sábado, 19 de enero de 2019

Las pastillas de la felicidad



Hace ahora treinta años que se lanzó al mercado el Prozac, medicamento al que se le bautizó como “la pastilla de la felicidad”. Su principio activo es la fluoxetina, un antidepresivo del que actualmente existen muchos genéricos disponibles. Pero por aquel entonces, fue el primer medicamento de una serie que, en cierto modo, revolucionó el tratamiento farmacológico de la depresión, gracias a un mecanismo de acción novedoso que demostró ser mucho más eficaz que los tratamientos convencionales, de ahí que se ganara ese calificativo tan elogioso como inadecuado. Ciertamente, un enfermo con depresión no es feliz. Curar la depresión ofrece a quien la sufría un aliciente para vivir y afrontar la vida de forma mucho más optimista. Pero obvia decir que la felicidad no se consigue solo a base de pastillas.

Todo esto viene a colación de que el pasado viernes, 18 de enero, el programa de la Sexta, “Equipo de investigación”, llevaba por título este mismo enunciado y trataba del empleo excesivo en nuestro país de medicamentos para el tratamiento de alteraciones tales como el estrés, el insomnio, la ansiedad, la depresión, etc.

Para ser sincero, solo vi una muy pequeña parte del programa, pues cuando lo sintonicé ya estaba llegando a su fin, pero lo que vi y oí me hizo reflexionar sobre los peligros de generalizar y banalizar ciertos problemas socio-sanitarios. Así pues, no puedo hacer ninguna crítica sobre si lo expuesto en dicho programa se ajustaba o no a la realidad en su totalidad. Solo pretendo hacer una reflexión personal sobre algo que he vivido muy de cerca, que me ha afectado personalmente, como es la ansiedad y la depresión (casi siempre van ligadas), y que, al parecer, afecta cada vez a más personas en nuestra sociedad en general y en nuestro país en particular.

En líneas generales, en el programa de La Sexta se “denunciaba” el uso excesivo, y a veces sin demasiado control, de este tipo de fármacos a los que antes he hecho alusión, entrevistando a consumidores a pie de calle. Muchos entrevistados reconocían haber tomado alguna vez, o estar tomando, ansiolíticos y antidepresivos, y una gran parte de ellos reconocían también que lo hacían para tratar trastornos que yo calificaría de banales, como sería el nerviosismo ante unos exámenes, los nervios provocados por un exceso de trabajo, un insomnio transitorio producido por un estilo de vida inadecuado, o simplemente estar pasando por un mal momento. Ante ello, la presentadora afirmaba que con esta práctica lo que se pretende es buscar o conservar la felicidad, no salir de nuestra zona de confort, y el tono con el que lo afirmó podía interpretarse como que muchas personas echan mano de la medicación solo para ser felices eludiendo cualquier problema cotidiano.

No negaré que habrán (¿algunos?, ¿muchos?) casos en los que la toma de un medicamento de este tipo no solo no es necesaria sino contraproducente, pero, al margen de lo que suceda en la práctica, esa afirmación me pareció simplista, frívola e incluso peligrosa, pues no se puede generalizar en un tema tan sensible como las enfermedades mentales, porque la ansiedad, la angustia y la depresión, entre otros cuadros clínicos, lo son, nos guste o no. Solo hay que haber sufrido uno de estos episodios para saber cuánto se sufre, cuánto se hace sufrir a los que rodean al enfermo y cuán necesitado está este de ayuda.

Ciertamente, la vida moderna nos ha llevado, si no a todos sí a muchos, a padecer trastornos del sueño y de la conducta (nerviosismo, irritabilidad, tristeza, eso que coloquialmente llamamos estar “depre”), alteraciones estas que no siempre requieren de tratamiento farmacológico. Por lo tanto, si en España se ha registrado un aumento alarmante en el consumo de fármacos para tratar estas alteraciones, lo podemos achacar, por una parte, a la búsqueda fácil de un antídoto por parte de quien las experimenta y, por otra, a la manga ancha de algunos médicos generalistas que, a falta de un diagnóstico certero por parte de un especialista, se quita al paciente de encima para no contrariarlo cuando le pide una pastilla, en lugar de buscar otro enfoque.

Ignoro hasta qué punto es esta la razón principal por la que se ha disparado el consumo de ansiolíticos y antidepresivos, pero, desde luego, no se puede negar que el ritmo de vida actual, la precariedad y competitividad laboral, los problemas económicos y el deterioro de la calidad de vida, ha arrastrado a mucha gente hacia el abismo de las enfermedades mentales, algo digno de una gran atención sanitara.

Por ello, temo que una banalización del problema, por un lado, y el abuso irresponsable en la prescripción y consumo de fármacos, por otro, origine una campaña anti-psicofármacos que deje desprotegidos a los verdaderos enfermos que sí los necesitan. Hemos visto, en más de una ocasión, cómo el Ministerio de Sanidad, ante un consumo aparentemente desmedido de un determinado grupo de medicamentos, los ha desfinanciado, trasladando el total de su coste al bolsillo del paciente. Si pensamos, además, que muchos de estos enfermos son víctimas de una situación socio-económica muy frágil, cuando no están en riesgo de exclusión social, el drama estaría servido.

Así pues, debemos ser muy cautos a la hora de diferenciar entre un uso banal y una necesidad real. Para reducir la factura sanitaria de la Seguridad Social no podemos poner en riesgo la salud mental de miles y miles de pacientes, teniendo en cuenta el factor añadido de la precariedad de psicólogos y psiquiatras que hay en nuestro país.

22 comentarios:

  1. Yo sí vi el programa al que aludes y completamente. Creo que fue demasiado sensacionalista y tengo mis reservas sobre alguna de las informaciones que se vertieron.
    En cualquier caso estoy contigo en que habría que puntualizar sobre quien necesita realmente ese tipo de medicación y quien lo toma como quien come chicle.
    A mi modo de ver, y por mi experiencia con gente cercana a mí, se generaliza mucho el término "depresión" cuando la mayoría de las veces es un simple estado de nerviosismo y/o apatía que no tiene mayores consecuencias que las molestias de no poder dormir bien durante una época (y no quiero decir con esto que dormir mal sea algo baladí). A lo que voy es a que no aguantamos nada, que enseguida queremos que una pastillita nos quite el más mínimo malestar y este tipo de fármacos producen dependencia y tolerancia, algo con lo que hay que tener mucho cuidado.
    En el centro de salud de mi barrio ya están empleando otro tipo de terapias para las personas con problemas de insomnio pues el uso continuado de benzodiacepinas está siendo contraproducente e inefectivo en caso crónicos.
    En fin, un tema apasionante con el que podría estar hablando horas.
    Muy acertada tu opinión.
    Un besote.

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    1. Muchos de estos programas, con pretendidos fines informativos, por falta de rigor o de forma un tanto interesada, acaban distorsionando, con su sensacionalismo, la realidad y lo que tenía que ser información se convierte en desinformación o, peor aun, alarma.
      Estar "depre" es lo que a mí me sucedió cuando cumplí los cuarenta, jajaja. Afortunadamente solo duró unos días. En cambio, la depresión clínica es una alteración seria que requiere un tratamiento combinado farmaco-psicológico y representa un verdadero problema social, pues, a parte del drama para el que la sufre y para los que le rodean, inhabilita al enfermo para hacer una vida normal. Es como caer en un pozo del que no se ve la salida. La ansiedad, por su parte, es un cuadro que, de cronificarse, tiene un efecto parecido, aunque sin la gravedad de la depresión. Cualquiera de ambas situaciones requieren de un diagnóstico y control médico exhaustivo, como con cualquier otra enfermedad severa.
      Que haya quien se tome alegramente psicofármacos para sobrellevar un altibajo o enfrentarse a un obstáculo es, para mí, tan innecesario como fumarse un porro o esnifar cocaina para estar en forma y pasarlo bien en una fiesta o afrontar una dura jornada laboral.
      Los hipnóticos y sedantes para dormir también se toman muy alegremente, sin saber las consecuencias de su uso indiscriminado y prolongado. En este país falta mucha educación sanitaria y hay programas y documentales que podrían aportar un granito de arena para subsanar esta omisión. Pero programas serios y muy bien documentados. De lo contrario, puede ser peor el remedio que la enfermedad.
      Un beso.

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  2. No hay tiempo para visitar a los pacientes, es más fácil medicarles y ya se verá más tarde. Nada se arregla sólo con pastillas, pero hay cuadros en que son tan necesarias que es incuestionable su utilidad, sin embargo, si no va acompaño de otras medidas, el tratamiento pasa a ser la muleta de la que dependen.

    Un tema que no es para banializar, pero está bien que se tome desde la prensa o medios de comunicación. Un abrazo y feliz finde

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    1. Cuando ya tenía todo el "rollo" escrito, zas, se me ha borrado, grrr.
      Simplificando, decía que la falta de tiempo en la consulta, puede provocar un diagnóstico erróneo y el consiguiente tratamiento equivocado. Y muchas veces, la falta de cultura sanitaria hace que sean muchas las visitas innecesarias al médico. Ahora mismo estamos viendo cómo los servicios de urgencias hospitalarias se están colapsando por la aparición de la gripe, algo estacional y cuyo único tratamiento son los antigripales, descanso e ingesta de mucho líquido. Solo los enfermos con alto riesgo (ancianos con problemas cardiorespiratorios, asmáticos y en general personas con afecciones respitatorias crónicas, y niños muy pequeños) que no mejoran con el trtamiento sintomático tienen que acudir a urgencias. Si ya andamos escasos de recursos, esa avalancha innecesaria agrava aun más la situación, y otros pacientes realmente graves pueden verse perjudicados. Cada año se alerta de lo mismo, y cada año, con la irrupción de la gripe, se repite la historia.
      Con ello quiero decir que hay trastornos que no son lo suficientemente graves como para acudir al médico en busca de una receta milagrosa. Y este médico, ante la presión o la angustia del paciente, se ve moralmente obligado a darle algo. Muchas veces un placebo sería suficiente.
      Los medicamentos están para curar enfermedades que, de otro modo, se agravarían o cronificarían. Pero hay otras fórmulas para conseguir aliviar ciertos síntomas que por sí solas serían suficientes o, en caso necesario, como tratamiento concomitante.
      Un abrazo.

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  3. Hay palabras como: "estrés", "depresión", "ansiedad" que se usan sin especificación alguna. Son afecciones muy habituales pero que afortunadamente no llegan siempre a convertirse en patológicas. Son los médicos quienes tienen que ver su diferencia y yo creo que sí lo hacen. Pero desde un medio de comunicación deberían advertir la diferencia. El problema viene cuando el programa es malo y más que informar desinforman, de esos hay muchos. Yo me pongo de los nervios y empiezo a tuitear pero el daño está hecho. Es un tema que daría para mucho: por qué nos dejamos arrastrar por la sociedad y nos sometemos a su ritmo, a su competitividad? por qué no profundizamos en el por qué del mal y no en paliar los efectos? por qué la seguridad social que tanto nos cuesta mensualmente cada vez nos da menos medicamentos? Por qué no nos acostumbramos a ir mensualmente al menos un día a una consulta de un psicólogo?...

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    1. La gente tiende a recurrir a lo más fácil y práctico. Si con una pastilla puede dormir de un tirón, ¿para qué buscar otra alternativa?, como ejercicios de relajación, evitar ciertas prácticas que provocan insomnio (usar el ordenador, el móvil, la tableta justo antes de acostarse, pues excita la actividad cerebral, no hacer ejercicio físico antes de acostarse, no comer abundantemente por la noche, etc., etc.). Del mismo modo, si uno está estresado (es decir nervioso) por culpa del trabajo, un sedante lo relaja y muerto el perro se acabó la rabia. Pero si bien es cierto que se da esta mala práctica entre la población, banalizar el empleo de medicamentos (que deberian estar reservados para casos realmente serios), puede redundar en contra de quienes sí precisan de un tratamiento. Dar la imagen de que se recurre a los ansiolíticos y antidepresivos por un capricho generalizado, puede afectar muy negativamente a la población que sí los necesita. Quien sufre de depresión y/o ansiedad necesita ser tratado, cueste lo que cueste. Y no sirve la excusa de que hay un uso inadecuado de estos fármacos. Hay que controlar su prescripción, ciertamente, pero no hay que poner cortapisas a su consumo si este esta justificado. Como escribí hace tiempo, la salud sí tiene precio, el que la Sanidad pública debe pagar, pero el derecho a una vida sana, eso no tiene precio alguno.
      Un abrazo.

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  4. Hola Josep Ma no vi el reportaje pero sí he visto otros de esa misma cadena y parece que tienden al sensacionalismo porque eso es lo que más vende y se hacen a veces afirmaciones muy a la ligera.
    Nuestra sociedad frivoliza con términos que son enfermedades muy graves en aquellos que las sufren como ese "estar depre" o "ser paranoico" o "esquizofrénico". Me parece una irresponsabilidad que los medios periodísticos no se documenten bien. Por supuesto hay mucha diferencia entre un trastorno menor que puede ser tratado de forma relativamente fácil y aquellos que requieren un ingreso hospitalario y fármacos que ayuden a mejorar como puede ser una depresión.
    También es verdad que el nivel de consumo de psicofármacos en el país es elevadísimo y que parece que se "recetan" con suma facilidad y eso es un error. Hemos de aprender también a controlar nuestro nerviosismo, nuestra tristeza, nuestra frustración o nuestra ansiedad... con otros métodos que no impliquen psicofármacos, si se requieren totalmente de acuerdo pero que no sea siempre la primera opción excepto en los casos que sí es la primera opción por supuesto.
    Un tema apasionante como los que acostumbras a tratar que daría para muchas charlas.
    Besos y feliz fin de semana

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    1. Del mismo modo que hay periodistas especializados en economía, finanzas, política internacional, etc, etc, deberían haberlos especializados en temas médicos. Bueno, de haberlo hailos, pero muy pocos. Más bien suelen ser médicos que se dedican a la divulgación médica.
      Todavía hoy día podemos ver cómo se habla de virus en lugar de bacterias, y viceversa. Más de un Ministro o Minsitra de Sanidad ha metido la pata hasta el fondo cuando ha intentado explicar un problema médico a la población general. Además de la impresentable Celia Villalobos, con su perorata sobre el hueso de ternera para el cocido, en relación con "el síndrome de las vacas locas", aun recuerdo la célebre explicación de Sancho Rof, el entonces Ministro de Sanidad cuando tuvo lugar la intoxicación por el aceite adulterado de colza (el famoso síndrome tóxico), quien dijo ante las cámaras que la neumonía atípica (otra de las acepciones usadas) la producía "un bichito que si cae al suelo se muere".
      Desde luego han pasado muchos años desde entonces, pero la incultura sanitaria en nuestro país pervive más o menos al mismo nivel, y solo un programa educativo (en escuelas y en los medios de comunicación) puede culturalizar a la gente. Y la gente con unos mínimos conocimientos en salud, no emplearía ciertos medicamentos sin ton ni son. No estamos hablando de tomarse un antiácido para el ardor de estómago después de una comida copiosa, estamos hablando de trastornos que requieren de un diagnóstico médico y no de un autodiagnóstico. Otro porblema sanitario de la misma envergadura es el uso indiscriminado de antibióticos para infecciones víricas y a la primera de cambio, por un simle dolor de garganta.
      Así pues hay que educar a la gente y concienciarla de que no deben hacer uso, y mucho menos abuso, de medicamentos inapropiados para su dolencia. Que haya un uso desmedurado e injustificado de antibióticos, no debe llevar a restringir su empleo hasta tal punto que a un enfermo de neumonía se le niegue o ponga en duda su administración. Del mismo modo, el uso y abuso de ansiolíticos y antidepresivos en tratornos banales no debe impedir o obstaculizar su administración a quienes padecen una crisis de ansiedad o una depresión clínica.
      Un beso.

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  5. Pienso que 'Equipo de investigación supuso en sus primeras entregas un formato novedoso pero ahora cuando he visto algún fragmento, me parece que ha degenerado en un programa muy sensacionalista e incluso dañino con algunos profesionales. De hecho, y según que casos, este sensacionalismo puede destrozar vidas si se aplica además de una manera sesgada. Como muy bien dices, existe peligro de que el drama esté servido si se demonizan los fármacos que cuando están bien prescritos no solo alivian los síntomas, sino que salvan las vidas de muchas personas que han pasado o pasarán por un cuadro depresivo o por otras enfermedades mentales. Como siempre Josep, al tanto y siendo un gran cronista de los temas de actualidad, abrazos y buen fin de semana.

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    1. Hola, Miguel. Yo solía ver con bastante frecuencia este programa hasta que, como dices, aprecié una deriva hacia un sensacionalismo que me hizo replentearme muchas cosas. No se puede frivolizar con seqún qué cuestiones de interés público. Y si se tratan temas sobre la salud, hay que ser extremadamente cuidadoso para evitar unos sesgos informativos que pueden derivar en verdaderas falsedades.
      Muchas gracias por dar tu opinión y por tu amable comentario.
      Un abrazo.

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  6. Ya solo el nombrecito de "las pastillas de la felicidad" indica lo frívolo que se puede llegar a ser con problemas muy serios.
    Un abrazo.

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    1. A mucha gente, amigo, le encanta ponerle etiquetas a todo, y cuanto más frívolas sean mejor. Pero si se trata de frivolizar sobre algo tan serio como los medicamentos y/o la salud, más que frívolo es irresponsable.
      Un abrazo.

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  7. Muy interesante tu relato Josep. La automedicación es un gran problema que existe desde hace bastante tiempo, ya no solo en estos problemas de la mente sino en cualquiera por insignificante que sea, como tomarse antibiótico por un simple catarro... y sino como bien se dice, muchos médicos para quitarse al enfermo de encima recetan sin investigar de donde viene el problema consultado.
    Se frivoliza en estos últimos tiempos con ponerle nombres a todos los pequeños síntomas que se notan, como por ejemplo cuando termina el periodo vacacional, o cuando lleva la primavera con la astenia primaveral, síntomas que se ha tenido desde hace cincuenta años y simplemente había quien decía que se encontraba algo cansado o con falta de energía durante el día, y no hacia falta andar con medicamentos y nadie le hacia caso a tal cosa.
    Bueno, quizás me salgo un poco del tema del que hablas pero la verdad es que vivimos en un tiempo donde se le pone titulo a cualquier sensación que notemos en nuestro cuerpo, tal como estoy "depre", nada que ver con esa enfermedad tan seria, cuando el termino correcto sería en tal caso, "depri" de deprimido, pues así se siente uno muchas veces y no pasa nada.
    Perdón por la extensión para no decir mucho, es que no me explico muy bien, jajaja.
    Un abrazo Josep y feliz domingo.

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    1. Te explicas muy bien, amiga. Por una parte, existe demasiada tendencia a la automedicación, sin pararse a pensar que és lo que nos ocurre en realidad, si es normal o no, si es tratable o no. Se debe, por un lado, a la falta de formación/información, y por otra a la comodidad que implica echar mano de un medicamento para lo que sea. Por otra parte, no se entiende ese afán para ponerle nombre a todo, haciendo creer que se trata de algo serio. Incluso desde sectores "sanitarios", por llamarlos de algún modo, se hace uso de expresiones incorrectas haciendo creer que hay un problema de salud que hay que tratar cuando es algo normal y trivial que puede corregirse con procedimientos caseros. Un ejemplo, a mi juicio, es el de "piernas cansadas". Una cosa es tener varices o una manifiesta mala circulación que, en personas que están muchas horas de pie de traduce en un deficiente retorno venoso y un leve hinchamiento de las piernas. Con masajearse las piernas y ponerlas en alto durante un buen rato se soluciona el problema sin necesidad de medicamento alguno, a menos de que se trate de una dolencia mucho más grave. Eso lo tiene que decir un profesional sanitario y no un anuncio por televisión.
      Un abrazo, Elda.

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  8. Yo también he sufrido ansiedad y he estado tres meses de baja y en tratamiento. Puedo asegurar que no es cosa baladí, aunque, afortunadamente, no vino acompañada de depresión.
    Me considero una persona aquejada de ansiedad crónica, lo que pasa es que no he vuelto a tener un episodio tan fuerte como aquel (ya hace casi treinta años). De mi insomnio crónico no voy a hablar, pero que sepas que es una de las causas de que pueda leer tanto.
    Ahora tengo a mi madre atacada de ansiedad y depresión, cosa que no admite, y el médico de familia le receta, pero no la manda al especialista y el tratamiento que le ha puesto no le está haciendo el efecto deseado.
    Por otra parte, tengo reciente en la familia un caso de suicidio en un chico con una depresión que hacía tiempo que no se trataba. No, no es un tema para tomar a la ligera y mucha gente lo hace, unos por no creer en la necesidad de tratarlo y otros por tratar como patología lo que no es más que un estado de ánimo.
    Interesante tu entrada.
    Un beso.

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    1. Hace ya bastante tiempo (no recuerdo cuánto ni el título que le puse a mi entrda) escribí sobre el estigma que representa para algunos (tanto para los enfermos como sus familiares) la depresión. Los unos no lo quieren reconocer, no solo por ignorancia o tozudez, sino también por vergüenza, por el qué dirán, y los otros para no crear alarma, relativizar el problema y para que los amigos y conocidos no les miren con cara "rara". Una sociedad que llama "loquero" a un psiquiatra no se toma con seriedad este tipo de desórdenes, que son mucho más frecuentes de lo que parece. Por supuesto hay de todo. Cuando yo, hace ya 23 años sufrí una depresión, de la que me restablecí por completo (tras varias recaídas) al cabo de tres años, tomé conciencia, desde el primer síntoma, de que lo que me ocurría no era normal y que debía ponerme en manos de un especialista, de modo que con tratamiento farmacológico y psioterapia, pude superar ese bache. Pero, en cambio, lo mantuve en secreto en el trabajo, para evitar "efectos colaterales laborales". No te imaginas lo mal que se pasa disimulando algo que me mantenía en un estado de sopor y de ansiedad tremendo y que solo compartí con mis familiares más allegados. Con ello quiero reiterar que el primer paso para la curación (aunque el depresivo y el ansioso es un poco como el alcohólico: siempre está en peligro de recaer, por lo que hay que tomar medidas preventivas para evitarlo) es el reconocimiento de la enfermedad por parte de quien la sufre y del apoyo incondicional de quienes le rodean, aunque no sea tarea fácil.
      Que haya quien recurre alegremente a la "píldora milagrosa" para combatir un estado de melancolía, totalmente normal y pasajero, o un nerviosismo causado por un hecho puntual y también pasajero, es no solo innecesario sino contraproducente. Lo mismo ocurre con el insomnio, que solo precisa de tratamiento en casos severos, normalmente asociados con la ansiedad (la de verdad) o la depresión. Y aun así, debe ser durante el mínimo tiempo posible. Yo recurrí a un cassette de relajación que me fue de perilla. No llegaba a darle la vuelta a la cara que ya estaba frito. Eso sí, cuando la depresión había superado su fase aguda, se había estabilizado y estaba bastante controlada.
      Resumiiendo, que me enrollo como una persiana, hay que tomar medicamentos bajo prescripción médica, sobre todo si, como es el caso que estamos debatiendo, se padece una "verdadera" enfermedad. Y los que lo hacen de forma innecesaria y abusiva ponen en entredicho la necesidad de tratamiento en los que sí lo requieren.
      Un beso.

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  9. Hola, Josep.
    Casualmente mi pareja me habló de este programa el otro día.
    Creo que puede haber algo de verdad en el hecho de que existe un gran número de pacientes sobremedicados, especialmente porque, como bien dices, se les da una solución rápida y "fácil" ante la precariedad y saturación del sistema sanitario. Además, no hay que olvidar que Equipo de Investigación tiene una tendencia evidente al sensacionalismo y que no todo lo que nos cuentan se ajusta estrechamente a la realidad.
    Yo creo que el problema tiene mucho que ver con nuestra falta de inteligencia emocional a la hora de manejar el estrés, la insatisfacción, las exigencias de nuestra sociedad actual. Tal vez nos encontramos de repente en un mundo que va demasiado rápido al que nos cuesta adaptarnos.
    Eso sí, también es necesario distinguir entre enfermedades o trastornos mentales que tienen causas más profundas (genéticas por ejemplo) a problemas que van más ligados al ambiente y que, en consecuencia, pueden resolverse al margen de los fármacos.
    Un abrazo y gracias por sacar a colación temas tan interesantes... y necesarios.

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    1. Hola, Sofía. Por supuesto que existe una sobremedicación, tanto por una prescripsión injustificada (por falta de tiempo o lo que sea) por parte del médico, como por una automedicación irresponsable de quien, sin ningún conocimiento en la materia, se diagnostica una patología inexistente.
      Denunciar e informar sobre este problema, tanto desde el punto de vista sanitario como económico, me parece muy bien. Hay que educar a la gente a ser responsable con su salud sin necesidad de abusar de los fármacos que, como todo medicamento, tienen sus efectos secundarios. Pero bajo ningún concepto se puede banalizar un problema, y mucho menos generalizarlo, haciendo creer que todo aquel que toma un ansiolítico, un antidepresico o un somnífero, lo hace por simple comodidad o por gusto.
      Así como existen campañas para informar a la población sobre lo que hay que hacer cuando irrumpe la gripe, para no colapsar innecesariamente los servicios de urgencias, recurriendo a los tratamientos conservadores de toda la vida, habría que insistir más en lo innecesario y peligroso que es tomar psicofármacos para tratar alteraciones leves de tipo nervioso. Claro que muchas veces pienso que la idiosincrasia del español de base incluye el "me entra por un oído y me sale por el otro", pues ya pueden haber campañas para que la población especialmente sensible a los efectos de la gripe se vacune (a pesar de que la vacuna de la gripe solo tenga una efectividad del 60% aproximadamente) y que no vaya a la primera de cambio al hospital, que año tras año se repite la avalancha de griposos que abarrotan los pasillos de los hopitales públicos. Pues igual sucede con las advertencias sobre la inconveniencia de automedicarse y de abusar, por ejemplo, de los antibióticos. Los medicamentos con receta médica no deben dispensarse ni tomarse alegremente.
      Una vida realmente sana implica saber prevenir antes de curar.
      Un abrazo y gracias por compartir tu opinión al respecto.

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  10. Hola.
    Me parece m uy acertado algo que dices más arriba. AL igual que hay periodistas especializados en deportes o economía debería haberlos especializados en temas médicos.
    En mi entorno ha habido depresiones y ansiedad y es terrible, hace falta ayuda tanto de fármacos como de especialistas tipo psicólogos o psiquiatras.
    Y luego hay gente bruta como yo que estuvo 3 años con insomnio(dormía como mucho 2 horas al día)y no fui al médico. No sé la razón pero no estaba cansada y lo fui dejando. Ahora estoy mucho mejor pero hay que pedir ayuda.
    Un tema muy interesante.
    Feliz noche.

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    1. Hola, Gemma. La divulgación médica es clave para evitar muchas prácticas equivocadas y nocivas, y para salvaguardar la salud. Ne solo es necesario informar sobre una dieta sana (somos lo que comemos, se dice acertadamente) sino también alertar sobre los peligros de una automedicación irresponsable. Todavía se dan muchos casos de tomar un medicamento porque a fulano/a de tal le ha ido de maravilla.
      Hay que ir al médico cuando hace falta. Ciertamnet podemos equivocarnos y creer que un trastorno es más serio de lo que es en realidad, pero siemrpe es mejor contar con la opinión del médico, esperando, claro está, que no se equivoque, jeje.
      Pero al igual que se peca por exceso, también hay qien peca por defecto. Lo tuyo, estimada amiga, es de juzgado de guardia. Supongo que sabes que el sueño y la calidad del mismo es fundamental para un euilibrio físico y mental. Los trastornos del sueño son tan imporantes como la ansiedad e incluso la depresión. No dormir puede acabar con la vida de una persona. Afortunadamente, resististe ese estrés cerebral que produce el insomnio continuado. Hay gente que precisa muy pocas horas de sueño y otras que necesitan dormir ocho horas como mínimo. A partir de cierta edad no se necesita dormir tanto. A mi edad, por ejemplo, con seis horas tengo suficiente. Pero ¡dos horas diarias! Hiciste muy mal no tomando algo o acudiendo al médico para que te diagnosticara tu trastorno de base. Si no se duerme es por alguna causa subyacente, a menos que exista una anomalía cerebral. Por lo que alguna vez has mencionado sobre tu vida, la raíz de tu problema no era baladí. Necesitabas ayuda profesional. Y cuando se necesita ayuda y no se busca, el deterioro que sufre el organismo puede ser monumental. Me alegro de que ahora estés mucho mejor, aunque por lo que madrugas y que ahora estas escribiendo de noche, me da el pálpito de que que sigues durmiendo poco. Cuidate.
      Muchas gracias por compartir tu experiencia.
      Un abrazo.

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  11. Esta temática me interesa. Por favor Jose María, espérame hasta que termine de comentar los relatos de Tintero y vuelvo y te digo. Es una promesa ¿ehh? Tú quieto parado ahí hasta que vuelva;)

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    1. Aquí te espero, apalancado en este rincón. No me perdería esta cita por nada del mundo, jajaja.

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