Hoteles
de lujo en los lugares más emblemáticos y glamurosos, junto al lago Ontario en
Toronto o Michigan en Chicago; con vistas al neoyorquino Central Park o en la
Quinta Avenida; en el moderno barrio parisino de La Défense, frente al
londinense Marble Arch o próximo a la bahía de San Francisco. Habitaciones con todos
los adelantos y elementos necesarios para que la estancia resulte lo más cómoda
posible: grandes ventanales, salón anexo al dormitorio con mueble bar
generosamente equipado, televisor con pantalla LCD y con acceso a decenas
canales de televisión por cable. En el baño, el más completo surtido de
artículos de limpieza y cosmética, con las toallas más grandes y suaves del
mercado y un par de albornoces con pantuflas incluidas. Instalaciones con todo
tipo de servicios públicos y privados: restaurantes temáticos, sala de fiestas,
Spa, gimnasio, piscina, masajes, etc. Todo ello para hacer la estancia más
placentera.
Qué
bonito es viajar y poder disfrutar de ese confort, os diréis. Sin duda. Pero no
todo es miel sobre hojuelas, ni todo el monte es orégano, ni es oro todo lo que
reluce, según el gusto del consumidor de refranes, porque hay un elemento crucial
que puede hacer que todo lo anterior carezca del valor “extra ordinario” que quiere
otorgarle la cadena hotelera y que pase desapercibido, si no en su totalidad,
sí en gran parte: la soledad del usuario.
Nunca
me he sentido más solo que en una habitación de hotel, tras cerrar la puerta,
dejando atrás un largo y pesado viaje y teniendo ante a mí varios días de largas
y tediosas reuniones.
Mis
viajes por trabajo han consistido, por lo general, en la asistencia a reuniones
con colegas de otras filiales de la empresa o bien a simposios y congresos del
sector farmacéutico. En la gran mayoría de ocasiones he asistido solo (por lo
del ahorro), sin una compañía que pudiera hacer más amena y llevadera la
estancia. Si bien la soledad tiene la ventaja de la libertad de movimientos,
por otro lado, no tienes con quien compartir ni una triste cerveza en esos
escasos y preciados momentos de relajación. Aunque también debo decir que en
alguna ocasión en la que ello no ha sido así, he pensado en el refrán de que
más vale solo que mal acompañado.
Lo
único positivo de algunos viajes ha sido la posibilidad de hacer turismo,
aprovechando el habitualmente escaso tiempo libre antes o después de las sesiones
de trabajo, ya que durante las mismas no te queda más remedio que confraternizar
con tus colegas pues, por muy amigables que sean, llega un momento en que uno necesita
desconectar y dejar de hablar y pensar en inglés. En el caso de un simposio o
congreso, donde no conoces a nadie, la situación puede llegar a ser más
abrumadora, ya que te sientes obligado a entablar conversación con desconocidos
con los que apenas tienes algo en común. Únicamente después de cenar recobras ese
esperado instante de libertad que aprovechas para retirarte a tu habitación y
encontrarte solo entre cuatro paredes lujosamente decoradas. Y es que esas
cuatro paredes solo son un reducto de sosiego y desconexión temporal de la agobiante
labor de las relaciones públicas profesionales.
Mirar
(que no ver) la televisión tumbado en una confortable cama King-size, con cuatro o cinco almohadas con distinto relleno y
textura, cambiando de canal, a cual más aburrido (y luego nos quejamos de los
programas de las cadenas españolas), o mirar el techo buscando el modo de
relajarte y prepararte anímicamente para la reunión o sesión del día siguiente,
o contemplar tras los cristales del ventanal la increíble vista de la ciudad
bajo la luz del crepúsculo, para acabar rellenando el tarjetón, que luego
colgarás del pomo exterior de la puerta, en el que has indicado lo que quieres tomar
de desayuno y la hora o margen horario en el que deseas recibirlo en tu
confortable habitación, y poniendo el despertador (no me fio de los conserjes
encargados del morning call) a una
hora muy temprana para que el camarero o camarera del servicio de habitaciones no
te pille por la mañana en la ducha o en calzoncillos, tarea esta innecesaria
pues siempre te despiertas con mucha antelación, por eso de los nervios. Esa es
la vida privada que cada noche se repite en la lujosa habitación de hotel que
te ha tocado en suerte.
Volviendo
a la actividad de “turista accidental”, en bastantes las ocasiones, debido al
calendario y horario de vuelos, he debido acudir a la localidad donde tenía
lugar el evento un día antes o bien marcharme un día después que el resto de
asistentes. Han sido, pues, esos momentos libres de obligaciones profesionales
los que he podido dedicar a conocer someramente las ciudades en las que me he
alojado. Pero lo que para muchos habría sido motivo de placer (cuántas veces
han envidiado mi suerte amigos y familiares), en mi caso, aun sacándole el
máximo provecho, ha resultado un motivo más para sentir lo que llamaría la soledad
del viajero. Pasear solo, visitar un museo solo, almorzar y cenar solo, dormir
solo. La peor experiencia en este sentido fueron los cuarenta días que tuve que
pasar en Bruselas en acto de servicio para la empresa belga en la que entonces trabajaba.
Si bien dediqué los fines de semana a recorrer la ciudad y alrededores, todas
las tardes, grises y oscuras, de aquellos meses de enero y febrero, tras la
jornada laboral, me encontraba recorriendo a solas las calles con la única
compañía de un paraguas que me protegía de la recalcitrante aguanieve y cenando
(mi superior belga fue muy generoso y bondadoso conmigo) en los mejores
restaurantes bruselenses que rodean la Grand-Place. Cada vez que el maître,
viéndome solo, me preguntaba lo evidente, “¿mesa para una persona?”, me
asaltaba una extraña sensación de rareza y abandono. Quizá todo esto suene a la
percepción de un ser triste y deprimido. ¿Qué queréis que os diga? Quizá sí. Tenía
veinticinco años y era la primera vez que salía de España solo y por motivos de
trabajo. Pero esa solo fue la primera de las muchas experiencias que le han seguido,
aunque ninguna tan prolongada.
Cuando
estás ─o te sientes─ solo, rodeado de una muchedumbre desconocida y extraña
para ti, las horas se hacen interminables en cualquier parte. Salas de espera
en terminales interminables, enormes y fríos vestíbulos de hotel, bares y restaurantes
abarrotados de clientes, ya sean parejas o grupos de amigos. Y tú ocupando una
mesa en un rincón de la sala o del comedor para intentar pasar desapercibido y
contando las horas para estar de nuevo con los tuyos, en tu ambiente y con la
compañía que deseas y echas en falta.
He
estado en muchos hoteles y ciudades de Europa y América por trabajo y nunca me
he sentido totalmente a gusto. Llamar a casa y oír una voz querida era lo
único que llenaba de luz esa penumbra anímica que me provocaba la soledad.
Quizá
sea un tipo raro, o por lo menos atípico, pero para mí no hay nada
menor que estar en casa. Y si hay que hacer turismo, que sea en grata compañía.
La soledad de los hoteles no se la deseo a nadie.
Yo nunca he tenido que hospedarme sola en un hotel, pero estoy segura de que sentiría lo mismo que tú. Puede que dependa del carácter de cada uno, o de lo acostumbrada que esté cada persona a pasar tiempo sola, en su país o fuera, pero no se me antoja una experiencia agradable.
ResponderEliminarA mí me gusta viajar, y hospedarme en hoteles (de hecho nunca acepto quedarme en casa de amigos, prefiero la intimidad e independencia de una bonita habitación de hotel) pero siempre, siempre, en buena compañía :))
Me ha gustado saber algunas cosas más de tu vida, Josep. Gracias por compartir con nosotros esta experiencia.
¡Un abrazo!
Por lo menos veo que no soy el único que teme a la soledad de los hoteles, jeje.
EliminarEstar solo de vez en cuando está bien, uno se siente libre para hacer lo que le apetece sin que nadie se lo impida o se entrometa, pero cuando se está en un ambiente "hostil", uno prefiere la compañía amiga. Dicen que las penas en compañía son más llevaderas.
Agradecido por tus comentarios, Julia. Si hubiera contado las multitud de anécdotas y percances que me han acompañado en estos viajes, habría dado para una novela, jajaja.
Un abrazo.
Bonita foto
Eliminaryo recién comienzo
las fotos de hoteles tienen el encanto que tu no haces nada
todo te lo hacen
gracias
Gracias a ti por pasarte.
EliminarUn abrazo.
Somos seres sociales Josep, y supongo que algunos más que otros. Algunos lo disfrutamos mientras otros lo padecen. Y siendo esto último, de nada sirven todos los lujos.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Ciertamente, hay quien prefiera la soledad. Solo buscaría la soledad si quisiera aislarme del mundo para reflexionar y escribir. Encambio, no podría, por ejemplo, dar la vuelta al mundo en un velero sin compañía. Aparte de sentirme desvalido, me mareo, jajaja.
EliminarUn abrazo, amigo.
Uff Josep, viajar por trabajo al principio es divertido pero después cansa, estoy de acuerdo contigo, y especialmente si vas solo. En la empresa donde trabajo ahora no viajo, pero en la anterior tenía que ir a Munich cada dos por tres. Al principio era muy guay, aunque como dices, no podía casi hacer turismo. Después empecé a alargar los días para ver la ciudad y alrededores, pero por último me daba mucha pereza tener que ir. Munich es muy bonita pero te congelas en invierno!! Además, como dices, acabas el día cansado y encima tienes que ir a la cena con los compañeros de allí. Y eso que yo soy sociable, pero había veces que no me apetecía nada.
ResponderEliminarEn cuanto a sentirse solo, no sé, siempre tengo tantas cosas que hacer, aunque esté fuera, que no me da tiempo a pensar en si estoy sola jajajaj Otra cosa son tus 40 días en Bruselas...ahí sí necesitas un amigo o un hobby nuevo jejeje
Viajar sola de vacaciones no lo he hecho nunca (excepto los días que alargué en Munich) pero creo que es algo que puede llegar a enriquecer. Lo que no sé si ahí sí me aburriría :))
Resumiendo, supongo que sentirse más o menos solo depende de la persona y de las veces que se haya viajado sin nadie. Lo aborrecida que tengas la situación!
Gran reflexión!! Yo me alegro de no viajar más por trabajo, espero no gafarme a mí misma ahora!!!
Un besito y feliz noche!!!
Hubo una época que tenía que viajar constantemente. Ni que fuera un viajante, jeje. Llegaba de Copenhague y ya tenía que hacer las maletas para irme a Londres, y a los quince días a Estocolmo. Debo decir que fue una época muy convulsa en la empresa en la que trabajaba y no parábamos de mantener reuniones de trabajo. Llegué a aborrecer los aeropuertos y los hoteles, por lujosos que fueran. Luego estaban las pérdidas de vuelos o de equipaje cuando debía hacer escala. En fin, muchas veces llegaba a mi destino con tanta mala leche que ya no disfrutaba del resto de la estancia. Pero, como muy bien dices, todo ello depende del carácter de cada uno. Yo es que soy muy "sufridor". Por desgracia, mis experiencias viajeras no han sido muy positivas.
EliminarMunich es una ciudad preciosa. Me encantó, pero la visité con mi mujer y una de mis hijas en un viaje por placer, jeje.
Un beso y feliz semana.
¡Hola Josep Mª! Me ha parecido una narración con la perspectiva del tiempo, me ha gustado como has puesto en palabras todos esos sentimientos que sentías y que todavía recuerdas cómo un vacío, como una experiencia non grata. Me ha parecido sincero y clarificador porque la mayoría pensamos que un viaje, y en un hotel de lujo, es una situación idílica, pero no todo el monte es orégano como bien dices.
ResponderEliminarYo siempre he viajado con gente que estimo o con compañeras a algún congreso o reunión, siempre me he sentido acompañada, arropada, pero puedo entenderte perfectamente, la soledad de una habitación de hotel, por muy bueno que sea, debe de ser muy duro, muy fría. Compartir con alguien, abrazarse, hablar y contarse experiencias después de una agotadora jornada es el mejor bálsamo que hay.
Josep Mª me ha gustado conocer tus experiencias y con la sinceridad que lo has contado, me ha hecho reflexionar.
Un abrazo bien grande y feliz semana.
Con estos viajes "de negocios" me pasa lo mismo que con la "mili": solo me han quedado los malos recuerdos. Es como ver el vaso medio vacío en lugar de medio lleno. Ciertamente hubieron buenos momentos y buenas experiencias turísticas, como la vez que tuve que estar casi dos semanas en San José (California) y el fin de semana lo dedicamos (un grupo reducido de compañeros) a visitar los alrededores y la costa californiana. Fuimos al Red Wood Valley, un parque nacional con enormes sequoias al que accedimos en un tren al estilo del lejano Oeste y donde más tarde asistimos a una representación de la guerra de secesión. Todo muy típico y bucólico. Fue un grato paréntesis de dos días, aunque tener que hablar toso el tiempo en inglés resulta bastante agotador para el cerebro. Esa fue la cara amable. La desagradable fue que, a la vuelta, el vuelo de San Francisco a Nueva York salió con tanto retraso que perdí el siguiente vuelo a Barcelona y acabé volando de aquí para allá hasta llegar a casa después de 25 horas, casi en ayunas y sin equipaje. A veces recuerdo lo bueno y a veces lo malo, pero esto último es lo que suele pesar más.
EliminarUn abrazo, Xus, y feliz semana.
Jajaja, ay que tristón. La verdad que estar muchos días en esas circunstancias debe de ser un poco deprimente, pero supongo que será según la personalidad de cada cual.
ResponderEliminarUna de mis hijas ha estado unos cuantos años viajando por trabajo a China con una estancia mínima de quince días, al principio le gustaba porque era una experiencia nueva, pero después ya fue diferente, :))).
De todas las formas a pesar de la soledad que dices sentiste, has tenido la oportunidad de conocer muchos lugares. Todo tiene sus pros y sus contras, nada es perfecto aunque sea de vacaciones...
Me encantó leer tus experiencias en este terreno.
Un abrazo Josep.
Desde luego, de todo se puede extraer una parte positiva. Puedo decir que conozco casi todas las capitales europeas, cosa que mi mujer envidia.De ahí que, poco a poco, hemos ido los dos a visitar algunas de ellas. Incluso llegó a beneficiarse de alguno de mis viajes, en los que pude quedarme a pasar el fin de semana, para encontrarse conmigo y pasarlo juntos. Pero si tuviera que hacer un balance global de mis innumerables experiencias, el platillo se decantaría hacia la parte negativa. Reconozco que mi carácter ha influido mucho en esta percepción. Otro en mi lugar se lo habría pasado "pipa", jeje.
EliminarMuchas gracias, Elda, por viajar hasta este blog, jajaja.
Un abrazo.
Reconociendo que el raro soy yo —no tú— me adapto bastante bien a la soledad, siempre que no sea por mucho tiempo y reconociendo que volver a casa es un gran placer, incluso aunque regreses de un viaje estupendo y bien acompañado. Quizá esté resultando contradictorio mi comentario, pero así lo veo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hogar dulce hogar. Aunque resulte un tópico, yo soy de los que creen en este lema, jeje.
EliminarLos viajes cortos, incluso relámpago (que también hice muchos), de esos de salir en el vuelo de las 7:00 am y volver en el de las 20:00 pm, son agotadores pero no te dan tiempo a nada, ni siquiera a aburrirte. En algunas ocasiones mantuve la reunión de trabajo en una sala VIP del aeropuerto de destino, comer un sandwich horrible de pie o sentado en la mesa de reuniones y vuelta a casa.
Yo solo soy un tanto solitario en casa. Me gusta, de vez en cuando, quedarme solo y dedicarme a "mis cosas". Pero en cuestión de viajes prefiero la compañía, a menos que el acompañante sea un pelmazo, jajaja.
Un abrazo.
Hola Josep, como esto es público seguro que algún secretillo te habrás guardado,ja,ja,ja.
ResponderEliminarMe has recordado inevitablemente a una gran película que en parte habla de la soledad de los hoteles, hablo de Lost in Translation de Sofia Coppola. Allí se producen diálogos para el recuerdo entre Bill Murray y Scarlett Johansson a cuenta de la soledad, la pareja, las ilusiones, etc, etc.
Muy interesante lo que has contado y como lo sentías en aquellos momentos. Abrazos.
Hola, Miguel. Me he dejado muchas anécdotas por contar, falta de tiempo y de espacio, pues resultaría una historia interminable, pero nada inconfesable, jeje. Y aunque es muy probable que lea esto mi mujer, no me importa añadir que ojalá me hubiera encontrado con Scarlett Johansson en uno de esos hoteles. Por lo menos habría tenido la oportunidad de entablar una buena conversación, jajaja.
EliminarAdemás, has dado en el clavo, pues cuando hace poco volví a ver esa película por televisión me acordé de mis estancias solitarias y me llevó a pensar en la posibilidad de contarlas.
Abrazos.
Evidentemente no es lo mismo viajar por motivos laborales que por turismo y por tanto las estancias en los hoteles cambian mucho. Afortunadamente, o no, yo casi siempre he viajado por placer y pocas veces por cuestiones de trabajo, y en estas siempre con otros compañeros que hicieron muy agradables las horas libres.
ResponderEliminarNo me extraña que aquel viaje a Bruselas te deprimiera tanto, allí llueve mucho y el clima no ayuda nada a estar alegre.
Tú no te fías del "morning call" y a mí me pone de mala leche, porque encima de que te despiertan tienes que responder educadamente y darles las gracias, cuando lo que te pide el cuerpo es mandarlos a hacer puñetas por interrumpir el sueño.
Y sí, viajar en buena compañía es lo mejor para disfrutar de los hoteles. Además cambia mucho la percepción. En mi reciente estancia en Venecia estuve tan imbuida de la historia del edificio en el que me alojaba que hasta me pareció oír a los fantasmas (luego resultó que no, era el zumbido de un mosquito que nos acribilló a base de bien).
Gracias por compartir esos momentos de soledad en los hoteles en que has estado y espero que ahora, siempre que viajes, lo hagas por placer y bien acompañado.
Un abrazo.
Esa estancia en Bruselas me deprimió tanto que, cuando estuve hace un par de años con mi mujer, en esta ocasión por puro placer, que cuando volví a los lugares que me acabaron resultando familiares, me saltó una extraña sensación nada agradable. Mi subconsciente hizo una asociación de ideas, o de imágenes, y me retrotrajo a aquellos días de frío y lluvia. Por fortuna, fue un efecto poco duradero, seguramente porque habían pasado muchos años.
EliminarEn cuanto al despertador humano, decidí ni usarlo nunca más desde el día en que el conserje o quien fuera el responsable, me llamó más tarde de lo indicado y, además, mintiendo como un bellaco pues me dio los buenos días diciendo que era la hora fijada, y cuando consulté el reloj pasaba media hora. Y con el servicio de desayuno ya ni te cuento. Al final llevaba siempre conmigo mi despertador y bajaba al restaurante a desayunar aunque luego tuviera que subir a la habitación a fumarme el cigarrillo aunque fuera sin la compañía del café (hasta hace algo más de 5 años era fumador y siempre pedía una habitación de fumador).
Bueno, fantasmas no he oído jamás en ningún hotel. Lo único inesperado que he oído ha sido cómo hacía el amor una pareja (el hotel, aun siendo un 5 estrellas, es un antiguo almacén portuario reconvertido para uso y disfrute del viajero (Hotel Admiral, en Copenhguee) pero manteniendo la estructura antigua con vigas y algunas paredes de madera, así que algunas paredes tenían oídos indiscretos, jajaja.
Un abrazo.
Hola Josep Ma ha de ser muy duro porque cuando acabas y te relajas es cuando la soledad se hace más dura a pesar de todas las comodidades que se encuentren, como en casa en ningún sitio.
ResponderEliminarYo no he tenido que viajar mucho por trabajo pero cuando me ha tocado se me ha hecho muy pesado, tan agotador si era todo en un día como si era en un par, es muy cansado y la soledad se hace muy presente, esas esperas eternas en los aeropuertos, esas cenas a solas... Tengo amigos que siempre se piden hoteles con gimnasio y al menos allí pasan el tiempo un poco más entretenidos. Algún otros que tan pronto está en USA como por Europa y aparte de la adicción a los somníferos, supongo que también hay adicción al poder porque son incapaces de relajarse y de disfrutar de algo que no sea el trabajo, las vacaciones les parecen ¡¡¡perder el tiempo!!!
Besos y espero que ahora tus viajes sean por placer
Pues para mí sí fue duro. Por un lado deseaba acabar la jornada "laboral" para relajarme, pero por otra ello conllevaba encerrarme en la habitación, dar una vuelta por los alrededores del hotel completamente solo y cenar en un restaurante cercano también solo. Evidentemente, para gustos los colores. Tengo un amigo, un compañero de trabajo de la última empresa en la que trabajé, que viajaba mucho más que yo y con viajes de mayor duración, pues era el responsable de exportación. Una semana estaba en Nicaragua y a la siguiente en la India. Y solo empezó a quejarse poco antes de su jubilación. Nunca le importó estar solo (porque casi siempre viajaba solo). Unos disfrutan viajando, para conocer lugares, gentes y costumbres, aunque el motivo del viaje sea profesional, y otros porque hacer negocios es lo suyo y cada viaje significa un pequeño triunfo.
EliminarComo digo al final de mi entrada, quizá sea un tipo raro pero mas´bien me considero una persona muy familiar que disfruta estando en casa con los suyos. Viajar, lo justo y necesario y, a poder ser, con una grata compañía. Un antiguo compañero de trabajo, que en este aspecto era mucho más exagerado que yo, siempre decía que prefería comer un huevo frito en casa que asistir a una comida de negocios, jajaja.
Besos.
A mí me encantan los hoteles. Bien es verdad que tan solo un par de veces he estado sola y dos noches como mucho. Llegar por la noche al hotel, y ponerme a leer en la cama, es algo que me encanta y en hoteles como los que describes, más aún.
ResponderEliminarIncluso hay ciudades en las que sueño con perderme sola por sus calles y descansar tras la larga caminata en un buen hotel. Nueva York y París son mis perfectas candidatas.
Me imagino que si la cosa se convierte en muchos días, me llegue a agobiar.
Curiosa reflexión.
Un beso.
De hecho, a mí también me encantan los hoteles, pero según para qué. En los viajes por placer, con mi mujer, solo entrar en la habitación y ver esa cama que dice "túmbate que sabrás lo que es bueno" y ese baño de película (en nuestro viaje a México el verano pasado incluso tenía yacuzzi), ya disfrutamos de la estancia. Después de estar a la intemperie a 40ºC, llegar a la habitación con aire acondicionado y tomar algo fresco del minibar es una delicia impagable. Pero todo eso, completamente solo, perdería todo su encanto, dependiendo del tiempo a permanecer en el hotel, claro. Pasar una noche no es lo mismo que pasar una semana y más si uno está bajo presión, pues tampoco es lo mismo asistir como oyente a un simposio que como participante en unas reuniones de trabajo. Diría que más importante que el cómo y el dónde es el porqué. Puedes estar en el hotel más confortable del mundo en la ciudad más bella del planeta, pero si la respuesta al por qué o para qué estás ahí no es muy grata, la cosa cambia radicalmente. Pero está claro que no todos somos iguales. Ya lo dice el refrán: "cada uno cuenta la feria según le va", jeje.
EliminarUn beso.
Es una muy buena reflexión.
ResponderEliminarYo casi siempre he viajado en compañía, solo una vez estuve una noche, claro por eso no lo note tanto, estuve sola en Sevilla y la verdad como fue solo un día hasta que llego mi amiga y seguimos de viaje hasta Cuenca, pues la verdad casi no percibí el aburrimiento, me dí una vuelta por Sevilla y luego cene algo y vi la tele y me dormí pronto ya que tenía que madrugar bastante, pero bueno la verdad,. es cierto que no es lo mismo viajar sola que en buena compañía.
Un abrazo.
¡Sevilla! He estado varias veces en esa preciosa ciudad y es un claro ejemplo de lo que cuento en esta entrada. No solo la soledad es un inconveniente para poder disfrutar de una agradable estancia en un lugar bonito, sino también el motivo que te ha llevado allí y lo que tienes que hacer.
EliminarSolo he estado una vez en Sevilla por motivos laborales y fue una experiencia que no se la deseo a nadie. Tuve que organizar un encuentro con 40 colegas extranjeros, de una semana de duración, en un hotel de 4 o 5 estrellas, incluyendo actividades de ocio (tapeo por el barrio de Santa Cruz y visita a la feria de Jerez). Lo que podía haber sido un divertimento fue un suplicio, pues no tuve un momento de relax, todo el tiempo pensando en las reuniones de formación y en tener al personal satisfecho. Debieron creer que porque soy español tenía que conocer Sevilla y, ya puestos, Andalucía al dedillo.
Lo dicho, los viajes por trabajo son, con perdón, un coñazo, jajaja.
Un abrazo.
La verdad es que nunca me he visto en un viaje largo y solitario. Las veces que he viajado sola ha sido en trayectos cortos, pero sabiendo que en la estación de tren o en el aeropuerto de llegada habría alguien esperándome.
ResponderEliminarYa se sabe que los lujos y las buenas comidas se disfrutan más en buena compañía, pero supongo que, cuando toca hacerlo en solitario, habrá que llevarlo lo mejor posible.
La soledad tiene esa doble capacidad de hacernos disfrutarla y rechazarla a un tiempo.
Un abrazo, Josep.
En la vida podemos aplicar el símil de los viajes. La soledad en trayectos cortos no solo es soportable sino que puede ser positiva y deseable. Cuando tienes a alguien esperándote al final de ese trayecto, todo se hace más llevadero.
EliminarLos viajes, los hoteles, las comidas y la misma vida, es mucho más placentera vivirla en buena compañía.
Un abrazo, Sofia.
Hola Josep Maria,
ResponderEliminarPrimero de todo disculpa, dirás ¿y por qué? Bueno pues la verdad es que no contaba con estar tanto tiempo apartada de la blogosfera, y así ha sido. Y creo recordar que las últimas veces que nos comentamos las entradas te dije que reseñaría tu libro. Está pendiente de verdad; no me lo tengas muy en cuenta y disculpa que llegue tan tarde.
Sobre tu texto que decirte, me has transmitido incomodidad, soledad y abandono. Y tu protagonista me ha dado una pena terrible, qué lástima.
Un beso.
¡Hola, Irene! ¡Cuánto tiempo desaparecida! Bienvenida a la blogosfera.
EliminarNo hay nada que disculpar. Tus razones habrás tenido para estar apartada tanto tiempo y no te preocupes por lo de la reseña de mi libro. Si decides hacerla, que sea porque así lo deseas, sin sentirte forzada a ello.
En cuanto al protagonista de esta "triste" historia no es otro que yo mismo. Este viene a ser un relato de mi solitario deambular por los hoteles a lo largo y ancho de este mundo cruel, jeje.
Un beso.
Hola, Josep.
ResponderEliminarLa soledad que no es elegida es la que más pesa, y te hace estar a disgusto en sitios que, de otro modo, podrían resultar ideales. Yo nunca he viajado por trabajo, y los viajes que he hecho por placer siempre han sido en compañía... pero imagino que me hubiera sentido igual. Es cierto que si estas o te sientes solo, el tiempo va a paso de tortuga y es una sensación incómoda, pero a veces (al menos en mi caso) estar solo con tus pensamientos es muy gratificante. Yo llevo bien la soledad cuando la he elegido (tampoco es que me dejen demasiado estar sola, jaja) pero conozco la sensación de la que hablas.
Me ha encantado tu reflexión.
Un besote
Hola, Chari,
EliminarDesde luego, no es lo mismo estar solo por voluntad propia, porque uno necesita aislarse por un momento, que estar solo a la fuerza, porque no tienes con quién estar o porque te sientes relegado al ostracismo. En los casos que describo, viajaba solo por imperativo empresarial (con uno que asista a la reunión o al congreso es suficiente). Si la estancia es corta, es mucho más soportable, pero si se prolonga durante varios días (ya no digo semanas) se convierte en una pequeña tortura, sobre todo para tipos, como yo, que les gusta estar en compañía de sus amigos y/o familia.
Un beso.
Hola Josep Mª, ... que quieres que te diga,... quizás la cuestión sea saber desconectar en el momento oportuno. Norte por ejemplo es un verdadero especialista en disculparse ante una "prometedora y aburridísima cena" tras el trabjo. Deberás reconocer que viajar por trabajo te permite conocer el pais fuera de esa burbuja de turista y eso es una verdadera oportunidad. En todo caso ya se sabe,... para gustos se pintan colores... Buen fin de semana!
ResponderEliminarPues sí, todo puede tener su lado positivo si quieres encontrarlo. Quizá Norte está habituado a transitar por esos mundos de Dios sin compañía y ya esté curado de todos los males. La soledad tiene sus alicientes, sobre todo para un artista que busca la inspiración en la tranquilidad, en el sosiego. Pero yo, sin ser un animal gregario (todo lo contrario), me gusta visitar los lugares que piso en compañía. Y si encima saco mi lado egoísta, diré que las penalidades en compañía son más soportables. Y para ejemplo un botón: en mi primer viaje transoceánico, a Toronto, llegué a mi destino con lo puesto, la maleta quedó en el aeropuerto de Heathrow. Gracias a la compañía y al apoyo moral (porque otra cosa no podía darme) de un compañero belga que asistía al mismo evento y que me encontré en el mismo vuelo, la situación se me hizo menos dramática. Lo que decía al final de esta entrada: quizá sea yo un tipo raro, jeje.
ResponderEliminarUn abrazo y buen fin de semana.