lunes, 1 de octubre de 2018

A vuelta con las farmacéuticas (2ª Parte)



Tal como había anunciado en mi entrada anterior, hoy vuelvo con un tema tanto o más controvertido que también ha sido puesto repetidamente de manifiesto como un pecado más de las farmacéuticas: el precio de los medicamentos.

Intentaré ─espero que con acierto─, exponer este asunto de la forma más didáctica posible, esperando ─dudo que con éxito─, no parecer el abogado defensor de una industria cuya misión es fabricar y comercializar medicamentos que sean eficaces, pero también rentables.

Para abordar este tema, debo retrotraerme a mediados de los años setenta, cuando tomé contacto profesional con la industria farmacéutica.

Por aquel entonces la fijación del precio de los medicamentos en nuestro país seguía el sistema ancestral del regateo, como en cualquier mercado ambulante. El laboratorio pedía un precio (previo estudio de rentabilidad) y el organismo responsable, dependiente del Ministerio de Sanidad, lo fijaba automáticamente a la baja, ante lo cual el laboratorio presentaba una contraoferta, y así sucesivamente hasta llegar a un acuerdo. A veces el asunto se zanjaba en cuestión de minutos, otras de días o semanas. Cada parte “barría para casa”, pero casi siempre se alcanzaba una entente cordiale y todos tan contentos. Era la época dorada de los laboratorios farmacéuticos en España. El amiguismo estaba al orden del día y las empresas nacionales tenían un trato de favor, siendo objeto de un proteccionismo descarado por parte de la Administración. Los laboratorios extranjeros no tuvieron más remedio que entrar en el juego, buscando alianzas locales, a medida que crecían en importancia y creaban puestos de trabajo. En otras palabras, el precio de los medicamentos tenía un componente político-social.

Pero tal sistema de fijación de precios era claramente arbitrario, de modo que, con la incorporación de España en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1985, las autoridades españolas se vieron obligadas a adaptar la legislación española (en esta y otras muchas áreas) a la Comunitaria. Esta “armonización” duró muchos años, pues se estipularon distintos calendarios según la materia a normalizar. En el ámbito farmacéutico, los grandes cambios tuvieron lugar en tres frentes: la patente farmacéutica (hasta entonces los medicamentos no eran patentables), dando lugar a la Ley de Patentes de 1986, los estándares de calidad, seguridad y eficacia de los medicamentos, que empezaron a implementarse casi de inmediato y que posteriormente quedarían plasmados en la Ley del Medicamento de 1990; y el sistema de fijación de precios de los medicamentos, que se reguló gracias a la llamada Directiva de transparencia de precios de 1989.

De estas tres áreas de actuación, las única que no resultó conflictiva fue la segunda. Con la ley de patentes se acababa con la vida fácil de la gran mayoría de laboratorios nacionales, que en lugar de invertir en investigación y desarrollo (I+D) se dedicaban a copiar impune pero legalmente los medicamentos que los laboratorios innovadores (extranjeros en casi su totalidad) desarrollaban. Eran los llamados laboratorios “piratas”. Al no existir una protección de patente para los medicamentos, cualquiera podía “fusilar” el invento ajeno. Para los fármacos lo único que existía era la patente de procedimiento, no de producto. ¿Qué significaba esto? Que solo quedaba protegido de ser copiado el procedimiento por el cual se sintetizaba una molécula. Mientras se utilizase otra vía de síntesis se podía utilizar y comercializar la molécula que había “inventado” otro laboratorio. De este modo, los laboratorios “pirata” solo debían tener en su plantilla a un buen experto que supiera hallar una vía alternativa de síntesis. Ante ello, los laboratorios innovadores protegían sus productos desarrollando y patentando tantos procedimientos como fuera posible. Pero ¿cómo se sabía si un laboratorio “pirata” utilizaba o no la misma vía de síntesis que el laboratorio investigador? Era la palabra del supuestamente copiado frente a la del presunto copiador y en caso de disputa se aplicaba lo que se conoce como “la carga de la prueba”, es decir el afectado por la copia debía probar que el presunto copiador le copiaba, algo a todas luces imposible. Hasta que no se logró aplicar “la inversión de la carga de la prueba”, obligando al presunto copiador a demostrar que usaba una vía alternativa y distinta, no se acabó con esta práctica.

De todos modos, el gran cambio no se produjo hasta octubre de 1992, cuando venció la moratoria de 6 años que el estado español logró incorporar en la Ley española de patentes para la entrada en vigor de la patente de producto (del medicamento en sí, fuera cual fuere el procedimiento por el que se había obtenido). Esa moratoria tenía por objeto dar tiempo a los laboratorios nacionales a buscarse la vida invirtiendo en I+D o logrando alianzas (licencias) con los laboratorios innovadores. De ese modo, muchos laboratorios pudieron subsistir comercializando sus propios medicamentos o los de otros laboratorios (con una marca distinta) gracias a un contrato de cesión de licencia.

Pero ¿por qué un medicamento, algo tan importante para la salud, tiene que estar patentado? Algo así no puede estar en manos de un solo propietario, pues se crearía un monopolio, diréis. Antes que nada, hay que aclarar que para que algo sea patentable tiene que demostrar que es novedoso (no existe algo igual), útil, y viable (que pueda materializarse, que no sea fruto de una elucubración). En este último supuesto entraría el concepto de explotación de la patente, que significa que lo patentado tiene obligatoriamente que ser puesto a disposición de los posibles beneficiarios. De no ser así, podría haberse descubierto la panacea para curar una enfermedad incurable y que el descubridor nunca lo pusiera en el mercado, al abasto de la población. Sería, desde luego, algo maquiavélico, pero también podría acontecer que el inventor no tuviera finalmente medios para hacerlo. En tal caso la ley de patentes permite que un tercero obligue al descubridor a otorgarle forzosamente una licencia de explotación. Pero volviendo a la necesidad de una patente, es justo y necesario que quien ha invertido años y mucho dinero en desarrollar un producto original, este quede protegido de cualquier copia y que solo el descubridor (y/o quien él designe) pueda sacar provecho económico de su invención. Esta protección tiene, por cierto, una vigencia de 20 años desde el momento en que se solicita, que es cuando el laboratorio tiene indicios de la posible utilidad terapéutica de una sustancia, de modo que pueda llevar a cabo todos los estudios necesarios para corroborar esa hipótesis en exclusividad.

Veinte años pueden parecer muchos, pero en realidad este plazo queda reducido en la práctica a unos cinco. Toda la extensa batería de estudios para asegurar la calidad, seguridad y eficacia ─los tres pilares fundamentales de todo medicamento─, primero en animales y luego en humanos, puede consumir más de diez años, a los que hay que añadir el tiempo necesario para llevar a cabo los trámites para obtener la autorización de comercialización, consistentes en la evaluación de toda esa información por parte de las autoridades sanitarias y la posterior fijación del precio del medicamento y su posible financiación pública. En total pueden llegar a consumirse hasta 15 años; si fueran más, el periodo de protección real de la patente se ampliaría hasta un máximo de cinco años.

Una vez extinguida la exclusividad de comercialización que otorga la patente, pueden aparecer en el mercado los llamados medicamentos genéricos, que son aquellos que contienen la misma sustancia activa, a la misma dosis, que el originalmente desarrollado por el laboratorio investigador. Es decir, es una copia totalmente legal y perfectamente equiparable al medicamento que hasta entonces había estado protegido por una patente.

Teniendo en cuenta todo lo antedicho, ¿es realmente muy elevado el precio de los medicamentos en España? Me atrevería a afirmar que, salvo los de reciente lanzamiento ─y, por lo tanto, con patente vigente─, el precio de los medicamentos en nuestro país es más bien moderado, sobre todo si lo comparamos con el de los países de nuestro entorno, y va disminuyendo progresivamente a lo largo de los años. Ello es debido a la constante aparición de los genéricos, entre un 30% y un 50% más baratos que el medicamento original. Con la aparición de un nuevo genérico, el medicamento original debe reducir su precio al mismo nivel del de su genérico (precios de referencia fijados anualmente por Orden Ministerial). De no hacerlo así, el medicamento quedaría desfinanciado por la Seguridad Social.

¿Por qué los genéricos son tan baratos respecto al medicamento original? En los cinco años que le restan de exclusividad al medicamento original desde que sale al mercado, el laboratorio investigador tiene que recuperar la inversión realizada a lo largo de los aproximadamente diez años de su desarrollo, los costes indirectos de dicho desarrollo, obtener una rentabilidad suficiente para reinvertir en investigación, y compensar los gastos de promoción ─la publicidad dirigida a los profesionales sanitarios en revistas científicas─. Los laboratorios comercializadores de genéricos, en cambio, solo deben invertir en demostrar la calidad de su producto y su “bioequivalencia” (que es intercambiable con el medicamento original). La calidad, de hecho, la asegura el fabricante de la sustancia activa, que casi nunca es el propio laboratorio de genéricos sino el fabricante/suministrador de dicha sustancia, de quien el laboratorio adquiere esa información. La demostración de la equivalencia terapéutica solo requiere un pequeño estudio en dos grupos de voluntarios (unos veinte en total), uno al que se ha administrado el medicamento original y el otro el genérico. A este coste solo hay que añadirle el derivado de su fabricación, ya que los genéricos, al no representar ninguna novedad médica, no requieren de promoción activa, con informar al médico de que existen es más que suficiente.

Los medicamentos genéricos tienen, por lo tanto, un papel fundamental para contener el gasto, abaratando la factura farmacéutica. Con su aparición, la competencia se vuelve más feroz. Ya no son dos, tres o cuatro laboratorios los que pugnan por vender su medicamento (distintas sustancias para una misma dolencia), ahora son decenas los laboratorios que compiten entre sí para introducir sus respectivos genéricos, competencia a la que el paciente es, afortunadamente, ajeno.

Sería muy prolijo, aburrido y se sale de la intención de esta entrada describir las vicisitudes de las compañías de genéricos para sobrevivir a esta competencia que ellos mismos han provocado al reducir, año tras año, sus precios para ser más competitivos. Hay genéricos que tienen un precio inferior a dos euros. Personalmente, y sin ánimos alarmistas, me preocupa que por ganar cuota de mercado y ser competitivo se pueda llegar a poner en riesgo la calidad de un medicamento. Si tenemos en cuenta el coste del material de acondicionamiento (caja, envase interior y prospecto), los márgenes de la farmacia y del mayorista, y el coste de fabricación, ¿qué queda para la materia prima y, particularmente, para el principio activo? Una gran mayoría de laboratorios de genéricos obtiene actualmente las sustancias activas de mercados emergentes (India y China principalmente). En teoría, los estándares de calidad deben ser iguales en todo el mundo. Es cierto que la mano de obra en esos países es muchísimo más barata, pero el coste más alto sigue siendo el derivado del proceso de producción de la sustancia activa. Esta será tanto más cara cuanto más sofisticado sea el procedimiento de síntesis y cuanta más pureza (calidad) tenga. ¿Podemos asegurar que esa calidad se mantendrá inalterada a medida que las exigencias comerciales obliguen a rebajar su precio para que el medicamento del que forma parte sea cada vez más barato? Sé que con ello extiendo la sombra de la duda, pero no sería la primera vez que se descubre que una materia prima procedente de esos países lleva asociada alguna impureza o que no cumple con los estándares internacionales, por mucho que luego se afirme que no hay nada que temer.

Según datos publicados este pasado mes de septiembre por Statista, un portal de estadística, el precio medio de los medicamentos comercializados en España a través de las Oficinas de Farmacia en 2017, por grupos terapéuticos, van desde los 54,69 euros (antineoplásicos y agentes inmunomoduladores) y los 1,05 euros (soluciones hospitalarias), según la siguiente tabla:



 Si tenemos en cuenta que los medicamentos del primer y tercer grupo (antineoplásicos e inmunomoduladores, y los agentes de diagnóstico) y los del último grupo (soluciones hospitalarias) son, o bien de uso hospitalario o, en su gran mayoría, de aportación reducida (lo que paga el beneficiario de la Seguridad Social es solo un 10% del precio de venta al público, con una máximo de 4,26 euros), podemos ver que, salvo el grupo de Varios, que viene a ser un cajón de sastre, los precios oscilan entre los 13 y los 5 euros.

A ese precio debemos descontarle el porcentaje de financiación de la S.S. (entre el 60% y 90% según el medicamento), con lo cual esos valores quedarían aún más reducidos.

Ya solo me queda por reiterar que ─aunque sea este un consuelo relativo─ el precio medio de los medicamentos en nuestro país es un 16% inferior a la media europea, tal como se muestra en la siguiente figura (datos de 2015):



Ante ello, lo que yo suelo preguntarme (aunque este sería un tema para ser discutido en otra entrada) es por qué, salvo la población de pensionistas (la más frágil y sensible económicamente), mientras que el consumidor medio se queja de lo abultada que resulta su factura en farmacia, no le importa gastarse tres veces más en productos cosméticos que, en su gran mayoría, no sirven para nada. Pero ya se sabe: sarna con gusto...



18 comentarios:

  1. Hola Josep, vaya entrada más explicativa de la que sinceramente no puedo opinar porque desconozco totalmente todo lo que cuentas en ella, y además nunca he pensado si los medicamentos son caros, pero claro, eso es porque de momento no he necesitado una continuidad en una medicación, sino seguramente la cosa cambiaría. Y tienes razón con el gasto que se hace en cosmética y demás... que digamos no son necesarias, pero verdad es también que se gasta el dinero más a gusto en cosas superfluas que en medicinas, :))). Ahora, después de todo el proceso y la cantidad de personal empleado, es normal que el precio final sea elevado, pero lo que no deberían consentir es que el producto merme de calidad, pues al final el que paga las consecuencias, siempre somos los mismo.
    Un abrazo y buena semana.

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    1. Hola, Elda. Aunque hayan cosas que te suenen a "música celestial", jajaja, lo que he pretendido es dar unas pinceladas a lo que creo debe saber la gente antes de lanzarse a criticar sin demasiado conocimiento. No todo el mundo conoce el arduo trabajo que hay detrás de todo nuevo medicamento y ese esfuerzo debe ser tenido en cuenta a la hora de valorar si un medicamento es caro o no.
      Un abrazo y buena semana.

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  2. Muy interesante también la segunda parte.
    Tienes razón en lo que dices al final. Nos quejamos de lo que cuestan las medicinas y pagamos sin rechistar estupideces que no sirven para nada.
    Un abrazo.

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    1. Dicen que la fe mueve montañas. Si la gente pierde su confianza en los medicamentos mientras cree que un producto cosmético le rejuvenecerá en dos semanas, vamos mal. Esa misma gente es capaz de pagar un dineral por un producto milagro, que el único efecto que tiene es psicológico (el llamado efecto placebo) y decir que las medicinas son caras.
      Un abrazo.

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  3. Explicas petrfectamente el por qué de los precios en España. El escándalo del tratamiento para la Hepatitis C de finales de 2014 duró poco. En Marzo del año siguiente había dos tratamientos más a la venta, hospitalaria claro, para un retroviral efectivo. Ambos tratamientos bastante asumibles de precio. Creo que es de pocas veces que en España se han vivido conflictos por parte de la población por no tener acceso a una medicación. La vida sí que no tiene precio, y al final nunca es caro lo que sirve para seguir viviendo.

    Muy buena explicación de los genéricos. Un abrazo

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    1. Con los recortes en sanidad (y en otras muchas cosas básicas), la Seguridad Social no está dispuesta a pagar según qué medicamento a según qué precio si con ello se le dispara el gasto que tenía presupuestado. Es entonces cuando se produce ese desencuentro entre el laboratorio comercializador del medicamento y Sanidad. Muchas veces puede parecer excesivo el precio de un medicamento innovador, como el de la Hepatitis C, pero hay que tener en cuenta que el precio contempla el número de casos a tratar y si el retorno de lo invertido en esos 5 años de exclusividad es aceptable. En España Sanidad logró una sustancial rebaja en el precio de este medicamento al adquirir un gran volumen de unidades. Esto es como con cualquier otro producto: no es lo mismo vender mil unidades en cinco años de diez mil. A mayor volumen de venta, mayor rebaja en el precio. Afortunadamente, todos los pacientes aquejados de esta enfermedad pudieron tener acceso al tratamiento, que es efectivo en un 95% de los casos. Otra variable que hay que tener en cuenta a la hora de considerar si un medicamento es caro o no (algo que no mencioné ara no alargarme demasiado) es el ahorro que representa en otro tipo de tratamientos. En otras palabras, ¿cuánto le costaba a la Seguridad Social tratar de por vida a un enfermo de hepatitis C antes de aparecer este nuevo tratamiento que cura esa enfermedad?
      Un abrazo.

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  4. Interesante y bien explicada segunda parte.
    Como te dije en la anterior, este es un tema del que no tengo ningún tipo de conocimiento, así que mi opinión es muy pobre. Solo puedo leer e intentar comprender.
    Me gusta como lo has terminado y es que es la verdad, no solo por los cosméticos, sino en general. Muchos nos quejamos de que la vida es cara, pero luego no nos importa tener gastos totalmente innecesarios.
    Por cierto, nací en el '85, año de la sensatez y de dejar atrás el mercadeo.
    Muy buena entrada, Josep Maria.
    Un beso.

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    1. Me alegro que nacieras cuando nuestro país iniciaba el camino hacia la normalización y la sensatez, jajaja. Pero más me alegro de que estas líneas te hayan resultado interesantes y hayan podido acercarte un poco más a este extraño y desconcertante mundo de los medicamentos.
      Muchas gracias, Irene, por tu interés.
      Un beso.

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  5. Hola Josep, excelente continuación de la anterior entrada resultando complementaria pero "con vida propia" por las novedades que aportas y la luz que ofreces en cuanto a patentes, genéricos y precios. Personalmente no tenía muchas dudas con respecto a la calidad de los genéricos e incluso me parecía exagerado el revuelo que se armaba (y aún quedan coletazos) en las farmacias cuando principalmente las personas más mayores se negaban o intentaban (quizás por miedo, desconocimiento o sabiduría por su experiencia vital) a que les cambiarán sus medicamentos de toda la vida por los genéricos (Gelocatil por paracetamol de "marca blanca" por ejemplo). Pero una vez leído tu articulo y desde luego sin entrar en pánico, es llamativo como la reducción de precios en los genéricos podría llevar a disminuir los estándares de calidad mínimos que hay que exigirle a un medicamento. Por otro lado, acabo de recordar uno de los libros de memorias de Mario Conde y la historia del medicamento Frenadol que no tiene desperdicio. Seguro que independientemente de la opinión que podamos tener de este hombre, si leíste la historia de como se forjó todo el tema, desde luego cuando menos es llamativa. Un fuerte abrazo y enhorabuena por ambos textos.

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    1. Hola, Miguel. Ciertamente, los genéricos despertaron mucha suspicacia, sobre todo entre la población mayor, ya de por sí bastante desconfiada, jeje. Incluso mucha gente decía no notar el mismo efecto tomando un genérico que con el medicamento de marca. Muchos fueron los que me preguntaron si eso podía ser debido a una menor eficacia o a la diferente composición en excipientes (las sustancias inertes que acompañan al principio activo). Siempre les dije que, en principio, todo genérico tenía que haber demostrado ser equivalente al medicamento original, de lo contrario el Ministerio de Sanidad no lo habría autorizado. Pura sugestión. Hace años había quienes aseguraban que la aspirina francesa era mejor que la española, cuando el fabricante era el mismo, jajaja.
      Mi alerta sobre el peligro que revestiría el hecho de sacrificar la calidad de la sustancia activa solo para reducir su coste, es solo mi opinión personal, pura especulación, pero no exenta de un cierto realismo. Esperemos que las autoridades sanitarias hagan su trabajo y controlen la calidad de las materias que se importan de ciertos países, aunque quien verdaderamente tiene que velar por esa calidad es el laboratorio comprador. Sanidad solo interviene cuando se comunica una alerta por parte de alguien (quien sabe si una parte interesada).
      La historia del Frenadol no la conozco más que de oídas. Un cóctel de esa índole no es algo razonable. Actualmente no suelen autorizarse preparados con más de dos o tres principios activos, si excluimos a los polivitamínicos (otro producto inútil). Antaño era harto frecuente que algunos laboratorios españoles que apenas invertían en investigación se "inventaran" compuestos en base a consideraciones teóricas (si tal sustancia sirve para eso y tal otra para aquello, su combinación será útil para tal o cual dolencia) sin ninguna evidencia científica. Eso sería totalmente imposible que ocurriera en la actualidad, pues toda asociación de sustancias activas tiene que demostrar su eficacia en comparación con cada una de ellas por separado, pues el efecto combinado no siempre es aditivo ni resulta ser el esperado.
      La época de Mario Conde fue la época dorada a la que yo hacía referencia. Poquísima inversión y enormes beneficios, en paralelo a una gran tolerancia (manga ancha) hacia la industria nacional.
      Un abrazo.
      P-D.- Sería por esa época, diría yo, que, estando en el despacho de un alto directivo de Sanidad, tenía este en su mesa una caja de Frenadol. Al ver que yo había reparado en ella, me dijo que era un cóctel buenísimo, lo mejor que había para el resfriado. Quién sabe si era amigo del Sr. Abelló (porque supongo que M. Conde no frecuentaba ni tenía tratos con los altos funcionarios de Sanidad).

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  6. Madre mía, Josep, menudo trabajo has hecho. Que sepas que estoy aplaudiendo. He de decir que yo era de las que pensaban que los medicamentos en España eran más caros, al menos que en Francia. Hace unos años, tuve un problema médico en París y me recetaron varias cosas que pensé que me iban a costar bastante, dado que allí no me cubría nada la Seguridad Social. Me quedé bastante sorprendida de lo baratísimo que resultó. Ahora veo que Francia tiene los medicamentos un poco más caros que nosotros. Me imagino que lo recetado, unos analgésicos fuertes, un antiinflamatorio y (bendito) valium, pertenecen al grupo de medicamentos más baratos. Además me dieron genéricos.
    Dos artículos geniales y muy instructivos.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa. La diferencia de precios para un mismo medicamento en España con respecto a la gran mayoría de países europeos ha sido, muchas veces, abismal. En Alemania (y ya no digamos en los países nórdicos) un medicamento podía costar 10 veces más que en España. Evidentemente, había que tener en cuenta la también gran diferencia de poder adquisitivo. Aun así, ambas diferencias (de precio y de poder adquisitivo) no eran proporcionales. Esas grandes diferencias de precio provocaron (tan pronto como se estableció la libre circulación de mercancías dentro de la UE) que los mayoristas/distribuidores extranjeros compraran cantidades ingentes de medicamentos españoles, vendiéndolos en su país a un precio bastante más caro que el español pero algo más barato que el de allí. Todos contentos (mayoristas, farmacias y pacientes). Menos la Central del laboratorio afectado, pues veía cómo se vendía una gran cantidad de uno de sus medicamentos, con un precio muy bajo, y apenas se vendía ese mismo medicamento en los países en los que su precio era alto. De ese modo, el beneficio global caía en picado. Para que veas lo complejo que es esto del precio, jajaja.
      Perdona el "rollo", pero es que este tema tiene mucha miga y yo solo he hablado de la corteza, jeje.
      En la época más dura que yo viví en la contención del gasto farmacéutico, allá por los años 2008-2011 (ignoro cómo funcionará ahora tras la crisis), habían medicamentos que no podían comercializarse en España por motivos de su baja rentabilidad. Por mucho que demostraras que el coste del tratamiento (lo que realmente cuenta, no el precio de una caja) era equivalente al de otra medicación existente o ligeramente superior, en consonancia con una superior eficacia, los responsables ministeriales de los precios lo fijaban automáticamente un 10% por debajo del más barato del mercado, muchas veces muy antiguo y casi obsoleto. Algo irracional, solo para apuntarse un tanto ante el ministro de turno, por ahorrar un buen dinero de los presupuestos en Sanidad.
      A veces, el precio de un medicamento que acaba a salir al mercado para el tratamiento de una enfermedad rara o hasta entonces incurable, puede parecer desorbitado, pero, como decía antes, lo que cuenta es el coste de todo el tratamiento en comparación con lo que cuesta tratar al enfermo con la medicación habitual a lo largo de toda su vida. Las cifras a veces son engañosas cuando no se conoce lo que hay detrás. Y con ello no quiero decir que no hayan habido comportamientos poco éticos por parte de algunas multinacionales. De todo hay en la Viña del Señor.
      Un beso.

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  7. Querido colega, de nuevo mi más entusiasta aplauso, de verdad. ¡Qué bien te explicas!
    La primera parte de tu estupenda exposición me ha gustado por ese repaso que haces a la 'historia' del precio de los medicamentos en España. Hasta la nueva legislación el mangoneo y los chanchullos eran lo más habitual y no lo más indicado para un buen abastecimiento de fármacos.
    Desconocía lo de 'la carga de prueba' y me ha dejado alucinada porque cuando se publica en una revista científica un descubrimiento, en el apartado de "Material y métodos" hay que detallar casi al minuto todo el proceso del experimento para que cualquier otro investigador pueda reproducir la misma técnica y comprobar que lo que se cuenta en el artículo es cierto. En cambio, cuando otro laboratorio decía que usaba otra vía de síntesis poco menos que había que confiar en su palabra... ¡alucinante!
    En cuanto a la segunda parte de tu publicación entramos en terreno muy peligroso. Los genéricos son polémicos, no quiero ser alarmista pero... no todos los laboratorios cumplen a rajatabla los protocolos de seguridad y las condiciones de trabajo no son las mismas en China o Pakistán que en otros países europeos. Espero que no se me tache de clasista, o xenófoba, pero a las pruebas me remito: hace unos meses se retiró un medicamento (fabricado fuera de la UE) porque estaba contaminado con otra sustancia procedente de la elaboración de otro fármaco.
    Nadie da duros a cuatro pesetas y las baraturas salen muchas veces caras.
    Incido en algo que ya comentaste en la primera entrada sobre el tema: investigar ES MUY CARO y los laboratorios no son ONGs, y claro que hay que patentar el resultado de un trabajo tan arduo y costoso, quien está en contra es amigo de la demagogia, es muy fácil ser generoso con el dinero de los demás.
    Evidentemente la población más desfavorecida ha de tener acceso igualmente a los medicamentos pero eso es responsabilidad de los estados, no de los laboratorios.
    Bueno, lo dejo ya. Estos temas me fascinan y encontrar alguien como tú que los sabe explicar tan bien me gusta mucho, además demuestras ser muy valiente porque esta sociedad se ha vuelto muy maniquea: ponemos a los "malos" una etiqueta y no sabemos ver más allá de clichés muchas veces malintencionados.
    Gracias por tan fantástica publicación. Me llevo el enlace, con tu permiso, a Facebook y se lo mando a mi hija por wasap (está en cuarto de farmacia y estoy segura que lo de las patentes no se lo han explicado tan bien como lo haces tú).
    Un besote grande.

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  8. Querida Paloma. Me alegro mucho de que mi exposición te haya parecido clara, pues eso era lo que pretendía: aclarar un aspecto bastante turbio y que, por lo tanto, se presta a equívocos, cuando no a exageraciones muchas veces interesadas. Si la primera entrada tenía su enjundia, esta no se queda a la zaga, pues cuando se habla de precio y salud, eso les rechina los dientes a más de uno y casi siempre por falta de información. No soy un defensor a ultranza de las farmacéuticas, pero "al César lo que es del César...". La gente, en su mayoría, no sabe lo que cuesta, en tiempo y dinero, sacar al mercado un nuevo fármaco. Que luego sea mejor o igual (peor es comercialmente inviable) que lo ya existente, ya es otro cantar y, lógicamente, algo igual (lo que se conocía como un "me too" antes de que esta expresión se hiciera lamentablemente célebre por otras causas) no puede obtener un precio mayor.
    Pero el ataque sigue en pie, pues nuevamente, hace un par de días, en facebook volvió a salir la misma denuncia, y por parte de una ONG seria y de renombre, respecto al enriquecimiento de las farmacéuticas mientras que millones de niños no reciben medicamentos.
    En fin, muchas gracias por tu elogiosa crítica y espero que a tu hija le resulte útil esta breve exposición sobre la historia de la patente farmacéutica, algo que, aunque no lo parezca, es bastante desconocido incluso dentro de la profesión.
    Un beso.

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  9. Hola Josep,
    El grosor de las facturas por medicamentos cada vez y según la comunidad, parece, más elevada. Aquí, en Andalucía no tanto de ello quería hablarte mientras iba leyendo, de los genericos, no sé que haría sin ellos pero hay productos que te cuestan ocho euros y no es tan conforme para lo poco que viene cuando eso ya viene con utilidad. Teniendo en cuenta que los sueldos son bajos, hay que pagar más en luz que otra cosa, seguido del agua (Qué dicen subirán encarecidamente) y los productos alimenticios (que los supermercados se llevan la palma con los precios) Todos sabemos que la salud es lo que prima pero a menudo somos de los que por no tomar un medicamento, por no ir al médico, por no estar en cama ... Y la lista seguiría. El hecho de gastar en productos que no son de imperiosa necesidad tiene que ver con lo que nos bombardean, es decir, lo que nos hacen creer que es más necesario. Y otra cosa,

    yo llevaba preguntandome demasiado tiempo porque si las farmaceuticas o la ciencia en si, saben el "antidoto" de la cura del cancer no lo comercializaban y has aclarado mis dudas. De hecho tengo un amigo que lo padece, ahí sigue. Si llegan a comercializarlo el coste será muy elevado pero es cómo digo yo, primero nos quieren matar y luego nos hacen pagar por habernos querido matar.

    Me ha gustado mucho tu post. Te invito a mi blog. Saludos!!

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    1. Hola, Keren! Me atrevería a decir que si la factura farmacéutica aumenta es más bien debido al crecimiento constante de la población de la tercera edad, que son quienes más medicamentos consumen y los que menos pagan por ellos proporcionalmente. No obstante, hay jubilados para los que, por su bajísima pensión, la factura en medicamentos es una carga importante. Los genéricos, como digo en esta entrada, han venido a abaratar esa factura.
      De momento, por desgracia, no existe una cura (y mucho menos milagrosa) para el cáncer porque, en primer lugar, el cáncer, genéricamente, engloba a una multitud de procesos cancerosos. No es igual el cáncer de mama que el de próstata, por ejemplo, y cada uno de estos procesos deben abordarse con una estrategia médica y farmacológica distinta. La investigación en este terreno está avanzando mucho, sin duda, pero todavía queda mucho camino por recorrer hasta poder decir que el cáncer es curable.
      Un abrazo.

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  10. Hola Josep desde luego dominas el tema y lo explicas muy bien, eso no siempre va de la mano pero en tu caso consigues hacer claramente entendible el tema.
    Y genera preguntas, en mi caso recordaba que ante un genérico y el medicamento original, el cardiólogo recomendó explícitamente que quería el medicamento original, él insistía que el genérico no era igual de efectivo, así que no solo son los abuelitos que son desconfiados o quizás es que algunos también hacen más negocio del que toca con los genéricos.
    Y sí creo que lo de la cosmética da para muchas y muchas páginas porque vaya timo que se permite, igual que toda la publicidad asociada en la que niñitas de 16 años nos hablan de las maravillas que hace en su piel una marca determinada.
    Besos y muy feliz domingo grisssssss

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    1. Hola, Conxita. Efectivamente, me consta que hay médicos que también desconfían de los genéricos, cuando no debería ser así. En rigor, un genérico es intercambiable con un medicamento de marca, pues antes de salir al mercado ha tenido que demostrar su equivalencia. Si tuviéramos que ser muy estrictos, esa equivalencia debería demostrarse clínicamente, es decir comparando sus efectos y no los niveles de medicamento en sangre. Pero si, por poner un ejemplo, los niveles de paracetamol en sangre son comparables administrando Gelocatil o uno de sus genéricos, el efecto debería ser prácticamente idéntico. No me atrevo a ser mal pensado, pero también cabría la posibilidad de que el médico sea un cliente fiel del laboratorio comercializador del medicamento de marca, o bien (también suele suceder, aunque parezca mentira) que no esté muy familiarizado con este concepto de la "biodisponibilidad".
      Respecto a la promesas y expectativas de los cosméticos, siempre he pensado que el Ministerio de Sanidad debería poner coto a esa publicidad muchas veces engañosa. De acuerdo que no ponen en peligro la salud, pero sí son, en su mayor parte, un fraude. Del mismo modo que uno no adelgaza bebiendo una determinada agua mineral, tampoco rejuvenece porque se aplique una determinada crema.
      Un beso.

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