Uno de
los derechos fundamentales del hombre es el derecho a un trabajo digno. Nadie
desea perder su puesto de trabajo que le da el sustento a él y a su familia, ni
ver sus ingresos reducidos sustancialmente por cualquier tipo de
reestructuración empresarial. Incluso los cultivadores de coca en Colombia se
opusieron rotundamente a la política gubernamental de sustitución se esos
cultivos por café, banano, piña o palma africana, porque los precios de estos
productos son sustancialmente más bajos que los que obtienen por la venta de la
hoja de coca a los narcotraficantes. Diría que en este caso estamos ante un
dilema moral de gran calado. A esos campesinos no pareció importarles el uso
nocivo que se le da al producto que cultivan y recolectan mientras obtengan
unos buenos beneficios económicos. Pan a cambio de droga.
Podríamos
encontrar otros muchos casos en que un trabajo, en principio, honrado, conlleva
o puede conllevar graves inconvenientes sociales, por su potencial efecto
dañino, incluso letal, como seria trabajar en una central nuclear, en una
fábrica de pesticidas, en la extracción y explotación de diamantes o coltán, en
la producción de materiales contaminantes no reciclables, etc. Muchas veces, un
trabajo aparentemente inocuo lleva a una situación grave para el ser humano a
miles de kilómetros de distancia del lugar de origen. ¿Trabajar, por ejemplo,
fabricando armas es moralmente correcto? Como respuesta podríamos argumentar
que, como no podemos prescindir de un ejército ni de la policía, y ambos colectivos
necesitan armamento para realizar sus funciones, no hay nada que objetar. Sin embargo, cuando
un tarado mental se carga al profesor y a media clase en un instituto o a decenas
de clientes en un supermercado, todos nos echamos las manos a la cabeza. Pero
si en los EEUU, el Congreso decidiera contravenir la sacrosanta primera
enmienda aboliendo el uso y la libre compra de armas, algunas de uso militar,
los primeros que pondrían el grito en el cielo serían sus vendedores, que
verían su negocio hacer aguas. Y cuando esas armas se usan para masacrar a una
población indefensa y llevar a cabo un genocidio en toda regla, ¿qué opinan sus
fabricantes y suministradores? Supongo que es cuestión de mirar hacia otro lado
y decir que allá cada uno (o cada gobierno) con el uso que haga de ellas.
Toda
esta larga introducción viene a cuento de la venta de armas por parte de España
a Arabia Saudita, a sabiendas de que son utilizadas para acabar con la vida de
miles de civiles del Yemen, cuya cifra de muertos ya asciende a 50.000. Alemania y Canadá han decidido interrumpir el
suministro de armas a Arabia Saudita y España quiso seguir sus pasos anulando
el envío de 400 bombas láser por un valor de nueve millones de euros. Como
revancha, el gobierno de Riad amenazó con cancelar el encargo de cinco corbetas
que debían fabricarse en los astilleros gaditanos de Navantia. A raíz de ello, peligraron
unos 6.000 puestos de trabajo y la reacción de los empleados no se hizo
esperar. Querían mantener su empleo como sea. Desde luego, no es tarea fácil
contentar a todas las partes: a una gran parte de la sociedad, que reclama no
tener tratos con ese estado árabe que no respeta los derechos humanos, a los
empleados de Navantia, que reclaman su plato en la mesa, y al cliente Saudí,
que reclama sus bombas.
La
ecuación está clara, lo difícil es despejar la incógnita. Solo se fabricarán
esas cinco corbetas si se envían las bombas a su destinatario. Trabajo a cambio
de muerte. Difícil papel el del gobierno español ante esta disyuntiva, siendo
Arabia Saudita el primer comprador de armas y material militar español fuera de
la OTAN (con una cifra de negocio de unos 270 millones de euros anuales). Ayer
por la tarde, mientras escribía estas líneas, supe que el chantaje había acabado
imponiendo su ley y que el Gobierno había ordenado enviar las bombas, un peaje
a pagar, el de la muerte de miles de inocentes, para que esas seis mil familias
tengan asegurado el pan.
Desde
luego, no es lo mismo fabricar bombas que corbetas, aunque ambas cosas tengan
un uso militar. El problema reside en que, muchas veces, como en este caso, bombas,
armamento y barcos de guerra van en el mismo saco.
Alguien
ha propuesto reconvertir esa zona industrial gaditana apostando por otro tipo
de negocio. Del mismo modo que cuando la fuente de carbón se agota o su
extracción deja de ser rentable no queda más remedio que cerrar las minas y
buscar otra actividad para los trabajadores, convendría, en mi opinión, buscar
una alternativa igual de rentable pero menos inhumana. Es cuestión de voluntad
e ingenio.
Yo,
desde luego, preferiría pan a cambio de cualquier cosa que no fuera armas.
Pero todos sabemos que cuando se trata de asegurarnos un plato en la mesa y un
techo bajo el que cobijarnos, nuestros reparos se tambalean, si no es que se van
al carajo.
En
este mundo lleno de contradicciones, esta es quizá una de las mayores, pues los
derechos humanos entran en colisión consigo mismo. El derecho al trabajo frente
al derecho a la vida. Pan o guerra. Una verdadera lástima.
Muy buen comentario. Estoy totalmente de acuerdo. Nunca he entendido que se abogue por la paz y que se fabriquen armas. Un abrazo Josep
ResponderEliminarPaz y armas o, lo que es lo mismo, paz y guerra, son concepto tan contrapuestos que no pueden convivir. Cómo puede lograse la paz si seguimos fabricando y usando armas. Hay quien afirma que para que haya paz es necesario que estemos preparados para la guerra.
EliminarUn abrazo, Ana.
Hola Josep Mª como siempre tus reflexiones tocan temas muy candentes y ver las dos caras de la moneda no siempre es fácil.
ResponderEliminarRecuerdo que al escuchar que se paraba ese envío de armas me pareció bien porque como dice Ana abogar por la paz y vender armas me parece muy hipócrita pero entiendo que todos esos trabajadores que corrían el peligro de quedarse sin trabajo protesten.
Era claro que el nuevo gobierno quería hacer gestos rápidos para decir que no son iguales que los otros pero ese "lavado" de cara no se puede hacer improvisando y es necesario valorar las repercusiones, cambiar una industria de guerra no se hace en un día aunque se debe hacer lo antes posible pero es necesario buscar alternativas industriales para todos esos trabajadores y generar nuevas fuentes de ingresos con usos distinto. Te das cuenta de lo difícil que es contentar a todo el mundo pero no creo que ser uno de los países que más armamento de muerte vende sea algo para orgullecer.
Besos de vuelta
Hola, Conxita. Cuando se gana mucho dinero en una actividad, por desagradable que sea, es muy difícil dar marcha atrás, y más aun cuando hay gente que, lógicamente, no quiere perder su puesto de trabajo.
EliminarEn este caso, además, ya se había contraído un compromiso con Arabia Saudita (e incluso creo que ese país ya había adelantado el dinero) para suministrarles esas malditas bombas. Los trabajadores del astillero nada tienen que ver con esas bombas pero, sabiendo que la fabricación de las corbetas llevaba implícito ese macabro suministro, me ha repelido ver la imagen de esos trabajadores exigiendo mantener su trabajo a sabiendas de lo que ello representaba.
Es este, desde luego, un conflicto de intereses muy difícil de abordar, incluso desde el punto de vista moral. Lo ideal (nunca debemos dejar de soñar) sería que no existiera una industria armamentística, pero eso sería como decir que no deberían existir guerras y, por lo tanto, ejércitos. Y ya puestos, tampoco policía armada. Pero ya que se fabrican armas, se debería controlar a quien se venden. No es que en esta película hayan buenos y malos, pero creo que no es lo mismo suministrar tanques a Alemania, por ejemplo, que bombas a Al Qaeda.
Un beso.
Desde luego es un tema muy muy peliagudo,porque si se pierden 6.000 puesto de trabajo pero y la pobre gente que muere? es una disyuntiva muy difícil la verdad. Creo que la solución como tú bien dices es reconvertir aquella zona en otro tipo de empleo para esos 6.000 puestos de trabajo y dejar de hacer negocios con Arabía Saudí y no ser cómplices de tanta muerte inocente, pero claro esas bocas que se tienen que alimentar no lo ven, ven que todos los días tienen que comer, ellos y sus familias, y lo entiendo, pero que también entiendan ellos y el gobierno que son cómplices de la muerte de miles y miles de gente inocente.
ResponderEliminarAy que difícil a veces es la vida y sus cosas Josep.
Un abrazo y como siempre una muy interesante reflexión.
Efectivamente, es muy triste tener que poner en un platillo de la balanza unos puestos de trabajo y en el otro armas de guerra. Alguien tiene que fabricarlas, diremos, pero que sean otros los que lo hagan. Aun así, sería una postura hipócrita, pues no se ataja el problema real, que es el empleo de armas, sino que pasamos la pelota a un tercero y así nos quedamos con la conciencia tranquila.
EliminarDe todos modos, como le decía a Conxita, lo que me ha producido más desagrado, y ha provocado esta reflexión, ha sido la forma en que los trabajadores de Navantia exigían mantener sus puestos de trabajo. Es como decir "me da igual que mueran miles de personas en el Yemen, yo quiero mi trabajo asegurado". Ha sido más la forma que el fondo lo que me ha revuelto las tripas.
Un abrazo, Tere.
Tocas un tema difícil de solución, pero no se puede vivir o comer a cuenta de que otros mueran. La reconversión industrial llevó al paro a mucha obreros y familia a vivir con incentidumbre, pero no pasaron hambre ni murieron. Se sabe que las guerras son por intereses de unos países en deprimento de otro. Nada justifica la muerte de inocentes. Se puede cambiar las fábricas de armas por otros trabajos aunque no sea tanto negocio para los estados.Un abrazo.
ResponderEliminarEstá claro, Mamen, que esto no tiene solución, o bien la tiene muy difícil. A veces la solución aparentemente más fácil y clara, tiene consecuencias muy complejas. Poniendo el ejemplo del uso de armas en los EEUU, qué fácil sería prohibir su venta a los ciudadanos de a pie y se acabarían tantos asesinatos y masacres por parte de psicópatas o personas mentalmente desequilibradas. Pero hay una industria armamentística detrás de ello, y la poderosa Asociación del Rifle, que vela por los derechos del ciudadano a defenderse (la famosa primera enmienda). Cuando veo a un padre enseñando a disparar un rifle a su hijo de seis o siete años, se me ponen los pelos de punta y, sin embargo, nada se puede hacer contra ese "amor" a las armas que tienen muchos norteamericanos.
EliminarAsí pues, las cosas nos son muchas veces como parecen y tenemos que aguantar las consecuencias de unos actos contra los que no podemos luchar.
Un abrazo.
Lo que deja claro este tipo de cosas es que gobernar un país ya no es cosa solo de ese país y del gobierno que le toca. Yo no pienso que todos pos gobiernos y todos los partidos sean iguales. Desde luego prefiero lo que hay ahora a lo que había hace poco más de tres meses. S alguien tiene sensibilidad social, desde luego un gobierno de tinte socialdemócrata. De hecho, han intentado parar la venta de bombas. El matrimonio homosexual ya sabemos qué partido jamás lo hubiera promovido y a qué partido se lo debemos (y no es que dicho partido me entusiasme ni nada que se le parezca). Pero dicho esto, en la mayoría de las cuestiones, da igual quién gobierne porque mandan los mercados y las grandes empresas y el capitalismo, en resumen.
ResponderEliminarLa diferencia es que un partido en el gobierno negoció y aprobó esa venta de armas (puede que también presionado por otro lado o por el mismo: las dichosas corbetas) y otro partido, ha intentado anular el envío hasta que la presión ha sido insoportable.
Hablar de los trabajadores que prefieren vender armas para matar inocentes antes que perder su puesto de trabajo, es más complicado y yo, la verdad, no me atrevo porque no sé qué haría de verme es esa situación.
Tremenda reflexión la que nos traes que nos demuestra cómo nadie tiene las manos limpias de sangre y todos somos culpables de lo que pasa en todo el mundo. Luego nos quejamos de que vengan los inmigrantes. Tal vez si entre todos no hiciéramos que en ciertos países sea tan difícil vivir se quedarían en ellos y vendrían como turistas.
Uff que me embalo. Un beso.
Tienes toda la razón, Rosa. Por un lado, el gobierno que entra hereda los compromisos contraídos por el que sale, del mismo modo que hereda los problemas creados hasta ese momento. Después vendrán los reproches, las acusaciones y las réplicas (muchas veces puras falacias) de cada uno. Lo peor viene, como en este caso, cuando la ruptura de un compromiso contraído por el régimen anterior entraña serias consecuencias para el país, sobre todo si esas consecuencias son económicas. El horno no está para bollos con el asunto del paro. Hay que apechugar.
EliminarTambién entiendo que mostrar a esos trabajadores de Navantia como unos egoístas sin escrúpulos a quienes no les importa lo que implique mantener sus puestos de trabajo, sería simplificar mucho el problema. No obstante, creo que hubieran podido ser más sutiles y encauzar su petición de otro modo y no haberse mostrado ante todo el país como unos insensibles ante la desgracia ajena, conociendo perfectamente el conflicto. Pero quizá soy injusto con ellos, pues bien es cierto que todos tenemos parte de responsabilidad en lo que ocurre en nuestra sociedad. Quien esté libre de pecado...
Un beso.
Entiendo, como tú, que vender armas es posicionarse. Lo malo es que aquí se daba esta paradoja. O todo el pak de compra, o nada. Los trabajadores defienden su pan, y es muy loable.
ResponderEliminarMe ha gustado tu reflexión sobre el caso. Un abrazo
Evidentemente, el problema ha adquirido una dimensión extraordinaria por el hecho de que el suministro de esas bombas mortíferas iba ligado al encargo de la fabricar esas corbetas que aseguraba lo que han llamado "la carga de trabajo" de esos 6.000 empleados. No se si el Rey Salomón lo habría hecho mejor, pero era casi imposible contentar a las dos partes en conflicto.
EliminarUn abrazo.
Extraordinaria esta reflexión que haces Josep, realmente es un dilema bien difícil y tu lo explicas de maravilla con esas dos palabras tan acertadas que encierra mucha verdad... pan o guerra. Creo que por muchas vueltas que se le de al asunto, nunca habrá solución por los interesas creados, pero la verdad es un tema que descolora cuando se piensa...
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Elda. Mientras hayan guerras, habrá injusticia y situaciones como esta, en la que los que trabajan en un negocio relacionado con la guerra solo desean mantener sus puestos de trabajo.
EliminarRecuerdo que, de joven, yo era un activista anti-nuclear y fuimos en comité a Escatrón, un pueblo de Zaragoza junto al río Ebro, donde iban a construir una central nuclear en sustitución de la hidroeléctrica que existía hasta entonces y que iban a desmantelar. Nuestra intención era, cómo no, informar a la población de los peligros e inconvenientes de la energía nuclear. Tuvimos que poner los pies en polvorosa, pues no querían oír hablar de nada que pusiera en peligro el mantenimiento de sus puestos de trabajo. Y ante unos maños cabreados, no nos lo pensamos dos veces, jeje.
Un abrazo.
Jajaja, así son las cosas cuando están en juego puestos de trabajo.
EliminarUffff, la vida en sí es una enorme contradicción. Creo qu elo has enfocado muy bien, qué difícil es vivir en algunos sitios, y aquí es un drama qu eno encontremos una chaqueta de nuestra talla o nos perdamos un capítulo de una serie.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué no harían muchos, hoy en día, por obtener un puesto de trabajo, por degradante que sea. Si hay ingenieros trabajando de camareros, qué no hará cualquier hijo de vecino por conservar un trabajo suficientemente bien remunerado y seguro. La necesidad hace que mucha gente obre de un modo distinto al que es habitual y se vuelva egoísta. Qué no haríamos por asegurarnos el pan de nuestros hijos.
EliminarAun así, deberíamos concienciarnos y poner una raya roja (ahora se lleva mucho esto de las rayas rojas) que no deberíamos sobrepasar. La ética debería estar por encima de todo. Pero cuando el hambre y la necesidad aprietan...
Un abrazo.
A veces no hay mucho donde elegir cuando el que nos presenta las opciones nos deja muy poco margen de maniobra.
ResponderEliminarLo de buscar otras alternativas de trabajo es lo más sensato aunque comprendo está más en el terreno de la utopía que en el de la realidad.
No obstante, la venta de armamento es responsabilidad de quien vende, evidentemente, pero el uso que se hace de ese armamento es responsabilidad de los organismos internacionales. ¿Dónde está la ONU? ¿Dónde están los organismos que se suponen velan para evitar genocidios y masacres o, al menos, denunciarlos y sancionarlos? Supongo que "esos señores" estarán a expensas del chantaje pertinente de un país con un potencial económico muy fuerte. Poderoso caballero es don Dinero.
Fantástica reflexión la tuya, como es habitual en ti, y que comparto plenamente, como también es habitual.
De la situación de la mujer en Arabia Saudí, hablamos otro día ;)
Un besote grande.
No es fácil llevar a cabo una reconversión industrial, pues cualquier alternativa propuesta seguro que no satisfará a casi nadie, porque no será lo suficientemente rentable, porque los salarios no serán equiparables a los actuales, o por lo que sea. Alguien ha dado la idea (supongo que por decir algo) que bien podrían instalar en la planta de Cádiz una fábrica de paneles solares a lo grande. Nada que ver con fabricar barcos, estos dan mucho más dinero y de paso no nos metemos con las eléctricas.
EliminarEn cuanto a la ONU, todos sabemos donde está geográficamente hablando, pero su presencia real es un misterio. Es como un fantasma. Algo espectral. Mientras exista el derecho de veto para los países poderosos, cualquier medida o censura quedará en saco roto. Así vemos cómo Israel se sale con la suya gracias a sus amigos estadounidenses. Una vergüenza. Don dinero está presente en todas partes donde hay poder y donde deben tomarse decisiones de gran calado internacional. Más vergüenza.
Por lo tanto, solo nos queda el derecho al pataleo y a la reflexión, que también caerán en saco roto, pero por lo menos nos habremos desahogado.
Y las mujeres en Arabia Saudí pueden estar contentas, que ya las dejan conducir. Más vergüenza todavía.
Un beso, Paloma.
La verdad es que no envidio al que tiene que tomar una decisión así. Los que sacan rédito a estas situaciones son los que están en la oposición, sea cual sea el partido que esté a un lado y al otro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Decisiones así más vale que caigan en manos ajenas, así les podremos criticar a nuestras anchas, hagan lo que hagan. Desde la oposición todo se ve más fácil, con tal de que no tengan que mover un dedo. Una situación esta, la de la fabricación y venta de armas, realmente complicada que aunque debería cambiar nadie sabe cómo hacerlo.
EliminarUn abrazo.
Muy buena reflexión Josep, y sobre un tema muy complejo. Por circunstancias personales y familiares conozco un poco el tema de los astilleros de la zona industrial gaditana y la situación es gravisima en cuanto a la tasa de desempleo. En algunos municipios gaditanos dicha tasa se mueve entre el 30 y el 40 por ciento de paro con cifras incluso superiores a la Gran Depresión estadounidense. Ojalá como bien dices la reconversión industrial fuera posible o al menos se pudiera establecer algún tipo de normativa para la no fabricación de armamento destructivo (la lucha contra las minas puede ser un ejemplo) y nos pudiéramos dedicar al menos a la fabricación de barcos militares que puedan servir como legitima defensa o dedicados a cumplir sus labores de control de fronteras o piratas marítimos. En fin, como bien finalizas una verdadera lástima lo sucedido. Abrazos.
ResponderEliminarCuando la situación es desesperada, se entiende que la gente reivindique un trabajo, sea el que sea. Y si este ya estaba asegurado, mantenerlo a toda costa. Lástima que tenga que ser fabricando barcos de guerra. Y más penoso es que esta fabricación se haya visto en peligro por un chantaje por parte de los Saudíes: si no hay bombas, no hay barcos. Después sale el ministro de asuntos exteriores, el Sr. Borrell, leyendo el guión que le han dado, asegurando que no hay para tanto, pues esas bombas son de tal precisión que solo destruyen el objetivo marcado, sin daños colaterales.
EliminarEn fin, Miguel, una situación triste y, según como se mire, casi esperpéntica.
Un abrazo.
Muy buena y difícil reflexión la que nos cedes Josep Maria, cualquier opinión que pueda decir sobre ésta será utópica, bajo la ignorancia y con expectativas de que todo debería ser bueno y positivo por lo que estaría en contra de cualquier arma y fabricación o envío, pero entiendo y por eso me gusta que hayas puesto ejemplos la otra cara de la moneda y es que muchas familias puedan quedarse sin trabajo, pero; ¿y las que morirán a cambio? Con eso uno no puede limitarse a cerrar los ojos y pensar solo en los números a favor. Esa vida podría ser la nuestra o la de un hermano. Es un tema peliagudo, complicado. Y estoy contigo, si un mercado se cierra, se deberían buscar otras opciones. Hay muchas profesiones que en estos momentos no existen (o no están tan al día) y en otro tiempo proporcionaron riqueza en general. La toma de decisión es una tarea difícil, pero bajo mi punto de vista es peor pasar por el aro y no proporcionar de otros caminos.
ResponderEliminarUn beso.
Un mundo libre de guerras y de injusticias es, por desgracia pero a todas luces, una utopía. Mientras haya guerras o amenazas de conflictos bélicos, los ejércitos se abastecerán de armas, cada vez más sofisticadas y mortíferas. Solo un mínimo sentido común por parte de los gobiernos más poderosos e influyentes nos salvará de una catástrofe a nivel planetario. Entonces, ¿quién fabricará las armas? ¿quién dejará perder un negocio multimillonario? Y una vez que se han instalado fábricas armamentísticas que dan de comer a miles de personas, ¿quién se atreve a cerrarlas, dejando a esos empleados en el paro? Ciertamente es un problema que no tiene fácil solución, pero no por ello debemos resignarnos. El gobierno de turno, si es progresista y pacifista, debería ser valiente y coger el toro por los cuernos, rascarse las neuronas y buscar alternativas, que seguro que las hay, y (ahí viene probablemente lo más difícil) convencer a los trabajadores que no hay más remedio que cambiar de chip y dedicarse otra cosa. Creo que es a Unamuno a quien se le atribuye la famosa frase "que inventen ellos". Pues, podríamos aplicarnos una que diga "que fabriquen ellos".
EliminarUn beso, Irene.
Tristemente podríamos poner cientos de ejemplos de esa hipocresía con la que la sociedad en la que vivimos tiene que lidiar a diario. Se promociona y se cultiva el tabaco y a la vez los departamentos de sanidad de los países promueven que la gente deje de fumar por sus efectos perniciosos, la minería canadiense causa estragos allá por donde va, Alemania produce desechos radioactivos que más tarde entierra en otros países,... y así podríamos estar citando ejemplos. No se cual será la solución, ni siquiera estoy seguro de que esa solución pueda existir, pero lo cierto es que mientras esta sociedad no apruebe la asignatura de "coherencia", tendremos que seguir apechugando con estas cosas sobre nuestra conciencia.
ResponderEliminarSi, compañero, vivimos en constante contradicción y esos ejemplos que citas son un fiel exponente de ello. Si entramos en una escala mucho menor, todos o casi todos mantenemos una doble moral: estamos en contra de la contaminación ambiental y no prestamos la atención necesario para preservar la naturaleza, consumiendo o utilizando productos que no son biodegradables y que acabarán acumulándose en enormes vertederos contaminantes. Tendríamos, por ejemplo, que abandonar el uso del plástico y volver al vidrio, al cartón, etc. Poco a poco, los mensajes "ecológicos" van llegando a la gente y poco a poco algo irá cambiando.
EliminarEn el caso de enormes intereses económicos de las tabacaleras, las petroleras, las tecnológicas y, como no, de la industria armamentística, la concienciación es muchísimo más difícil porque esas empresas tan poderosas saldrán siempre con la suya. Pero no nos queda más remedio que meter el dedo en la llaga y denunciarlo para poner de manifiesto lo grave de esta situación.
Un abrazo.
Qué bueno, Josep.
ResponderEliminarCreo recordar que Jordi Évole había hecho un programa denunciando esta situación. Al final el sistema es una cadena con enlaces tan complejos, que incluso las buenas intenciones por cambiarlo pueden causar más de un mal.
Es algo similar a lo que ocurre con las tiendas de ropa. Somos conscientes de que las prendas que llevamos son producto de la explotación, la miseria, la necesidad. Pero ¿estaríamos dispuestos a cambiar nuestra forma de vida para cambiar dicha situación como pagar precios más caros, controlar nuestros impulsos consumistas y reducir el nivel de demanda?
No, lo cierto es que preferimos acallar nuestra conciencia a base de egoísmo. Y claro, cuando además está en juego no ya tu bienestar, sino tu sustento, habla tú con esa vocecilla que te hace distinguir el bien del mal. En fin.
Un abrazo.
Muchas gracias, Sofia, por tu comentario.
ResponderEliminarComo decía con anterioridad, en nuestra ingenuidad, a veces no nos damos cuenta de lo metidos que estamos en esa cadena. Nos podemos declarar anti sistema. Y creerlo de verdad. Pero si lo piensas bien, estamos atrapados por ese sistema que tanto aborrecemos. De un modo u otro contribuimos a mantenerlo. Pagando una hipoteca, abonando el recibo de la luz, abriendo una cuenta bancaria, comprándonos un coche, llenando el depósito de gasolina, cambiando el móvil por otro más moderno, etc, etc. Todas esas acciones y actividades tan habituales nos hacen ser y comportarnos como uno más de la cadena productiva. Quizá viviendo como un ermitaño, comiendo bayas y frutos silvestres, pescando con una caña fabricada por nosotros y resguardándonos del frío y la lluvia en cabañas abandonadas o en cuevas naturales, lograríamos vivir en plena libertad sin depender de nadie. Pero ¿quién quiere volver a la prehistoria?
Creo que me ido por las ramas y ya estoy elucubrando demasiado, así que mejor lo dejo, jajaja.
Un abrazo.