El derecho a la reivindicación es algo consustancial con la libertad de expresión. Tenemos todo el derecho a exigir a nuestros gobernantes ─que están para escucharnos y atendernos─ cualquier cambio o medida encaminada a garantizar y/o mejorar nuestro bienestar económico y social. “Quien no llora no mama”, dice el refrán. “Pedid y se os dará”, dice la Biblia. Aunque también están los contra-refranes (siempre hay aguafiestas), como el que dice “contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”.
Los que me conocéis (por sus obras los conoceréis, dice uno de los evangelios), sabéis que me gusta andarme un poco por las ramas antes de entrar en el meollo del asunto que quiero tratar. Y esta no podía ser una excepción, pues antes de exponer mi crítica reflexiva o mi reflexión crítica, tanto monta monta tanto, quiero dejar bien claro que estoy totalmente a favor de las reivindicaciones sociales, siempre que, y ahí está el quid de la cuestión, sean razonables. Y por razonable entiendo lo que define la RAE como “proporcionado o no exagerado”.
Muchas veces me da la impresión que en este país, tras tantos años de represión, hemos pasado de un extremo al otro en algunas cuestiones. Como si no existieran los términos medios.
En mi opinión, del mismo modo que algunos recurren al insulto y a la calumnia amparándose en una mal entendida libertad de expresión, también creo que, a veces, reivindicamos y protestamos un poco a la ligera, sin fundados argumentos, o bien con posturas contradictorias. Y como suelo hacer para justificar mi disquisición, se me ocurren varios ejemplos de reivindicaciones, cuanto menos, discutibles. Para muestra, unos cuantos botones:
Que el soterramiento de las vías del tren evitaría muchos accidentes mortales, no hay duda. Pero ¿están suficientemente justificadas las protestas y manifestaciones a raíz de las muertes (muy lamentables) de peatones que han cruzado la vía del tren sin atender a la barrera, al semáforo en rojo, a la señal acústica ni, sobre todo, a la proximidad del convoy? ¿No es tanto o más culpable quien se salta, a sabiendas, todos esos obstáculos, poniendo en grave peligro su vida?
Todas las muertes son lamentables y cualquier medio para evitarlas es loable, pero todo tiene un límite que debemos aclarar, el límite que marca dónde termina la responsabilidad de uno y empieza la del otro. Creo que hay que empezar por cumplir las normas que salvaguardan la protección ciudadana y que seamos nosotros los primeros responsables de nuestra seguridad. Otra cosa muy distinta sería que no hubiera medidas disuasorias, ni indicaciones de peligro, que no existieran barreras ni señales de ningún tipo para impedir o alertar del peligro u otras deficiencias intolerables.
También podemos encontrar contradicciones en algunas reivindicaciones ecológicas. Soy ecologista, por formación y devoción, y, como tal, apoyo la gran mayoría de acciones en defensa de la naturaleza, pero en algunas ocasiones dicha defensa no está suficientemente justificada. ¿Os imagináis que exigiéramos la abolición de los aeropuertos y vuelos comerciales porque los aviones pueden colisionar o engullir (con el consiguiente peligro para la nave y todos sus ocupantes) un ave migratoria? Para evitarlo ya existen medidas (ultrasonidos y aves rapaces) bastante eficaces y no tan drásticas e inviables. Los ecologistas abogamos por las energías renovables, pero muchos de los que las defienden vierten luego duras críticas contra, por ejemplo, los parques eólicos alegando que producen contaminación acústica y la muerte de aves de gran tamaño que impactan contra las lentas y enormes aspas que se convierten, de este modo, en cuchillas mortales. Todo tiene un precio y todo tiene sus pros y sus contras. ¿Dónde está la justa medida? ¿Debemos oponernos a algo porque tenga un inconveniente cuando su ausencia tiene consecuencias mucho peores? La tan preciada energía solar también tiene sus inconvenientes ambientales: el proceso de fabricación de los paneles solares está asociado a la emisión de gases invernadero, con un impacto miles de veces mayor en el calentamiento global que el dióxido de carbono. Incluso la energía geotérmica tiene un impacto medioambiental negativo. ¿Vamos, entonces, a protestar contra las energías renovables? Insisto en que todo tiene un lado positivo y uno negativo.
En el ámbito doméstico, todos queremos disfrutar de nuestro móvil de última generación, con una mayor duración de la batería y una buena cobertura. Pero nadie quiere tener cerca una antena de telefonía porque puede producir cáncer o algo peor, y muchas han sido las protestas ciudadanas. En otras palabras, reivindicamos el derecho a la salud cuando nos interesa. Por no hablar de los conflictos bélicos en torno a la obtención del coltán para la fabricación de baterías de mayor duración o la acumulación de residuos que se exportan a países en vías de desarrollo, mucho menos escrupulosos en temas medioambientales, donde se amontonan al aire libre por toneladas o se entierran en cementerios tóxicos cada vez mayores y más peligrosos. Reivindicamos y nos manifestamos a favor de la paz y en defensa del medio ambiente pero queremos seguir disfrutando de las nuevas tecnologías al precio que sea.
¿Y qué decir de las huelgas salvajes? Me refiero a las que afectan fundamentalmente al ciudadano inocente, ajeno a un conflicto que solo debería enfrentar a las dos partes en disputa: empresario y trabajador. Huelgas de controladores aéreos que paralizan la actividad aérea, no solo del país donde se ha originado el conflicto, sino de casi todo un continente. Y generalmente en fechas vacacionales para, de este modo, hacer más daño (al viajero, se entiende). Huelgas de los trabajadores de servicios públicos como el tren, el autobús o el metro, afectando seriamente a los ciudadanos usuarios de estos medios de transporte, que son tan trabajadores como los huelguistas, que quizá incluso cobran menos que ellos, y que quedan atrapados entre dos líneas de fuego. ¿Os imagináis una huelga de bomberos, de médicos o de policías? Y qué decir de los manifestantes que, en lugar de plantarse ante el Ayuntamiento o la sede de la entidad contra la que protestan, cortan el tráfico de la vía y en la hora con mayor afluencia de vehículos, perjudicando al ciudadano ajeno al conflicto, pudiéndole causar un grave trastorno al no acudir a su destino puntualmente.
Y así podemos reivindicar cientos, miles de cosas que nos parecen justas pero que no lo son para todos, no son viables, no son vitales, o no son la única solución. ¿Sabemos exactamente las implicaciones y consecuencias de lo que exigimos? ¿No será mucho mejor exigir algo solo después de una profunda reflexión?
Estoy escribiendo estas líneas y se me antoja que pueden parecer un alegato reaccionario, una soflama soterrada contra los movimientos progresistas, contra la libertad de expresión, contra las reivindicaciones anti-sistema, una postura ultraconservadora, en definitiva. Que mis gafas se empañen y mis manos se paralicen si miento cuando digo que mi ideología está en contra del conservadurismo más recalcitrante, más pétreo e inmovilista. Solo pretendo dejar constancia de que algunas de las reivindicaciones que se hacen son, a veces, demasiado improvisadas y feroces, están exentas de realismo o, en el mejor de los casos, contaminadas de oportunismo. Porque esta es otra cuestión a tener en cuenta: muchas veces solo nos quejamos cuando somos los afectados. Si una medida nos favorece, es excelente, mientras que, si nos afecta negativamente, es abominable y exigimos su derogación. Esta sería la reivindicación egoísta.
¿Son razonables las siguientes protestas, que afloran una y otra vez en nuestra cotidianeidad? En Barcelona, el ayuntamiento quiere limitar la creación de nuevos hoteles. ¿Acaso no son los hoteleros los que deberían preocuparse si con ello provocan una sobreoferta de plazas? Asimismo, una parte de la población de la Ciudad Condal protesta contra el turismo (civilizado) porque molesta al residente en las zonas más visitadas, cuando es una enorme fuente de ingresos (aunque preferiría que procediera de una actividad menos vulnerable). También se ha protestado por la apertura de nuevos centros recreacionales y grandes superficies comerciales. Yo defiendo al pequeño comerciante/empresario, pero ¿qué hay de la libre competencia? Se protesta contra la expulsión de okupas cuando estos han allanado una vivienda cuyo legítimo propietario, a la vuelta de las vacaciones, no puede acceder a ella y debe esperar al dictamen de un juez para poder recuperarla. O bien se protesta contra el movimiento okupa cuando hay tantos pisos en manos de bancos y especuladores sin hacer uso de ellos ante una situación de tanta precariedad.
¿Dónde está la solución? ¿Dónde está el equilibrio entre el derecho a reivindicar y la sensatez e incluso la justicia?
Reivindicar es fácil, todos podemos hacerlo. Pero no por reivindicar, exigir, demandar, vociferar, tendremos la razón de nuestra parte. No busquemos culpables donde no los hay, no tachemos de capo criminal a quien solo es partícipe involuntario de una situación imperfecta que puede y debe mejorarse. Reivindiquemos salarios justos, la igualdad de oportunidades, una educación de calidad, una sanidad sin recortes que pongan en peligro la salud y la vida del paciente, la conservación de los recursos naturales, la protección del planeta. Y, aunque sea como luchar contra Goliat, la recuperación de los más de sesenta mil millones de euros perdidos por el rescate a la banca.
Hace cinco lustros nadie se quejaba por miedo; ahora nos quejamos de futilidades. Un día hasta nos quejaremos de la lluvia. Y es que ya sabemos lo que dice ese otro refrán: nunca llueve a gusto de todos.
Sabes lo que dicen en Italia cuando llueve? Piove. Porco governo!
ResponderEliminarVivimos en un mundo de locos. Cada vez más prohibiciones y más pagos. Y encima todos queremos más de lo que nos toca. Así es. Pero te diré que por lo que se sabe, en la antigua Babilonia ocurría lo mismo. No somos capaces ni de inventar las reivendicaciones.
Saludos
Hola Paola,
EliminarQuizá deberíamos decir aquello de que "en todas partes cuecen habas", jeje.
La intolerancia, la intransigencia y la contradicción están en todas partes y en todas las épocas.
Un saludo y gracias por tu comentario.
Hola.
ResponderEliminarTienes razón, a veces la gente protesta por nimiedades y se calla ante cosas que...yo protestaría porque cierto yerno que ha robado a manos llenas se nos va de rositas, al igual que su señora, por toda la corrupción que tenemos en los políticos, por la falta de empleo, por la reducción de las becas(una amiga d emi hijo, cuyo padre viudo tiene 4 hijos a carga ha tenido que pagar mil y pico euros de matrícula de la carrera porque su padre tiene un piso en propiedad, piso sencillo, en una zona normal y comnprado con mucho esfuerzo. Y con 4 hijos estudiando con buenas notas y mucho esfuerzo).
Estamos descentrados.
Un abrazo.
Hola Marigem,
EliminarTotalmente de acuerdo. Tenemos a diario cosas que nos sacan de nuestras casillas, por las que sí vale la pena protestar y nos quedamos con los brazos cruzados. Aparte del yerno y señora, vemos a ladrones de gante blanco y tarjetas opacas entrando y saliendo de la cárcel sin que devuelvan ni un céntimo de lo sustraído y va el director del Banco de España diciendo que hay que bajar las pensiones y no salimos a la calle. Será que ya damos la reivindicación por perdida de antemano. Quizá, por ello nos dedicamos a lo más fácil, por tonto que sea.
Muchas gracias por aportar tu punto de vista.
Un abrazo.
Apunta otra, Josep Mª, las huelgas de limpiadores y/o barrenderos que vuelcan las papeleras y ensucian todo para que se note más.
ResponderEliminarYo también soy una defensora a ultranza de la protesta y de la reivindicación, pero abusar y protestar por incoherencias dan la razón a quienes se oponen a este tipo de iniciativas.
Estupenda reflexión.
Uf, la lista sería kilométrica. Necesitaría varios episodios para enumerar esas incoherencias y aun me dejaría unas cuantas. Deberíamos canalizar nuestras protestas -fundadas- a través del Defensor del Pueblo. Pero esta figura ya existe y seguimos en las mismas.
EliminarMuchas gracias por comentar, Paloma.
Un abrazo.
No cambiaría ni una palabra de esta estupenda reflexión, Josep.
ResponderEliminarDesde hace tiempo noto una tendencia a maximizar las cosas cuando no procede y a caer en contradicciones y sinsentidos. Yo también apoyo todo lo que tenga que ver con el progresismo, las reivindicaciones y las protestas, pero todo ello con fundamento. El tema de los okupas, por ejemplo, es algo que sencillamente no puedo entender. ¿Cómo es posible que se defienda la ocupación de una vivienda que no les pertenece? Está claro que la solución no está en quitar algo a alguien para dárselo a otro que no tiene ningún derecho sobre esa propiedad.
Sin duda, las medidas para solventar un problema, sea cual sea, traen consigo unas consecuencias inevitables. Lo importante es que el remedio no sea peor que la enfermedad, y sobre todo que por el camino no se favorezca ese oportunismo de algunos que están más pendientes de defender sus intereses individuales que los colectivos.
Aplaudo la sensatez de tus palabras.
Un abrazo.
Hay cosas, Sofia, realmente sin sentido, difícilmente comprensibles. Y es que, por desgracia, no siempre lo justo es legal y viceversa. En el caso de que un okupa se ha instalado en tu vivienda, con solo acreditar que eres el propietario ante la policía, debería ser suficiente para desalojarlos a patadas (bueno, a empujones) porque no solo se han metido en una propiedad privada por la cara sino que, encima, cambian la cerradura para que el legítimo dueño no pueda entrar en su casa. ¿Qué pinta un juez en eso?
EliminarEn fin, parece como si esta sociedad tan complicada en la que nos ha tocado vivir lo tergiversa todo y los despropósitos campan por sus anchas. ¿Dónde ha ido a parar eso que se llama sentido común? Quizá tuviera razón quien dijo que el sentido común es el menos común de los sentidos.
Me satisface ver que no estoy solo ante tanta idiotez, jeje
Un abrazo.
Hola Josep Mª navegamos en el mismo barco y usamos el mismo remo. La reinvindicación ¿es una defensa o una venganza? ¿son derechos colectivos o me miro mi panza? (perdona por la rima) es lo que pienso, hay egoísmo hasta para proclamar a los cuantro vientos la desigualdad o más bien, que me han tocado el bolsillo. El equilibrio es lo que falla, no está calibrada la sociedad en la que vivimos. Energía solar tenemos de sobra y son los países nórdicos los que apuestan más por ella, esto como ejemplo. ¿La presión es un arma de justicia para el bien común? ¿o más bien una forma de tirar para mi tejado? y no piedras precisamente. La huelga no es de interés público realmente la vemos como un problema de otros, por eso los huelguistas se vengan del resto de la sociedad, para hacerlo extensivo. Creo que ese es otro punto flojo: la falta de solidaridad. Justicia, solidaridad y por último, respeto. Egoísmo, materialismo, individualismo, es lo que veo en la calle ¿soluciones? pensar que deben pasar acontecimientos que muevan a la sociedad, a todos (y no una copa de fútbol) precisamente) para que tambaleen estos cimientos frágiles donde se está conformando esta sociedad actual ¿qué acontecimientos? no quiero ser catastrófica pero se me ocurren unos cuantos...No, no estás solo, pero al menos lo escribimos, a nuestra manera, la palabra tiene un gran poder acuérdate de ello, ha movido masas, ha trascendido más allá, ha traspasado fronteras. Hay que pensar en soluciones ¿qué harías? te propongo darle la vuelta a la reflexión, y describir la sociedad que quieres, el mundo idílico desde el comienzo hasta el final ¿te animas a crear lo más ajustable a lo que se añora, se desea? ahí lo dejo (recuerda el poder de la palabra...) Un abrazo y buen día
ResponderEliminarHola Eme,
EliminarVaya comentario más completo y elocuente!
Es obvio que vivimos en una sociedad donde la injusticia y la arbitrariedad no logran ser dominadas por sus opuestos. Tenemos y practicamos el derecho al pataleo, aunque son los que ostentan el poder quienes dirigen nuestras vidas y deciden nuestro futuro, al menos a corto y medio plazo.
Ciertamente, la palabra ha sido y es muchas veces el motor que ha puesto en marcha reivindicaciones masivas y cambios. Pero, cuántas revoluciones, inicialmente justas, o cuanto menos justificadas, se han ido al traste pervirtiéndose hasta acabar con los ideales que las movieron y tropezando con los mismos defectos, sino peores, que los que gobernaban con anterioridad. Parece como si el hombre pervirtiera todo lo que toca.
Yo también soy, a veces, catastrofista y quizá debería ser más positivo, tanto mental como expositivamente y, en lugar de mostrar lo malo que nos rodea y que todos conocemos, mostrar las bondades -que también las hay- y las oportunidades de mejora.
Algún día, cuando me sienta más optimista, publicaré una entrada menos negativa y más esperanzadora :)
Muchas gracias por compartir tus puntos de vista conmigo y con todos los lectores que se detengan en este cuaderno.
Un fuerte abrazo.
Esta bien reivindicar pero como tú bien dices con sensatez y coherencia, pero me parece a mi que eso no se paran a pensar quienes reivindican y es mas muchas veces utilizan la violencia para que se note mas la reivindicación (dejar a pasajeros tirados, dejar sin tren o avión a miles de pasajeros) o dejar a una ciudad con basura hasta arriba sin pararse a pensar en las enfermedades que eso puede llegar a provocar, en fin que reivindicar si pero siempre pensando muy bien el porque y sobre todo el perjuicio que se produce a los demás.
ResponderEliminarMuy interesante tú reflexión un abrazo. TERE.
Hola Tere,
EliminarEs normal que cuando uno se siente vulnerable y agredido, responda con violencia o agresividad, pero para esto está la sensatez y el contar hasta diez (o hasta un millón) antes de hacer algo sin reflexionar y que, aunque vaya a favor de nuestros derechos, perjudique seriamente el de otros.
Nuestra libertad termina donde empieza la de nuestro vecino.
Muchas gracias y un abrazo.
me ha encantado encontrarte y aunque auú no te conozco me gusta lo que escribes
ResponderEliminarMuchas gracias, MuCha (valga la redundancia, jeje). Me alegro que te haya gustado mi reflexión. Puedes volver siempre que quieras.
EliminarUn abrazo.
Aquí lo de los términos medios no lo conocemos. Somos extremistas por naturaleza y si cambiamos del blanco tiene que ser al negro. Me vienen a la mente los animales. Hemos pasado de no respetarlos a anteponerlos a las personas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, no conocemos la paleta de colores o, por lo menos, no sabemos utilizarla.
EliminarPodríamos poner tantos ejemplos!
Y es que somos (yo menos, que conste) tan primitivos!
Muchas gracias, Macondo, por dejar tu comentario.
Otro abrazo.
Estupenda y valiente reflexión Josep Mª, ... desde mi punto de vista, uno de los problemas de esta sociedad pendular (que no llegamos o nos pasamos) es la falta de coherencia. Tu lo has dicho en tu entrada y cuantos ejemplos más podríamos poner para ilustrar esta fea costumbre que tenemos cuando nos sentamos a en torno a una mesa para "arreglar el mundo", cuanta gente critica (con razón) a los que defraudan a la hacienda pública y sin embargo son los primeros en pedir una factura sin iva,... en fin todos sabemos de esto,... Un abrazo!
ResponderEliminarSi, amigo, esta es otro de los muchos defectos (no sabría decir si solo de este país o de los humanos en general): ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Como las voces más oídas son generalmente las de los políticos, estos nos regalan continuamente claros ejemplos pues se llenan la boca de críticas hacia sus adversarios sobre hechos que ellos mismos han protagonizado, como la corrupción.
EliminarEn general, parece como si el término medio no esté en un punto de equilibrio, y el platillo de la balanza va continuamente de un extremo a otro.
Muchas gracias por expresar tu opinión.
Un abrazo.