miércoles, 6 de enero de 2016

Malditos horarios



Hay cosas que no entiendo, que creo que casi nadie entiende aunque digan lo contrario, y que seguimos haciéndolas por negligencia o por costumbre. Una de ellas es el tema de los horarios, en sus tres vertientes: el cambio de hora que debemos sufrir dos veces al año, el uso horario español actual y los horarios laborales a los que solo nuestro país parece estar adaptado.

El cambio horario bianual en los países europeos se remonta a la segunda década del siglo XX, siendo Alemania el primer país en hacerlo para, según tengo entendido, ahorrar carbón durante la primera guerra mundial. A parecer, esta medida fue arraigando poco a poco en el resto de países europeos. Actualmente el motivo esgrimido para mantener esta costumbre es el genérico “ahorro energético”. Se barajan muchas cifras y no hay consenso para afirmar rotundamente que esta medida sea acertada. La misma Comisión Europea ha reconocido que el ahorro obtenido por adelantar una hora las agujas del reloj en primavera es “relativamente pequeño”. Incluso hay informes que indican que el efecto de este cambio de horario es nulo o incluso negativo. Aun así, desde que en 1981 se hiciera obligatorio a golpe de directiva, cada año, a finales de marzo y de octubre, los ciudadanos europeos debemos adelantar y atrasar, respectivamente, las manecillas de nuestros relojes (de pulsera, de sobremesa, de pared, del despertador, del vehículo, del…. Por lo menos el del ordenador y del móvil se me actualizan automáticamente, como mi pobre y sufrido reloj biológico que solo entiende de sueño y vigilia).

¿Qué importancia tendrá, me pegunto, ignorante de mí, que a las siete de la mañana sea más claro el día si a las siete de la tarde es más oscuro, y viceversa? Las farolas se apagarán antes por la mañana pero también se encenderán más temprano por la tarde, digo yo. Así que, salvo en verano, cuando los días son más largos, el número de horas en que las luces de la calle están encendidas es el mismo. Y en lo que respecta a los hogares, oficinas y fábricas lo mismo. En toda mi pasada vida laboral, siempre que llegaba a la oficina, a las siete u ocho de la mañana, las luces estaban encendidas, hubiera o no claridad en la calle, y así permanecían todo el día. Escasísimos (si los hay) deben ser los casos en que en una oficina o empresa cualquiera se pueda trabajar con la luz del sol que penetra por las ventanas. En definitiva, a mí se me antoja que lo que ganamos por la mañana lo perdemos por la tarde y al revés. ¿Entonces, quién o qué cosa (animal, vegetal o mineral) se beneficia de ese corrimiento horario? Sigo sin saberlo.

Por lo tanto, a pesar de que el cacareado ahorro energético está cada vez más cuestionado, seguimos en las mismas. Como dijera Miguel Gironés, trader del mercado energético, el cambio de hora “se sigue haciendo y ya está”. ¿Hasta cuándo?

Del mismo modo me pregunto hasta cuándo vamos a seguir con el huso horario de Berlín, impuesto durante la dictadura franquista, en lugar de volver al del meridiano de Greenwich, que teníamos antes de 1943, y que es el que geográficamente nos corresponde. Vamos una hora por detrás de Londres y Lisboa. Con lo fácil que sería volver a los orígenes: la próxima ocasión en la que tengamos que adelantar el reloj no lo hacemos y ya está, todo arreglado. Y de paso se acabó lo de “una hora menos en Canarias”. ¿Por qué no se hace? Supongo que es por lo que indicaba al principio: por costumbre, por negligencia, por abandono porque somos así.

Y ya, finamente, me introduzco en el áspero e incómodo tema de los horarios laborales, comerciales y cómo no, familiares. Almorzamos a eso de las dos de la tarde, cenamos a las nueve de la noche (y a un restaurante no se te ocurra ir antes de esta hora, excepto los que viven del turismo o de comida rápida) pero nos levantamos a las seis o a las siete y salimos del trabajo a esa misma hora pero post meridian. Así que aquí también experimentamos un corrimiento de horarios. Todo se desplaza hacia la derecha: se sale tarde, se cena tarde, se acuesta tarde. Si salimos del trabajo a las siete las tiendas no pueden cerrar antes. Si llegamos a casa a las ocho no nos queda más remedio que cenar a las nueve y nuestro programa de televisión favorito no puede empezar antes de la diez. ¿Por qué el famoso  prime time en España se extiende hasta pasada la medianoche? Se calcula que en la franja horaria de máxima audiencia, entre las 22:30 y las 23:00 horas, hay un promedio de 20 millones de espectadores frente al televisor, casi la mitad de la población española. Se supone, pues, que estos espectadores se acuestan a las doce y media como muy temprano, pero se levantan de madrugada. Duermen poco y, seguramente, mal.

Se habla mucho (y tarde, como siempre) de la conciliación, que no tiene nada que ver con el Concilio Vaticano, sino con la coincidencia de horarios familiares y su compatibilidad con la vida en común de sus miembros. El gran problema. Padres y madres jóvenes que llegan a casa cuando ya casi es hora de acostar a sus hijos pequeños. Horarios y costumbres que apenas se solapan en una pareja. Y, por supuesto, la incomprensible e injusta pero bien vista costumbre de no abandonar el puesto de trabajo a una hora “normal”. Hay que hacer méritos. ¿No sería preferible aumentar la eficiencia: trabajar más y mejor en menos tiempo? El nine to five job es algo inexistente en nuestro país. Pero, por lo menos, nos podríamos conformar con trabajar de ocho a cinco, con una hora de descanso para poder almorzar, eso sí, sentados a una mesa y no en un banco de la calle al más puro estilo norteamericano. Adaptémonos a lo bueno y práctico, y no solo a lo que interesa a ciertos estamentos políticos y sociales, que no sé por qué siempre suele ser lo negativo.

Normalmente me importa un bledo lo que puedan pensar los extranjeros de nuestras costumbres porque cuando vienen a nuestro país son los primeros en adoptarlas, pudiendo no hacerlo, pero reconozco que nos pasamos un poco con nuestros horarios tardíos. Al margen de ciertos prejuicios y clichés ridículos (cuando solía viajar a los países nórdicos siempre me preguntaban dónde y cómo dormíamos la siesta en la empresa), he de reconocer que tienen razón los de “ahí fuera” cuando dicen que vivimos inadaptados a un ritmo normal de vida.

Ahora se empieza a discutir el modo de cambiar estos hábitos. Que las tiendas +cierren antes porque sus empleados tienen el mismo derecho que cualquier hijo de vecino a hacer una vida “normal”. Pero ello acarrearía toda una “movida” que no sé si todo el mundo en este país está dispuesto a asumir. Muchas empresas, tiendas, restaurantes y espectáculos (incluidos los programas de televisión) deberían sufrir un ajuste horario, como si de atrasar el reloj un par de horas se tratara. Creo que todos saldríamos ganando y nuestros ritmos circadianos también lo agradecerían.

¿Conseguiremos cambiar estos malditos horarios algún día?
 
 
 

13 comentarios:

  1. No solo la bella España, querido Josep, aquí en México resulta igual de incierto.
    Te comprendo
    Saludos!

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    1. Bueno, como decimos acá: en todas partes cuecen habas. En otras palabras, que la historia se repite en otros lugares.
      Muchas gracias, Sergio, por venir a leerme desde tan lejos y dejar tu comentario.
      Un abrazo.

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  2. me has hecho sonreir en una mañana sin sol
    gracias

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    1. Me doy por satisfecho si en algo te he alegrado el día. Y todo gracias a los relojes, jaja
      Un abrazo.

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  3. Solo podemos esperar que los que ostentan el poder de cambiarlo algun día tengan el sentido común y el propósito de hacerlo. Por el momento seguiremos con el estrés y estirando el tiempo para sacar horas de donde no las hay...
    Un abrazo.

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    1. Como dice el refrán: "a mal tiempo, buena cara", o bien "quien no se conforma es porque no quiere".
      No sé si sabes que me gustan mucho los refranes, jaja.
      Muchas gracias, Aida, por visitarme y dejar tu comentario.
      Un abrazo.
      Un saludo

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  4. No me atrevo a afirmar nada, pero son muchas las voces coincidentes con tu reflexion, asi que me sumo a tu opinion.

    Feliz año amigo, fuerte abrazo.

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    1. Te agradezco, Francisco, tu apoyo moral. Es bueno saber que uno no está solo en sus elucubraciones.
      También te deseo un feliz año y que los horarios no nos vuelvan locos.
      Otro fuerte abrazo.

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  5. No me atrevo a afirmar nada, pero son muchas las voces coincidentes con tu reflexion, asi que me sumo a tu opinion.

    Feliz año amigo, fuerte abrazo.

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  6. Otra buena reflexión por tu parte sobre algo en lo que no recapacitamos y tenemos sin embargo bien asumido.
    Está claro que Alemania nos seduce. ¿Pero porqué no cobramos lo mismo?¿Porque no trabajamos las mismas horas?
    Aquí en España no somos tan diferentes a otros países, pero tenemos la autoestima por los suelos. No luchamos por imponer nuestros criterios por temor a dañar una imagen de por si bastante deteriorada a ojos críticos e interesados en que no levantemos cabeza.
    Lo de los horarios es otro claro ejemplo de los desbarajustes a los que estamos abocados por nuestra sumisa obediencia a naciones erigidas en líderes y nuestra grandiosa estupidez generalizada, de la que son fieles representantes nuestros complacientes políticos.
    Mientras trabajaremos de sol a sol. Entraremos en las empresas de noche y saldremos de noche. Para el ocio y la familia poco tiempo y en detrimento de los pobres trabajadores comerciales y de servicios abierto todo el día. Como los chinos.
    Un abrazo amigo.

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  7. Muchas gracias, Francisco, por compartir conmigo tu opinión.
    Desde tiempo inmemorial se nos colgó el sambenito de atrasados y seguimos arrastrándolo a pesar de que las diferencias que en un día existieron ya no son tales.
    Solo hay que salir de España para percatarnos de que no son mucho mejores que nosotros. Yo mismo, cuando empecé a viajar por Europa y los EEUU, país éste en donde creí que todo funcionaba a la perfección, me sorprendí al comprobar que también hay perfectos inútiles, servicios deficientes, retrasos injustificados, y un largo etcétera.
    Nuestros queridos mandatarios solo saben imitar lo que les interesa, las medidas más negativas para el ciudadano. Como muy bien dices, ¿por qué nuestros salarios no se equiparan con los de Alemania, Francia, Luxemburgo...?
    Confiemos que este vergonzoso seguidismo, solo para complacer a los que en Europa "cortan el bacalao", se acabe pronto.
    Un abrazo.

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  8. Estoy de acuerdo con lo del cambio de hora dos veces al año, nunca entendí que se adelantaba con ello, pues como tú, creo que lo que se gana por la mañana se pierde por la tarde o al revés.
    En los demás horarios creo que no me acostumbraría nunca a cambiarlos, jajaja, como se suele decir, somos animales de costumbres.
    Un buen texto que te lleva a la reflexión de que algunos cambios son difíciles, o como poco molestos por lo que anteriormente he dicho.
    Un gusto venir a leerte Josep.
    Un abrazo.

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    1. Querida Elda: Creo que con el paso de los años nos volvemos menos flexibles ante los cambios pero debemos valorar si éstos son para bien o para mal. Las costumbres de cada cual ya es otro tema. Hay quien por naturaleza es noctámbulo y hay quien le gusta acostarse temprano. Lo malo es cuando por culpa de un horario rígido, del que no te puedes escapar, que tienes que segur por obligación, no puedes pasar más tiempo con tus amigos y familia ni tener tiempo para el ocio.
      También es verdad que deberíamos trabajar algo menos y pasar menos tiempo delante del televisor, jaja
      El gusto es mío.
      Un abrazo.

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