martes, 12 de diciembre de 2017

¿Naturismo u oportunismo?


Haber trabajado casi treinta y seis años en la industria farmacéutica puede hacer pensar a más de uno que mi opinión acerca de los tratamientos naturales está sesgada en su contra y a favor de los medicamentos de síntesis o, como se les denomina en algunos medios, “químicos”, del inglés “chemicals”, definiéndolos, involuntaria o interesadamente, como algo antinatural, utilizando esa nomenclatura foránea.

Mi cometido en las distintas empresas farmacéuticas en las que he trabajado podría afianzar todavía más esta presunción de parcialidad, pues fui en todas ellas el responsable de obtener, de las autoridades sanitarias, las autorizaciones de comercialización de nuevos fármacos. Nunca tuve intereses económicos en ninguna de ellas, mi único vínculo fue estrictamente técnico y científico, intentando desempeñar mi trabajo con la mayor entrega y competencia posibles, jamás fui testigo de una conducta inmoral, y por muchas presiones que recibía para obtener con la mayor celeridad aquellas autorizaciones, jamás falté a la ética profesional. Lo contrario hubiera sido un suicidio personal y lastimar gravemente la imagen de la empresa a la que representaba. Con ello no quiero erigirme en un defensor a ultranza de las multinacionales farmacéuticas, pues son muchos los casos de actividades fraudulentas. Quizá solo tuve suerte al haber recalado en las que la transparencia y la ética formaban parte de su ideario empresarial o bien mi ingenuidad y/o mi ignorancia no me dejaron ver lo aparentemente invisible. Lo que sí puedo afirmar con rotundidad es que, si en alguna de ellas se cruzó el límite de la ética, no fue en mi área de trabajo y responsabilidad.

Dicho esto, añadiré que, trabajando más de diez años en una farmacéutica alemana, tuve ocasión de adentrarme en el campo de la Fitoterapia (tratamiento a base de plantas, que en Alemania sigue teniendo un gran predicamento), por lo que creo estar facultado para exponer, de la forma más sencilla y didáctica posible, mi opinión acerca de este tipo de enfoque terapéutico.

El objeto principal de esta entrada es, en realidad, alertar sobre la desinformación interesada que suele revolotear alrededor de los promotores de las terapias alternativas naturales, pero, dado que ello daría para muchas horas, solo me centraré en lo que considero la información más relevante que todo el mundo debería tener. No pretendo decir con ello que los laboratorios farmacéuticos no actúen también desvirtuando o exagerando, a su favor, los beneficios de un determinado medicamento, solo pretendo advertir de que en “ambos lados”, se puede jugar sucio.

Para aclarar la diferenciación entre lo que conocemos como medicamentos y los productos a base de plantas, hay que saber que muchos de los medicamentos que se dispensan en una oficina de farmacia, con receta médica o sin ella, proceden o se fabrican a base de extractos vegetales, por lo que esa pretendida diferenciación, e incluso antagonismo, entre natural y químico es, en muchos casos, falsa o artificiosa. La aspirina, o ácido acetilsalicílico, por poner uno de los ejemplos más conocidos, procede del ácido salicílico, un polvo obtenido de la corteza del sauce blanco (Salix alba), que ya en el siglo XVIII (aunque hay indicios de que en el antiguo Egipto ya se usaban plantas ricas en salicilatos con fines curativos) se utilizaba para tratar la fiebre y el dolor. Pero no fue hasta 1897 cuando Felix Hoffman, un farmacéutico de los laboratorios Bayer, modificó la molécula del ácido salicílico para obtener un derivado menos irritativo, más puro y con un mayor efecto terapéutico, el ácido acetilsalicílico, al que bautizarían con el nombre de Aspirina.

Pues bien, al igual que la aspirina, son muchos los medicamentos que contienen o proceden de productos naturales vegetales para el tratamiento de muy diversas patologías. Todavía hoy en día se sigue investigando la utilidad terapéutica de productos de origen natural (el mar está resultando ser una fuente de sustancias potencialmente terapéuticas). Es bien conocida, por ejemplo, la utilidad del cannabis (marihuana) y de su principal principio activo, el tetrahidrocannabinol, como antiemético en quimioterapia y como analgésico en procesos oncológicos y en la esclerosis múltiple, y se sigue investigando su empleo en otras indicaciones clínicas. Y donde no llegan los productos naturales de origen vegetal, lo hacen los fármacos de síntesis. Insisto, pues, que las terapias a base de productos exclusivamente naturales no tienen por qué estar reñidas con las de productos puramente sintéticos.

Lo más importante a tener en cuenta, para no caer en la trampa de los vendedores de humo, es que el concepto “natural” no equivale en absoluto a “inocuo”, puesto que todas las plantas medicinales y sus extractos producen, como cualquier medicamento, reacciones adversas, los conocidos efectos secundarios. Hay plantas y extractos de plantas con reconocida y elevada toxicidad, llegando, incluso, a ser mortales. Todo es cuestión de dosis, de la parte de la planta que se utilice y del modo de empleo.

La diferencia fundamental entre beber una infusión de una parte troceada o pulverizada de una droga (la parte de la planta donde se halla la sustancia medicamentosa) y tomarse un comprimido fabricado industrialmente que contiene esa misma sustancia, es que, en este último caso, dicha sustancia, conocida como principio activo, está aislada, purificada y convenientemente dosificada. En la hoja, el fruto, el tallo o la raíz de una planta medicinal, en cambio, coexisten multitud de sustancias, no solo la/s que posee/n el efecto terapéutico, y algunas de ellas pueden y suelen tener efectos indeseables.

Aun aceptándose científicamente la existencia de plantas medicinales “de uso bien establecido” (traducción literal del término inglés well established use) o tradicional, en muchas de ellas se desconoce el contenido en principios activos o bien cuál de ellos es el responsable de la actividad curativa. En estos casos, son las autoridades sanitarias quienes dictaminan su seguridad de empleo, pero nunca debemos fiarnos de las recomendaciones de uso que les atribuye unilateralmente un vendedor, algo cada vez más frecuente en internet.

Es realmente alarmante la continua aparición de voces contrarias a la medicina convencional, detractores del empleo de medicamentos perfectamente estudiados en ensayos clínicos que siguen los más estrictos protocolos científicos, en pro de un enfoque estrictamente naturalista y anti-farmacológico (el movimiento o colectivo anti-vacunación es un claro y el más pernicioso exponente de ello). Incluso hay quien afirma, de viva voz o en publicaciones, que los medicamentos matan. Por desgracia, todos los medicamentos pueden producir efectos adversos, pero ello no significa que todos los que se enuncian en su prospecto vayan a manifestarse. Es solo una probabilidad estadística a partir de los estudios clínicos previamente realizados. Todavía no existe el medicamento ideal, el medicamento “inteligente”, el que solo actúa en la célula, órgano, aparato o sistema diana. En todo tratamiento médico, ya sea quirúrgico o medicamentoso, hay que tener en cuenta el balance beneficio/riesgo. Muchos de nosotros habremos firmado alguna vez lo que se conoce como “consentimiento informado”, esa hoja informativa en la que se nos hace saber los riesgos de la prueba o del acto quirúrgico al que vamos a ser sometidos. No por ello rechazamos de plano una resonancia magnética o una colecistectomía (extirpación de la vesícula biliar), aunque somos libres de hacerlo.

Para mí, que un medicamento pueda producir o produzca una determinada reacción adversa no justifica en absoluto su consideración de veneno, como algunos afirman, esos mismos que arriesgan la vida de sus bebés al no aceptar que sean vacunados inoculándoles un “producto extraño” que ha salvado millones de vidas, o los que abogan por el uso de los “productos milagro”, esos “cúralo-todo” que no tienen porqué ser inocuos, que no son la panacea y que no siempre son baratos, moviendo al año millones de euros.

Que la estevia es un potente edulcorante sustituto del azúcar y, por lo tanto, idóneo para las personas hiperglucémicas (con elevados niveles de azúcar en la sangre), incluyendo a las diabéticas, no hay ninguna duda. Pero de ahí a atribuirle propiedades antifúngicas, bactericidas, diuréticas, antiácidas, dispépticas, facilitadoras de la absorción de las grasas, antigripales y cicatrizantes, hay un abismo, propiedades todas ellas sin ninguna base clínica, a pesar de lo que afirman sus acérrimos defensores, a la vez productores y comercializadores de este producto edulcorante. No me extrañaría que, dentro de poco, se le atribuyera también propiedades anticancerígenas, como la de otros muchos brebajes, batidos y preparados a base de productos naturales que se anuncian por doquier.

Que existe un problema sanitario grave de sobreuso de medicamentos e incluso de empleo de medicamentos innecesarios, es una triste realidad y un tema muy complejo que no pretendo abordar aquí, pero no caigamos en la trampa de abandonar o sustituir un tratamiento farmacológico eficaz, contrastado e internacionalmente aceptado, por un producto que, por muy natural que sea, no ha demostrado fehacientemente sus propiedades curativas.

La fitoterapia es un arma terapéutica útil y reconocida. La Comisión Europea publica y actualiza constantemente monografías de plantas y extractos vegetales en las que determina sus indicaciones terapéuticas y condiciones de uso. Desconfiemos de quienes proclaman nuevos usos medicinales para productos naturales conocidos o usos medicinales para productos naturales desconocidos sin que hayan evidencias científicas de su utilidad. Y desconfiemos también de los vendedores ambulantes (la venta ambulante de plantas medicinales a granel está prohibida). Posiblemente no nos hagan daño; en el mejor de los casos no nos harán ningún efecto, pero no deja de ser un fraude.

Los defensores a ultranza de la fitoterapia, como sustitutiva de los medicamentos convencionales, basan su inocuidad en la baja tasa de efectos secundarios. Aunque, insisto, las plantas medicinales no están exentas de efectos indeseables, esa aparente inocuidad que muchos les atribuyen se debe a que las dosis utilizadas son muy bajas. Ya dije que todo es cuestión de dosis (hasta el producto más inocuo puede ser mortal a dosis excesivas). Pero ello también se traduce en un menor efecto terapéutico. Estas dosis bajas de la sustancia activa, va lógicamente acompañada de bajas dosis de las otras sustancias que la acompañan, que suelen ser las causantes de los efectos más indeseables. En otras palabras, para que una infusión a base de hojas troceadas de una planta (la droga) ejerza el mismo efecto terapéutico que un comprimido conteniendo la dosis efectiva de la sustancia medicinal aislada y purificada, deberían utilizarse dosis mucho más altas de esa droga, de modo que la probabilidad de sufrir efectos adversos sería mucho mayor, y de mayor envergadura, por contener cantidades más elevadas de las sustancias terapéuticamente inactivas que contiene.

¿Cuál es, pues, el papel de la fitoterapia? Los tratados y las asociaciones internacionales de fitoterapia coinciden en señalar que esta va fundamentalmente dirigida al tratamiento de la sintomatología de afecciones leves, como sería el nervosismo (no la ansiedad), la dispepsia (digestión pesada) y otros trastornos digestivos leves, el estreñimiento, la tos irritativa, faringitis, hipertensión, hiperglucemia e hipercolesterolemia moderadas y un largo etcétera, situaciones estas que no requieren un diagnóstico ni un control médico, y que, al igual de lo que ocurre con los medicamentos que no precisan receta médica, forman parte del arsenal terapéutico para el “autocuidado de la salud”, donde la fitoterapia es suficientemente efectiva y con un balance beneficio-riesgo aceptable.

Si la medicina tradicional es, muchas veces, un negocio, no lo es menos la medicina alternativa. Lo realmente importante es que, para hacer frente a una determinada enfermedad, sepamos ponernos en manos de un personal sanitario debidamente cualificado y someternos a un tratamiento científicamente contrastado. Huyamos de las falsas promesas y de los productos milagro.

Para terminar. y aunque me aparte un poco del tema que me ocupa pero al hilo de lo que considero falsas promesas, quisiera hacer una somera mención a lo que se conoce como “complementos alimenticios” (conocidos como food supplements en otros países), un gran negocio al que se han sumado las farmacéuticas, sobre todo las que desean compensar los perjuicios económicos de la desfinanciación de algunos de sus medicamentos. Así pues, ya sean comercializadores exclusivos de complementos alimenticios o laboratorios farmacéuticos, se está, a mi juicio, incitando a un consumo desmedido e injustificado de sustancias (antioxidantes, depurativos, vitaminas, minerales, sustancias alimenticias varias y, más recientemente, plantas medicinales) que una dieta sana y variada, como la mediterránea, las hace innecesarias. Lo realmente preocupante, en este caso, no es solo su toxicidad per se (una hipervitaminosis puede tener consecuencias graves), sino la aparición de efectos adversos por alguna contraindicación (condición física que no haga recomendable su empleo) o una interacción con otra/s sustancia/s que se esté/n ingiriendo por otra vía.


“Somos lo que comemos”, dijo Ludwig Feuerbach (1804-1872), y “Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”, afirmó, muchos siglos antes, Hipócrates. Pero esta ya sería otra historia.


28 comentarios:

  1. Hola Josep, me ha encantado este ensayo sobre medicamentos como todos los conocemos y su contraposición con la fitoterapia o incluso las llamadas terapias alternativas. Realmente se me hace difícil añadir algo, pues todo lo que expresas está lleno de coherencia y conocimiento técnico. En lo personal soy un defensor de los medicamentos, a pesar de sus posibles efectos secundarios. Solo me quedaría por incidir, en lo que comentas al final sobre la alimentación. Pienso que los alimentos naturales que podamos comer, tienen unos efectos tan beneficiosos que sabiendo combinar sus propiedades pueden evitar o retrasar el uso de los medicamentos.
    Un abrazo y gracias por tan excelente y rigurosa publicación.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Miguel, por tus comentarios.
      Por supuesto que una vida sana, tanto en lo referente al ejercicio físico (el sedentarismo es un enemigo a tener muy en cuenta) como a la alimentación, es una excelente manera para mantenernos en forma. Una alimentación variada y equilibrada ayuda a la prevención de algunas enfermedades. Claro que en este terreno también habría mucho de qué hablar. También abundan por ahí dietas milagrosas para perder peso y demás. Y luego podríamos tratar sobre el empleo de corticoides, antibióticos, pesticidas y otros compuestos químicos para engordar a los animales, para que las gallinas pongan más huevos, para que las cosechas no se vean afectadas por ciertas enfermedades... Por no hablar de los alimentos transgénicos. Así pues, asegurarnos una alimentación sana e inocua tampoco es tarea fácil.
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Vaya, qué rollo, ¡otra vez estoy de acuerdo contigo al cien por cien! jajajaja. De verdad que alguna vez me encantaría discrepar, aunque solo fuera por darle vidilla al comentario.
    Debo decir que no solo me parece acertadísimo todo lo que dices, sino que lo has explicado con una claridad meridiana, de forma didáctica y fácilmente entendible para todo el mundo.

    Por añadir algo diré que aunque la información debería ser siempre positiva, no siempre es así. Conozco a muchas personas que se leen de cabo a rabo los prospectos de los medicamentos y, ante la lista de posibles efectos adversos, deciden no tomarlos y no seguir el tratamiento prescrito por el facultativo. Es un error, obviamente, y mucho más si a cambio emprenden una supuesta terapia alternativa a base de plantas y ofrecida como "natural" y má efectiva y sana que los fármacos tradicionales.

    Te dejo un abrazo y un aplauso por un post excelente, Josep :))

    P.D: En lo que a mí respecta puedes escribir cuando quieras otros posts profundizando en aspectos del tema que solo has tocado de pasada en éste. Sería genial que nos dejaras aprovecharnos de tus conocimentos :)) Me ha resultado de lo más interesante, ¡gracias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así que buscas la confrontación, la polémica y no hay forma. Pero, paciencia, algún día llegará, jajaja.
      El prospecto contiene, y debe contener, toda la información relevante para el paciente a la que va dirigido el medicamento, y no solo es una pieza clave para proteger al usuario sino, seamos claros, para proteger al fabricante frente a cualquier querella que aquel pudiera presentar debido a algún efecto indeseable. Si en los años 70 el prospecto era un pequeño e ininteligible panfleto, ahora, en algunos casos, es una pequeña sábana explicando, de un modo lo más comprensible para un usuario con muy poca cultura medica, todo lo referente al empleo del medicamento. Pero claro, eso también tiene su aspecto negativo, pues hay quien cree que todo lo que se expone en el apartado de efectos secundarios le va a ocurrir y no lo toma o abandona el tratamiento, y hay quienes experimentan todos los efectos secundarios que han leído. Yo siempre les digo a estas personas que solo consulten el prospecto si tienen alguna duda sobre su modo de empleo y si sienten algún efecto anómalo, para comprobar si es un efecto secundario descrito y, por lo tanto, atribuible al medicamento y, según su naturaleza, que lo comente al médico por si debe suspenderlo. El llamado "efecto placebo" funciona tanto para bien como para mal.
      Muchas gracias, Julia, por tus comentarios y tu interés. Y no sería mala idea tratar otros aspectos que, como le he dicho a Miguel Pina, tiene mucho que ver con nuestra alimentación, aunque este es un tema que domina muchísimo mejor que yo nuestra compañera Paloma Celada (Kirke buscapina).
      Un abrazo.

      Eliminar
  3. Me parece muy acertada toda esta reflexión. Se pasa de tomar antibióticos cada vez que se tose a no tomar nada que no tenga forma de hoja verde.
    Entre el negocio farmacéutico y el de los vendedores de "sueños naturales", me quedo con el farmacéutico que, hoy por hoy, me produce más confianza, sobre todo si lo avala la recomendación del médico.
    Para los nervios, tila, pero para la ansiedad prefiero el lexatín.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Rosa. En nuestro país falta cultura médica básica o cultura general sanitaria. Si no se sabe la diferencia, por ejemplo, entre un virus y una bacteria, la gente no entiende por qué en caso de una gripe no debe tomar un antibiótico, pues ese es un proceso vírico y los virus no son sensibles a los antibióticos. Y luego está la automedicación abusiva, o aconsejar a tu pariente o amigo que tome esto o aquello porque a ti te fue bien. A veces se va al médico por cualquier cosa banal y otras veces prescindimos de su opinión o vamos demasiado tarde.
      Y en cuanto a lo referente a los medicamentos y otras terapias alternativas, igual.
      Para los nervios, relajación y meditación, y si no funciona no viene mal una tacita de tila, jeje
      Un beso.

      Eliminar
  4. Sin ninguna duda tú, eres el experto y mejor no lo has podido explicar y estoy de acuerdo, aunque soy totalmente una negada a tomar medicamentos, porque por muchos ensayos clínicos que tengan, miras el prospecto y ya no sabes si tomarte lo que te han mandado, o mejor desecharlo por las causas adversas que ponen, ósea que muy buenos no serán, arreglan una cosa y te perjudica otra como puede ser el hígado, eso hablando de pequeños deterioros, porque si hablamos de enfermedades importantes, no te queda otra que tomarte aunque sea veneno.
    Lo que si te puedo referir es que tome durante nueve años "orfidal" para dormir, y lo he podido dejar tomándome unas pastillas del herbolario "triptofano" y con estas últimas, ya no me tomo ninguna, lo conseguí, lo que no podía hacer con la primera.
    Ahora, de la industria farmacéutica, se oye de todo, :)))
    Un placer haberte leído, me has hecho confiar más: en lo que no te mata, te cura, jeje.
    Un abrazo Josep.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Elda. Más que experto, dejémoslo en conocedor y punto.
      Por desgracia, la medicina (y la farmacología) no es una ciencia exacta. Tratar una enfermedad y utilizar para ello un determinado medicamento es algo difícil (primero hay que saber diagnosticar perfectamente la dolencia y su origen) e inseguro (no todos los medicamentos producen exactamente el mismo efecto en todos los enfermos). Como decía en esta entrada, hay que valorar la relación entre el beneficio esperado y el riesgo posible. Y todos los medicamentos pueden producir efectos adversos. Tomarlos o no dependerá de qué es mejor. Un diabético, por ejemplo, no tiene más remedio que inyectarse insulina de por vida, al menos hasta que la ciencia no logre poner a punto las investigaciones que se están realizando para paliar este grave problema de salud. Pero del mismo modo que hay tratamientos crónicos inevitables, los hay que pueden tener otra alternativa válida y menos agresiva. Por no hablar de los casos en que ni siquiera la ciencia se pone de acuerdo. como es el tratamiento de la artrosis.
      En el caso concreto que mencionas, un tratamiento de larga duración con Orfidal, al igual como ocurre con cualquier producto sedante o ansiolítico, tiene el riesgo de producir tolerancia, que significa que el cuerpo se acostumbra y precisa cada vez dosis más altas del medicamento para conseguir el mismo efecto. Así que, siempre que sea posible, es mejor recurrir a otros productos para dormir. El triptófano es un aminoácido, una sustancia natural presente en muchos alimentos, que forma parte de las proteínas, y participa en la producción en nuestro organismo de otra sustancia involucrada en la regulación del sueño. Una insuficiente cantidad de esta sustancia puede ser el origen de una alteración del sueño. La ingestión del triptófano resuelve este problema sin necesidad de recurrir a medicamentos con efectos sobre el sistema nervioso. También tiene este mismo efecto otra sustancia natural, la melatonina, que tiene igual función en nuestro cerebro y que también se produce a partir del triptófano. De ahí la importancia de saber el origen exacto de un trastorno. En mi caso, las veces que he tenido alteraciones del sueño (que son bastantes), probé tanto el triptófano como la melatonina y no me hicieron ningún efecto, posiblemente porque la causa de mi insomnio es de tipo nervioso.
      Siento haberte soltado este "rollo", pero solo pretendía aclarar que en medicina 2+2 no siempre son 4.
      Un abrazo saludable.

      Eliminar
    2. Jajaja, nada de rollo, me encanta porque como siempre, te explicas de maravilla, y es que donde hay talento... se nota, :))).
      Gracias

      Eliminar
  5. Muy interesante e instructivo. Muchas gracias.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias a ti por leerlo y me alegro que te haya interesado e instruido.
      Un abrazo.

      Eliminar
  6. Olé y olé, colega. Lo has bordado.
    Suscribo al 100% todo lo que dices. Esta manía de la defensa a ultranza de lo natural es una chorrada como un piano (siento ser tan explícita) pero me cargan los nuevos gurús que con sus soflamas vacías de contenido en la mayoría de los casos engañan y llevan al desastre a muchos (¿te acuerdas del niño de Olot que murió de difteria por no ser vacunado?).
    En el terreno de la alimentación me topo casi a diario con teorías absurdas y mal documentadas. He llegado a oír que hay que ser vegetariano porque eso eran nuestros ancestros. MENTIRA. De hecho, el ser humano llegó a evolucionar gracias a la ingesta de carne, la digestión de la proteína cárnica necesita menos energía que la necesaria para digerir la celulosa de los vegetales (el tubo digestivo se acortó y el cerebro se desarrolló más con la energía que no se empleaba en la digestión).
    Respecto a los suplementos alimenticios hay que tener mucho cuidado. Hace unos meses una paisana tuya, Lina Badimón, dio una conferencia sobre ácidos grasos omega-3. Estos ácidos grasos son antiarrítmicos y buenos para el corazón pero si se consumen en forma de alimento (pescado azul, nueces, etc), como suplemento dan el efecto contrario.
    En fin, no me extiendo más, pero voy a acabar con otra frase que a mí me encanta y que está grabada en el porche de la facultad de Farmacia de la Complutense:
    "Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis" Paracelso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Paloma. Me alegro que te haya gustado esta entrada y que, como colega, participes conmigo de esta "proclama", jeje.
      A veces pienso que todo esto es cuestión de modas, aunque más bien me decanto en que se trata, como digo en el enunciado, de puro oportunismo. Hay que hacer negocio como sea, aun mintiendo, o distorsionando la realidad, cargándose todo argumento que vaya en contra del negocio y, de paso, cargándose a los competidores. Y lo malo de todo esto es que utilizan el desconocimiento de la población para prometer cualquier cosa sin base científica. Se buscan las oportunidades del mercado y a vender productos milagro sin ningún tipo de reparo. No entiendo cómo las autoridades sanitarias no ejercen un control más estricto. Con algunos cosméticos ocurre exactamente igual, pero ahí entramos en el terreno de unas mentiras más inocuas: eliminar las arrugas en 14 días, o reducir la cintura o la celulitis en un mes aplicando diariamente una crema que no sirve para nada, etc.
      Muchas veces no es tanto la composición de un producto lo preocupante sino la falsedad de sus propiedades.
      La industria farmacéutica es, sin duda, el enemigo público número uno desde hace años para los comercializadores de terapias alternativas. Hay que desprestigiar a los medicamentos a favor de sus productos maravillosos. Siempre he dicho, sin embargo, que las farmacéuticas están pagando por sus pecados del pasado, cuando el "tarugo" (obsequios a cambio de recetas) estaba en el orden del día. Esa mala imagen perdura (y no puedo negar que todavía se practiquen métodos poco ortodoxos para vender) y será muy difícil de erradicar. Y es que el medicamento es un "producto" esencial y, por lo tanto, muy susceptible de critica (efectos secundarios, precios a veces desorbitados, patente de exclusividad, etc.). Muchas veces he estado tentado de abordar estas dos cuestiones que la gente no entiende y que muchos (que sí conocen la verdad) usan para atacar a las farmacéuticas: el precio de los medicamentos y sus patentes. Quizá algún día me atreva a explicar por qué existen las patentes para un medicamento y cómo se establece el precio de comercialización. Otra cosa muy distinta es que lo medicamentos deben llevar a todo el mundo al coste que sea. Una farmacéutica es una empresa como otra cualquiera, que precisa dar beneficios a sus accionistas, reinvertir el beneficio sobrante en investigación y recuperar esa inversión antes de que se extinga la patente que le confiere la exclusividad para comercializar un nuevo medicamento. Una farmacéutica no es una ONG. Para eso están los gobiernos. Pero ese es un tema muy delicado y polémico.
      Muy cierta, cómo no, la frase de Paracelso.
      Un abrazo.

      Eliminar
  7. Vaya interesante reflexión, me ha encantado Josep Ma y supongo que se podría extender a muchos otros ámbitos de la salud y todo aquello que el negocio o el marketing "recomienda". Hace un tiempo un amigo me decía que en España es el país europeo en el que más implantes dentales se realizan, ¿son todos realmente necesarios? Aquí entra en juego, el marketing agresivo y la ética y el buen hacer del profesional y desgraciadamente parece que bastantes veces gana don dinero.

    Me parece una auténtica absurdidad que ante eficacia probada se descarte en aras de plantas no probadas y sobre todo se arriesgue la salud propia y de los otros con ese no poner vacunas o recurrir a tratamientos no probados.
    Aunque también entiendo que hay personas desesperadas que acuden a todas partes porque necesitan esperanza y aquí es responsabilidad de los profesionales (entiendo que deberían serlo) no engañar a estas personas.

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Conxita. Ciertamente, el marketing suele ir por delante de las necesidades; de hecho crea esas necesidades (solo hay que ver el campo de la electrónica). Y en el terreno médico sucede algo similar pero distinto a la vez. Se utilizan medicamentos muchas veces sin necesidad. El enfermo tiene que salir de la consulta con una o más recetas en la mano. Y el motivo es variado: la presión de algunos laboratorios para que receten sus medicamentos; la opinión del paciente que, si no le recetan nada es que el médico no tiene ni idea; y la inmediatez del acto médico por falta de tiempo y recursos, es decir, en lugar de estudiar cada caso y hacer las pruebas necesarias para llegar a un buen diagnóstico, se receta algo que más bien trata los síntomas pero no la cauda de la supuesta enfermedad. Así que hay tres actores en esa mala praxis, que no pretendo decir que sea el pan nuestro de cada día, ni mucho menos. En el campo de las enfermedades mentales esto ocurre con demasiada frecuencia. Se recetan ansiolíticos y antidepresivos con demasiada alegría, sin diagnosticar correctamente el problema. Pero, claro, la psicoterapia no está financiada por el Sistema Nacional de Salud. Al psicólogo solo van los que lo pueden pagar y los que saben que su problema no precisa de un tratamiento farmacológico (o únicamente farmacológico).
      En cuanto al tema de la plantas, estas son una fuente casi inagotable de principios activos susceptibles de formar parte de un medicamento, pero solo después de haber sido minuciosamente estudiadas sus propiedades y su tolerancia. Pero otra cosa muy distinta es utilizar la planta, o una parte de ella, directamente. No todas son tan inocuas como la tila, la manzanilla o el té, por ejemplo. Por cierto, la gente no sabe que el té contiene mucha más cafeína que el café, a igualdad de dosis.
      Y, por supuesto, hay enfermos que, al no hallar la solución a sus problemas de salud en los medicamentos, recurren a cualquier otra cosa, incluso a un curandero. Pero contra eso no se puede luchar, sería como cercenar toda esperanza a quien sufre, como si le dijéramos a un creyente que no vale la pena rezar.
      Un abrazo.

      Eliminar
  8. ¡Hola1
    Qué interesante. Opino como tú. A ver, si no podemos dormir o estamos nerviosos pues una tila o una valeriana vienen genial, y si, como es mi caso, hay problemas digestivos pues algunas infusiones(además de una buena dieta y vida activa) ayudan, claro que sí, pero la medicina es la medicina y las enfermedades se curan con medicación y muchos niños de la generación de mi madre están vivos gracias a la penicilina.
    Ay lo de la stevia no lo sabía, parece que ser que es la nueva piedra filosofal. Lo que sí me da miedo es el abuso en alimentación de aceite de palma y los refinados, entre ellos el azúcar, pero por el modo en que lo refinan, no porque el azúcar o la harinasean algo malo.
    Un abrazo y ya tengo tu libro en versión kindle, no sé cuando lo podré terminar para reseñarlo pero estoy en ello. Si tienes cualquier duda con el pago, no lo ves o lo que sea dímelo y adjunto captura de pantalla de la compra.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Gemma! Pues fíjate tú que la eficacia del empleo de la tila para el nerviosismo no ha podido demostrarse mediante estudios clínicos, no así la de la valeriana, que sí ha demostrado ser eficaz. Y aun así hay mucha gente que toma tila para los nervios y le funciona. No sé si será un efecto de sugestión, pero el caso es que las autoridades europeas expertas en fitoterapia reconocen a la tila como una planta medicinal de uso tradicional, aunque reconocen que sus propiedades no están suficientemente demostradas. Si a ti te funciona la tila, pues adelante, jeje. Pero hay otras infusiones de plantas más eficaces para el nerviosismo.
      Uy, en el campo de la alimentación también hay mucho de que hablar, y no solo por los efectos de un determinado producto vegetal sobre la salud, sino en los aditivos alimentarios que, aun estando muchos de ellos permitidos, no tienen una seguridad de eso clara. Pero ahí también están los intereses económicos de muchas empresas multinacionales que no quieren ver su producto prohibido.
      Es muy importante estar bien informado, pero hay tanta información, tan variada e incluso contradictoria que nos volveríamos paranoicos, tendríamos que leer el etiquetado de toso los alimentos envasados que compramos y comprobar si el colorante E-123 o el edulcorante E-68 (me invento los números) están en la lista de aditivos autorizados por la Comisión Europea. Tenemos que hacer un acto de fe y cruzar los dedos.
      Un abrazo.
      P.D.- Muchas gracias por adquirir mi recopilación de relatos. Espero que te guste y tómate tu tiempo. Keep calm, jeje. Y sí, acabo de comprobar que figura como venda. Gracias de nuevo.

      Eliminar
    2. Hola. Te contesto por aquí a lo de mi libro porque no he podido contestar a todos los comentarios del blog.
      Lo primero, no quisiera que te sientas obligado a comprarlo, yo he comprado el tuyo de corazón y ni siquiera iba a contarlo, de hecho aún me sorprende haberlo hecho, he comprado el tuyo por interés y ya tenía intención desde hace tiempo.
      En la web de la editorial hay versión on line en pdf, así que supongo que se puede leer en el ordenador, es que no sabría decirte y lo he dicho tan de sopetón que en la editorial no saben que lo he puesto en el blog y no he preguntado nada.
      Por cierto, he empezado el tuyo y promete, he leído ya más de lo que tenía pensado, ya te contaré.
      Un abrazo.

      Eliminar
    3. No lo hago obligado, todo lo contrario. Tengo verdaderas ganas de leerte pues, cada vez que has escrito un relato, me ha parecido que tienes un muy buen estilo. Es más la curiosidad y el interés lo que me mueve. Veré de conseguirlo como sea.
      Un abrazo.

      Eliminar
    4. Mil gracias, y por cierto, me tienes enganchada he avanzado un montón y con la falta de tiempo que tengo es un milagro. Un abrazo y feliz finde.

      Eliminar
  9. Corrección de erratas: En el segundo párrafo, tercera línea, hay un gazapo: en lugar de "seguridad de eso clara" debería decir "de uso", y en la segunda línea del tercer párrafo pone "de toso los alimentos", en lugar de "de todos". Madre mía, qué patoso. Sorry.

    ResponderEliminar
  10. Uno de los aspectos que más me ha gustado de este artículo es la objetividad de la que haces Gala, Josep, pues a veces exponer los pros y contras de una polémica sin mostrar una opinión sesgada es complicado, más aún cuando el que escribe se dedicaba profesionalmente al tema en cuestión.
    Sin duda la guerra entre medicina tradicional y alternativa está a la orden del día, y como bien dices de un lado y del otro existen intereses que van más allá de la salud pública. Por mi parte, creo que se dan casos que se pueden tratar desde la homeopatía, o, si se quiere, con remedios naturales. No obstante, no estoy para nada de acuerdo con aquellos que pretenden satanizar los medicamentos o las vacunas (válgame Dios), porque bien es sabido que muchas enfermedades tienen cura a través de tratamientos que requieren algo más que un ungüento de plantitas, o bien necesitan de un método de prevención más eficaz que se respalde en un estudio científico.
    No sé, puedo ponerte un ejemplo personal bastante representativo: llevo años con problemas de acné, y tras probar cremas, pomadas, exfoliantes y otros tantos productos naturales, lo único que me está solucionando el problema es la isotretinoína xD
    Muy interesante y enriquecedor leerte, como siempre.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Sofia! Al menos he intentado ser lo más objetivo posible, cosa que no siempre resulta fácil. De todos modos, como decía al principio, solo pretendía poner un poco de luz en este tema tan oscuro que se presta a mucha confusión, sobre todo si se desconocen cierta cosas. Y más que defender a ultranza los medicamentos, quería advertir de que los tratamientos a base de plantas también tienen sus riesgos, y a veces mayores. Todo depende de la dosis, del modo de empleo y de la indicación a tratar. Y eso no siempre se tiene en cuenta.
      Ya que mencionas la homeopatía, te diré que precisamente está en entredicho su efectividad y que el Ministerio de Sanidad, que durante años se mantuvo en una línea neutral, pues no la autorizaba pero tampoco la prohibía, ha determinado finalmente que no existen pruebas clínicas que apoyen su utilización como método curativo. Sé, en cambio, de muchas personas que dicen haber probado la homeoterapia y les ha ido muy bien. Yo la probé y no me hizo ningún efecto. Los defensores de estos "medicamentos homeopáticos" ponen siempre el mismo ejemplo para defenderlos que ya es todo un clásico, el de las vacunas. Una vacuna consiste en inocular a una persona una cantidad minúscula de un elemento patógeno (un virus desactivado o una parte del mismo) y el organismo se hace resistente a la infección de ese microorganismo. Pero ello se debe a que cualquier sustancia extraña que penetra en nuestro organismo provoca, como defensa, la producción de anticuerpos, que son los que, posteriormente "atacarán" al virus vivo. Pero cuando se trata de combatir una migraña u otra alteración, ese principio no funciona igual. No conozco a fondo el modo de acción de los productos homeopáticos en particular, pero me resulta dudoso que la toma de una sustancia, que no queda claro cuál es, diluida mil veces, o más, pueda tener una actividad terapéutica ante, por ejemplo, una dermatosis o una ansiedad. El caso es que no hay una evidencia científica que lo explique. Pero si a alguien le funciona, pues adelante, a pesar de que creo que estos productos son, además, bastante caros. Aquí, en lugar del beneficio-riesgo, deberíamos hablar de beneficio-coste.
      Y en cuanto a lo que me comentas de tu acné y la ineficacia de los productos que usabas, ello se debía a que no todas las afecciones dermatológicas cursan con la misma severidad y deben enfocarse del mismo modo. Una planta o un extracto vegetal podrá actuar como emoliente (suavizante) e incluso como antiinflamatorio pero nada mejor que los derivados de la vitamina A (como la isotretinoína) para obtener buenos resultados, pues está precisamente indicada para los casos de acné severo.
      Me alegro que esta entrada te haya resultado interesante.
      Un abrazo.

      Eliminar
  11. Hola Josep Mª que tema has tocado, ni a caso hecho compañero. Hace un par de meses me llamaron por mi condición de "desempleada cualificada" mi perfil de bióloga les encajaba muy bien para la venta de complementos alimenticios, como condicionada sin empleo y por mi alta curiosidad pues no me negué, claro está. Ahora, que la entrevista no había como cogerla. Yo solo insistía: "Mira (al final resultó que la entrevistadora era una compañera bióloga, desconocida hasta el momento) esto no hay como cogerlo si te hago todas estas preguntas es porque me la pueden hacer a mí como comercial (era el puesto en cuestión) y si no me lo creo yo tampoco lo podré vender". Todo esto tras destacarme (con medidas, peso y diagramas-estandares para el sexo, peso y edad-) que yo podría en el futuro poner mi salud en peligro por un exceso de colesterol, grasa escondida en las vísceras, artrosis, perdida ósea y todo lo que conlleva el deterioro corporal a partir de los cincuenta. El precio de las latas de complementos alimenticios era excesivo y su fiabilidad indemostrable por ninguna vía, aunque me insistiera en el conocida laboratorio (poca información en internet) y el equipo de médicos que estaba detrás (que insistía trabajaban en la seguridad social y eran empresarios de dicha empresa). Tengo además (aparte de esta reciente experiencia) comentarte que como botánica estoy más cercana a las hierbas medicinales y que desconfíe un poquito de los medicamentos de naturaleza sintética. Me da un poco de reparo automedicamentarme por todos esos efectos secundarios; creo que ya me condicionan desde el principio, porque empiezo a tener problemas con el estómago, aunque use protector. En síntesis, me ha parecido muy interesante toda la aportación que das desde un punto de vista profesional, además de esa confesión de que nos has llegado a ese límite de la ética y ante todo, tu responsabilidad. Pues chapó compañero, pero la información a los usuarios de la sanidad pública, es otra, ese ronroneo de que los laboratorios que "benefician" el bolsillo de los profesionales de la medicina está al orden del día, manipulación, soborno. No sé, pero la industria farmaceútica es muy poderosa, una de los pilares económicos mundiales y muy fraudulentos en los países en desarrollo y es que la salud (y cada vez más) depende de ellos. No quiero dar la impresión de radical, dios me libre, solo que me ando con pies de plomo con los medicamentos, hago el pino para aguantar y no tomar muchos medicamentos, digo esto y pienso, que tengo la oportunidad ahora de no sufrir ninguna enfermedad que me ate a ellos, no quiero pensar en lo contrario. Y eso que dices de medicamentos milagro, claro, si es que lo primero que deberíamos preguntarnos cuando nos pasa algo, es que ha podido condicionar para provocar ese daño; hay mucho de emocional y psicosomático, si es que nosotros mismos con nuestro pensamiento provocamos lesiones orgánicas o musculares, y las pastillas o plantas no lo van a curar... seguiría pero se me está yendo la pinza jeje. Tus reflexiones Josep Mª sin duda, deberían incluirse como correctivos saludables, síii son beneficiosas para la salud ni lo dudes, tiene ese "efecto placebo" porque nos haces ronronear por esos derroteros que además compartimos contigo al cien por cien. Jo, como me he enrollado. Ni me releo. Un abrazo

    ResponderEliminar
  12. Hola Julio David. Como le decía a Sofía, la homeopatía no ha logrado demostrar científicamente su eficacia y actualmente está en entredicho su utilidad terapéutica. De hecho, yo siempre me he mostrado bastante incrédulo, pero hay quien dice haberse beneficiado de ella. ¿Efecto placebo? Yo creo que sí.
    No sé si sabrás que la homeoterapia se basa en una doctrina muy antigua que afirma que lo "similar cura lo similar", es decir que, según esto, una sustancia que provoca una enfermedad en una persona sana es capaz de curar la misma enfermedad en un enfermo. Como le explicaba a Sofía, hay un ejemplo que les viene a pedir de boca para apoyar esa creencia: la vacunación, pues consiste en inyectar un microorganismo (atenuado o inactivo) que, en condiciones normales, produciría una infección (como la gripe) y, en cambio, sirve para evitar padecerla. Pero, como decía, este es un caso especial y distinto en la práctica.
    La homeopatía ha sido considerada como una pseudociencia y los pretendidos medicamentos homeopáticos no han logrado demostrar clínicamente su eficacia. Estos preparados consisten en diluciones sucesivas de una sustancia disuelta en alcohol o agua, y esa dilución suele llegar hasta límites en los que ya no puede detectarse ninguna molécula de la sustancia original.
    Este tipo de productos son parecidos a las famosas "flores de Bach", que son soluciones, también alcohólicas, que se preparan tras poner en contacto una determinada flor con agua y esta "capta" la energía de la planta. Según la planta utilizada el producto servirá para tratar una u otra dolencia. Incluso te pueden hacer un preparado a tu medida para tratar un conjunto de alteraciones (ansiedad, anorexia, cefaleas, etc.) También sé de personas a las que les ha funcionado. Para mí todo esto es una falsedad (creo pensar que bienintencionada) basada en presunciones que no tienen nada que ver con la ciencia.
    Hace años que la OMS alertó sobre el uso de los preparados homeopáticos, en especial para tratar enfermedades graves. Actualmente ya son muchas las sociedades científicas y organismos oficiales nacionales que califican la homeoterapia como algo totalmente ineficaz.
    Espero haber aclarado tus dudas.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  13. Jaja. Muchas gracias, Eme, por tus reflexiones y por compartir tus experiencias y reticencias para con el mundo farmacéutico. Mira, fraudes y excesos los hay por doquier y no pondría la mano en el fuego por ninguna farmacéutica en particular. Yo he vivido de cerca lo que son los intereses comerciales y, a pesar de que cuando me pedían formar a los nuevos "Product Managers" o responsables comerciales de un producto o línea de productos, siempre hacía hincapié en que vender un medicamento no es como vender un electrodoméstico, pues muchos de ellos procedían de otros ámbitos (algunos del ramo de la alimentación). La conducta ética en farmacia debería ser como el juramento hipocrático en medicina. Pero la realidad es otra. Yo no creo que se mienta sobre las propiedades de un medicamento (como sucede en otros campos) pero sí se "amplifican" sus efectos beneficiosos y se "disminuyen" sus efectos indeseables, pero eso en todo caso solo sucede a través de la visita médica (la visita que hace el comercial al médico prescriptor). Pero los folletos informativos no pueden manipularse, todo lo que contiene un prospecto y la información médica escrita es real.
    El cuidado de la salud es algo que ha ganado mucho protagonismo últimamente, cosa que me parece fantástica, pero este interés ha generado una gran oportunidad de negocio y alrededor de esta aparecen muchos aprovechados sin escrúpulos, creando necesidades donde no las hay. Una vez entré en una web sobre salud y fui respondiendo un cuestionario el cual me tenía que dar, a partir de una serie de datos personales sobre estatura, peso, tensión arterial, perímetro de cintura etc., la edad de mi corazón. El resultado fue que tenía un corazón de una persona de 70 años (yo entonces tenía 60, creo recordar). Luego vinieron los consejos saludables, entre los que apareció una conocida marca de leche especialmente recomendada para prevenir los niveles altos de colesterol, la intolerancia a la lactosa y otras propiedades por su contenido en ácido fólico, en ácidos grasos omega 3 y omega 6, bla, bla, bla. O sea, todo un gancho para publicitar esa marca de leche.
    Como decía no sé a quien de los que te preceden en los comentarios, el efecto placebo es evidente y hay dolencias que no precisan de un tratamiento farmacológico que, inevitablemente, puede llevar asociado una serie de efectos secundarios. Hay que valorar si vale la pena experimentar esos efectos, si es que aparecen, a cambio de una mejoría sustancial en la salud, o no.
    Que la industria farmacéutica es un gran negocio, no hay duda de ello, aunque debo decir que (al igual como ocurre con las oficinas de farmacia) ya no lo es tanto como antes. La aparición de los genéricos, con unos precios a veces irrisorios (cuesta creer que alguien pueda ganar dinero vendiendo medicamentos con un precio de venta al público dos euros, cuando el coste de fabricación, el envase, el prospecto y el estuche ya parecen costar más y luego están los márgenes para el mayorista y la farmacia) ha acabado con los florecientes (y exagerados) beneficios de antaño. De ahí que los precios de los nuevos fármacos, sobre todo si son innovadores (que no tienen competidor) sean tan elevados.
    En resumen, que en todas partes cuecen habas y que, como decía antes, no pondría la mano en el fuego (y menos la derecha) a favor de ninguna farmacéutica, aunque, insisto, yo no he sido testigo directo de una manipulación o un comportamiento inmoral como muchos le atribuyen.
    Ahora soy yo quien tiene la impresión de haberse extendido demasiado, pero hay tantas cosas qué decir...
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  14. Muy interesante tu artículo, gracias por compartirlo. Estoy totalmente de acuerdo contigo. La nutrición sana prepara y fortalece al organismo para luchar contra la enfermedad.Pero estamos inmersos en un mundo de malos hábitos que provocan enfermedades las cuales queremos curar con medicamentos mágicos, sean sintéticos o naturales. Por otro lado, recordemos que a la industria farmacéutica le dan vida los enfermos. Por esto, de un lado "curan" y de otro "dañan" de esa manera mantienen el "consumo". Con los milagrosos productos "naturales" ocurre igual. Pienso que frente a las medicinas hay que mantener una sabia y cuidadosa distancia. Ni tanto que quemen al santo ni tan poco que no lo alumbren; y buscar la alimentación sana de lo que nos ofrece la naturaleza. Gusto leerte.Saludables saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Efectivamente, María, el refranero ya lo dice: más vale prevenir que curar. La vida desordenada, los malos hábitos alimenticios y el consumo excesivo de alcohol, tabaco, etc., predisponen a padecer ciertas alteraciones que, a la vez, se transforman en enfermedades. La dieta mediterránea es una especie de tratamiento preventivo. Ahora bien, cuando nos afecta una dolencia severa, una infección o cualquier enfermedad que afecta a nuestra calidad de vida, hay que recurrir, nos guste o no, a los medicamentos, ya sean sintéticos o de origen natural. ¿Qué hubiera sido de la humanidad sin la penicilina? Desde luego hay que controlar los abusos, cuando los hay, de ciertas farmacéuticas, pero hay que reconocer que la balanza se decanta hacia las medicinas, antiguas y modernas, que han salvado millones de vidas.
      Muchas gracias, por tu comentario.
      Un abrazo.

      Eliminar