martes, 20 de diciembre de 2016

Los libros y yo (Tag/Encuesta de libros y lecturas)


Recogiendo al vuelo el testigo que me ha lanzado mi compañera María del Carmen Píriz desde su blog “Alguien con quien hablar”, https://mariacarmenpiriz.blogspot.com.es/, voy a someterme a un auto-interrogatorio a lo largo de diez preguntas que conforman este reto y que espero sepa contestar de forma clara y sin ambages, aunque ya adelanto que, por lo que he visto en los post de otras compañeras que me han antecedido en este quehacer, mis respuestas no son precisamente muy escuetas. Si bien acostumbro a ser parco en palabras orales, no así en las escritas. Todo sea para dejar claros mis criterios.

Y sin más preámbulos, ahí van las preguntas y sus respuestas:

1. ¿Qué libros relees y te traen buenos recuerdos cada cierto tiempo?

Pues ya empezamos bien. La verdad es que no tengo la costumbre de releer los libros una vez han sido devueltos al estante de donde salieron. Si no doy abasto a los que todavía me quedan por leer, difícilmente voy a invertir ese tiempo precioso en releer lo leído. Sólo puedo mencionar, que yo recuerde, dos excepciones a lo antedicho: La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, y Los pilares de la tierra, de Ken Follet. Aunque ambas novelas me dejaron un muy grato recuerdo, no fue éste el motivo de su relectura sino el de refrescar la memoria antes de ponerme a leer su continuación, a saber: El juego del ángel y Un mundo sin fin, pues entre la primera y la segunda entrega mediaron, si  al no recuerdo, 7 y 16 años, respectivamente.

2. ¿Hay algún libro que interrumpiste por alguna razón y le quieres dar otra oportunidad?

Es algo muy raro en mí que abandone la lectura de un libro. Siempre me he resistido a ello, esperando que en algún momento el tema cobre interés. De este modo, he llegado a leer verdaderos bodrios, llegando al final completamente defraudado. Hasta que decidí que mi paciencia tenía un límite y si al cabo de unos pocos capítulos la cosa no funcionaba, pues a otra cosa mariposa.
Y siguiendo este principio, puedo contabilizar de memoria cuatro abandonos, muy a mi pesar porque son obras de grandes maestros de la literatura universal, por lo que sufrí con ello el síndrome que calificaría “del lector inútil”, pues esa fue la impresión que me dio la incomprensión de esas obras. Pero como he dicho que contestaría a las preguntas sin ambages, diré que esos cuatro libros que podría intentar volver a leer, no para darles a ellos una oportunidad sino a mi intelecto, son los siguientes, por orden cronológico de lectura:

- La cruz de San Andrés, de Camilo José Cela, Premio Planeta 1994
- Ulysses, de James Joyce
- Victory, de Joseph Conrad
- Rayuela, de Julio Cortazar

3. ¿Has leído algún libro en versión original?

Pues bastantes, en francés e inglés. En francés muchos más: a Balzac, Flaubert, André Maurois, André Guide, Marcel Proust, Guy de Maupassant y un largo etcétera. En inglés muchas de las novelas de John Grisham, El perfume, de Patrick Süskind, Cisnes salvajes, de Jung Chang, y muchos otros que ahora no recuerdo, sin olvidar mi querido Ulysses, que después de intentar leerlo en lengua inglesa lo intenté en la de Cervantes con idéntico resultado. Y, finalmente, si consideramos que leer a autores catalanes en catalán es leer obras en versión original, pues también he leído muchas en mi lengua paterna.

4. ¿Recomiendas algún libro que no sea una novela?

Así a bote pronto, recomendaría dos:

- “La medición del mundo”, de Daniel Kehlmann, que, aunque parezca una novela, es una narración biográfica de la vida y relación entre un naturalista aventurero (Alexander von Humbolt) y un astrónomo excéntrico (Carl Friedrich Gauss)

- “El poder del ahora”, de Eckhart Tolle. Aunque el subtítulo “Una guía para la iluminación espiritual” puede parecer el clásico libro de auto-ayuda escrita por un gurú iluminado, yo más bien lo definiría como un manual de meditación que el autor escribió a partir de su propia experiencia. Pretende concienciar al lector de algo aparentemente elemental pero que solemos olvidar en el día a día: que la felicidad se trabaja, no nos viene dada. 

5. ¿Sigues en Facebook a algún autor? ¿Es accesible o es un poco divo/a?

Pues sí, sigo a un escritor que se dio a conocer mediante la autoedición, como muchos de nosotros, y que gracias a su buen hacer y a su perseverancia, ya lleva publicadas tres novelas y dos libros de cuentos con bastante éxito. Se trata de Eloy Moreno, del que ya hablé en una de mis entradas, en este mismo blog, titulada “El regalo de la vida” (29-12-2015), título inspirado en su tercera novela. 
Le conocí porque vi un vídeo tutorial en el que exponía las ventajas y desventajas de la auto-publicación, contaba su experiencia personal y sus consejos. Me gustó tanto la forma tan didáctica y amena de su presentación, que quise conocerlo más de cerca a través de sus obras. Entonces solo había publicado dos novelas: “El bolígrafo de gel verde” y “Lo que encontré bajo el sofá”. Me gustaron tanto que empecé a seguirle primero en su blog y luego en Facebook. 
Posteriormente, a raíz de la firma de ejemplares de su tercera novela, “El regalo”, tuve ocasión de conocerle en persona, reafirmándose mi primera impresión de ser una persona muy abierta, tremendamente accesible y nada engreída.

6. ¿Hay algún best seller que a ti no te entra ni a martillazos?

No he tenido este infortunio. De lo contrario me acordaría. Lo que sí puedo decir es que más de un best seller me ha causado una honda decepción. La que tengo ahora mismo en mente es la novela de Julia Navarro, una autora que nunca hasta entonces me había defraudado, todo lo contrario. Su novela “Dispara, yo ya estoy muerto” me resultó muy pesada y excesivamente larga. Fue uno de esos casos en que la sinopsis me resultó engañosa, pero aun así quise seguir hasta el final por aquello de saber cómo acababa la historia después de casi mil páginas.
Entiendo que este tipo de reacciones dependen mucho de las circunstancias que rodean la lectura, especialmente las expectativas que albergas antes de iniciarla, dejándote llevar por la experiencia previa con el autor o autora.

7. ¿Leíste muchos libros en tu adolescencia, más allá de los que te mandaban en el colegio?

Mi pasión por la lectura viene de lejos, aunque no tanto como a muchos otros de mis conocidos bibliófilos. También es ese un tema que toqué, en esta ocasión más recientemente, en este blog, con mi entrada titulada “Biblioteca creciente, tiempo menguante” (21-11-12016). 
Fue precisamente en mi primera adolescencia, a eso de los dieciséis años, cuando me entró la pasión por la lectura. Posiblemente influyó mucho en ello tener por amigos íntimos a dos lectores empedernidos (luego se pasaron a Letras) y una profesora de francés que nos hizo leer “La guerre de Troie n’aura pas lieu”, de Jean Giraudoux, lo cual, lo que para otro chaval de mi edad hubiera sido una lata, incentivó mi interés por la lectura. Después de esa experiencia me lancé, motu proprio, a la busca y lectura de otros escritores franceses.
Desde entonces, y de la mano del Círculo de lectores, tal como contaba en mi post, me convertí en un lector asiduo de novelas de todos los géneros.

8. Características que debe tener un libro para que, a priori, sea un acierto seguro

No pretendo sentar cátedra, pero creo que en cualquier género literario, el tema debe ser lo suficientemente atrayente como para incentivar al lector potencial a comprar y leer un libro. Una vez en las manos, el estilo narrativo tiene que ser igualmente atractivo y fluido, que te sumerja en la historia y en los personajes con facilidad y empatía. Hay quien opina que el primer párrafo ya tiene que atrapar al lector. Cierto es que un buen comienzo, ya desde el primer párrafo, puede desvelar qué es lo que nos espera pero, para no llevarnos a engaño, yo soy mucho más tolerante y dejo concluir el primer capítulo para intuir si la historia que le sigue me gustará o me dejará indiferente. Por supuesto, siempre hay excepciones, pero, respondiendo a la pregunta, para que un libro, y especialmente una novela, sea un acierto seguro, su autor debe saber atrapar al lector desde un buen inicio.

9. Algún libro que te gusta leer en secreto, siendo para ti “un placer culpable”

Siento decepcionaros, pero no recuerdo haber leído ni un solo libro en secreto ni que hubiera resultado ser un placer culpable. Ni siquiera en mis años mozos. Porque supongo que el Playboy no cuenta.

10. ¿Alguno te ha robado el sueño, en el sentido de no poder dormir hasta terminarlo?

He estado muchas veces, a lo largo de mi vida lectora, enganchado a varios libros hasta el punto de esperar un momento de asueto, especialmente a la hora de acostarme (momento que siempre aprovecho para leer), para proseguir con su lectura y me ha sabido mal tener que cerrarlos cuando, ya rebasada la medianoche, mis párpados empezaban a cerrarse y mi cerebro ya no procesaba correctamente lo que leía. Pero nunca un libro me ha robado el sueño ni me ha impedido dormir la interrupción de su lectura. Siempre he aplicado aquello de “mañana será otro día”.
Recuerdo que una de las primeras novelas que me engancharon de tal modo que esperaba ansiosamente la hora de acostarme para retomar su lectura fue “La montaña mágica”, de Thomas Mann, a la edad de diecisiete años. Al parecer, según mis actuales amigos eruditos en la materia, no es posible que a esa tierna edad yo pudiera disfrutar, ni siquiera entender esa magna obra de ese gran autor alemán. Sea como fuere, la historia me atrajo de tal forma que la hora de acostarme se convirtió en un momento mágico, como la montaña de Mann. Si supe interpretar la obra y apreciar todo su valor, ya no lo sé. Quizá, retomando el enunciado de la primera pregunta, debería volver a leerla, pues todavía hoy me trae muy buenos recuerdos.

Dicho esto, que no es poco, ha llegado el momento de nominar a dos compañero/as para que, si así lo desean, tomen a su vez el testigo y contesten, en su blog, a estas mismas preguntas. 

Y por aquello de la paridad entre sexos, he elegido a un hombre y a una mujer (como Adán y Eva en el paraíso):

-Francisco Moroz y su blog “Abrazo de libro”: http://abrazodelibro.blogspot.com.es/
-Conxita Casamitjana y su blog “Enredando con las letras”: https://enrededandoconlasletras.blogspot.com.es/

Y eso es todo amigo/as.



miércoles, 14 de diciembre de 2016

Tierra quemada, guerra injustificada


Llevamos mucho tiempo, demasiado, viendo esas imágenes espeluznantes que parecen sacadas del mismísimo infierno y que me hacen cuestionar, una vez más, la bondad del ser humano, a la vez que me sorprende hasta qué punto puede llegar su resistencia. Evidentemente, me estoy refiriendo a seres humanos distintos en cuanto a condición económica, política (o ideológica) y social. El primero es quien, desde arriba, somete al de abajo. El segundo es el que sufre las consecuencias de dicho sometimiento. Dos polos opuestos. Y obviamente me estoy refiriendo a la guerra en Siria y al brutal asedio de Alepo por parte de las tropas gubernamentales de Bashar al-Ásad y rusas, su aliado en este conflicto bélico que ya dura más de cinco años y se ha cobrado hasta ahora un cuarto de millón de muertos según algunas fuentes (Naciones Unidas) y casi medio millón para otros observadores.

Todas las guerras son crueles por definición y algunas, como ésta, están surtidas de actos genocidas, al actuar impunemente contra la población civil, impidiendo o dificultando su evacuación, privándole de alimentos y medicinas e incluso bombardeando los centros hospitalarios donde se atiende a los supervivientes, con la excusa de ser utilizados como refugio de los terroristas. En definitiva, una masacre orquestada con total impunidad, haciendo oídos sordos a la comunidad internacional.

No me siento capacitado para hacer una valoración de los intereses políticos y económicos que subyacen bajo las apariencias, pues es harto complicado discernir, por la ignorancia propia y la desinformación interesadamente recibida, las verdaderas razones que la han provocado pues en este tipo de conflictos generalmente sólo vemos la punta del iceberg. La realidad suele ser muy distinta a cómo nos la cuentan.

Lo que me ha movido a escribir esta entrada es algo más simple pero no por ello menos injusto: el deseo de ganar a toda costa, sin importar el coste humano.

Hay guerras justas, las menos, e injustas, las más. Dirimir entre lo que es justo e injusto también sería una tarea compleja ─y probablemente poco imparcial─ por los motivos antes mencionados. Pero para mí lo más injusto es que, aun sabiendo las enormes bajas que una guerra causará o está causando, se inicie o prosiga la contienda sólo por el orgullo, o debería decir la soberbia, de no dar el brazo a torcer, de ser el vencedor, de aplastar al insurgente que, a veces con razón, se alzó en armas. En el caso que aquí me ocupa, al-Ásad se ha erigido ─provisionalmente─ como el orgulloso ganador por haber recuperado el control de Alepo, una ciudad actualmente habitada por perros vagabundos y famélicos, escombros y miles de fantasmas que un día fueron personas que vivían felices o, por lo menos, dignamente.

Bashar al-Ásad ha ganado una ciudad prácticamente desierta y destruida hasta los cimientos sólo por la “gloria” de ser el triunfador. Los habitantes que lo han perdido todo, los inocentes que han pagado con sus vidas, son sólo un daño colateral, algo asumible por quienes no tienen ─y sabían que no tendrían─ entre ellos a sus padres, hermanos o hijos.




viernes, 9 de diciembre de 2016

Nunca segundas partes fueron buenas



Al igual que la expresión “peor es meneallo”, que utilicé hace unos meses para ilustrar otra de mis entradas, esta sentencia que ahora nos ocupa también procede de El Quijote, pronunciada por el Bachiller Sansón Carrasco mientras habla con Sancho. En sentido estricto, esta frase proverbial viene a significar que carece de mérito continuar o presentar de otro modo, con afán de mayor mérito, lo que otro hizo antes.

Aunque esta expresión se emplea casi siempre para indicar que una continuación o secuela de una película o de una novela de éxito nunca tiene la misma calidad que la primera y está condenada al fracaso, también se aplica en otros muchos ámbitos de nuestra vida.

¿Quién no ha oído, e incluso hecho suya, esta frase? Seguro que, si no miles, sí cientos de veces. Y en más de una ocasión dándole crédito. Ahora bien, ¿podemos asegurar que siempre o casi siempre ―no seamos absolutistas― es así? ¿No será que sólo creemos en su veracidad cuando se cumple o nos interesa que se cumpla?

Ciertamente, en el ámbito literario y cinematográfico hay muchos casos que reafirman tal aseveración, pero estoy convencido de que ello se da cuando los intereses comerciales y oportunistas incitan al autor ―o al productor en el caso del cine― a elaborar una segunda, tercera e incluso más entregas de forma un tanto forzada. En estos casos suele ocurrir que la idea primigenia no da más de sí y, por lo tanto, estas continuaciones adolecen de la originalidad necesaria para tener éxito.

Por supuesto que hay ejemplos a favor y en contra de esta tesis. A mi juicio, las sagas cinematográficas de Indiana Jones, Misión Imposible o La Guerra de las Galaxias, por poner sólo unos pocos ejemplos, la desmienten; en cambio las de Rocky, Viernes 13 o Superman, la avalan. Lo mismo podríamos argumentar para los remakes ―¿qué versión de Los diez mandamientos, Ben-Hur, King Kong o Psicosis nos ha parecido mejor?― y para las versiones llevadas a la gran pantalla de novelas exitosas, en cuyo caso casi siempre ―salvo honrosas excepciones― sale ganando la versión impresa.

Pero no es sólo en el ámbito literario y del séptimo arte dónde se aplica esta máxima. Creo recordar que la oí ―y la sufrí― por primera vez de adolescente y por boca de mi padre. A mis catorce años, pasé un verano maravilloso en un pueblecito del alto Aragón, donde disfruté de la naturaleza, hice amigos y me enamoré. El grupo de veraneantes con los que trabamos amistad, prometimos repetir la experiencia y encontrarnos de nuevo al año siguiente. Ese año de espera se me hizo interminable. Todos mis amigos ―y entre ellos mi amiga “especial”― acudieron. Menos yo. Por motivos familiares, falté a la cita que con tanta ilusión había estado esperando durante doce meses. Cuando protesté enérgica y desesperadamente ante ese incumplimiento de palabra, mi padre sentenció: “nunca segundas partes fueron buenas”. Con ello quiso decirme que, por mucho que hubiera disfrutado de mi primera experiencia, seguro que no iba a repetirse y, por lo tanto, no me perdía gran cosa no acudiendo.

Al margen de este ejemplo personal, que podría considerarse puramente anecdótico y, por lo tanto, un hecho aislado, son muchos los que creen que algo bueno es muy difícil, si no imposible, que se repita. Como si la felicidad, los buenos ratos, la buena suerte, sólo nos visitara una vez en la vida. A excepción de la lotería y, en general, los juegos de azar, no creo que sea así. En estos casos es la estadística la que tiene la palabra, el cálculo de probabilidades. Del mismo modo que es altamente improbable que un proyectil caiga dos veces en el mismo punto ―la mejor zona donde protegerse es precisamente el cráter dónde ya ha caído uno―, también lo es que salga dos veces seguidas el mismo número de la ruleta, que se repita dos años seguidos el mismo número del gordo de Navidad o que acertemos más de una vez la combinación ganadora de la Primitiva.

Pero cuando algo depende de nosotros, no del azar, sin interferencias externas, sin voluntades ajenas para perturbarnos deliberadamente, los hechos y situaciones placenteras pueden irse repitiendo hasta el fin de los días. Yo he repetido muchos actos, que han acabado convirtiéndose en hábito, y sigo disfrutando de ellos como la primera vez. Quién más quién menos ha experimentado alguna vez en su vida una decepción cuando ―generalmente de niño―, habiendo idealizado algo que le impresionó gratamente, luego, al cabo de los años, lo ha vuelto a vivir. Parece que nada sea igual. Creo que es ahí donde reside el problema: cuando nos dejamos deslumbrar por algo, desvirtuando la realidad, por el motivo que sea, y al cabo de un tiempo volvemos a mirarlo con otros ojos, mucho más serenos o más maduros. Es entonces cuando nos sobreviene el desencanto y lo achacamos a que las cosas ya no son iguales, cuando se repiten, como lo fueron la primera vez.

Sea como sea, yo sigo creyendo que las segundas partes no sólo pueden ser tan buenas sino incluso mejores. Todo depende de nuestra actitud. ¿No lo creéis así?