber cómo actuar en cada momento. Lo malo es cuando "la sociedad", o los padres, no les apoya y, pensando seguramente en cómo fueron sus profesores, no quieren que sus hijos sufran un trato igual. Así pues habrá que empezar a educar a los padres.
      Otra cosa distinta es el contenido del programa educativo, Eso es algo a consensuar entre autoridades y profesorado. En el tema lingüístico yo siempre he sido partidario de aprender tantos idiomas como sea necesario. En mi época, la lengua extranjera obligatoria era el francés y lo estudié durante seis años. En la Universidad me percaté que el idioma más necesario, tanto a nivel científico como de negocios, era el inglés y lo estudié en la Escuela de Idiomas de la Universidad y no paré de estudiarlo durante muchos años. El castellano (mal llamado Español a mi entender), por supuesto era la única lengua oficial que se enseñaba, pues el catalán estaba prohibido y esta lengua, que es mi lengua materna y que aprendí oralmente, la he estudiado ya contando con sesenta y tantos años. Para mí es algo enriquecedor, aunque reconozco que cuando algo se impone contra la voluntad de quien tiene que estudiarlo, no sea plato de buen gusto.
      Finalmente, lo de castigar a alguien por ser zurdo, atándole la mano izquierda para obligarlo a escribir con la derecha, "como Dios manda", es algo que me han contado muchas personas y me parece algo descabellado, fruto de una ideología atrasada.
      Un abrazo, Tere.

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  3. A mí me parece que antiguamente exageraban con la mano dura, yo creo que para educar lo importante es saberlo hacer con respeto y no abusando de los alumnos con violencia.

    Menos mal que en mi época no fue así, pero sí fue en la de mis hermanos.

    Me encantan tus entradas que nos hacen reflexionar, lástima tener tan poco tiempo.

    Besos.

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    1. Hola, María. Supongo que esa práctica se mantuvo activa porque vieron, o les pareció ver, que funcionaba. Nadie se atrevía a contrariar a un profesor y quien lo hacía era reprendido tan severamente que no le quedaban ganar de repetir.
      Yo soy partidario del castigo o reprimenda, siempre que sea absolutamente necesario y se haga con justicia y mesura. A los hijos también se les debe castigar para que comprendan que no se pueden contravenir las reglas de buena conducta y de convivencia, fuera y dentro del hogar. A un niño que no estudia y se comporta mal no se le puede "premiar" comprándole un móvil con solo doce años o dejándole jugar a la consola hasta la hora de cenar, sin haber hecho los deberes, etc. Hay un refrán que lo resume muy bien: "quien bien te quiere te hará llorar".
      La letra no debe entrar con sangre sino con talento para hacer que los alumnos entiendan que lo que se les explica es importante para su futura formación y que el profesor es la autoridad para hacer cumplir las reglas.
      Muchas gracias por tu tiempo.
      Besos.

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  4. Hola Josep, muy interesante tu reflexión y la verdad que la podría suscribir con preguntas incluidas en toda se extensión. Te contaré algo personal entonces. Yo estudié la llamada EGB antes del instituto y aún, al menos en mi colegio, se aplicaba el lema de la letra con sangre entra, y en general lo que nos entraba era bastante miedo, ja,ja,ja. Yo puedo decir que he recibido capones en la cabeza con anillo (gordo) de la profesora que los recetaba, he visto tirar borradores a niños, y dar reglazos en las manos. Hablamos de los años 80 y desde luego se veía como algo casi normal. Evidentemente no creo en este método, pero ojo, tampoco creo en lo que sucede ahora. Es decir, la falta de autoridad que se otorga por parte de los padres al profesorado me parece profundamente imbécil y grave para disciplinar a los niños. En definitiva, y casi como en cualquier ámbito de la vida, el equilibrio y una buena pedagogía por parte de padres y profesores nos llevaría a algo más racional y productivo.
    Abrazos y feliz día.

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    1. Pues me dejas atónito, Que en los años 80 todavía se aplicaran esos correctivos me parece insólito. No sé qué materias se estudiarán en magisterio, pero me imagino que una de ellas debe ser la de Pedagogía. El método para enseñar es la base para que el alumno y el profesor lleguen a un "entente cordial": tú me enseñas bien y yo estudio bien. Si a una deficiencia en la forma de enseñar se le añade un método violento, el resultado será lógicamente catastrófico. Y la sociedad actual no puede permitirse formar deficitariamente a las nuevas generaciones.
      Muchas gracias, Miguel, por tu aportación.
      Un abrazo.

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  5. Primero el chascarrillo: imagínate como me fue a mí en un colegio privado y religiosos, siendo una alumna díscola.
    Ahora lo serio: no sabes cuantas veces me he acordado de aquellos anarquistas y socialistas de los años veinte y treinta del pasado siglo que pensaban que si todos accedieran a la educación y supieran leer y escribir, al tener criterio y conocimiento, se terminarían la explotación y la injusticia. Si levantaran la cabeza se morían del susto. Ahora todo el mundo accede a la educación, pero cada vez el personal es más susceptible de ser explotado y engañado; cada vez se tiene menos criterio, cualquier anuncio publicitario nos vende la libertad, mientras nos dice lo que tenemos que hacer para conseguirla; se nos dice lo que debemos pensar y cómo tenemos que actuar. Y lo malo es que hay un montón de gente que se lo cree y vive como otros deciden que viva.
    No sigo que me vengo arriba y encima me indigno.
    Un beso.

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    1. Bueno, Rosa, es que también hay que enseñar a pensar. A colación de lo que comentas, un buen recuerdo de mi colegio (privado y religioso también) y a la vez una excepción a la regla, fue la existencia, en el curso preuniversitario, de un profesor de filosofía, un cura comunista para más inri, que se empeñó en ayudarnos a pensar y nos obligaba a leer un periódico y a comentar en clase la noticia más sobresaliente. Un día llegó a traer a clase un sindicalista de CCOO (eso lo supimos más tarde) para que nos diera una charla política. Ahí es ná.
      Seguramente no será por ello, aunque algo debió de ayudar, pero siempre me he considerado una persona que procura, dentro de lo posible, contrastar las noticias, informaciones y críticas antes de formarme una idea y emitir una opinión. En este país existe, por desgracia, la mala costumbre de hablar por hablar, creer lo que se quiere creer, ver lo que uno quiere ver, y oír lo que interesa oír. Pero más vale dejarlo aquí porque en lugar de un comentario esto parecería un panfleto anarquista, jajaja.
      Un beso.

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  6. Interesante reflexión de JOSEP Mª Panades. Es una frase escuchada en mi niñez, de mi padre "La letra con sangre entra", la verdad, debido a vivir en diferentes comunidades del panorama nacional, empezaba el curso en una ciudad, y lo terminaba en otra. Es por lo que me salté algún curso que otro "por la edad". Cierto que no estudié mucho, eso sí, leía un libro diario, y es de ahí mi primordial educación, aparte de estudiar Secretariado, cosa bastante fácil. No estoy de acuerdo con los métodos antiguos de enseñanza, el maltrato, el pegar con la regla, el castigo. A un niño o adolescente hay que incentivar con ejercicios o mediante juegos de aprendizaje. Gracias por este magnifico ensayo. Siempre que quieras estás invitado a colaborar en este espacio creado para todos los escritores que lo deseen. Un abrazo literario.

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    1. Esta es una frase muy antigua y de uso muy popular en nuestro país hasta hace bien poco. Muchos de nuestros padres y abuelos eran partidarios de tal sistema de enseñanza, quizá porque ellos lo habían sufrido en sus propias carnes y lo consideraban normal y hasta provechoso. Si bien en términos generales lo adecuado suele estar en el término medio, parece que en nuestro país somos más dados a los extremismos: o nos pasamos o nos quedamos cortos.
      Un abrazo de vuelta.

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  7. Pues esta muy claro, la letra con la sangre entra, no tanto con sangre, pero una gran respeto al profesorado que es lo que hoy falta en los colegios, porque la cuestión es que se le han dado tantos vuelos a los niños desde pequeños, que no respetan a nadie. Tengo profesores amigos de estas generaciones últimas que cuenta cosas increíbles, y les cuesta bastante hacerse con los chicos en las clases, y encima los padres van a reprender al profesor porque éste a tenido la determinación de expulsar unos días al hijo, con lo cual el muchacho se crece y luego pasa lo que pasa.
    Lo que cuentas de nuestra época, (la mía un poco más atrás ), yo se lo oía a mis padres. En mi colegio de monjas, esos tratos jamás se dieron, el único castigo, malas notas al final de mes, con lo cual el problema si es que lo había era en casa... y a los padres de entonces ni se les ocurría ir a protestar a los profesores, con lo cual el respeto era admirable, y lo mismo puedo contar de mis hijas que fueron al mismo colegio que yo, pero ya empezaba a ver algunos padres que iban a pedir explicaciones de por qué a su hija le habían puesto un cero en conducta, :))).
    En fin, creo que el problema está en la permisividad en casa a las conductas inadecuadas y a la falta de valores... no en todo los casos afortunadamente.
    Una entrada muy interesante Josep.
    Un abrazo.

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    1. Creo que hemos caído en una benevolencia excesiva. Hemos pasado de la mano dura, con castigos físicos incluidos, a permitir que los chavales campen a sus anchas. Muchos padres tienen la filosofía de que a los niños hay que dejarles libertad de movimientos, sin reprimir sus necesidades e impulsos. Eso podría estar bien si a creatividad se refiriese, evitando una rigidez innecesaria e impuesta, pero no si ello incluye pasar por alto unas mínimas normas de disciplina, convivencia, respeto a los mayores y a sus superiores. Difícil es educar y enseñar a unos críos que no respetan la autoridad ni las reglas del juego. Y peor son los padres que lo permiten, poniéndose de parte del niño y en contra del profesor. Quizá algunos lo hagan porque recuerden lo odiosos que fueron sus profesores, pero los tiempos han cambiado y el sistema educativo también. Quizá el fracaso escolar tenga su origen en esa falta de interés del alumnado en acatar la autoridad del profesorado y, llegado a este punto, puede ser que los propios profesores, ignorados por sus alumnos y coaccionados por los padres, tiren la toalla y se inhiban ante esa falta de apoyo.
      Un abrazo, Elda.

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  8. Cuando yo estudiaba recuerdo que mi padre se quejaba con esta frase "Pero a vosotros ¿qué os enseñan en el colegio?" Esa misma frase la he repetido yo con mi hija. Me temo que ella se la dirá a sus propios hijos cuando los tenga escolarizados.
    El problema de la educación en este país no tiene remedio, o eso se desprende de todos los años que llevamos lamentándonos de su mala calidad.
    Yo fui una alumna aplicada, no brillante, pero sí trabajadora. Por eso creo en el esfuerzo, en el trabajo diario y sé perfectamente que, salvo mentes excepcionales, para conseguir algo hay que sacrificarse. Estamos criando a nuestros hijos en la idea de que la vida es maravillosa (lo puede llegar a ser, pero no siempre) y que ellos son los reyes del universo. Así crecen engañados, piensan que todo es una diversión y cuando salen a la calle (léase la vida) se topan con la cruda realidad y el trompazo es de campeonato.
    Sin una buena educación, sin una buena formación académica, nuestros hijos, nuestros jóvenes, no tienen futuro. Y esa preparación se obtiene con el esfuerzo. No hace falta utilizar el látigo ni la zapatilla para que se den cuenta, creo que solo es cuestión de no engañarlos en la creencia de que vivir es fácil.
    También creo que obras son amores y no buenas razones. Es decir, creo en enseñar con el ejemplo, y eso se aprende en casa, no en los centros educativos.
    Estupenda reflexión, Josep Mª. Como siempre pones el dedo en la llaga.
    Un beso.

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    1. Si una cosa le tengo que agradecer a mi padre, una persona bastante rígida, es que me recalcó hasta la saciedad que para conseguir algo hay que esforzarse y trabajar duro, que a nadie le regalan nada en esta vida y que siendo trabajador y responsable se puede llegar muy lejos. Me inculcó que estudiara, pues ello me abriría muchas puertas. No sé si he llegado muy lejos en esta vida, aparte de cumplir años, ni si se me han abierto muchas puertas, pero sí me siento satisfecho de haber aprovechado al máximo la oportunidad que me dieron de estudiar e ir a la Universidad y de haber sido una persona responsable y trabajadora, y no pretendo con ello echarme flores ni ponerme medallas. A pesar de la rigidez paterna, jamás me obligó a nada por la fuerza, y aun así le tenía un respeto casi exagerado. Más que sus palabras fueron sus actos, su ejemplo, lo que más me influyó.
      He visto a mi alrededor personas que en el trabajo han aplicado la ley del mínimo esfuerzo y otras que pretendían conseguir un supercargo y un supersueldo con una preparación e iniciativa más que mediocres. Obviamente, en una sociedad tan competitiva como la nuestra, estaban condenados al fracaso. Lo bueno, bonito y barato no existe y nuestra obligación como padres es hacérselo ver a nuestros hijos.
      Muchas gracias, Paloma, por ser partícipe de esta reflexión.
      Un beso.

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  9. Durante la lectura de tu interesante entrada —que suscribo de principio a fin— me ha estado rondando por la cabeza otro expresión: "En el término medio está la virtud".
    Un abrazo.

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    1. Efectivamente, Macondo, en el término medio deberíamos siempre movernos pues es donde suele estar la postura más acertada. Nada es blanco o negro en esta vida, hay una enorme gama de colores y tonalidades y los extremos siempre son malos.
      Un abrazo.

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  10. Yo recuerdo que en mi cole, cuando iba a tercero de EGB, la monja le tiraba de las orejas a las que se portaban mal. El profesor de física nos tiraba el borrador o te rompía una regla en la cabeza, pero no llegaba a más.
    La pena es que no podamos llegar a un término intermedio, que no se consiga mantener un respeto hacia los profesores por parte de los alumnos y un trato justo de los primeros hacia aquellos hacia los que tiene la función de educar y formar para la vida.
    En mi opinión, el sistema educativo empeora a ojos vista, y no sabría decirte cual es la solución. Pero no es sólo el sistema educativo, es la falta de valores, y eso es que falla también la educación en casa. Y eso me parece muy triste.
    En un cole en el que estuve, un nene de 6 años ¡¡¡6 años!!! amenazó a una monitora. Le dijo que, si le obligaba a comer lo que no quería, le iba a decir a su madre que era abogada que le había tocado... imagina el panorama.
    Un texto genial, Josep. Mil besos

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    1. Yo entiendo que un profesor, harto de ser ninguneado en clase por sus alumnos, suelte un exabrupto e imponga un correctivo ejemplarizante, pero esas prácticas de antaño, la mayoría de las veces gratuitas y fuera de lugar, solo para demostrar autoridad y poder, tenían que desterrarse para siempre. En contrapartida, hoy en día ningún profesor se atrevería a imponer un castigo mayor por temor a la reacción airada de sus pupilos y posiblemente de sus padres.
      Parece que porque (afortunadamente) vivimos en democracia, todo está permitido y cualquier medida coercitiva está condenada a ser calificada de dictatorial y a ser criticada duramente por todos aquellos que deberían apoyarla como medio para conculcar la disciplina y el respeto.
      Si un crío de 6 años es capaz de intimidar a su monitora, qué no hará cuando sea mayor.
      Muchas gracias, Chari, por dejar tu opinión y testimonio.
      Besos.

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  11. Josep, casualmente tenía pensado realizar una reflexión similar en el blog, porque hace poco terminé de leer "El florido pensil", que da para mucho debate sobre el tema.
    Estoy especialmente de acuerdo con el hecho de que hemos pasado de un extremo al otro. Es decir, desde el abuso de autoridad de los profesores, a la sobreprotección del alumnado por parte de los padres.
    Yo pertenezco a esa generación inicial de millenials, y puedo decir que de todo hay en cuanto a nivel cultural se refiere. Tal vez se trate de que los conocimientos que adquirimos sean de otro tipo, por lo que en unos aspectos estamos más informados y viceversa.
    De todas formas, a mí también me pasa que me sorprendo ante la falta de cultura general de algunos alumnos. En más de una ocasión he tenido que llevarme las manos a la cabeza por las burradas que he escuchado jaja.
    Un abrazo.

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    1. Hola, Sofia. Pues adelante, no te cortes. Seguro que puedes aportar un punto de vista más "fresco" y actual.
      Aunque a mí no me traumatizó ese uso excesivo de la autoridad y de la "fuerza", algo perfectamente aceptado y normalizado en mi época, nunca me pareció normal aun siendo un niño de corta edad. Y no porque me dolieran las manos o el cogote después del correctivo al uso, sino porque ya entendía que aquello era un abuso injustificado e ilícito. Pero como no existía el defensor del alumno, no nos quedaba más remedio que aguantar el chaparrón, jeje.
      No dudo que con los subsiguientes estilos y programas académicos se haya hecho más hincapié en otros aspectos distintos al de aprender cosas más provechosas para el futuro del alumno. Actualmente hay escuelas que se saltan por completo el sistema educativo "clásico" y se centran en estimular a los niños para que sean creativos y no tanto en que aprendan de pequeños a multiplicar y dividir. Será cuestión de esperar algunos años para ver el resultado cuando lleguen al instituto. El cómo se llega a un nivel es lo de menos, se pueden seguir técnicas muy dispares. Que alguien no sepa quién escribió "Crimen y castigo" puede no ser algo grave, pero, como dices, hay casos de una ignorancia increíble que clama al cielo (aunque no exista). Hace unos días, por televisión volvieron a tratar este tema y entre las muchas preguntas que les hacían a los jóvenes, a una chica le preguntaron cuál era el río más largo del mundo y contentó, encogiéndose de hombros: ¿El Ebro?
      En fin, qué le vamos a hacer.
      Un abrazo.

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  12. buen dia Josep, queria hacerle una consulta en mi trabajo me pidieron hacer un argumento a favor de que "la letra con sangre entra" comom podria hacerlo gracias por su ayuda

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    1. Hola, Shirley.
      Me sorprende hallar este comentario hoy, después de casi dos años y medio de haber publicado esta entrada.
      La verdad es que me cuesta creer que alguien pueda pedir algo a favor de esa práctica afortuanadamente abandonada muchos años atrás, al menos en países modernos y democráticos, por su crueldad. Así que solo se me ocurren argumentos en contra, que son los que expongo en mi texto. Enseñar y educar a base de castigos y maltratos no es un proceder justo ni siquiera cristiano. Lo único que se pretendía con esa práctica, y puede ser una base teórica para justificarlo, es que el niño o joven acababa aprendiendo la lección aunque fuera a fuerza de palos. Del mismo modo que un acusado de un delito, aun siendo inocente, puede acabar confesando haberlo cometido por temor a la tortura, los estudiantes de aquella época (entre los que me incluyo en parte) nos aplicábamos más al estudio por miedo al castigo, en lugar de hacerlo por amor al saber.
      Lo siento pero no se me ocurre nada más para ayudarte en ese "trabajo".
      Saludos.

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