miércoles, 29 de junio de 2016

Las coincidencias que engañan


El 8 de agosto de 2015, publiqué en este blog un post titulado “Las apariencias engañan y el misterio de las coincidencias”, relatando una anécdota acontecida en uno de mis viajes por trabajo y en el que se produjeron unas  curiosas coincidencias en dos vuelos consecutivos. Siempre me han intrigado las coincidencias que parecen escapar a toda lógica y al cálculo de probabilidades. Es bastante reiterativo y frecuente que en mis relatos aparezca la pregunta ¿casualidad o causalidad?  Y es que mi vida –y supongo que la de muchos de vosotros- está llena de hechos que ponen de manifiesto esta disyuntiva.

Muchas son las personas, o personajes, que buscan –y hallan- coincidencias extraordinarias entre hechos acontecidos en épocas y lugares distantes entre sí o entre personas famosas. Basan, generalmente, estas similitudes en datos, cálculos o referencias numéricas que, debo admitir, me han sorprendido en más de una ocasión. Pero ¿qué hay de cierto en ello? Me temo que nunca lo sabremos. Lo que sí es cierto es que muchas de esas coincidencias que nos quieren hacer creer que guardan un significado astrológico e incluso paranormal, no son más que montajes interesados. Quien busca coincidencias las encuentra o, si no, las inventa. He aquí un ejemplo suficientemente ilustrativo de ello.

El 23 de octubre de 2006, el periodista Luis Alfonso Gámez, conductor del programa Escépticos (ETB), dedicado a la promoción del pensamiento crítico, publicó en “Magonia: una ventana critica al mundo del misterio”, el artículo titulado “Lincoln y Kennedy: vidas paralelas prefabricadas”, en el que me baso en este post. En él criticaba a Iker Jiménez que, en su programa Cuarto Milenio del 15 de octubre, difundía una serie de inexactitudes sobre las vidas de ambos políticos norteamericanos que inducían a creer que habían tenido un paralelismo singular que sobrepasaba cualquier coincidencia.

He conservado dicho artículo durante todos estos años, pues me llamó poderosamente la atención. De haber existido este blog por aquel entonces, lo hubiera aprovechado para compartir esta información con todos vosotros. Pero Cuaderno de bitácora nació siete años después y el artículo quedó arrinconado y en el olvido. Hoy, haciendo “limpieza bibliográfica”, ha salido a la luz y, aunque la noticia está ya muy desfasada en el tiempo, no he podido resistirme a la tentación de hacer lo que no hice en aquella ocasión.

Resumo, a continuación, los datos más relevantes de las extraordinarias coincidencias aludidas en el programa Cuarto Milenio:


-Abraham Lincoln fue elegido congresista en 1847. Cien años después lo fue Kennedy.
-Ambos llegaron a la presidencia de los Estados Unidos también con cien años de diferencia.
-Ambos medían 1,83 m.
-Sus apellidos tienen siete letras.
-A los dos se les alertó de que no fueran al lugar donde serian asesinados.
-La secretaria de John F. Kennedy se llamaba Lincoln y la de Lincoln se llamaba Kennedy. ¿A que la cosa se pone interesante? Pues eso no es nada. Continuemos.
-El asesino de Lincoln disparó en un teatro, el teatro Ford, y se refugió en un  almacén. El asesino de Kennedy disparó desde un almacén y se escondió en un teatro. Y, por si esto fuera poco, Kennedy fue herido mortalmente mientras viajaba en un Ford Lincoln.
-Los nombres de sus asesinos tenían quince letras –Lee Harvey Oswald y John Wilkes Booth- y habían nacido también con una diferencia de cien años. ¿No es increíble?
-Para terminar, sus respectivos vicepresidentes también habían nacido con cien años de diferencia y los dos se apellidaban Johnson.
 
 
Simple casualidad o un juego del destino, os preguntaréis como yo mismo lo hice mientras lo leía.

Pero, del mismo modo que no todo es oro lo que reluce, no todo es cierto lo que se cuenta en público (creo que de esto ya tenemos suficiente experiencia, por desgracia), como indican los datos que siguen a continuación:
 
 
-Abraham Lincoln, nombre de catorce letras, nació en 1809 y murió en 1865. John Fitzgerald Kennedy, nombre de veintiuna letras- nació en 1917 y murió en 1963. Así pues, sus nombres completos no tienen el mismo número de letras ni hay cien años de diferencia entre sus nacimientos y muertes.
-Lincoln fundó el partido republicano y Kennedy era demócrata. No todo son coincidencias en política ni en la viña del Señor.
-Sí fueron elegidos con cien años de diferencia como presidentes, pero no como congresistas. Mientras la carrera política de Lincoln se contó por fracasos en las urnas entre 1847 y 1860, la de Kennedy fue ascendente desde 1946 –no 1947- hasta 1960. Lincoln fue, además, reelegido para el cargo, mientras que Kennedy no pudo acabar su primer mandato.
-Aunque Kennedy tuvo una secretaria llamada Evelyn Lincoln, no hubo ninguna secretaria de Lincoln apellidada Kennedy.
-Oswald se escondió en un cine, no en un  teatro, y asesinó a Kennedy a distancia, mientras que Booth lo hizo de cerca.
-Es falso que ambos asesinos nacieran con una diferencia de cien años. Booth nació en 1838 y Oswald en 1939. ¡Por poco!
-Para terminar, la coincidencia de que los respectivos vicepresidentes se apellidaran Johnson es tan sorprendente como que, dentro de cien años, haya habido dos González o Rodríguez como presidentes españoles, remata Alfonso Gámez.
 
 
Seguramente, si buscáramos más datos, encontraríamos más coincidencias entre ambos mandatarios pero también muchas discrepancias, del mismo modo que ocurriría con cualquiera de nosotros.

La selección de aquello que nos interesa, porque suscita no solo curiosidad sino también la duda sobre el destino de nuestras vidas, es jugar haciendo trampas. ¿Qué es más frecuente, las similitudes o las diferencias? Si solo nos ceñimos a las similitudes podemos sacar conclusiones erróneas.

No es mi propósito aquí dilucidar si existe o no unos vínculos invisibles entre nosotros, si nuestra vida está dirigida por el Gran Arquitecto del Universo y estamos predestinados desde la cuna a sufrir o disfrutar de una determinada forma de vida. Solo pretendo poner en evidencia que es muy fácil manipular datos y hechos para hacernos creer en algo indemostrable y cuya práctica tiene por objeto, en el peor -y más frecuente- de los casos, hacer negocio o, como en el caso que nos ocupa, cobrar notoriedad y ganar audiencia.


viernes, 17 de junio de 2016

Cambios




Recuerdo como si fuera ayer cuando entró en casa el primer televisor. Fue en enero de 1961. Yo tenía diez años. Por aquel entonces se estilaba la venta puerta a puerta, especialmente cuando se trataba de familiarizar al posible cliente con lo que podía considerarse una novedad. De este modo, un vendedor de televisores a domicilio nos dejó una semana a prueba un aparato de la marca Marconi, de pocas pulgadas y un metro de profundidad. Un perro salchicha hecho televisor. El caso es que cuando mi padre -ausente cuando el buen hombre tentó a mi madre-, vio el artefacto, dejó bien claro que desaparecería por donde había aparecido en cuanto volviera el comercial para indagar si su tentativa había surtido efecto. Y así fue. Mi madre, resignada (junto a las quejas de mis dos hermanas y la mía), devolvió el televisor a un cariacontecido tele-vendedor, quedándose nuestro comedor huérfano de ese apoteósico medio de distracción. Pero tanto nos había enganchado el intruso en tan poco tiempo que mi propio padre, al notar el vacío que había dejado, lo echó tanto de menos que a las pocas semanas entraba por la misma puerta otro aparato, un televisor Phillips, de 25 pulgadas (enorme para la época) y algo más plano que el anterior, que acabó haciendo las delicias de pequeños y mayores.

El aparato de radio (creo recordar que también era de la marca Marconi) quedó relegado a la habitación de mi abuela materna, quien debió considerar un acto de maltrato haber condenado al pobre aparato al ostracismo más cruel.

No es que a mí me diera pena el destierro de la vieja radio, pues el televisor superaba con creces la oferta radiofónica, pero sentí –por un tiempo muy breve- una cierta nostalgia de aquellos momentos en que nos reuníamos en torno al aparato de madera de color caoba para sintonizar nuestros programas favoritos. Por no hablar de los anuncios cantados, como el del Cola-Cao, cuya canción nunca he olvidado, aunque el pobre negrito debe estar criando malvas desde hace muchas décadas en su África tropical.

Al margen de la nostalgia natural por lo vivido muchos años atrás, la que nos persigue a todos los mortales desde que cumplimos los cincuenta (a unos antes y a otros después), hay que saber distinguir aquello que solo es un recuerdo simpático de lo que echamos realmente de menos y que, de haber estado en nuestras manos, no habríamos dejado que se perdiera. Porque si bien no todo lo pasado fue mejor, tampoco todo lo nuevo lo es. No debemos confundir lo práctico con lo adecuado.

Dicen que lo bueno, como ciertas modas, vuelve. El tranvía, por ejemplo, ese artilugio mecánico que requiere de una catenaria y unos raíles para avanzar, algo tan “retro”, ha vuelto en algunas ciudades españolas y no creo que sea simplemente para apuntarnos a lo vintage. Si tengo que ser sincero, yo no hubiera votado por recuperar el tranvía, pero no podemos negar que es el medio de transporte público más ecológico de los que disponemos para movernos en la superficie. Este es solo un ejemplo de cómo algo arrinconado por antiguo y aparentemente poco práctico vuelve a la vida actual, con un look renovado, eso sí, pero conservando las prestaciones para las que fue diseñado.

Pero no todo lo pasado vuelve, ni que sea con un toque de modernidad. Generalmente lo pasado cae en la obsolescencia más inflexible. Las nuevas tecnologías son un buen  ejemplo de ello. ¡Cómo han cambiado nuestras vidas! La robotización en los procesos industriales y en la medicina, casas y televisores inteligentes, microchips y un sinfín de artilugios que nos ofrecen confort, seguridad y una mayor eficiencia en nuestros quehaceres diarios. Esta es la parte amable. La menos amable es que nos hemos vuelto adictos. Jóvenes y no tan jóvenes pegados a las consolas, a los smarphones, a las tablets, enganchados a las redes sociales que han sustituido el contacto físico por uno virtual. A pesar de su indiscutible utilidad, la dependencia que estas máquinas y sus aplicaciones han creado en cada uno de nosotros es obvia. Internet ha simplificado muchísimo el trabajo a estudiantes, profesionales y a la población en  general. Ahora la información está al abasto de todo el mundo en un tiempo record. En unos minutos tenemos a nuestra disposición, sin movernos de casa o de la oficina, datos que de otro modo hubiera requerido pasarnos una tarde entera, o días, en una biblioteca u organismo público o privado.

Pero todo en esta vida tiene un lado positivo y otro negativo. Internet no es una excepción. Todo depende del uso que se le dé. Es un medio de divulgación de conocimiento pero también de pornografía y puede ser la puerta para engañar a incautos. Puede ofrecernos la oportunidad de hacer amistades a distancia, incluso encontrar pareja, pero también puede falsear la identidad de quien nos contacta y utilizar nuestro perfil y datos personales para arruinarnos la vida.

Si nos asomamos al sector servicios, ya no hay talleres mecánicos que reparen la pieza dañada de nuestro automóvil. Se cambia y punto. Cuando pretendemos que nos reparen un pequeño electrodoméstico, nos sale más caro que comprar uno nuevo. Los electrodomésticos ya no tienen la duración de antaño. Lo que antes  era casi un trabajo de artesanía ahora se confecciona en serie en Taiwan, China, o en cualquier país asiático donde se explota la mano de obra.

En el ambiente familiar y de amigos, los juegos de sobremesa –algunos todavía se resisten a desaparecer- ya no son Juegos tan Reunidos. Muchos prefieren jugar al Tetris y a juegos descargados en el móvil para uso y disfrute en solitario. También hay juegos online, como Triviados, Candy Crush Saga, Pet Rescue, etc., para jugar a través de la red.

En el ámbito musical y cinematográfico, la tecnología es víctima de la propia tecnología. Si el CD sustituyó al disco de vinilo y el DVD a las cintas VHS, las descargas de música y películas de internet han clavado una estocada a la industria discográfica y cinematográfica. En la calle, se cierran salas de cine y ya resulta difícil hallar un videoclub.

Los hábitos populares cambian. Los niños ya no juegan en la calle, lo cual es hasta cierto punto mejor, pero ya no tienen la complicidad y la imaginación de antaño. Ya no construyen cabañas con ramas secas, ni fortalezas con piedras, ni buscan la aventura, ni se divierten inventando sus propios juegos o construyendo sus propios juguetes. Hoy tienen su móvil como regalo de su Primera Comunión, fuman su primer porro a la salida del colegio y tienen su primera relación sexual al estrenar la pubertad.

¿No habremos pasado de un extremo al opuesto? En mi época escolar, un castigo infligido en la escuela era secundado en casa, porque daban más credibilidad al maestro que a nuestras excusas. Ahora alguno/as maestro/as tiene que tomarse la baja laboral por estrés o depresión por el acoso al que están sometido/as por parte de cierto alumnado y de sus respectivos progenitores. En los años sesenta tener “malos pensamientos” era pecado venial y “cometer actos impuros”, pecado mortal; Actualmente un 10% de los abortos que se practican en nuestro país tienen lugar en chicas entre 15 y 18 años.

¿Cómo es que he venido a parar a este punto desde un simple aparato de televisión en blanco y negro? Pues ha sido sin querer. Una cosa me ha llevado a la otra. Solo pretendía hablar de los grandes cambios de los que hemos sido testigos, los que ya tenemos una edad, en cuanto a usos y costumbres. Algunos son bienvenidos pero otros no. ¿No deberíamos recapacitar y, ya que no podemos hacer marcha atrás en muchas cosas, intentar que estos cambios no conlleven la pérdida de ciertos valores?

Los cambios son cada vez más rápidos, tanto que a veces cuestan de asimilar o somos incapaces de reaccionar a tiempo en su contra cuando son indeseados. Otros, aun siendo mucho más lentos, son fruto de la conducta de quienes ostentan el poder y nos sentimos impotentes ante su implacable avance. Ese es el peor de los cambios. Y entre los peores está el cambio climático provocado por el ser humano. Pero esta ya es otra historia.

En conclusión: bienvenidos los cambios pero no a cualquier precio.

 

 

jueves, 9 de junio de 2016

El Liebster Award llama dos veces


Este blog, con algo más de dos años y medio de antigüedad, ha sido nominado, por segunda vez, al premio que lleva por nombre Liebster Award. En la primera ocasión, en diciembre de 2015, fue María Campra la nominadora. En esta, siete meses después (concretamente al pasado 2 de junio), ha sido María del Carmen Píriz la que ha tenido a bien nominarlo y a quien agradezco desde aquí esta deferencia.

Esta es la ventaja de tener menos de doscientos seguidor/as, de lo contrario este premio no podría recaer en “Cuaderno de bitácora”. Las normas son las normas. Por lo tanto, mi Cuaderno está contento y triste a la vez. Contento por recibir este reconocimiento y triste porque después de tanto tiempo y algo más de catorce mil visitas solo tiene veintiocho seguidor/as, entre las que se cuenta María del Carmen, a la que estoy, por lo tanto, doblemente agradecido.

Claro que ahora mismo tengo una duda existencial: cuando se habla de seguidores, qué dato es el que cuenta: el de “Google+ followers” (seguidores que me tienen en sus círculos) o “Seguidores/participantes de este sitio” (llamados también miembros, en el mejor de los sentidos). En el primer caso, este blog cuenta con 165 seguidores y en el segundo los 28 que he mencionado. Sea como sea, pues, en ambos casos son menos de 200, cifra por debajo de la cual un blog puede ser nominado como medio de promoción.
Y, parafraseando a mi compañera bloguera Marigem Saldelapuro, en su blog “pequeños trucos para sobrevivir a la crisis”, diré aquello de “Y sin más rollo empezamos”:
 
Así pues, siguiendo las condiciones que conlleva la aceptación de esta nominación, paso, en primer lugar, a responder a las preguntas que María del Carmen me ha trasladado, para luego nominar diez blogs que considero que también son merecedores de esta distinción.
 
1) Preguntas y respuestas:
 
¿Qué libro te ha marcado más y por qué?

Coincido plenamente con la respuesta que dio María del Carmen a esta pregunta. Depende de la edad. Y como ya conté en otra ocasión en la que tuve que responder a un cuestionario de este tipo, y para que veáis que no me contradigo, citaré nuevamente “Las Aventuras de Tom Sawyer”, la magnífica novela de Mark Twain. Tendría unos diez años cuando la leí postrado en cama por culpa de la gripe. Fue la primera vez en mi vida que experimenté lo que debe provocar una novela al lector: me transportó al lugar de los hechos, viví las peripecias de sus protagonistas y hasta les vi las caras. Debo decir que siempre he sido muy imaginativo, pues hasta compartí con Tom el enamoramiento por Becky. Gracias a este libro también me enamoré de la literatura.
 
¿Qué te llevó a montar tu blog?

El deseo de exteriorizar lo que llevaba reprimiendo muchos años: las ganas de escribir y contar historias de todo tipo. Este blog fue el segundo de la “trilogía” y nació cuando el primero, el primogénito, “Retales de una vida”, dejó de ser un blog de relatos intimistas para decantarse por la ficción. “Cuaderno de bitácora” llena un poco el hueco dejado por aquél y en él plasmo todo tipo de reflexiones basadas normalmente en hechos reales.
 
¿Eres de esos escritores de alguna manera caóticos, que siempre tienen la lado un bloc de notas porque les viene una frase a deshora, siempre de forma intempestiva, o eres sumamente organizado con tu disciplina de trabajo para escribir, teniendo tus tiempos y horarios bien marcados?

Yo diría que soy una mezcla de ambos. En primer lugar, solo me pongo a escribir cuando siento la necesidad de hacerlo, no porque me imponga un momento o un horario para hacerlo. En segundo lugar, es cierto que en cualquier momento y lugar puede surgir una idea por lo que, si intuyo que ésta puede dar lugar a una historia interesante, la anoto en mi bloc de notas del móvil, no sea que se me olvide.
 
Teniendo en cuenta que muchos que consiguen publicar y vivir de sus escritos no parecen merecerlo, y muchos que sí lo merecen jamás consiguen publicar nada, ¿qué cambiarías en el sistema editorial para hacerlo más justo?

Diría aquello de que “me gusta que me haga esta pregunta” pero es un tema muy complejo para tratarlo en pocas líneas. Básicamente diría que las editoriales se mueven por un interés puramente comercial, quieren hacer dinero sin correr demasiados riesgos y, por lo tanto, no apuestan por escritores noveles. Hay pequeñas editoriales que sí lo hacen pero entonces surge, a mi juicio, otro obstáculo: tienes que ser, de algún modo, conocido en el medio en el que te mueves. No creo que por el simple hecho de escribir muy bien te vayan a publicar tu libro. Tienes que estar bien relacionado, tener contactos, etc.

Creo que, tal como está la situación, solo quedan dos caminos para ver tu obra publicada: a) tener muchísima paciencia y dedicar meses a la tarea de presentar tu manuscrito a todas las editoriales del país, o b) optar por la auto-edición. En el primer caso inviertes tiempo y en el segundo dinero. Y en ninguno de los dos está asegurado que tengas éxito en la empresa.
 
¿Sueles escuchar música para inspirarte a la hora de escribir? En caso afirmativo ¿qué estilo de música prefieres?

Con la escritura me ocurre lo mismo que con el dormir, necesito silencio y quietud. Muy lejos quedan los años de estudiante en los que preparaba los exámenes acompañado de música a todo volumen.
 
Si eres de escribir relatos, ¿prefieres más los relatos cortos o los largos? Si prefieres los cortos ¿ello se debe a que te salen así o lo haces pensando  en el formato blog, que parece resultar incómodo para que el lector se imponga la tarea de leer relatos demasiado largos ante la pantalla del ordenador? Lo cual llevaría a preguntar: en cuestión de relatos ¿el tamaño importa?

Yo prefiero los relatos breves, de cinco a diez páginas, por poner un  ejemplo. He llegado a escribir relatos de más de veinte páginas pero no es lo más habitual. Los microrelatos y los relatos muy largos no son de mi preferencia, aunque he escrito algunos micros por exigencias del guión (un concurso literario o a la consigna impuesta en el  taller de escritura al que asistía).

En caso de que uno de mis relatos exceda lo que considero adecuado, lo divido en episodios. Siempre aplico el principio de reciprocidad: no desear a los demás lo que no deseo para mí. En este aspecto, debo reconocer que me resulta pesado tener que leer relatos excesivamente largos ante la pantalla. En muchos casos he abandonado el intento de leer un relato si advierto que es demasiado largo para mi gusto. Seguramente el problema es que soy demasiado impaciente y prefiero la brevedad. Sigo a diario más de cincuenta blogs y no puedo dedicar muchas horas en leerlos todos. En otras palabras, para leer algo parecido a una novela prefiero otro formato (ebook o papel) que no sea un blog.
 
Si escribes poesía, ¿prefieres el verso libre o la estructura clásica de métrica y rima? Y si la respuesta es “verso libre”, ¿crees que, como dicen muchos puristas academicistas, es necesario dominar primero la estructura rígida y formal de la poesía para después saltársela a placer, o crees que, por el contrario, no es necesario estudiar los clásicos y sus formas de poetizar, sino que con  la simple inspiración se puede escribir lo que se quiera?

He escrito muy pocos poemas –no soy buen poeta- pero siempre seguí la rima y la métrica que aprendí en las clases de literatura del colegio. Lo considero mucho más “musical” y meritorio pues además del fondo, lo que el poeta quiere transmitir, está la forma, aunque ésta resulte una limitación. En esto está la dificultad y, por lo tanto, el mérito.

De todos modos, hay excepciones a esta regla. He acabado asumiendo que el valor de las palabras está muy por encima del marco en el que se escriben y que un poema de verso libre no es solo una secuencia de frases, escritas unas debajo de otras, sino que su belleza es lo que debe prevalecer por delante de la técnica.

Si hay que tener conocimientos sobre la técnica clásica para poder escribir buena poesía “libre”, no lo sé. Cambiando de modalidad artística, muchos pintores iniciaron su carrera con un estilo “clásico” para acabar pintando obras abstractas. Y del mismo modo, muchos escritores aprendieron el arte de escribir siguiendo las pautas “oficiales” y cuando fueron famosos se saltaron las reglas, dando a sus obras un estilo atípico personal.
 
¿Eres, como lector, de los que llegas hasta el final con un libro aunque no te esté gustando demasiado, o lo prefieres arrimar y pasar a otro?

Para que “arrime” un libro tiene que resultarme indigerible. Normalmente soy muy paciente y aunque no me acabe de gustar sigo hasta el final con la esperanza, a veces vana, de que, en algún momento, mejore.
 
Como escritor, ¿eres de los que llegas hasta el final escribiendo una idea aunque en principio no te esté convenciendo demasiado, esperando a ver si, trabajándola, puedes mejorarla, o la prefieres arrimar y pasar a otra?

Si una idea me gusta lo suficiente como para iniciar con ella un relato, no la abandono aunque, en un momento dado, pierda la esencia de lo que quería escribir. Sigo con ella, dándole vueltas, intentando mejorarla o enfocarla hacia otra dirección. No han sido pocas las veces en las que el relato final se parece muy poco a cómo era en un principio, pero siempre me he mantenido fiel a la idea original.
 
Y para terminar, ¿qué libro te ha parecido más detestable?

No voy a utilizar el calificativo de detestable sino de insoportable, inaguantable y todos los sinónimos que indiquen lo que en el lenguaje coloquial suele decirse “un rollo”, en cuyo caso sí he abandonado su lectura. Lo he mencionado en más de una ocasión y, mientras no haya otro que lo expulse del podio de los libros más insufribles para mí, el número uno sigue siendo “Ulises” de James Joyce, calificada como obra maestra de la literatura de principios del siglo XX. Claro que tampoco me gustan las obras de Miró y es considerado un genio de la pintura abstracta, o surrealista, o como se llame. Será cuestión de gustos o de cultura, no lo sé. No me importa pasar por inculto e ignorante antes de fingir que algo me gusta cuando no lo soporto.
 
2) Blogs nominados:

Vaya por delante que, como he dicho en las veces anteriores en las que me he encontrado en esta misma tesitura, no pretendo obligar a mis nominados a que sigan la cadena de nominaciones. Con mi nominación solo pretendo obsequiarles con mi calificación de blogs que merecen ser leídos y seguidos por su calidad.

Atendiendo, pues, al concepto de blog con menos de 200 seguidores (según el apartado “miembros”), de entre los blogs que sigo con asiduidad, nomino a los siguientes, por riguroso orden alfabético:
 
- A la horca con todos los que no son yo – Holden:http://lafabulosagallinadegoma.blogspot.com.es/
- Cuarenteña y madre primeriza - Sue:http://loquesueescribe.blogspot.com.es/
- Enredando con  las letras – Conxita Casamitjana:http://enrededandoconlasletras.blogspot.com.es/
- Escritora mamá – María Campra Peláez:http://escritoramama.blogspot.com.es/
- La voz de las olas – Chari BR:http://lavozdelasolas.blogspot.com.es/
- Leer, el remedio del alma – Kirke Libris (no he sabido ver cuántos seguidores tiene, pero por si acaso):http://buscapina7.blogspot.com.es/
- Literatura bonsái – Hola, me llamo Julio David:http://holamellamojuliodavid.blogspot.com.es/
- Mi mnemoise mafar – María Antonia – Mafar:https://mi-mnemosine.blogspot.com.es/
- Pampiroladas – Soledad Gutiérrez (me ocurre igual que con Kirke):http://verpampiroladascavernicolas.blogspot.com.es/
- Relatos en la red – Carmen Rubio:http://relatosenlared.blogspot.com.es/

A todo/as ello/as mis felicitaciones, no por haber sido nominados por un servidor sino por ser los creadores de unos blogs tan interesantes. Y, aplicando la ley del mínimo esfuerzo,  también les traslado las mismas preguntas que me han hecho a mí.
Y sin más, me despido de todo/as vosotros/as hasta el próximo post o la próxima nominación.
Saludos cordiales,