sábado, 30 de enero de 2016

Henning Mankell



Se lo debía y no he querido dejar pasar más tiempo. No voy a hacer una crítica literaria de su obra, pues no sabría por dónde empezar pues no tengo la formación requerida para ello, ni voy a hacer un panegírico de su vida como escritor. Solo quiero dedicar unas sencillas palabras escritas en este modesto cuaderno a alguien que, simple y llanamente, me ha hecho pasar muchos gratos momentos.

Solo me limitaré a hacer una breve presentación de este escritor fallecido el pasado mes de octubre, víctima de un cáncer y que tuvo el coraje de escribir su último libro, “Arenas movedizas”, tras conocer su terrible enfermedad. Es ésta una obra autobiográfica escrita desde la perspectiva del que sabe que su muerte está cercana.

Henning Mankell, novelista y dramaturgo sueco, falleció a la edad de 67 años tras haber publicado treinta y ocho libros, entre novelas, ensayos y una obra de teatro. De todas estas obras, doce pertenecen a la “Serie Wallander”, cuyo protagonista, el inspector Kurt Wallander, viene a ser un Pepe Carvalho en sueco. De hecho, Mankell fue galardonado en 2006 precisamente con el premio Pepe Carvalho, otorgado a autores de prestigio en el ámbito de la novela negra.

Siempre que un autor famoso fallece se dice que deja un vacío en el mundo de las letras. En este caso, la muerte de Mankell ha dejado, además, un vacío en mi biblioteca personal que solo puedo llenar con los gratos recuerdos de la lectura de todas sus obras y, en especial, de las aventuras y desventuras de un entrañable Kurt Wallander.

Conocí al inspector Wallander gracias a una compañera de trabajo que, conociendo mi afición por las novelas policíacas y de suspense, me prestó la primera de las novelas de esta serie, “Asesinos sin rostro”. Desde entonces no pude dejar de leer todas las obras de esta colección. Llegué a empatizar con el bueno y perseverante inspector como si formara parte de mi grupo de amistades. Le aprecié y le compadecí a partes iguales, y no solo por su laboriosa y minuciosa tarea de dar con el asesino o asesinos, con sus contratiempos y fracasos, sino también por su triste y solitaria vida personal. En esta serie, Mankell describe minuciosamente su vida profesional en paralelo a su vida familiar, divorciado y alejado de su única hija. Con un padre con el que mantiene una relación de fría cordialidad y tirantez porque nunca entendió ni aceptó que su hijo se hiciera policía. Un curioso padre pintor, que siempre pinta el mismo paisaje en dos versiones. Con y sin Urogallo, y con el que finalmente se reconciliará poco antes de su muerte. Wallander, hombre despistado y caótico en sus necesidades personales, pero agudo y pertinaz a la hora de seguir pistas apenas perceptibles, es la imagen del verdadero sabueso.

En 2013, la serie Wallander fue aniquilada literariamente por su creador cuando éste publicó “Huesos en el jardín”, con un Wallander cansado y que ya solo piensa en retirarse. Cuando supe que con toda probabilidad esa sería la última entrega de la serie que tanto me había hecho disfrutar, me entristecí al pensar que dejaría de ver, oír y pensar como mi ídolo en la ficción. Un buen hombre, Kurt. Cuando Menkell acabó con su famoso personaje, todavía no sabía que el cáncer acabaría un año después con él.

Si la pérdida de mi personaje de ficción favorito me causó pesar y añoranza de los buenos ratos pasados con él en mis manos y en mi mente fantasiosa, la desaparición de quien le dio la vida me produjo un hondo sentimiento de abandono y la cruda constatación de lo efímeros que somos. Que todo pasa, que todo tiene un principio y un fin. Puede parecer una perogrullada, pero solo nos damos cuenta de ello cuando alguien a quien apreciamos se va. A menudo sabemos del fallecimiento de personajes que nos han deleitado con su voz, su música, su imagen en el escenario o en la pantalla, o con su mente privilegiada y humanidad. Para los que ya tenemos una edad, esas pérdidas que constantemente van goteando, una tras otra, sin cesar, nos hacen sentir que también perdemos años de nuestra propia vida, todos esos años que convivimos o coexistimos con quienes nos ofrecieron lo mejor de ellos, esa creatividad artística que, de pronto, pasa a formar parte del pasado, como nosotros mismos haremos algún día. Pero ellos, además, tienen la fortuna de pasar a formar parte de la historia. Y eso no todo el mundo lo consigue.

Desde aquí, pues, le digo un adiós con retraso pero no por ello menos sentido, a quien me acompañó con sus obras en mis apasionadas lecturas durante tantos años.

Adiós Henning Mankell y gracias por haberme hecho disfrutar con tus historias. Aunque hayas dejado de escribir, espero que seas una fuente inagotable de inspiración para otros muchos escritores.
 
 

jueves, 21 de enero de 2016

Treinta y un meses, doce premios



Treinta y un meses. El tiempo que llevo escribiendo en mis blogs. Primero fue “Retales de una vida”, con una primera entrada el 26 de junio de 2013, y luego “Cuaderno de bitácora”, que estrené el 11 de noviembre del mismo año. Y dejo de lado al, momentáneamente, escuálido blog en mi lengua materna, “En català si us plau”, que empezó su triste andadura un 7 de enero de 2015, con solo veintiséis entradas hasta el día de hoy. Así que lo dejaré fuera de este post por irrelevante. Lo siento nen.

Ya en una ocasión me definí como controlador y con mis queridos blogs no podía ser menos. Los tengo bien controlados, para bien o para mal. Tengo por costumbre –quizá sea deformación profesional- hacer tablas de todo tipo. Podría parece enfermizo pero en mi trabajo me veía en la obligación de hacer multitud de tablas, algunas de ellas por propia iniciativa e interés personal.

Pues bien, para cada uno de mis blogs he llevado a cabo un seguimiento mediante un documento Excel en el que voy anotando las entradas, la fecha de publicación y el número de comentarios. En algo se tiene que notar el tiempo libre del que dispongo y mi meticulosidad natural.

Y como también soy hombre práctico y me gusta matar dos pájaros de un tiro -y si pueden ser tres, mejor-, aprovecharé esta entrada para hacer un resumen de estos treinta meses de actividad bloguera y, a la vez, acabar de cumplir con los deberes pendientes: agradecer las recientes nominaciones a tres premios, uno de ellos otorgado a “Retales de una vida”.

Intentaré, pues, ser breve.
 
“Retales de una vida”, “Retales” de ahora en adelante para abreviar, el blog más longevo, ha recibido, en el momento que escribo esta entrada, un total de 22.875 visitas, unas 738 al mes o bien 24,6 al día, mientras que “Cuaderno de bitácora”, o “Cuaderno”, para entendernos, ha recibido 11.938, es decir 459 al mes, equivalentes a 15,3 al día.

En cuanto a sus contenidos, en “Retales” llevo publicados 181 relatos, de los cuales 44 en 2013 (de junio a diciembre), 64 en 2014 y 69 en 2015. En “Cuaderno” he publicado un total de 97 entradas: 13 en 2013 (de noviembre a diciembre), 36 en 2014 y 45 en 2015. Así pues, el promedio de publicaciones ha sido de 5,8 relatos al mes en “Retales” y de 3,7 entradas mensuales en “Cuaderno”.

Quienes conocéis estos dos blogs, sabréis que el primero contiene fundamentalmente relatos de ficción y el segundo reflexiones sobre lo cotidiano. Es fácil ver, pues, que se me da mejor y me gusta más la ficción que la realidad.

Pero, ¿y a los lectores? ¿Qué les ha gustado más? Pues es muy fácil saberlo. Con solo contar los comentarios acumulados, podemos tener una ligera idea.

Los relatos de “Retales” han recibido un total de 500 comentarios, con un máximo en 2015 con 294 comentarios, y “Cuaderno” un total de 269, con un máximo, asimismo en 2015, de 174. En ambos casos, estas cifras han seguido una progresión porcentual claramente ascendente. Buena señal.

Y ¿qué tipo de entradas han sido las más comentadas?

En “Relates”, el mayor número de comentarios en 2013 (4) lo recibió un relato del género fantástico (“Al otro lado”. 7-11-13), en 2014 (5) lo recibió un microrrelato más cercano al género de humor (“Un microrrelato rebelde”. 13-02-14) y uno de fantasía (“La fuente mágica”. 08-09-14) y en 2015 (10) lo obtuvo la primera parte de un relato de fantasía-terror (“El incunable”. 08-12-15).

En “Cuaderno”, en 2013 el número máximo de comentarios a una entrada fue de 2 (“Poco tiempo me queda”. Poema. 18-11-13), en 2014 el mayor número de comentarios (4) lo recibieron tres entradas de estilos muy distintos (“Una de escritores”. Crítica humorística. 01.04.14; “En un lugar de Suecia cuyo nombre no puedo acordarme”. Vivencia personal. 26-09-14; y “Tanka nº 5”, Poema. 05-12-14) y en 2015 el mayor número de comentarios (14) la recibió una entrada de crítica social (“¿Se han perdido las buenas costumbres?” 14-11-15).

Así pues, 2015 ha sido el año más prolífico, tanto en número de publicaciones, como de comentarios parciales y totales. Aun así, mis blogs están muy lejos de recibir el número de visitas y comentarios como el de la mayoría de mis compañero/as, alguno/as de lo/as cuales reciben decenas de comentarios en menos de 24 horas.

Otro aspecto a destacar es que mi opinión no siempre coincide con la valoración de mis lectores. He observado que no siempre los relatos más elaborados, en los que he puesto mi mayor empeño, cuidado y confianza, han recibido un mayor número de comentarios. Además, también me llama la atención que siendo “Retales” el blog con un mayor número de visitas, tenga un sustancial menor número de seguidores en Google+ (61 contra 125 para “Cuaderno”), mientras que esta proporción se invierte en cuanto a miembros-seguidores inscritos en el blog (36 en “Retales” y 21 en “Cuaderno”).

Desde luego, todas estas cifras son modestísimas. Pero como hay que ver siempre el vaso medio lleno, y ya estoy harto de ser un “quejica”, diré que lo positivo de ello es que, al no sobrepasar los 200 seguidores, puedo seguir optando a nominaciones para los premios que llevan implícita esta condición.
 
Y hablando de premios, diré que “Retales” ha recibido 3 en 2015 “(“Me quedo contigo” en enero, concedido por Pedro Fabelo; “Inside Out”, en diciembre, concedido por Oscar Ryan, y el Liebster Award, también en diciembre, concedido por María Campra) y 2 en lo que llevamos de 2016 (Best Blog, concedido por Aida Ramos; y Parabatais, concedido por quien dice llamarse David).

“Cuaderno”, por su parte, no se ha quedado atrás, al contrario, pues en 2015 recibió 4 nominaciones (Black Wolf Blogger Award en febrero, concedido por Julia C; Parabatais en octubre, concedido también por Julia C; The Blogger House y The Versatile Blogger Award, concedidos ambos en octubre por Mª Jesús Fernández) y 3 en lo que llevamos de año (Best Blog, concedido por Aida Ramos; Litarcihis, concedido por Francisco Moroz; y Parabatais, otorgado por María del Carmen Piriz).

Así pues, el premio Best Blog ha venido a visitarme en dos ocasiones (una por cada blog) y el premio Parabatais en tres (una por “Retales” y dos por “Cuaderno”). Yo, que era reacio a este tipo de nominaciones, ahora debo decir bienvenidas sean por el simple hecho de que indican que hay quien piensa en mí y en mis blogs. Desafortunadamente, no van acompañadas de ninguna compensación económica. Qué le vamos a hacer.

Solo me queda por añadir que, de los premios concedidos este mes de enero, debo todavía mi agradecimiento a:

- Francisco Moroz, y su blog “abrazodellibro”
- María del Carmen Piriz, y su blog “alguien con quien hablar”
- Hola, me llamo David, y su blog “literatura bonsái”
 
A todos ellos, muchísimas gracias por haberme nominado.




 
 

viernes, 15 de enero de 2016

Como un árbol de hoja perenne



Leí que, en una ocasión, un entrevistador le dijo a su entrevistada: “ojo con lo que va a contestar, podría perder a muchos amigos”. A lo que la entrevistada contestó: “si los pierdo es que nunca fueron mis amigos”. Era, sin duda, una mujer sabia y valiente. Yo no soy ni una cosa ni la otra, pero ahí va mi reflexión particular sobre mi experiencia como bloguero.

Podría decirse que yo soy como un árbol de hoja perenne: siempre tiene hojas pero no son siempre las mismas; las que pierde son continuamente reemplazadas por otras nuevas.

Las hojas son al árbol lo que a mis blogs los seguidores. Las amistades son a la mujer entrevistada lo que a mis blogs los lectores. Si nos atenemos a la primera ley de la termodinámica, esa que dice que la energía no se crea ni se destruye sino que se transforma, debo aceptar del mismo modo que mi audiencia lectora vaya modificándose a lo largo del tiempo.

Citando una regla de otra índole, me acogeré a la que afirma que es mucho más fácil obtener un cliente que conservarlo porque, a la postre, es el servicio que recibe o el confort que obtiene una vez ha depositado su confianza en un proveedor lo que realmente cuenta. Así pues, la fidelidad generalmente falla por no saber mantener la calidad del servicio ofrecido. ¿Qué es más frágil, la fidelidad o la calidad? Este planteamiento me lo vengo aplicando desde hace mucho tiempo.

Creo que nací con un defecto congénito o bajo el efecto de algún sortilegio con respecto a mi habilidad para mantener relaciones de amistad. En mi infancia y adolescencia, cuando uno es más proclive a hacer amigos, solo fui capaz de tener dos al mismo tiempo. Y estos iban cambiando a medida que pasaban los años. Siempre dos amigos, íntimos eso sí, que yo no llamo amigo a cualquiera, exceptuando, ya se sabe, el trato cordial de “amigo” que se le da a quien, aunque no conozcas en persona, te cae bien. Pero el amigo de verdad es algo distinto y no hace falta ahondar aquí en el concepto de amistad, algo que, por otra parte, ya traté tiempo atrás en este mismo blog.

En facebook ahora mismo tengo 107 “amigos”, a los que –salvo honrosas excepciones- más bien debería calificar de “contactos” aunque suene muy frío. Pero, a fin de cuentas, son eso: una red de contactos con los que intercambiar y compartir información. Recuerdo que, al principio, cuando abrí mi cuenta en facebook, me congratulaba de ir sumando amistades como quien colecciona trofeos. Busqué y busqué antiguas relaciones –colegio, universidad, trabajo- para saber de ellas y agregarlas a mi lista de amistades. Luego decidí desagregar a algunas por “inactivas”, que estaban pero como si no estuvieran. Ahora estoy planteándome si desagregar o no a unas cuantas también por “falta de uso”. Está ahí su nombre, su foto o avatar, su perfil pero nada más. No dan señales de vida aun cuando hayan sido ello/as quienes solicitaron mi “amistad” o hayan aceptado la mía. Así pues, también ahí ha habido un recambio. Nadie –que yo me haya percatado- me ha desagregado todavía, me conservan pero no me usan (en el buen sentido de la palabra). Es una presencia ficticia.

Es curioso el comportamiento humano, especialmente en las redes sociales. Al parecer respondemos a un sentido gregario innato buscando un grupo en el que ubicarnos aunque sea virtual. Estamos solos y a la vez nos sentimos acompañados. ¿O debería decirlo al revés?

Pero no es esa red social la que hace identificarme con un árbol perennifolio, plantado y solo en medio del valle, sino otra, más compleja si cabe: la blogosfera en la que se plantaron y nutrieron mis blogs, hace algo más de dos años, como si de semillas se trataran. Mis hojas, los seguidores primigenios, han ido dando paso a otras nuevas. Ha habido un recambio continuado a lo largo de este -¿corto, largo?- periodo de tiempo.

¿Qué ha motivado ese recambio? Aquellos primeros y fieles lectores que dejaban puntualmente sus amables comentarios, desaparecieron de pronto, de un día para otro, como por arte de magia, como si una helada los hubiera espantado (pero siguen vivos pues les leo e incluso, si me gusta lo que escriben, les dejo algún comentario). Vinieron nuevos, igualmente entusiastas, igualmente fieles. Y tal como vinieron se fueron también. Quizá se cansaron de mis relatos, de mi estilo narrativo o de ambas cosas y se han marchado en busca de savia nueva y más rica. Pero siguen apareciendo otros y se mantiene el número, como si de un cupo se tratara. Al menos en esta ocasión se ha roto el antiguo sortilegio: siempre hay más de dos y últimamente parece que van en aumento.

Aquí es cuando me viene de nuevo a la memoria la mujer entrevistada. ¿Ha sido acaso algo que he dicho por escrito, mi comportamiento y no mi estilo o “calidad literaria” lo que ha alejado a mis antiguos seguidores? Si tuviera que atender al principio causa-efecto, me atrevería a decir que, del mismo modo que los dinosaurios desaparecieron coincidiendo con la colisión de un meteorito sobre nuestro planeta, mis seguidores me abandonaron coincidiendo con alguna inconveniencia por parte de este servidor al criticar (en el sentido formal de la palabra) ciertos convencionalismos que había observado en este ambiente. De ser así, se habría dando más importancia a la forma que al fondo. 

En el mundo bloguero todos nos hemos dado a conocer visitando otros blogs y dejando un comentario en aquellos cuyas entradas nos han gustado particularmente. No sé si habrá quien se dedique a sembrar de comentarios interesados el mayor número de blogs posible, independientemente de si les gusta o no lo que leen, como quien deja una tarjeta de presentación con el único fin de que le devuelvan la visita. Cada uno tiene su sistema. Unos son más proactivos que otros. Si uno quiere que le lean tiene que darse a conocer, obviamente. Una vez hecha la “siembra”, vendrán los frutos. Luego están las referencias por terceros, que responde al principio de que los lectores de nuestros lectores pueden acabar siendo nuestros lectores. Siendo así, lógicamente cuanto más se publicite uno a lo largo y ancho de esta otra red social, más probabilidades tendrá de ser conocido y leído.

Cómo hacer seguidores no es el objeto de esta reflexión sino el por qué se pierden y cómo se pueden conservar. Ésta es una pregunta para la que todavía no he hallado respuesta. Creo que es algo tan complejo como la propia naturaleza humana, como difícil de entender es que escritos (narraciones, relatos, reflexiones, etc.) de una calidad narrativa mediocre reciban, a veces, un gran número de comentarios halagadores. Por no mencionar textos que carecen de algo tan fundamental como la calidad gramatical, conteniendo faltas de puntuación y de acentuación, algo impropio de quien se dedica, aunque sea por hobby, a la escritura. Claro que a esto se puede contestar con otro principio: que para gustos están los colores. Y ante ello nada se puede hacer ni debería tener nada que objetar. Además, ¿no se dice que lo importante no es ganar (tener éxito) sino participar? Pero, claro, también se dice que éste es el consuelo de los perdedores.

Volviendo una vez más al símil del árbol, lo verdaderamente importante es que esté bien enraizado, su raíz bien nutrida, que no esté enfermo, que sus hojas reciban la suficiente luz solar y, por supuesto, que nadie lo maltrate ni acabe talándolo. Un árbol de hoja perenne se mantiene esplendoroso a lo largo de todo el año. Cuantas más hojas, más bello ciertamente, pero lo que importa es que las conserve, aunque sean unas pocas, pues es signo inequívoco de que se mantiene vivo.
 
 

*Esta reflexión va dedicada a todos los árboles de hoja perenne que pueblan este mundo y, a la vez, quiere ser una muestra de agradecimiento a las hojas que todavía no me han abandonado.

**Si alguien se siente molesto por lo antedicho, probablemente no habrá captado el mensaje que he querido transmitir y les pido mis más humildes disculpas. Si, aún así, desean abandonar mi árbol, solo espero que, como el humus formado por el follaje caído, pasen a ser el abono de otros árboles tan o más merecedores de nutrientes que el mío.
 
 

viernes, 8 de enero de 2016

Premio Best Blog



Ahora que ya han pasado estas fiestas y los Reyes Magos se han despedido hasta el año que viene, quería hacer un balance de cómo le ha ido el año a este blog y cuando estaba en ello veo que ha sido nominado para el premio Best Blog y la persona que me ha dejado este presente al pie del árbol (todavía no lo hemos desmontado) es Aida Ramos, autora del blog “Instantes imperfectos” que, dicho sea de paso, de imperfecto no tiene nada, todo lo contrario.

A la Aida bloguera la conocí hace tiempo, desde que un día tuvo a bien venirme a visitar (virtualmente, claro) y me dejó un amable comentario. Desde entonces, me convertí en su fiel seguidor. Enseguida me atrajo la frescura de sus escritos, comparable a la juventud de su autora. Luego, desapareció del mundo de los bloggers por un tiempo pero ha vuelto a renacer (podría decir aquello del ave Fénix, pero ya está muy visto). El caso es que ha vuelto, aquí está de nuevo, más vital que nunca y me alegro por ello. Y encima va y me nomina a este premio que aunque parezca algo pueril, si nos atenemos al logo que lo representa, es más serio de lo que parece y va dirigido a personas adultas y hasta de la tercera edad (lo digo por mí, pues hace muy poco que me acaban de empujar para que pase la barrera de los 65).

Los que seguís mi otro blog, “Retales de una vida” y habéis leído mi último post, sabréis que aquél también ha sido nominado para este mismo premio por mi compañera de letras Chari. Qué coincidencia, ¿no? En él digo que pensé aprovecharla publicando un post común para agradecer ambas nominaciones pero que al ser dos blog distintos, al igual que las preguntas que me han formulado mis nominadoras, he decidió hacerlo por separado. Así pues aqui dedico esta entrada al premio Best Blog concedido por Aida a “Cuaderno de bitácora” y en paralelo hago lo propio en mis “Relatos de una vida” para el concedido por Chari. Cada blog se merece la misma atención por mi parte.

Quizá ya conocéis las reglas que van ligadas a la aceptación del permio. Por si no estáis al corriente o las habéis olvidado, las reproduzco a continuación:

1. Dejar un comentario en el blog que te nominó, seguirlo y dejar un comentario para que te sigan a ti.
2. Contar 11 cosas sobre ti.
3. Responder a las preguntas que preparó la persona que te nominó.
4. Formular 11 preguntas nuevas para que respondan las personas a quien nominas.
5. Nominar a 11 blogs con menos de 200 seguidores y dejarles un comentario en sus blogs para avisarles.
Os advierto que, si sois seguidor/as de Cuaderno de bitácora, veréis que los puntos 2, 4 y 5 son idénticos en su contenido. Si contar once cosas de mí (punto 2) ya va a ser difícil, de no repetirlas, deberían ser veinte en total, algo mucho más complicado. En cuanto a mis preguntas (punto 4), permitidme también ser repetitivo, por una simple cuestión práctica. En cuanto al último punto, pues lo mismo ya que no son muchos los blogs que sigo con menos de 200 seguidores.

Y sin más preliminares, pongámonos manos a la obra:

Encomienda uno:

Ya he comentado mi relación, totalmente lícita, con El blog de Aida, cómo nos conocimos virtual y literariamente gracias a su amable visita al mío y cómo ha renacido tras un tiempo jugando a ser el Guadiana. Desde su vuelta a los escenarios, lo visito a diario y casi siempre dejo un comentario.

Encomienda dos:

Sin pensármelo demasiado, d
iría que:
1. Soy tremendamente impaciente
2. Soy un perfeccionista sin causa
3. Mis aficiones favoritas son: la lectura, el cine y la música (ordenadas de mayor a menor tiempo que dedico a cada una de ellas)
4. Me gusta el orden, aunque no llego a ser un obsesivo-compulsivo
5. No tengo dotes de improvisador. Me gusta prepararme bien las cosas con antelación. Nunca tengo la palabra adecuada en el momento justo. Siempre se me ocurre cuando ya es demasiado tarde
6. Me gustan los animales, especialmente los perros. Tengo un perro mestizo, al que adoptamos hará tres años, y al que todos queremos como lo que es: un miembro más de la familia.
7. Me gusta la naturaleza y preservar el medio ambiente de todo tipo de agresiones. Soy un ecologista a ultranza.
8. Prefiero moverme en grupos reducidos. Me siento incómodo ante mucha gente. Me desenvuelvo mucho mejor en las distancias cortas. No me gusta ser el centro de atención (¿timidez, introversión?)
9. Me gusta conducir de forma ágil pero sensata
10. Prefiero el frío al calor
11. Tengo mucho sentido del humor sin ser un gracioso. Me gusta contar chistes y que la gente se ría (del chiste, no de mí).

Encomienda tres:

1. ¿Cuándo empezaste a escribir?: En párvulos, cuando me enseñaron a hacerlo en hojas de papel pautado. Al principio no se me daba muy bien pero luego fui perfeccionando el estilo. Ahora en serio: empecé a escribir en plan “serio” hace algo más de cuatro años. Mi opera prima fue unas memorias noveladas o, como prefiero llamarla, una novela autobiográfica que auto-edité y regalé a mi familia. Era algo que siempre quise hacer y solo pude hacerlo cuando, estando pre-jubilado, encontré tiempo para ello. Ello me llevó casi dos años (la muerte de mi padre interrumpió, por falta de ganas, esta tarea), tras lo cual y con la inestimable y necesaria colaboración de mis hijas, nació mi primer blog: Relates de una vida, al que dediqué mis primeros relatos de tipo intimista y que, poco a poco, fue virando hacia la ficción. Y así desde entonces
2. ¿Escribes con o sin música?: Sin música, en silencio y, si puede ser absoluto, mucho mejor. Es curioso porque, de joven, siempre estudiaba con música. Me encanta la música, pero ahora solo puedo prestar la debida atención a una sola cosa a la vez: escuchar música, leer o escribir, y no soporto que me interrumpan innecesariamente cuando estoy haciendo alguna de ellas.
3. ¿Cuáles son tus propósitos para este año?: Os invito a leer mi relato “propósitos revisitados” publicado el 28 de diciembre (no era una inocentada) en “Retales de una vida” y adivinaréis que no me gusta hacerme propósitos para el año nuevo. Prefiero irlos fijando sobre la marcha. De momento, me propongo seguir escribiendo en mis blogs. Sí que me gustaría publicar una recopilación de mis últimos relatos. Si no consigo interesar a una editorial (lo más probable), posiblemente vuelva a recurrir a la auto-edición.
4. Una frase que te motive: “A cada cerdo le llega su San Martín”. Aunque parezca una frivolidad o una grosería, para mí representa la existencia de una justicia divina o cósmica que hace que, tarde o temprano, quien, a conciencia, daña al prójimo, algún día reciba lo que se merece. Quizá hubiera quedado mejor decir que “el tiempo pone a cada uno en su lugar” pero como me gustan los refranes…
5. ¿Cuántos libros has leído en tu vida?: A lo sumo puedo decir cuántos leo a lo largo de un año: unos 24, dos al mes, quizás alguno más, si tenemos en cuenta que durante las vacaciones aumenta esta media. Curiosamente, antes leía más, diría que uno por semana (dependiendo de su longitud, claro está) mientras que ahora, que estoy jubilado, como dedico el tiempo libre a otras muchas cosas, prácticamente solo leo antes de acostarme, salvo los fines de semana. Pero, eso sí, no hay día que no lea.
6. ¿Qué película has visto más de dos veces?: La que se lleva la palma (la habré visto cinco o seis veces) es Ben-Hur (1960), protagonizada por Charlton Heston. Y volvería a verla una vez más.
7. Tu estación del año favorita: la primavera, aunque la sangre no me altera.
8. ¿Libro en papel o ebook?: Por pura holgazanería, reproduzco lo que dije contestando a esta misma pregunta formulada con motivo de la concesión del Liebster Awar: Prefiero el papel, sin lugar a dudas. Llamadme antiguo pero, para mí, no hay nada como el libro en papel. Tocarlo, olerlo, hojearlo. También leo ebooks pero no es lo mismo. Compro en formato electrónico solo aquellas novelas por las que siento curiosidad pero que probablemente no necesitaré volver a leer. Si, por el contrario, me encanta, la tengo que acabar comprando en tapa dura o blanda, da igual. Hay autores, de los que he leído prácticamente todo lo que han publicado, cuyas obras quiero tenerlas siempre en papel, como si de una colección se tratara. Además, me gusta ir arriba y abajo, adelante y atrás, releer un párrafo o pasaje de un capítulo anterior y en un libro electrónico eso es, si no imposible, sí bastante engorroso. Además -y aquí sí que tengo una manía-, antes de empezar una novela me gusta leer la sinopsis en la contraportada, la biografía del autor en la solapa interior, ver cuántas páginas tiene y sobre todo, la longitud de los capítulos (eso solo para hacerme una idea de si voy a necesitar mucho tiempo para cada uno, pues no me gusta dejar la lectura sin haber completado un capítulo –por eso de no dejar las cosas a medias).
9. ¿Cuál es el peor libro que has leído?: Ha habido varios libros que he tenido que abandonar al poco de empezar su lectura, más por resultarme indigeribles que por ser mala literatura (Ulises, de James Joyce; La cruz de San Adrés, de Cela; o Rayuela de Cortázar, por citar algunos). De los leídos este año, el que menos me gustó o más me aburrió, tanto monta, fue “Mi color favorito es verte”, de Pilar Eyre. Fue un obsequio y lo leí por si acaso.
10. ¿Qué te gusta hacer además de escribir o leer?: Una cosa es que me guste algo y otra muy distinta es que la pueda hacer (o me dejen hacerla). Me gusta, y hago, escuchar música e ir al cine. Me encanta, pero solo lo hago muy de vez en cuando, pasear por la montaña, especialmente por los pirineos.
11. Trucos para encontrar inspiración: Si tuviera un truco, estaría constantemente inspirado. Y no es así. Si existe eso que llamamos inspiración y que lo concebimos como algo mágico que nos invade y nos impulsa a escribir, es algo tan intangible que no sabemos di por dónde llega ni por qué se va. Alguien dijo que la inspiración nos tiene que encontrar escribiendo. Creo que es cuestión de esfuerzo, paciencia y, sobre todo, de observación. La fuente de la inspiración está ahí fuera, como los extraterrestres (si existen).

Encomienda cuatro:

Las once preguntas para mis nominado/as son:
1. ¿Por qué decidiste crear un blog?
2. ¿Qué tipo de blog te gusta más?
3. ¿Cuánto tiempo dedicas al día a leer blogs ajenos?
4. ¿Has recibido alguna vez un comentario negativo a alguna de tus publicaciones? En caso afirmativo, ¿te afectó?
5. ¿Cuántos libros lees al cabo de un año, aproximadamente?
6. ¿Qué género literario prefieres?
7. ¿Has asistido o asistes a algún curso o taller de escritura creativa?
8. ¿Te has planteado alguna vez escribir una novela?
9. ¿Eres de los que prefieren comprar un libro o pedirlo en préstamo a una biblioteca?
10. Cuando empiezas a escribir un texto (relato), ¿sabes ya cuál será el desenlace o prefieres ir improvisando a partir de una idea?
11. ¿Te importa mucho recibir cometarios en tu blog o es un tema que te trae al pairo? En otras palabras: ¿publicas sin importarte que te lean y comenten o lo haces con la esperanza recibir cuantas más visitas mejor?

Quinta y última encomienda:

Por el motivo aducido al principio de este post, me veo en la necesidad de reducir el número de nominados a media docena (me gustan los números pares).

Debo añadir que, no me agrada poner a nadie en un compromiso, así que si mis nominado/as no están por la labor y no les viene en gana seguir con la cadena de nominaciones (como me ha ocurrido siempre hasta ahora), no me lo voy a tomar a mal (como he hecho siempre hasta ahora). Yo nomino y que sea lo que mis nominado/as quieran. Así pues, mis seis nominado/as, que, si no voy errado, tienen menos de 200 seguidores, que son lo/as siguientes:

- Francisco Moroz (abrazo del libro)
- Fernando M (apócrifos y compulsivos)
- Paola Panzieri (el bar de Ernesto)
- Hola, de llamo Julio David (literatura bonsái)
- Mª Jesús Fernández (reinvenciones)
- Yolanda Román (timshel/tú podrás)
 
Me ratifico en lo dicho en mi otro blog nominado: Un cariñoso abrazo a todo/as ello/as, a todo/as mis lector/as y, por supuesto, a mi nominadora.
 

miércoles, 6 de enero de 2016

Malditos horarios



Hay cosas que no entiendo, que creo que casi nadie entiende aunque digan lo contrario, y que seguimos haciéndolas por negligencia o por costumbre. Una de ellas es el tema de los horarios, en sus tres vertientes: el cambio de hora que debemos sufrir dos veces al año, el uso horario español actual y los horarios laborales a los que solo nuestro país parece estar adaptado.

El cambio horario bianual en los países europeos se remonta a la segunda década del siglo XX, siendo Alemania el primer país en hacerlo para, según tengo entendido, ahorrar carbón durante la primera guerra mundial. A parecer, esta medida fue arraigando poco a poco en el resto de países europeos. Actualmente el motivo esgrimido para mantener esta costumbre es el genérico “ahorro energético”. Se barajan muchas cifras y no hay consenso para afirmar rotundamente que esta medida sea acertada. La misma Comisión Europea ha reconocido que el ahorro obtenido por adelantar una hora las agujas del reloj en primavera es “relativamente pequeño”. Incluso hay informes que indican que el efecto de este cambio de horario es nulo o incluso negativo. Aun así, desde que en 1981 se hiciera obligatorio a golpe de directiva, cada año, a finales de marzo y de octubre, los ciudadanos europeos debemos adelantar y atrasar, respectivamente, las manecillas de nuestros relojes (de pulsera, de sobremesa, de pared, del despertador, del vehículo, del…. Por lo menos el del ordenador y del móvil se me actualizan automáticamente, como mi pobre y sufrido reloj biológico que solo entiende de sueño y vigilia).

¿Qué importancia tendrá, me pegunto, ignorante de mí, que a las siete de la mañana sea más claro el día si a las siete de la tarde es más oscuro, y viceversa? Las farolas se apagarán antes por la mañana pero también se encenderán más temprano por la tarde, digo yo. Así que, salvo en verano, cuando los días son más largos, el número de horas en que las luces de la calle están encendidas es el mismo. Y en lo que respecta a los hogares, oficinas y fábricas lo mismo. En toda mi pasada vida laboral, siempre que llegaba a la oficina, a las siete u ocho de la mañana, las luces estaban encendidas, hubiera o no claridad en la calle, y así permanecían todo el día. Escasísimos (si los hay) deben ser los casos en que en una oficina o empresa cualquiera se pueda trabajar con la luz del sol que penetra por las ventanas. En definitiva, a mí se me antoja que lo que ganamos por la mañana lo perdemos por la tarde y al revés. ¿Entonces, quién o qué cosa (animal, vegetal o mineral) se beneficia de ese corrimiento horario? Sigo sin saberlo.

Por lo tanto, a pesar de que el cacareado ahorro energético está cada vez más cuestionado, seguimos en las mismas. Como dijera Miguel Gironés, trader del mercado energético, el cambio de hora “se sigue haciendo y ya está”. ¿Hasta cuándo?

Del mismo modo me pregunto hasta cuándo vamos a seguir con el huso horario de Berlín, impuesto durante la dictadura franquista, en lugar de volver al del meridiano de Greenwich, que teníamos antes de 1943, y que es el que geográficamente nos corresponde. Vamos una hora por detrás de Londres y Lisboa. Con lo fácil que sería volver a los orígenes: la próxima ocasión en la que tengamos que adelantar el reloj no lo hacemos y ya está, todo arreglado. Y de paso se acabó lo de “una hora menos en Canarias”. ¿Por qué no se hace? Supongo que es por lo que indicaba al principio: por costumbre, por negligencia, por abandono porque somos así.

Y ya, finamente, me introduzco en el áspero e incómodo tema de los horarios laborales, comerciales y cómo no, familiares. Almorzamos a eso de las dos de la tarde, cenamos a las nueve de la noche (y a un restaurante no se te ocurra ir antes de esta hora, excepto los que viven del turismo o de comida rápida) pero nos levantamos a las seis o a las siete y salimos del trabajo a esa misma hora pero post meridian. Así que aquí también experimentamos un corrimiento de horarios. Todo se desplaza hacia la derecha: se sale tarde, se cena tarde, se acuesta tarde. Si salimos del trabajo a las siete las tiendas no pueden cerrar antes. Si llegamos a casa a las ocho no nos queda más remedio que cenar a las nueve y nuestro programa de televisión favorito no puede empezar antes de la diez. ¿Por qué el famoso  prime time en España se extiende hasta pasada la medianoche? Se calcula que en la franja horaria de máxima audiencia, entre las 22:30 y las 23:00 horas, hay un promedio de 20 millones de espectadores frente al televisor, casi la mitad de la población española. Se supone, pues, que estos espectadores se acuestan a las doce y media como muy temprano, pero se levantan de madrugada. Duermen poco y, seguramente, mal.

Se habla mucho (y tarde, como siempre) de la conciliación, que no tiene nada que ver con el Concilio Vaticano, sino con la coincidencia de horarios familiares y su compatibilidad con la vida en común de sus miembros. El gran problema. Padres y madres jóvenes que llegan a casa cuando ya casi es hora de acostar a sus hijos pequeños. Horarios y costumbres que apenas se solapan en una pareja. Y, por supuesto, la incomprensible e injusta pero bien vista costumbre de no abandonar el puesto de trabajo a una hora “normal”. Hay que hacer méritos. ¿No sería preferible aumentar la eficiencia: trabajar más y mejor en menos tiempo? El nine to five job es algo inexistente en nuestro país. Pero, por lo menos, nos podríamos conformar con trabajar de ocho a cinco, con una hora de descanso para poder almorzar, eso sí, sentados a una mesa y no en un banco de la calle al más puro estilo norteamericano. Adaptémonos a lo bueno y práctico, y no solo a lo que interesa a ciertos estamentos políticos y sociales, que no sé por qué siempre suele ser lo negativo.

Normalmente me importa un bledo lo que puedan pensar los extranjeros de nuestras costumbres porque cuando vienen a nuestro país son los primeros en adoptarlas, pudiendo no hacerlo, pero reconozco que nos pasamos un poco con nuestros horarios tardíos. Al margen de ciertos prejuicios y clichés ridículos (cuando solía viajar a los países nórdicos siempre me preguntaban dónde y cómo dormíamos la siesta en la empresa), he de reconocer que tienen razón los de “ahí fuera” cuando dicen que vivimos inadaptados a un ritmo normal de vida.

Ahora se empieza a discutir el modo de cambiar estos hábitos. Que las tiendas +cierren antes porque sus empleados tienen el mismo derecho que cualquier hijo de vecino a hacer una vida “normal”. Pero ello acarrearía toda una “movida” que no sé si todo el mundo en este país está dispuesto a asumir. Muchas empresas, tiendas, restaurantes y espectáculos (incluidos los programas de televisión) deberían sufrir un ajuste horario, como si de atrasar el reloj un par de horas se tratara. Creo que todos saldríamos ganando y nuestros ritmos circadianos también lo agradecerían.

¿Conseguiremos cambiar estos malditos horarios algún día?