Una imagen no siempre vale más que mil palabras, de la misma forma que no siempre inspira idénticas emociones. Donde uno ve tan solo un tronco caído en medio del bosque, otro ve un objeto digno de una fotografía artística, otro piensa en el motivo por el cual aquel árbol, viejo pero robusto, ha perdido parte de su cuerpo y otro, en fin, quizá solo vea algo útil para sentarse. Todo depende de la imaginación y sensibilidad del observador.
Esta mañana, paseando a mi perro, he caminado per una senda cercana cubierta de hojarasca, una alfombra de hojas muertas de distintos tonos y colores, como un mosaico de cerámica. No era un tapiz espectacular pues los colores no eran muy variados: un blanco grisáceo tirando a argénteo (que suena más poético), un amarillo que los que entienden de eso denominan ocre (que quizás queda mejor) y un marrón chocolate con leche (que resulta más original). Entremedio, el verde de la hierba todavía con vida, lucía con timidez.
Esta imagen, esta hojarasca, propia del otoño, cuántas veces la habrán visto ojos como los míos y pisado pies como los míos desde que los arboles han ido desnudando sus ramas y quizá nadie ha reparado en ella de la forma como yo lo he hecho esta mañana, cuando empezaba a clarear.
Habitualmente no presto mucha atención al suelo que piso, pues soy un despistado; sencillamente quería evitar pisar los excrementos de otros perros que frecuentan la zona. Pero esta mirada de precaución, tan práctica como prosaica, me ha hecho pensar, de pronto, en algo muy evidente pero que no siempre tenemos en cuenta: que la naturaleza, viva y muerta, forma parte de nuestro entorno natural, de nuestra vida; que, a la vez, todos formamos parte de esta naturaleza y que, como las hojas muertas, acabamos convirtiéndonos en humus, abono o energía que servirá para salvaguardar la vida en este pobre, maltratado, planeta nuestro.
No sé muy bien porqué hoy, precisamente, he tenido estos pensamientos a partir de esa imagen. Quizás la reciente pérdida de un ser querido hace que haya visto más cerca la fragilidad y la esencia perecedera de nuestra existencia, el ciclo de la vida. Las hojas muertas ha sido, seguramente, la imagen de la vida fugaz, de la vida que llega a su término. Hasta he sentido pena por las hojas que un día fueron verdes y que ahora, esparcidas por el suelo, esperan su transformación final.
A partir de ahora, creo que pisaré la hojarasca de los caminos y de las calles con un respeto casi reverencial.
Un relato que podría haber sido una fría descripción de algo cotidiano, como sacar a pasear al perro, mezclado con reflexiones trascendentes sobre la fugacidad de la vida, lo conviertes en una prosa poética. Si al caminar sobre la hojarasca pensaste en la vida y muerte de todo ser natural, es que tienes alma de poeta, Josep Mª.
ResponderEliminarMe parece que la hojarasca de la foto es del álamo blanco (populus alba) y en català "alber", pues veo el envés de las hojas de un gris plateado. Es un árbol que abunda en avenidas y riberas. He fotografiado varias veces su tronco blanco con incrustaciones negras , que resulta muy atractivo.
Bueno y, aparte del escrito, me gusta que tengas un perro.
Un abrazo.
Querida Fanny. Veo que estás muy puesta en botánica. Efectivamente, se trata del álamo blanco que también conocemos aquí como "àlber", como bien dices, "âlber blanc" y, más a menudo, "pollancre". Es muy abundante por los aledaños de donde vivo, junto a la montaña. La foto la tomé con mi teléfono móvil esa mañana a la que me refiero en mi escrito.
EliminarEn cuanto a mi querido "Pelut", al que adoptamos ´pronto hará dos años, es, desde entonces, mi inseparable amigo.
Te agradezco muchísimo tus comentarios, viniendo como vienen de una verdadera poetisa.
Un abrazo.
Josep, yo la verdad que miro mucho al suelo instintivamente desde que me he hecho más mayor, creo que sin pensarlo, voy viendo por donde piso, por si caigo y me rompo algo y luego no puedo bailar, sería un desastre para mi, jajaja.
ResponderEliminarFuera de bromas, si que miro mucho al suelo con lo cual ya llevo días viendo esa cantidad de hojas que cuando llueve son tan peligrosas, pero tan relacionadas su caída con el ocaso de las personas, y es verdad somos acordes a la naturaleza, por eso en otoño se nos cae más el pelo que en otras estaciones del año, confirmado por un doctor que oí el otro día.
Bonita prosa amigo que me ha encantado leer.
Un abrazo y buen domingo.
Todo, o casi todo, en esta vida tiene su parte positiva y su parte negativa. Lo bello para unos es un incordio para otros. Las calles de mi barrio están ahora mismo cubiertas de hojas pues es una zona muy arbolada y al caer la lluvia, cosa que llevamos días viendo, se hacen resbaladizas. Pero ello no deja de tener su encanto, sobre todo cuando hay diversidad de colores.
EliminarMuchas gracias por dejar este amable comentario.
Un abrazo y un buen domingo también para ti.
Buenos días, Josep Mª. Me uno al comentario de Fanny Sinrima (curioso seudónimo para una poetisa, por cierto). Me ha conmovido especialmente el aura poética con la que envuelves tu prosa. Yo, he de decirlo, padezco de un grave déficit poético. Sin embargo, sé reconcoer cuando algo está escrito con el corazón. Y tu pieza, no me cabe duda, lo está.
ResponderEliminarCon tu permiso seguiré entrando a hurtadillas por tu blog en los huecos que mis obligaciones me permitan. Algo me dice que disfrutaré leyéndote.
Un saludo, y gracias por tu visita y tus amables palabras dejadas a modo de presente en mi blog. Se agradecen.
Bienvenido seas, Pedro, a este rincón un tanto desangelado. Siempre se agradecen las visitas, sobre todo si son tan generosas como tú en los comentarios. Este blog, desde que decidí abrirlo (acaba de cumplir un año de vida), lo he dedicado fundamentalmente a reflexiones y comentarios sobre un gran abanico de situaciones y temas, digamos "vitales".
EliminarSi te queda tiempo para pasearte por mi otro blog, algo más antiguo, titulado "retales de una vida", cuyo enlace encontrarás al margen (mis otros blogs), quizá puedas pasar un rato agradable si te gustan los relatos de ficción.
Un abrazo.
Excelente texto, Josep, y es que cada uno tenemos una distinta mirada, mientras que unos pueden ver suciedad ante tanta hoja caída en el suelo, a otros les puede parecer una alfombra en el suelo de belleza en colores, aunque cada uno mismo, no todos los días vemos la misma perfectiva, si tienes un día malo, todo te puede parecer horroroso, incluso hasta lo más bello, en cambio, puedes tener un día tan positivo en el que todo te parece maravilloso hasta las mismas piedras.
ResponderEliminarA mí me ha encantado la imagen, pero más tu excelente reflexión.
Un beso.
Muchas gracias María por dejar tu comentario. Efectivamente, cada uno ve las cosas de forma distinta y según su estado de ánimo. Yo intento mirar lo que me rodea de la forma más positiva posible pero a veces hay cosas que me pasan desapercibidas porque mi mente anda por otro rumbo, abstraído en mis pensamientos. En el caso que me refiero en este corto relato o reflexión, andaba un poco "tocado" por el reciente fallecimiento de un ser querido y eso me llevó a ver en esa hojarasca la fugacidad de la vida.
EliminarUn beso.
Es sano dejar la mente vagar en momentos de relax, llegan a concluirse y apreciarse cosas y matices en los que antes no habiamos reparado. Apuesto a que tu paseo de esta mañana ha sido más creativo y vale más que cien sesiones de meditación con un psicólogo :)
ResponderEliminarEstupendas reflexiones, me ha gustado mucho tu texto!
Un saludo.
Muchas gracias Julia por pasarte por aquí y dejar tu comentario.
EliminarEn efecto, la relajación y el contacto con la naturaleza son una terapia insustituible. Lo malo es que muchas veces no somos capaces de desconectar del mundo material y prosaico.
Un saludo.