martes, 10 de marzo de 2015

blogo-adicción



Esta es una de esas reflexiones que tanto me gustan hacer pero que, una vez publicadas, temo que hayan podido herir susceptibilidades. Por lo tanto, pido disculpas, de antemano, por si alguien, al sentirse aludido/a, se siente también ofendido/a.

Siempre he sido muy meticuloso, a veces demasiado. Y curioso, e impaciente. Bueno, y muchas cosas más pero ahora son éstas las culpables de lo que me ocurre.

He contado varias veces, en distintos contextos, que cuando inicié esta actividad “creativa”, la de escribir en un blog, mi blog, hice el comentario (me salió redondo, diría yo) de que escribía por placer y no para complacer. Toma ya.
Juro que en su momento era cierto, que lo dije con total sinceridad. Y he reconocido, en más de una ocasión, que más tarde descubrí, pobre de mí, que no era del todo cierto, que me había equivocado o bien me había dejado llevar por mi ingenuidad y virginidad como escribidor. Y para muestra un botón: cada vez que publicaba una nueva entrada, la curiosidad, la impaciencia o las dos cosas a la vez, me impulsaban a mirar una y otra vez, si alguien había dejado algún comentario y cuánto/as visitas recibía según indicaba el contador que, por cierto, también contabilizaba, sin yo saberlo, las mías, por lo que no eran tantas como creía.

Pasados casi dos años, ahora con tres blogs en mi haber, no he perdido esta mala costumbre. Es algo adictivo, me puede tanto la curiosidad por ver el interés que despiertan mis blogs, que no puedo evitar echarles un vistazo dos y hasta tres veces al día. Y si al principio era por ver si alguien se acercaba a leerme, lo que me regocijaba cuando así ocurría (o sea, que sentía placer en complacer), luego fue (y sigue siendo) para comprobar si el número de seguidor/as crecía. ¿Se habrá transformado mi ego, tan desganado hasta hace poco, en un monstruo ávido que quiere más y más? Sería horroroso que así fuera. Debo hacer un acto de contrición.

El deseo, lógico y sano, de aumentar la difusión de lo que uno escribe, me ha llevado a incorporarme a círculos de cierta envergadura y he añadido al mío blogs y grupos de blogs con quienes puedo compartir publicaciones. Aunque ahora sean algunos más los que me conocen, creo haber entrado en una vorágine de publicaciones y de publicadores compulsivos.

Curiosidad e impaciencia están reñidas con tranquilidad y, desde que me jubilé, he querido vivir tranquilo, sin sobresaltos, sin obligaciones. Ahora resulta que casi todo el día, pero sobre todo en las horas llamemos punta, para mí intempestivas, mi móvil no cesa de avisarme, con ese silbido que ya me está resultando impertinente, que tengo un nuevo mensaje. ¿Será un WhastApp, será un email, será un SMS, será un pájaro, será un avión, será Superman? Y dale que te pego con los pitidos de marras, cada pocos minutos, a veces a pares, a veces seguidos, primero en mi móvil y a continuación en mi Ipad, que no me dejan prestar la debida atención a lo que estoy haciendo, sea escribiendo, leyendo, viendo un programa de televisión o la película que me gusta. Miro o no miro, esa es la cuestión. Pero ¿y si es algo importante? ¿Y si es mi hija pidiendo auxilio desde una cuneta? NOOO. Son publicaciones y comparticiones, más de treinta en una hora, que entran, además, por suplicado: por Google+ y por gmail. Y uno que es meticuloso, a veces demasiado, no puede evitar mirar para salir de la duda (¿razonable?) ante la cara de fastidio de los que me rodean.

Hay que ver qué actividad más frenética la de alguno/as compañero/as. A las seis y pico de la mañana (soy muy madrugador, aunque esto no creo que sea ni una virtud ni un defecto), cuando enciendo el móvil, son más de veinte los avisos que se han generado desde que lo apagué, a eso de las once de la noche, cuando suelo irme a la cama para leer y dormir, por este orden.

Cuando vamos al apartamento de la playa, como allí no tenemos telefonía fija, no hay más remedio que mantener encendido el móvil toda la noche por si las urgencias de verdad. Es increíble (y esto no solo va de blogs) que a las cinco de la madrugada, por ejemplo, entren avisos de Letsbonus sobre ofertas, de Amazon sobre oportunidades y descuentos o de Iberia invitando a conseguir “avios” para luego canjear por vuelos. Eso y algún que otro escritor insomne que comparte en Facebook su última publicación. Y uno, que tiene un sueño ligero (será la edad), abriendo el ojo tras cada silbido para mirar de qué se trata. De locura.

Me gusta leer, disfruto leyendo pero a su debido tiempo, en su momento, mi momento, cuando me apetece, cuando siento la necesidad. Seguro que me pierdo relatos, reflexiones, poemas, etc., magníficos por no leerlos cuando entran, por no estar receptivo en ese preciso instante. Y si lo aplazo hasta el día siguiente, a una hora conveniente para mi cuerpo y mi mente, son tantas las publicaciones acumuladas, que necesitaría demasiadas horas para dedicarle a todas ellas la atención que seguramente se merecen.

¡Qué mundo el de los blogs! Que alguien, a las ocho de la tarde de un sábado sabadete, o un domingo dominical, esté publicando en facebook o en Google+ se me antoja, cuanto menos, inusual, pues para mí es momento para estar con la familia, con los amigos, de cháchara o en sesión cinematográfica. En cambio, hay quien dedica ese tiempo libre a compartir diez, quince o veinte documentos, vídeos o lo que sea en un tiempo record, que yo me lo/a imagino sentado/a ante el ordenador leyendo y compartiendo frenéticamente lo que pasa por sus ávidos ojos lectores.

A ver, cada uno es muy libre de dedicar su tiempo a lo que le venga en gana. Lo malo es cuando la actividad de unos llama a la puerta de otros en momentos inadecuados. Y es que esto, amigo/as, me está estresando y no sé qué hacer. Dos casos ha habido en los que acabé eliminando de mis círculos a dos blogueras, porque me tenían literalmente desquiciado. Era algo, a mi modo de ver, exagerado, no era humano. Un cling o xiuxiu cada minuto o dos, me resultaba imposible de digerir y así durante una hora seguida. Una sobreproducción nunca vista. ¡Y debido a una sola persona! Ahora añádele la de los demás. Era malo para mi salud mental porque, además de meticuloso, curioso e impaciente soy muy nervioso.

Lo tengo peliagudo. No sé qué hacer. No sé cómo salir de ésta sin renunciar a mis contactos. Con mi familia he consensuado anular el volumen del móvil y guardar el Ipad durante el momento del letargo “siestero” frente al televisor pues les irritaba los continuos avisos acústicos que no les dejaba conciliar el dulce y breve sueño de la sobremesa. He intentado desinstalar Google+ de mi Smartphone, así solo me sonarían las entradas por gmail, reduciendo a la mitad los avisos sonoros, pero solo se desinstalan las actualizaciones, no la aplicación, el muy…

De seguir así, acabaré dedicando más tiempo a limpiar de mensajes mi correo y a actualizar la vista de mi cuenta de Google+ que a escribir y leer lo que realmente me interesa. Si tuviera que leer todos y cada uno de los post que mis colegas comparten y seguir todos los blogs a los que me dirigen, tendría que hacer abstinencia alimentaria y durmiente y aun así no daría abasto.

En fin, tendré que convivir con lo que yo mismo he provocado sin querer y tomármelo con calma. ¿No querías entrar en una red donde poder contactar con otros blogs? Pues ese es el precio a pagar, ¿qué te habías creído?

Hasta que no se me ocurra otra solución, seguiré como hasta ahora y leeré solo lo que se me antoje y cuando se me antoje. Lástima que, de este modo, seguro que me pierdo alguna joya. Qué le vamos a hacer.

Por lo menos, espero que quien haya leído lo aquí expuesto no haya perdido un tiempo precioso que podría haber dedicado a algo más productivo e interesante pues, con esta publicación, un aviso habrá llamado la atención de los que habitan en mis círculos y tienen instalado Google+ en sus tabletas o móviles. A ver si ahora seré yo quien perturbe la tranquilidad de los demás.






12 comentarios:

  1. Ostras, Josep, la verdad es que no controlo nada de nada eso de los avisos al móvil. Yo nunca he tenido móvil, así que no puedo ayudarte en ese sentido. Lo que sí puedo recomendarte es que consultes algunos foros en internet o en la ayuda de Google+ para configurar de la forma que estimes más cómoda y práctica para ti el tema de los avisos, ya que siendo como tú dices me supongo que debe ser una tortura china recibir avisos cada dos pos tres. Por cierto, te pido disculpas de antemano por el aviso que, sin duda, te llegará promovido por este comentario.
    Recibe un fuerte abrazo de mi parte.

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  2. Totalmente de acuerdo, la red es eso, una red que te atrapa inexorablemente, salvo que le pongas coto.
    Efectivamente la producción de algun@s es impresionante, la posibilidad de leer o estar al tanto de todas las publicaciones, incluso de aquellas a las que gustosamente te suscribiste es tarea imposible.
    Yo optaría por deshablilitar el aviso de publicaciones en los cículos o comunidades a las que estés suscrito o silenciar perpetuamente el móvil y dejar el zumbido de vibración y así revisar tu correo de gmail cuando te dé la gana.

    Curiosamente, esta misma mañana he optado por deshabilitar la opción de avisos en dos comunidades porque me alucina ver el colapso de la bandeja de entrada de gmail a cada rato. Acabas tan saturada de que " fulanito acaba de ..."que acabas por dar a seleccionar todo y borrar los mensajes. Es inevitable perderse joyas, pero eso es tan natural como que cuando elegiste tu mujer-hombre, tus amigos, tu casa...no te planteaste que podías estar dejando de conocer o tener algo mejor.
    Un abrazo

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  3. Hola, Josep Mª. Muy interesante y sincera esta declaración de víctima de redes sociales; está muy bien elegido el nombre de red porque realmente te enredan y cuesta deshacerse de ellas. Lo peor es empezar; siempre he tenido rechazo a las cosas multitudinarias y a dedicar un tiempo excesivo a relaciones anónimas masivas porque por atender lo lejano descuidamos lo cercano por falta de tiempo.
    Esta es la razón por la que no participo en eso de los "Círculos"; me parece una relación banal aunque entre tanta gente se puede dar con alguien de interés. Seguramente que las 148 personas que me han añadido a sus círculos sin mediar palabra alguna, me considerarán poco atenta por no haber correspondido, pero me niego a entrar en ese juego. Y con el móvil, y correos hago lo mismo. Son muy pocas personas a las que confío estos medios de comunicación, así que no sufro las incomodidades que a ti te acechan.

    Tengo el blog hace año y medio y por aquí sí que paso dos veces al día para responder a quienes comentan mis escritos y para leer en sus blogs y, es cierto que es bastante absorbente y que no se puede evitar comprobar si las visitas siguen buen ritmo, no solo por satisfacer el ego,sino para saber cuándo es necesario inyectar una dosis mayor de interés con nuevas publicaciones.He aprendido bastante en este tiempo sobre las conductas de los blogueros y sociológicamente me interesa.

    Yo te leo porque me gusta lo que escribes y creo que no necesitas tantos grupos bloggers y esas cosas para atraer lectores. Tengo comprobado que la clave está en leer y comentar en otros blogs.

    Un abrazo.

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  4. Hola, Josep Mª. Interesante reflexión. La verdad es que esto de las redes sociales via internet es una obligación añadida a nuestras vidas, pues si queremos estar presentes en ellas hay que hacer lo propio, responder. Como tú, yo a veces me siento agobiada con este asunto, pues me quita tiempo para lo que deseo hacer; por ejemplo, en facebook o Twitter, hay ocasiones que me paso saludando un buen rato, y todo por ser cortés y mantener los contactos. Con el blog no soy muy exigente, solo me faltaba eso, pero entiendo cuanto expones. Desde que empecé en esto de dar a conocer lo que escribía me he vuelto esclava de las redes, pero es que en esta vida todo tiene un precio, está claro. Un abrazo.

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  5. Muchas gracias a tod@s por vuestro apoyo moral. Por lo menos, compruebo que no soy, una vez más, un bicho raro (o quizá sí y solo me apoyan los bichos raros, jaja).
    Hay un refrán catalán que dice algo así como "quien no quiera polvo que no vaya a la era". Pero yo creo que uno puede ir donde quiera pero tomando las debidas precauciones.
    Por cierto, he logrado hallar en la parte de "ajustes", en mi móvil, la posibilidad de anular los avisos y, efectivamente, han desaparecido ya los silbidos inoportunos. Ahora debo ser yo quien entre en mi correo para ver si hay novedades interesantes. Lo malo es que también ha enmudecido la entrada de WhatApps que, en teoría, viene a sustituir la llamada de voz para mensajes cortos pero, se supone, que importantes y que requieren una atención y respuesta, sino inmediata sí rápida.
    En fin, que a veces la tecnología nos esclaviza; parece que estamos a su servicio y no al revés.
    Vuestras aportaciones me han parecido muy interesantes. Muchas gracias de nuevo y un abrazo.

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  6. Yo llevo diez años en esto de los blogs y no me pasa esto. Sí que me avisa cuando recibo un mensaje en el blog, el móvil, pero son tan escasos que no logra ser molesto. El iPad lo tengo configurado para que no me avise de nada. No recuerdo cómo lo hice pero no es difícil. No sé si será que te has unido a círculos varios y recibes sus notificaciones. ¿No será más sencillo darte de baja de esos grupos que te envían actualizaciones? Tal como lo cuentas tiene que ser realmente molesto. Por si acaso yo acostumbro a no llevar el móvil salvo cuando salgo en coche y a veces ni eso. No soy de móvil, sí de iPad. Nunca recibo whatsaps pues no estoy en ningún círculo ni he enviado jamás whatsaps. Afortunadamente mi vida en ese extremo es plácida y no es molesto. Un placer conocerte. Un cordial saludo.

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    1. Pues menuda experiencia, Joselu. Me alegro por ti que lo tengas tan bien controlado. De momento, una vez amortiguado el efecto del aviso sonoro, intentaré seguir como hasta ahora aunque en un futuro quizá vuelva a plantearme reducir el número de círculos a los que me he unido.
      Muchas gracias por dejar tu comentario y bienvenido. Si quieres volver orto día, ya sabes dónde encontrarme.
      Saludos.

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  7. Hola josep. La verdad, solo me suena el móvil cuando me comparten, me nombran o me comentan en el blog. Pueded configurarlo a tu antojo. En cuanto a los relatos que publican nuestros círculos es una lástima no poder leerlos a todos pero en mi caso solo tengo libre los domingos para ponerme enfrente del ordenador y ese tiempo escribo todo lo que puedo y selecciono aquellos que de verdad me interesan.
    Así que una de las que te molestan las tardes de domingo soy yo jaja.
    Un abrazo!

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    1. Si solo recibiera avisos de publicaciones y blogs que sigo con asiduidad, no sería tan agobiante. Lo malo es que te añades a un círculo de escritores, de relatos, que tiene centenares de miembros y que generan centenares de publicaciones que llaman a tu puerta a medida que salen de la suya. De momento, he resuelto el problema anulando la opción de avisos, aunque, como decía más arriba, ahora mi móvil no me avisa de nada y tengo que ir consultándolo, de vez en cuando, por si hay alguna entrada importante. Pero, por lo menos, soy yo quien decide cuándo mirar.
      Yo también debo ser la causa de algún que otro pitido en el terminal de otro usuario. En este caso, estamos en paz, jaja
      Gracias, Aida, por dejar tu comentario.
      Un abrazo.

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  8. Me ha gustado mucho esta entrada y no me la quería perder aunque llegue tarde.

    Yo creo que esto que tenemos de los blogs es una necesidad io adicción, como quieras llamarlo, una droga que nos sirve para desahogarnos, una necesidad, sobre todo para quienes estamos en el paro nos sirve de terapia y lo mismo da escribir un sábado por la tarde que un lunes por la noche cuando es una necesidad el tiempo es lo fe menos y no cuentan las horas ni minutos porque no hay reloj que pueda impedir escribir a cualquier hora.

    Un beso.

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    1. Perdona por los errores pero se me da fatal escribir desde el móvil.

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    2. Bueno, debo reconocer que también he sucumbido, en más de una ocasión a la necesidad de escribir. Recuerdo que al principio me había puesto a escribir de madrugada e incluso me había levantado de la cama para anotar una idea, no fuera que, por la mañana, se hubiera difuminado. De todos modos, como no soy seguramente tan prolífico ni conocido como otro/as, mis escritos no tienen tanta difusión y, por lo tanto, no llegan a tantos receptores.
      Ahora, ya más serenado, dedico un tiempo determinado a la escritura y a lo sumo, si me viene una idea a la cabeza, la anoto en el bloc de notas de mi móvil y espero a desarrollarla cuando me vaya bien.
      Muchas gracias, María, por comentar. Nunca es tarde cuando la dicha es buena.
      Un abrazo.

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