“Peor es meneallo, amigo Sancho” dijo Don Quijote a su escudero cuando, habiéndose éste aliviado encima de puro miedo, le conminaba a estarse quieto para que no apestara más la estancia (Capítulo XX: La aventura de los batanes).
En el lenguaje coloquial equivaldría a decir que es mejor no remover ciertos asuntos que pueden causar disgustos, o más vale dejar las cosas como están, no vayamos a empeorarlas.
Hace ya algún tiempo que publiqué en este mismo blog las entradas tituladas “Temas prohibidos” (30.11.13) y “Quien calla no siempre otorga” (19.09.14) que, aunque trataban sobre los nacionalismos y la “cuestión catalana”, intentaban reflejar la problemática que surge cuando en este país se habla –o mejor dicho, se discute- de política cuando los interlocutores tienen puntos de vista opuestos.
Estamos viviendo una época política y económicamente turbulenta en la que unos echan la culpa a otros y nadie acepta su parte de culpabilidad. Una época en la que cada día se descubren nuevos delitos de fraude y latrocinio de guante blanco por parte de quienes deberían dar ejemplo de honestidad, lo cual sería algo parecido al delito de pederastia cometido por un religioso. Todos acusan, nadie admite la culpa y, si ésta queda finalmente demostrada, nadie dimite de su cargo oficial. Por el contrario, todo el mundo se cree con el derecho a calumniar. Si finalmente se demuestra que la acusación era solo una calumnia, nadie se retracta ni pide disculpas. Ya se sabe: “Calumnia que algo queda”. Y como toda defensa lleva aparejado un buen ataque, se usa el “y tú más” como arma. En este país nos hemos acostumbrado a la excusa de “pero si todo el mundo lo hace” para justificar los actos más reprobables.
Si el futbol enciende pasiones a los seguidores de un equipo, la política las enciende aun más a los afiliados y simpatizantes de un determinado partido político y es curioso –o mejor debería decir triste- comprobar cómo, al igual que en el mencionado deporte nacional, se pierde totalmente la ecuanimidad y la objetividad. Siguiendo el símil futbolístico, solo juega sucio el contrario, Vamos, que “vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro”.
El que juzga negativamente un acto o actitud de su partido, del partido de su agrado o de sus simpatizantes políticos es una rara avis. Es algo tan insólito que nadie lo entiende, hasta el punto de creer que quien hace tal cosa es necesariamente enemigo de dicho partido o de dichos políticos. El “estás conmigo o contra mí” se aplica a rajatabla. Parece como si no hubiéramos dejado atrás la época oscura en la que ser de izquierdas equivalía a ser rojo y ateo y ser de derechas era ser un fascista. La palabra “república” todavía eriza el vello a algunos sin pensar en el verdadero significado de esta palabra. Debemos reconocer, sin embargo, que hay quienes, con su comportamiento y dialéctica, hacen un flaco favor a las creencias y comportamiento democráticos. Y es que “de todo hay en la viña del Señor”.
Entrando por un momento en materia religiosa, diré que siempre he estado convencido –y lo digo por experiencia propia- que el mandamiento cristiano más difícil de cumplir es el que dice “amarás al prójimo como a ti mismo”. Me conformaría con que nos respetáramos como queremos ser respetados.
Pero al fin y al cabo somos humanos y, como tales, tremendamente imperfectos. Y la peor de nuestras imperfecciones es la de no querer reconocer nuestros defectos y errores ni el de nuestros “aliados”, con los que mantenemos una conducta corporativista. Del mismo modo que en ciertas profesiones existe un corporativismo, como si fueran miembros de un clan al que hay que proteger –hoy por mí, mañana por ti-, observamos que lo mismo ocurre entre la clase política. Pero lo que más me llama la atención es que la misma actitud la mantiene el ciudadano que se siente identificado ideológicamente con un determinado partido político. Si alguien comete un delito, ¿no voy a reprobarlo, ni siquiera aceptar la culpabilidad de quien lo ha cometido, simplemente porque pertenece al partido con el que simpatizo? Pues parece que esa es la regla. Solo hay delincuentes en los otros partidos, todo lo que se dice del “nuestro” son calumnias. Nosotros estamos en posesión de la verdad absoluta y los demás están equivocados. Todo cuenta a la hora que defender a los “nuestros”. Nos creemos lo que queremos creer, lo que culpa al contrario, al enemigo, sin contrastarlo ni darle el beneficio de la duda. A por ellos.
Reconozco que, incluso a personas tan poco extremistas como yo, a veces nos domina más la pasión que la sensatez. Nos dejamos contagiar por la crispación, la rabia, la animadversión y el desprecio que nos envuelve hacia actitudes y situaciones que consideramos tremendamente injustas. En tales circunstancias actuamos como medio de transporte de soflamas reivindicativas que todavía encienden más la mecha de la intolerancia. Pero “quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”. Esto es y ha sido siempre así y no cambiará. En lugar de dejarnos llevar por actitudes partidistas, deberíamos ser capaces de discernir lo que es justo y lo que no, independientemente de quién lo haga y lo diga.
Creo que deberíamos hacer un esfuerzo por abandonar la actitud maniquea de dividir a la gente entre buenos y malos. Y no solo en política. Tendemos a desvirtuar las cosas por pura simplificación: si eres español, te gustan los toros y el flamenco; si eres catalán, eres separatista y te gustan las sardanas; si apoyas la causa palestina, eres antisemita y justificas el holocausto. Y así podríamos encontrar muchos ejemplos de clichés que no se ajustan necesariamente a la realidad. La simplificación, al igual que la exageración, es causa de muchos prejuicios.
Y por si eso fuera poco las redes sociales favorecen el enfrentamiento. Se publica esto, aquello y lo de más allá, de todos los signos políticos y tendencias. Y, obviamente, la información no solo no coincide sino que es antagónica. La información y opiniones –pero sobre todo las mentiras- corren como la pólvora. Bueno, la verdad es que ya ni siquiera sabemos lo que es mentira y lo que no. Ahora las discusiones políticas han alcanzado el patio de vecinos de facebook, twitter y demás redes sociales y, según lo que uno comparte, se ganan adeptos y se pierden amistades. Ha cambiado la forma pero no el fondo de la cuestión. Pero, claro, ya se sabe que “quien tiene boca se equivoca”, y que “a boca cerrada no entran moscas” pero a veces es preferible abrirla a que crean que “quien calla otorga”. Eso o darse de baja de la red social a la que uno esté dado de alta y hablar sólo de ciertos temas con los que piensan como tú y, aun así, en voz baja y con la puerta cerrada, no sea que alguien te oiga y se ofenda.
No sé si hay más cosas que nos unen que las que nos separan, pero deberíamos intentar ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío. Limar las diferencias y cultivar las similitudes.
Pero a mi edad, hace ya muchos años que dejé de creer en los milagros. Todo seguirá igual. Lamento profundamente ser tan negativo pero creo ser realista. Si no hemos cambiado en siglos, ya no cambiaremos nunca. Seguiremos tirándonos los trastos a la cabeza y aquí no valen amigos ni familiares. Solo se salvan de la quema los padres, los hijos y quizá –solo quizá- los hermanos. El resto quedan en el mismo cajón que el vecino del quinto.
El viejo refrán “divide y vencerás” es intemporal y universal. Siempre ha sido así y seguirá siéndolo. Los refranes son los únicos que tienen la razón. Pero a mí me gusta mucho más el que dice “el pueblo unido jamás será vencido”. Debo ser un romántico que, aun no creyendo en los milagros, le gusta imaginarlos. Y que conste que la mención de esta frase que conforma el título de la canción del grupo chileno Quilapayún no tiene ninguna connotación política sino más bien sociológica. Por si las moscas…
Y es que ya lo decía Don Quijote: más vale no meneallo.
Ay la política, la religión, el futbol, son temas intocables si se quiere estar en paz con los que te puedan rodear.
ResponderEliminarYo soy de la misma opinión que tú en cuanto a que, nada cambiará, nunca, hay demasiadas discrepancias en las personas de todo tipo, demasiados intereses... ni siquiera quien tienen las mismas ideas se ponen de acuerdo, hay mucho rencor por cosas que ocurrieron en la historia, (memoria histórica, tanto meneallo...)
El mundo seguirá lo mismo, sus guerras políticas y religiosas, su pobreza etc. porque falta amor y siempre faltará,(derrotismo?, no, realismo... desgraciadamente).
En estos caso expuestos por ti, también se usa mucho otro refrán: más vale malo conocido, que bueno por conocer...
Magnífica tu expresión escrita.
Un abrazo Josep y buen fin de semana.
Muchas gracias, Elda, por tu comentario.
EliminarEs realmente triste que no podamos expresar nuestra opinión sobre ciertos temas que, al parecer, levantan ampollas y seguirán levantándolas.
Somos demasiado intransigentes y esta suele ser la razón de muchas disputas, incluso a nivel internacional.
Un abrazo.
Hola!!!!!
ResponderEliminarMira que yo soy optimista y positiva, pero en esto te doy la razón, pinta mal.
Aún queda mucho de las dos Españas que mencionaba mi querido Machado, y además estamos llenos de tópicos y clichés. Es más, me atrevería a decir que si defiendes algo necesariamente excluyes otras cosas; me explico.
Yo soy muy animalista, confieso que quiero más a mis animales que a algunas personas, y en mi familia todos somos así. Mi hija es vegana y adora a los animales, pues hay gente que cree que eso excluye preocuparse por las personas, y es todo lo contrario, ella es voluntaria y dedica su tiempo libre a acompañar a niños muy enfermos, es donante de sangre y de médula y es muy buena persona. ¿Adorar a los animales hace que tenga que odiar o desear mal a las personas? Pues yo creo que no. Y así pasa con la religión, política y demás.
Me ha gustado mucho el post, tienes toda la razón, ser catalán no significa ser separatista, y ser español desde luego no es toros ni flamenco, al menos en mi entorno.
Un abrazo y muy feliz fin de semana.
Hola Marigem,
EliminarCreo que la simplificación a la que mucha gente se inclina es síntoma que no querer reconocer que las diferencias nos hacen más ricos y, admitiéndolas, somos generosos con los demás. Por desgracia, hay quien se dedica a inculcar a sus hijos ideas que luego ellos hacen suyas. La xenofobia en un claro ejemplo.
Un abrazo.
P.D.- Tu hija hace una gran labor.
Firmo tu artículo de arriba a abajo. Y de izquierda a derecha. Incluso de centro, para que no se me tache de afiliación política alguna. Por cierto, yo me declaro absurdo. Y me da igual lo que piensen los "lógicos". :P
ResponderEliminarUn abrazo, Josep. : )
Siempre es grato comprobar que uno no es un bicho raro, y mucho menos absurdo.
EliminarAlgún lector no habrá pensado lo mismo que tú pues acabo de comprobar que el contador de "Google+ followers" se ha reducido en una persona. No le habrá gustado lo que ha leído y me ha borrado de la lista de sus lecturas, jaja
Como decía en mi post, hay que ver el vaso medio lleno, así que quiero pensar en positivo y que me he librado de un/a intolerante.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo contigo Josep Mª, demasiadas etiquetas que solo separan y no aportan nada,simplemente se busca el enfrentamiento porque vende, da votos o crea polémica. Es triste y absurdo.
ResponderEliminarHola Conxita,
EliminarEs muy fácil etiquetar y, sobre todo, dividir a la gente en dos bandos: los buenos y los malos. Nuestra mente tendría que dar para más pero desgraciadamente todavía son muchos los etiquetadores.
Un abrazo.
Estoy completamente de acuerdo contigo, Josep.
ResponderEliminarEs deprimente la poca calidad de nuestra clase política, pero mucho me temo que tenemos lo que nos merecemos. Churchill no es de mis políticos favoritos pero cuando dijo eso de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, le doy la razón. Al menos, nosotros tenemos el que hemos elegido, al fin y al cabo. En nuestro descargo también podemos decir que no hay mucho, ni bueno, donde elegir.
La obsesión por simplificar y etiquetar es una manera de facilitarnos la tarea para no tener que pararnos a conocer a los demás (y mucho menos a comprender).
Estupenda reflexión, Josep.
Un abrazo.
Hola Kirke,
EliminarCreo que si la política no se embruteciera tanto, el panorama sería bastante más diáfano. Uno podría votar a quien quisiera sin tener remordimientos ni dudas sobre el cumplimiento de su programa electoral. Por otra parte, se concentran cada vez más a tirarse los trastos a la cabeza y a crear crispación entre los ciudadanos. De este modo trasladan al votante el odio que ellos mismos rezuman.
Muchas gracias por comentar.
Un abrazo.
Hopla Josep como me ha gustado tu sensatez e neste artículo el tratamiento prudente y de unidad que le das uufff sin comentarios que agregar solo decirte que lo suscribo y ojalá hubiera mas unidad, un abrazo desde mi brillo del mar
ResponderEliminarHola Beatriz,
EliminarMuchas gracias por tu amable comentario. Me alegra ver que hay quien comparte conmigo esta postura de prudencia y sensatez.
Un abrazo.