jueves, 26 de septiembre de 2024

Abogados y abogados

 


Todo el mundo tiene derecho a un juicio justo y todo detenido a un abogado. Y si no puede permitirse pagarlo, siempre dispone, según la ley, de uno de oficio.

Si el acusado considera que un abogado de oficio no le garantiza la calidad de su defensa porque tiene un montón de casos de los que ocuparse y, por lo tanto, un tiempo muy limitado para dedicarse en profundidad a estudiar el que se va a juzgar, por poco que dicho acusado, o su familia, pueda echar mano de su cartera, optará por un letrado particular y a ser posible “de los buenos”, esos que casi lo ganan todo y se enorgullecen de ello.

Hasta aquí nada del otro mundo, pero lo que sí me subleva e incluso me indigna es ver cómo ciertos abogados, en su papel de defensor, se ponen del lado del delincuente hasta el punto que no solo intentan procurarle una sentencia más benévola, buscando algún atenuante, sino que parecen congeniar con la mente retorcida que ha llevado a su defendido a cometer un acto execrable.

En este sentido, me viene a la memoria el abogado defensor de la manada de Pamplona, que cuando comparecía ante las cámaras, se comportaba como uno más de los miembros de ese grupo de violadores, exhibiendo una actitud agresiva y chulesca, intentando hacer ver que no eran más que unos angelitos que, bajo el efecto del alcohol, habían cometido un pecadillo de juventud sin maldad alguna.

Y así se podrían enumerar muchos otros casos, tanto o más execrables, en los que me resulta incomprensible que haya un abogado, o abogada, que acepte defender a un asesino que ha realizado un acto monstruoso, a un violador reincidente o a un pederasta multi reincidente cuya culpabilidad ha quedado más que demostrada. Y todavía me llama más la atención que sea precisamente una mujer la defensora de un brutal maltratador que ha acabado con la vida de su pareja o ex pareja, o que ha perpetrado una abominable violencia vicaria.

Si bien un abogado de oficio está obligado a ocuparse del caso que se le ha asignado (ignoro si tiene la posibilidad de rechazarlo por convicciones morales), el abogado particular puede ejercer la objeción de conciencia y rechazar ser contratado, de forma que si lo acepta es o bien por dinero, por notoriedad pública o porque no le hace ascos al asunto en el que debe actuar. Las tres opciones me parecen igualmente obscenas.

Entiendo que si no hubiera ningún abogado o abogada que aceptara un caso como estos, el acusado quedaría sin defensa, debiendo defenderse a sí mismo o recurriendo a uno de oficio que, aunque le repugnara tener que defender lo que considera indefendible, no le quedaría más remedio que actuar para conseguir, si no la absolución, sí la mínima pena posible, o bien convencerle de que se declare culpable, aceptando el veredicto que proceda.

Y es que parece que hay abogados (algunos se han hecho, si no famosos, sí populares de tanto aparecer en los medios) a los que les gusta aceptar los casos más desagradables, implicándose tanto en su papel, que actúan como el alter ego del violador o asesino.

Quizá todo esto no sea más que un prejuicio por mi parte, pero no puedo evitar torcer el gesto ante la imagen de un abogado defendiendo vehementemente a su cliente, apelando a la inocencia de quien merece recibir un castigo ejemplar ante la sociedad.

¿Quién puede ser capaz de defender con uñas y dientes al marido y a las decenas de violadores de Gisèle Pelicot invitados por aquel mientras mantenía drogada a su esposa? ¿Qué atenuantes pueden esgrimir sus abogados?

Desde luego, hay abogados y abogados.


4 comentarios:

  1. Está claro que todo es un simple prejuicio por tu parte, cuando está claro que las acciones punibles perpetradas por los acusados, sean de hechos execrables, como bien dices, o un simple desliz fruto de la influencia alcohólica o de las drogas, no se hubiera perpetrado; algo que considero tendría que ser, un agravante y no un atenuante o eximente, del acto delictivo en sí. Pero es bien cierto que cuanto más mediático se convierta un caso, más interesará al letrado que quiera hacer un nombre y con ello una cartera. Lo dicho, el hombre es un angelito, como proclamaba J.J. Rousseau y todo lo demás, manías persecutorias inquisitoriales.
    Un abrazo.

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  2. Hola Josep. Tienes toda la razón, pero ya se ve tan normal que así suceda, que al escucharlo te indigna pero luego se olvida como tantas otras cosas abusivas. Me he parado a pensar a veces la función de los abogados y desde luego también me he preguntado como hay defensores para violadores y asesinos, pero creo que habrá algunos que su conciencia no se lo permita, a no ser que les obliguen.
    Un abrazo Josep.

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  3. Creo que es una especie de indignación compartida por todos cuando vemos a un abogado defiendo a un criminal. El caso Sancho fue bastante indignante y me hacía gracia que se le defendía por ser español. Un criminal es un criminal sea español, italiano o portugués. Pero, en fin ...está claro que hay derecho a la defensa y creo que la moderación debe ser la vara justa para medir esas palabras exageradas en la defensa de cualquier presunto asesino, violador y demás morralla humana.
    Un abrazo, Josep.

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  4. ¿Sabes que sería chistoso? (o tragicómico, mínimo) que ese abogado que defiende con alma corazón y vida a un ladrón, logre que su cliente quede en libertad. Y tiempo después, caminando por la calle, se tope con ese mismo ladrón y le robe lo que traiga puesto y más. Quizás ahí el abogado entendería que a lo mejor el ladrón sí es realmente un peligro para la sociedad. JajaJÁ. Va un abrazo, Josep.

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