viernes, 9 de diciembre de 2016

Nunca segundas partes fueron buenas



Al igual que la expresión “peor es meneallo”, que utilicé hace unos meses para ilustrar otra de mis entradas, esta sentencia que ahora nos ocupa también procede de El Quijote, pronunciada por el Bachiller Sansón Carrasco mientras habla con Sancho. En sentido estricto, esta frase proverbial viene a significar que carece de mérito continuar o presentar de otro modo, con afán de mayor mérito, lo que otro hizo antes.

Aunque esta expresión se emplea casi siempre para indicar que una continuación o secuela de una película o de una novela de éxito nunca tiene la misma calidad que la primera y está condenada al fracaso, también se aplica en otros muchos ámbitos de nuestra vida.

¿Quién no ha oído, e incluso hecho suya, esta frase? Seguro que, si no miles, sí cientos de veces. Y en más de una ocasión dándole crédito. Ahora bien, ¿podemos asegurar que siempre o casi siempre ―no seamos absolutistas― es así? ¿No será que sólo creemos en su veracidad cuando se cumple o nos interesa que se cumpla?

Ciertamente, en el ámbito literario y cinematográfico hay muchos casos que reafirman tal aseveración, pero estoy convencido de que ello se da cuando los intereses comerciales y oportunistas incitan al autor ―o al productor en el caso del cine― a elaborar una segunda, tercera e incluso más entregas de forma un tanto forzada. En estos casos suele ocurrir que la idea primigenia no da más de sí y, por lo tanto, estas continuaciones adolecen de la originalidad necesaria para tener éxito.

Por supuesto que hay ejemplos a favor y en contra de esta tesis. A mi juicio, las sagas cinematográficas de Indiana Jones, Misión Imposible o La Guerra de las Galaxias, por poner sólo unos pocos ejemplos, la desmienten; en cambio las de Rocky, Viernes 13 o Superman, la avalan. Lo mismo podríamos argumentar para los remakes ―¿qué versión de Los diez mandamientos, Ben-Hur, King Kong o Psicosis nos ha parecido mejor?― y para las versiones llevadas a la gran pantalla de novelas exitosas, en cuyo caso casi siempre ―salvo honrosas excepciones― sale ganando la versión impresa.

Pero no es sólo en el ámbito literario y del séptimo arte dónde se aplica esta máxima. Creo recordar que la oí ―y la sufrí― por primera vez de adolescente y por boca de mi padre. A mis catorce años, pasé un verano maravilloso en un pueblecito del alto Aragón, donde disfruté de la naturaleza, hice amigos y me enamoré. El grupo de veraneantes con los que trabamos amistad, prometimos repetir la experiencia y encontrarnos de nuevo al año siguiente. Ese año de espera se me hizo interminable. Todos mis amigos ―y entre ellos mi amiga “especial”― acudieron. Menos yo. Por motivos familiares, falté a la cita que con tanta ilusión había estado esperando durante doce meses. Cuando protesté enérgica y desesperadamente ante ese incumplimiento de palabra, mi padre sentenció: “nunca segundas partes fueron buenas”. Con ello quiso decirme que, por mucho que hubiera disfrutado de mi primera experiencia, seguro que no iba a repetirse y, por lo tanto, no me perdía gran cosa no acudiendo.

Al margen de este ejemplo personal, que podría considerarse puramente anecdótico y, por lo tanto, un hecho aislado, son muchos los que creen que algo bueno es muy difícil, si no imposible, que se repita. Como si la felicidad, los buenos ratos, la buena suerte, sólo nos visitara una vez en la vida. A excepción de la lotería y, en general, los juegos de azar, no creo que sea así. En estos casos es la estadística la que tiene la palabra, el cálculo de probabilidades. Del mismo modo que es altamente improbable que un proyectil caiga dos veces en el mismo punto ―la mejor zona donde protegerse es precisamente el cráter dónde ya ha caído uno―, también lo es que salga dos veces seguidas el mismo número de la ruleta, que se repita dos años seguidos el mismo número del gordo de Navidad o que acertemos más de una vez la combinación ganadora de la Primitiva.

Pero cuando algo depende de nosotros, no del azar, sin interferencias externas, sin voluntades ajenas para perturbarnos deliberadamente, los hechos y situaciones placenteras pueden irse repitiendo hasta el fin de los días. Yo he repetido muchos actos, que han acabado convirtiéndose en hábito, y sigo disfrutando de ellos como la primera vez. Quién más quién menos ha experimentado alguna vez en su vida una decepción cuando ―generalmente de niño―, habiendo idealizado algo que le impresionó gratamente, luego, al cabo de los años, lo ha vuelto a vivir. Parece que nada sea igual. Creo que es ahí donde reside el problema: cuando nos dejamos deslumbrar por algo, desvirtuando la realidad, por el motivo que sea, y al cabo de un tiempo volvemos a mirarlo con otros ojos, mucho más serenos o más maduros. Es entonces cuando nos sobreviene el desencanto y lo achacamos a que las cosas ya no son iguales, cuando se repiten, como lo fueron la primera vez.

Sea como sea, yo sigo creyendo que las segundas partes no sólo pueden ser tan buenas sino incluso mejores. Todo depende de nuestra actitud. ¿No lo creéis así?
 
 

10 comentarios:

  1. Me parece como a ti que es una frase que no se cumple siempre. Creo que se usa si no quieres darle la oportunidad a algo, para desacreditarlo. Porque como bien dices hay segundas mejores que las primeras. Escribí algo sobre segundas partes del cine hace tiempo y concuerdo contigo, muchas, la mayoría de hecho, sólo son hechas para ganar más dinero, a veces no tienen nada de coherencia.
    Saludos y un abrazo Josep

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    1. Muchas gracias, Gildardo, por compartir conmigo tu opinión al respecto de este tema que, sin duda, puede resultar discutible según el punto de vista de cada uno.
      A veces, querer repetir el éxito de la primera vez puede conducir al fiasco y otras, la continuación puede salir mejorada.
      Un abrazo, compañero.

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  2. A veces las segundas partes n o crea las mejoras de la primera y siempre es mejor dejarlo que hacer una segunda parte. Un abrazo

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    1. Hola, Mª del Carmen. Y creo que si tienes las ideas claras o lo dejas todo a la improvisación, la segunda parte de algo puede ser un fracaso. En la vida real, en cambio, es cuestión de ponerle ganas.
      Un abrazo.

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  3. Creo que no se puede generalizar. La primera vez es única y posiblemente irrepetible, pero eso no quiere decir que la segunda, la tercera y sucesivas no vayan a ser buenas también. Todo depende de la actitud.
    De hecho las segundas partes tienen algo que las primeras no, la experiencia, algo que puede mejorar lo que se pretende repetir o emular.
    Interesante reflexión cuando se extrapola de lo puramente literario o cinematográfico.
    Por cierto, por una vez, y sin que sirva de precedente, no estoy de acuerdo contigo en una cosa: la última entrega de la Guerra de las Galaxias a mí me pareció una auténtica tomadura de pelo.
    Un abrazo.

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    1. Efectivamente, Paloma, cuántas veces la primera vez viene a ser un "ensayo" y luego, la experiencia y la actitud hacen que las siguientes ocasiones sean cada vez mejores.
      El primer amor, por ejemplo, nunca se olvida pero no significa que los que le han seguido no hayan resultado más enriquecedores y gratificantes.
      Desde luego hay que distinguir entre las experiencias vitales y las literarias y cinematográficas, pues en este último caso, como decía en esta entrada, mandan los intereses comerciales.
      Bueno, en lo referentes a la saga de la Guerra de las Galaxias, tengo que confesarte algo: no he visto ni una sola de las entregas, pues este tipo de ciencia ficción nunca me ha atraído y las imágenes que he visto de ella me recuerdan a los videojuegos. Simplemente, me he basado en las críticas que he leído y he oído, pues en la familia hay más de un "friki" amante y seguidor de esta serie.
      Un abrazo.

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  4. ¡¡¡¡¡Hola!!!!!
    ¿Sabes que mi peli preferida de Superman es la dos? Jejeje. Y desde luego soy absoluta fan de algunas sagas(aparte de las que mencionas) como El Señor de los anillos, Spiderman o Piratas del Caribe que tiene 3 o más partes. Y en cambio hay otras que son un horror, a veces se cumple el dicho y otras no.
    Qué tierna tu historia de adolescente. ¿Al final pudiste hablar con tu amiga especial o con alguien? ¿Sabes si el encuentro les pareció tan ideal como te parecía a ti?

    Respecto a la vida en general opino como tú, segundas partes pueden ser iguales o mejores, depende de taaaaantas cosas.
    Un abrazo y me ha gustado leerte, me imaginaba ese verano adolescente.

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    1. Desde luego, Marigem, ya sabes lo que se dice de los gustos y los colores, jeje.

      Mi historia adolescente no tuvo una segunda parte y nunca más volvimos a reunirnos con nuestros amigos de aquel verano tan intenso para mí. Me consta (porque nos llamaron) que al año siguiente se lo pasaron muy bien y que nos echaron mucho de menos pero que, desde ese segundo encuentro, ya perdieron el contacto los unos con los otros. O sea, que "la saga de encuentros" ya perdió fuelle a la tercera ocasión. De esta historia de adolescente escribí en este blog, en julio de 2014, un relato en 5 entregas titulado "Verano del 64".

      Muchas gracias por tu visita y por tus comentarios.
      Un abrazo.

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  5. Pues, como buen gallego, para mí "depende..." y no te rías que estoy seguro de que lo estás haciendo. Bromas y tópicos aparte te diré que tengo ejemplos en la vida de ambas cosas,... y en todo caso, como muy bien dices, todo depende de nuestra actitud.

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    1. Pues sí, lo has acertado. Has conseguido arrancarme una sonrisa. Claro que a mí me cuesta muy poco sonreír, jeje (¿lo ves?, ya lo he vuelto a hacer).
      Efectivamente, de todo hay en la viña del Señor. Es algo parecido a lo que escribí hace tiempo sobre la ley de Murphy. Cuando algo nos sale mal, la respaldamos y cuando no, nos olvidamos de ella.
      Quizá es que solemos generalizar casi todo y en todo existen las excepciones. Y algunas, incluso dicen, confirman la regla.
      Un abrazo.

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