viernes, 8 de marzo de 2024

Haters

 


Desde que las redes sociales han invadido nuestra vida social, valga la redundancia, ha aparecido una serie de nombres, títulos y actividades que no cesan de crecer. Primero fueron los facebookers, o de un modo más coloquial, feisbuqueros, que junto con los bloggers, o blogueros, eran mayoría; a estos les siguieron los twiterers o tuiteros, los instagramers (término sin equivalente en castellano), los youtubers o yutuberos, y más recientemente los viners (usuarios de la red social Vine, dedicada a compartir vídeos cortos y a los que todavía no se les ha asignado el más que probable calificativo castellano de vineros).

Así pues, Facebook, los blogs de todo tipo, Twiter (ahora bautizada como X por su propietario, el archimillonario y excéntrico Elon Musk), Instagram, Youtube y el ya mencionado Vine, son las redes sociales que dominan este espacio creado en internet por personas u organizaciones que se conectan con una inmediatez increíble para compartir intereses o valores comunes.

Si estas redes o aplicaciones son útiles para la sociedad lo dudo, pero sí debo admitir que contribuyen a expandir noticias y hechos privados y públicos de forma instantánea, pero que solo interesan a sus usuarios. Pero como en toda aplicación tecnológica, hay pros y contras, y esos contras los estamos sufriendo cada vez con más intensidad. Un instrumento no es malo per se hasta que el uso que se le da resulta pernicioso.

Hay quien gana mucho dinero compartiendo sus imágenes, experiencias, conocimientos, ideología, etc., en función del número de personas que visionan sus, en algunos casos, chorradas y diatribas mentales, que luego son imitadas por sus fieles seguidores. Y ahí entra el denominado Influencer, que, como su nombre indica, influye (a veces muy negativamente) en el comportamiento de sus admiradores.

Entiendo que a muchos de esos “promotores” les mueve un afán de notoriedad y de rendimiento económico, pues cada vez hay más que viven de ello. Pero lo que no entiendo es la existencia de esas otras personas que se dedican a denigrar u ofender a una organización o a otras personas, normalmente populares o famosas. Son los denominados haters, término inglés que significa odiadores (hate = odio, odiar).

Los haters se caracterizan por ser personas que, sistemáticamente, se dedican a criticar duramente, a hostigar y ridiculizar a sus “presas”, de forma pública para, de este modo, dar más repercusión a sus ataques. Me las imagino personas cínicas, desdeñosas y hostiles por naturaleza, amargadas, hipócritas y, evidentemente, agresivas.

Deben ser de esas personas que, por costumbre y con ánimos de perjudicar al destinatario de sus invectivas, dejan una opinión muy negativa e incluso nefasta en las webs de las empresas (restaurantes y cualquier otro tipo de negocio) a las que han acudido en alguna ocasión o que ni siquiera conocen de primera mano. Solo les mueve el ánimo de perjudicar, de dañar la imagen de su objetivo.

El ámbito de su actuación son esas redes sociales a las que he aludido anteriormente, por su difusión extensa y pública, y siempre intentando hacer valer su opinión por ser el único razonamiento correcto para ellos. Suelen ser políticamente incorrectos, pues emiten sus juicios —o debería decir prejuicios— de forma provocativa, buscando la confrontación que, por lo general, no aparece porque el aludido prefiere no entrar en el juego y obviar las sandeces que aquel utiliza en su contra. Y no creo que esa animadversión esté dirigida a una única persona o grupos de personas o entidades. Es algo natural en ellos. Cualquier motivo es bueno para odiar, simplemente les gusta atacar a otros con cualquier excusa (militancia o ideología política, credo religioso, gustos musicales, raza, sexo, etc.).

Parecido al hater está el troll (al que hasta ahora desconocía), que se dedica a publicar comentarios provocadores con la finalidad de hacer enfadar y provocar al resto de la comunidad de usuarios, por simple diversión. A diferencia del hater, que, aun siendo hostil, muy crítico y negativo, pero que aporta su punto de vista, aunque sea desagradable, el troll busca interrumpir una línea de conversación, burlándose de forma ingeniosa e irrelevante. Un tonto del culo, vamos. Y perdonad la vulgaridad, pero no he encontrado otro calificativo para definirlos.

Ignoro cuántos haters existen a nuestro alrededor, aunque sospecho que cada vez son más, pues parece que el odio retroalimenta a esos odiadores compulsivos. Es bien sabido que el odio genera odio, y solo hay que ver la situación política de nuestro país y de otros muchos en el mundo.

Ahora los políticos se echan los trastos a la cabeza y hacen declaraciones a través de tweets (o tuits). Claro que no sé cuál es el mejor, o peor, modo de calumniar y atacar al oponente, si de forma verbal o escrita. Dependerá de la difusión que se le dé a esos mensajes.

Creo que la figura del hater se ha instalado en nuestra sociedad para siempre y ocupa muy diversos puestos y no solo en las redes sociales, sino también en quienes ostentan cargos de responsabilidad.

El mandamiento que dice “amar a tu prójimo como a ti mismo” —uno de los diez mandamientos más difícil de cumplir, todo hay que decirlo— y el mandato bíblico de “haz el bien y no mires a quien” se han fusionado y mutado para convertirse en “odia a tu prójimo y no mires de quien se trata”.

Pienso, y quiero creer, que el odiador compulsivo es un infeliz, porque acumular odio no puede hacer feliz a nadie. Quizá estemos ante un enfermo mental que solo encuentra alivio vomitando sapos y culebras. Que Dios nos libre de los haters. Amén.

 

16 comentarios:

  1. Yo me he quedado solo con el blog. La blogosfera me parece la red social en la que suele haber personas más normales y menos envidiosas.
    Un abrazo.

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    1. Haces bien, así te ahorras darte de bruces con impresentables. Aun así, yo me he encontrado con una hater que aparece, además del mío, en distintos blogs dejando con frecuencia comentarios ofensivos.
      Un abrazo.

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  2. De estos últimos no tenía idea, odiadores vocacionales, o simplemente que se ganan la vida así, odiando. Pues oye, los garbanzos cada quien mira cómo pagarlos a fin de mes, pero me parece penoso. Felices no pueden serlo.

    Un día llegará la hora de rendir cuentas, nadie escapa de la parca, y tal vez sólo en ese instante, se percaten de que no vinimos al mundo a odiar :-). Un abrazo.

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    1. Bueno, quizás el único consuelo sea pensar que les llegará el día de rendir cuentas ante el Altísimo, ja, ja, ja. Quién sabe si a los haters les sucede algo parecido que a los maltratadores: que en un tiempo pasado también sufrieron las consecuencias del odio ajeno.
      Un abrazo.

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  3. Tengo un personaje, curioso y desvariado, que suele pasarse cada cierto tiempo, a veces digamos la mayoría en plan ofensivo y otras las menos, en plan excesivamente halagador, cordial y cariñoso. Tienen poco que hacer y se quieren hacer notar de alguna forma.
    De las redes, me voy retirando cada vez más, he tenido problemas.
    Un abrazo.

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    1. No me extrañaría que ese mismo personaje también me hubiera visitado en alguna ocasión, pues tal como lo describes (o debería decir la describes) manifiesta esa alternancia de mensajes, ahora placenteros, ahora ofensivos. Un prblema mental, sin duda.
      Con las redes sociales también hay que tener un cierto cuidado, pues a veces también aparecen individuos raros.
      Un abrazo.

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  4. Ja, ja. Me da la impresión de que sé quién o qué te ha inspirado este post, aunque igual me equivoco porque este tipo de comportamientos están tan extendidos que inspiración no te ha de faltar. Es gente que no sé si es más mala o más tonta o es mala por ser tonta. Siempre he dicho que la ignorancia produce maldad. Por envidia, por desconfianza, por falta de inteligencia, por exceso de osadía (decía una profesora mía que la ignorancia es atrevida). Y no hablo de gente sin formación, hablo de ignorantes, o sea de los que ignoran cosas que por su formación o situación deberían conocer. Genta mala que camina... Es triste, pero cada vez me veo más a menudo recordando esta cita.
    Un beso.

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    1. Pues no vas errada, Rosa. Tan pronto como se trató este tema en un programa de televisión, me vino a la memoria ese personaje que tan bien conocemos. Yo creo que los malos tontos son los peores, pues no siguen un patrón de conducta y nunca sabes por dónde van a ir los tiros ni cómo van a reaccionar. Y lo mismo pasa con la ignorancia. Un ignorante puede ser muy peligroso en cualquier ámbito de la vida, y si ostenta un cargo de responsabilidad, mucho peor.
      Un beso.

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  5. Aunque sea un tema aledaño al mensaje principal de la entrada parece claro que los anglicismos y desvaríos se hacen cada vez con un hueco más grande en nuestro idioma. Respecto a los odiadores que encontraban su campo abonado en fútbol o política han encontrado en las redes sociales un lugar perfecto para descargar sus propias frustraciones.
    Un abrazo, Josep.

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    1. Hace ya tiempo que los anglicismos se pusieron de moda en nuestro país e invaden cualquier campo, tanto en el deporte (final four, pole position...) como en la vida cotidiana (chat, marketing, casting...), y no podían faltar las nuevas tendencias en las redes sociales. Del mismo modo, el odio ha pasado de estar presente en el deporte a las redes de moda y hasta en la política. Lo preocupoante es que cada vez hayan más odiadores en nuestra sociedad y no podamos luchar contra ello.
      Un abrazo.

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  6. Que así sea Josep, jajaja, lo digo por tu última frase.
    Te veo muy puesto en esto de las redes sociales. Creo que las malas actuaciones van en alza. Tampoco entiendo como esta gente se dedica a difamar a otras personas sean lo que sean, ni lo que adelantan con ello. Bueno, supongo que descargar todo lo malo que ellos mismo llevan dentro. ¿Dónde llegará esto?.
    Mientras los dueños de estas redes sigan ganando dinero a espuertas y no pongan coto a quien se pase, las malas actuaciones seguirán en alza.
    Una curiosidad que da miedo... esta tarde le digo a una de mis hijas que iba a buscar en la web algo, y cuando puse la primera palabra, me salió la frase entera que no era nada corta. Se lo digo a ella que estaba a mi lado, y me dice: porque te ha escuchado...
    No sé si te dije en una ocasión, que ya me lo habían dicho por otro lado.
    Disculpa que me he desviado del tema, :))).
    Un abrazo y buen domingo.

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    1. Mi mujer sigue las movidas politicas a través de Twiter para conocer así la opinión de la gente en torno a sucesos candentes (la corrupción, la amnistía, la guerra en Ucrania y entre Israel y Palestina, y así un largo etcétera. Pues no para de comentarme los insultos dirigidos a quienes publican su opinión que no coincide con la de un lector. A veces se llega a un extremo de odio realmente feroz. Y es que esta red social se ha convertido en un campo de minas en el que esos haters se encuentran en su ambiente.
      En cuanto a lo último que comentas, a mí solo me ha ocurrido que si hace poco he estado buscando algo por internet, en la siguiente búsqueda me vuelve a salir el mismo tema o bien recibo publicidad sobre ello , pero eso es porque el sistema, o aplicación, memoriza nuestras búsquedas y gustos personales. Eso, de por sí, ya es preocupante, pero lo que dices lo he oído de boca de otras personas y, como bien dices, da miedo.
      Un abrazo, Elda.

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  7. Es terrible que existan personas que en lugar de disfrutar de la vida se dediquen a ofender o a molestar a los demás. A mí me encanta de rodearme de gente feliz, eso al final se contagia, y me cuesta mcuho entender a esos odiadores.
    Muy feliz finde.

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    1. Pues sí, Gemma, hay quienes disfrutan haciedo daño a los demás, como si ese proceder fuera el objeto de su vida, una triste vida, por cierto.
      Un abrazo.

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  8. Muy buena reflexión la tuya, Josep Mª. Los 'odiadores' abundan porque la frustración necesita una válvula de escape, también es cierto que el anonimato ayuda a desinhibirse; mucho hater estaría calladito si tuviera que decir lo que pone en las RR. SS. dando la cara (porque lo mismo, va alguno y se la parte) o como se dice ahora "face to face".
    También es verdad que la confrontación es más atractiva que el buen rollo entre la gente. Donde estén dos tipos insultándose que se quite la fraternidad y el compañerismo. A esto hemos llegado, querido amigo. Lamentable, pero real.
    Me ha gustado mucho tu traducción al castellano de tanto término inglés, pero el que más ha sido la traducción de trol=tonto del culo, lo has clavado.
    Reitero, hacer daño llama mucho más la atención, y eso se traduce en 'likes' y en que el algoritmo de turno asigne al autor más visibilidad. He llegado a leer, no sé si será cierto o será un 'fake', que algunos haters están contratados por empresas para que denigren a la competencia. A saber.
    En fin, yo, como dicen que hacen las avestruces, escondo la cabeza debajo del ala y prefiero ignorar tanto insulto y bronca gratuita. De hecho, llevo varias semanas que en los noticiarios, en cuanto sale un político, cambio de canal.
    Un beso.

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    1. Para esa gente lo importante es llamar la atención. Son de los que opinan que lo importante es que hablen de ellos aunque sea mal. Vemos tiktokers o instagramers grabándose haciendo jilipolleces, algunas arriesgadas, solo para obtener cuantos más likes mejor. Así está el patio. Y los haters no quieren quedarse atrás y, como bien dices, muchos son los que lanzan la piedra y esconden la mano. Unos canallas y cobardes, vamos.
      Y este es el escenario en el que se mueven muchos jóvenes, aunque hay odiadores que ya peinan canas. Y yo sí creo que los hay que cobran para cualificar negativamente a la competencia. Todo muy inmoral. Qué le vamos a hacer.
      Y yo debo ser un masoquista, pues aunque me pongo de los nervios cuando veo a los políticos actuando como verdaderos haters, no puedo evitar quedarme a ver qué barbarides dicen. Así voy recopilando datos para decidirme a la hora de votar. Lo malo es que a uno se le quitan las ganas de hacerlo.
      Un beso.

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