martes, 26 de septiembre de 2017

¿Buen ciudadano o chivato ejemplar?


Siempre me he vanagloriado de ser un buen ciudadano, una de esas personas que se comporta cívicamente, respetando las normas de convivencia, ya sean oficiales (me gusten o no), ya sean de pura educación. Cuando veo que otros se saltan esas normas a la ligera, sin pensar en los demás, tengo que contenerme de la rabia que me da ver su falta de urbanidad. Solo recuerdo una ocasión en la que recriminé a una de esas personas su falta. Fue en la cola de un cine, viendo cómo intentaba colarse por la cara. Ha habido casos que, de buena gana, hubiera denunciado al infractor (como esos fitipaldis que se creen dueños de la carretera y que conducen temerariamente, zigzagueando a toda velocidad con adelantamientos peligrosos) pero no lo he hecho. Nunca me ha gustado jugar a ser policía ni delator. Para esto están los que deben velar por la seguridad vial.

No quiero, con ello, afirmar que jamás haya incurrido en una infracción. En más de una ocasión he sido multado por haber sobrepasado el límite de estacionamiento en zona azul y dos o tres veces en mi vida por haber superado el límite de velocidad en carretera en 10 ó 20 Km/hora. Que cada uno juzgue la gravedad de mi infracción, pero puedo asegurar que nunca he puesto en peligro mi integridad física ni, por supuesto, la de mis acompañantes o la de los demás conductores. Y siempre he pagado las multas religiosamente, aprovechando, por supuesto, el periodo de bonificación.

Pues bien, resulta que hay otros buenos ciudadanos que sí se erigen en vigilantes anónimos de las infracciones ajenas. Y en tres casos, he sido yo la víctima; vamos, el denunciado. Yo, un ciudadano ejemplar (o eso creía), me he visto denunciado dos veces y otra amenazado con hacerlo.

La primera vez, hace muchísimos años, recibí una multa por aparcamiento en zona prohibida en una calle de Barcelona en la que no había estado jamás. El denunciante anónimo facilitó el número de matrícula del vehículo infractor a las autoridades pertinentes, quienes me hicieron llegar la denuncia. En este caso, sin embargo, el observador y denunciante no solo se equivocó al tomar nota del número, sino que fue tan preciso que incluso facilitó la descripción del vehículo: la marca (un Renault 5) y el color (amarillo). Mi coche era un Seat 127 blanco. Recurrí y gané, lógicamente. Al denunciante le salió mal la jugada, aunque, para mi desgracia, no debió enterarse.

En una segunda ocasión, más irritante si cabe, fui objeto de una amenaza de denuncia por parte de un ciudadano ocioso. Fue en agosto del año pasado. Estando mi mujer y yo hospedados en un hotel de las afueras de Olot (Girona), visitamos esta bonita ciudad por la tarde y nos quedamos a cenar. Mi sorpresa fue mayúscula cuando, al ir a retirar el coche, comprobé que la zona donde lo había dejado correctamente estacionado quedaba cerrada al público por la noche y que solo los vecinos tenían un mando para accionar los pivotes que rodeaban el recinto. Por fortuna divisé una zona por donde podía escapar al cerco, pero para ello debía recorrer unos escasos cinco metros en sentido contrario a la marcha y poder entrar, así, en terreno “amigo”. Aun así, la salida hacia la carretera que llevaba al hotel seguía siendo complicada, por lo que me detuve unos instantes para orientarme y decidir qué ruta tomar. Pues bien, estaba en ese trance meditativo cuando se me acercó un individuo que, al parecer, no tenía otra cosa que hacer, y me recriminó mi infracción. Le repliqué que no era del lugar, que no sabía por dónde salir y que, al verme literalmente acorralado, no había tenido otra opción que hacer lo que hice. Otro le hubiera enviado a freír espárragos y le hubiera dicho que se ocupara de sus asuntos, pero uno es una persona educada y tampoco quería provocarle. Aun así, y de forma bastante chulesca, me advirtió que me estaría observando y si volvía a hacer otra infracción me denunciaría. Reconozco que estuve a punto de perder los estribos ante tanta insolencia, pero me contuve y le dije, con un tono de cabreo, eso sí, por dónde coño podía ir hasta la carretera. Por lo menos, me lo indicó haciéndome señas con los brazos, que más bien parecían aspas de un molino de viento. Pues eso, a tomar viento, escrupuloso ciudadano metomentodo.

Y la tercera vez, hace unos días, recibí por correo certificado una denuncia por una infracción cometida el pasado 22 de julio en Palafrugell (también en Girona), por, según reza dicha denuncia, “no obedecer una señal de entrada prohibida para determinados vehículos”. La infracción se califica como leve. Y otra vez el denunciante es desconocido y se indica que la denuncia no se entregó en mano por “haber tenido conocimiento de la infracción posteriormente por medios de captación”. Si el medio de captación utilizado en este caso hubiera sido una cámara, adjuntarían la foto. Pero no. Ese medio le veo yo en forma de un aburrido tocapelotas que no tenía otra cosa que hacer un sábado por la tarde.

Ese sábado, 22 de julio, mi mujer y un servidor acudíamos al festival de música de Cap Roig, en Calella de Palafrugell y, como no sabía cómo llegar, me dejé guiar por el GPS que, en lugar de llevarnos a esa población, nos envió a la vecina Palafrugell (me salto los pormenores para no alargarme en exceso). El caso es que, una vez descubrimos el craso error y tras reprogramar el GPS, no había forma de salir de una especie de bucle. Vueltas y más vueltas, yendo a parar al mismo punto de partida. Hasta que se impuso el pragmatismo y decidí desobedecer las indicaciones de ese maldito aparato para salir de ese laberinto de calles, tomando la primera que me pareció fiable. No me extrañaría que, histérico como estaba, pues el tiempo se echaba encima y no quería llegar tarde al concierto, tomara alguna calle que, según la denuncia, no estaba permitida para según qué vehículos (¿?). A no ser que vuelva a Palafrugell y busque esa calle, que lleva el bonito nombre de Concordia, siempre me quedaré sin saber para qué tipo de vehículos sí que está permitido transitarla.

El caso es que el denunciante en esta ocasión sí tomó correctamente el número de matrícula, la marca y el modelo. Solo faltaba el color: también blanco. 

No voy a recurrir la multa. ¿Para qué? ¿Qué podría alegar? ¿Qué no lo hice a sabiendas de que estaba infringiendo las normas de circulación? ¿Qué no vi ninguna señal de prohibición? ¿Qué todo fue por culpa del GPS y de mis nervios? ¿Qué lo siento mucho y que no volverá a ocurrir?

Y a todo esto yo me pregunto que qué ganó este otro denunciante anónimo, chivato delator. ¿Acaso se considera un justiciero? Lo entendería si mi vehículo le hubiera ocasionado alguna molestia. Supongamos que hubiera circulado unos metros por una calle peatonal, solo reservada para los vehículos de los residentes, o que solo fuera para carga y descarga. Yo que sé. ¿Qué daño le pude ocasionar? Incluso si un coche está mal aparcado o en zona prohibida, ¿eso justifica que alguien ajeno al problema se tome la molestia de denunciarlo a la autoridad competente? ¿Es por un sentimiento de justicia o de revancha? Y si es de revancha ¿contra qué o contra quién? ¿Serán municipales jubilados que sienten añoranza de sus buenos tiempos?

Yo me inclino por la teoría del amargado, del intransigente, del que está contra todo, del que tiene manía a los coches y a sus conductores. Hay quien cuando ejerce de peatón es un enemigo acérrimo de los conductores y cuando está sentado al volante son los peatones quienes deberían arder en el infierno. 

Siempre duele tener que pagar una multa, pero más me duele tenerlo que hacer cuando la infracción ha sido totalmente involuntaria, sin ningún efecto adverso para nadie, forzada por un contratiempo perfectamente comprensible y cuyo denunciante es un ser anónimo que no saca nada con su acto “heroico” (a no ser que se lleve una comisión por denuncia realizada), salvo fastidiar al prójimo. Si hubiera sido un agente en persona quien me hubiera querido denunciar, seguramente habría aceptado mis excusas y explicaciones. Pero uno no puede defenderse ante quien actúa en la sombra.

Solo son cuarenta euros (con la bonificación del 50% por pronto pago), pero me molesta sobremanera que sea yo, que siempre procuro no saltarme ninguna norma social y que abomino de quien lo hace por la cara, el receptor de esa multa.

Y volviendo a mi denunciante ─no al primero, fallido, ni al segundo, frustrado, sino al tercero, certero─ me haré la pregunta que se hacía José Luis Perales: ¿Y cómo es él, a qué dedica el tiempo libre?

*Ilustración: "La vieja del visillo", personaje interpretado por José Mota


29 comentarios:

  1. Jajaja, muy acertada la imagen Josep. La verdad que tampoco entiendo como hay gente que se preocupa de esas cosas, cuando lo normal es que pasen desapercibidas sino te afectan particularmente de mala manera.
    Cuando te estaba leyendo he pensado también, si no sería por una comisión de acuerdo con algún policia, jajaja. No me extraña que te llene de rabia tales acciones, y con el resultado de tener que desembolsar un dinero que sino hubiera sido por la señora del visillo, no habría caso, :))).
    Un abrazo.

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    1. Pues como digo, Elda, creo que se trata de personas o personajes, diría yo, que no tienen otra cosa que hacer y creen que denunciando a quienes hacen algo mal, según su criterio, se erigen en guardianes del universo, jeje. Quizá fueron Boy Scouts en su niñez y para ellos eso es su buena acción del día.
      UN abrazo.

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    2. Un placer el conocerte
      tienes un blog muy bueno

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    3. Hola, MuCha.
      Me alegra recibir tu visita. Si el blog te ha gustado, puede volver a visitarlo siempre que quieras.
      Un abrazo.

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  2. Pues muy acertado. No se si lo visteis pero yo vi en el telediario una reseña a un alemán que recorría las calles buscando i fracciones que denunciar y llevaba acumuladas no sé cuántas denuncias.... la gente se aburre mucho. Deberían leer más

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  3. Pues muy acertado. No se si lo visteis pero yo vi en el telediario una reseña a un alemán que recorría las calles buscando i fracciones que denunciar y llevaba acumuladas no sé cuántas denuncias.... la gente se aburre mucho. Deberían leer más

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    1. Pues a ver si ese alemán se vino este verano a la Costa Brava y quiso hacer su agosto. Quién sabe, jeje
      Lo que sí puedo asegurar que quien me recriminó de malas maneras en Olot no era alemán, pues tenía un marcado acento portugués. ¿A ver si se ha puesto de moda el turismo de denuncia?
      Sí, creo que un buen libro les haría bien.
      Un abrazo, Esperanza, y gracias por visitarme y comentar.

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  4. Con la cantidad de cosas interesantes con las que entretenerse, debe ser muy triste no encontrar otra mejor que andar tocándole las pelotas al prójimo. No sabía que se pudiera denunciar con anónimo sin aportar pruebas y que se aceptaran las denuncias.
    Un abrazo.

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    1. Pues ya ves que sí se puede denunciar. Todo sea por recaudar. SE envía la denuncia al presunto infractor y este ya recurrirá si tiene argumentos para hacerlo. En mi caso, si en la denuncia solo hubiera figurado el número de matrícula, podría haber alegado que se trataba de un error y que nunca estuve por esos lares, pero la coincidencia de marca y modelo...
      Además, vete a saber si el individuo me hizo una foto con su móvil, que ahora esto está muy de moda.
      Un abrazo.

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  5. Yo tenía mis atenuantes pero cuando quien tienes delante (sea persona física o jurídica) no sabe nunca cómo puede terminar la trifulca.
    Lo que describes es algo que, por desgracia, cada vez ocurre con más frecuencia. Son los padres quienes promueven el mal comportamiento de sus hijos con su mal ejemplo.
    Un abrazo.

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  6. ¡Qué bueno Josep Mª!! y también que triste que te encuentres en una situación así generada por unos seres" que su única virtud es "dictar sentencias".
    Tu relato de las peripecias y posterior reflexión me ha encantado, aún a sabiendas de lo mal que lo estabas pasando, porque lo cuentas con muchísima gracia pero usando un lenguaje muy correcto, no se te va la lengua (seguro que a mí me hubiera soltado las mil y una).
    A tus preguntas del ¿por qué ? y el ¿qué tipo de persona? pues yo solo veo mucha envidia y mucha mala ... porque es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno y muy difícil tener un equilibrio con empatía y civismo.
    Bueno Josep Mª ánimo y a seguir contando que lo haces de maravilla.
    Muchos besos y feliz semana.

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    1. Bueno, Xus, cuando escribo mis "cuitas" procuro tomármelo con calma y, a ser posible, con humor. Vistas desde la distancia, las cosas (exceptuando si fueron muy graves) se ven de forma más calmada.
      Yo también creo que hay gente que, a parte de no tener nada mejor que hacer, se dedican a criticar (y en este caso además a denunciar) al prójimo por cosas que no les incumbe y que seguramente ellos seguramente también hacen, pero no se acuerdan o no quieren axcordarse.
      Muchas gracias, Xus, por tu presencia en estas líneas.
      Un beso.

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  7. Hay gente capulla con una vida muy triste que paga sus frustraciones fastidiando a los demás. Entiendo que haya ciudadanos responsables que, al ver infracciones muy, muy graves, denuncien. Pero leyéndote, Josep, se nota a la legua que eres una persona que cumple a rajatabla con las normas. El problema está en que la puñetera ley de Murphy siempre nos pilla con las manos en la masa cuando nos despistamos un pelín.
    Con el tema de multas y coches tuve una experiencia similar hace poco. Nunca excedo el límite de velocidad ni hago cafradas al volante, hasta que un día aparqué, sin saberlo, en una zona en la que supuestamente estaba prohibido dejar el coche. Oye, era una callejuela en la que pasan 4 gatos, pero me tuvo que tocar a mí también el tocapelotas de turno que llamó a la grúa. Y ahí me quedé yo, sin coche y con 80 euros menos en el bolsillo.
    Pero también creo en el karma, amigo mío. Y mi consuelo es que esa gente tocapelotas, recibe, tarde o temprano, lo que da.
    Un abrazo.

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    1. Estas situaciones me traen a la memoria esa magnífica película titulada "Relatos salvajes" (si no la has visto te la recomiendo encarecidamente, aunque hace ya mucho tiempo que dejó de proyectarse en las salas de cine) y el relato "Bombita", protagonizado por Ricardo Darín, que es objeto de varias multas injustas con grúa incluida, lo cual desata un ataque de furia incontrolada por parte del protagonista. A veces uno siente una especie de impotencia ante hechos, como el que relato, que no son más que errores o fallos humanos menores indignos de ser penalizados y mucho menos a través de terceros, a quienes no les incumbe para nada.
      Ojala lo del karma funcione, jeje.
      Un abrazo, Sofía.

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    2. Sí, conozco "Relatos salvajes", es un peliculón en toda regla y Ricardo Darín borda ese personaje con el que es imposible no sentirse identificado (bueno, menos por lo de la "bombita") ajaja.
      Abrazo.

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  8. Es difícil de entender,... a mi nunca me ha ocurrido (recibir una notificación de una denuncia proveniente de una persona que no fuese un agente de la autoridad) es más desconocía que eso se pudiese hacer,... en fin que hay mucho amargado. Un abrazo!

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    1. Creo que esto forma parte del esperpento que a veces resulta de la mala entendida legalidad y servicio público. Las normas están para cumplirlas y saltárselas a la torera, sobre todo cuando perjudicas a un tercero, debe ser lógicamente censurado y penalizado. Pero la ley debe ser también tolerante y considerar los atenuantes en caso de no haber obrado con mala fe. Pero cuando es un tercero el acusica, el delator, a quien no le afecta para nada lo otro ha hecho, solo se me ocurre que se trata de un intolerante amargado, como bien dices.
      Y sí, cualquier ciudadano puede denunciar a otro si tiene pruebas de que este ha actuado contra la ley. Otra cuestión es cómo lo demuestra.
      Un abrazo.

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  9. A veces incurrimos en infracciones por desconocimiento o ignorancia, pero ya sabes que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.
    En cuanto a esos denunciantes "anónimos y voluntarios" no sé qué les mueve a comportarse así. Yo solo una vez 'me chivé' en el caso de un vehículo que al salir de su aparcamiento no sé qué le pasó pero dio un acelerón y se empotró, literalmente, contra el que estaba estacionado enfrente, la conductora se bajó, miró los desperfectos, muchos, y... se piró. Yo tomé la matrícula y el modelo y se lo puse en el parabrisas del otro coche afectado. No sé qué pasaría con aquello, pero la indignación me superó.
    Yo tampoco respeto las normas al 100%, sí que intento aparcar en lugares permitidos, con eso soy bastante escrupulosa porque no me gusta molestar, pero reconozco que no siempre respeto los límites de velocidad. El caso es que nunca me han puesto una multa.
    Un abrazo.

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    1. Tu intervención como "delatora" me parece justa. No soporto a los que se largan sin dar la cara y más si el daño producido es importante. Soy tan escrupuloso en estas cosas que una vez fui yo quien le dejó a otro vehículo una nota identificándome como el que le había hecho un ligerísimo roza al realizar la maniobra de salir de una plaza de aparcamiento. Nunca recibí una llamada del afectado, pues era tan pequeña la rozadura que debió pensar que no valía la pena hacer un parte amistoso. No soy perfecto (nadie lo es) pero siempre he aplicado la máxima de que no quieras para los demás lo que no quieras para ti.
      Eso d no haber recibido una multa en tu vida bien vale salir en el libro Guinness de los récords, jaja
      Un abrazo.

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  10. Qué bien te entiendo, Josep, y qué injusto me parece que hayas sido precisamente tú, y ya por tres veces, el objetivo de las "conductas ejemplares" de algunos. Yo comprendo que uno se queje a la autoridad cuando alguien, sin consideración y avasallando al prójimo, se salte las normas; pero fastidiar a alguien que se ha visto en una situación perfectamente comprensible y en la que todos nos reconocemos, eso no lo entiendo. Como dices será un club de justicieros aburridos y con ganas de creerse por encima. Eso sí, es un club enmascarado que no da la cara...

    Un abrazo normativo :P

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    1. Ya que existe esa sociedad secreta, defensora a ultranza de la normas, preferiría que enfocaran sus esfuerzos y dedicaran ese tiempo libre del que disponen y denunciar agravios e injusticias verdaderamente graves. Pero supongo que resulta mucho más fácil y cómodo actuar como la vieja del visillo.
      Gracias por tu apoyo moral. Después de todos vuestros comentarios, ya me siento mucho mejor, jeje
      Un abrazo (siempre dentro del decoro y las normas sociales)

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  11. Ja,ja,ja Josep, ciertamente hay muchas viejas del visillo en nuestro país y supongo que por extensión en el resto del mundo. Mi primera multa y única en mi vida (por suerte, porque habré hecho más pifias), fue también un denunciante anónimo y llamó a las tres de la mañana a los municipales porque pisaba con una rueda un paso de peatones y le hicieron caso. También pague con bonificación. Por otro lado, me has recordado bastante al personaje de Ricardo Darín en la excelente Relatos Salvajes y su hartazgo con las multas. Creo que muchos nos identificamos con él.
    Un abrazo Josep y esperemos no encontrarnos con más "viejas del visillo".

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    1. Ese denunciante anónimo debía padecer un síndrome obsesivo-compulsivo y, además, insomnio. La falta de sueño crea agresividad en quien la padece.
      Los municipales, por muy servidores de la Ley que sean, deberían aplicar el sentido común. Aunque en casos así siempre pienso en la gran verdad de esa célebre frase que dice que el sentido común es el menos común de los sentidos.
      Cuando vi el relato protagonizado por Darín sentí una total empatía pues hacía relativamente muy poco que la grúa se me había llevado en coche por haberlo estacionado en un chaflán destinado a la carga y descarga a las 19:50 h y la prohibición terminaba a las 20:00 h. Pensé que sería muy improbable que durante esos 10 min. pasara la grúa y si lo hacía tuviera en cuenta que a esa hora ya no se descarga nada. Pues se ve que ya iban de retirada a su cuartel general (que por cierto estaba relativamente cerca) y aprovecharon a hacer su último trabajito. Debieron de hacer horas extras pues se llevaron el mío y algún otro que cuando aparqué estaba el chaflán lleno de coches aparcados en batería. Estos trabajadores gruístas deben cobrar una comisión, digo yo. En este caso tuve que pagar la multa de aparcamiento y la grúa sin rechistar, pues no podía reclamar. Ese es uno de los muchos casos en que se aplica la ley a raja tabla sin utilizar el "coco".
      Un abrazo y abajo las viejas del visillo.

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  12. Hay gente para todo. Como bien dices, aburridos, amargados, con vocación de justicieros. Todo tipo de personajes intransigentes, cortos de miras y, en una palabra, tocapelotas. Los hay en todas partes y en todos los ámbitos de la vida. Lo malo es que, con la Ley de Murphy en la mano, siempre pillan al pobre infeliz, que, como la mayoría de nosotros, es cumplidor de las leyes. Nunca pillan al loco que va a 240 o que entra en la autopista en sentido contrario.
    Un beso.

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    1. Bueno, Rosa, por lo menos solo han sido tres experiencias las mías. Quizá debería ver el vaso medio lleno, jeje
      Y sí, a mí me irrita ver cómo quienes se saltan deliberadamente y, a veces, peligrosamente la ley, ese se va de rositas.
      Se agradece tu visita.
      Un beso.

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  13. Josep, esta claro que hay gente para todo, los que no tienen nada que hacer y tocan las p...y a veces tiene uno que callarse por no montar gresca , tus casos son un ejemplo claro de todo y seguro a todos nos pasó algo parecido a esto esto en algún momento.
    Un abrazo
    Puri

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    1. Hola Puri,
      Pues sí, esa gente que no tiene otra distracción que la de espiar al prójimo, debería apuntarse a un gimnasio, a una actividad recreativa o bien a un curso de convivencia y tolerancia, jeje
      Muchas gracias por tu visita.
      Un abrazo.

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  14. Tal cual, tambien me recordo Relatos Salvajes, con nuestro Querido Ricardo Darin.
    Un gusto conocer tu espacio, el relato me encanto.
    Cuando lo desees te espero por el mio.
    Saludos.

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    1. Hola Adriana. Bienvenida a este rincón de los pensamientos escritos. Unos más que otros, todos llevamos algo de salvaje en nuestro interior.
      Me alegra que te haya gustado este espacio y, cómo no, me pasaré por el tuyo.
      Un abrazo.

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