Casi siempre que hago una
entrada en este blog, pienso si lo que voy a expresar molestará a alguien, y
cuando lo acabo de publicar esta duda se hace mucho más patente, temiendo haber
herido alguna que otra susceptibilidad.
La entrada de hoy no está
exenta de esa sensación. Podría haber empezado con una advertencia al estilo de
lo que se dice en televisión, cuando se indica que “las imágenes que van a ver
pueden herir la sensibilidad del espectador”, aunque, en este caso, en lugar de
imágenes (si prescindimos de la de la cabecera) son palabras.
Si la política siempre ha sido
un asunto muy polémico (especialmente en los momentos que vivimos y sufrimos),
la religión, el tema que aquí y hoy me ocupa, no está exenta de controversia.
Por tal motivo procuraré no ser demasiado osado, irreverente u ofensivo al
tratar la pregunta que me hago y me he hecho en multitud de ocasiones: ¿hasta
qué punto algunas manifestaciones religiosas no son más que el fruto del
fanatismo o de la superstición? Espero, pues, no herir la sensibilidad de
ninguno de mis lectores, aunque, claro está, la sensibilidad es como el DNI:
personal e intransferible.
Que conste que no soy un
anticlerical. Crecí en el seno de una familia católica, apostólica y romana, me
educaron en la religión católica y estudié desde los seis hasta los diecisiete
años en un colegio religioso, del que guardo, por cierto, bastantes buenos
recuerdos.
Sé que lo antedicho no es
ninguna garantía de religiosidad, pues son muchos los estudiantes de colegios
de curas y de monjas que han renegado de la fe católica y han acabado
practicando un ateísmo radical. No es mi caso. Yo me definiría más bien como un
agnóstico que siente un profundo respeto por las creencias y prácticas ajenas
de cualquier religión que predique y practique el respeto al prójimo sin
distinción de credos, razas y sexos.
Dicho esto, y una vez
proclamada mi educación cristiana de la que no reniego, pues ha conformado mi
forma de ser, de pensar y de respetar a los demás, considero que por muy creyente
y practicante que uno pueda ser, ello no tiene por qué estar reñido con la
autocrítica. Un ferviente católico puede perfectamente considerar inadecuadas
algunas manifestaciones, declaraciones y conductas de los representantes de la
Iglesia, del mismo modo que puede criticar algunas de las manifestaciones y costumbres
populares centenarias que más bien parecen pertenecer al folclore popular que a
la auténtica religión, con la connivencia del clero, que, de un modo u otro, se
beneficia de ello.
Dadas las enseñanzas de
religión católica que recibí en mi niñez y primera adolescencia, creo sentirme
suficientemente capacitado para distinguir lo estrictamente religioso de lo
supersticioso y, casi diría, pagano, por incultura e ignorancia.
Si todas las personas fervientemente
religiosas supieran lo que son las advocaciones marianas, no le disputarían a una
determinada Virgen el privilegio de ser la más guapa, la más milagrosa o la más
importante entre todas las incontables Vírgenes, o “virgencitas”, del mundo. A
fin de cuentas, solo se trata de utilizar distintos nombres en función del supuesto
lugar de la aparición que se le atribuye (de Fátima, de Lourdes, del Pilar…) o
de distintos hechos (de la Soledad, de la Concepción, de los Dolores…). Algo
parecido ocurre con las veneraciones a distintos nombres e imágenes de
Jesucristo. Cuántas veces no habré oído eso de “es que yo soy muy devota de la
Virgen de los Desamparados”, o “tengo mucha fe en el Cristo de Lepanto”, por
ejemplo. Y aunque me resulte igualmente pintoresco,
puedo entender, en cambio, que haya gente que, a la hora de encomendarse a un
santo, tenga predilección por el que, a su juicio, es el más milagrero. ¿Fe o
superstición?
¿Por qué, pues, esa
preferencia por una u otra imagen? ¿Por qué la gente entra en esa histeria
colectiva ante la imagen de una Virgen portada y paseada a hombros? Al ver esas
imágenes, para mí tan impactantes, de fervor popular llevado al éxtasis,
siempre me he preguntado ¿cuántas de esas personas que se pelean por tocar la
imagen o llevar en volandas a un crío de corta edad, atemorizado y llorando,
para que toque el manto de la Virgen, pisa una iglesia a lo largo del año para
una celebración que no sea un bautizo, una boda o un funeral? Si son realmente
creyentes, ¿por qué actúan más bien como posesos? ¿Acaso no saben que una
imagen no es más que una representación tallada en madera o escayola y que,
según la Iglesia, su veneración lleva el nombre de idolatría? Podrá ser una
obra del arte barroco, salida del taller del mismísimo Salzillo, pero no deja
de ser solo eso: una imagen, más merecedora de ser contemplada en un museo que
venerada en la calle.
Más aún. ¿Cómo es posible que
se invierta una cantidad desorbitada de dinero (aunque sean donativos) para
embellecer una imagen, por muy digna de culto y respeto que sea, con
vestimentas lujosamente ornamentadas con bordados de oro y piedras preciosas?
¿Por qué lo permite la Iglesia? Mucho me temo que si objetara tal desatino, los
propios representantes de esa Iglesia serían objeto de la furia y fanatismo
popular. Así que es mejor seguirles la corriente y todos contentos.
Las tradicionales procesiones
de Semana Santa son una manifestación religiosa que forma parte del imaginario
popular y cultural, con un arraigo extraordinario y, en según qué localidades
españolas, representan, no solo la religiosidad del pueblo, sino que también podría
considerarse lo que ahora se denomina patrimonio inmaterial de la humanidad. Forman
parte de la escenificación religiosa y no habría Semana Santa sin los pasos en
las calles y las saetas en los balcones. Pero lo que más me desagrada es la
condición de espectáculo de masas que, por lo general, se le da a esa
exhibición pública.
Como anécdota ejemplarizante,
recuerdo que durante mi último periodo de las milicias universitarias como
alférez en Jerez de la Frontera, en la Semana Santa de 1975, tuve que desfilar
en uno de los pasos de la cofradía a la que pertenecía mi Regimiento. Yo iba,
como oficial, al frente de mi Compañía, con el sable descansando en el hombro
derecho, desfilando a paso lento y al compás de la marcha militar propia para
la ocasión. Pues bien, parecía que, en lugar de una ceremonia religiosa, se
estuviera representando una obra de teatro al aire libre: la gente sentada a
ambos lados de la calle, comiendo pipas y todo tipo de golosinas, mientras los
vendedores ambulantes cruzaban la procesión, pertrechados con una bandeja
sujeta a la cintura, en la que llevaban la mercancía, y gritando “pipas,
cacahuetes…”. Un crío me señaló, emocionado, diciendo a su madre “mira mamá, un
cadete. Ello me hizo sonreír, pero, por lo demás, me sentí como un actor o,
peor aún, como un mono de feria ante una multitud exultante.
Sin duda alguna, las
procesiones de Semana Santa tienen una raigambre popular imperecedera y, si les
restamos lo que tienen de folclore y de exhibición social fuera de lugar (esos
famosillos asomados a los balcones con sus parejas, riendo y haciéndose
arrumacos, ajenos al verdadero sentido de lo que acontece en la calle), merecen
todos mis respetos, aunque las considere algo ya impropio de nuestro tiempo.
Y lo que sigo sin entender es
que, en pleno siglo XXI, todavía se hagan procesiones, como las que
recientemente han tenido lugar por diversos lugares de la geografía española,
para que llueva, una práctica se me antoja muy primitiva. Una cosa es tener fe
y rezar para obtener un favor divino y otra este tipo de manifestaciones que me
retrotrae a tiempos pretéritos en los que la incultura y la superstición
estaban al orden del día.
Bendecir un objeto, un coche,
un animal de compañía, una vivienda, etc., se asemeja más a lo que hace un
chamán para proteger al creyente, a su familia y a su casa de los malos
espíritus, que algo propio de una Iglesia moderna. Nuevamente la pregunta: ¿Fe
o superstición?
Para terminar, solo añadir que
la fe, el fanatismo y la superstición son, en muchos casos, enemigos acérrimos de
la medicina moderna y de la salud, cuando alientan, directa o indirectamente,
al enfermo a abandonar el tratamiento habitual y clínicamente contrastado para
convencerle de que solo la oración o el curanderismo podrán sanarle. ¿Cuántas
muertes se podrían atribuir a esas creencias y actitudes?
La fe nunca debe contagiarse
de fanatismo ni mezclarse con la superstición.
Genial tu entrada, Josep María. Veo que tenemos más cosas en común, aunque no todas. Yo también estudié en un colegio religioso desde los cinco hasta los quince años, aunque mi familia no es especialmente creyente;tampoco es que se declaren ateos, pero no es un tema que les preocupe. También desde esa educación religiosa he evolucionado hacia un agnosticismo respetuoso con las religiones. Es más, creo que si no hubiera religiones habría que inventarlas; de hecho, se inventaron cuando no las había, probablemente cuando los neandertales (o puede que alguna otra especie antes) descubrieron que eran mortales y tuvieron que sustituir la vida que aquí se terminaba por otra más feliz y duradera.
ResponderEliminarY como tú, pienso en toda la ignorancia y superstición que se esconde tras esas manifestaciones de lo que más que religiosidad es cerrazón de ideas.
Yo también procuro no herir sensibilidades, pero si hay alguien que no sabe lo que es el respeto por las ideas ajenas, es toda esa gente que lleva a dios en la mano y ni se plantea que pueda haber gente decente que piense distinto. Me llevo muy bien con mucha gente religiosa y nos respetamos y hasta hacemos risas de las diferencias, pero hay otra con la que sé que no debo hablar. "Pa qué".
Un beso y felicidades por tan buena reflexión.
A lo largo de la historia, las religiones se han mezclado con creencias y prácticas mágicas y supersticiosas que mostraban a Dios (o a los dioses en las religiones politeístas) como un ser castigador y vengativo a quien el hombre debía tener satisfecho con ofrendas y demás actos a fin de que, a su ves, les otorgara bienes (buenas cosechas, caza, salud, fecundidad, etc., etc.). Esos ritos han ido cambiando a lo largo de los siglos pero perduran aun hoy en día en forma de manifestaciones diversas, como sacar un santo, un cristo o una virgen a hombros, el Via Crucis y demás prácticas religiosas colectivas. Lo sorprendente para mí es que, si bien la Iglesia se ha ido modernizando poco a poco (la misa ya no es en latín, se celebra de cara a los feligreses, puede tomarse la hostia consagrada con las manos y un largo etcétera de pequeñas cosas que en la antigüedad eran impensables), hay costumbres que persisten tal cual desde la edad media y son precisamente las que más fanatismo o superstición encierran. Quizá por ello la propia Iglesia ha preferido no ahondar en ello y dejarlo como una simple tradición.
EliminarYo siempre he evitado discutir sobre las creencias ajenas, especialmente con personas extremistas, incluso con mi propio padre, un hombre sumamente religioso, pre-conciliar y hasta cierto punto intolerante. Lo importante es el respeto mutuo y saber convivir con todo tipo de creencias, siempre que, como decía en mi reflexión, no atenten contra los derechos humanos. Una cosa es "atentar" contra la razón o la lógica material y otra muy distinta contra los principios fundamentales del ser humano. Y eso vale no solo para creencias religiosas sino también para las prácticas y costumbres inhumanas (la ablación es una de ellas).
Un beso.
Es muy interesante tú reflexión, y la verdad es peliagudo el tema.
ResponderEliminarLa religión para mi es hacer el bien al prójimo respetando a todo el mundo, y creo también que los fanatismos no son buenos, creo que se puede venerar a una imagen o ser devoto de tal santo, pero no creo en esas imágenes en las que tú has puesto de cabecera, creo que no hace falta demostrar tanto fervor, porque en esas exhibiciones que demuestras que tu devoción vale mas que los que en privado veneran, rezan o creen en algún santo? No hace falta, pero bueno para algunos así es, ahora respeto esa demostración por supuesto faltaba mas.
Te puedo contar que tengo un tío materno, que no dejo que su mujer fuera a un ginecólogo en los dos embarazos d emis primas, que tuvo a sus dos hijos en una cueva y que no las escolarizo, he ahí un ejemplo de fanatismo, y dejo la carrera de Farmacia para irse a la leer la Biblia a una cueva y entro en una secta, si yo te contará las barbaridades que me ha dicho este tío mío uf, en fin muchas veces las cosas son muy extremas y no puede ser que la religión se lleve tan lejos o lo que ocurre con DAESH, en fin sería muy extenso.
Si quizás la Semana Santa sea algo impropio para nuestro tiempo pero has de reconocer que las imágenes que se muestran en las calles son de una belleza impresionante, y es mas no solo eso, si no la demostración de respeto que yo he vivido la Semana Santa en Andalucía, mas concretamente en Málaga, hace que sin querer te emociones y hasta llores y eso es impagable, es indescriptible esa emoción, creas o no, te lo puedo asegurar, porque el silencio de la calle al paso de un determinado paso es algo que pone los pelos de punta, lo que yo h evivido es para vivirlo mil veces, eso si no estas ante una devota ni beata no, pero hay algo que te atrae ante tanto respeto que se palpa y vive sin querer. Un abrazo y Enhorabuena por esta reflexión.
Yo, Tere, prefiero a un supersticioso que a un fanático y las sectas me dan un miedo tremendo. Que cada uno crea en lo que quiera pero eso de arrastrar a otros por una ideología extraña y crear un grupo cerrado e impenetrable se me antoja algo malévolo.
EliminarLo que cuentas de tu tío es un caso clarísimo de fanatismo religioso y lo peor de todo es cuando los fanáticos afectan, con sus ideas, la libertad de los que le rodean. Como bien dices, y yo apuntaba en esta entrada, hay aspectos de las religiones que son de muy difícil comprensión y discusión, como sería el caso de los Testigos de Jehová, que tienen prohibido transfundir sangre, incluso a sus propios hijos, dejándolos morir si es necesario, a causa de una interpretación literal de la Biblia, que lo considera un acto impuro. ¿Cómo vamos a poder discutir algo así con un seguidor de esa... ¿religión?, ¿secta?
En cuanto a las procesiones, entiendo perfectamente lo que cuentas. Ante una manifestación general de respeto y devoción, comprendo que uno (sobre todo si es creyente) pueda emocionarse e incluso llorar de emoción. A mi me pasó algo parecido (no lloré pero se me hizo un nudo en la garganta) ante un acto militar en honor a los caídos y mira que no tengo nada de fervor ni espíritu militar. Fue simplemente ver a una inmensa formación militar, con banderas y banderines, perfectamente cuadrada y en posición de firmes, con una música de fondo que rezumaba tristeza. Creo que ahora no me sucedería tal cosa pero era joven y me pilló desprevenido, jeje
Mi máximo respeto por las procesiones en las que hay un verdadero sentimiento religioso. Para no rizar el rizo, no he contado en este post que durante aquella Semana Santa que pasé en Jerez, hubo una cofradía gitana (y que conste que no tengo nada en contra de esta etnia) a la que habían prohibido salir en procesión porque el año anterior se habían liado a palos con otra cofradía "contrincante". Finalmente, para evitar nuevos encontronazos, a cada una se le designó una ruta distinta. Ya me dirás si eso es sentimiento religioso o más bien fanatismo.
Por supuesto, hay de todo en la Viña del Señor.
Un abrazo.
Se está convirtiendo en costumbre que te de la razón y claro, así el comentario no tiene gracia jajajaja. Bromas aparte, querido Josep, no puedo estar más de acuerdo contigo. Yo conozco a gente que no entiende "por qué los curas se meten en los temas de las procesiones" (¿?); a gente que no pisa jamás una iglesia y que habla pestes de todo lo que tiene que ver con la religión, pero que son costaleros de una cofradía de toda la vida; a gente que vota a partidos claramente anticlericales y que cuando éstos, en línea con su forma de pensar, han intentado prohibir procesiones, por poco sufren un apedreamiento público. Vamos, la incoherencia total. Del mismo modo hay gente muy religiosa que no gusta de las manifestaciones de "exaltación popular de la fe".
ResponderEliminarYo, al igual que tú, tengo una educación religiosa y cursé mis estudios, incluido el COU, en un colegio de monjas. Precisamente ellas me enseñaron a ser crítica, a no tragarme cualquier cosa que me dijeran, a investigar para poder formarme una opinión propia de cada tema y no ser una "borrega". Precisamente por eso no puedo estar de acuerdo con ciertas prácticas que tú has mencionado y que me parecen folklore puro. No soy practicante, pero cierta vergüenza ajena de ser católica sí siento algunas veces ante ciertas cosas...
Como anécdota te contaré que mis hermanas mayores, mucho más rebeldes que yo, odiaban el colegio y a las monjas, todo en lote. Una de ellas terminó allí sus estudios, pero la otra les puso como condición a mis padres que la cambiaran de centro para seguir estudiante, cosa a la que accediaron porque ya era mayorcita y además le iba muy mal. Pues bien, las dos, cuando llegó el momento y tuvieron sus propios hijos, ¿dónde crees que los escolarizaron? jajajajja. Son mis hermanas y las quiero mucho, pero no puedo dejar de ver una gran incoherencia en sus formas de proceder.
Un saludo, compañero, y gracias por una reflexión tan buena :))
Caramba, Julia, eso sí que me sorprende y debo admitir mis prejuicios. Claro que, sin duda, estamos hablando de épocas diferentes pero nunca he visto yo a las monjas muy "progres", jeje. Recuerdo que en PREU (antes de llamarse COU), el profesor de literatura quiso montar una obra de teatro y como debían participar chicas pues recurrió a las Madres Escolapias (nuestras "colegas", pues yo iba a los Padres Escolapios), pensando que al pertenecer a la misma congregación no pondrían pegas. Pues denegaron vehementemente la oferta porque consideraban impropio mezclar chicos y chicas en una obra de teatro que vaya usted a saber de qué trataría. También en PREU, nuestro profe de sociología (un cura comunista que vestía de calle cuando en aquel entonces como mucho empezaba a usarse el "clergyman" o alzacuellos y que, al igual que tus monjas nos enseñaba a pensar) nos encargó realizar una encuesta totalmente anónima sobre los conocimientos de religión de los jóvenes, separando chicos y chicas y colegios laicos y religiosos. Pues las únicas encuestas que nos fueron devueltas en blanco fueron las de los colegios de monjas. Así que comprenderás mi emoción al ver que tuviste la gran suerte de estudiar en un colegio como el que mencionas.
EliminarTambién debo decir que mi opinión sobre las monjas cambió a bien, muchos años después, durante nuestra estancia en Madrid. En el barrio (La Piovera) había y hay una congregación de monjas benedictinas que, por razones que no vienen al caso, llegamos a tratar bastante y que me dejaron una muy grata impresión por su bondad y tolerancia.
Podríamos decir aquello (a vueltas con los refranes, jeje) de que cada uno cuenta la feria según le va.
Y nosotros (mi mujer y yo) también enviamos a nuestras dos hijas a un colegio religioso de curas y mixto (el no va más) pero más pensando en la calidad de la enseñanza, y sus opiniones son dispares. Pero por lo menos no se traumatizaron, jeje.
Y finalmente me alegra encontrar opiniones que coinciden con las mías, no porque ello me haga creer que estoy en posesión de la verdad sino porque me alivia pensar que no soy el único en pensar así, vamos que no soy un bicho raro, jajaja
Un abrazo.
Coincido contigo en lo de haber estudiado con religiosos y en todo lo que opinas. Seguí practicando la religión, incluso después del colegio, pero conforme me voy haciendo mayor voy atreviéndome a opinar por mi cuenta y ya no creo en casi nada. Hay mucha comedia y mucha superstición en la religión. En cualquiera.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ese distanciamiento también lo experimenté yo a medida que iba viendo que lo que la Iglesia consideraba entonces pecado yo lo veía como algo natural. Y no me refiero al "no matarás" precisamente, jeje
EliminarSi la liturgia ya me parece muy artificiosa, los actos excesivamente pomposos se me antojan excesivos y fatuos. Y es bien cierto que, a mi modo de ver, ninguna religión está exenta de esos excesos e incluso fanatismos que, en algunos casos, pueden confundirse con la superstición. Por no hablar del uso de la religión para exterminar a los "infieles". Pero eso ya es harina de otro costal.
No sé si en alguno de tus versos polisémicos has incluido la religión o actos religiosos, pero no sería mala idea si no te importa ser un poco irreverente, jeje.
Un abrazo.
Sin ir más lejos en Versos polisémicos (13) , que acabo de publicar hace unas horas, tienes el siguiente:
Eliminar"Ampararon sus abusos
unos cuantos cardenales.
Los que terminó llevando
por las hostias de los padres".
Un abrazo.
Jajaja. Muy bueno, como siempre. Ya me extrañaba a mí...
EliminarOtro abrazo.
Fe y fanatismo,... para mi dos conceptos antagónicos, aunque tristemente en muchas ocasiones vayan de la mano.
ResponderEliminarBuen fin de semana Josep Mª
Estos dos conceptos lo único que tiene en común es que empiezan por efe. Por lo demás, deberían formar la cara y la cruz de una moneda, nunca tendrían que estar en un mismo lado.
EliminarBuen fin de semana.
Hola Josep, tu apuesta con este texto me parece muy valiente y arriesgada, porque ya sabes que hay tres temas que en este país y en otros que alteran bastante a las personas. Léase religión, política y fútbol,ja,ja,ja. En todo caso y como lo haces desde el respeto no creo que nadie se de por ofendido. Me siento además bastante identificado con tu posición respecto a la religión ya que me considero un agnóstico que no rechaza otras posiciones respecto a esta cuestión. Y bueno, lo de pedir a santos y demás por las lluvias u hacer ofrendas por ejemplo a determinadas vírgenes para que el día de una boda no llueva, pues además de una contradicción, lamentablemente no parece ser muy eficaz. Respecto a las procesiones, las veo hoy en día más como un acto cultural y flolkorico, que como una devoción multitudinaria, aunque como no, respeto a todas esas personas que acuden a ella con un gran sentimiento y cariño. En fin Josep, buena reflexión y bien explicada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Parece que este tema está despertando bastante interés, pues justo acabo de responder a un comentario que aparece otro. O será que es viernes y queréis liquidar las lecturas antes del fin de semana, jajaja
EliminarCiertamente me he dejado el fútbol como tercera causa de discusión. Será que no soy muy aficionado a este deporte nacional, jeje
Efectivamente, Miguel, podemos encontrar muchas contradicciones en gente creyente y practicante, posiblemente más llamativas que las que todos los mortales tenemos en algún momento de nuestra vida.
Yo procuro ser consecuente en todos mis actos y lo primero que procuro hacer es respetar a todos los que no piensan como yo. Y si piensan como yo, como en este caso, pues mejor, jajaja
Un abrazo.
Considero que el fanatismo en cualquier tema es lo peor que puede existir, pues parece que nubla el sentido. Ahora, las creencias sin entrar en esta obsesión, me parecen fantásticas para el individuo, ya que en ello encuentran alivio cuando tienen sus pesares.
ResponderEliminarYo también me eduqué en un colegio religioso y desde luego tengo que decir que fueron unos años estupendos los que pasé con las monjas, que siendo en aquellos tiempos de mari castaña, ya eran muy modernas dentro de lo que había, con lo cual siempre fui una católica moderada, pero me encanta ver el fervor de la gente con tino. De cualquier forma creo que la enseñanza de la religión, fue bastante equivocada, por lo cual existen esos fanatismos...
Una entrada estupenda Josep, realizada con mucha delicadeza, solamente un fanático se puede molestar.
Un abrazo.
En nuestra época, las enseñanzas religiosas se basaban en el temor a Dios, en el concepto del pecado mortal y la condenación eterna en el infierno. Paparruchas. No es de extrañar, pues, que entre tanta falsedad y exageración anidara una concepción errónea de la religión que, con el tiempo y según la cultura de cada cual, ha podido degenerar en superstición y fanatismo. ¿Te acuerdas de esas cartas que se mandaban, escritas a mano, con oraciones y de las que tenías que hacer no sé cuántas copias y enviarlas a otros tantos incautos, pues de lo contrario te sucederían mil desgracias como las que en la carta contaban de aquellos que no habían seguido la cadena? No había ningún fraude, pues no había dinero de por medio, era solo superstición. Y hoy en día todavía se ven casos parecidos en facebook, pidiendo que compartas o envíes a cuantas más amistades mejor un mensaje de amor o de lo que sea, afirmando en en poco tiempo te sucederán cosas maravillosas. ¿Cómo es posible que todavía haya gente que pique? Pues los hay que lo hacen "por si acaso", es decir por pura superstición.
EliminarMuchas gracias, Elda, por tu presencia entre estas letras.
Un abrazo.
A mi juicio, no hacía falta que eliminaras tu comentario, Julio David. He tenido ocasión de leerlo por email antes de su desaparición y me ha parecido que, aunque iba más allá del estricto objeto en esta entrada, es perfectamente aceptable. Yo también me he planteado muchas veces esas preguntas sin respuesta racional y he cuestionado las respuestas que se nos han dado. Con fe o sin fe, todos pensamos que hay cosas que no alcanzamos y jamás alcanzaremos a comprender.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Hola Josep Ma yo soy de las que creo que se puede hablar de cualquier tema siempre desde el respeto hacía el otro y ese es muy evidente en tu entrada.
ResponderEliminarYo también soy de colegio de monjas aunque en mi caso solo durante la EGB, después pasé a un colegio laico y mixto, vamos una revolución jajaja. Bromas al margen, de mi paso por la escuela religiosa no tengo ninguna queja, me enseñaron a pensar y "mis monjas" siempre creí que fueron muy modernas, aún recuerdo que fueron las primeras que se quitaron el hábito y también que no era obligatoria la asistencia a la iglesia ni a las misas e incluso, ya en aquella época había alguna alumna que no era católica, así que creo que eran avanzadas para su época.
Creo que la religión con frecuencia se ha utilizado para "adoctrinar" y ha dejado de lado la ayuda a los que lo necesitaban y me molesta mucho aquellos que en nombre de cualquier dios se creen mejores que los otros o a los que van de grandes católicos y ni siquiera se dignan a ayudar a los que lo necesitan.
Besos.
Hola Conxita. Veo que mis prejuicios sobre las monjas de los colegios religiosos están desfasados, pues observo que sois unas cuantas las que habéis tenido contacto con monjas modernas, las nuevas generaciones de monjas, jeje. Sin duda, como le decía a Julia, la mía fue una época de mayor represión, tanto religiosa como social.
ResponderEliminarCuando yo estudiaba bachillerato (no el de ahora, que son los dos últimos cursos antes de la Universidad, sino que había un "bachillerato elemental", de los 11 a los 14 años, y un "bachillerato superior", de los 15 a los 16 años, al que le seguía el Curso Preuniversitario o PREU, que luego se le llamó Curso de Orientación Universitaria o COU), política y religión iban de la mano. Sobre la pizarra había un crucifijo (normal en un colegio religioso) y a cada lado las fotografía enmarcadas de Francisco Franco y de José Antonio Primo de Rivera (de ahí la broma de "Jesús en la cruz con los dos ladrones", jajaja).
Como en todos los lugares e instituciones, hay gente buena y no tan buena, y actuaciones criticables y otras elogiosas. Y la Iglesia es ejemplo de ello. Mientras hay quien no quiere renunciar a sus bienes y lujos, hay quienes ponen en riesgo su vida para atender a los necesitados en países pobres y en conflicto, bien como misioneros o simplemente cooperantes. Como decía más arriba, hay de todo en la Viña del Señor.
Pero una cosa son las creencias religiosas y otra muy distinta las supersticiones y el fanatismo. Aunque hablando de fanatismo, no hay ninguno peor que el que estamos viendo y sufriendo con los fundamentalistas o integristas islámicos. Cuando la Santa Inquisición hace siglos que desapareció, ahora tenemos a estos extremistas y descerebrados religiosos.
Un beso.
Hola Josep Maria, es la primera vez que visito tu blog. Tu entrada me ha gustado mucho y además estoy de acuerdo con todo lo que dices. Bueno, en mi familia nunca han sido especialmente religiosos, ni siquiera mis abuelos, que ya es decir, pero es evidente que es un tema que genera controversia. Cada uno debería poder expresarse de la manera que quiera sin tener que llegar a la falta de respeto. Creo que las procesiones se han tomado más como una costumbre de generaciones, aunque como tampoco estoy muy metida en el tema no sé hasta dónde es fanatismo o superstición. Desde fuera sí veo un poco peligrosa tanta concentración, y sobre todo por lo que mencionas de la participación de los niños.
ResponderEliminarEn todo caso, muy buena reflexión, no creo que hayas herido la sensibilidad de nadie jejeje lo has explicado de una forma muy diplomática, aunque entiendo tus dudas, yo un día hablé en el blog sobre el feminismo y su uso adecuado de la palabra y me sudaba la frente jajajaj
Un besito, me quedo para leerte :)
Hola María. Bienvenida a este blog que, como has podido comprobar, va de todo un poco, pero casi siempre con una base crítica que es la me me suele hacer dudar de la conveniencia o inconveniencia de tratar ciertos temas. Podría decir que en mi blog mando yo y hablo de lo que me da la gana, jeje, pero no soy una persona dada a la polémica y mucho menos a la ofensa, por mucha razón que crea que llevo en un asunto en concreto.
EliminarEn este caso (no sé si será porque los que disienten no se han querido manifestar o bien porque, como dices, no he llegado a herir la sensibilidad de nadie), hasta ahora todos los comentarios recibidos han sido favorables a mi enfoque.
El fanatismo y ya no digamos la superstición es un problema cultural, de ignorancia popular. No así la fe, que es algo que no se puede discutir, que se tiene o no se tiene y que no hace daño a nadie, al contrario, a muchos les ayuda a ser felices o, cuanto menos, a sobrevivir.
Lo que me perturba son esas muestras de histeria colectiva que observo en algunas manifestaciones religiosas y ciertas creencias que son exclusivamente supersticiosas y que no hacen bien a nadie, todo lo contrario.
Veo que también has tenido o sentido algún que otro apuro a la hora de tratar temas un poco "sensibles", jeje. Eso de ser políticamente correcto no es fácil. Efectivamente, hay que medir muy bien las palabras.
Muchas gracias por tu visita y puedes quedarte por aquí todo lo que quieras.
Un beso.
Josep. Fe o fanatismo. Yo prefiero la fe. El fanatismo es peligroso y el que lo lleva con mucho fervor, malo malo. Soy respetuosa con las religiones pero no dejo de comprender que llevar la religión al extremo es malo. Yo estuve en un colegio regentado por un cura y como era muy pequeña pocos recuerdos tengo de él. Solo sé que el colegio era para los niños pobres y no nos faltaba un desayuno allí mismo. Este cura hizo mucho por la gente pobre, mandó construir casas para ellos y les ayudó en todo lo que pudo. ESa es la religión que debemos venerar. La otra la de los curas en el Vaticano con tanta riqueza esa ya es otra cuestión. Cuando he visitado una iglesia como el Pilar, Covadonga, Lourdes , he visto los tesoros que guardan custodiados y me parece que esas riquezas las tenían que vender y hacerlas dinero para ayudar a los pobre. Las vírgenes no quieren esas riquezas seguro que no. Estoy contigo en ese fanatismo es peligroso. Tanto el de la católica como la musulmana. No entiendo que la gente se pelee por tocar a una imagen en procesión con el peligro que conlleva de atropello. Tampoco entiendo a las mujeres musulmanas que por religión se tapen la cabeza y la cara para que no les vean los hombres en la calle. Ayer mismo me enfadé con mi compañera marroquí por el simple hecho de que le tuve que rellenar un documento y tuve que escribir nombre y apellido. Le pedí el segundo apellido el de su madre y dijo que su religión prohíbe poner en el documento el apellido de la madre, sólo el del padre. Le dije que poco os hacéis valorar las mujeres en escudándose en la religión. Y me pregunto yo , es religión rellenar un documento civil? ¡Madre mía! yo no quiero fanatismos. Un abrazo
ResponderEliminarPor supuesto, Mamen, que hay gente buena en todas partes y en todas las religiones, gente que se toma la religión y su vocación en serio y para hacer el bien, y no para aprovecharse de los bienes materiales y de aquellos que los poseen. Lo malo es el uso interesado y materialista, utilizando la fe para adocenar a los feligreses y el fanatismo en su propio beneficio. La Iglesia ha generado toda una liturgia que no es más que pura parafernalia y ahora dar marcha atrás, dejando lo realmente sustancial, la base, los orígenes del cristianismo puro, es muy difícil. Yo también, al ver las joyas del Museo Vaticano, he pensado que sería mejor subastarlas y dar a los necesidades el resultado de la venta, pero hay quien alega que es un patrimonio del que no pueden (o no quieren) desprenderse, cosa que no entiendo. Distinto es el caso del vestuario fastuoso de algunas imágenes, repujado de oro y piedras preciosas y que vale un dineral. Son donativos de la gente y nadie tiene derecho a venderlo, pero, en todo caso, los responsables religiosos deberían impedirlo haciéndoles ver a esos feligreses tan generosos para con una imagen, que es mejor que donen su dinero a los pobres.
EliminarPero es tan difícil luchar contra el fanatismo y la superstición...
Muchas gracias por dejar tu opinión.
Un abrazo.
Pues mira, Josep Mª, yo no tengo tantos reparos ni miramientos como tú. Todo eso que cuentas es pura y simple superstición. Como bien comentas muchos de esos cofrades que tanto penan porque su imagen no puede procesionar su gran día por culpa de una lluvia inesperada (o quizás no tan inesperada si la procesión se da en primavera) y que lloran y se llevan un sofoco de mil demonios (o de mil vírgenes), luego se encuentran con un pobre desgraciado tirado en la calle y no le dedican ni una mirada.
ResponderEliminarEn muchos casos a esta superstición se añade el aparentar de cara a la galería. Esa competitividad entre cofradías o parroquias por ver qué santo, virgen o cristo, luce más bonito y con más flores me parece digno del más grande cabreo que Jesús tuvo cuando echó a los comerciantes del Templo.
Mi padre estudió en un colegio de curas y reniega de aquella experiencia (estaba obsesionado por matricularme en centros educativos absolutamente laicos) pero eso sí, siempre ha tenido muy claro el respetar la religión y la fe de los demás, y así me lo transmitió a mí.
Yo no creo en dioses ni vírgenes, pero me parece fatal que se haga burla de esos símbolos que significan tanto para algunos, aunque para la mayoría solo sirvan para pasearlos y lucirlos con bonitos vestidos.
Podría extenderme mucho más pero lo voy a dejar aquí.
Un abrazo.
Por cierto, acabo de terminar una novela donde se reflexiona mucho y muy bien sobre el papel de la religión y la importancia en la evolución en involución del ser humano. Acabo de colgar la reseña.
EliminarEmpiezo por el final: me encantará leer esa reseña.
EliminarSin llegar a apelar a la famosa afirmación de Marx de que la religión es el opio del pueblo, sí que pienso que, para algunos, es una forma de abstraerse de los problemas propios y ajenos. Incluso una forma de diversión. Y también es cierto que abunda entre algunos creyentes mucha hipocresía. Sé de muchas personas que muestran de cara a la galería una gran sensibilidad, hablando de paz y amor, recomendando rezar y hablar con Dios, y luego, en la práctica, son unos insensibles ante las penas del prójimo e incluso destilan un clasismo y racismo intolerable.
Excluyendo los casos de fanatismo integrista, tendríamos que aprender a respetar las creencias ajenas. Respetar y ser respetado. Siempre he abominado de las burlas gratuitas hacia otras religiones y, más, a sabiendas de que algunas de esas mofas son profundamente hirientes para quien profesa esa religión.
Muchas gracias, Paloma, por tu aportación a este tema.
Un abrazo.
Como habrás visto, el tema incendia los ánimos bastante. Trataré de ser breve...
ResponderEliminarSe supone que estamos en un Estado, País o lo que sea "aconfesional", pero se subvenciona con la casilla del IRPF a unas religiones si y a otras no ¿ (cuidadín con tocar los dineros).
Los católicos me parecen menos peligrosos (hoy) porque se les pueden hacer bromas sin que te maten.
El pensamiento crítico es incompatible con la religión pues cuando se acaban los argumentos llega la Fe.
Los actos de Fe, ayudan a mantener una identidad/pertenencia, por eso se han de ritualizar (tb. en política).
Terminando..., las religiones son necesarias al ser humanos para cubrir su profunda ignorancia ante las eternas preguntas de quien soy, que hago aquí, a donde voy, etc. Yo este vacío lo lleno con el reconocimiento de mi gran ignorancia, y voy tirando...
Saludos
Pues sí, amigo, aunque más que incendiar yo diría que los calienta, jeje
EliminarBueno, si entramos en las consideraciones económicas ese es otro pilar criticable. Ya no es fe, fanatismo ni superstición, a no ser que quien pone una cruz en la casilla de la declaración de la renta para su aportación a la Iglesia, lo haga por temor a que si no lo hace caiga sobre él un castigo divino.
Las Iglesias deben autofinanciarse con los donativos de sus feligreses pero no deberían recibir ninguna subvención oficial de un Estado que, como bien dices, es aconfesional.
Sinceramente creo que hoy día la religión católica es pacífica y mucho más inocua que ciertas religiones beligerantes. La Iglesia católica ya hizo todo el daño que pudo en tiempos pasados, con las Cruzadas primero y la Inquisición después. En la sociedad española hizo todo lo que pudo, durante el franquismo, para adocenar a los jóvenes y lavarles el cerebro con creencias tremendistas sobre la condenación eterna si caían en la tentación.
Como he repetido en mis anteriores comentarios, respeto profundamente la fe. Incluso he llegado a envidiar a quienes la tienen porque no temen, o no deberían temer, a la muerte, pues otra vida les está esperando. Pero la fe no se compra ni se aprende a tener, se tiene o no se tiene.
Y para terminar, añadiría que la fe y la religiosidad es algo muy íntimo y personal, y no es para montar manifestaciones públicas y callejeras que más tienen de folclore y tradición arcaica que de auténtica fe. Pero si bien no tengo nada contra ello, sí critico esa exacerbación irracional que se da en algunas romerías y procesiones.
Un abrazo.