Recuerdo como si fuera ayer
cuando entró en casa el primer televisor. Fue en enero de 1961. Yo tenía diez
años. Por aquel entonces se estilaba la venta puerta a puerta, especialmente
cuando se trataba de familiarizar al posible cliente con lo que podía
considerarse una novedad. De este modo, un vendedor de televisores a domicilio nos
dejó una semana a prueba un aparato de la marca Marconi, de pocas pulgadas y un
metro de profundidad. Un perro salchicha hecho televisor. El caso es que cuando
mi padre -ausente cuando el buen hombre tentó a mi madre-, vio el artefacto,
dejó bien claro que desaparecería por donde había aparecido en cuanto volviera
el comercial para indagar si su tentativa había surtido efecto. Y así fue. Mi
madre, resignada (junto a las quejas de mis dos hermanas y la mía), devolvió el
televisor a un cariacontecido tele-vendedor, quedándose nuestro comedor
huérfano de ese apoteósico medio de distracción. Pero tanto nos había
enganchado el intruso en tan poco tiempo que mi propio padre, al notar el vacío
que había dejado, lo echó tanto de menos que a las pocas semanas entraba por la
misma puerta otro aparato, un televisor Phillips, de 25 pulgadas (enorme para
la época) y algo más plano que el anterior, que acabó haciendo las delicias de
pequeños y mayores.
El aparato de radio (creo
recordar que también era de la marca Marconi) quedó relegado a la habitación de
mi abuela materna, quien debió considerar un acto de maltrato haber condenado
al pobre aparato al ostracismo más cruel.
No es que a mí me diera pena
el destierro de la vieja radio, pues el televisor superaba con creces la oferta
radiofónica, pero sentí –por un tiempo muy breve- una cierta nostalgia de
aquellos momentos en que nos reuníamos en torno al aparato de madera de color
caoba para sintonizar nuestros programas favoritos. Por no hablar de los
anuncios cantados, como el del Cola-Cao, cuya canción nunca he olvidado, aunque
el pobre negrito debe estar criando malvas desde hace muchas décadas en su
África tropical.
Al margen de la nostalgia natural
por lo vivido muchos años atrás, la que nos persigue a todos los mortales desde
que cumplimos los cincuenta (a unos antes y a otros después), hay que saber
distinguir aquello que solo es un recuerdo simpático de lo que echamos
realmente de menos y que, de haber estado en nuestras manos, no habríamos
dejado que se perdiera. Porque si bien no todo lo pasado fue mejor, tampoco
todo lo nuevo lo es. No debemos confundir lo práctico con lo adecuado.
Dicen que lo bueno, como
ciertas modas, vuelve. El tranvía, por ejemplo, ese artilugio mecánico que
requiere de una catenaria y unos raíles para avanzar, algo tan “retro”, ha
vuelto en algunas ciudades españolas y no creo que sea simplemente para
apuntarnos a lo vintage. Si tengo que
ser sincero, yo no hubiera votado por recuperar el tranvía, pero no podemos
negar que es el medio de transporte público más ecológico de los que disponemos
para movernos en la superficie. Este es solo un ejemplo de cómo algo
arrinconado por antiguo y aparentemente poco práctico vuelve a la vida actual,
con un look renovado, eso sí, pero
conservando las prestaciones para las que fue diseñado.
Pero no todo lo pasado
vuelve, ni que sea con un toque de modernidad. Generalmente lo pasado cae en la
obsolescencia más inflexible. Las nuevas tecnologías son un buen ejemplo de ello. ¡Cómo han cambiado nuestras
vidas! La robotización en los procesos industriales y en la medicina, casas y
televisores inteligentes, microchips y un sinfín de artilugios que nos ofrecen
confort, seguridad y una mayor eficiencia en nuestros quehaceres diarios. Esta
es la parte amable. La menos amable es que nos hemos vuelto adictos. Jóvenes y
no tan jóvenes pegados a las consolas, a los smarphones, a las tablets, enganchados
a las redes sociales que han sustituido el contacto físico por uno virtual. A pesar de su indiscutible utilidad, la
dependencia que estas máquinas y sus aplicaciones han creado en cada uno de
nosotros es obvia. Internet ha simplificado muchísimo el trabajo a estudiantes,
profesionales y a la población en
general. Ahora la información está al abasto de todo el mundo en un
tiempo record. En unos minutos tenemos a nuestra disposición, sin movernos de
casa o de la oficina, datos que de otro modo hubiera requerido pasarnos una
tarde entera, o días, en una biblioteca u organismo público o privado.
Pero todo en esta vida tiene
un lado positivo y otro negativo. Internet no es una excepción. Todo depende
del uso que se le dé. Es un medio de divulgación de conocimiento pero también
de pornografía y puede ser la puerta para engañar a incautos. Puede ofrecernos
la oportunidad de hacer amistades a distancia, incluso encontrar pareja, pero
también puede falsear la identidad de quien nos contacta y utilizar nuestro
perfil y datos personales para arruinarnos la vida.
Si nos asomamos al sector
servicios, ya no hay talleres mecánicos que reparen la pieza dañada de nuestro
automóvil. Se cambia y punto. Cuando pretendemos que nos reparen un pequeño
electrodoméstico, nos sale más caro que comprar uno nuevo. Los
electrodomésticos ya no tienen la duración de antaño. Lo que antes era casi un trabajo de artesanía ahora se
confecciona en serie en Taiwan, China, o en cualquier país asiático donde se
explota la mano de obra.
En el ambiente familiar y de
amigos, los juegos de sobremesa –algunos todavía se resisten a desaparecer- ya
no son Juegos tan Reunidos. Muchos prefieren jugar al Tetris y a juegos
descargados en el móvil para uso y disfrute en solitario. También hay juegos online,
como Triviados, Candy Crush Saga, Pet Rescue, etc., para jugar a través de la
red.
En el ámbito musical y
cinematográfico, la tecnología es víctima de la propia tecnología. Si el CD
sustituyó al disco de vinilo y el DVD a las cintas VHS, las descargas de música
y películas de internet han clavado una estocada a la industria discográfica y
cinematográfica. En la calle, se cierran salas de cine y ya resulta difícil
hallar un videoclub.
Los hábitos populares cambian.
Los niños ya no juegan en la calle, lo cual es hasta cierto punto mejor, pero
ya no tienen la complicidad y la imaginación de antaño. Ya no construyen
cabañas con ramas secas, ni fortalezas con piedras, ni buscan la aventura, ni
se divierten inventando sus propios juegos o construyendo sus propios juguetes.
Hoy tienen su móvil como regalo de su Primera Comunión, fuman su primer porro a
la salida del colegio y tienen su primera relación sexual al estrenar la
pubertad.
¿No habremos pasado de un
extremo al opuesto? En mi época escolar, un castigo infligido en la escuela era
secundado en casa, porque daban más credibilidad al maestro que a nuestras
excusas. Ahora alguno/as maestro/as tiene que tomarse la baja laboral por
estrés o depresión por el acoso al que están sometido/as por parte de cierto
alumnado y de sus respectivos progenitores. En los años sesenta tener “malos
pensamientos” era pecado venial y “cometer actos impuros”, pecado mortal; Actualmente
un 10% de los abortos que se practican en nuestro país tienen lugar en chicas
entre 15 y 18 años.
¿Cómo es que he venido a
parar a este punto desde un simple aparato de televisión en blanco y negro?
Pues ha sido sin querer. Una cosa me ha llevado a la otra. Solo pretendía
hablar de los grandes cambios de los que hemos sido testigos, los que ya
tenemos una edad, en cuanto a usos y costumbres. Algunos son bienvenidos pero
otros no. ¿No deberíamos recapacitar y, ya que no podemos hacer marcha atrás en
muchas cosas, intentar que estos cambios no conlleven la pérdida de ciertos
valores?
Los cambios son cada vez más
rápidos, tanto que a veces cuestan de asimilar o somos incapaces de reaccionar a
tiempo en su contra cuando son indeseados. Otros, aun siendo mucho más lentos,
son fruto de la conducta de quienes ostentan el poder y nos sentimos impotentes
ante su implacable avance. Ese es el peor de los cambios. Y entre los peores
está el cambio climático provocado por el ser humano. Pero esta ya es otra
historia.
En conclusión: bienvenidos
los cambios pero no a cualquier precio.
Hola!!!!!
ResponderEliminarMe gusta mucho esta reflexión, yo pienso así. A veces nos vamos a los extremos. Nosotros seguimos jugando a juegos de mesa y a las cartas, y he intentado criar a mis hijos desenganchados de consolas, y son muy de aire libre pero no es como antes porque es imposible, Internet es un básico en la vida de todos, las gestiones de la facultad son desde Internet, los trabajos se presentan por Email todo cambia.
Lo ideal es encontrar el término medio, pero es tan difícil...
Me imagino tu tele, es como las que me describe mi madre.
Un abrazo y feliz finde.
Pues si no llegaste a ver este tipo de televisor, lo de la radio ya debe ser paleontología pura, jaja
EliminarSí, es muy difícil hallar el término medio en todas las cosas. No hemos tenido más remedio que adaptarnos a los cambios tal y como se han ido produciendo.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Buena reflexión Josep Ma, la modernidad está bien con sensatez, pero como siempre los extremos asustan. A pesar de reconocer las múltiples ventajas de internet, cuando veo a chicos jóvenes y no tan jóvenes reunidos y cada uno mirando su móvil me parece absurdo. ¿Por qué no disfrutan de su presencia? ¿Por qué no charlan los que están? ¿Por qué parece que para vivir la vida si no se cuenta en las redes sociales no importa? y un montón de preguntas que me surgen porque, como tú dices, también con las viejas costumbres se pierden valores, y eso es un problema para la sociedad que estamos construyendo.
ResponderEliminarUn saludo y feliz fin de semana
Los jóvenes no tienen toda la culpa. Se han encontrado con estas aplicaciones y como les dan satisfacción, las abrazan sin pensar en lo que se pierden. Nosotros, en cambio, vivimos el antes y el después y podemos comparar y discernir mejor entre las ventajas y desventajas. Lo malo es que, por sistema, muchos tienden a despreciar lo que consideran "carca", "carroza" o como quieran llamarle.
EliminarUN abrazo y también te deseo que pases un feliz fin de semana.
Yo quiero ser positiva y como mujer de ciencia quiero pensar que los avances siempre son buenos, todo depende del uso que se haga de las nuevas tecnologías. Es verdad que el ritmo de los cambios es cada vez más frenético y eso nos impide, o dificulta al menos, ser selectivos y no nos paramos a pensar hasta qué punto necesitamos alguno de los aparatos que tenemos en casa, por poner un ejemplo.
ResponderEliminarEstupenda reflexión, Josep.
Un abrazo.
Precisamente, los hombres y mujeres de ciencia son los más cualificados para saber distinguir entre lo realmente valioso y lo puramente comercial y oportunista. Hay que saber apreciar si un cambio aporta un valor añadido a nuestra forma de trabajar y de vivir. Cambiar por cambiar no tiene, a mi juicio, sentido e incluso puede ser peligroso o inoportuno si no se han valorado las consecuencias.
EliminarLa sociedad de consumo nos empuja a adoptar estilos de vida innecesarios e incluso dañinos. La dieta es uno de los muchísimos ejemplos. Alimentos precocinados, fast-food, comida basura, y todo por falta de tiempo. Hay que volver a la dieta mediterránea, que es mucho más saludable.
Muchas gracias, Paloma, por tu visita y tu comentario.
Un abrazo.
Madre mía que montón de temas a tratar. La verdad es que los cambios son cada vez más rápidos, y por eso nos cuesta más asimilarlos.
ResponderEliminarPero creo que la mayorís son cambios para bien. El problema es utilizarlos con sentido común. Y de esto cada vez falta más en este sociedad.
Un besillo.
En general, la sociedad ha evolucionado a mejor pero hay muchos intereses económicos que nos obligan a aceptar condiciones de vida que son antinaturales. Nos hems alejado de la naturaleza para abrazar la tecnología que muchas veces atenta contra ella. Pero, como bien dices, aquí habrían muchos temas para discutir y el propósito de mi reflexión es más bien filosófico.
EliminarUn abrazo.
Totalmente de acuerdo contigo, Josep, en todos y cada uno de los puntos que tocas.
ResponderEliminarHace poco mi marido y yo veíamos una peli, no recuerdo cuál, en la que el futuro tecnológicamente revolucionario que presentaba, acontecía en una fecha que ya es pasado para nosotros. Y lo cierto es que la mayoría de las cosas asombrosas que salían en la peli ya son realidad cotidiana para nosotros. ¡El futuro ha llegado!
Los cambios son vertiginosos, pero hay que tener criterio para elegir solo los que nos llevan a buen puerto. Por otro lado habría que plantearse si algunos avances no suponen retrocesos en nuestras cualidades y valores humanos, como tú planteabas.
En fin, que me ha encantado tu reflexión y que me ha hecho sonreír en más de una ocasión.
¡Un abrazo y feliz miércoles!
Sí, es cierto. En las películas de ciencia-ficción de los años setenta, se presentaba el año 2000 como un futuro muy lejano y ya estamos casi acabando la segunda década. No sabría decir si los cambios más rápidos se han producido en los aspectos tecnológicos o sociales. Para los chavales de hoy día somos unos "carrozas", si es que este término ya no ha sido sustituido por otro más peyorativo.
EliminarHay un refrán italiano que dice que "qui va piano va sano e va lontano". Yo no sé si llegaremos muy lejos pero, a esta velocidad, muy sanos no sé, jeje.
Muchas gracias, Julia, por compartir tu opinión.
Un abrazo.
Grandes verdades amigo uufff profundas reflexiones yo es que me cuestan los cambios y yo digo nada como mis juegos de infancia como disfrutaba de mi pelota oo mi escondite, jugar con metras o jugar a stop enfin pero me imagino que todo se supone que es para mejor no sé no sé que decirte me la sensación que nos distancia de las personas , un abrazo amigo desde mi brillo del mar
ResponderEliminarHola Beatriz!
EliminarLos juegos infantiles de ahora y los de nuestra niñez (sobre todo la mía, que soy más mayor que tú) parecen pertenecer a épocas muy muy lejanas y es que la tecnología ha sustituido a la imaginación. Esperemos que los cambios que nos quedan por vivir no sean muy convulsivos y, en todo caso, sean para mejorar la calidad de vida.
Un abrazo.
Es un tema muy controvertido, ¿no? Los cambios van a venir, por mucho que los cromagnones como yo nos esforcemos en hacer las cosas tal y como una vez aprendimos... unas veces serán buenos y otras no tanto, como bien dices. Pero no hay que olvidar una cosa: llevmaos en nuestro bolsillo una enciclopedia con todo el conocimiento humano de la historia, y eso es bueno. El uso que le demos y quien decida ser un ignorante desde esto, es por voluntad propia.
ResponderEliminarHola Holden!
EliminarHay cambios impuestos, a los que es imposible eludir, y otros que podemos (hasta cierto punto) abrazar o rechazar. LO malo es que muchas veces no sabemos qué nos van a deparar y los aceptamos con la esperanza de que nos ayuden a vivir mejor y luego nada de nada.
La historia puede, sin duda, ilustrarnos pero cuántas veces hemos repetido los mismos errores de antaño!
Un abrazo.