viernes, 4 de diciembre de 2015

Las cosas que no soporto (y II)



Una vez que me he despachado a gusto contra la parte más oscura del séptimo arte y la más insoportable de la televisión, puedo seguir y sigo con algunas otras de mis fobias, o manías, o como queráis llamarlas. Difícil ejercicio el de elegir por dónde empezar. ¡Tengo tantas! Pero también en esta ocasión he procurado ser comedido y he escogido tan solo un pequeño ramillete de lindezas de entre un vergel de despropósitos y sinsentidos para quien esto escribe. Espero que nadie se ofenda si se siente aludido. No voy a decir aquello de que “quien se pica, ajos come”. ¡Ay, ya lo he dicho! ¿Cómo se borra esto? Bueno, da igual.

También he vuelto a echar mano de las tijeras pero esta vez en plan censura. Sí, sí, soy un gallina. Lo reconozco. Ha sido por aquello de evitar represalias o regañinas por parte del/la acusado/a pues hay casos en los que si se cita el pecado, se descubre al pecador.

En esta ocasión también las he clasificado según el escenario donde suelen tener lugar, a saber:
 
En tiendas, restaurantes y establecimientos varios

- Que entremos en el supermercado a por dos artículos de última necesidad, ese paquete de arroz y ese bote de tomate frito que se nos olvidaron en la última compra, y salgamos con más de diez. 
 
- Que en el mismo supermercado me ponga en la cola más corta y acabe siendo la más lenta a pesar de haber hecho cálculos de lo que van a tardar los que nos preceden después de haber observado la cantidad de artículos que lleva cada uno en el carrito.
 
- Que en un local de bocadillos/comida para llevar (en el cine a veces también ocurre algo parecido) haya quien, después de haber estado haciendo cola un buen rato y teniendo ante sus ojos un gran panel luminoso con todos los bocadillos y menús que se ofrecen –fotografías incluidas-, cuando les llega su turno todavía no saben qué pedir y están dale que te pego discutiéndolo con su pareja y con el/la empleado/a.
 
- Que en ese mismo tipo de local haya siempre el típico cliente lento de reflejos o atontolinado que no presta atención a su turno, debiendo ser el/la empleado/a quien se lo haga notar exclamando “¡el siguiente por favor!” o, peor aún, el que va detrás suyo. Que no estamos para dirigir el tráfico ni para perder el tiempo, que la película empieza puntual y no esperan a nadie.
 
- Que en esos establecimientos en los que hay que tomar un ticket para ser atendido, haya quien no se  moleste en hacerlo a pesar de haber una pantallita bien visible que marca el turno, un dispensador, generalmente de color rojo, también bien visible, y que todos los clientes que aguardan a su alrededor tengan un papelito en la mano. Y si alguien se lo hace saber, le mira con cara de besugo.
 
- Que en el restaurante, cuando estoy contando un chiste aparezca, en el momento crucial del desenlace hilarante, el camarero preguntando si los señores van a tomar café.
 
- Que teniendo hora en la peluquería, llame para ver cómo van y así no tener que esperar mucho, que me digan que todavía tarde unos minutos en llegar porque van un poco retrasados y que al presentarme a la nueva hora convenida, tenga que esperar media hora. Y yo me pregunto: ¿es que un/a profesional, que no hace otra cosa en todo el día y durante años, no sabe calcular, minuto arriba, minuto abajo, el tiempo que tardará en terminar lo que tiene entre manos?
 
En la calle
 
- Que circule un coche con las ventanillas bajadas y la música a tope, en plan discoteca, como si quisieran que la gente sepa que tienen un reproductor de CD que es la hostia. Claro que, normalmente, el perfil de ese individuo es el de un perfecto hortera que lo que quiere es impresionar y ligarse a las “titis”. Lo peor de todo es que parece que les funciona, sino no lo harían, digo yo.
 
- Que cuando la gente que cruza un paso de peatones, especialmente los anchos, tan abundantes en barrios céntricos, lo haga en desbandada, ocupando todo su ancho, debiendo sortearlos en zig-zag para evitar un cuerpo a cuerpo. Con lo fácil que sería que todos circuláramos por nuestra derecha, que era lo que me enseñaron de pequeño en aquella rancia pero útil asignatura que se llamaba “aseo y urbanidad”.
 
- Que haya quien busca objetos perdidos entre la arena de la playa con un detector de metales, esperando encontrar monedas o alguna pequeña joya (anillos, cadenas de oro), aprovechándose así de la desgracia ajena. Lo que me alegro cuando observo que el individuo buscador de tesoros toma algo de la arena, lo mira y lo lanza despectivamente. Habrá encontrado una argolla abrelatas o una chuminada con menos valor que un condón usado. Pues que se joda –pienso para  mis adentros.
 
Situaciones varias (en todas partes cuecen habas)
 
- Que me llamen tele-operador/as o esas personas que trabajan en el tele-marketing, tele-venta o como se llame, para ofrecerme servicios, cambiar de compañía u operador telefónico. Que me suelten una retahíla de palabras que leen o tienen  aprendidas de memoria. Que casi no se les entienda porque, además del profundo acento latinoamericano que tiene la mayoría (seguramente inmigrantes explotados), hablan al estilo correcaminos, teniendo que hacerles repetir las cosas sin que apenas pueda mediar palabra porque les quiebro el discurso. Pero peor aún es la hora intempestivas a la que laman, que me pillan casi siempre con la cuchara en la boca (así se aseguran de encontrar a la víctima en casa), y su insistencia, haciéndome o queriéndome hacer sentir un inútil por no entender las grandes ventajas de acogerme a sus maravillosas ofertas.
 
- Que quien me censura por algo que estoy haciendo (por ejemplo consultando el móvil), lo haga tanto o más que yo. En otras palabras: que todavía haya quien ve la paja en el ojo ajeno y no se mire al espejo para comprobar la viga que lleva en los suyos.
 
- Que me desbaraten los planes, concienzuda y anticipadamente establecidos, incluyendo en ellos a terceras personas, a última hora y por culpa de un capricho ajeno o causa perfectamente eludible.
 
- Que me digan que haga algo justamente cuando ya lo estoy haciendo o estoy a punto de hacerlo por propia iniciativa. Ello me hace sentir un “mandao”, que no hace las cosas sino se las ordenan.
 
- Que solo pueda contactar con una empresa que me presta un servicio por vía electrónica, debiendo entrar en su web y navegar a través de toda una serie de pestañas y opciones que al final no me llevan a ninguna parte, por lo menos a ninguna deseada.  Curiosamente siempre me ocurre eso cuando quiero hacer una reclamación o una pregunta cuya respuesta no incluya la posibilidad de que me ofrezcan algo a cambio.
 
- Que sea tan fácil darme de alta de un servicio y tan sumamente difícil y complicado darme de baja del mismo.
 
- Que haya quien al llamar al ascensor, pulse a la vez los botones de subida y de bajada, pensando, digo yo, que así acudirá más rápido. Creo que hay quien todavía no se ha aclarado con los botoncitos. ¿Quieres bajar? Pues pulsa el de bajada. ¿Quieres subir? Pues el de subida. A menos que junto a la puerta o en la parte superior de la misma haya una flecha luminosa que indique en qué sentido va el ascensor, cuando llega y se abren las puertas te ves obligado a hacer la típica pregunta: ¿Suben o bajan?
 
- Que cuando alguien me hace una pregunta, se interesa por algo, por ejemplo, de mi vida -¿en qué ocupas ahora tu tiempo libre?, ¿cómo te fue con aquel asunto?, y cosas por el estilo- al cabo de treinta segundos haya perdido todo interés en lo que le estoy contando, deje de prestarme atención y se distraiga continuamente con cualquier cosas que sucede a nuestro alrededor o en lo que dice el de al lado. De buena gana le daría un sopapo pata hacerlo volver a la realidad. ¿no has preguntado, mamón? Pues ahora te jorobas y atiendes a lo que te cuento. Lo que suelo hacer, en cambio, es callarme y cambiar de tema. Y digo yo: ¿por qué peguntan si no les interesa para nada la respuesta?
 
- Que en una comida con un grupo de amigos, colegas o ex compañeros, me toque sentarme al lado del más “paliza”, el pelmazo de turno, ese que te suelta a ti solo, como si no hubiera nadie más en la mesa, un rollo de aquí te espero, desde el aperitivo hasta el café, que no te permite atender ni participar en otras conversaciones mucho más interesantes  con el resto de asistentes a los que hace tiempo que no has visto. Entonces soy yo el que no presta demasiada atención a su interlocutor, asintiendo de vez en cuando por simple cortesía, pero en tal caso no he sido yo el causante de su monólogo. Camarero, ¿tiene una aspirina? Es que me ha entrado un dolor de cabeza… Pero ni por esas se da por aludido.
 
- Que me hagan repetir las cosas porque, simplemente, no atienden a lo que digo o pregunto. O bien ese ¿qué? retórico que lo único que pretende es retrasar la respuesta (o a mentira) y darse tiempo –un tiempo record, desde luego- para inventar una excusa o una salida airosa.
 

Y parodiando el anuncio de aquellas pilas que duran tanto, cambiaré de verbo y diré “y sigue y sigue y sigue”. Pero no seguiré. Me planto, pues después de leer esta sarta de manías, puestas por primera vez en mi vida por escrito, debo hacer un alto, un examen de conciencia, y preguntarme: ¿soy normal?
 
 

13 comentarios:

  1. Pues ya te lo digo yo, Josep: eres normalísimo. Vamos, súper normal, hiper normal, normal de la hostia. Los anormales son los otros, los que hacen todo eso que denuncias y cosas peores. Porque yo no sé si esto de la evolución de las especies es un cuento chino o qué, porque cada día que pasa más sensación tengo de que la Humanidad se está idiotizando. Menos mal que uno procura vacunarse todos los días con una pequeña dosis de ironía y sarcasmo, que si no... : (

    Un abrazo, amigo Josep. : )

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    1. Bueno, bueno, tampoco hay que pasarse que a veces no está mal ser un poco "atípico" porque lo de ser "normal" es muy soso, jaja. Más que atípico, prefiero denominarme "original", así me da una cierta clase.
      Muchas gracias Pedro por acompañarme en estas elucubraciones, salidas de una mente que ya está más que harta de soportar a ciertos individuos y conductas insoportables.
      Un abrazo, amigo.

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  2. De nuevo vuelvo a estar de acuerdo con tus afirmaciones.
    Una en concreto me ha hecho mucha gracia, ya que la he sufrido por partida doble.
    Hace años tenía un compañero de trabajo con el que solía ir a comer. En ocasiones recurríamos a alguno de esos restaurantes de comida rápida en los que encontramos una gran pantalla con los artículos disponibles para pedir. Como era habitual, teníamos una larga cola delante de nosotros y poco a poco se formaba otra larga detrás.
    Cuando llegaba el momento de pedir, yo realizaba mi comanda en un segundo, ya que había tenido tiempo de sobra de decidir lo que me apetecía. Sin embargo mi compañero nunca lo hacía. Era llegar ante el dependiente, y empezar… “Ummm, no sé, no estoy seguro. ¿El menú ocho se puede hacer sin queso?...ah ¿Si?, perfecto…pero me parece que me apetece más el tres sin pepinillo…¿puede ser no?...Es que no se…¿No tenéis nada que sea carne de cerdo?...” Y así hasta el infinito. Aparte de tener que esperarme yo, tenía que soportar las miradas inquisitoriales de los que estaban detrás esperando.
    Por eso te recomiendo que no te enfades. A mi compañero y a gente como el, no les importa una “mierda” que haya gente detrás esperando. Nunca lo entendió cuando se lo recriminaba.
    Un abrazo.

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    1. Jajaja. Me alegro que te haya hecho rememorar un ejemplo tan ilustrativo y, al parecer, tan corriente.
      Hay gente que va a la suya, sin pensar en los demás, pasando olímpicamente del prójimo.
      Yo siempre he aplicado lo de no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti, o como sea el enunciado auténtico de esta enseñanza. Es algo innato.
      A veces hasta me paso un poco sufriendo por lo que pensarán los demás o por si puedo molestar. He llegado incluso a dejarme perder una plaza de aparcamiento en la calle porque, cuando me he percatado, debía hacer un poco de marcha atrás incomodando a los que me seguían o porque la maniobra iba a ser un poco complicada y detendría el tráfico provocando una cola y los típicos bocinazos.
      A veces hay que pensar en tus propios intereses, siempre que no perjudiques a nadie.
      Muchas gracias, Oscar, por darte un paseo hasta esta plaza de estacionamiento voluntario que es este blog.
      Un abrazo.

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    2. Lo del aparcamiento también me pasa a mi...jajajajaja.
      Un abrazo.

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    3. Es que somos no que no hay, una especie en extinción, jeje
      Otro abrazo.

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  3. Normal, lo que se dice normal... en fin, yo en mi blog tengo una sección (aún en pañales) que se llama "el latiguillo" y ahí me dedico a despotricar contra todo. Por ahora sólo tengo trece entradas, pero verás tu con el tiempo...
    ¿Normal? ¿¿¿Y me lo preguntas a mí???
    Besos y feliz finde.
    Ah, y me ha encantado leerte.

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    1. Veo que cada vez somos más los que tenemos nuestro lado "oscuro" porque, visto desde otro ángulo, somos una minoría silenciosa, somos los "raritos" de la sociedad alienada y adocenada. Deberíamos ser, en cambio, los justicieros de la noche, los vengadores, dando mandobles a todo aquél que no se comporte conforme a las buenas costumbres, respetando la vida ajena.
      Acabo de pasarme por tu blog y he dejado un comentario en el apartado de relatos y en el latiguillo, en el que no había reparado. Ambos me han gustado mucho.
      Un abrazo.

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  4. Yo creo que sí, que eres normalísimo!! jajajaja. Nunca antes te había leído en este tono desenfadado y con tantos toques de humor. Por supuesto no me he atrevido a reirme (tendrás que creerme esta mentirijilla ya que no puedes verme la cara) para no aparecer en tu próxima lista, pero me han dado muchas ganas :P

    Muy bueno, Josep. Comparto contigo la inmensa mayoría de las "manías", si es que lo son, pero lo cierto es que me ha divertido leerlas de tu mano. Estos días tengo con los teleoperadores unas cuantas "historias" para contar, y a todo lo dicho por tí, añado que además hablan muy bajo los puñeteros!!

    Un abrazo grande y feliz finde!!

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    1. Todas las personas "serias y formales" tenemos nuestro lado "gamberro", nuestro momento humorístico e irónico, y el iracundo. Todo depende de las circunstancias. Generalmente soy muy comedido y procuro que mis escritos sigan esta línea pero de vez en cuanto es bueno dejar salir el inconformista y "antisistema" que uno lleva dentro y dejarlo trotar por unos instantes.
      Muchas gracias, Julia, por compartir conmigo esas "rarezas" que a mí no me lo parecen tanto.
      Un abrazo.

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  5. Ains, Josep. De aquí me quedo sin duda con la de los tele-operadores. No puedo con ellos, ya lo intentado de todas las maneras. La última que he utilizado creo que es la que me ha resultado más efectiva: darles de su propia medicina. Después de soltarme su mini rollo porque no les di tiempo a más, les puse yo en espera (ficticia, claro), apoyé el móvil sin colgar y me fui a seguir comiendo. Digo yo que se aburrirían porque al terminar de comer ya no estaban en línea, jejeje. Hace días que los de esa compañía no llaman a casa, en caso de hacerlo seré yo la que les diga que tengo una promoción estupenda de la primera estupidez que se me ocurra. =P
    Un abrazo. =)

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    1. Jajaja. No es mala idea porque, a fin de cuentas, como han llamado ellos pagan ellos la factura telefónica. Por lo menos, cuando antes recibía ciertas llamadas "indeseables" solía aparecer en pantalla "número privado" o "número oculto" o bien un número rarísimo. Pero ahora han aprendido y aparece un número como de móvil y uno pica pensando que sería alguien conocido.
      Hay que dejarles hablar solo un poquito para ver de qué se trata, eso sí, no vaya a pasar como a mí una vez que, como estaba tan "caliente" de recibir este tipo de llamadas, solo con oír que una voz con acento sudamericano preguntaba por "el señor de la casa", les lancé un puya, algo así como qué quieren ahora venderme, y resultó ser una operadora de Canal Plus (al que estaba entonces suscrito)para premiarme mi fidelidad son 10 películas gratis durante la Navidad. Glup, qué corte. Tuve que disculparme.
      Muchas gracias, Soledad, por hacerme compañía en este rinconcito.
      Un abrazo.

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    2. jejeje Pobre operadora de Canal Plus. Por desgracia nos tienen tan fritos que los metemos a todos en el mismo saco. Y sí, son malvados, me gustaba más cuando salía número privado, argg...
      ;)

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