Todo cambia, la moda y las
costumbres cambian. Y la lengua no puede ser menos. A diferencia de las lenguas
muertas, las vivas hacen honor a este calificativo para ponerse al día,
actualizarse, modernizarse. Todos los idiomas, desde tiempo inmemorial, se han
ido nutriendo o se han visto influidos por los de su entorno, de otras culturas.
De ahí que la RAE incorpore continuamente nuevos vocablos en nuestro léxico, lo
cual es un signo de modernidad o, cuando menos, de dinamismo. Pero ¿son
realmente imprescindibles todas estas nuevas inclusiones?
No soy
lingüista, solo un usuario de la lengua que utilizamos para comunicarnos. Por
lo tanto, esta entrada no va de filología sino del vocabulario que llamaría
emergente y de la costumbre, mala a mi entender, de utilizar términos
anglosajones cuando existe su correspondiente versión española, una costumbre
que, por cierto, viene de muy lejos, pero que sigue en auge.
La
lengua es una seña de identidad. Forma parte esencial de nuestra cultura. Todos
estamos orgullosos de nuestra lengua, o de nuestras lenguas en el caso de ser
bilingües, pero muchas veces la utilizamos incorrectamente y no por ignorancia,
sino por “adulterarla”, voluntaria o involuntariamente, con influencias
extranjeras cuando, como ya he dicho, existe un término “autóctono”
perfectamente válido. En algunas ocasiones, el término “foráneo” resulta ser
tan potente o apreciado que se asienta de tal forma en nuestro lenguaje, que acaba
siendo aceptado por la RAE, incorporándolo al diccionario de la lengua tal cual
o con una cierta adecuación ortográfica. Entiendo esta inclusión solo cuando se
trata de un vocablo inexistente hasta ahora en nuestro léxico. Así, Boomerang se incorporó como bumerán, y football acabó como fútbol, dejando, por
cierto, al balompié totalmente fuera de juego. En cambio, decimos balonmano y
baloncesto en lugar de handball y basketball, respectivamente. Otros
términos se han admitido en su forma original, como el caso de hockey. Y así
podríamos hacer una larga lista de términos para todos los gustos y con
distintos tratamientos por parte de la ilustre Academia.
Esta
influencia extranjera en nuestro lenguaje no es nada actual, por supuesto. Yo
recuerdo, de niño, decir merci en
lugar de “gracias” con toda naturalidad, como quien dice ciao en vez de “adiós” u okey
para expresar un acuerdo. Y así encontraríamos muchos ejemplos de
extranjerismos usados coloquialmente. Es solo una cuestión de moda, esnobismo e
incluso cursilería que acaba en costumbre.
En
ciencia y tecnología abundan los términos ingleses que, aun teniendo una traducción
en nuestro idioma, se han convertido en algo natural seguramente por su
brevedad (feedback, online, login,
check-in, check-out, file, network, performance, update, input, output, y
un largo etcétera). En el mundo de la música, ya ni hablamos, pero es que
muchas veces resulta imposible hallar un término local. ¿Cómo vamos a traducir reggae o trap? Lo mismo ocurrió en su momento con rock and roll, blues o jazz.
En el
ámbito empresarial también es muy común el empleo de términos como Product Manager, Community Manager, Business
Development, Controller, stock, target, goal, benefits, offshore, etc, etc,
etc. Parece como si sus equivalentes en
español no tengan la misma importancia o distinción.
En el particular
mundo de la informática es asimismo frecuente el empleo de términos ingleses,
aunque ello es, para mí, un signo de “sumisión tecnológica” y, en algunos
casos, de comodidad. ¿Por qué no utilizar con naturalidad los términos “entrar”,
“copia de seguridad” y “reiniciar” en lugar de intro (o enter), back-up y reset? “Dale a intro, haz un back-up, resetea el ordenador” ya son
expresiones cotidianas que casi todos utilizamos. Aún tenemos que estar
agradecidos de que no haya desaparecido la letra ñ de nuestros ordenadores.
Y en
las redes sociales y en los medios de comunicación ocurre otro tanto. ¿Por qué tenemos que decir fake news en lugar de “noticia falsa” o,
simplemente, el “bulo” de toda la vida? ¿Y cómo podríamos traducir blog? Estamos rodeados de anglicismos. Antiage (anti edad), catering (servicio de comida preparada), outfit (vestimenta), flow (ritmo), pasword (palabra clave), ya son de uso normal. ¿Es bueno o malo? ¿Acabaremos algún
día diciendo “Hey, brother”, ¡Oh, my God!, o “esto es de lo más cool”?
Últimamente
he reparado que nuevos términos y expresiones han entrado a formar parte de
nuestro vocabulario con mucha fuerza y asiduidad. En unos casos son nuevamente
términos anglosajones (que parecen que molan más), pero en otros son palabras o
expresiones españolas que han adquirido de pronto una gran notoriedad y que,
por lo menos yo, nunca antes las había oído, o no tan frecuentemente y en el
contexto actual. Algunas me dan la impresión de que hayan sido inventadas
exprofeso. De todos estos términos, los que más me han llamado la atención
pertenecen al mundo del deporte y de la política.
Empecemos
por el primero. Sigo sin entender por qué en el deporte se usa, cada vez con
más frecuencia, términos como hat-trick,
pole position (o simplemente pole), final four o play-off. Si no estoy
equivocado, final four significa semifinales
(pues son cuatro ─four─ los equipos
contendientes), y play-off la final o
fase de desempate, como se ha dicho toda la vida. Entiendo que hallar una traducción
en forma de un término breve para las dos primeras expresiones (el marcaje de
tres tantos por un mismo jugador en un mismo partido y partir en primera
posición de la parrilla de salida en una carrera automovilística,
respectivamente) es tarea difícil, pero seguro que, echándole un poco de ganas
e imaginación, podríamos encontrarla (si es que ya no existe).
Sigamos
ahora con el segundo. Como los políticos no podían ser menos, en el ámbito de
la política también han “florecido” términos que han calado tan hondo que los
usan constantemente. Ahora bien, aquí no suelen haber anglicismos, pues ya se
ha visto que el inglés no es el punto fuerte de muchos de nuestros políticos.
En este caso, sus términos favoritos y repetidos hasta la saciedad son:
equidistante, escrache, cordón sanitario, sorpasso (que no quiere decir otra
cosa que adelantar, sobrepasar, pasar por delante, superar, etc.), marca
España, líneas rojas, tempo, etc.
Así
pues, siguen apareciendo palabras y expresiones que, de tanto usarlas, acaban imponiéndose. Es como si la lengua también se vistiera de moda, aunque
de un modo, a mi parecer, muy poco ortodoxo. Insisto: no soy un profesional de
la lengua. Por lo tanto, todo lo aquí dicho puede ser una sarta de tonterías. Será
que me gusta hablar por hablar.