jueves, 12 de septiembre de 2024

Turismo de verano

 


Espero que hayáis disfrutado de vuestras vacaciones, dentro o fuera de España, y no hayáis sufrido ningún contratiempo importante. Yo me he quedado, como siempre desde hace años (gracias a la jubilación, evito las temporadas altas para viajar), en nuestro apartamento en la Costa Brava, soportando, por primera vez en mucho tiempo, un calor bochornoso y asfixiante, pues, estando situados frente al mar, nunca habíamos experimentado tal agobio climático.

Pero al incordio calórico hemos tenido que añadir uno mucho peor: la masificación turística, que, a mi juicio, ha rebasado notablemente la que hemos tenido que soportar y a la que ya estábamos acostumbrados durante las últimas décadas.

Siempre he abominado de la falta de civismo de la mayoría de extranjeros que visita nuestras costas (ya tenemos suficiente con los desaprensivos locales), y que no buscan precisamente practicar un turismo cultural sino el clásico turismo de desmadre y borrachera, al que los ayuntamientos de las poblaciones costeras dicen querer hacer frente incrementando la calidad de la oferta, algo que hasta ahora ha resultado inoperante porque para ello hacen falta medidas que muchos comerciantes no están dispuestos a asumir. Lo que quieren estos comerciantes, ya sean de la restauración, de la hostelería o propietarios de tiendas de artículos varios (camisetas, bañadores, artículos de playa, souvenirs, etc.) es hacer caja y poco les importa los desmanes de los jóvenes (y a veces no tan jóvenes) que dejan las calles y las playas como un vertedero, o las peleas nocturnas entre grupos de nacionalidades rivales, sobrados de alcohol y/o droga.

Este año hemos tenido que llamar a la policía local en varias ocasiones para que desalojaran de la playa, justo delante de nuestro bloque de apartamentos, a individuos que, bien entrada la noche y de madrugada, alborotaban, riendo y gritando como dementes, acompañados de música a todo trapo. En la última ocasión que tuvimos que pedir la intervención de los municipales, tardaron en acudir 45 minutos porque estaban literalmente desbordados y no tenían efectivos suficientes.

No soy capaz de hacer un ranking de gamberros playeros y callejeros, pero yo pondría en el top ten a franceses, británicos, italianos, holandeses y alemanes, por este orden. Los rusos, todavía muy abundantes, en cambio, se comportan francamente bien. Claro que estos no suelen ser turistas de paso, sino propietarios de apartamentos (generalmente de lujo) y, por lo tanto, velan por la integridad y seguridad del lugar que se ha convertido en su primera o segunda residencia.

Otro despropósito de este mes de agosto ha sido la masificación en la playa, motivada esta principalmente por la desaparición de una franja importante de arena y del paseo marítimo en un extremo de la cala, por culpa de un tremendo temporal primaveral, de modo que los habituales de esa parte de playa han tenido que desplazarse hacia el espacio que hasta ahora ocupaba la gran mayoría de usuarios. Pero esto no es lo peor, pues entiendo que la gente tiene que buscarse un lugar donde plantar su sobrilla y extender sus toallas y enseres playeros, pero he quedado sorprendido del instinto tremendamente gregario de algunos, que no dudan en asentarse a medio metro, e incluso menos, de tu toalla, de modo que están abordando tu espacio vital y eliminando toda posibilidad de que otros bañistas puedan avanzar hasta la orilla sin tener que hacer verdaderas piruetas entre las toallas de sus vecinos.

Desde hace un par de años, solemos bajar a la playa a las nueve de la mañana, cuando está prácticamente vacía, el sol es mucho más benigno y solo hay unos pocos madrugadores, generalmente de cierta edad (quizá porque son de poco dormir o buscan tranquilidad). Pero este año, a esa hora ya había una larga hilera de gente acomodada en la orilla, empezando a ser un poco complicado hallar un buen lugar en primera línea de playa donde asentarnos sin molestar a nadie. Pero, una vez conseguido el objetivo, la tranquilidad duraba muy poco, pues al cabo de una hora escasa parecía que habían abierto las puertas del redil y una multitud de individuos cargados con sillas plegables, sombrillas, bolsos y toallas, desembarcaban a nuestro alrededor, situándose en pequeños espacios que nadie habría pensado que cupiera toda una familia, con bebé y cochecito incluido.

Y ya solo faltaba la exagerada extensión de tumbonas y sombrillas de alquiler, que restringen todavía más el espacio destinado a tomar el sol a todo aquel que no desea pagar por el uso de tales elementos. Desde nuestra terraza observaba cada mañana, a eso de las ocho y media, como el “tumbonero-sombrillero” iba esparciendo esos bártulos a lo largo y ancho de la playa, dejando entre tumbona y tumbona un par de metros, a lo sumo, llegando hasta unos seis metros de la orilla. Ello acabó en bronca diaria por parte de los usuarios que no hallaban dónde situarse de forma mínimamente cómoda, mientras que el 90% de las rumbonas estaban sin ocupar ni alquilar.

Y ya para terminar, hay que añadir que, debido a la zona de playa impracticable antes mencionada, por culpa del temporal, a los dos chiriguitos que estaban instalados allí, el ayuntamiento les ha concedido un permiso temporal (en principio hasta que se haya rehabilitado la parte de la playa dañada y del paseo hundido) para trasladarse, uno delate de nuestro edificio, y el otro a unos treinta metros de aquel. En general, no hemos sufrido ninguna molestia seria, salvo el olor a fritanga (estamos en una tercera planta) durante el horario de las comidas, desde las doce del mediodía a las cuatro de la tarde, y desde las seis de la tarde a las once de la noche. Y luego la contaminación acústica, no tanto por el griterío de los clientes sino por el ruido estrepitoso, por fortuna muy breve, producido por el vertido de los envases de vidrio vacíos en un contenedor adosado al local. Y así tantas veces al día como fuere necesario. ¿Solución? Mantener cerrada la puerta de la terraza, para poder así hablar, leer y ver la televisión sin molestias. Y con todo cerrado a cal y canto y con el calor y bochorno de este verano, hemos tenido que hacer algo insólito hasta el momento: comprar unos ventiladores, especialmente útiles por la noche, al acostarnos, pues la temperatura nocturna no permitía el descanso y dormir con las puertas que dan a la terraza abiertas era exponernos a un insomnio por culpa de las algarabías de los paseantes que no hallaban el momento de retirarse a dormir.

Por supuesto, no todo ha sido tan calamitoso, pues también ha habido momentos de relax, acariciados por la brisa marina y acomodados tranquilamente en la terraza, un placer de poca duración, pero intenso. Será cierto aquello de que lo bueno, si breve...

Ya sé que todo puede contarse desde varias perspectivas, que hay quien ve el vaso medio lleno y otros lo ven medio vacío. No sé si será por la edad, pero todos estos inconvenientes que he narrado, se me hacen cada vez más cuesta arriba. Ahora solo espero que llegue el otoño para ver desaparecer todos estos elementos fastidiosos, ver la playa prácticamente vacía, los chiringuitos cerrados y poca gente deambulando por las calles, mucho más limpias y transitables.


20 comentarios:

  1. Visto lo visto, me alegro de no haber ido este año a la playa.
    Un abrazo.

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    1. En las playas hay hacinamiento, pero muchas otras poblaciones turísticas también se han visto colapsadas (Barceona capital, por ejemplo) por turistas nacionales y extranjeros que han hecho la vida imposible a los locales.
      Un abrazo.

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  2. Es tremendo, en Barcelona están hartos de turismo, incívico y grosero.

    Por el relax que hayas encontrado entre la masificación. Un abrazo

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    1. Este problema ha provocado una reacción anti-turista en muchos lugares donde el tusimo ha proliferado exageradamente. Barcelona, las islas baleares y Canarias son un claro ejemplo de ello.
      Habrá que tomar medidas de contención.
      Un abrazo.

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  3. Hola, Josep Maria.
    Este verano el calor ha sido realmente asfixiante. Horrible, de verdad. Por suerte empieza el fresquito y eso se agradece.
    Por una parte, entiendo a estos comercios, al final son de temporada, lo que logren recaudar durante las vacaciones será lo que sustente el resto del año, y ya sabemos los costes sociales, tributarios, ya no hablo de los gastos de la luz, alquiler, u otros, la otra es el incivismo que esto acarrea, pero eso es educación. Nunca se me pasaría por la cabeza ir de vacaciones a ningún lugar y comportarme como un animal, y la pena es que aquí nos visitan muchos de estos.
    La queja si tengo que ponerla es a los de arriba, nosotros somos meros peones que nos tenemos que adaptar a las circunstancias, y como bien explicas en tu reflexión, no son nada positivas.
    Un beso.

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    1. Hola, Irene.
      Supongo que aquí debe funcionar la ley de la oferta y la demanda. Cuantos más hoteles, más clientes, y cuantos más turistas, más servicios. Es difícil controlar el turismo excesivo, que redunda en contra de la sostenibilidad (más contaminación, más gasto de recursos naturales, hídricos, sobre todo) sin perjudicar en demasía a los que viven de él. Pero, como dije en una ocasión, el turismo en España puede acabar muriendo de éxito. Y el cambio climático puede ser también determinante en ello, pues ya hay quien ha dicho que no volvería a visitar nuestro país por culpa del excesivo calor.
      Y en cuanto a la educación, cada vez estoy más convencido de que es algo perdido de antemano. Si no se educa a los niños en el respeto hacia los demás, hacia el medio ambiete y hacia la propiedad pública y privada, no lograremos solucionar los problemas de convivencia.
      Un beso.

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  4. El placer está, en cuanto desaparece la marabunta. Este verano he hecho dos escapadas, una semanita en la Costa Brava y luego otras dos en la Cerdanya, evidentemente en la costa, el agobio era total y lo mejor era quedarse en la casa que me acogía, disfrutando de la piscina. En la montaña, la cosa, sin ser mucho mejor, sí permitía hacer escapadas por pueblos y carreteras, de forma más tranquila.
    En fin, ya estamos de vuelta y aquí saludando a los amigos blogueros. ;)
    Un abrazo.

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    1. Cuando me han preguntado qué prefiero, playa o montaña, siempre he dicho que montaña, y no solo por el aspecto natural y bucólico sino también porque los pueblos de montaña no suelen estar tan abarrotados de turistas. Y a pesar de ello, tenemos un apartamento en la playa, mira tú por donde. ¿Será que a mi mujer le gusta más el mar que la montaña?, je, je.
      Y ahora, una vez de vuelta a la vida "normal", tenemos que procurar disfrutar de ella al máximo.
      Un abrazo.

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  5. Yo viajo hace más de treinta años y he visto que después de la pandemia la avalancha de turistas en todas partes se ha desmadrado. Es como si les hubiera dado el carpe diem y todos quisieran aprovechar y verlo todo. De todas formas, hace como treinta y tres años que visité la Costa Brava y ya me sorprendió la cantidad de turistas que había. Nada que ver con lo que estábamos acostumbrados a ver en el Cantábrico (no digamos en León donde el turismo empezó mucho más tarde y es de otro tipo). No quiero imaginar lo que estaréis sufriendo ahora.
    Entiendo que igual que a mí me gusta viajar le guste a todo el mundo, pero los lugares no dan para tanta visita y menos para tantos cafres como van a buscar la borrachera y el sol. Yo a la playa solo voy a pasear en invierno. Odio el sol, la arena y a todos los que me rodean. Y sí, también he sufrido, cuando aún iba, a esa gente que teniendo bastante espacio (por entonces aún lo había) se te ponen a medio metro y literalmente ahogan tu espacio vital.
    Un beso.

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  6. Por culpa del turismo masimo, la mayoría de pueblos de la Costa Brava han perdido casi todo su encanto. Recuerdo que de niño (de eso hace la friolera de más de sesenta años) nos tumbábamos en la arena junto a las barcas de los pescadores y podíamos corretear a lo laro y ancho de la playa. Ahora, ni barcas, apenas pescadores (salvo por la noche, a la pesac del calamar) y lo que corretear ha pasado a la más lejana historia. Y el frenete marítimo ha pasado se las casas de so plantas, algunas típicas de los indianos, que abundaban tanto en la Costa BRava, a edificios de apartamentos y hoteles

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  7. Sigo: ...que han dado al traste con la belleza de los pueblos marineros.
    Visto lo visto, solo tenemos tres opciones: aguantarnos, quedarnos en casa o buscar lugares con encanto y sin bullicio.
    Un beso.

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    1. Disculpa los errores tipográficos de mi primer comentario, pero es que se me escapó sin haber tenido tiempo de revisarlo.

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  8. Hola, Joseph:
    El asunto de las aglomeraciones y del desmadre del turismo está siendo el tema del verano. Veo que en la zona de playa donde tienes un apartamento la actitud de los turistas ha dejado mucho que desear, algo que antes no era así u ocurria en menor escala.
    No sé qué ha pasado este verano, pero todo está abarrotado, y no sólo los destinos playeros. Dices que estás deseando que llegue el otoño para disfrutar de la playa, de los chiringuitos cerrados, de la poca gente que pasea y se divierte civilizadamente. No sabes lo mucho que te comprendo. Como sabes vivo en Madrid, afortunadamente en una zona algo alejada del centro de la ciudad y con calles y plazas con poca aglomeración de personas. Cuando bajo al centro y veo las ,asas de visitantes y turistas que llenan Madrid por donde quiera que vayas estoy deseando volver al refugio tranquilo de mi barrio. Mi mujer me dice que me estoy haciendo mayor; pues seguramente será eso, le digo, pero también es cierto que la hostelería y los comercios para el turismo están destrozando el entorno cívico de la ciudad, que los que no nos dedicamos a estos negocios estamos sufriendo mucho con aquello que a ellos los está enriqueciendo. En El justo medio está la virtud, pero ¿quién le pone el cascabel al gato?
    Bienvenido de tus vacaciones, amigo. Un fuerte abrazo

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    1. Yo también debo tener un comportamiento viejuno, porque cada vez me molesta más el gentío, aunque no llegue al extremo que os he contado. Odio las colas y evito cualquier acto masificado. Busco la paz y tranquilidad y en verano, especialmente en lugares muy turísticos, eso es prácticamente imposible.
      Pero incluso algunas capitales, como Barcelona, están sufriendo esta masificación. Y solo faltaba la aparición y crecimiento de los pisos turísticos, para incordiar a los vecinos del barrio afectado, que tienen que soportar las idas y venidas de turistas jóvenes que no respetan el descanso nocturno. Y lo peor, es que ese incremento de pisos turísticos está provocando un aumento de los precios de los alquileres y la huida de los habitantes de toda la vida hacia zonas más asequibles. Hay un refrán muy pospular en catalán que dice "de fora vigueren i de casa ens tragueren" (de fuera vinieron y de casa nos echaron), que puede aplicarse muy bien a esta situación. Yo vivo en una población muy cercana a Barcelona (a unos 13 kilómetros) y muy tranquila en ese aspecto, y evito al máximo ir a la capital para no sufrir las aglomeraciones y el caos circulatorio, y mucho menos al centro en épocas festivas, como por Navidad, o de turismo veraniego, cuando no se puede dar un paso sin tropezarte con una masa de visitantes a los lugares más típicos. Pero, claro, ese turismo, mucho más cívico y pudiente que el que se desparrama por las zonas de playa, deja mucho dinero y eso es lo que prima y, por mucho que se hable de buscar soluciones, nadie se atreve, como bien dices, a poner el cascabel al gato.
      Un abrazo.

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  9. Ir a la playa cada vez me gusta menos. Cuando mi hija era una niña lo aceptaba con resignación porque ella disfrutaba mucho. Desde que ya no viene con nosotros creo que se cuentan con los dedos de una mano las veces que he ido a bañarme al mar.
    Si no voy a la playa voy a la montaña, a hacer senderismo, ahí, según la dificultad de la ruta, te encuentras más o menos gente, ja, ja, ja.
    Este año yo me he decantado por lo que llaman turismo cultural, es decir, he viajado por ciudades a conocer sus monumentos e historia. En algunos sitios también he visto mucha masificación, pero es cierto que el nivel de educación era muy bueno. Y el calor... bastante intenso siendo zonas donde el sol no suele aparecer sin una nube, como me ocurrió cuando estuve allí (tengo en mente contar mis vicisitudes "culturales" de este verano en el blog, a ver si encuentro tiempo)
    En cualquier caso, esas masificaciones hay que controlarlas, en la costa y en el interior. Sé que todo el mundo tiene derecho a viajar, pero creo que hay que poner límites porque esto se nos está yendo de las manos .
    Un beso y bienvenido.

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    1. ¡Pero si hasta en el Everest hay cola para escalarlo!, je, je.
      Hay gente en todas partes, por lo que hay que seleccionar muy bien tu destino turistico para no agobirte demasiado. Pero a veces eso no es posible. ¿Y si deseo visitar Venecia?, donde ahora hacen pagar para entrar, a menos que pernoctes allí y así restrigir la masificación que sufre cada vez más.
      Y en cuanto al calor, si bien este verano ha sido mucho mayor al que estamos acostumbrados, recuerdo el sufrido hace años en Roma, Nueva York, en Cuba y en la Riviera Maya en pleno mes de agosto. ¡Insoportable! Por eso, y porque quiero evitar la masificación, suelo ahora hacer alguna escapada fuera de temporada. A principios de junio fuimos a pasar unos días en el Valle de Arán y aun así nos tropezamos con un montón de turistas franceses. Qué le vamos a hacer, hay gente en todas partes, pero por lo menos que sea educada.
      Un beso.

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    2. El turismo de borrachera y sobre todo la masificación del Mediterráneo es uno de los nuevos problemas que azotan al turismo en España. Lo que nos cuentas -añadido al cambio climático- convierten las vacaciones un algo displacentero y nos obliga a buscar otras temporadas para disfrutar del merecido descanso. Al final, lo mejor de toda esta situación es la vuelta al hogar je, je.
      Un fuerte abrazo, Josep.

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    3. Hola, Miguel. Casi paso de largo tu comentario, al haber quedado "escondido" entre mi respuesta a Paloma (Kirke) y el comentario de Julio David, je, je.
      En efecto, asociamos las vacaciones con el descando y, por supuesto, con algo de diversión, pero estos comportamientos incívicos te las pueden arruinar. Yo no tengo escapatoria, pues si no quiero viajar fuera, ya sea en España o al extranjero, en temporada alta, tengo que quedarme y aprovechar el apartamento que tenemos en la costa desde hace muchos años. Cuando lo compramos, la zona era muy tranquila, pero últimamente se ha convertido en un hervidero de turistas. Ojalá, con el tiempo, se ponga remedio a esta masificación y pueda acabar mis últimos años de vida en paz y tranquilidad, je, je.
      Un abrazo.

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  10. Para que se cerrase el círculo del infierno, nomás bastó que dijeras que tuviste que lidiar en la playa con los típicos (por lo menos aquí, en las playas chilenas populosas), que llevan un parlante con la música fuerte a todo lo que da, para asegurarse de que nadie descanse precisamente donde se busca descanso. Tratarlos de insensibles o tarados, es quedarse corto. Va un abrazo, Josep.

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    1. Esos individuos a los que aludes, por fortuna no han estado en la playa, pero se pasean con el parlante a cuestas por la tarde, supongo que para "amenizar" al sufrido público. Por la noche, lo sustituyen por una guitarra y unos cantes flamencos. Todo ello insoportable.
      Un abrazo.

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