Los que hemos tenido que ingresar,
muy a nuestro pesar, a un familiar de primer grado en una residencia
geriátrica, hemos procurado cerciorarnos de la calidad de los servicios y la
comodidad de las instalaciones, si bien tanto o más importante es el trato
humano.
Siempre
que visitaba a mi padre (cada día recibía, por lo menos, la visita de alguno de
sus tres hijos, es decir de mis dos hermanas y yo) procuraba asegurarme de que
estaba en buenas manos. Por su dependencia física y su mermada función
cognitiva, a sus noventa y nueve años requería de una atención constante. El
personal sanitario y auxiliar resultó ser excelente, y así nos lo hacía saber
con su peculiar forma de expresarse. Ello nos quitaba ese peso de encima que
sobreviene a quienes se ven en la tesitura de dejar en manos ajenas y en un
lugar extraño a un padre o una madre, quienes te cuidaron y procuraron tu
bienestar mientras dependiste de ellos. Por fortuna para nuestras conciencias,
mi padre no puso ningún reparo cuando, desde el hospital donde estaba
ingresado, lo trasladamos a una residencia de una mutua privada.
Aun no
estando en su propia casa, mi padre siempre manifestó estar muy a gusto. Su
cuidadora y el personal de enfermería y auxiliar nos inspiraron la
máxima confianza por su profesionalidad y la atención que le dispensaban. No
podíamos saber cómo se comportaban a nuestras espaldas, cuando abandonábamos el
centro, durante la noche o en esos momentos de intimidad (baño, curas y aseo). Pero
si hubiera recibido un mal trato, mi padre gozaba todavía de una lucidez
suficiente como para contárnoslo. Por lo tanto, estábamos tranquilos y satisfechos
con la elección del centro.
La
única duda que siempre me ha asaltado y que me mortificó durante un tiempo es
no conocer exactamente las circunstancias que rodearon a su muerte. Dimos por
buenas las explicaciones que nos ofrecieron y, por lo tanto, no exigimos una
investigación ni se nos ocurrió la posibilidad de presentar una denuncia por
negligencia. Lo más seguro es que tampoco habríamos podido descubrir nada que
no fuera lo que nos contaron. También me habría gustado saber que no sufrió y
que perdió el conocimiento en pocos segundos. Mi padre no temía a la muerte, siempre
afirmaba que la estaba deseando, para así reunirse con mi madre, que nos había dejado cinco años antes. A lo único que temía era al dolor físico. Ojalá no
sintiera nada. Pero esto nunca lo sabré.
Estuve
con él en su último día de vida. Ese día llegué más temprano de lo habitual y
lo encontré en su habitación. Su cuidadora lo acababa de asear y me ofrecí a afeitarlo
(algo que ya no podía hacer por sí solo a causa del temblor en las manos).
Mientras lo hacía comprobé que tosía con mucha frecuencia. “Me he resfriado,
con esas corrientes de aire no resulta extraño”, me dijo. Mi padre era muy
friolero. Siempre le decíamos, en broma, que se resfriaba con solo abrir una
ventana. Así que no le di demasiada importancia, pero aun así lo hice saber al
personal para que lo reconociera el médico del centro. No hizo falta porque al
cabo de unas tres horas yacía, inconsciente, en la UCI del Hospital de la Santa
Cruz y San Pablo, adonde lo llevaron en ambulancia tras el maldito incidente,
no pudiendo hacer nada por él ni en la residencia ni en el hospital. Una
neumonía por aspiración es fatal a esta edad ─nos dijeron los médicos. A su
edad no murió de vejez, de lo que se conoce como muerte natural, ni a causa de
una enfermedad. Murió por asfixia.
La
última imagen que conservo de él vivo es sentado a la mesa del comedor, donde
le dejé en su silla de ruedas, ante un humeante plato de sopa. Al parecer, un
acceso violento de tos hizo que aspirara el líquido hacia los pulmones y se
ahogara. La prolongada falta de oxígeno, desde que lo intentaron reanimar in situ hasta que llegó al servicio de
urgencias del hospital, lo dejó en estado vegetativo. Con los ojos abiertos,
sin parpadear, fijos en el techo del box, estaba conectado a un respirador y del
tubo salían pequeñas cantidades de líquido, seguramente el que todavía contenían
sus pulmones. Falleció de madrugada. De eso hace algo más de seis años.
Habíamos planificado la forma para que pudiera asistir, por unas horas, a la
comida de Navidad en casa y le habíamos convencido para que así fuera, pero ese
infortunio se lo llevó nueve días antes.
Quiero
creer que el personal de la residencia hizo todo lo humanamente posible para
salvarle la vida, pero eso tampoco lo sabremos. Como he dicho, no indagamos lo
ocurrido porque la explicación que recibimos nos pareció plausible. Pero, a
pesar del tiempo transcurrido, no dejo de darle vueltas al hecho de que si
hubieran tratado esa tos a tiempo, si en lugar de habérselo indicado yo, la
cuidadora y demás personal se hubieran anticipado tomando las medidas
necesarias, o le hubieran practicado alguna técnica expeditiva de reanimación,
o yo qué sé, habría llegado a cumplir los cien años, lo que, en cierto modo le
hacía ilusión, “¿Tú crees que llegaré a los cien años?”, me preguntaba casi cada
día que le visitaba. Le faltaron cuatro meses. Si por lo menos se lo hubiera
llevado una enfermedad grave, un fallo cardiaco, un ictus, cualquier dolencia
mortal de necesidad, lo habría aceptado mucho mejor. Pero que fuera un
accidente perfectamente evitable, resultó mucho más doloroso.
Mientras
vivió en aquel lugar, estuvo bien atendido y me consta que nunca se sintió
abandonado ni maltratado. Las veces que le hice compañía durante la comida,
observé que, al menos aparentemente, la alimentación era buena y sana, de lo
contrario se habría quejado ─era viejo, pero remilgado con la comida─, y
siempre olía a su loción para el afeitado, iba limpio y bien vestido.
Toda esta
historia viene a colación por las últimas noticias hechas públicas sobre los
malos tratos que reciben los ancianos en algunas residencias, las deficientes
condiciones en las que los mantienen y la escasez, cuando no insalubridad, de la
comida que les sirven.
Se me
pusieron los pelos de punta y me indigné cuando vi las imágenes grabadas con una
cámara oculta que instaló un familiar en una residencia alertado por la sospecha
de malos tratos, en las que aparecen cuidadoras que abofetean a ancianas con
demencia senil, que no pueden defenderse ni confesarlo a sus hijos, porque no
“colaboran” al vestirlas, porque se han aliviado encima, porque no quieren
comer, o por la razón que sea. Y, al parecer, este no es un caso aislado, pues
ya son varias las denuncias presentadas por malos tratos a ancianos en
residencias geriátricas. Ver a personas que no pueden valerse por sí mismas,
que necesitan del cuidado y ayuda de profesionales, y que se vean humilladas de
esa forma, tratadas como bultos que molestan, me produce indignación. Ojalá
existiera el karma y esos “profesionales” reciban el mismo trato cuando se
encuentren en esas mismas condiciones.
He
visto llorar a hijas e hijos al conocer cómo han sido tratados sus mayores.
Dejar a tu padre o madre en manos de quienes deben cuidarlos para que, en lugar
de esto, los insulten, los manoseen de forma violenta o los abofeteen por
“portarse mal” es intolerable y desolador. Y encima quienes deben poner cartas
en el asunto no intervienen, al menos con la prontitud y diligencia necesarias.
Tanto la Administración de la que dependen esos centros como los directores y
directoras de los mismos son, con su inhibición, cómplices de maltrato. Esos
directores y directoras que dicen no saber nada, que niegan la evidencia e
incluso amenazan con denunciar a quienes han grabado esas imágenes tan
terriblemente elocuentes, deberían ser acusados de negligencia en el desempeño
de sus funciones y pedirles responsabilidades por los daños físicos y morales
causados. Y las personas que han protagonizado esas humillaciones y malos
tratos, no solo deberían ser apartadas de su puesto de trabajo y expedientadas,
que es lo único que hasta ahora se ha hecho, sino juzgadas por agresión y que
no puedan ejercer nunca más esa labor.
Una
sociedad sana no solo cuida y educa a sus jóvenes, sino que también cuida y
protege a sus mayores. Todos llegaremos a viejos, o eso esperamos, y no
queremos vernos en esa situación si, por los motivos que sean, tenemos que
acabar nuestros días en una residencia geriátrica, ya sea pública o privada.
Hay que acabar para siempre con esas residencias donde, en lugar de cariño, se
practica el terror.
Bueno Josep, es normal que sientas eso con el fallecimiento de tu padre. Creo las personas siempre no hacemos este tipo de preguntas ante estos casos, ¿podría haber hecho algo más? ¿Qué hubiese pasado si...?
ResponderEliminarEl tema de los asilos, pienso que antes estaba muy mal visto, pero ahora se está empezando a aceptar. Mi madre ha sido durante muchos años cocinera en un geriátrico de Badalona, y fue cuando le cambió la percepción al ver que las personas estaban muy bien cuidadas. Lo único que sí hay hijos que hacen visitas a sus padres más bien escasas.
En principio los cuidadores son profesionales, pero a veces ocurren casos como los que explicas, de maltrato. No emtiendo qué debe de pasar por la cabeza de alguien que le hace daño a una persona mayor, y como dices, no sólo habría que impedirles volver a trabajar en el sector, también juzgarlos por lo que han hecho.
También me sorprendo del maltrato en guarderís, o colegios. No sé qué les pasa por la cabeza, de verdad!!
Un besito!!!
Parece algo inevitable que uno se cuestione, en cualquier ámbito y situación de la vida, si lo que hizo lo hizo bien o acaso habría podido hacerlo de otro modo. Cuando lo pasado ya no tiene remedio, mejor dejarlo como está, pero siempre queda la duda.
EliminarLas residencias de ancianos, por muy buenas que sean, no dejan de ser un sucedáneo del hogar. No hay nada mejor como estar en tu propia casa, pero a veces las circunstancias no lo hacen factible ni aconsejable. Y sí, me consta que hay ancianos que no reciben muchas visitas de sus familiares y se sienten "aparcados". Cuando iba a visitar a mi padre, había una mujer que siempre se quejaba de eso, aunque no sabría decir hasta qué punto era cierto o le fallaba la memoria. Algunas veces mi padre me decía que habíamos tardado mucho en ir a verle y solo hacía dos días que había estado con él y el día anterir había tenido la visita de una de mis hermanas.
Y en cuanto a esos maltratos que se han descubierto por parte de algunos cuidadores, pienso que si son incapaces de tratar a un anciando como debe ser y no tienen la paciencia necesaria con los que, por sus limitaciones físicas o mentales, no colaboran al vestirlos o asearlos, pues que se dediquen a otra cosa. También se han descubierto malos tratos en criaturas a manos de sus cuidadoras y eso me parece algo aberrante.
Un beso.
Esas noticias son siempre terribles. Es difícil entender qué clase de maldad puede hacer a alguien ser cruel con los más indefensos, los que no pueden defenderse. Hay que ser cobarde y miserable para maltratar de obra o de palabra a un niño o a un anciano.
ResponderEliminarLo de los ancianos es, si cabe, más terrible porque ahonda en la propia mala conciencia que siempre nos queda cuando delegamos su cuidado a terceras personas. Mala conciencia que, aunque injustificada, es imposible no tener.
Entiendo tu pena y malestar al pensar que la muerte de tu padre pudo haberse evitado. Creo que a todos los que se nos muere un ser querido en una residencia nos surgen la dudas de si habrán hecho por ellos todo lo necesario. A nosotras nos pasó con una tía. Yo creo que lo más probable es que sí, que lo hacen en una inmensa mayoría de los casos. Piensa que a los noventa y nueve años, cualquier cosa es muy difícil de superar y casi se puede considerar muerte natural. Una lástima que no pudiera cumplir los cien.
Un beso.
Supongo que si hubiera tenido noticias de esos maltratos a ancianos producidos en esas residencias, todavía me habría preocupado más por el bienestar de mi padre, aunque todo parecía indicar (y casi pondría la mano en el fuego) de que siempre estuvo muy bien tratado. Solo por el hecho de tener a un padre o madre en una residencia, uno tiende a pensar que no estará tan bien atendido como en casa, y no tiene porqué ser así, ya que en un centro especializado están atendidos las 24 horas del día por personal cualificado. Pero siempre resulta duro tener que dar ese paso.
EliminarEl maltrato a la gente mayor es algo incalificable, pues muchos no están en condiciones de defenderse ni de denuciarlo, y de esto solo se dan cuenta sus familiares por los hematomas que descubren por casualidad en sus brazos o piernas. Una vergüenza.
Un beso.
Permíteme Josep Mª que reproduzca integramente una de tus últimas frases en este relato: "Una sociedad sana no solo cuida y educa a sus jóvenes, sino que también cuida y protege a sus mayores". Creo que en ella se resume el espíritu de lo que la mayoría de la gente aspira para la sociedad en la que vive. Muchos de nosotros estamos pasando, hemos pasado o pasaremos por esas circunstancias y créeeme si te digo que te entiendo y comparto muchos de tus temores.
ResponderEliminarUn abrazo!
Un sociedad que no procura el bienestar de sus mayores, y permite esos demanes, está enferma. Espero que esa dejadez se resuelva rápida y favorablemente. En este país, por desgracia, solo se pone remedio cuanod el porblema nos estalla a la cara. No hay una política preventiva que garantice que los niños reciban en las escuelas los alimentos adecuados y los ancianos el trato justo y necesario. No se actúa proactivamnete sino reactivamente.
EliminarUn abrazo.
Hola Josep, este es un tema que me toca muy de cerca por varias razones así que comprendo perfectamente el sentido de este texto. En primer lugar porque comprendo que ante un fallecimiento tan cercano creo que todos nos hemos hecho la pregunta de si podríamos haber hecho algo más o si en el centro hospitalario o residencia como es el caso, podrían haber implementado algún tipo de protocolo para evitar estas situaciones. La verdad es que hubiera sido muy bonito que tu padre hubiera llegado a los 100 años, pero está claro que a esa edad la fragilidad es ya tan grande que cualquier circunstancia ya sea accidental u orgánica pueda llevar al lamentable desenlace. Lamento su pérdida. Por otro lado, fíjate que por la famosa residencia de los malos tratos, paso prácticamente a diario por lo que la noticia me impactó aún más si cabe. Creo que alguna medida en relación a implantar sistemas de grabación, respetando la intimidad, es la única forma de que sucesos como estos no puedan repetirse.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo.
Es muy cierto que cuando una muerte se produce de forma esperada, uno se mentaliza y tiene la certeza de que se ha hecho todo lo posible para evitarla, mientras que cuando tiene lugar de forma súbita y accidental, siempre queda la duda de si se hubiera podido evitar y si se reaccionó rápida y correctamente, sobre todo cuando uno no está presente y debe confiar en terceros.
EliminarSi en cualquier centro de trabajo hay que ser escrupuloso y tomar medidas de seguridad y control, ya sea para el bien de los trabajadores como del material que se manipula, en un centro geriátrico, al igual que en una guardería, por ser los usuarios en ambos casos personas frágiles, hay que extremar esas medidas para evitar cualquier conducta que no sea la esperada y deseable.
Un abrazo.
Creo que si durante el tiempo que estuvo tu padre en la residencia te daba confianza el tratamiento que recibía de los profesionales que le atendían, no deberías darle más vueltas a lo que sucedió. Quizá sea inevitable hacerlo y te honra, pero un accidente puede suceder incluso cuando se toman las medidas correctas para evitarlo. Las consecuencias de cualquier incidente ocurrido a una persona de edad tan avanzada, enseguida se complican.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es lo que me he repetido en multitud de ocasiones. Ha sido al conocer esa terribe noticia del maltrato y la mala atención de los ancianos en algunas residencias, cuando me ha venido a la memoria el tiempo que estuvo mi padre en una y las circunstancias que rodearon su muerte. Pensando en la fragilidad de las personas mayores que tienen una gran dependencia, uno se cuestiona la eficiencia de esos centros y se indigna cuando se dan casos de maltrato.
EliminarUn abrazo.
Lamentablemente no saldrás nunca de la duda, pero piensa en lo siguiente: es cierto que hay residencias donde se dan malos tratos pero también las hay donde por solo hablarle de tu a un residente te abren expediente, de estas últimas ahora no se habla, una de ellas puede ser donde estuviera tu padre. Por otra parte hoy en día la medicina ha evolucionado de tal manera que hasta el último día de la vida se está aparentemente bien y en horas te has ido. Cientos de veces he estado con un anciano, he hablado con él, le he visto comiendo normal... y a las cuatro horas se había muerto en su habitación, o al día siguiente ya no despertaba. Afortunadamente es así, eso es calidad de vida.
ResponderEliminarEn cuanto si se pudo hacer algún tipo de reanimación, entre tanto personal si hubiese habido una posibilidad ten por seguro que tu padre no hubiese encontrado el final, cuando pasa algo así en un comedor, en una sala, te aseguro que se arma la marimorena y todo el personal acude desde las auxiliares hasta el médico, las enfermeras... todo el mundo, te lo aseguro.
No le des vueltas, las cosas suceden porque tienen que suceder.
SAludos.
En la residencia en la que estuvo mi padre, el personal, ya fuera de enfermería como auxiliar, trataban a los residentes con mucha familiaridad; les trataban de tú, con simpatía pero con respeto. En este aspecto nunca tuve queja y en cuanto a las condicones del centro tampoco, todo lo contrario. Solo llegué a cuestionar, tras el fatal incidente, si estuvieron a la altura de las circunstancias. No obstante sé, como muchos apuntáis y los médicos del hospital nos dijeron, que algo que para una persona joven y fuerte no tendría demasiada importancia, o no sería mortal de necesidad, para una persona de la edad de mi padre suele ser fatal. También quiero creer, como dices, que en un centro moderno, como en el que estuvo, hicieron todo lo humanamente posible, pero que no hubo forma de reanimarlo.
EliminarTambién puedo estar tranquilo por el hecho de que, mientras vivió allí, estuvo bien tratado y no como en esas "residencias del terror" como las he querido calificar.
Un abrazo.
Qué puedo decir, Josep, excepto que tienes toda la razón del mundo. Yo también he visto esas imágenes en las noticias y me producen auténticas naúseas. ¿Cómo es posible que haya "profesionales" tan poco vocacionales, tan malas personas y tan crueles? No tiene perdón ni excusa y nos hace plantearnos que algo va mal, muy mal, cuando quienes deberían cuidar pasan a ser maltratadores...
ResponderEliminarRespecto a la experiencia personal que compartes con nosotros, comprendo tu desazón y esas preguntas que te haces. Creo que es inevitable, es una forma de resistirte a esa pérdida tan importante que has sufrido.
Si te sirve de consuelo te diré que mi padre falleció en su casa, a los 88 años y de forma repentina. Mil veces me he planteado que si mi marido y yo hubiésemos estado en casa en ese momento (ambos tenemos los conocimientos necesarios), probablemente habríamos podido sacarlo de la parada cardiaca que sufrió y a partir de ahí algo habría podido hacerse. Hubo que esperar a que llegara primero la Cruz Roja y después, ante la severidad de la situación, el 061. Pero ya era muy tarde, no hubo nada que hacer. Ya ves que te comprendo muy bien, yo también le doy muchas vueltas al tema...
Un abrazo enoooooorme :)
Es, por desgracia para ellas, personas que no disfrutan de su trabajo, que incluso lo aborrecen, pero que no les qyueda más remedio que hacerlo a cambio de un salario. Pero no puedo entender a quienes eligen trabajar en servicios sociales o en centros dedicados a la gente mayor que puedan comportarse de esa forma tan inhumana. Si no les gusta tener que asear, vestir y dar de comer a ancianos, que se dediquen a otra cosa y si no, que se aguanten. Pero jamás puede servir de excusa que su trabajo no les gusta o que ya están saturados de tratar con ancianos "rebeldes". Una agresién física jamás está justificada y mucho menos en personas indefensas. Es una atrocidad que debe cortarse por lo sano y castigar como se merece.
EliminarPlantearse si se obrño bien o no, si se hizo todo lo necesario o uno pecño de negligencia, es muy normal. A mi suegro le dio un infarto y murió a las pocas horas. Tenía 48 años. De todos modos las circustancias que rodearon su fallecimiento fueron muy especiales (le dio el infarto mientras estaba de visita en un hospital infantil donde le dijeron que fuera a otro, al que llegó en taxi ya muy mal y no pudieron hacer nada por reamimarlo). Han pasado 41 años y mi mujer todavía piensa que se pudo evitar. Y lo peor de todo es que, aunque así pueda parecer, nunca lo sabremos con exactitud.
Un fuerte abrazo.
La supervivencia en una residencia geriátrica habla bien de su personal, no te quepa duda. La pérdida de tu padre será un palo, por bien que la edad en la que partió fuera más o menos correcta. Con las residencias se da una circunstancia curiosa, las públicas tiene unos ratios de personal que se han de cumplir, y ne cambio en las privadas esa vigilancia no existe, o existe cuando la inauguran y poco más. El trato al anciano debería ser tan cálido y tierno como el que se da al os niños, pero no es así, y olvidamos, como dice Serrat, que todos llevamos un viejo adentro
ResponderEliminarUn abrazo y por un finde sereno
La diferencia en la calidad del servicio entre centros públicos y privados parece que (quizá por culpa de los prejuicios) se decanta a favor de los segundos. Y no tiene porqué ser así. Eso está claro. Como bien dices, la pública (en cualquier ámbito) está más controlada que la privada. Y no debería ser así. Todos los centros, ya sean educativos, hospitalarios, residenciales, etc., deberían cumplir exactamente con los mismos requisitos y exigencias de calidad.
EliminarUn abrazo.
He visto más de una vez esas imágenes y me producen una impotencia y un disgusto grandísimo. Me imagino a mi madre que como sabes tuvo muchos años Alzheimer, y es que me entra un dolor... menos mal que siempre la tuve en mi casa durante su enfermedad.
ResponderEliminarEspero que a esas cuidadoras, por llamarlas de alguna manera, paguen, pero con la cárcel por un tiempo, y las residencias con este tipo de delitos que las cerraran, así supongo que pondrían más cuidados y los medios oportunos para contratar a personas de vocación que sirvieran para atender cuidadosamente a los ancianos.
Para allá vamos Josep, yo tengo un yerno que tiene una residencia de ancianos a las afuera de Madrid, así que si siguen juntos mi hija y él, mira donde voy a terminar, jajaja. Espero que si es así, sea para muy muy tarde, ¡qué pena! :))).
Un abrazo, y disfruta el fin de semana...
Uno de los problemas, si no el principal, que veo en estas residencias es que se han montado con afán de lucro, como un negocio más, por la falta de plazas para la gente mayor en centros públicos. Solo les mueve el dinero y no reparan en la calidad del servicio que dan ni se preocupan por la preparación y desempeño de sus empleados para ejercer ese trabajo tan especial y delicado como es cuidar a un anciano.
EliminarBueno, amiga, si finalmente vas a parar a la residencia de tu yerno, espero que, por lo menos, tengas un trato de favor, jajaja.
Un abrazo,
Yo tengo la experiencia de mi abuela materna que estuvo en una residencia. Al principio no quería, es más decia que si a alguno de sus hijos se le ocurria, cuando se muriera se le iba a aparecer por las noches, pero te puedo asegurar que primero dijo que de ninguna manera se quedaba allí y que en quince dias si no se adaptaba se iba, pero ucando mi madre le pregunto que si se iba con ella a casa, con una sonrisa le dijo que ella estaba allí muy bien, que tenía a una amiga y que no la iba a dejar sola. Estuvo feliz y el trato durante su estancia en la residencia fue estupendo,no tuvimos nunca ninguna queja, de modo que esa es mi experiencia personal en cuanto a las residencias de la tercera edad.
ResponderEliminarY a mi me da terror cuando veo como tratan a los ancianos, personas vulnerables en manos de gente que maltrata, un horror. Me da miedo pensar en el día de mañana, si tengo que ir a una residencia, porque tengo un solo hijo, y tengo muy claro que no quiero ser una carga ni para él ni para mi futura nuera, que me traten de esa manera.
Con respecto a la muerte de tu padre, entiendo que tengas serias dudas, pero piensa solo algo para que te sea menos duro, mientras que vivió disfruto cada minuto de su vida, y eso es lo mas importante, del como murio, no sirve de nada torturarse, y fijate que te entiendo que yo todavía no entiendo la muerte de mi padre, y ya hace tres años, y todavía no la entiendo, pero bueno es algo que no voy a obtener respuesta nunca y para que torturarme con ello, d emodo que me quedo con la tristeza de que ya no esta que eso lo que me duele, del porque y muchas otras preguntas, mejor dejo d ehacermelas, después de mucho tiempo he llegado a esa conclusión, no me sirve d enada.
Un abrazo y como siempre excelente reflexión.
Esta situación es bastante corriente, como cuando un niño no quiere ir a la escuela y luego, una vez ha hecho amigos, ya no quiere dejar de ir, jeje. Si el ambiente y el trato es bueno, están más acompañados que en casa, especialmente si los hijos trabajan y tienen que poner a una mmujer para que los cuide en su ausencia.
EliminarNo sabemos lo que nos deparará el futuro, pero si tenemos que acabar en una residencia, espero estar en buenas manos y en buena compañía. También espero que estos casos de maltrato que están saliendo a la luz sirvan para que se tomen medidas y no vuelvan a suceder.
Cuando alguien pierde a un ser querido de un modo hasta cierto punto accidental, es inevitable pensar en si se habría podido evitar y buscar culpables, pero, como bien dices, muchas veces es mejor no recriminarse nada, pasar página y consolarse pensando que mientras vivió tuvo una vida feliz.
Un abrazo, Tere.
Es entrañable la manera de contarnos los últimos días de tu padre, y eso demuestra lo mucho que le querías y te preocupabas por él.
ResponderEliminarHasta cierto punto es lógico que te preguntes si pudiste hacer algo más cuando le llegó la hora, eso nos lo preguntamos todos los que nos preocupamos por nuestros seres queridos, sean cuales sean las causas del fallecimiento. En cierta manera, esa asfixia sí que estuvo relacionada con la edad, como bien explicas las neumonías por aspiración son fatales y la mayoría de las veces causadas por el deterioro propio de las edades avanzadas (mi madre con dos ictus a cuestas nos dio varios sustos al atragantarse donde el peligro estaba en esa aspiración).
En fin, no te rayes y no le des más vueltas.
En cuanto a las alarmantes noticias sobre el trato dispensado en algunas residencias mejor no voy a opinar, creo que cualquier persona en su sano juicio y con un mínimo de humanidad no puede más que sentir asco ante semejantes alimañas que tratan así a seres indefensos. Yo también quiero creer en el karma y espero que esa gentuza reciba el mismo trato cuando lleguen a ancianos.
Un beso grande.
La pérdida de un ser querido deja siempre huella y muchas veces en forma de auto-recriminación. Si bien el fallecimiento de mi madre fue una muerte anunciada (y no por ello menos dolorosa), la de mi padre nos pilló a todos por sorpresa y eso hace que uno piense en si habría podido evitarse.
EliminarHacía tiempo que no pensaba em ello hasta que vi esas terribles imágenes por televisión sobre el maltrato físico a algunos ancianos y la rabia e impotencia de sus familiares al ver que no habían podido hacer nada por evitarlo, pues ignoraban lo que ocurría en esos centros a sus espaldas.
Un beso.
Hola Josep esta frase "Una sociedad sana no solo cuida y educa a sus jóvenes, sino que también cuida y protege a sus mayores" es algo que debería estar grabada en la mente de todos,porque todos queremos llegar a ser mayores, y es una etapa de la vida tan digna de respeto como la de los jóvenes.
ResponderEliminarLo que cuentas pone los pelos de punta y solo de pensar que nos puede suceder algún día a nosotros es para para ponerse a llorar.
Un cálido abrazo
Puri
"No quieras para los demás lo que no quieres para tí" sería otra frase que también tendríamos que aplicarmos como sociedad civilizada que somos.
EliminarDel mismo modo que los jóvenes deberían luchar por unas pensiones dignas, también deberían preocuparse por el trato a los ancianos, pues todos llegarán a viejos y querrán vivir en buenas condiciones, tanto económicas como físicas. Velar por la vida de los ancianos es velar por nuestra propia vida.
Un abrazo.
Hola.
ResponderEliminarUfffff, qué tema.
Yo tuve abuelos en resdencias pero eran residencias de un familiar, íbamos constantemente de visita y mis abuelos entraban y salían, de hecho ingresaron ellos por voluntad, porque mi abuela necesitaba una serie de cuidados y en casa ya no podían, y claro, era más un hotel que una esidencia.
Mi otra abuela estuvo muy a última hora, cuando su demencia ya era terrible, y fue duro porque estaba muy bien atendida pero el deterioro era terrible y eso agota psicológicamente, a mí no me apetecía nunca ir de visita, al contrario qu een el caso anterior porqu eno me reconocía y era muy duro verla así, creo qu ehoy en día no iría a verla, no me veo capaz.
Lo de la muerte...mi padre falleció de repente, con sesenta y pocos y a día de hoy me sigo sintiendo culpable. Debería haberle obligado a ir antes al médico, debería haber insistido...me torturo con ese tema. Y cuando estaba empezando a remontar, el año pasado me pasó lo mismo con mi tío(un segundo padre para mí) y él era aún más joven y claro, volvieron las culpabilidades, aunque en este caso sé que era imposible hacer más, pero las dudas siempre están.
Espero que esas personas que abusan de seres indefensos lo paguen, que el karma o lo que sea se la devuelva.
Me alegra infinito de que tu padre estuviese tan bien atendido y visitado por sus hijos, y no te agobies con el tema que no podías hacer más, tuvo una vida larga y fue querido.
Muy feliz lunes.
La elección de una residencia es muy difícil, pues tienes que combinar y considerar varias variables: que el anciano se sienta a gusto, que tengan todas las comodidades y servicios imprescindibles y que no quede muy lejos de casa para poder ir de visita lo mas a menudo posible.
EliminarHay residencias que son como hoteles, incluso las hay que son como apartamentos que forman parte de una comunidad, donde los residentes tienen total libertad de movimientos, pero son carísimas y solo indicadas para personas que todavía pueden valerse por sí mismas. Cuando el anciano o anciana tiene sus facultades físicas y mentales mermadas, lo que prima es la atención especializada, y en este caso no tienes nunca la absoluta seguridad de que has hecho una buena elección.
Mi suegro falleció cuando le faltaban dos meses para cumplir los 49 años, de un infarto repentino, y también era de los que nunca quería ir al médico, no se cuidaba, fumaba y tenía el colesterol muy alto y otros factores de riesgo cardiovascular. Y aun así, mi suegra siempre se reprochó, y se sigue reprochando, no haberle obligado a hacerse un chequeo y a vivir una vida más sana. Hay veces que, por mucho que lo intentes, no hay nada que hacer.
Como dices, al menos puedo decir que mi padre estuvo muy bien atendido. No obstante ello, su muerte accidental siempre nos dejará, a mis hermanas y a mí, un poso de incertidumbre.
Yo también espero, y exijo, que quienes maltratan a personas indefensas, lo acaben pagando de un modo u otro.
Un abrazo, Gemma.
Hola Josep, tocas un tema que me toca muy cerca, es sabido que trabajo en una residencia de ancianos. Cuando entro allí me transformo y con paciencia hago mi trabajo lo mejor que debo y lo se hacer. Me vuelco con los ancianos que tengo a mi cargo y procuro que estén lo más cómodos posibles y no les falte de nada. Cuando un anciano pasa vivir en una residencia es porque en casa no se le puede atender, bien porque los hijos trabajan y no pueden cuidarlos o bien porque la avanzada edad las incapacidades no se pueden atender en casa. Cuando un anciano es mayor se reducen las fuerzas para que su cuerpo se defienda e incluso una expectoración es un arma de doble filo para ellos, por no poderla expulsar. Para eso hay medicamentos y aparatos de ayuda. En cuanto a un atragantamiento es muy común que se atraganten. Se les da comida triturada, se les da líquidos espesados y aún y todo algunos hacen expiraciones. Cuando eso pasa el cuerpo extraño no deja pasar el aire y la falta de oxígeno es peligroso, hay que actuar rápidamente y llamar a urgencia para su traslado al hospital. No te sientas culpable y no tengas dudas que en el centro le atendieron bien y actuaron en consecuencia. La edad de tu padre era un arma de doble filo porque hay pocas fuerzas para defensas. Yo mismo como padezco de bronquios tengo problemas de expulsión y lo paso mal en una aspiración açun teniendo fuerzas para expulsar cuando tengo un apuro. Imagínate ellos que no tienen fuerzas. En cuanto al maltrato en esas residencias es falta de personal adecuado y cogen a personas sin cualificar para que les salga más barato a las residencias sobre todo privadas. El objetivo de una residencia pública es atender bien al anciano, con posibles o no, se les atiende igual aunque pierdan dinero. Las privadas sus objetivos son ganar dinero y ahorran en personal, cuidados, comida etc... Y son muy caras. Nosotros tenemos pacientes que han venido de residencias privadas y pagaban una media de 3000€ al mes y por eso no estaban mejor atendidos que en una pública, que tienen ayudas en el pago. Que aquí nos exigen titulación, pasar exámenes y oposiciones y saber hasta el idioma del país. Lo principal es que el personal se vuelquen en el cuidado de esas personas y darles el cariño que a veces por falta de visitas de sus familiares nos tienen a nosotro/as como cercanas. Yo cada día me voy a casa muy cansada, pero con la conciencia tranquila de haber atendido a mis ancianos como a mi me gustará que algún día me cuiden a mi. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen. Conozco tu dedicación a los ancianos y me consta que lo haces por vocación, pues solo hay que leer lo que nos cuentas de tu trabajo que, desde luego, debe ser muy agotador.
EliminarSiempre he tenido en gran estima a las personas que se dedican a cuidar a ancianos, y no solo en residencias sino también en sus domicilios. Veo con cierta frecuencia por la calle a personas ancianas a las que sus cuidadoras (generalmente chicas con aspecto sudamericano, no sé si porque cobran menos a porque son personas que no tienen ningún reparo en cuidar a ancianos) sacan de paseo, cogidas del brazo o en una silla de ruedas, y se nota que los tratan con mucho cariño. Quizá no tengan estudios ni una preparación especial pero me da la impresión que en su cultura los ancianos son muy respetados y estimados.
En el caso de precisar de un tratamiento especializado, por la situación fisica o mental del enfermo, o porque, como bien dices, en casa no podría estar tan bien tratado, hay que confiar en los profesionales de un centro especializado. Es cierto que muchas veces nos inclinamos a favor de los privados, pensando más en la comodidad de las instalaciones y del paciente (mi padre tenía una habitación para él solo, con baño y televisor) pero lo más importante son los medios técnicos y la profesionalidad de los trabajadores. En nuestro caso buscamos un centro donde mi padre se sintiera a gusto y que no tuviera que compartir habitación con nadie (se había vuelto muy poco sociable y era muy quisquilloso en según qué cosas). Pero mi mujer y yo siempre decimos lo mismo: que si algún día nos tienen que ingresar de urgencias por algo muy grave, que sea en un hospital público, donde hay los mejores especialistas y disponen de las técnicas más avanzadas. No es lo mismo una apendicitis que una hemorragia cerebral.
Supongo que también es cierto lo que dices: que en los centros privados, como funcionan con ánimo de lucro, no son tan exigentes a la hora de contratar personal y la escasez de formación hace que a veces se den graves deficiencias en el trato a los residentes. Aun así, nada justifica esos malos tratos que se han hecho públicos. Sea un trabajador de la pública o de la privada, ganen más o ganen menos, todos los cuidadores y cuidadoras tienen la obligación de hacer su trabajo dignamente.
Elogio y siempre elogiaré a quienes os dedicáis a cuidar de los ancianos con profesionalidad y paciencia. Y si, además, les dispensáis muestras de cariño (que es lo que más les hace falta) muchísimo mejor.
Un abrazo.
Hola Josep Ma cuando se muere un familiar tan querido y en según qué circunstancias nos interrogamos con ese "y sí" que no hace más que culpabilizarnos y hacernos sentir mal, seguro que hicisteis todo lo posible para que estuviera en el mejor sitio y de la mejor manera pero a veces no se puede evitar que pase y duele mucho.
ResponderEliminarNos resulta complicado entender cómo alguien es capaz de maltratar a personas frágiles, indefensas, a los ancianos pero también pasa con los niños y sucede continuamente. Por desgracia cada vez salen más casos de personas que maltratan a mayores y a veces son los propios familiares los que maltratan a sus padres.
Es terrible y da miedo pensar en una sociedad que no cuida a los más débiles.
No sé si has visto un vídeo que a mi siempre me emociona, que nos habla de lo que nuestros mayores han hecho por nosotros y nos hace reflexionar. video
Besos
Hola, Conxita, Tienes toda la razón. Siempre nos hacemos la misma pregunta, y no solo tras el fallecimoeto de alguien querido, sino también tras un accidente, pensando en qué se hizo mal y si se hubiera podido evitar, aunque ya no haya vuelta atrás. Los humanos somos así.
EliminarEn cuanto a quienes maltratan a niños (incluso bebés) y ancianos por parte de sus cuidadoras, esos son seres humanos sin ningún tipo de sentimientos. Una cosa es que puntualmente, en un mal momento, por los nervios o cansancio, se pueda perder la paciencia y hacer o decir algo inapropiado, pero luego viene el arrepentimiento y el propósito de enmienda. Pero la reinciencia, como se ha dado en muchos de estos casos que se han hecho públicos, es un síntoma de crueldad, y quienes la practican no pueden estar en contacto con estas personas indefensas y deben recibir un castigo ejemplar.
El vídeo que has incluido es precioso. Ya lo había visto y siempre me acaba emocionando. Me recuerda a cuando mi padre empezó a dar muestras de senilidad y repetía las mismas historias hasta la saciedad. Entonces pensaba en que posiblemente algún día yo llegaría a comportarme del mismo modo y no quisiera que mis hijos perdieran la paciencia conmigo.
Un beso.