¿Por
qué unos nacen con una autoestima que está por las nubes y otros vinimos a este
mundo con más inseguridades que pepitas tiene una chirimoya? Misterios de la
naturaleza humana.
Será
por envidia o incredulidad, pero me asombran esas personas que van por la vida
creyéndose mejor de lo que son, por no hablar de los que se consideran los
reyes del mambo. Y no lo digo con ánimos de ofender, sino con la convicción de
que a veces el mundo es de los que se lo ponen por montera, pasando de la
opinión ajena y practicando el autobombo. Y diré más: no me parece mal del todo
siempre que no perjudiquen a los que sí valen. Lo que no me parece bien es que,
mientras unos se creen mejor que el resto, otros se crean inferiores, y en
ambos casos falsamente aunque los que salen peor parados son, con toda probabilidad,
los que pertenecen al segundo grupo.
Para
desgracia mía, y quizá la de los que me han rodeado en determinados momentos de
mi vida, siempre he llevado a cuestas el peso de la inseguridad. Y por eso me
asombra que, a pesar de ello, haya tenido la vida personal y profesional de la
que he gozado. ¿Qué habría sido de mí si, por el contrario, hubiera nadado en
la autoconfianza? Habría sido el no va más. ¿O no?
Y como
siempre me gusta ejemplarizar lo que afirmo, ahí va, como muestra, tres botones que
ilustran mi baja autoestima.
» Cuando tenía unos diecinueve años, pasando
las vacaciones de verano en una famosa población de la Costa Brava, centro de
diversión o de perversión, según para quien, un vecino de mi edad con el que
entablé una cierta amistad, me propuso salir una noche y tomar unas cervezas en
un local muy de moda en aquella época. Era un local musical que solían
frecuentar nuestros visitantes extranjeros, sobre todo ingleses y holandeses,
aunque nuestro objetivo eran los representantes del género femenino. El caso es
que, antes de salir, me preguntó qué tal andaba de inglés. Yo le dije que
regular ─lo cual para mí era absolutamente cierto─, a lo que, en tono
tranquilizador, me dijo: “no hay problema, yo me defiendo bastante bien”. Y la
verdad es que ello me tranquilizó. No ligamos, pues todo eran parejas o grupos
cerrados de chicos y chicas, pero conocimos a un matrimonio joven que nos
invitó a compartir mesa con ellos. Cuando oí hablar en inglés a mi vecino, casi
me da un patatús. Al final acabé siendo yo el intérprete. Mi compañero de
fatigas lingüísticas me echó una mirada reprobatoria como si creyera que le
había mentido. “¿Pero no dijiste que no sabías mucho inglés?”, me preguntó,
contrariado. “Es que no sé mucho inglés”, le contesté.
» Cuando ya contaba con veinticuatro años,
trabajando en el Instituto de Investigaciones Pesqueras de Barcelona,
actualmente Instituto de Ciencias del Mar, tuvimos que llevar a cabo un estudio
de la contaminación bacteriológica del litoral catalán. Para ello, salíamos al
mar con frecuencia para tomar muestras a bordo de una zodiac. El dilema fue
quién conduciría esa embarcación fueraborda. Al bautizo marítimo nos acompañó,
como instructor, un compañero del Centro muy experimentado en estas lides. El resto
del equipo lo formábamos cuatro personas, incluyendo la directora del
departamento que, como mujer osada que era, se presentó de inmediato como voluntaria,
sin dar opción a ningún otro de los presentes. La experiencia fue un fiasco
total. “La jefa” no sabía manejar el timón. Si quería dirigir la zodiac hacía
la derecha, actuaba como si estuviera al volante de un automóvil, orientando el
timón hacia la derecha y la embarcación, lógicamente, viraba en sentido
contrario. No hubo forma de que se familiarizara. A pesar de su tenacidad,
acabó resignándose y cediendo su turno al siguiente novato. Yo me mantenía en
una especie de anonimato. Aunque sabía cómo debía hacerse, temía no pilotar la
nave con la necesaria habilidad. Cuatro pares de ojos me juzgarían. Por extraño
que parezca, ninguno de los otros dos colegas (un chico y una chica) se
desenvolvió lo suficientemente bien como para confiarle el timón, pues no todo consistía
en dar gas hacia adelante, hacia atrás y virar, sino saber cómo tomar las olas
para que la embarcación no volcase, tal como nos había indicado nuestro
instructor. Para mí era pura intuición, pero permanecía callado como un muerto.
Hasta que no quedó otro voluntario y me tocó el turno. Recuerdo que mi jefa me
nombró como si yo fuera el último e inevitable recurso, interpretando,
seguramente, que mi falta de voluntariedad era sinónimo de inutilidad. A los
cinco minutos quedé nombrado “capitán de la nave”, por mi pericia.
» Por último, ya a mediados de los noventa,
durante un curso para directivos en el que se complementaba las sesiones
académicas con actividades sociales de obligado desempeño, me vi en la tesitura
de participar en una competición de tenis de mesa por parejas. La pareja
ganadora tendría el honor de competir con los campeones mundiales de esa
especialidad, dos suecos que nos maravillaron con sus increíbles piruetas más
propias de un espectáculo circense. Yo solo había practicado ese juego en muy
contadas ocasiones y siempre en familia, en plan nivel básico. Si bien nadie de
los contendientes era un experto jugador, por los comentarios deduje que se
desenvolvían con mucha soltura y que practicaban con frecuencia. Presentía que
mi pareja de juego acabaría odiándome y yo haciendo el ridículo. Tras sudar la
camiseta un mogollón, llegamos, mi compañero y yo, a los octavos de final. Un
resultado más que honroso. Mi pareja de juego, alertada previamente por mí de
mi incompetencia, no solo no me odió, sino que me felicitó. Todavía no sé cómo
pude hacerlo. Será que los milagros existen.
Estos
son solo tres ejemplos que tuvieron un final satisfactorio para mí. Hay algunos
más que ejemplarizan mi naturaleza autodidacta, y otros seguramente con
finales muy distintos. Si he mentado estos no es para sacar pecho (lo cual iría en contra de mis principios) sino porque me han quedado grabados a
fuego y por su significación con respecto al tema de esta reflexión.
En el
otro extremo, el ocupado por quienes no saben o no quieren reconocer sus
limitaciones y no temen hacer el ridículo porque simplemente no tienen desarrollado
ese sentido, están los que, por ejemplo, se presentan a un concurso de talentos
como Got Talent o Factor X, o a un
casting para un programa-concurso musical como Operación Triunfo, algo que he
tenido ocasión de observar recientemente y que ha disparado mi deseo por
escribir esta entrada.
Una
cosa es no estar a la altura del nivel de exigencia de un jurado para que el
candidato sea admitido en un concurso tras presentarse a un casting, al igual
que cuando un estudiante obtiene una calificación de seis cuando se exige un
mínimo de un ocho para poder entrar en una determinada Facultad. En ambos casos
el aspirante ha demostrado una calidad aceptable pero insuficiente para el
objetivo que persigue. Pero otra cosa muy distinta es hacerlo estrepitosamente
mal, sin siquiera alcanzar un uno en la escala del cero al diez. ¿Cómo puede
alguien creer que canta bien y se presenta a un casting cuando en realidad
canta como una almeja? ¿Acaso tiene problemas auditivos? ¿No se escucha, no se
da cuenta de cuánto desafina? ¿Nadie ha sido capaz de decirle la verdad, de devolverle
a la realidad?
Ante
hechos como los que he relatado, es fácil constatar cuán subjetiva, y traidora,
es la autoestima. Un exceso puede conducir a quien la disfruta ─o la padece,
según se mire─, al fracaso cuando por fin se da de bruces con la cruel
realidad, cuando alguien se atreve a decirle a la cara lo inútil, o no apto,
que es para tal o cual cometido. Otra cosa es la exageración de las propias
cualidades con objeto de llamar la atención y conseguir una oportunidad o un
empleo. Hay quien cuando en su curriculum
vitae pone “inglés: nivel medio” significa que sabe decir poco más de una o
dos frases con sentido, y “conocimientos de informática a nivel de usuario” que
sabe encender el ordenador y abrir y guardar un documento de Word. Aun así, la
exageración también puede llevar al fracaso, pues cuando se descubra la verdad,
que ha falseado su CV, se corre el riego de que a uno le den una patada en el
trasero, a menos que sea político, claro. Siempre he creído que en el término
medio está la sensatez. No hay que pasarse tres pueblos ni quedarse demasiado
corto.
Acabo
esta entrada sin poder afirmar si los que lucen y practican una autoestima
exagerada, que es lo mismo que un ego exacerbado, acaban triunfando en la vida
o se estrellan estrepitosamente. Del mismo modo que nunca sabré cómo me habría
ido si hubiera tenido más confianza en mí mismo. Puede parecer ridículo ─ya que
inútil sí que lo es─ pensar en ello a estas alturas de mi vida, pero es que me sigo quedando perplejo cuando veo hacer lo que para mí es un ridículo espantoso
a alguien que está convencido que es un artista de tomo y lomo. Lo dicho:
misterios de la naturaleza humana.
Ay como me identifico par die. La timidez ha hecho escala en mí, y lo sigue haciendo, mellando una inseguridad que chirría en mis dientes por la noche jeje. El perfeccionismo tiene la culpa. He leído con detalle esos tres momentos compañero, al menos tuviste la oportunidad de ser capitán, de hablar inglés y de llegar a octavos. Eso es un logro ya en si mismo. Pero, ¿y los que ni se lo han propuesto a dar el paso, aunque sea obligado? Yo considero que hay gente con más decisión que otra, más echada para adelante que otros. Evidentemente tiene que ver mucho la educación, la experiencia de pequeños marca bastante. En mi caso, mi trabajo en el aula me ha ayudado bastante y después el teatro. Por supuesto, con la edad te vas dando cuenta; aún así ahora que estoy esperando resultados de entrevistas laborales sin todavía saber si estoy elegida ya estoy preparándome las clases. Puede que sea lo que tu dices, el ridículo cada uno lo lleva de forma diferente, yo necesito seguridad en mi misma para enfrentarme a los momentos de la vida sino me desequilibro. Míralo por el lado de la cara, los hay con mucha y no tienen vergüenza, y los hay con poca y mucha respectivamente. En fin, compañero que con tus reflexiones nos lías y nos enrollamos, jaja. Lo mejor échale cara y haz una obra de teatro, ahí te sale la persona que escondes dentro, no sabes que sorpresas te llevas jaja. Un abrazote feliz finde!!!
ResponderEliminarLa timidez ha sido mi peor enemigo, especialmente durante la infancia y la adolescencia, cuando se cebó con saña en mi pobre espíritu, jeje. Y tienes toda la razón, pues el perfeccionismo es la fuente de muchos males y sufrimientos.
EliminarAdmiro de veras a la gente decidida, pero la que, a sabiendas de sus limitaciones y dificultades, se atreve con lo que sea, pues es signo de valentía, aunque a veces puede también denotar imprudencia o insensatez.
Con la edad todo se relativiza, pero aún así, quien ha sido sufridor seguirá siéndolo. Si no fuera por los cursos que he seguido a lo largo de mi vida laboral sobre cómo hablar en público, hacer presentaciones, trabajar en equipo, manejar conflictos, dirigir equipos, etc., etc., etc., lo habría pasado mucho peor. Los ejemplos que he puesto son los más relevantes que he recordado, no para demostrar mi valía, sino lo que puede llegar a hacer la introversión y al apocamiento. Si no llega a ser porque me vi forzado a actuar, habría quedado como un incompetente. Seguramente, hubo muchas otras ocasiones en las que por culpa de mi carácter no llegué a despuntar y demostrar lo que era capaz de hacer. Si uno no confía en sí mismo, ¿cómo lo van a hacer los demás?
Lo del teatro lo pensé muchas veces pero con solo imaginarme en el escenario ya me entraba el canguelo, jeje.
Un abrazo y palante, jajaja.
Es un tema muy muy interesante sin duda, la autoestima. me han gustado mucho tus ejemplos, y he de felicitarte por haber sido capaz de superar tus miedos e inseguridades un ejemplo sin duda.
ResponderEliminarMientras te leía solo me ha venido una pregunta a la cabeza ¿Y si esas inseguridades surgen porque de pequeños nos atacan con frases hirientes y desgarradoras como por ejemplo: "Tú no vas a ser nada en la vida" o "nunca vas a tener amigos"? ese tipo de frases puede hacer que nuestra autoestima se quede daña desde bien jóvenes y entonces no es que tú tengas una autoestima baja, es que te la hacen sentir, y eso lo he vivido con una amiga que sus padres utilizaban ese tipo de frases y desde luego le afecto en su autoestima, de modo que no si que es peor si sentir inseguridad y baja autoestima por uno mismo o porque los demás provocan ese tipo de sentimiento y es muy duro, supongo tener que sentir autoestima baja durante toda tú vida, claro que también es cierto que mi amiga tiene un buen trabajo y lo supero, pero para ello tuvo que trabajar muy duro y aunque ella alega que esta superado, yo no lo creo, creo que cuando te atacan de esa forma, nunca del todo acabas de tener una autoestima en condiciones, no te puedes llegar nunca del todo a sentir segura, aunque consigas cosas, pero en el fondo siempre siempre te sentirás inferior.
Un abrazo.
Por supuesto que las experiencias durante la infancia, durante le desarrollo de la personalidad, son fundamentales. Cuando, al iniciar esta entrada, he señalado que hay quien nace con una autoestima que está por las nubes, es una forma de hablar, pues nadie nace siendo valiente o tímido; es el ambiente y la educación que recibimos lo que nos va formando (o deformando) y configurando nuestra personalidad. Yo fui un niño vergonzoso y retraído y todo por culpa de la inseguridad. ¿Qué me produjo esa inseguridad? Eso ya es cosa de un psicólogo. Nunca me dijeron lo que a tu amiga, pero quizá el ambiente rígido en el que crecí no fue el más propicio para que me abriera y fuera decidido. Lo peor que pueden hacer los padres con un hijo es no detectar, de existir, su extrema timidez y no intentar corregirla dándole ánimos, apoyo y esa seguridad de la que carece. Es como el ejemplo del árbol joven que se tuerce por las inclemencias del tiempo; si no se le apuntala de algún modo, crecerá cada vez más torcido y ya no habrá forma de corregirlo.
EliminarUn abrazo, Tere.
La verdad, las circunstancias personales de cada uno, o la infancia que es cuando se forma el carácter y personalidad hacen que tengamos autoestima baja, ó un Alter Ego exagerado, como me he encontrado en algún escritor en estos mundos de blogueros.
ResponderEliminarEn interesante este tema, ya que da para mucho que decir y contrastar. La psicología es un tema que considero que determina el carácter y las múltiples personalidades de cada cual.
Como lectora... he leído de muchos aspectos de la personalidad ya sea para el personaje de un relato o por curiosidad. Sus artículos me gusta leerlos, aunque no siempre comento.
Un abrazo literario.
En esta entrada me he centrado en los que pretenden despuntar en el mundo de la música/ canción sin tener un mínimo de talento y sin darse cuenta de ello. Es más, se creen grandes cantantes cuando destrozan los oídos ajenos. Pero, evidentemente, ello puede aplicarse y trasladarse a otras facetas. En el mundo del arte quizá puede darse con mayor frecuencia, pero podemos hallar un super-ego en todas partes. Nunca he soportado el yo, yo, yo... Algo en el entorno ha favorecido esa autoestima tan alta, mientras que a otros el medio que les rodea les ha afectado en sentido contrario.
EliminarUn abrazo.
Releo esta entrada de nuevo, y sí me fui por la psicología... A veces, creo que comento demasiado deprisa, perdone JOSEP Mª Panades, muchas veces leo por placer desde el móvil, en los diversos transportes públicos y comento "de memoria". Sí, se refería a la música, en ese sentido como usted, "ni en la ducha"...
EliminarEscribir, escribo poco. Prefiero leer. Mi defecto principal es la impaciencia, cosa no grata en todo aquel que pretenda escribir una novela o relato largo. Hay compañeros blogueros que escriben mucho mejor que algún escritor consagrado. Cuestión de suerte. Me gusta leerle en sus artículos, que considero muy interesantes. Un abrazo Literario.
La autoestima desmesurada o la necesidad imperiosa de que nuestro ego sea elevado a las más altas cotas ... jajaja Pues Calro Josep Mª, vivimos en la época des postureo, nos tocó vivir bajo el cruel imperio de los "like",... el otro día leí un artículo sobre las mentiras que se esconden tras un "like" y, sinceramente, me quedé sorprendido. Como siempre interesante tu entrada, Buen fin de semana!
ResponderEliminarBueno, hay quien quiere sobresalir como sea y haciendo lo que sea. Proliferan cada vez más los instagramers, los youtubers, los influencers,.... Algunos son realmente originales, pero hay verdaderas bazofias que no comprendo como pueden tener seguidores e imitadores.
EliminarCreo que ha nacido una nueva generación de ególatras que viven de ello.
Un abrazo.
Hola.
ResponderEliminarYo en esto de la autoestima soy muy rara. Por ejemplo me cuesta decir que escribo, no sé si bien o mal, pero me cuesta, de hecho en el blog no dije que me habían publicado la novela hasta meses después, y la mayoría de mis conocidos se enteraron porque me vieron en el periódico.
He asistido a algunas entregas de premios y es increíble ver lo que alardeaban algunos. Una de las veces había una persona que de verdad era una pesadez, parecía que Shakespeare había resucitado. Y en una de estas mi hermana, harta ya le dijo algo así como; claro, es normal que con tantos premios te sientas abrumado, mi hermana con más de cincuenta ya no sabe ni como sentirse.
Te aseguro que no somos infantiles, pero hay gente que es demasiado repelente.
Lo de cantar mal...yo canto fatal, pero fatal, y cuando me oigo en grabaciones quiero llorar pero lo peor es que mientras canto me oigo genial, por eso no puedo corregir mis fallos, porque no los detecto. En mi caso siempre he sabido que cantaba mal porque vivo rodeada de gente que canta bien(están en coros y grupos musicales) y me lo hacían saber con tacto.
Lo de tu autoestima es un tanto curioso, pero al menos te estamos descubriendo por aquí, y quien sabe, a lo mejor si la hubieras tenido muy elevada tu vida habría sido peor.
Un abrazo.
Jajaja. Hay muchos escritores, especialmente los noveles, que alardean de sus éxitos cuando luego descubres que no son tales. Yo conozco algunos casos, pero uno en especial me llamó la atención porque no desaprovechaba la ocasión para alardear de lo mucho que se vendía su libro de relatos. Al final la curiosidad hizo mella en mí y acabé picando y compré su dichoso libro. Al final de cada relato, se me caía la mandíbula, pero no es que me quedara con la boca abierta de la admiración sino de la incomprensión. Claro que podía ser una percepción personal e injusta, pero cuando lo comenté con otros amigos lectores que también habían caído en la trampa de sus cantos de sirena, me dijeron lo mismo. Por lo menos, hay que reconocerle el mérito de saberse vender y de paso saber vender su libro.
EliminarEn tu caso, tu timidez a la hora de proclamar que escribiste una novela se debe sin duda a la inseguridad del principiante "normal" y a la modestia. Cada vez que yo publicaba una nota en facebook o en mi blog hablando de mi libro, sentía un poco de vergüenza por temor a hacerme pesado y parecer arrogante.
En cuanto al canto, por lo menos en tu caso tienes la capacidad de auto-crítica cuando te oyes o cuando oyes a los que cantan muy bien o mejor que tú. Pero hay gente que no sabe lo que es esto y se creen que están a la altura de los mejores.
En mi caso, el temor por parecer un inepto, propició mi capacidad autodidacta. Muchas cosas las he aprendido por mi cuenta, en solitario, como quien dice a escondidas, viendo hacerlo a los demás o por pura intuición. Un ejemplo de ello podría ser cuando, con treinta y muchos años, en la empresa en la que trabajaba, me vi por primera vez delante de un ordenador.
Yo veía que los más jóvenes se desenvolvían con mucha soltura, cuando yo apenas sabía encenderlo y poco más. Como la empresa no daba ningún curso de formación y no quería parecer un cateto infomático, me pagué de mi bolsillo un curso vespertino en una empresa de informática que había en mi barrio. ¿Por qué no decir abiertamente que no tenía ni idea de word, excel, etc.? Vergüenza pura y dura.
No sé cómo habría sido mi vida de haber tenido una autoestima muy alta, pero seguro que no lo habría pasado tan mal, jeje.
Un abrazo.
Hola Josep, desde luego la autoestima infinita es cuando una persona comienza a hablar de sí misma en tercera persona, cosa por cierto, muy dada en los futbolistas o en ciertos artistas sean estos reconocidos o no. Supongo que al final es todo un poco cuestión de tener una actitud positiva en la vida, y de guardar un cierto equilibrio entre nuestras virtudes y nuestros defectos. Me lo pasado bien leyendo tus aventuras :-), un abrazo y buen fin de semana.
ResponderEliminarLos políticos también suelen hablar en tercera persona. ¿Por qué será?, jajaja.
EliminarDesde luego, tener una actitud positiva es algo que nos asegura o, cuando menos, nos facilita el éxito. Si emprendes una tarea complicada pensando en el fracaso, lo mas probable es que la hagas con tal inseguridad e imperfección, que tienes todos los números para que salga mal. Eso lo comprendí, por fortuna, de muy joven y cuando me sumergía en un trabajo intentaba aislarme y no pensar en nada más que en hacerlo bien. Mi perfeccionismo, que me ha afectado negativamente en muchos aspectos, me ha ayudado a ser meticuloso en lo que hacía y a centrarme en ello. Era luego, cuando el trabajo estaba completado y debía pasar el examen, cuando me entraba una especie de miedo escénico y la inseguridad afloraba con más fuerza. Si hubiera sido una persona segura de sí misma (sin necesidad de ser un engreído), no habría sufrido tanto.
Un abrazo.
La gente con más valía que he conocido en esta vida, era sencilla y jamás alardeaba de sus conocimientos. Poco a poco la convivencia me fue (o me va) dando a conocer el enorme bagaje de habilidades que tienen.
ResponderEliminarYo no carezco de confianza en mí misma, lo mío es más bien una timidez enfermiza que me hace callar siempre que hay que demostrar lo que uno vale o sabe. Pero no me importa ni es algo que me preocupe. Creo que soy bastante consciente de dónde acierto y dónde fallo y soy tan egoísta que no necesito que lo sepan los demás, con saberlo yo, me basta. Aunque he de admitir que el reconocimiento cuando alguna de mis virtudes se manifiesta no deja de agradarme.
Muy interesante reflexión. Igual hasta tengo un noivel medio de inglés y no me he enterado. Lo del tenis de mesa, teniendo en cuenta que carezco de visión en tres dimensiones, no se me arregla ni de milagro.
Un beso.
Muchas veces es más importante saber cuándo callar, bien por modestia bien por prudencia. Muchos son los refranes que aconsejan no hablar demasiado: a boca cerrada no entran moscas, por la boca muere el pez, y la Aristotélica frase de que el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras, jeje. Nunca he soportado a las personas que hablan por hablar y llamar la atención.
EliminarEs penoso que, mientras unos alardean de lo que no tienen (dime de qué presumes y te diré de qué careces), otros no saben aprovechar su potencial por falta de confianza o, peor aun, por timidez. Una cosa es no querer pregonar las virtudes por humildad y otra no reconocerlas o no saberlas apreciar.
Si tienes problemas con la visión tridimensional es imposible que aciertes a darle a la pelota, pero esto es un hándicap imposible de solventar, no un menosprecio a tus posibilidades. Aun así, hay quien ni siquiera reconoce sus limitaciones, por evidentes que sean, como la del tartamudo muy tartamudo que se presentó para ocupar una plaza de periodista deportivo en la radio, y cuando le preguntaron si se sentía capacitado para retransmitir el partido de fútbol de los domingos contestó: hombre, si me dejan empezar el miércoles....
Un beso.
Josep lo de la autoestima es algo que depende de como eres desde niño. Hay niños tímidos que necesitan que lo estimulen para que pierdan la vergüenza, y otros que no se si es por su manera de ser, son más atrevidos o por su educación recibida están más seguros de sí mismos. Yo siempre he sido tímida y he necesitado a alguien que me diga que valgo y que lo hago bien. Desde muy niña siempre me lo decían en la escuela que valía para estudiar y podría estudiar lo que quisiera, que lo haría bien, sin embargo no estudié de niña y sí me esforcé ya de mayor. A pesar del esfuerzo realizado siempre he hecho cosas que siempre las ha valorado otros y no yo, siempre he sido muy humilde. Tenía una tía que siempre me decía: Mª Carmen con lo que tú vales y que poco te valoras, poro no dejes nunca de ser tú, porque eres una niña muy lista, tímida y cariñosa. Por eso la autoestima es importante en cada persona y tú Josep por lo que cuentas eres una persona muy válida y aunque dices ser tímido ¡Vales mucho! Un abrazo.
ResponderEliminarLa superación es una faceta importantísima en la vida de una persona con dificultades. Del mismo modo de hay minusválidos compitiendo en los juegos Paralímpicos, los que están "programados" desde la infancia a no enfrentarse a sus miedos, deben saber salvar ese escollo para mostrar al mundo su valía. Y si uno solo no es capaz de hacerlo, para esto están los padres y maestros, para saber identificar sus cualidades y potenciarlas al máximo. Un niño tímido e inseguro, lo será toda su vida si nadie le da un empujón. Y cuando ese niño introvertido, tímido e inseguro alcance la adolescencia y la edad adulta, no estará preparado para hacer frente a los continuos retos de la vida cotidiana, ya sea en el trabajo, ya sea en cualquier aspecto social. El "tu puedes" o el "tú vales mucho" son frases reconfortantes pero que deben ir acompañadas de una oportunidad para demostrarlo.
EliminarSi tuviéramos que hacer caso de las Sagradas Escrituras, podríamos aplicarnos la bienaventuranza que dice "bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra", o algo así. Yo todavía estoy esperando heredar algo, jajaja.
Muchas gracias, Mamen, por tu comentario.
Un abrazo.
No creo que estos fantasmas habitualmente triunfen. Pueden dar el pego durante un corto periodo de tiempo, pero se termina calándolos. Y no los admiro ni envidio, sino que más bien los odio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo siempre he creído, o he querido creer, que a cada cerdo le llega su San Martín o, dicho de una forma más elegante, que el tiempo, tarde o temprano, pone a todos en su lugar. He visto casos en que esto se ha cumplido, pero otros en que la "fantasmada" perdura a lo largo de los años. No resulta difícil calarlos, pero sí acabar con ellos, pues son como unos muertos vivientes, que nadie se atreve con ellos y van devorando todo lo que se mueve.
EliminarUn abrazo.
Dicen que en el equilibrio está la virtud. Ni tener una autoestima exacerbada, ni un ego por los suelos.
ResponderEliminarTener confianza en uno mismo anima y ayuda a emprender tareas a ser impetuoso, pero siempre hay que ser consciente de nuestras limitaciones.
Creo que yo pertenezco a tu grupo, no sé si llamarnos inseguros, pesimistas o qué. Creo que somos, más bien, exigentes con todo y especialmente con nosotros mismos, por eso lo que para otros es un nivel medio de inglés, para nosotros es chapurrear malamente el idioma, ja, ja, ja.
A mí me han pasado cosas parecidas a las que tú cuentas. En una clase práctica en el laboratorio un profesor pidió un voluntario para extraer sangre de una rata diseccionada, se requiere de cierta pericia y la cosa no es fácil. Yo había hecho eso solo un par de veces y no me pareció experiencia suficiente para creerme capacitada por lo que no me ofrecí. Sí lo hizo otro compañero que no sabía ni dónde estaba la bifurcación de la arteria abdominal (donde había que hacer la punción), al final lo hice yo y la cosa salió bastante bien. Yo resumiría esto con lo de "En el país de los ciegos, el tuerto es el rey".
Un besote y estupenda reflexión, como siempre.
Por supuesto, en el término medio suele estar la ponderación y ese equilibrio del que hablas. Una persona equilibrada debe saber valorarse lo justo para no retroceder ante un reto pero tampoco lanzarse al vacío. Solo se es valiente cuando, reconociendo el riesgo, se decide correrlo porque existen posibilidades de salir airoso, ya sea por los conocimientos o la experiencia. Lo contrario sería como jugar con explosivos sin tener la más remota idea de cómo manipularlos.
EliminarVolviendo a estos ejemplos, como los míos y el tuyo que mencionas, lo más curioso, en mi caso, es que un éxito en una prueba en la que temía hacer el ridículo no me ha servido para tener la confianza suficiente como para enfrentarme a la siguiente con seguridad. Si lo he logrado una vez, lo puedo lograr otra. Pues no; en cada nuevo reto el mismo comportamiento. Ese maldito perfeccionismo me ha causado muchas penurias. El ejemplo más apabullante fue cuando tuve que ir al Ministerio de Sanidad a resolver cuatro asuntos igualmente importantes (por no decir cruciales) para la Empresa. Por fortuna, los pude ir solventando uno a uno, pero solo tres. Precisamente el último trámite salió mal. Pues bien, mientras se iban resolviendo los primeros temas, solo sentía un ligero alivio, pero no alegría, pues era mi obligación. Pero cuando fracasó el último (que luego la Empresa juzgó que era el más importante, qué casualidad) me derrumbé y me invadió una crisis de ansiedad que me obligó a volver a casa precipitadamente y tomarme un ansiolítico. Gajes del oficio y de la maldita inseguridad.
Yo añadiría que en el país de los cabrones, el complaciente y abnegado es un mártir.
Un beso.
Hola Josep, como siempre, varias cosas a comentar.
ResponderEliminarYo creo que la confianza en uno mismo es diferente la autoestima alta. Puedes confiar en algo pero saber lo que cuesta. Otra cosa es ser un "vende humo", como tu vecino que dijo que hablaba muy bien inglés. O quizás es que para él sí lo hablaba genial. En estos casos la autoestima alta está relacionado con el egocentrismo, creo yo. Personas que se creen las mejores y les encanta alardear de todo. También te digo que esto no es lo que parece, creo que aunque parezca paradójico, alardear demasiado es un signo de inseguridad, quién de verdad tiene una buena autoestima no necesita presumir de nada porque está feliz consigo mismo.
Me ha hecho mucha gracia lo de los cantantes, yo también lo he pensado muchas veces. ¿Qué se les pasa por la cabeza para presentarse a esos concursos? ¿De verdad creen que tienen oportunidades? Lo peor es lo que dices, que la familia se lo cree.
Creo que tanto autoestima muy baja como alta puede perjudicar, en un caso porque dejas escapar oportunidades y en el otro porque te acabas estrellando en el intento!!
Un besoteeeeeee
Efectivamente, María, una cosa es la auto-confianza y otra ese ego o autoestima exagerada. Una cosa es reconocer tanto las dificultades de lograr un objetivo como las posibilidades de tener éxito en esa empresa. A veces la balanza se inclina hacia un lado, pero la confianza en uno mismo debería ser suficiente para equilibrarla y emprender la tarea con un cierto temor, o respeto, pero pensando en que no se está ante un imposible. Ese sería el escenario normal y saludable. Lo malo es cuando puede más el miedo al fracaso y ello paraliza la acción.
EliminarTambién debo darte la razón en que, en muchos casos, la prepotencia pretende ocultar la inseguridad. Los ejecutivos más agresivos con los que me he tenido que enfrentar, generalmente cojeaban de esa pretendida superioridad que irradiaban.
Y volviendo a la autoestima tan alta que quien la posee es incapaz de ver sus grandes limitaciones, creo que ello es más digno de lástima que de otra cosa. Es curioso que alguien que está en casa viendo y soportando lo mal que canta un concursante sienta más vergüenza que él, la famosa vergüenza ajena. Ellos tan felices y tu casi mordiéndote las uñas con solo pensar en estar ocupando su lugar, jeje.
Un beso.
Article interessant, Josep maria. Jo, personalment, només tinc una certesa: el dubte permanent.
ResponderEliminarMoltes gràcies, Joan. La certesa de la incertesa, jeje. Però dubtar és saludable. El pitjor de tot és quan, després d'haver dubtat molt, prens una decisió que resulta finalment equivocada. El resultat és que la propera vegada encara dubtaràs més.
EliminarUn abraçada.
Estas personas que se creen que todo lo hacen bien y a causa de eso se presentan en cualquier lugar y de cualquier forma, es porque no tienen sentido del ridículo, y si te digo la verdad a mi me encantaría no tenerlo, pues considero que con ese sentimiento no se va a ninguna parte, y si se va, nos quedamos ahí reducidos y con temor de no dar la talla.
ResponderEliminarMe sorprende que hayas tenido inseguridades, tú que has tenido que ser un ginesito, en el buen sentido, jajaja, estudioso, listo, inteligente, culto, y a la vista está de lo que has contado en esta y otras ocasiones; o sea, un artista en lo tuyo, ¿quizás tímido?, puede ser, y claro la timidez, será prima hermana de la inseguridad. No sé, el caso es que con cualquiera de las dos formas, creo que se puede triunfar si hay suerte...
Un placer volver a leerte, ya que he estado fuera, en tus reflexiones.
Un abrazo Josep y buena semana.
Bueno, Elda, yo mismo, con la edad, he perdido bastante el sentido del ridículo, pues ya no me afecta tanto como antes la opinión de los demás, pero con un cierto límite. Lo que no podría hacer (a menos que fuera un reto para ganar un millón de euros) sería ponerme a cantar (lo hago fatal, pues aunque tengo oído, no tengo voz) en medio de la plaza de Cataluña de Barcelona, o en medio de la plaza mayor de Madrid. Ni iría vestido en plan orgullo gay, con un tanga, pintado y con una peluca a lo Marilyn Monroe, jajaja. Para todo hay un límite.
EliminarY aunque fui un niño aplicado y estudioso, me daba vergüenza sacar buenas notas y que me llamaran empollón. Siempre procuré no hacerme notar y a veces eso funciona porque nadie se mete contigo. El mejor ejemplo es la mili, jeje. Y eso, más que timidez, creo yo que es inseguridad. Con los años fui adquiriendo mayor soltura, de lo contrario no habría podido desenvolverme en un ambiente tan hostil como es el laboral. Pero donde hubo siempre queda, y el temor al fracaso siempre me acompañó, con la dosis de ansiedad que ello conlleva.
Con la jubilación ello dio, lógicamente, un giro y lo más extraordinario que me ha pasado es ser capaz de publicar un libro creyéndome lo suficiente buen escritor como para lanzarme a esa aventura. Quizá esta actividad he sido yo quien se ha sobre-estimado, pero ha sido, de hecho, una aventura "sigilosa" y prudente, pues no he tenido que dar la cara en público. Solo con pensar en una presentación, ya me arrugo, jeje.
Un abrazo, Elda.
Pues sí, Julio David, nuestro "alter ego" vive las aventuras que nosotros jamás lograremos protagonizar o bien las penurias que siempre hemos temido. Así muchos nos liberamos de las cadenas de la represión o de la frustración, jeje.
ResponderEliminarAhora bien, si el tímido e inseguro traslada en el papel un aguerrido y valiente personaje, ¿qué puede llegar a plasmar en la ficción alguien que vaya de sobrado por la vida real? jajaja.
Un abrazo.
Hola Josep María,
ResponderEliminarEs complicado; a ver, tener la autoestima alta es un punto muy favorable hacia uno mismo, otra cosa es creerse un dios y que todo lo haces bien, (aun sin tener conocimiento o práctica) Y muy poca vergüenza, (esto último ya entraría a valoración) jeje Parte de todo este encogimiento lo debemos tener unos cuantos, porque yo soy muy tímida, y ésta ha sido la encargada de que a lo largo de mi vida me haya limitado bastantes pasos. Lo que sí creo es que si lo intentas, aunque salga mal, ¿por qué no? Al final es valor, tarde más en llegar o menos, pero siempre llega. ¿No te parece? Por cierto, canto fatal y no, no iría a un programa a hacer el ridículo, ;)
Un beso.
La timidez es producto del temor a quedar mal ante los demás, pues les vemos como superiores. Habrás oído en alguna ocasión ese consejo para quien debe hablar en público, de que se los imagine en pelota picada, jajaja. No es más que una forma de verlos tan vulnerables como uno mismo en ese momento, restándoles el poder de intimidación. La primera vez que tuve que hacer una presentación ante un centenar de personas (empleados de la empresa) estaba como un flan, y un compañero me dijo que por mal que lo hiciera no pasaría absolutamente nada. "No te van a despedir por eso ¿verdad? Pues entonces para qué preocuparte. Y que piensen lo que quieran", afirmó. Como puedes imaginar era un tipo de lo más tranquilo y pasota. Cuando terminé mi presentación alabó mi seguridad. Lo que ocurrió es que supe disimular mi nerviosismo y aparenté lo que no sentía. Esa es una forma de enfrentarse al miedo, haciendo ver que no lo sientes. Es como perderle el respeto.
EliminarCreo que cuando, llegados a una edad, se es tímido, ya nunca se cambia. Siempre queda ese poso de inseguridad, pero hay que saber llevarlo de la mejor manera para que no nos dañe demasiado.
De ahí que admire a la gente que no sabe lo que es la inseguridad, pero también que me sorprenda que haya quien, siendo un negado para algo, se crea un superdotado. Será que me da rabia que, mientras yo lo he pasado tan mal, otros se lo tomen a broma.
Un beso.