miércoles, 11 de enero de 2017

¿Quién tiene la culpa?


Cuando los niños hacen una trastada, casi siempre tienden a culpar a otro, señalando con dedo acusador a su compañero de travesuras o al primer inocente que se les ocurre. El caso es no confesar la culpa por temor al castigo, especialmente si éste se adivina de órdago.

Pues bien, parece que este comportamiento no es exclusivo de la infancia. Del mismo modo que mentir no es patrimonio único de los niños, excusarse en el vecino también es propio de adultos. ¿Será algo congénito o adquirido? ¿Será algo que forma parte de nuestra dotación genética en lo que a conducta se refiere o simplemente lo aprendemos de los demás?

El caso es que nadie (permitidme la licencia de generalizar, pero es que parece algo tan arraigado, por lo menos en nuestro país…) quiere asumir su culpa, ni siquiera su parte de culpa, en caso de haber cometido un error, aun siendo éste involuntario. La primera reacción es cubrirse las espaldas, buscarse una coartada, una burda excusa, y si nada de esto funciona, echarle la culpa al de al lado o a las fuerzas de la naturaleza.

Lógicamente, cuando el hecho es simple y, por lo tanto, fácilmente investigable, cualquier justificación sin fundamento cae por su propio peso, poniendo en evidencia al falso acusador y verdadero culpable. Sólo es cuestión de tiempo. Pero cuando el asunto entraña, por su complejidad, serias dificultades para que sea debidamente juzgado y aclarado, la cosa se complica hasta límites inverosímiles.

Que un político, empresario o personaje público, niegue vehementemente una acusación de corrupción, malversación de fondos, soborno, etc., cuando sabe de su culpabilidad es algo absurdo pues, tarde o temprano (más bien tarde que temprano), acabará saliendo todo a la luz. Pero es más indignante ver cómo ante una catástrofe o desgracia ajena, los responsables directos e indirectos se echan la culpa entre sí o, peor aún, la achacan a quien ha perdido la vida (y que, por lo tanto, no puede atestiguar), a errores humanos de los que ellos no tienen culpa alguna, o a causas fortuitas (meteorológicas o vete tú a saber cuáles pueden llegar a mentar).

Para no hablar de forma genérica, aunque estoy seguro que todos tenemos en mente algún caso de este tipo, citaré unos pocos, de más reciente a más antiguo:

El pasado mes de noviembre, en Reus (Tarragona), Rosa Pitarch, una anciana de 81 años, murió víctima de un incendio porque vivía sola en un piso alumbrado por velas ya que la compañía eléctrica le había cortado el suministro por falta de pago desde hacía dos meses. Compañía, ayuntamiento y servicios sociales se acusaron mutuamente por haber permitido que esa pobre mujer viviera en esas condiciones. Incluso la familia acusó a la nieta de la víctima de haber provocado el incendio por haber sido quien encendió la vela con la que se alumbraba la pobre anciana. Alguien tenía que pagar, pero nadie asumió la responsabilidad.

En marzo de 2015 tuvo lugar el trágico siniestro del vuelo de Germanwings, de Barcelona a Düsseldorf, en el que perecieron 150 personas, entre pasajeros y tripulación, a causa del suicidio premeditado del copiloto. Se indemnizaron a los familiares de las víctimas, pero la compañía no ha querido asumir su parte de culpabilidad al permitir que una persona en tratamiento psiquiátrico, a quien los médicos desaconsejaron pilotar un avión, y no llevar un control de la salud mental de un empleado, con un historial psiquiátrico conocido, de quien depende la seguridad de cientos de pasajeros.

Un año antes, en julio de 2014, otro avión, en este caso de la compañía Malaysia Airlines, se estrelló en Donetsk (Ucraína), derribado presuntamente por un misil ruso lanzado por los milicianos prorrusos según Kiev o por un misil ucraniano según Moscú. Todavía no se ha aclarado quién fue el verdadero culpable. Ni se aclarará. Caso cerrado.

Y también en julio, pero de 2013, tuvo lugar el accidente ferroviario en las cercanías de Santiago de Compostela, cuyo único responsable juzgado fue el maquinista, el responsable directo del descarrilamiento y de las 79 muertes que ello provocó, eludiendo Adif toda responsabilidad por la falta manifiesta de medios de control de velocidad que hubieran podido evitar el desastre.

En mayo de 2003 se estrelló en Turquía un avión YAK-42, provocando la muerte de sus 75 ocupantes, entre ellos 62 militares españoles que regresaban a España tras cuatro meses y medio de misión en Afganistán, noticia ésta que acaba de volver a la actualidad debido al reciente dictamen del Consejo de Estado, tras casi catorce años de procesos y juicios penales. En este caso cabe resaltar la contumaz e insolente auto-exculpación de la que hizo gala el entonces Ministro de Defensa, Federico Trillo, y que todavía ahora sigue practicando tras haber dirigido durante años sus acusaciones hacia cualquier objetivo que no fuera su persona y el Ministerio del que entonces era responsable.

Y qué decir del también famoso “chapapote” provocado por el Prestige, ese petrolero que se hundió, en noviembre de 2002, frente a las costas gallegas y cuyo desastre ecológico se acrecentó por haber sido alejado hacia alta mar por órdenes de la Marina Mercante. La controversia fue mayúscula, con un trasvase de culpas mayor que la cantidad de fuel que se vertió al mar. Autoridades portuarias, Ministerio de Fomento, con Álvarez Cacos al frente, Marina Mercante, capitán, armador, naviera y el Sursum corda entraron a saco en la discusión sobre las respectivas responsabilidades, o debería decir irresponsabilidades. El único que pagó el pato fue el capitán del buque. El resto de actores políticos no sólo salieron indemnes, sino que fueron premiados con más y mejores cargos. Uno de ellos es actualmente presidente del Gobierno.

Podría ampliar la lista con muchos más ejemplos, cuyo común denominador es la manifiesta postura de cargarle el muerto (expresión que en la mayoría de estos casos es, por desgracia, literal) a otro. Y cuantos más estén metidos en el embrollo mucho mejor pues es tal el enredo y la confusión que poner a cada uno en su lugar resulta mucho más difícil que completar correctamente un puzle de cinco mil piezas. Es tal la dificultad y los impedimentos para aclarar debidamente los hechos, que los responsables quedan exentos de toda culpabilidad.

Curiosamente (que conste que no lo he hecho exprofeso) todos los casos aquí mencionados tuvieron a políticos implicados, quizá sea porque a ellos les resulta más fácil escabullirse al ocupar un puesto en el que las tapaderas abundan y se comparten. Hoy por ti, mañana por mí.

Si nos fijamos, por un momento, en esos casos tan sonados de fraude y corruptelas en los que los principales protagonistas no han sido, o no son, políticos, como Iñaki Urdangarín (caso Nóos), Isabel Pantoja (Operación Malaya), Francisco Correa (trama Gürtel), etc., siempre ha habido, o hay, políticos implicados. En todos estos casos hemos presenciado el cruce de acusaciones. Nadie es culpable. Todos son buena gente que ha obrado inocentemente, incluso con generosidad, por ayudar al que ahora se vuelve en su contra, el muy traidor.

Pero la misma, o similar, conducta tiene lugar también entre el, llamemos, pueblo llano cuando, por ejemplo, una gravísima imprudencia por parte de un ciudadano se achaca a una negligencia de la administración. Si un tren arrolla (como ha ocurrido repetidas veces) a un viandante que ha cruzado las vías a pesar de la barrera, del semáforo en rojo y de la señal acústica, el único culpable es Renfe por no haber soterrado las vías en las inmediaciones de la población. Evidentemente, toda medida de seguridad es poca si con ella se salvan vidas, pero hay que ser consecuente y repartir la responsabilidad de un accidente entre el ciudadano imprudente, que no respeta las normas, y la administración, por insuficientemente previsora o ineficiente.

Y abundando un poco más en el tema de la repartición de responsabilidades, es, para terminar, significativamente curioso que nunca haya oído a alguien que ha sufrido un accidente o un percance de tráfico, por leve que sea, auto-inculparse. Siempre, siempre, el culpable es el otro.

En fin, como reza la ilustración de esta entrada, errar es de humanos, pero echar la culpa al prójimo aún lo es más. No soy perfecto, ni lo pretendo, pero no recuerdo haber culpado a otro por algo que yo haya hecho mal. No, si ahora resultará que soy un extraterrestre.


14 comentarios:

  1. ¡¡¡Hola!!!!
    La semana pasada coincidí con Álvarez Cascos en el banco(seguro que no íbamos a lo mismo, jejeje)y pensé en lo que dices, lo que tiene a sus espaldas y se ha ido de rositas porque se han pasado la pelota.
    El caso Urdangarín en mi opinión es el peor en el sentido de la avaricia; no justifico la corrupción pero puedo entender que una cantante o un político "caigan en la tentación", pero el marido de la hija del rey, es que estaba en lo más alto y con el futuro de sus hijos y nietos asegurados, no sé qué más necesitaba.
    Lo del YAK 42 fue horrible porque hubo errores en la identificación y algunas personas tenían enterrados a sus hijos en otros sitios...algo que causa un dolor terrible, aumenta la tragedia aún más si cabe.
    Un abrazo.

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    1. Hola Marigem. Pero es que, además, de esos desmanes y actos irresponsables, lo que más me subleva es que sigan excusándose y atacando a diestra y siniestra, cuando una persona mínimamente "normal" querría desaparecer de pura vergüenza. Pero, claro, una persona mínimamente normal no haría nada de eso.
      Un abrazo.

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  2. Un humano raro al menos eres, jajaja.
    Estoy de acuerdo con la frase, es de humanos querer despojarse de las culpas así sean evidentes. Dijo una vez una profesora cuando unos compañeros llegaron tarde por haberse quedado dormidos, después de oir las excusas que dijeron inmediatamente llegaron: el ataque es la mejor defensa. Siempre culpar a los otros.

    Así las cosas amigo.
    Abrazos

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    1. Hola Gildardo!!
      Ciertamente la mejor defensa es un buen ataque. Y cuanto más agresivo sea ese ataque más sensación de inocencia quieren dar.
      Y creo que tienes razón al decir que un poco raro si que soy. Al menos siempre me he considerado una persona atípica, jeje
      Un abrazo.

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  3. Venga, pues voy a romper una lanza para devolverte un poquito la fe en la humanidad:

    Hace unos años, conduciendo un camión, le rompí el retrovisor a un coche que estaba parado en doble fila y cuyo conductor en ese momento no estaba. Le dejé mis datos en el pargolpes y mi seguro se lo cubrió sin mayor problema, y eso es lo que todos deberíamos hacer: ser responsables.

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    1. Así me gusta, Holde, Ojalá todo el mundo obrara del mismo modo en lugar de ahuecar el ala para no hacer frente a sus responsabilidades. A ver si, poco a poco, voy reclutando a gente seria y formal, jeje.
      Un abrazo responsable.

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  4. Según iba leyéndote, Josep, iba asintiendo con la cabeza pues estoy completamente de acuerdo con todo lo que dices. Creo que se podrían sacar varias conclusiones de este tipo de comportamientos. Cuando se ven implicados políticos y grandes empresas el dinero y la corruptela me parecen los elementos más plausibles para explicar esa impunidad.
    En el caso del pueblo llano, y a lo peor en todos los demás, creo que detrás de esa forma de actuar está la inmadurez, tú lo has dicho al principio, los niños siempre le echan la culpa a otro cuando hacen una trastada. Buscamos excusas para tapar nuestra incompetencia o nuestros errores, esa falta absoluta de autocrítica no es más que poca responsabilidad y creer que "papá y mamá" (léase la administración correspondiente, el jefe, el vecino, o lo que sea) estarán siempre ahí para hacerse cargo de nuestros platos rotos.
    Genial reflexión.
    Un abrazo, colega.

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    1. Muchas gracias, Kirke, por unirte a esta reflexión sobre una conducta por desgracia demasiado extendida. En algunos casos es evidente que lo que la motiva es una inmadurez que inhabilita al sujeto a ser consciente o valiente para admitir su propia culpa, pero en otros muchos hay una gran dosis de soberbia, un mal especialmente arraigado entre los que ostentan el poder.
      Un abrazo.

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  5. Es una gran reflexión de la cual estoy completamente de acuerdo.
    Que la gente llana intente culpar a otro, no tiene justificación, pero bueno allá cada uno con su conciencia, pero un cargo público es imperdonable e injustificable que aprovechándose de su cargo público hagan trampas, se lleven dinero etc etc. Quizás para mi lo de Undangarin y su esposa no tiene nombre pero y la familia Pujol que me dices? En fin creo que hay culpas y culpas. un abrazo. TERE.

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    1. Por desgracia, Tere, quienes más deberían dar ejemplo de honestidad suelen ser los más corruptos. Al menos esta es la imagen que nos están dando desde los poderes políticos, económicos e incluso eclesiásticos. Por supuesto que hay gente honrada tanto en política, en las grandes empresas y en la Iglesia, pero es muy decepcionante ver esos casos tan vergonzosos que todos hemos conocido últimamente y que sólo hacen perder la fe en las instituciones.
      Un abrazo.

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  6. Ya lo dicen que la mejor defensa es un buen ataque y aquí se practica hasta la saciedad. La autocrítica brilla por su ausencia incluso cuando hay "pruebas autovisuales" que desmienten sus palabras, lo cierto es que nadie asume ninguna culpa.
    Creo que era ayer que escuchaba que un político europeo dimitía ahora no recuerdo por qué escándalo, ¿Cuántos han dimitido aquí? ¿Cuántos han pedido perdón? ¿Cuántos han devuelto lo que se han llevado?...Ninguno y lo peor es que ni siquiera se los penaliza por hacerlo, se les sigue votando. Dicen tenemos los políticos que nos merecemos, yo insisto en decir que a mi no me representan ni me los merezco.

    Afortunadamente hay Josep Ma, hay Holden, hay muchas otras personas anónimas que intentamos asumir nuestros errores y no perjudicar al prójimo.
    Un beso

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    1. Efectivamente, Conxita. Resulta especialmente irritante ver cómo ciertos personajes públicos se contradicen al cabo de un tiempo y lo que antes era blanco ahora es negro. Y se quedan tan tranquilos sin que les caiga la cara de vergüenza. Y encima tienen la desfachatez de negar la evidencia, argumentando que sus palabras se sacaron de contexto. Vana excusa!
      Para dimitir de un cargo y pedir perdón hace falta ser una persona honesta y consecuente con sus ideas. Esa práctica ética no ha llegado todavía a este país. Sólo copiamos lo que nos interesa.
      Y lo malo es que muchas personas decentes acaban contagiándose. ¿Si ellos lo hacen por qué no lo puedo hacer yo? Sólo hay una gran diferencia: si un ciudadano de a pie se atreve a defraudar a Hacienda, aunque sólo sean unos cientos de euros, le cae todo el peso de la Ley. Y los "gordos" se van de rositas.
      Sí, afortunadamente, todavía queda gente como nosotros (y no me refiero sólo a Holden y a mí), aunque nos llamen tontos, jeje
      Un beso.

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  7. Hola, Josep. Estupenda reflexión que comparto punto por punto. Vivimos una época, sobre todo, de miedo y el miedo saca lo peor del ser humano. La irresponsabilidad está a la orden del día. Pienso que existe una infantilización de la sociedad. Exigimos derechos; rehusamos obligaciones. Se impone el salvar el pellejo como sea, el individualismo... Puede que cuando sucede alguna desgracia especialmente dramática las personas tiendan solidarizarse pero, en la vida cotidiana que es lo que de verdad importa, no. A veces pienso, por ejemplo, en que los políticos corruptos no son la enfermedad, son el síntoma. Parece que nos sentimos cómodos diciendo que todos los males son de los políticos corruptos, el otro. Pienso que simplemente son un reflejo de cómo está la sociedad. La verdad es que no me gusta demasiado los derroteros que está tomando, las ideologías de pandereta, la satanización del otro, el que parezca que aquí no roba quien quiere, si no el que puede, el mirar para otro lado. El miedo, en definitiva, a perder nuestra comodidad, nuestro estatus... En fin, parece que me he quedado a gusto, je,je,je. Un abrazo!

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    1. Hola David. Quizá, ya desde la escuela, deberíamos a aprender que reconocer los fallos y las faltas no tiene nada de vergonzoso sino todo lo contrario. Cuando vi por primera vez a un mandatario o un alto cargo de una gran empresa nipona pedir perdón públicamente por un desliz o una mala gestión, me pareció algo increíble, pes era algo insólito en nuestra cultura. Pero no hay que ir tan lejos, pues hemos visto a ministros o políticos de alto rango en países nórdicos que han dimitido y pedido perdón públicamente por haber sido pillados conduciendo con el carnet caducado o con un nivel de alcoholemia ligeramente superior al permitido. Quién haría algo así en nuestro país o "cultura mediterránea" (léase Italia, por ejemplo). Así que creo que es cuestión de cultura y eso se aprende en la escuela y en casa, donde el niño toma ejemplo de sus mayores.
      Un abrazo.

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