El 8 de agosto de 2015, publiqué en este blog un post titulado “Las apariencias engañan y el misterio de las coincidencias”, relatando una anécdota acontecida en uno de mis viajes por trabajo y en el que se produjeron unas curiosas coincidencias en dos vuelos consecutivos. Siempre me han intrigado las coincidencias que parecen escapar a toda lógica y al cálculo de probabilidades. Es bastante reiterativo y frecuente que en mis relatos aparezca la pregunta ¿casualidad o causalidad? Y es que mi vida –y supongo que la de muchos de vosotros- está llena de hechos que ponen de manifiesto esta disyuntiva.
Muchas son las personas, o personajes, que buscan –y hallan- coincidencias extraordinarias entre hechos acontecidos en épocas y lugares distantes entre sí o entre personas famosas. Basan, generalmente, estas similitudes en datos, cálculos o referencias numéricas que, debo admitir, me han sorprendido en más de una ocasión. Pero ¿qué hay de cierto en ello? Me temo que nunca lo sabremos. Lo que sí es cierto es que muchas de esas coincidencias que nos quieren hacer creer que guardan un significado astrológico e incluso paranormal, no son más que montajes interesados. Quien busca coincidencias las encuentra o, si no, las inventa. He aquí un ejemplo suficientemente ilustrativo de ello.
El 23 de octubre de 2006, el periodista Luis Alfonso Gámez, conductor del programa Escépticos (ETB), dedicado a la promoción del pensamiento crítico, publicó en “Magonia: una ventana critica al mundo del misterio”, el artículo titulado “Lincoln y Kennedy: vidas paralelas prefabricadas”, en el que me baso en este post. En él criticaba a Iker Jiménez que, en su programa Cuarto Milenio del 15 de octubre, difundía una serie de inexactitudes sobre las vidas de ambos políticos norteamericanos que inducían a creer que habían tenido un paralelismo singular que sobrepasaba cualquier coincidencia.
He conservado dicho artículo durante todos estos años, pues me llamó poderosamente la atención. De haber existido este blog por aquel entonces, lo hubiera aprovechado para compartir esta información con todos vosotros. Pero Cuaderno de bitácora nació siete años después y el artículo quedó arrinconado y en el olvido. Hoy, haciendo “limpieza bibliográfica”, ha salido a la luz y, aunque la noticia está ya muy desfasada en el tiempo, no he podido resistirme a la tentación de hacer lo que no hice en aquella ocasión.
Resumo, a continuación, los datos más relevantes de las extraordinarias coincidencias aludidas en el programa Cuarto Milenio:
-Abraham Lincoln fue elegido congresista en 1847. Cien años después lo fue Kennedy.
-Ambos llegaron a la presidencia de los Estados Unidos también con cien años de diferencia.
-Ambos medían 1,83 m.
-Sus apellidos tienen siete letras.
-A los dos se les alertó de que no fueran al lugar donde serian asesinados.
-La secretaria de John F. Kennedy se llamaba Lincoln y la de Lincoln se llamaba Kennedy. ¿A que la cosa se pone interesante? Pues eso no es nada. Continuemos.
-El asesino de Lincoln disparó en un teatro, el teatro Ford, y se refugió en un almacén. El asesino de Kennedy disparó desde un almacén y se escondió en un teatro. Y, por si esto fuera poco, Kennedy fue herido mortalmente mientras viajaba en un Ford Lincoln.
-Los nombres de sus asesinos tenían quince letras –Lee Harvey Oswald y John Wilkes Booth- y habían nacido también con una diferencia de cien años. ¿No es increíble?
-Para terminar, sus respectivos vicepresidentes también habían nacido con cien años de diferencia y los dos se apellidaban Johnson.
Simple casualidad o un juego del destino, os preguntaréis como yo mismo lo hice mientras lo leía.
Pero, del mismo modo que no todo es oro lo que reluce, no todo es cierto lo que se cuenta en público (creo que de esto ya tenemos suficiente experiencia, por desgracia), como indican los datos que siguen a continuación:
-Abraham Lincoln, nombre de catorce letras, nació en 1809 y murió en 1865. John Fitzgerald Kennedy, nombre de veintiuna letras- nació en 1917 y murió en 1963. Así pues, sus nombres completos no tienen el mismo número de letras ni hay cien años de diferencia entre sus nacimientos y muertes.
-Lincoln fundó el partido republicano y Kennedy era demócrata. No todo son coincidencias en política ni en la viña del Señor.
-Sí fueron elegidos con cien años de diferencia como presidentes, pero no como congresistas. Mientras la carrera política de Lincoln se contó por fracasos en las urnas entre 1847 y 1860, la de Kennedy fue ascendente desde 1946 –no 1947- hasta 1960. Lincoln fue, además, reelegido para el cargo, mientras que Kennedy no pudo acabar su primer mandato.
-Aunque Kennedy tuvo una secretaria llamada Evelyn Lincoln, no hubo ninguna secretaria de Lincoln apellidada Kennedy.
-Oswald se escondió en un cine, no en un teatro, y asesinó a Kennedy a distancia, mientras que Booth lo hizo de cerca.
-Es falso que ambos asesinos nacieran con una diferencia de cien años. Booth nació en 1838 y Oswald en 1939. ¡Por poco!
-Para terminar, la coincidencia de que los respectivos vicepresidentes se apellidaran Johnson es tan sorprendente como que, dentro de cien años, haya habido dos González o Rodríguez como presidentes españoles, remata Alfonso Gámez.
-Lincoln fundó el partido republicano y Kennedy era demócrata. No todo son coincidencias en política ni en la viña del Señor.
-Sí fueron elegidos con cien años de diferencia como presidentes, pero no como congresistas. Mientras la carrera política de Lincoln se contó por fracasos en las urnas entre 1847 y 1860, la de Kennedy fue ascendente desde 1946 –no 1947- hasta 1960. Lincoln fue, además, reelegido para el cargo, mientras que Kennedy no pudo acabar su primer mandato.
-Aunque Kennedy tuvo una secretaria llamada Evelyn Lincoln, no hubo ninguna secretaria de Lincoln apellidada Kennedy.
-Oswald se escondió en un cine, no en un teatro, y asesinó a Kennedy a distancia, mientras que Booth lo hizo de cerca.
-Es falso que ambos asesinos nacieran con una diferencia de cien años. Booth nació en 1838 y Oswald en 1939. ¡Por poco!
-Para terminar, la coincidencia de que los respectivos vicepresidentes se apellidaran Johnson es tan sorprendente como que, dentro de cien años, haya habido dos González o Rodríguez como presidentes españoles, remata Alfonso Gámez.
Seguramente, si buscáramos más datos, encontraríamos más coincidencias entre ambos mandatarios pero también muchas discrepancias, del mismo modo que ocurriría con cualquiera de nosotros.
La selección de aquello que nos interesa, porque suscita no solo curiosidad sino también la duda sobre el destino de nuestras vidas, es jugar haciendo trampas. ¿Qué es más frecuente, las similitudes o las diferencias? Si solo nos ceñimos a las similitudes podemos sacar conclusiones erróneas.
No es mi propósito aquí dilucidar si existe o no unos vínculos invisibles entre nosotros, si nuestra vida está dirigida por el Gran Arquitecto del Universo y estamos predestinados desde la cuna a sufrir o disfrutar de una determinada forma de vida. Solo pretendo poner en evidencia que es muy fácil manipular datos y hechos para hacernos creer en algo indemostrable y cuya práctica tiene por objeto, en el peor -y más frecuente- de los casos, hacer negocio o, como en el caso que nos ocupa, cobrar notoriedad y ganar audiencia.