Esta
es, sin duda, la entrada a la que le he dado más vueltas antes de decidirme a
publicarla porque, aunque soy de los que piensan que de polémica la justa, el
tema que hoy voy a tratar tiene tal enjundia que soy consciente de que voy a ir
en contra de lo que muchos creen. Aun así, no podía dejar pasar la oportunidad
de aportar mi sincero y, posiblemente, ingenuo punto de vista. Y sin más
prolegómenos, vayamos al meollo del asunto. Abrocharos los cinturones.
Que hay
buenos y malos en todas partes es incontestable, o, dicho de otro modo, pueden
existir aspectos positivos y negativos conviviendo en una misma cosa. La
existencia de lo negativo no debería encubrir lo positivo, y viceversa. Son
como las dos caras de una misma moneda. Sería, pues, injusto mencionar
únicamente lo negativo sin reconocer su parte positiva. ¿Acaso el descrédito
que sufrió hace unos meses Oxfam-Intermón a causa del comportamiento inmoral de
algunos de sus representantes en Haití echa abajo toda la labor de esta ONG y
la de otras Organizaciones humanitarias? Miembros de los Cascos Azules fueron
acusados de violar a más de cien mujeres y niñas en la República Centroafricana
en 2014 y, a pesar de esta acción brutal, de ser cierta, no podemos reprobar
todas las acciones que llevan a cabo esas fuerzas de paz de las Naciones Unidas.
La existencia de sacerdotes pederastas, por execrable que sea, no debería
mancillar el buen nombre del resto de religiosos, al margen de las creencias de
cada uno. En definitiva, el mal comportamiento de unos cuantos no debería
salpicar al resto de cooperantes, trabajadores y miembros de una Sociedad u Organización.
¿Por qué no aplicar, entonces, idéntica asunción a la industria farmacéutica?
Quizá,
sin darme cuenta, sufro el síndrome de Estocolmo y la industria farmacéutica es
para mí como el carcelero que me ha dado de comer y me ha tratado bien durante
más de treinta años, y ahora siento agradecimiento y solo veo su cara amable, o
bien, como dije en otra ocasión, he tenido la gran suerte de haber trabajado en
empresas donde no se jugaba con la salud de las personas.
Si
bien a estas alturas de la vida no pondría la mano en el fuego por casi nada ni
nadie, me siento obligado, una vez más, a romper una lanza ─aunque sea pequeña
y frágil─ a favor de la tan vilipendiada industria farmacéutica, asumiendo el
riesgo que corro al ir contracorriente.
Este pasado
verano leí dos críticas en Facebook con idéntico mensaje: que mientras las
farmacéuticas aumentan sus beneficios, miles de niños del tercer mundo mueren
por falta de medicamentos. Yo, que procuro no meterme en berenjenales y casi
nunca dejo mi comentario en publicaciones que pueden dar lugar a mucha
controversia, en esta ocasión no pude contenerme y argumenté que, a mi juicio,
quienes debían atajar el problema de la falta de suministro de medicamentos en
el tercer mundo eran los Gobiernos, esos que invierten grandes sumas de dinero
en armas, y que las farmacéuticas son, al fin y al cabo, empresas privadas con
ánimo de lucro y no una ONG. Sería como culpar a la industria alimentaria de la
escasez de alimentos y de la muerte por inanición en esos mismos países. Además,
¡cuánto dinero, comida y medicamentos se quedan por el camino en manos de los
gobiernos corruptos, de los propios soldados que los distribuyen y de las
mafias! Insisto en que quien más puede hacer ─y no hace, o no lo suficiente─
son los gobiernos de esos países y del mundo entero. No es justo, pues, que se
cargue la culpa a unas empresas que están para desarrollar medicamentos, por
supuesto, pero también para dar beneficios a sus propietarios y/o accionistas. Sé
que, tratándose de la salud de las personas, el tema resulta, cuanto menos,
espinoso. Pero insisto: ¿quién es, en primera instancia, el responsable de
asegurar que la población tenga medicinas y alimentos? ¿Solo yo veo que, en
lugar de destinar tanto dinero a armamento, guerras fraticidas y corruptelas,
los gobernantes tienen la obligación de asegurar, ante todo, la salud y el bienestar
de sus ciudadanos? Y si son países realmente pobres, ¿quién debe echarles una
mano para salir de la pobreza?
Mi
comentario, que yo sepa, solo obtuvo una respuesta: “por como hablas, seguro
que eres farmacéutico”. Lo soy. Mea culpa. Supongo que por ser farmacéutico se
da por sentado que uno no es objetivo y no le queda más remedio que defender a
la industria farmacéutica a capa y espada (maldito corporativismo), mientras
que si la crítica viene de alguien que opina sin demasiado fundamento, repitiendo
el mantra de siempre, la veracidad y objetividad están aseguradas.
He
dicho repetidamente, entre amigos y conocidos que han sacado a colación ciertas
prácticas abusivas y comportamientos reprobables de las farmacéuticas, que en
este sector no hay más falta de ética que en cualquier otro, solo que no es lo
mismo manipular un motor diésel para que aparentemente no sea tan contaminante
que exagerar los beneficios de un medicamento o incentivar su receta asegurándose
el favor del médico prescriptor. Cuando hablamos de salud, no hay trucos que
valgan, pero ante la brutal competencia existente en el campo farmacéutico se
suele recurrir a muchas argucias. Reconozco, pues, que esa mala imagen se la han
ganado las farmacéuticas a pulso por los desmanes de tipo comercial que eran
práctica habitual durante las últimas décadas del siglo pasado en connivencia
con las autoridades sanitarias que miraban hacia otro lado.
Pero
de ahí a que se afirme ─como también he leído recientemente─ que los
laboratorios, en complicidad con médicos y científicos de renombre, inventan
enfermedades, hay un buen trecho. Según esos críticos, resulta que el
colesterol no es malo y que la diabetes no existe. Que se lo digan a quienes
han sufrido un infarto agudo de miocardio porque tenían las coronarias obstruidas,
o a los que padecen el llamado “pie de diabético” o han sufrido una
hiperglucemia (subida de azúcar) severa. Quizá lo siguiente será afirmar que el
Alzheimer es también una invención para vender medicamentos caros e inútiles.
Lo
malo de esas afirmaciones no es solo su falsedad, sino que el ciudadano de a
pie se las cree a pies juntillas. Entiendo que este tipo de información origine
una sospecha más o menos fundada, como que a los laboratorios farmacéuticos no
les interesa curar enfermedades sino cronificarlas, para así asegurarse un
tratamiento de por vida. Eso crea una duda razonable. Entonces, ¿la artrosis es
curable? ¿Lo es el SIDA? En ambos casos los tratamientos actualmente
disponibles solo ralentizan la evolución de la degeneración ósea, en el primer
caso, y mantienen inactivo al virus, en el segundo. De momento no existen otras
alternativas terapéuticas. ¿Tienen las farmacéuticas la solución y no la
revelan por intereses económicos?
Otra
publicación veraniega en las redes sociales anunciaba ─como en muchas otras
ocasiones─ una posible cura para el cáncer. No se hicieron esperar los
comentarios sobre que la industria farmacéutica hará lo posible para evitar que
se comercialice porque se le acabaría el “chollo”. Yo me pregunto si detrás de
esa campaña de descrédito no habrá intereses ocultos más turbios que los que se
les imputa a las farmacéuticas. ¿Cuántos casos ha habido de muertes de
pacientes afectados de cáncer a los que se ha incitado a tomar productos milagrosos?
Sin ir más lejos, este pasado mes de julio una joven con cáncer de mama ingresó
en el Hospital Josep Trueta de Girona con un seno putrefacto tras haber abandonado
la quimio y radioterapia a favor de un tratamiento natural prescrito por un
curandero. Y hace solo unos días un médico, padre de un niño que acudió al
ambulatorio con una amigdalitis aguda purulenta, denunció a la médica que lo
atendió por recetarle un producto homeopático en lugar de un antibiótico, el
tratamiento de elección para este tipo de patología infecciosa.
¿No
habrá, pues, detrás de tanta calumnia intereses que pretenden favorecer a otros
negocios parafarmacéuticos?
Otra
cuestión, esta vez comentada por televisión a raíz de la cada vez mayor
resistencia de las bacterias a los antibióticos (algo de lo que, por una vez,
no se culpó a las farmacéuticas sino a los médicos que los prescriben con
demasiada ligereza y a los enfermos que se automedican), hasta el punto de que
hay especies bacterianas que no responden a la antibioterapia, es la falta de
interés económico de los laboratorios farmacéuticos por investigar nuevos
antibióticos, al igual como ocurre con las enfermedades raras (las que afectan
a menos de un 0,05% de la población, es decir a una de cada dos mil personas).
Eso es totalmente cierto, para qué negarlo, porque para que un medicamento sea
mínimamente rentable su precio debe permitir el retorno de toda la inversión
realizada más un beneficio (generalmente el margen suele ser entre un cincuenta
y un sesenta por ciento sobre el precio de coste) antes de que irrumpan en el
mercado los medicamentos genéricos, mucho más baratos porque con ellos no se ha
tenido que invertir prácticamente nada en investigación y desarrollo (I+D), por
tratarse de copias del medicamento original (a esta cuestión y a la del precio de
los medicamentos les dedicaré un capítulo aparte).
En los
laboratorios de algunos hospitales y de muchas universidades españolas se está
llevando a cabo una gran labor investigadora, pero el problema es la falta de
financiación para realizar toda la batería de estudios necesarios para obtener
un nuevo fármaco. ¿Quién tiene el dinero necesario?: el Gobierno y la industria
farmacéutica. Pero mientras la inversión pública en I+D ha ido decreciendo en los
últimos años, la de la industria farmacéutica ha ido en aumento porque cada vez
resulta más difícil y caro innovar. La primera, lógicamente, no busca
necesariamente la rentabilidad, la segunda, sin rentabilidad no funciona. Pero,
ojo al dato: si se conoce que la industria financia alguna de las
investigaciones llevadas a cabo en centros públicos, ya se cierne la sospecha
sobre ello. Seguro que piensan sacar una buena tajada de ello. Pues claro, toda
inversión privada necesita un beneficio a medio-largo plazo. ¿Alguno de vosotros
invertiría en algo que no le devengara un rédito?
¿Por
qué existe esa animadversión generalizada hacia los laboratorios farmacéuticos
y, cada vez más, hacia los medicamentos? Ya dije en una anterior entrada sobre
investigación farmacéutica que no me cabe duda de que existen más medicamentos
de los estrictamente necesarios, cada laboratorio tiene su versión de
antiarrítmico, de ansiolítico, de hipocolesterolemiante, de antihipertensivo,
etc., etc., etc. Pero ello solo demuestra la competencia entre laboratorios por
ocupar el número uno en ventas, pero no veo en ello nada reprochable. Da igual
tomar Omeprazol que Pantoprazol como protector gástrico, por poner un ejemplo. Y
ya no digamos un omeprazol del laboratorio tal o cual. Lo verdaderamente
importante es que el medicamento esté bien prescrito (se ajuste a la dolencia
del paciente), bien administrado, y que sea efectivo. Otra cosa son las luchas
entre competidores para convencer al médico que su medicamento es el mejor.
Para
finalizar esta primera parte, dejando para una segunda el escalofriante tema de
la patente (otro aspecto muy criticado por quienes ignoran su razón de ser) y el
precio de los medicamentos, solo añadiré, para quien todavía no lo sepa, que el
medicamento es hoy día el “artículo” de consumo más regulado y controlado del
mercado, con centenares de Guías, Directrices y Disposiciones emitidas por la
Comisión Europea, de obligado cumplimiento en toda la Unión, en las que se
detalla pormenorizadamente todos y cada uno de los estudios que deben
realizarse y los requisitos que debe cumplir un fármaco antes de su puesta en
el mercado, y la comprobación de ese cumplimiento es responsabilidad de las
autoridades sanitarias europeas. Y, una vez en el mercado, existe un sistema nacional
e internacional de farmacovigilancia que controla el buen uso y valora los efectos
secundarios de los medicamentos. Yo diría, pues, que podemos estar seguros de
que nadie nos va a dar gato por liebre.
Un
medicamento no es, por desgracia, un arma de alta precisión (como las bombas
guiadas por láser), aunque ya existen algunos que actúan solo en los “órganos
diana”. La gran mayoría de medicamentos todavía tienen sus efectos secundarios,
no son como un bisturí que solo extirpa la parte dañada de un órgano. El
medicamento generalmente viaja por el torrente sanguíneo y cuando alcanza el lugar donde
debe actuar, entonces deja sentir su efecto, pero por el camino puede también
dejar su huella en algún otro lugar no deseado, puesto que solo es una
sustancia química y no un ser inteligente. Algún día no muy lejano dispondremos
de fármacos “dirigidos” y “limpios”. De hecho, los medicamentos de nueva
generación ya son mucho más eficientes y seguros que los de antaño. La penicilina,
por ejemplo, puede producir, a personas sensibles, una reacción alérgica
gravísima, conocida como shock anafiláctico, pudiendo causar la muerte, y no
por ello debemos olvidar lo que significó su descubrimiento y los millones de
vidas humanas que salvó. Si ponemos en un platillo de la balanza los beneficios
de los medicamentos y en el otro sus desventajas o, más aun, si comparamos el
número de vidas salvadas con los daños causados a lo largo de la historia, está
claro que el balance beneficio/riesgo es positivo.
Seguirá
habiendo campañas alarmistas y sensacionalistas contra el uso de los
medicamentos, comparando a las farmacéuticas con el crimen organizado, haciendo
creer que los medicamentos son la primera causa de mortalidad, cifrando el
número de muertes en Europa provocadas por los medicamentos en 200.000 al año,
y otras mentiras por el estilo. Y por si estos argumentos no fueran
suficientes, se ataca a la industria farmacéutica afirmando, de forma
interesada y maliciosa, que representa el tercer sector económico, tras el
armamentístico y el del narcotráfico, o que el 95% de la formación de los
médicos españoles depende de ella. Si con formación médica se refieren a los
simposios a los que son invitados y a los congresos médicos a los que asisten
por obra y gracia de los laboratorios, me parece muy exagerado dejar solo un 5%
de su formación a otras fuentes de conocimiento. Y si fuera así, ¿qué hacen los
colegios profesionales, la Organización Médica Colegial y las universidades
para velar por la formación continuada de esos profesionales de la salud?
Creo,
sinceramente, que el sector farmacéutico está suficientemente bien regulado y
controlado y que sin beneficios económicos no habría investigación de nuevos
fármacos. La OMS cifra la lista de medicamentos esenciales (para tratar las
enfermedades más importantes en todo el mundo) en 340, cuando en el mercado
internacional existen tres veces más. En España existen unas 13.000
presentaciones (mismos principios activos comercializados con distintas marcas,
por distintos laboratorios y en distintas formas farmacéuticas), pertenecientes
a catorce grupos terapéuticos (sustancias agrupadas según al aparato o sistema
del cuerpo humano al que van dirigidas). El “excedente” podría considerarse
conformado por medicamentos de nueva generación (con ventajas respecto a sus predecesores)
y de “confort” (que alivian, pero no curan, como un analgésico o un
antiinflamatorio). El arsenal terapéutico se ha ido incrementando y modernizando.
No es lo mismo tomar un comprimido para la hipertensión tres veces al día que
tomarse uno al día, como no es igual tomar un antibiótico durante 7 a 10 días
que otro durante 2 a 4 días. Así pues, conviven en el mercado productos de
reciente incorporación con productos tan antiguos como la aspirina. ¿Vale la
pena seguir invirtiendo en nuevos medicamentos? Yo creo que sí, del mismo modo
que creo que si acabamos con la industria farmacéutica mataremos la gallina de
los huevos de oro. ¿Quién investigará? Que investiguen ellos. Pero ¿Quiénes?
¿Los Gobiernos? ¿Las Universidades? ¿Las Fundaciones? Desde luego todos ponen
su granito de arena, pero, hoy por hoy, quien más dinero pone y arriesga es la
industria.
Hay también
mucha hipocresía en algunas actitudes anti-industria farmacéutica. Uno
de sus mayores detractores en España es un farmacólogo clínico (diré el pecado,
pero no el pecador) con el que tuve que lidiar en una comparecencia ante la
Comisión Nacional de Seguridad de los Medicamentos, en defensa de un producto
del laboratorio para el que yo trabajaba por aquel entonces, a causa de una
muerte habida en Alemania de un paciente que estaba ingresado en la UCI y que estaba
tratado simultáneamente con otros nueve medicamentos. Por un lado, el médico
alemán que publicó en una revista médica el fallecimiento de dicho paciente,
atribuyéndolo, sin tener evidencia científica para ello, al medicamento en
cuestión, era un declarado enemigo del laboratorio en aquel país (nunca llegué
a saber el origen de tal desencuentro). Por otro lado, el anteriormente
mencionado farmacólogo español, tras mi exposición de los hechos en el seno de
la mencionada Comisión, restó importancia a los datos aportados por un experto
internacional en epidemiología y colaborador de la OMS que demostraban la
improbable relación causa-efecto entre el medicamento y el fallecimiento del
paciente polimedicado, argumentando, un tanto molesto, que él también era un
experto colaborador de la OMS y que el utilizado por nosotros no podía ser
neutral porque seguramente habría recibido del laboratorio una remuneración
económica para que hiciera un informe favorable a nuestros intereses. Con ello,
ponía en duda la ética e imparcialidad de cualquier experto por el hecho de
cobrar por un informe. Pues bien, al cabo de unos años, trabajando para otro
laboratorio, supe que ese escrupuloso y suspicaz médico farmacólogo había
realizado varios trabajos para este laboratorio y que seguía ofreciendo sus
servicios, en la forma de “informes de experto”, a cambio de una “pequeña”
aportación económica.
¿Dónde
está el bueno y donde el malo? Esa es la cuestión. No es oro todo lo que reluce
ni mierda todo lo que no huele bien.
Hola Josep Ma qué interesante entrada, bueno de hecho siempre tocas temas de lo más candentes.
ResponderEliminarMientras te leía pensaba que es difícil saber qué hay de cierto en un lado y en el otro. Es evidente que los fármacos de las farmacéuticas salvan vidas y también que las farmacéuticas buscan enriquecerse y también desde mi desconocimiento, me atrevo a decir que la mala prensa de las farmacéuticas con demasiada frecuencia se la han buscado ellas mismas con su voracidad a la hora de presentar grandes y rápidos beneficios.
Aunque mientras lo escribo me digo que una industria no es una ONG y que se carga con responsabilidad a los que igual no tienen por qué hacerlo. No se investiga suficiente pero ¿de quién es culpa? Pero también me acuerdo de la famosa gripe y todos los fármacos que se vendieron que resultaron inútiles. ¿Una campaña de quién? ¿A beneficio de quién?
Uyy no sé, tengo opiniones encontradas.
Un beso
Hola, Conxita. Me alegro que lo hayas encontrado interesante, aunque sé que no está exento de polémica, pues hay ejemplos de todo tipo y pata todos los gustos.
EliminarPrecisamente este verano, intentando aclarar ciertos (para mí) equívocos con un amigo, cuando este mencionó el tema de la gripe A, no tuve argumentos para rebatirle, porque si no conozco mínimamente bien un tema no me enzarzo en discusiones que acaban siendo estériles. Y este tema fue algo muy turbio. Aun así, yo no creo en conspiraciones, a pesar de lo que fue diciendo mi admirada Teresa Forcades por los platós de televisión. Lo que sí estuvo claro fue la intervención "extraña" de dos agentes. Por una parte, un famoso laboratorio suizo quiso hacer el gran negocio fabricando una vacuna bivalente (para la gripe estacional "normal" y la gripe A), cosa que le salió muy mal porque tuvo que acabar "tragándose" el excedente monumental de viales porque su idea no cuajó. Y por otra parte la OMS, que calificó la gripe A de pandemia, lo cual disparó todas las alarmas. En mi habitual ingenuidad, me resulta impensable que un laboratorio farmacéutico, por importante que sea, fuera capaz de decantar la opinión de toda una directora de la prestigiosa Organización Mundial de la Salud hasta ese punto, poniendo en entredicho, no solo su propia imagen sino la de esta Organización. Creo que nunca conoceremos la verdad de los hechos, aunque ciertamente algo olió a podrido. En todo caso hubo oportunismo pero, por lo menos, fue inocuo.
Podría contarte otras historias demenciales, como la que relacionó, en 2001, los envíos de sobres con esporas de ántrax en los EEUU con un laboratorio británico, el único comercializador del antibiótico específico para tratar esta enfermedad, que acababa de recibir un duro revés económico al serle retirado del mercado un medicamento antigripal. Como el gobierno de los EEUU compró todas las existencia de dicho antibiótico y encargó la fabricación de una gran cantidad de dosis, con esta venta millonaria e laboratorio vio compensada la pérdida económica que había sufrido. Es interesante, ¿verdad? Luego se descubrió que fue obra de un microbiólogo que acabó suicidándose. ¿O le mató alguien comprado por el laboratorio para que cerrara la boca? NO es un tema para hacer broma porque hubieron varias muertes, pero ilustra hasta donde puede llegar la imaginación de la gente (a mí me lo contó un médico que estaba convencido de la culpabilidad de esa farmacéutica. O bien cuando, trabajando en un laboratorio que comercializaba un champú contra los piojos (que vuelve a anunciare por TV), me decía la gente que íbamos a la puerta de las escuelas para diseminar piojos, si no, no se entendía cómo habían tantos casos de niños con piojos al poco de empezar las clases, jeje.
En fin, como decía en mi "panfleto reivindicativo", hacer dinero, y peor si es mucho, a base de vender medicamentos se percibe como algo poco ético.
Si los laboratorios ya se "pelean" por ganar terreno en la venta de medicamentos, ni te cuento lo que son capaces de hacer quienes, al ser menos poderosos económicamente y con una menor cuota de mercado, desean desplazar a toda costa a aquellos del negocio de la salud (porque, en mayor o menos escala, la salud es un negocio).
Un beso.
Es terrible como se corren bulos que terminan convirtiéndose en lugares comunes que todo el mundo repite sin tener ni idea del tema. Yeso, desde el advenimiento de las redes sociales está tomando un cariz realmente peligros.
ResponderEliminarEs muy fácil decir que las farmacéuticas deberían regalar sus medicamentos a los países pobres, pero si esas industrias no ganan dinero (el dinero suficiente) ¿de dónde van a sacar lo necesario para seguir investigando? Parece que las farmacéuticas tuvieran que ser como hermanas de la caridad y no empresas que necesitan un balance positivo a final de año para no tener que echar el cierre.
No digo yo que no haya, como en todo, abusos y empresas fraudulentas y/o muy ambiciosas, pero como dices, no se puede hacer el pecado extensivo a todo un colectivo.
Y yo no soy farmacéutica, pero tengo que explicar esto a los alumnos para sacarles de esos terribles lugares comunes que traen aprendidos de casa como si fuera verdad absoluta.
Muy interesante. Un beso.
Hola, Rosa. Después de la "parrafada" que le he soltado a la pobre Conxita, poco me queda por añadir, jajaja.
EliminarSería bonito, sin duda, que tanto las farmacéuticas como las empresas de alimentación enviaran una, aunque fuese pequeña, parte de lo que producen a los países del tercer mundo. Pero sigo creyendo que, de producirse, estos envíos deberían estar muy controlados por terceros y evitar así su desvío hacia otras manos. Si no lo hacen, es algo tan criticable como cuando cualquiera de nosotros da la espalda a un necesitado.
Conocer al detalle todo lo que hacen de inmoral las empresas, farmacéuticas o de otra índole, es algo casi imposible. Yo prefiero quedarme con la cara "buena" de la moneda. Ahora bien, si se descubre alguna violación del código ético, que caiga sobre ellas el peso de la ley.
Un beso.
Lo que si es cierto es que hay tantos intereses creados en todo lo que produce dinero a cualquier nivel, que es difícil creer en la verdad absoluta (que no existe) de que cualquier multinacional sea de lo que sea, pueda ser legal al cien por cien... y las farmacéuticas son unas de las que suelen estar en boca. Y ya sabes, la opinión de la calle corre como la pólvora aunque no se tenga ni idea de como va todo esto.
ResponderEliminarUna entrada muy detallada y defendida..., jajaja.
Un abrazo Josep.
Como decía en mi entrada, no pondría la mano en el fuego por nadie, pues seguramente me quemaría, jeje. Lo que he pretendido con esta especie de alegato es poner un poco de sensatez y refutar algunas, en mi opinión, barbaridades que se dicen por ahí. Yo viví la época del "tarugo" (pagar con especias el favor de los médicos que recetaban los medicamentos de un laboratorio y hasta viajes de placer). Había un alto directivo de Sanidad que se dedicaba a pintar en sus ratos libres y eran muchos los laboratorios que tenían sus cuadros colgados del despacho del director general, jajaja.
EliminarVivimos en un país donde todavía existe el enchufismo y el trato de favor, pero, por fortuna, en la industria farmacéutica ese tipo de prácticas están en desuso. Como también decía, todo está ahora muy controlado para evitar tentaciones, pero ya se sabe que hecha la ley, hecha la trampa. Lo importante, sin embargo, es no jugar con la salud de las personas.
Un abrazo.
Hola Josep, te he leído con atención y creo que toda la exposición razonada está muy bien justificada y al ser lego en esta materia no me atrevería a dar una opinión por darla y desde luego confío plenamente en tu criterio. Lo que si tengo claro es que la demagogia en cuestión da satanizar porque sí, y sin justificar a la industria, sea esta u otra, esta a plena orden del día
ResponderEliminarSi hay algo que me llama la atención de este tema. Este verano conocí a una persona de Ecuador que cursaba un Máster en marketing farmacéutico y si me resultó llamativo según me contaba, como en algunos lugares del mundo se "premiaba" en "b" a algunos médicos que elegían ciertos medicamentos de los visitadores, en detrimento de otros y creo que hacia referencia a la medicina privada y a las recetas privadas. No sé si en la sanidad pública hoy en día, hay algún tipo de control para esto, aunque creo que ahora es más bien en las farmacias o el propio paciente el que puede elegir un laboratorio u otro con el tema de los genéricos. Me gustaría saber tu opinión, y también sobre como ves el tema del copago en las recetas y si ha repercutido para bien en la sociedad en un cierto control del gasto farmacéutico o si ha sido un error por si algún pensionista, por no efectuar ese copago (aunque no sea desorbitado), haya dejado de tomar algún medicamento.
Un abrazo.
Hola, Miguel. Veo que estás bastante interesado en los intríngulis farmacéuticos, jeje.
EliminarLa práctica que mencionas de gratificar a ciertos médicos prescriptores, conocida popularmente en nuestro país como "tarugo" (no sabría explicar el porqué de esa acepción), era muy común en nuestro país hasta que la Administración puso coto a esa mala praxis, pues era comprar los favores del médico pagándole con obsequios, a veces en metálico, otras en especie (billetes de avión, suscripciones a revistas científicas, ordenadores, etc.). Hoy día esta actividad "promocional" está lógicamente prohibida y super regulada; los laboratorios tienen que declarar lo que invierten en simposios y congresos y solo se admite contribuir en los gastos directamente derivados de lo que es la normal hospitalidad, no como en los años 60 y 70 que se pagaban hasta los gastos de la acompañante (generalmente la esposa o amiga, jeje) incluyendo todo tipo de actividades lúdicas (creo recordar una película que se titulaba "El congreso se divierte").
En el ámbito de la medicina privada, me imagino que seguirá habiendo una cierta picaresca y son muchos los trucos que se pueden utilizar para enmascarar ese tipo de gratificaciones, sobre todo si son de menor cuantía, aunque las auditorías anuales que los laboratorios están obligados a "sufrir" revelaría la existencia de "premios especiales".
En la sanidad pública, las prescripciones (recetas) que emite el médico son sometidas a un riguroso control (en algunos centros y CCAA más que en otros), de modo que es muy fácil detectar si un médico tiende a recetar más medicamentos de un laboratorio que de otro.
Ahora la lucha se ha trasladado al terreno de los genéricos, pues al ser sustituibles (aunque el médico haya receta el genérico X del laboratorio Y, el farmacéutico puede cambiarlo, por propia decisión o a petición del paciente, por el de otro laboratorio) los laboratorios procuran que se vendan los suyos. Ahora, pues, son los visitadores de farmacias los que incentivan al farmacéutico para que compren su versión genérica (de una misma molécula pueden existir decenas de genéricos y no es económicamente viable tener un stock de todos ellos) y el modo de hacerlo es ofreciéndole descuentos según el volumen de compra (en realidad, como los descuentos no están permitidos, lo que se hace es cobrar, p.ej, 50 ejemplares y suministrar 60, lo cual a nivel administrativo tiene otro calificativo que no recuerdo). Por ello verás que en una determinada farmacia solo tienen uno o dos genéricos del mismo principio activo. En teoría puedes exigir el que tu sueles tomar o el que tu médico te ha recetado, pero habida cuenta de que todos los genéricos son iguales en cuanto a efecto, no tendría mucho sentido. Así pues, la presión se ha trasladado del médico al farmacéutico. Lo importante, sin embargo, es que esta acción comercial no tiene ningún efecto negativo para el consumidor.
El copago me parece bien, considerando que el nuevo modelo tiene en cuenta los ingresos anuales de los beneficiarios de la S.S., mientras que el antiguo resultaba más favorable a los pacientes con rentas más altas (no es lo mismo que abone un 40% del precio de un medicamento alguien que gana más de 100.000 euros al año que quien solo gana 20.000. Los pensionistas, como siempre, son los más perjudicados, pues pasaron de no pagar nada a abonar un porcentaje según su renta. Aun así, hay pensionistas que pueden hacerse cargo del gasto farmacéutico mensual perfectamente pues pagan un tope mensual entre 8 y 18 euros según su renta. Sinceramente, no creo que el pago de esta cantidad al mes sea algo no asumible, pero supongo que habrán casos excepcionales. Es bien sabido que, del gasto farmacéutico total, un elevado porcentaje se debe a las recetas de los pensionistas, ya que es el grupo de población que más medicamentos consume y de forma crónica. Para ahorrarse dinero, los jubilados con pensiones más bajas suelen esperar el último día del mes para acudir a la farmacia con todas las recetas que ya tienen para el mes siguiente, de forma que si ya han llegado al tope de los 8 o 18 euros que tienen asignado, estas les salen gratis, jeje.
EliminarEl tema de la financiación de los medicamentos en España tiene su lado controvertido, cómo no, pues el Ministerio de Sanidad, para evitar excederse en el gasto presupuestado, ha sacado de la financiación muchos medicamentos por razón de su precio, aunque argumente que lo hacen porque no son esenciales (en algún caso es así, aunque puede ser discutible si un laxante es o no esencial para una persona con estreñimiento crónico). Muchos medicamentos nuevos, más caros que los ya existentes, ya no suelen ser financiados, y en algunos casos pueden quedar sin recibir ese tratamiento novedoso muchos pacientes que no se lo pueden costear. En tal caso, los laboratorios culpan a Sanidad y Sanidad a los laboratorios. Pero ¿y el ciudadano, a quién culpa? Me imagino que ya conoces la respuesta. En mi próxima entrada hablaremos del gobierno, digo de los precios, jajaja.
Espero haber aclarado tus dudas.
Un abrazo.
P.D.- He tenido que dividir mi respuesta en dos partes por problemas de espacio.
Muchísimas gracias Josep por tan detallada, coherente e ilustrativa información. Un gran abrazo y voy a leer la segunda parte que ya has publicado :-)
EliminarEs muy interesante tu post y abarcas muchos aspectos, y haces bien porque es poliédrico. Los cardiópatas no estarían vivos sin ciertos medicamentos, poniendo un ejemplo, pero recuerda la guerra de la hepatitis C que a mí me hizo sentir que intereses políticos, pero precios desmadrados de una farmacéutica, ponían precio a una vida que personas. De esos mimbres estos cestos. Con el tema del Dr Baselga, institución en la medicina catalana, se pone en la mesa un tema muy conocido. Antes lo llamaban de otra forma, pero ahora suplen esos regalos económicos con asistencias a congresos. No todos los médicos, claro, pero sigue habiendo tratos preferentes a algún fármaco a cambio de ciertas prebendas. Otro tema es los EFG, que están muy bien y que tenían que dejar aparcado el tema de favoritismos y pagos por investigación, pero ha acabado con el problema. En fin, que la ciudadanía además empieza a usar terapias alternativas, donde algunas no han pasado ni una evaluación fiable.
ResponderEliminarTema apasionante, pero al final el efecto placebo está bien estudiado, y si me convenzo que una pastilla de sacarina me calma el dolor, la ansiedad o el cáncer, bienvenida sea. Un abrazo
Hola, Albada Dos. En muy poco espacio tratas bastante temas y muy dispares, jeje.
EliminarEn cuanto al tema de los precios aparentemente desproporcionados hablaré, o mejor dicho escribiré, en mi próxima entrada. Solo adelantarte que, ya que mencionas a las EFG (entiendo que te refieres a los medicamentos genéricos), piensa que un laboratorio innovador, que ha invertido un promedio de mil millones de dólares en un plazo aproximado de diez años (datos publicados) para desarrollar un nuevo fármaco, solo tiene unos pocos años, antes de que aparezcan los genéricos, para recuperar toda esa inversión y obtener beneficios. El precio, pues, estará relacionado con esto y con las ventas esperadas durante el tiempo el medicamento que no tenga competencia.
El caso del Dr, Baselga creo que es mucho más habitual de lo que parece y habría que ver exactamente (porque no conozco los detalles) en qué consistió el supuesto fraude. Por lo que he oído por televisión, el problema residió en que no hizo pública la aportación recibida de empresas privadas. Todo investigador puede recibir ayuda económica externa, pero debe ser justificada y utilizada con fines exclusivamente científicos y debe mencionarse en los trabajos publicados que se derivan de ella. Lo que hizo este prestigioso investigador con el dinero recibido, no lo sé.
Lo de las terapias alternativas es harina de otro costal y un verdadero problema de salud pública.
Y por supuesto que todo tratamiento, real o imaginario, lleva asociado un efecto placebo. Muchos curanderos se sirven de ello. De hecho, en los estudios clínicos con un nuevo medicamento, ya se tiene en cuenta este efecto, que se cuantifica.
Un abrazo.
La gente tiene que opinar de todo, sin tener ni puñetera idea de casi nada. Los tópicos van que vuelan.
ResponderEliminarInteresante exposición.
Un abrazo.
Todos podemos meter la pata hablando de algo que creemos conocer, pero debemos saber rectificar cuando conocemos la verdad. El problema reside en que mucha gente no quiere conocer la verdad y se contenta con los bulos que corren. Y ya conoces el dicho: calumnia, que algo queda.
EliminarNo querría que os llevarais la impresión de que los laboratorios farmacéuticos son las hermanitas de la caridad. Cuando hay dinero de por medio, hay tentaciones. Hay que vender medicamentos como sea, pero la cuestión realmente inquietante y trascendente es verificar que detrás de las campañas comerciales no se pone en riesgo la salud de los enfermos. Un medicamento no es un electrodoméstico y no puede venderse usando las mismas artimañas engañosas para presentarlo como la panacea. Por eso existe un Real Decreto que regula la publicidad de los medicamentos y las prácticas comerciales. Cualquier infracción es motivo de sanción, y una falta muy grave puede conllevar el cierre de un laboratorio. Por eso, nadie en su sano juicio cometería una veleidad como la de poner en el mercado medicamentos que matan (como hay quien preconiza) porque se juega mucho más que la imagen, puede acabar entre rejas. Así pues, no confundamos la picaresca con lo que algunos han calificado como crimen organizado.
Un abrazo.
No creo que ahora mismo me estés oyendo, pero te aseguro que mis aplausos son muchos y sonoros.
ResponderEliminar¡Bravo! Esta publicación debería ir a una revista científica para difundir tu defensa más que justificada de la investigación farmacológica.
A diario tengo que lidiar con teorías de lo más peregrinas sobre la salud, pero la que últimamente me ha dejado noqueada (y eso que ya estoy curada de espantos, o eso creía) es la de que la diabetes "ahora no se cura porque los medicamentos están preparados mal intencionadamente" ¡¡¡Yo, flipo!!!
Al hilo de esa nueva estupidez he tenido que escuchar que las farmacéuticas quieren que haya muuuuchos enfermos para forrarse. Por lo visto, la obesidad (y la diabetes tipo 2 asociada a ella) que ataca a nuestra opulenta sociedad no es culpa de quien se alimenta inadecuadamente y no hace ejercicio físico (polimorfismos genéticos aparte, claro), sino de la conjura de la industria alimentaria por un lado que nos pone grasas saturadas por todas partes y de la industria farmacéutica que nos da medicamentos que no curan.
Antes solía discutir con quien me venía con cosas así, ahora directamente los tacho de imbéciles (no me corto un pelo, cosas de ser ya mayor) y me doy la media vuelta. Intentar razonar con gente que prefiere escuchar a los gurús mediáticos de turno antes que a la gente cualificada y entendida del tema, me resulta muy, pero que muy cansado. Anda y que les den.
Las terapias alternativas y estúpidas están demostrando que no son eficaces, pero cuando vas con las estadísticas a los "creyentes" te argumentan que esos números no son ciertos y que todo es una conspiración para tapar "la verdad". Habrá que dejar que esos iluminados intenten curarse un cáncer comiendo manzanas.
De verdad, Josep Mª, has hecho un análisis fantástico. Una vez más, me quito el sombrero y te sugiero completamente en serio que presentes esta publicación a una revista de divulgación científica (le pones algo de bibliografía y te la aceptan seguro, yo sé de una que no creo que te pusiera problemas). Yo de momento le paso el enlace a mi jefe, seguro que va a disfrutar.
Te agradezco la valentía por llamar a las cosas por su nombre (y te pido disculpas por lo largo de mi comentario).
Tú ya lo sabes, pero por si esto lo lee alguien que no me conoce explicaré que sí, ¡soy farmacéutica! ¿algún problema?
Besos.
Me abrumas, Paloma, con tus elogios. Yo, que temía armar la marimorena, no esperaba tal muestra de entusiasmo, aunque en tu caso se entiende, jeje. Veo que, por lo menos no predico en el desierto y que hay alguien que está de acuerdo con mi discurso. Como digo al principio de mi exposición, le di muchas vueltas al tema antes de decidirme a publicarlo, sobre todo en cómo enfocarlo, para no crear susceptibilidades pues uno no sabe muy bien cómo se lo pueden tomar quienes piensan de otro modo, aunque cuando las cosas se exponen con contención no hay porqué crear mal ambiente y aunque también sabía que mis seguidores habituales son buena gente, siempre podía haber algún lector, hasta ahora anónimo, que saltara a la palestra con una réplica agria y desagradable que me incomodaría. Aunque parezca mentira, a mi edad todavía voy con tiento para no molestar a nadie, jajaja. Este tema, sin embargo, lo llevaba desde hace tiempo en el buche y los últimos comentarios que leí denostando una vez más a la industria farmacéutica sin contemplaciones (y sin conocimiento suficiente), me ha ayudado a vomitarlo todo (bueno, casi todo) para quedarme, así, más tranquilo, jeje.
EliminarLo de publicar esta disertación escrita ya son palabras mayores, aunque te agradezco la sugerencia por el elogio extra que ello representa.
Creo que hay una gran labor pendiente de hacer para despejar las dudas y acabar con los equívocos que hay respecto a las terapias alternativas que tanto daño hacen y pueden hacer, y con las mentiras interesadas aprovechando el desconocimiento y la confusión que todo lo relativo a la salud y a los medicamentos genera en el ciudadano de a pie. Una vez lanzada la calumnia, sobre todo si va convenientemente adornada de sensacionalismo, ya es muy difícil borrar convenciéndolos de que no hay nada, o casi nada, de cierto en todo lo dicho y publicado. Después de muchos años, por fin se está consiguiendo poner a la homeoterapia en el lugar que le corresponde y aun así son muchos sus partidarios.
Lo que me resulta más ingrato es que cuando intentas sacar a la gente de su error, inmediatamente te consideran vendido al sistema (en este caso la sanidad o el mundo farmacéutico "oficial") por formar parte de él.
Te agradezco de nuevo tu entusiasmo.
Un beso, colega.
Es muy controvertido el tema, porque siempre esta la duda, de cuanto se beneficia la industria farmacéutica? y no debe ser el enfoque si no el interés se debería enfocar en que debe la industria farmacéutica en mejorar para curar cada vez mas enfermedades, en que la industria farmacéutica junto con los investigadores médicos vayan a una y mejoren la calidad de la medicación para realmente curar enfermedades que hoy día son incurables pero que en un futuro deben de serlo, ese es mi punto de vista.
ResponderEliminarEn cuanto a las mafias es muy triste que se juegue con la salud de los seres humanos.
Y con respecto a aquellos que creen que con homeopatía o con algún que otro milagro que pulula por la red se van a curan, no se creo que es tomarse muy a la ligera la enfermedad, creo que siempre uno debe tomar medicación y realmente no poner en peligro su vida.
Gracias por esta magnifica reflexión.
Un abrazo.
En esta vida, siempre hay que procurar ponerse en manos de gente cualificada, ya sean abogados, arquitectos, médicos, farmacéuticos o lo que sea. Nuestra salud depende de la medicina y de la farmacia, y ambas dependen entre sí. Sin los conocimientos médicos no habrían hallado las curas necesarias en forma de medicamentos, y sin los medicamentos, la medicina cojearía. Hasta una simple intervención quirúrgica, un acto puramente médico, necesita de medicamentos (anestésicos, anticoagulantes o coagulantes, desinfectantes, y cualquier fármaco que resulte imprescindible durante la operación). Es de una enorme ignorancia y una terrible injusticia decir que los medicamentos son malos. ¿Te imaginas no tener antibióticos o tener que sufrir una simple extracción de muelas sin anestesia, ya no digamos una amputación?
EliminarLos curanderos tenían su función en épocas en que la ciencia estaba en pañales y, aun así, los buenos curanderos eran los que utilizaban plantas medicinales y no los que se servían de la magia, aunque esta última pueda tener sus beneficios psicológicos, jeje.
Gracias a ti, Tere, por tu lectura u comentarios.
Un abrazo.
Con el cinturón abrochado me sumerjo en tu reflexión, crítica o porción de experiencia profesional. Y la agradezco porque si más no, es un tema del que muchos, la primera yo, desconocemos su funcionamiento. Estoy totalmente de acuerdo sobre lo que has expuesto al principio, no se puede o no se debería (porque hablar sin saber, se hace y mucho) enjuiciar a unos pocos por los muchos que sí hacen una buena y necesaria labor. Pero la sociedad en la que vivimos señala con más facilidad los puntos malos (terribles en muchos casos) y totalmente reprobatorios en otros, que no a todo aquél que hace una buena labor, este siempre queda camuflado, escondido, no se le hace tan visible.
ResponderEliminarComo bien dices las empresas farmacéuticas no dejan de ser privadas y estás deberán generar beneficio para posteriormente poder investigar y sacar al mercado nuevos o mejorados fármacos para la población. Pero la verdad es que mi opinión aquí es muy limitada, como ya te he dicho al principio, no tengo conocimiento sobre el tema.
Un beso.
Hola, Irene. Como digo en una parte de mi exposición, tiempo hubo en que las farmacéuticas hacían de las suyas en cuanto a los métodos para "persuadir" a los médicos para que recetaran un determinado medicamento. No quiero con eso decir que actualmente este tema esté impoluto y todo sea una gloria, porque de espabilados, de haberlos haylos, jeje. Pero el motivo fundamental de mi entrada ha sido intentar desmentir algunas grandes fantasías acerca de la maldad de las farmacéuticas, presentándolas como vampiros que solo piensan en obtener nuestra sangre en forma de salud y dinero.
EliminarSolo con que te haya concienciado un poco de que los laboratorios farmacéuticos, con todos sus defectos, no son tan malos como se dice y que han velado y siguen velando por la salud, aun siendo a cambio de ganar dinero, ya me doy por satisfecho.
Un beso.
Pues me alegro que te haya resultado ilustrativo.
ResponderEliminarGracias a ti por tu tiempo.
Un abrazo.
Quién proponga cargarse la investigación farmacológica (sea privada o pública) personalmente lo tacharía como mínimo de descerebrado. La evolución contínua del conocimiento en un área es esencial tanto para el presente como para el futuro. LO cierto es que se habla con cierta alegría de evitar los desmanes de la industria farmaceutica y normalmente se hace desde la ignorancia. No voy a negar que no existan casos en los que por intereses económicos (por otra parte legítimos en la sociedad en la que vivimos) de esta industria no se hayan cometido tropelías,... pero no son muy muy distintos a los de la industria automovilistica como muy bien dices. Es más,me atrevería a decir que si un laboratorio actuase como en el caso de los motores diesel,... quizás hubiese supuesto su desaparación...
ResponderEliminarPor otra parte, lamentablemente a mi también me ha tocado de cerca ver como una compañera de trabajo abandonó la terapia convencional contra el cáncer en favor de prácticas homeopáticas,... y solo puedo achacarlo a la desesperación de quién sufre la enfermedad y a la codicia y falta de responsabilidad de quién lo prescribe. En fin, Josep Mª que estoy totalmente de acuerdo contigo.
Una vez más me complace leer una opinión que respalda mis argumentos, y no por prurito u orgullo personal sino por ver que, al margen de las opiniones sensacionalistas e infundadas, existen posturas sensatas y mucho más objetivas. Evidentemente, podríamos apelar al dicho popular de que "en todas artes cuecen habas" y que, como ya apuntaba en mi entrada, hay conductas buenas, menos buenas y malas en todas partes, aunque en el mundo de la sanidad cualquier comportamiento que se desvíe de la más absoluta ética merece una crítica más dura, siempre que pueda afectar a la salud de las personas.
EliminarLos "terapeutas alternativos" juegan precisamente con la desesperación de quienes sufren una enfermedad grave, que se aferrarían a un clavo ardiendo. Lo verdaderamente grave es cuando incitan a esos enfermos a abandonar una terapia contrastada científicamente, que puede ciertamente acabar resultando infructuosa, para adoptar un tratamiento "natural" que con toda seguridad está destinado al fracaso.
Muchas gracias, compañero, por haber dedicado tu tiempo a esta lectura y a dejar tu comentario.
Un abrazo.