Ahora
que los Máster están al orden del día, he recordado mi desafortunada
experiencia. Y es que hay Másteres reales, falsos y fallidos. El mío fue un Master interruptus.
Allá
por el año 2006, yo trabajaba en una farmacéutica alemana, pionera, en su país
de origen, en la comercialización de medicamentos a base de plantas
medicinales. Aunque en su Vademécum ya eran más numerosos los medicamentos de
síntesis, los formulados con extractos vegetales seguían siendo abundantes y la
Empresa seguía apostando, aunque con menor intensidad, por la fitoterapia
(tratamiento a base de plantas).
Como
en casi todas las Empresas en las que he trabajado, existía una remuneración
extra anual por objetivos cumplidos. Cada año se fijaban varios objetivos (el tipo,
número y complejidad variaba en función del cargo), unos eran personales y
otros compartidos. Por falta de ideas o de posibilidades, cada año resultaba más difícil fijar los objetivos
personales que, si bien debían ser aprobados por el superior jerárquico
inmediato, proponía el interesado.
Por
definición, un objetivo debe representar un reto difícil pero no imposible de
alcanzar, debe llevar implícito un esfuerzo extra y ajeno a las tareas
habituales del departamento. El objetivo personal debe redundar en el beneficio
del empleado pero también de la Empresa.
Así
pues, por aquella fecha tuve la brillante idea de proponer, como objetivo
personal, la realización (y superación) de un Máster en Fitoterapia. Como
responsable del departamento técnico y regulatorio, un conocimiento más
detallado de las plantas medicinales y sus extractos aportaría un valor añadido
a mi formación como farmacéutico y, como resultado, beneficiaría indirectamente
a la filial española.
Mi
propuesta pilló con el paso cambiado a mi superior, el Director General, pues como
quien dice acababa de aterrizar en la Empresa y no estaba familiarizado con la
estrategia de I+D de la Central, de modo que minimizó el interés de la Compañía
por la fitoterapia. A pesar de ello, tras mi insistencia, acabó accediendo,
pero con una condición: el coste no debía acercarse, ni de lejos, a los dos mil
euros por curso que solía costar esa titulación. Vi, por lo tanto, muy mermada
la posibilidad de cursar un Máster presencial, como el que ofrecía la
Universidad de Barcelona (UB), de dos años de duración, y cuyo coste, si mal no
recuerdo, rondaba esa cifra.
Pero
mi superior, al igual que yo (bendita ignorancia), desconocía que la Empresa
patrocinaba, junto a otros institutos y sociedades científicas, un Máster
“Virtual” (no presencial) organizado también por la UB, y que, como empleado,
podía beneficiarme de un precio especial que prácticamente solo cubría los
gastos del material académico. De este modo, de los dos mil euros del coste
oficial, la Empresa solo debía abonar doscientos. Una verdadera ganga. Por una
vez tuve que agradecer a mis compañeros de Marketing su colaboración, pues
fueron ellos los que me pusieron sobre aviso de esta circunstancia al enterarse
de mi propósito.
Al
poco recibía el material de estudio, consistente en dos gruesos volúmenes
(véase la imagen que encabeza esta entrada): el primero sobre los fundamentos
de la fitoterapia (aspectos básicamente botánicos y químicos) y el segundo
sobre la aplicación clínica de las plantas medicinales y de sus extractos.
Una
vez en posesión de este material, inicié su estudio a marchas forzadas (uno,
que es meticuloso, impaciente y ansioso por cumplimentar lo que sea lo más
rápidamente posible). Todas las tardes, salvo los fines de semana, dedicaba
unas dos horas al estudio. Cada Volumen estaba constituido por varios Módulos, cada
Módulo por varios Temas y cada uno de estos por varios Capítulos. Al término de
cada Tema había un ejercicio de autoevaluación, cuyas respuestas se hallaban al
final del Volumen. Mi plan de estudio consistió en no pasar al siguiente Tema
sin haber superado el ejercicio de autoevaluación con, por lo menos, un
notable. En una libreta llevaba la cuenta de las puntuaciones obtenidas. Al
completar el primer Volumen, volví a repetir todo el proceso, con la
particularidad que, en esa segunda ronda, las notas debían ser iguales o
superiores a las obtenidas en la primera, de lo contrario tenía que repetir
todo el Tema. Superada con éxito esa segunda vuelta, procedí al estudio del
segundo Volumen con idéntica metodología. Al cabo de once meses y medio ya
había concluido las dos rondas de cada Volumen y me disponía a hacer un último
repaso general contrarreloj, antes de que se anunciara la fecha para el examen presencial,
cosa que debía estar al caer. Estaba nervioso y preocupado, pues sentía que,
aun estando medianamente bien preparado para superar el examen, me habría
faltado uno o dos meses más para acabar de pulir y dominar todo el temario. No
solo quería superar el examen sino hacerlo con nota.
Como
pasaban los días y no recibía ninguna notificación de la Secretaría del Máster,
me puse en contacto con ella por correo electrónico. Al cabo de una semana
aproximadamente recibí su respuesta, indicándome que, al igual que la gran mayoría
de Másteres, este tenía una duración de dos años. ¡Dos años! Y yo esforzándome
y estrujándome los sesos para completarlo en doce meses (maldita ignorancia).
Tras
la sorpresa inicial, acompañada de un cierto malestar por el gran esfuerzo realizado
en vano, vino la consiguiente relajación. Bueno, pensé, tengo un año más para
volver a estudiarlo todo con calma y con la ventaja de tener una base muy
sólida. Ahora solo debía ir repasando cada uno de los Módulos, Temas y
Capítulos con muchísima más tranquilidad. Esos dos meses que habría necesitado
para acabar de reafirmar mis conocimientos, se convertían en doce. Eso estaba
chupado. Otra cosa era contarle a mi jefe este percance, que significaría no
haber visto cumplido el objetivo. Ya lo haría el próximo año.
Pero
nunca hay que lanzar las campanas al vuelo, dar algo por sentado, menospreciar
al enemigo, ni vender la piel del oso antes de cazarlo, porque el hombre
propone y las circunstancias disponen.
En
primer lugar, me tomé un merecido descanso de dos meses, sin contar agosto. En
noviembre reinicié el estudio, convencido que sería como miel sobre hojuelas.
¡Cuán equivocado estaba! El caso es que no lograba recordar lo que tan bien
había aprendido, no avanzaba con la misma rapidez, las notas que obtenía en
cada evaluación eran muy inferiores a las de la vez anterior. ¿A qué se debía
ese estrepitoso fracaso? Os lo diré: a la mente.
Cuando
antes mencioné las circunstancias, que tanto pueden resultar propicias como
adversas, a mí me saltaron a la yugular, a mi motivación, a mis ganas de seguir
con ello. ¿Y qué circunstancias fueron estas que actuaron de forma tan
perniciosa? Pues que la Empresa, cuyo director general se había mostrado reacio
a aceptar mi objetivo autoimpuesto, fue adquirida, sorpresivamente, por una
Mutinacional italiana, con lo que, de la noche a la mañana, muchos puestos de
trabajo quedaban pendientes de un hilo, un hilo muy fino que pendía, a su vez,
de muy arriba, o debería decir de Milán, el centro de toma de decisiones, y que
resolvería nuestro futuro inmediato. Aunque mi puesto quedó, en relativamente
poco tiempo, asegurado, mi estado de ánimo, al igual que el del resto de empleados
(muchos acabarían en la calle tras el cierre de la fábrica), andaba por los
suelos. Asambleas, huelgas, piquetes, se convirtieron en una parte del paisaje laboral
cotidiano. El equipo directivo, entre el que me encontraba, pasamos a ser el
enemigo del pueblo. En más de una ocasión, nuestros vehículos tuvieron que ser
protegidos por los Mossos de Esquadra de la furia de aquellos que habían sido
hasta entonces compañeros, a la salida y entrada del recinto. ¿Y qué culpa
tenía yo por haber sido ratificado en mi cargo, mientras otros se verían en la
calle? No me extenderé en consideraciones en torno al ambiente y a la actitud
agresiva del personal en tales circunstancias que, por desgracia, me ha tocado
vivir en bastantes ocasiones; enfrentamientos entre los compañeros que se van y
los que se quedan y entre los empleados de rango inferior y los mandos
intermedios y superiores, viendo cómo amigos de años se convierten en enemigos
por haberles tocado en suerte o en desgracia un determinado bando.
Pero volviendo
a mi querido y torturado Máster, este pasó a ocupar un segundo plano en mis
inquietudes profesionales. Aun así, me propuse no tirar la toalla; nunca he
abandonado algo que he empezado, siempre he procurado cumplir con mi palabra y
mis objetivos, y esta no era una excepción. Aunque muy poco, la Empresa había
invertido un dinero conmigo y yo me había comprometido a aprovechar esa
oportunidad, aunque fuera con un año de retraso con respecto a lo inicialmente
previsto. Pero aquella Empresa ya no existía y a la nueva le importaba un
carajo mi Máster y mis conocimientos de fitoterapia. Pero a mi no. No he
sufrido nunca de “titulitis”, pero ya que había dedicado tanto tiempo y
esfuerzo a ese cometido, tenía que seguir adelante como fuera y finiquitarlo.
Pero mi cerebro no estaba de mi parte. Se había obrado un milagro, pero en
sentido contrario al esperado. Mi genio de la lámpara, en lugar de otorgarme un
favor, me perjudicaba de tal modo que era incapaz de recordar lo aprendido y me
mutilaba también la memoria a corto plazo, incapacitándome para asimilar de
nuevo lo que debía haber quedado sedimentado en mi memoria.
De
este modo, me vi incapaz de sacar adelante con éxito mi objetivo, no me sentía
mínimamente preparado para superar el examen que se acercaba inexorablemente
mientras yo seguía en una especie de parálisis cerebral. Llegué a pensar si era
la edad lo que me dificultaba a seguir adelante, pero solo había transcurrido un
año desde que inicié aquel plan de estudios que resultó tan exitoso. De pronto,
viendo mi impotencia, decidí mandar al carajo el Máster de los cojones (me
perdonaréis la expresión, pero es tal como lo sentí en aquel momento) y
dedicarme a sobrevivir en el nuevo ambiente creado y embrutecido por la
adquisición Empresarial que se saldó con más de cien despidos de una plantilla
de ciento cincuenta, sin contar la red de ventas, que se vio también seriamente
afectada.
Si os
cuento esta historia, personal pero quizá no intransferible, pues quizá muchos
habréis vivido situaciones semejantes, no es solo para hacer constar lo
ocurrido con lo que he calificado como Master
interruptus, sino para evidenciar cómo el estado de ánimo y la falta de
entusiasmo puede hacer fracasar el más honorable, apasionante, valioso y
apreciado propósito.
Y es
que el hombre propone, las circunstancias disponen… y las emociones
descomponen. Y yo me quedé sin mi Máster.
Dedicado a mi amiga
bloguera Paloma Celada, alias Kirke buscapina, que nos deleitó con sus
vicisitudes durante la elaboración de su tesis doctoral en “Doctoranda al borde
de un ataque de nervios” en su blog Leer, el remedio del alma (http://buscapina7.blogspot.com/)
No he hecho nunca un máster, ni llegué a aspirar a doctorarme en la carrera que me licencié, luego no puedo aportar mi experiencia a tu entrada sobre un máster, ni a la de Paloma Celada sobre una tesis doctoral.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aunque no se haga un Máster ni un doctorado, es ejemplarizante, creo yo, comprobar cómo se sacan mejores notas en cualquier materia cuando hay una mejor disposición mental. Hacer algo sin ganas conduce, con toda seguridad, al fracaso, mientras que si se hace con ilusión, tenemos muchas probabilidades de triunfar. Dicho de otro modo. las circunstancias que nos rodean juegan, muchas veces, un papel primordial. Ya lo dijo Ortega y Gasset: "Yo soy yo y mis circunstancias".
EliminarUn abrazo.
Estudiar y sacar adelante una carrera o incluso un máster es, de por sí, una yincana económica, emocional e intelectual que no siempre es fácil de enfrentar. Te diría que el que lucha hasta el final vence, pero es cierto que a veces las circunstancias no nos permiten la victoria. En cualquier caso, y aunque parte de ese conocimiento se haya perdido, bien es cierto que la experiencia que te dio el máster inacabado forman también, a su manera, parte de tu currículum.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cuando algo o alguien te pone palos en las ruedas, resulta muy difícil, por no decir imposible, avanzar. Si cuando te mueve la ilusión por hacer algo ya resulta difícil conseguir llegar a buen puerto si no dispones de los medios necesarios (tiempo y/o de dinero), cuando el ambiente que te rodea no te pone las cosas fáciles, por mucho tiempo y dinero que inviertas en conseguir tu objetivo, si falta entusiasmo, las fuerzas pueden flaquear hasta el punto de hacerlo peligrar.
EliminarEfectivamente, viendo el vaso medio lleno, puedo decir aquello de "que me quiten lo bailao", jeje. Los conocimientos están ahí, aunque no cuelgue de la pared de mi despacho un título enmarcado.
Un abrazo.
Ja,ja,ja, "decidí mandar al carajo el Máster de los cojones", muy grande Josep. Y desde luego pienso exactamente como tú; todo en la vida pasa por el estado de ánimo, la seguridad y el entusiasmo que en determinadas circunstancias son las que llevan a sacar adelante los proyectos personales o profesionales. Pues nada, yo te propongo soluciones aunque ya te hagan faltan Másters en lo personal, pero si alguien de tus familia o conocidos necesita alguno, que se pase por la Comunidad de Madrid que los dan a muy bien precio si tienes carnet de militante de algún partido político :-).
ResponderEliminarUn abrazo y feliz comienzo de semana.
Dicen que la energía positiva atrae energía positiva. Como le decía a Sofía, cuando uno emprende una tarea con ilusión, tiene muchas más probabilidades de triunfar, porque la actitud positiva vence las dificultades que pueden aparecer por el camino. Pero si hay algo que altera, entorpece o destruye ese positivismo, de tal forma que pierdes todo interés por seguir adelante, entonces estás condenado al fracaso.
EliminarSi lo llego a saber, me habría apuntado a un Máster en la Universidad Rey Juan Carlos, pero, claro, yo no tengo influencias políticas, jajaja.
Un abrazo, Miguel.
Menuda historia y lo bien que la has contado. Yo tampoco tengo titulitis, pero me pasa igual que a ti: me fastidia mucho dejar a medias algo que he empezado. Me causa una inquietud grande. Cuando saqué las opos de enseñanza, el primer curso no nos dieron trabajo hasta marzo (creo que fue el primer y único curso que sucedió eso; lo normal era sacar las oposiciones en julio y empezar a trabajar con el curso, en septiembre). Como no quería perder el tiempo, empecé a estudiar por la UNED lo que era entonces Geografía e Historia. Hice en tres años como media carrera, pero llegó un momento en que trabajaba y tenía un niño pequeño y la cosa se me puso cuesta arriba. Un año, por junio, dejé una asignatura con idea de sacarla en septiembre y nunca más volví a estudiar. Estuve varios años con un terrible malestar que se fue pasando.
ResponderEliminarCreo, de todas formas que esa necesidad de terminar lo empezado, a veces, es una limitación más que una virtud. Hiciste genial en dejar el "Máster de los cojones" y yo hice bien en dejar la carrera. Lo que no hice tan bien fue arrepentirme y estar a disgusto por ello. ¿Tuviste tú también esa sensación de malestar durante meses? Son muchas las circunstancias que te pueden hacer interrumpir un propósito, pero hay que hacerles caso.
Un beso.
Desde luego que me sentí mal por no haber podido concluir algo a lo que había dedicado tiempo y esfuerzo, pero luego consideré que lo importante no era el título en sí sino los conocimientos adquiridos, aunque ya no le importara a nadie más que a mí. Años después de haberme licenciado en Biología, inicié la carrera de Farmacia, ya casado y con una niña recién nacida. Fue un suplicio compaginar mi trabajo con los estudios que, como todos los de ciencias, tienes sus practicas obligatorias. En eso si que no quise tirar la toalla, Tenía que terminar como fuera. Se me hizo eterno. Lo que en condiciones normales habría podido hacer en tres o cuatro años (el primer curso me lo convalidaron entero y algunas asignaturas), duró seis, pues me iba matriculando de 2 o 3 asignaturas por curso. Una vez licenciado, durante muchos años soñé que me quedaba algún examen pendiente de aprobar. Qué pesadilla, jajaja.
EliminarUn beso.
La verdad es que cuando te propones algo, en este caso tú máster, y quieres sacarlo adelante nunca nos imaginamos o no queremos pensar que van a surgir imprevistos que nos impiden llegar a nuestros objetivos, y es que querido amigo por desgracia así es la vida, y los imprevistos que van surgiendo en la vida es algo que por desgracia no podemos controlar de modo que si que surgió y decidiste mandarlo al carajo, jeje, lo que me ha gustado esa expresión, tú tienes conocimientos y experiencias de vida y eso es lo importante , de modo que mas da tener un titulo mas o menos, si te abre puertas pero no mucho más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Evidentemente, cuando uno planea algo que le atrae, no piensa que pueden salir dificultades que le impidan llevarlo a buen puerto. Y si lo piensa, cree que podrá superarlas de un modo u otro. Pero cuando esas dificultades te afectan profundamente hasta el punto de perjudicar tu rendimiento, es el momento de abandonar. De haber continuado, no sé qué habría ocurrido: o no habría superado el examen (y eso me habría frustrado más) o habría terminado mal de los nervios.
EliminarUn abrazo.
Haber estudiado ese máster, ya has adquirido conocimientos de la materia. Si no has podido terminar u obtener el título pues que se le va a hacer. A veces las circunstancias son adversar es imposible lograr el objetivo. Así que hiciste bien enviar el máster al carajo. Un abrazo.
ResponderEliminarEn efecto, Mamen. Pasado un tiempo me lo planteé de ese modo. Fue algo parecido a asistir a clases por libre, sin haberte matriculado. Adquieres conocimientos aunque no los puedas ratificar con un título. Aquí podríamos aplicar aquello de que "lo importante no es ganar (aprobar) sino participar (aprender)".
EliminarUn abrazo.
Vaya Josep Mª da pie tu historia a contar nuestras experiencias, de hecho me has recordado a una en cuestión. Yo estaba trabajando, era mi primer trabajo, pero la decepción con la despedida de una compañera y el empoderamiento capitalista de mis jefes cooperativistas hicieron que me fuese del trabajo después de cuatro años. Anteriormente había sido becada en un proyecto botánico, de hecho soy bióloga con esta especialidad, y ese proyecto culminó con una publicación por la Universidad de Granada y otras entidades que colaboraron. Mi despedida sirvió para iniciar un nuevo camino, un sueño que perseguía desde que era estudiante: ser investigadora en la selva tropical. Bien, el ser autora de un libro de plantas me abrió la puerta para ser becada por la Agencia de Cooperación española del Ministerio de Asuntos Exteriores. Ni te imaginas la ilusión, era algo que nunca podría llegar a imaginar siendo estudiante, yo en Costa Rica, ¡en una Universidad de allí iba a desarrollar un proyecto de investigación durante un año! Guau!!! Bueno la maleta llena de gozo, de sueños, de esperanza, ya me veía allí viviendo en mi futuro, casi vendo mi coche (por dicha no lo hice). Cuando llegué me encontré la primera gran decepción. La Universidad que me acogía no era tal como me la imaginaba, el director del proyecto, un cubano, se marchaba, el biólogo que quedaba no quería saber nada de una becaria, que además ni le habían hablado de mí. No supe que hacer, si comunicaba esto podría perder mi beca. El sueño calló como piezas de dominó, día tras día. Tuve que armarme de valor y echarme el curriculum al hombro y empezar a descubrir otras universidades, más serias que aquello que aquella a la que me habían mandado, también conocí los centros de investigación que existían en el país. La propuesta ahora era que quisieran acoger a una becaria huérfana. Ni que decir que la Universidad de Granada, en este caso quién había firmado el proyecto con la susodicha Universidad tica, no mostró el menor interés en saber de mí. Así que, fui tocando puertas y aprendiendo por mi cuenta; me dirigí un proyecto, sí como lo oyes, que casi acaba con mi sueño y la salud, menos mal que las playas de este país centroamericano son maravillosas, por no decir los monos de la selva, cuantas horas sola bajo los doseles arbóreos... Eso sí llegué a conocer bastante bien el país que de otra forma no lo hubiera podido conseguir y conocí gente estupenda; es lo que te llevas de estas experiencias aventureras. Conseguí que dos de las universidades más importantes con centros de investigación firmaran un convenio de colaboración con la Universidad de Granada, para que otro estudiante no volviera a pasar por la decepción que sufrí yo. Cuando volví tuve que empezar de nuevo con mi vida profesional. No he vuelto a tener contacto con la Universidad. Considero que fue mi máster fin de carrera pero no puedo demostrarlo, como podría hacerlo. Un abrazo compañero.
ResponderEliminarVeo que no andaba errado cuando dije en mi entrada que si bien mi experiencia era algo muy personal no sería intransferible, pues otros podíais haber experimentado algo parecido. Desde luego tu experiencia no tiene desperdicio y supera con creces la mía, jeje. En ambos casos, sin embargo, compartimos el desdén de aquellos que tenían que habernos echado una mano y unas circunstancias adversas que no ayudaron en nada a ver cumplidas nuestras expectativas. Aun así, viviste una aventura y conociste un país muy bello y a gente estupenda. Todo eso que te llevaste de regreso en tu maleta.
EliminarLo de ser enviado a cumplir una misión y encontrarte con que nadie te está esperando con los brazos abiertos y que incluso no saben a qué has ido, me recuerda otra de mis experiencias laborales, pero más vales dejarlo aquí porque, de lo contrario, no acabaríamos nunca, jajaja.
Un abrazo, compañera.
Lo importante es lo que realemente necesitas, ya sea emocionalmente. Si estabas preocupado por el trabajo es normal que no tuvieras la cabeza para otras cosas. Habías pasado estrés, así que es comprensible. Yo tampoco soy de dejar las cosas inacabadas, pero a veces no deberíamos dejar que nos afecte tanto. Muchas veces es la situación la que manda.
ResponderEliminarUn besote Josep!! muaaaa
Cuando quieres hacer algo muy bien tienes que poner todo tu empeño y concentración en ello. No puedes tener a tu alrededor algo turbio que te está incordiando constantemente y te impide esa concentración tan necesaria. Antes de ver cómo fracasaba en el intento, preferí retirarme a tiempo (hasta rima, fíjate tú, jajaja). Tampoco era algo de vida o muerte, pero el amor propio se resintió durante un tiempo.
EliminarYa lo creo que muchas veces la situación que nos rodea es la que toma las riendas de nuestra vida.
Otro besote.
Hola Josep Maria,
ResponderEliminarNo tengo ningún máster, pero si soy proclive a realizar cursos de larga duración (anualmente) sí, soy así, cuando veo que no llego, pido más, jeje Desde que empecé a trabajar nunca he dejado de estudiar y hay meses horribles. Así que te entiendo, a veces las circunstancias personales interfieren muy negativamente, sobre todo si en el trabajo hay problemas, eso todavía empeora más la situación. Si te sirve de algo mi palabra, te diré que no pasa nada, que muchas de las cargas que asumimos literalmente sobran.
Un beso, y para sentirte mejor del todo: regala los libros, ;)
Ponerse retos con el fin de ir acumulando conocimientos e incluso para hacer méritos profesionales está muy bien. Lo que no está tan bien es machacarse para intentar sacar adelante algo que no tiene futuro, ni para uno ni para la empresa para la que se supone que lo haces. El saber no ocupa lugar, es cierto, pero sí ocupa mucho tiempo y esfuerzo. Yo me quedo con lo que aprendí (que me quiten lo bailao), aunque ahora, retirado de la vida laboral, ya de poco me sirve, jeje.
EliminarY si a ti te sirve de algo mi opinión, te diré que cuando por fin te sacas de encima todas esas cargas que has ido acumulando, sientes un alivio tremendo.
Los dos "tochos" están en el trastero, de donde los rescaté para hacerles la foto. Pobrecitos, me da pena tirarlos, e incluso regalarlos. Son muy majos y no tienen la culpa de nada, :)
Un beso, Irene.
Es que no hay cosa peor que interrumpir un trabajo, cualquiera que sea para que uno se relaje y después se vuelva a iniciar pero el interés ya no es el mismo, y eso parece ser es lo que te ocurrió a ti, aunque convencida estoy, que lo que te propones lo sacas si o si, jajaja, menos en este Master porque las circunstancia al final fueron adversas. Pero a pesar de todo, de lo que estudiaste, seguro que te quedó mucho, con lo cual ya te pediré algún consejo, :)))).
ResponderEliminarMe ha encantado leer esta historia de tu Master interruptor.
Un abrazo Josep.
¡Si hasta me costaba mucho dejar un libro a medias! jajaja. Siempre he sido de los que terminan todo lo que empiezan. Esa fue la primera vez que me salté mi propia norma y aunque al principio me dolió, por todo el tiempo y esfuerzo invertido, las circunstancias no me dejaron otra opción que cortarme la coleta antes de hora, jeje.
EliminarDel mismo modo que se dice "tú calumnia, que algo queda", siempre quedan conocimientos tras haber estudiado algo, a pesar de no haberte examinado o, incluso, de no haber superado el examen.
Y me puedes pedir cualquier consejo, que te lo daré siempre que tenga la respuesta, jeje.
Un abrazo, Elda.
Ay, Josep María, muchas gracias por esa dedicatoria.
ResponderEliminarEse máster interruptus me ha parecido genial. Lo has contado de una manera muy ilustrativa y con mucha moraleja. Si te sirve de consuelo yo creo que los máster están sobrevalorados aunque desde hace unos meses, y por culpa de cierta señora, aún se valoran menos pues queda la sensación de que se regalan.
A veces, las expectativas creadas no se corresponden con lo que hacemos al final y a la hora de publicitar determinadas cosas hay algo de impostura.
Estoy de acuerdo contigo que la falta de interés y el desencanto no son buenos compañeros para hacer nada, pero para estudiar menos aún.
Yo sí terminé mi máster, asistí a TODAS las clases (salvo una porque falleció mi madre) e hice el trabajo correspondiente. En mi caso solo se trataba de un curso, aunque había muchas clases prácticas y a mí me gustó bastante. Pero como no soy presidenta de ninguna comunidad autónoma me lo tuve que currar a base de bien y anduve bastante agobiada. Al final me dieron el título y ahí lo tengo, guardado en un cajón. Eso sí, tengo una línea más en mi curriculum.
Gracias por compartir tus experiencias y contarnos algo más de ti. Espero que te haya servido de desahogo.
Un beso muy grande.
Siento mucho, Paloma, no haberte contestado en su momento, pero recuerdo que cuando leí tu comentario me propuse contestarte (siempre respondo a los que me dejan su opinión) tan pronto como me fuera posible y, no sé cómo, se me fue el santo al cielo, y seguiría allí si no es porque Gmail me ha avisado que tenía un nuevo comentario de Lumy Quint. Vaya despiste el mío. Debió ser que estaba a punto de tomarme las vacaciones, jeje.
EliminarBueno, pues me alegro que tú sí pudieras completar tu Máster y, además, conseguir el título por los cauces legales y normales, currando, como debe ser.
Un beso.
Me veo reflejada en lo que cuentas. Sobre todo lo del descanso y del bajón que sufres al volver a retomar el ritmo de estudios y de asimilación de contenidos. Es un total error parar. Yo cursé todas las asignaturas que eran presenciales en el curso 2015-2016 y dejé la tesis. Aprobé todas las materias, pero al curso siguiente decidí tomarme un descanso y trabajar.
ResponderEliminar¡Error! El curso pasado matriculé el proyecto fin de Máster y no pude adelantar nada porque trabajaba, no me podía concentrar y me enfermé varias veces.
Este año voy por la definitiva. La aprobaré como sea. Está clarisimo que si no te sientes muy motivado y el ánimo no te acompaña es imposible estudiar y aprender.
Mi Máster está aún interruptus como el tuyo, pero estoy decidida y a la tercera va la vencida :D XD
Saludos
Hola, Lumy, y bienvenida a este rincón.
EliminarCiertamente cuando uno se toma un respiro, hace un paréntesis o pospone algo, luego resulta difícl reemprender lo aparcado temporalmente, sobre todo si los ánimos no acompañan. Por si fuera poco, la cosa se complica si, además, uno tiene que compaginar estudios y trabajo.
Espero que esta vez logres tu objetivo y tu Máster deje de estar interruptus, jeje.
Saludos.